5
Llevó el tenedor a la boca y lo cerró sobre el delicioso trozo de pastel que albergaba el mismo. Gimió con deleite al sentir el dulce sabor explotar en su lengua, llenando cada rincón de su boca. Masticó y saboreó, con los ojos cerrados, para poder apreciar mejor tan exquisito manjar.
Sintió al bebé removerse en su vientre y puso la mano sobre la hinchazón de su barriga, acariciándola en lentos círculos hasta que el niño se calmó. Cuando abrió los ojos nuevamente, ocho pares de ojos la observaban, críticos, casi como si fuera la primera vez que la veían.
Sus mejillas se tiñeron del más puro rojo carmesí. Dejó el tenedor sobre el plato, odiando el pedazo de tarta que aún quedaba sobre la delicada porcelana, sabiendo que ahora no podría comérsela, no como deseaba, al menos, disfrutando hasta la última miga.
Era algo que tenía que hacer a solas porque... bueno... el embarazo había exacerbado su apetito pero también sus papilas gustativas estaban más sensibles. Así que comer se había convertido en algo horrible porque, si lo hacía delante de su prometido, despertaba en él otros apetitos que nada tenían que ver con la comida. Y, si lo hacía delante de otras personas, estas se la quedaban mirando como si nunca hubiesen visto a una puñetera mujer embarazada.
―¿Qué?―preguntó, la irritación filtrándose por cada una de sus palabras.
Sus damas y damos de honor―Karui, Samui, Shino y Kiba―se sonrojaron culpablemente y desviaron la vista. Hinata respiró hondo, buscando calmarse, tal y como hacía en las sesiones de yoga para embarazadas a las que iba.
―¿Está bueno?―preguntó Karui, sonriendo con diversión. Hinata suspiró.
―Sí... ―Miró con desesperación para todas las muestras que había desplegadas por toda la mesita redonda―. No sé por cuál decidirme... Todos están tan ricos... ―El anhelo apareció ahora en sus ojos.
Kiba soltó una carcajada y Shino sonrió casi imperceptiblemente, ajustándose la corbata de su traje.
―¡Es cómo cuando salíamos del instituto y pasábamos por delante de tu pastelería favorita! ¡Te quedabas mirando como diez minutos para los rollos de canela!
―¡Kiba!―exclamó Hinata, abochornada, llevando las manos a su rostro para esconder su rubor de vergüenza.
Karui y Samui rieron y eso solo hizo que se hundiera aún más en la cómoda silla en la que se encontraba sentada.
―¿Hinata? ¿Está todo bien?―Hinata salió de su escondite un momento, topándose con la figura ancha y rellenita de Chōji Akimichi.
Al igual que Ino, Chōji había sido un compañero de instituto de su mismo curso y con el que había retomado el contacto cuando regresó con Naruto de la universidad. Era muy buen amiga de Ino y esta se lo había recomendado cuando, en los preparativos para la inminente boda―que se celebraría en mayo, un par de meses después de que diera a luz, así le daría tiempo a recuperar algo de su antigua figura y no se sentiría como un horrible ballena hinchada―andaban mirando diversas empresas de cáterin.
Sonrió al nervioso chef, que se retorcía las manos, ansioso por saber su veredicto. Miró de nuevo un segundo para todas las deliciosas tartas que les habían dado a probar aquella mañana. Habría deseado que Naruto hubiese ido con ella, pero el entrenador les había pedido a él, a Yahiko y a un par más de jugadores que estaban casados o bien a punto de estarlo, que diesen una entrevista para una emisora nacional. La idea era que la gente intentase ver que, a pesar de que muchas veces el mundo del deporte de élite estaba rodeado de mierda, también podía hacer cosas buenas por los chicos y chicas del país. Que no todos eran unos imbéciles cuyas únicas ambiciones eran beber, follar o colocarse.
―Todo está genial, Chōji. ―Lo tranquilizó ella―. Es solo que...
―Todo está tan jodidamente bueno... ―Gimió ahora Karui, engullendo sin parar trozos de pastel como si se tratara de una aspiradora de dulces. Hinata soltó una risita.
―Lo que ha dicho ella―señaló con la cabeza para la pelirroja, mientras Samui suspiraba, dando a su amiga por imposible―. Todos están tan ricos que no sé por cuál decidirme. ―El alivio se reflejó en el rostro de Chōji al oírla.
―Oh. Bueno, no debes preocuparte, eso es... ―Miró de reojo un instante para Karui y un pequeño sonrojo invadió su rostro antes de regresar su atención a ella―... es normal. Muchas novias no son capaces de tomar una decisión en el momento. Está bien. ¿Por qué no haces una lista de los que más te han gustado? Estoy seguro de que Naruto también tendrá una opinión. Podéis descartar unas cuántas opciones y volver a hacer una prueba en unos días. No tengo problema con eso. ―De nuevo, los ojos castaños de Chōji se dirigieron de manera casi indetectable hacia Karui, que ahora se limpiaba sin cuidado ninguno el rostro con su servilleta mientras discutía algo con Samui, sin prestar atención a su alrededor.
Hinata sonrió de medio lado. Oh, allí había algo, podía verlo, sentirlo. Se había fijado, también, en la manera interesada en que Karui había mirado a Chōji cuando los presentó. Si había algo que Karui amara con locura, esa era la comida. Y como nunca engordaba, la pelirroja podía darse el privilegio de darse atracón tras atracón siempre que quisiera. Siempre había dicho que quería encontrar a un hombre que fuese capaz de satisfacerla en ese sentido. Y, dado que Karui era una cocinera terrible, estaba segura de que acabar con un chef de prestigio como Chōji sería un sueño hecho realidad para su amiga.
Miró para el Akimichi y sonrió nuevamente, ahora más relajada.
―¿Seguro que no te importa? Sé que debes de estar muy ocupado. Nuestra boda no es la única la primavera que viene... Y estamos en navidades, casi... Tendrás mucho trabajo... ―Chōji se encogió de hombros.
―Planear una boda lleva tiempo. No eres la primera novia que se vuelve loca con los preparativos... ni serás la última. Además, las otras novias no son mis amigas. ―Le guió un ojo y ahora sí: Hinata vio claramente que Chōji volvía a posar la mirada sobre Karui durante un momento. Esta se dio cuenta y levantó la vista de su plato, con las mejillas hinchadas, rellenas seguramente de pastel de bodas. Un rubor apareció en el rostro de Chōji y murmuró una torpe disculpa, prácticamente huyendo de la estancia, seguramente en dirección a las cocinas.
Kiba, Shino y Samui se miraron entre ellos y luego estallaron en risas. Karui simplemente se encogió de hombros y siguió a lo suyo, mientras que Hinata, ahora más relajada gracias a la tregua de Chōji, volvía a comer de su delicioso trozo de pastel.
Gimió. Dios, qué bueno estaba.
―¡Muchas gracias, chicos! ¡Esto ha salido genial!―La entrevistadora sonrió y se levantó de su asiento, levantando sus senos un poco más de lo necesario, haciendo que estos se marcaran un poco más bajo la ajustada blusa blanca.
Naruto y sus compañeros de equipo rieron entre dientes y le estrecharon las manos, nada afectados por ese intento de llevarse a alguno de ellos al huerto.
Todos eran chicos comprometidos de alguna u otra manera. Él estaba a punto de casarse, Yahiko ya lo estaba y de los otros dos: uno estaba recién prometido y el otro llevaba quince años con su novia del instituto. No daba el paso porque, al parecer, ninguno creía en eso del matrimonio. Pero vivían juntos y, según se rumoreaba, la chica podía estar embarazada. A Naruto no le extrañaría porque, en confidencia, les había confesado que lo estaban intentando.
Naruto sonrió mientras se despedía de dos de sus compañeros, quedando ellos dos y Yahiko, nada más. Este le sonrió y le rodeó los hombros con un brazo, feliz. Era mayor que Naruto por unos pocos años y todos apostaban a que sería el próximo capitán del equipo. Eso si Yahiko no se retiraba antes. Naruto sabía que lo estaba considerando. Konan llevaba tiempo queriendo formar una familia, pero se negaba hasta que Yahiko no se retirara del fútbol.
―¿Qué? ¿Cómo llevas eso de las pruebas, las invitaciones y toda la mierda?―Naruto rio.
―Es agotador, pero... satisfactorio, en cierto sentido'ttebayo. ―Yahiko alzó las cejas.
―¿Ah, sí? Cuéntame. Podemos ir a tomar unas cervezas. ―Naruto suspiró. En parte le apetecía. Además, Hinata le había dicho que tras la prueba para la tarta iba a ir a la oficina para trabajar un poco. Hizo una mueca al pensarlo. No le gustaba que trabajara estando ya embarazada de seis meses, pero ella insistía. Decía que estaba perfectamente y que en los siglos pasados las mujeres trabajaban hasta el último segundo, dando a luz incluso en los lugares más inmundos.
Le había hecho ver un documental al respecto cuando él se puso muy cabezota.
No pudo dormir en una semana, imaginándose a su preciosa chica en una de aquellas horribles situaciones, teniendo a su bebé en un apestoso muelle o en medio de un callejón lleno de basura e inmundicia humana.
Afortunadamente, estaban en el siglo XXI y contaban con una buena posición económica, pudiendo permitirse los mejores médicos y todas las pruebas y controles que le hiciese falta.
Sonriendo, asintió.
―¿Por qué no?―Yahiko sonrió ampliamente.
―¡Ese es mi chico! ¡Taxi!―Yahiko agitó la mano hasta que uno de aquellos vehículos se paró delante de ellos.
Se subieron y Yahiko le dio una dirección. Naruto se relajó contra la tapicería del coche. Cuando el coche se detuvo, ambos sacaron gafas de sol de los bolsillos y se las pusieron. Yahiko pagó la carrera y al bajar Naruto se encontró ante un exclusivo bar al que solo tenían acceso unos pocos escogidos.
Yahiko se acercó al que guardaba la entrada, un miembro de seguridad, sin duda, y lo señaló a él por encima del hombro con el pulgar.
―Viene conmigo. ―Sonrió de esa forma arrogante que había aprendido le abría puertas porque daba a entender que tenía el mundo a sus pies y el de seguridad descorrió el cordón y los dejó pasar.
En el interior se estaba calentito y había mullidos sofás y sillones del más suave cuero. Algunas mesas estaban ocupadas. Se dirigieron hacia una vacía y se dejaron caer en dos sillones orejeros. Naruto conocía el sitio pero jamás había entrado. A él y a Hinata no les gustaban ese tipo de lugares que gritaban a los cuatro vientos dinero y poder.
Un camarero se les acercó presuroso.
―¿Qué desean los señores?―Naruto se sintió como si fuera un antiguo lord o señor feudal. Le daba la impresión de que con solo chaquear los dedos aquel nervioso chico le traería lo que quisiera, sin necesidad de que él pidiera nada.
Yahiko debió ver su expresión desconcertada porque soltó una risotada.
―Dos cervezas sin alcohol. Bien frías. ―El camarero cabeceó y se dio la vuelta, para cumplir con el mandado enseguida. Dejó las cervezas sobre dos posavasos y se fue. Naruto no sabía cómo había adivinado que él y Yahiko no eras de los que necesitaban vaso, no cuando estaban entre amigos y en un entorno más bien informal―. Bueno, cuéntame, ¿qué tal va? Y te recuerdo que no puedes mentirme. Yo he pasado por lo mismo. Sé lo que es. Lo sabré si me mientes u omites información. ―Naruto sonrió y se llevó la botella de cerveza a los labios, las gafas de sol de ambos descansando ya sobre la mesa. Allí dentro no las necesitaban.
Dio un buen trago al líquido dorado y luego suspiró.
―Es... genial unas veces y una absoluta mierda otras. ―Yahiko alzó las cejas, instándole a que continuara―. No me importa estar hasta las cejas de papel de colores o de telas, porque aparte de que es a lo que se dedica Hinata y de que son Ino y Konan las que se están encargando de ayudarla con todo... la hace feliz. Y si ella es feliz yo soy feliz...
―Y no olvidemos la recompensa por complacer a una mujer, sobre todo si se trata de la nuestra. ―Naruto rio.
―Eso también. Pero otras veces... ―prosiguió―... se estresa. Se pone a llorar por cualquier estupidez y, si yo estoy cerca, la toma conmigo. Intento ser paciente porque... bueno, no es solo por la boda, está muy emocional por el embarazo y la ginecóloga nos dijo que esos cambios bruscos de humor iban a ser normales... Pero en ocasiones...
―... explotas. ―Naruto suspiró y asintió.
―No es como si estuviéramos una semana sin hablarnos o cómo sinos hiciéramos la vida imposible... pero odio cuando eso pasa. Hinata en estado normal es una mujer dulce y tranquila. No suele dejarse arrastrar por las emociones de buenas a primeras. Es de las que piensa antes de hablar.
―Entonces es como mi Konan: de las inteligentes. ―Naruto volvió a reír.
―Sí. ―Suspiró y dio otro trago a su cerveza―. Es la mujer de mi vida, ¿sabes? Sé que quiero pasar el resto de mis días con ella y sé que amo a nuestro bebé con toda mi alma. Solo... no sabía que esto del embarazo iba a ser tan...
―¿Complicado?―lo ayudó Yahiko. Naruto hizo una mueca y asintió.
―Supongo que no pensé realmente en todo lo que iba a implicar. Ya me estresé bastante cuando nos recitaron en la primera revisión una lista de cosas que podían salir mal, complicaciones y demás jodiendas. Salí asustado como el infierno y con las piernas temblando como si fueran gelatina. Pensé... ―Calló. Yahiko se reclinó en el asiento y no lo presionó, esperó a que Naruto siguiese hablando mientras vaciaba con largos tragos su propia botella de cerveza―... pensé que, si alguna de esas complicaciones le ocurría a Hinata... el bebé podía irse a la mierda. ―Se desinfló nada más decirlo, como si se hubiese sacado un gran peso de encima al haber verbalizado su preocupación, su miedo.
―¿Eso es lo que te tiene tan frenético que a veces no das una en los entrenamientos?―Naruto se frotó el cuero cabelludo y asintió.
―No es solo el estrés de la boda o el embarazo. Son las mil cosas que podrían salir mal. Sé que no debería pensar eso, ¡soy un chico positivo, maldición! Pero Hinata... ella... ella es...
―... Más importante. ―Naruto suspiró y asintió. Yahiko se quedó mirando durante unos segundos para su cerveza, agitándolo de un lado a otro para entretenerse con algo―. ¿Sabes? Yo también he estado estresado últimamente. ―Naruto parpadeó y lo miró. Yahiko cabeceó―. Sí, lo sé: no se me nota. Pero eso no quiere decir que no tenga preocupaciones. ―Calló, pensativo―. Konan... está deseando que me retire. No me lo ha dicho―añadió, al ver que Naruto abría la boca para decir algo―, pero lo sé. Me ha dejado caer indirectas muy directas, ¿sabes? Ahora que Hinata y tú vais a ser padres va dejando pistas por la casa adelante: una revista aquí, un folleto allá, un comentario por el otro lado... Quiere tener hijos, pero no quiere tenerlos hasta que yo no me retire del fútbol profesional. Y, joder, la entiendo: no quiero ser un padre ausente y ella tampoco quiere dejar todo y seguirme a los partidos por todo el puñetero país. Ya es duro ahora: imagínate cuando haya un bebé. Pero... somos mayores que vosotros, por unos pocos años, sí―dijo, al ver que Naruto abría la boca nuevamente―, pero al parecer, y según el ginecólogo de Konan, le queda poco de sus años más fértiles. La oí hablar el otro día con él por teléfono y juro por Dios que ella quería que la oyese. Está intentando hacerme sentir culpable y, ¡mierda! La verdad es que está funcionando.
―Porque la amas―dijo Naruto, sonriendo ahora ampliamente.
―¡Sí, joder, claro que la amo! Pero, viéndote a ti... que eres la energía y la positividad personificadas...
―Eh... gracias.
―... no sé si yo valdría para pasar por eso de la paternidad.
―Bueno, en mi caso el bebé aún no ha llegado...
―Pero ya está prácticamente ahí. Dentro de nada pasarás noches en vela y probablemente Hinata y tú lloraréis por no tener ni un minuto para vosotros. ¿Eso no te asusta? ¿No te echa para atrás ni un poquito?―Naruto hizo rodar su botella de cerveza de una mano a otra.
―Claro que me asusta. Pero Hinata ama al bebé, y creo que, aunque yo tuviera dudas, seguiría adelante solo por ella, por hacerla feliz. Y acabará amándolo por asociación: si ella lo quiere yo también. Además, tendría parte mía y parte de ella, no puedo imaginar nada más perfecto como el que una personita sea mitad yo y mitad Hina. ―Sonrió ampliamente y Yahiko rio.
―Vale, ahí me has pillado, joder. Imaginar un pequeño mitad yo y mitad Konan... ―Sacudió la cabeza. Naruto rio y bebió de su cerveza, cada vez más relajado.
―Gracias por escucharme―dijo al cabo de un rato de silencio entre ambos. Yahiko hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.
―Tú también me has escuchado a mí, así que estamos en paz, hermano. Bueno, deberíamos irnos. ―Naruto consultó el reloj de su teléfono móvil y vio que tenía una llamada y varios mensajes de Hinata. Suspiró. Había olvidado volver a conectarle el sonido tras salir de la entrevista.
―Sí. Hinata ya me ha llamado y tengo al menos diez mensajes suyos.
―¿Cosas de la boda?―Naruto asintió tras revisarlos.
―En su mayoría. Al parecer no fue capaz de decidirse por el pastel. Tenía hoy cata. Se suponía que iba a acompañarla, pero...
―El entrenador nos puso esa mierda de entrevista, sí, lo sé. ―Naruto suspiró.
―El chef que se encargará del banquete es amigo nuestro, un antiguo compañero de instituto, así que tenemos un poco de manga ancha en la toma de decisiones. Pero tampoco quisiera abusar...
―Ya, entiendo. Vámonos, pues. No, no, deja―dijo Yahiko, al ver que Naruto iba a sacar la cartera para pagar―. Invito yo. ―Abonó la cuenta y ambos salieron de nuevo.
El se seguridad descorrió el cordón para que pudieran salir a la calle. No obstante, se los quedó mirando fijamente. Naruto y Yahiko se miraron y sonrieron, con las cejas alzadas. Conocían esa mirada.
―Amigo, ¿quieres un autógrafo?―El rostro del guarda se iluminó como un árbol de navidad.
―Por favor, si no es mucha molestia... ―Les tendió una pequeña libreta que seguramente llevaba en el bolsillo para esas raras ocasiones en que alguna celebridad se dignaba a firmarle una de sus hojas―. ¿Pueden poner "para la princesa de los deportes"? Es mi hija―dijo, hinchando el pecho con orgullo―. Se llama Kaoru y tiene cuatro años, pero le encanta el fútbol y es una gran admiradora. Especialmente de usted, señor Uzumaki. ―Naruto sonrió mientras terminaba de plasmar su firma con un bolígrafo.
―Dígale que no desista. Los equipos femeninos están obteniendo al fin el reconocimiento que merecen. Las chicas pueden incluso mejores que los chicos'ttebayo. ―El guardia de seguridad sonrió, casi emocionado por sus palabras.
―Se lo diré, señor. ―Yahiko soltó una risita y, tras devolverle la libreta y el bolígrafo al buen padre, se despidieron y se fueron cada uno por su lado.
Naruto ya echaba de menos a Hinata. Y quería llegar a casa cuanto antes para abrazarla, besarla y apoyar la cabeza sobre su encantadora barriguita.
A pesar de todo, sentir a su hijo dentro de ella lo hacía sentirse completo.
Como si no necesitase más que saberlos seguros y a su lado para ser feliz.
Hinata oyó abrirse la puerta principal y al fin pudo respirar, aliviada. Era absurdo y estúpido, lo sabía, pero desde que había confirmado que esperaba un bebé―una criaturita que sería mitad Naruto, mitad ella―le daba pánico a que pudiese ocurrirles cualquier cosa a cualquiera de los dos.
Hanabi y Tenten decía que estaba paranoica. Tan solo Naruto y Minato parecían entenderla.
―¡Ya estoy en casa!―Dejó de revisar el catálogo de invitaciones que les habían enviado por correo y casi voló hasta la entrada... todo lo rápido que sus pies hinchados y su prominente barriga de seis meses de embarazo le permitió.
Gruñó todo el camino hasta que al fin logró llegar al vestíbulo, donde Naruto estaba dejando las llaves de casa y del coche en un cuenco que tenían encima del mueble que había al lado de la puerta de entrada.
Prácticamente se le tiró encima mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
―¡Auch!―Hinata ignoró su quejido y lo abrazó, intentando abarcarlo con sus dos brazos. Como su vientre no se lo permitió, la frustración la invadió y lágrimas descendieron al fin de sus ojos, mojando el jersey que su prometido llevaba puesto―. ¡Hina, ¿estás llorando?!―Naruto le puso las manos sobre los hombros para intentar separarla de sí pero ella se aferró aún más a sus ropas, negándose a que viera el patético aspecto que presentaba: en pantuflas, con calcetines descoloridos, pantalones de pijama de franela y una de las partes de arriba que pertenecían a Naruto, dado que sus pijamas y camisones ya no le servían, y se había negado a comprarse ropa de dormir pre-mamá, a pesar de que Naruto había insistido puesto que había visto algunos modelitos que le parecían bastante sexys.
Sin embargo, Tenten la había convencido unos días más tarde, diciéndole si es que no quería que su chico la desease, que estar embarazada no significaba estar fea. Lo malo es que Hinata no se sentía guapa en absoluto, no con su mal humor constante, sus lloreras diarias, sus pies hinchados, sus ojeras y su estúpida barriga que ahora le impedía abrazar a su amado como le gustaría.
Más lágrimas cayeron por su rostro, empapando las ropas de Naruto. Este suspiró y se rindió, abrazándola con fuerza. Acarició su espalda arriba y abajo, lentamente, buscando calmarla.
―Ya está, nena, estoy aquí. Todo va a estar bien, ¿de acuerdo? Todo va a estar bien. Estoy aquí... ―Siguió repitiendo las mismas frases una y otra vez, hasta que, al fin, Hinata pudo dejar de llorar.
La abrazó durante un rato más, con cuidado de no hacerle daño a ella o al bebé, al que sintió removerse seguramente porque se encontraba incómodo encajado entre sus dos padres. No pudo evitar que una risita se le escapara.
―L-lo siento―se disculpó Hinata tras varios segundos más de riguroso silencio. Se separó de él y trató de limpiarse los rastros del reciente llanto―. N-no sé qué me ha pasado. S-soy una tonta... ―Naruto cogió su rostro entre sus manos y lo acunó unos instantes, antes de inclinarse para besarle las pestañas, aún húmedas de lágrimas.
―No eres tonta, Hina. Solo estás... sentimental. Es normal en tu estado'ttebayo. ―Hinata suspiró, disfrutando de los cálidos labios masculinos, que ahora se desplazaron a su boca para besar sus labios con ternura―. Siento llegar tarde. Yahiko me pidió ir a tomar algo y no pensé que fuese a retrasarme tanto...
―Está bien. No tienes que justificarte. Sabes que confío en ti. Es solo que... ―Se mordió el labio inferior.
Naruto sonrió de forma tranquilizadora.
―Lo sé. Te aterra que algo salga mal. De la misma manera que me aterra a mí. ―Hinata se quedó tan sorprendida por su declaración que se dejó guiar hasta el salón.
Allí, Naruto la hizo levantar los pies y apoyarlos en sus rodillas, mientras él se sentaba frente a ella, en la mesita de la sala. Le quitó las pantuflas y los calcetines y empezó a masajeárselos. Hinata arqueó la espalda y gimió. Naruto sonrió y siguió con el masaje.
―¿Qué quisiste decir con eso de que tú también... estás aterrado?―Naruto cesó un momento sus movimientos y luego, con un suspiro, prosiguió.
―Esperaba distraerte lo suficiente para que te olvidaras'ttebayo. ―Hinata soltó una risita y luego un nuevo gemido la asaltó. ¡Dios, Naruto tenía unas manos divinas!
―N-no soy tan fácil de... ¡Oh, sí!―Naruto sonrió al tiempo que sentía cómo sus pantalones se tensaban. Ese gemido había sonado de lo más erótico―. Dime―dijo, clavando sus ojos perlados en él. Naruto tomó aire y lo soltó lentamente. Dejó el pie que estaba masajeando y pasó al otro.
―No quería preocuparte... Ni yo hacer una montaña de un grano de arena. Ya tenemos suficiente con la boda, los preparativos para la llegada del bebé, las clases de preparación para el parto... ―Hinata parpadeó.
―Si hay algo que te preocupa... ―Naruto sacudió la cabeza.
―No es solo... preocupación, Hina. Es... miedo, puro y simple. Y es estúpido porque sé que las estadísticas están a nuestro favor y que tenemos a nuestra disposición los mejores cuidados pero incluso así...
―¿Miedo? ¿Tienes miedo? ¿A qué?―preguntó ella, ahora con curiosidad.
Naruto terminó de masajearle el pie y se los bajó los dos al suelo, lentamente. Luego, se acercó a su chica, haciéndose espacio entre sus piernas mientras la cogía de las manos y se las apretaba.
―A que algo... pueda salir mal. Contigo, con el bebé, con los dos... ―Hinata abrió los ojos como platos y los clavó en su prometido, asimilando sus palabras.
―¿Quieres decir... durante el parto?―Naruto asintió.
―O durante el embarazo. Esos libros que compramos... hablan de las posibilidades y no todas... no todas son positivas...
―Naruto-kun. ―Calló al ver cómo Hinata se inclinaba hacia delante y tomaba su cara entre sus pálidas y pequeñas manos. Sintió el frío del anillo de compromiso que él le había regalado contra la mejilla y no pudo evitar sonreír. Porque ella era suya... o lo sería pronto, en el sentido estricto de la palabra―. No puedes pensar en eso. Todo va a salir bien. Estoy sana, sigo todas las indicaciones del médico, tomo las vitaminas...
―Lo sé, maldita sea. Pero... te amo demasiado, Hina. ―Posó la vista en su estómago durante unos segundos antes de volver a subirla―. Os amo demasiado... ―dijo, con la voz ronca―. Y aun así... a pesar de todo... ―Se detuvo, sabiendo que lo que iba a decir a continuación haría a Hinata, si no enfadarse, sí molestarse, seguramente. La conocía y, aunque no quería alterarla por nada del mundo, sabía que tenía que ser sincero. Hinata no le perdonaría que no lo fuera―. A pesar de todo... te escogería. ―Hinata pestañeó, sin entender.
―¿Qué?―Naruto respiró hondo, tomando valor para hablar.
―Te escogería―repitió―. Si algo fuese mal durante el parto y el médico me dijese que solo se puede salvar a uno de los dos... te escogería. ―Hinata apartó las manos de su rostro, visiblemente conmocionada.
―¿Cómo...
―¡Lo sé, sé que suena horrible! ¡Sobre todo porque yo sé que tú querrías que escogiese al bebé, pero... no puedo! ¡Simplemente no puedo, Hina!―Ella cerró los ojos y respiró hondo varias veces, contando hasta diez, calmándose antes de hablar. Cuando los abrió nuevamente, vio que Naruto estaba tratando de contener las furiosas lágrimas que se acumulaban en sus preciosos ojos azules.
―Naruto-kun... ―Sintió un nudo en la garganta y tuvo que carraspear para intentar deshacerlo―. Naruto-kun... no va... no va a pasar nada. ―Un suspiro tembloroso salió de los labios del rubio―. Tienes que creerlo. ―Se inclinó hacia delante y le pasó los brazos por el cuello, para atraerlo hacia sí. Naruto se dejó guiar, cayendo de rodillas al suelo al ser considerablemente más alto que ella. Hinata hizo que apoyara el rostro sobre sus pechos―ahora ligeramente más grandes que antes―y él enterró el rostro allí, mientras sus manos se aferraban a su vientre, sintiendo a su hijo moverse en el interior de la mujer que amaba.
―Lo intento―dijo, enterrando aún más la cara entre los senos femeninos―. Todos los días antes de quedarme dormido me digo que todo va a ir bien, que no hay motivo para preocuparse'ttebayo. Y sin embargo... sigo... sigo temiendo... Dios, Hina, he rezado más las últimas semanas que en toda mi vida. ―Hinata no pudo evitar reírse. Naruto la miró con el ceño fruncido, desde su posición más que cómoda.
―No tiene gracia, Hina.
―Sí la tiene porque... porque yo he hecho lo mismo. ―Le acarició el cabello con mimo, deteniéndose en la nuca para masajeársela―. He rezado mucho, muchísimo. Pero también estoy convencida de que todo va a salir bien. ―Naruto apoyó la mejilla contra el lugar en el que sentía que latía su corazón, fuerte y rítmico.
―¿Lo crees de verdad?―Hinata sonrió, mirándolo directamente a sus preciosos ojos azules, esos ojos que la habían hechizado desde el primer día, muchos, muchos años atrás.
―Lo creo.
―¿No tienes miedo de... de tanta felicidad?―Hinata suspiró.
―A veces... pero... también sé que juntos podremos con lo que sea. ―Naruto se acomodó de nuevo sobre su pecho, dejando escapar un suspiro tembloroso.
―Entonces, nena, yo también lo creeré'dattebayo. ―Hinata sonrió y le palmeó cariñosamente la dorada coronilla.
―Así me gusta. ―Naruto gruñó y protestó, diciendo algo así como "que no era ni un niño ni un perro".
Hinata sonrió nuevamente y siguió acariciando y masajeando su cabello.
Porque estaba convencida: juntos, eran mejores y juntos podrían con cualquier cosa que viniese.
―¡Oh, esta me gusta!
―Esta es muy elegante.
―¡Nee-sama, esta es muy original!
―Eh... ¿no podemos simplemente escribir los nombres en la mitad de un folio y hacer un corta-pega?
―Kiba.
―¿Qué? Estoy intentando ser práctico... Además, al menos yo colaboro. ¡Mientras que el novio s está rascando las pelotas!
―¡No estoy rascándome nada'ttebayo! Pero es que... ―Suspiró al ver la cantidad de invitaciones que tenían extendidas en la mesa del comedor de su casa. Les habían enviado unas cincuenta―o más, la verdad es que no había sido capaz de contarlas―a modo de muestra. Para que vieran cómo quedaban terminadas e impresas.
Naruto suspiró nuevamente. Su casa, normalmente apacible y tranquila, se había convertido en un caos de gritos, exclamaciones, revistas de bodas por doquier, muestrarios de telas desperdigados por cualquier rincón... Naruto no entendía para qué Hinata necesitaba tantas telas. Todas eran blancas y se suponía que el vestido tenía que ser blanco, ¿no? Cualquiera valdría.
Pero no. Según su prometida y el resto de sus locas amigas, no cualquiera valía. Había que tener en cuenta el tono de blanco, el tejido, la hechura y el cómo iba a ser el traje. Tanta información le daba vueltas en la cabeza.
Se inclinó sobre la mesa, dispuesto a acabar con esa tortura, al menos durante unos minutos. Cogió la primera invitación que sus dedos tocaron y la levantó, mostrándosela a la concurrencia.
―A mí me gusta esta. ―Hinata se volvió hacia él, al igual que el resto de los rostros femeninos allí presentes.
Hinata tomó la invitación en sus manos para examinarla. Una sonrisa emocionada cruzó su rostro.
―Es... es perfecta. ―Naruto parpadeó.
―¿Ah... sí?―Hinata se giró a mirarlo, con lágrimas en sus ojos.
―Sí. Es preciosa... ―Naruto bajó la vista a la invitación: era una imitación de un cuaderno o un diario antiguo de viajes. Se unía en el centro con un cordoncillo imitando una cuerda delgada. Del nudo pendía un pequeño llaverito en forma de avión; el frente estaba decorado con un mapamundi en miniatura; la invitación del interior estaba hecha como si fuera una hoja de visados; había un sello en la parte superior, redondeado, con un avión en el centro dibujado y sus nombres alrededor; debajo estaban la fecha, la hora y el lugar de la ceremonia y la hora y el lugar del convite.
Las chicas se juntaron al lado de Hinata para examinar la invitación y soltaron murmullos de aprobación. Él cruzó miradas con Kiba y Shino, que se encogieron de hombros. Él suspiró, meneó la cabeza y luego sonrió.
Si Hinata estaba feliz, él también estaba feliz. No había nada más que decir.
Se levantó y se excusó para ir al cuarto de baño. Le dio un beso a su prometida en la cabeza al pasar por su lado.
―¡No tardes mucho que aún tenemos que hablar de la tarta!―Gruñó mientras cerraba la puerta del baño tras él, preguntándose si no podría simplemente coger a Hinata y fugarse a una de esas bodas rápidas que tanto se veían en televisión.
Terminó de hacer sus necesidades, demorándose un poco más de lo necesario, rogando para que, cuando saliera, no hubiese más gente en su casa que él y Hinata.
Dios parecía haber oído sus plegarias, porque todos se habían ido cuando regresó al comedor. Habían decidido hacer de esa habitación el cuartel general, porque era la estancia que albergaba una mesa lo suficientemente grande como para que cupieran todos los muestrarios y revistas.
―¿Ya se han marchado todos?―preguntó como quién no quiere la cosa. Hinata soltó una risita y asintió, empezando a guardar las invitaciones desechadas en una caja que posteriormente enviaría de vuelta a la tienda. Naruto se apresuró a ayudarla y en cinco minutos habían despejado la mesa―. ¿Por qué no contratas una persona que te ayude con la planificación?―Hinata dejó la caja encima de la mesa y negó con la cabeza.
―Me gusta hacerlo a mí. Además, te tengo a ti, a las chicas, a Kiba-kun, a Shino-kun, a Hanabi... ―Naruto suspiró.
Se inclinó para besarla brevemente en los labios, disfrutando de la dulzura de su boca durante unos instantes.
―Lo sé, lo sé, pero... no sé... yo apenas hago nada―dijo, con culpabilidad. Hinata sonrió y pasó una manos por su abdomen, acariciándolo solo por el puro placer de hacerlo, sintiendo la dureza de sus músculos bajo la ropa.
―Siempre estás cuando te necesito. ―Naruto sonrió y le pasó los brazos por debajo de las axilas, afirman las manos en su espalda para ayudarla a ponerse en pie.
―Siempre, nena. ―Hinata rio y se dejó besar una vez más. El bebé se removió, pateándola. Naruto aún sin separarse de ella y puso una mano sobre la tripa redondeada de su prometida. El niño enseguida se calmó.
Hinata sintió la emoción recorrerla. Su pequeño reconocía a su padre, y eso le causaba una alegría y una emoción inmensas e imposibles de describir.
―Vamos, venga. Necesitamos ir a la segunda prueba de cáterin. Chōji-kun nos espera y no podemos llegar tarde. Bastante favor nos está haciendo dándonos otra oportunidad para decidir la tarta. ―Naruto asintió.
―Lo sé'ttebayo. ―Se encaminaron hacia la entrada para coger los abrigos, las bufandas y los guantes―. Ven aquí. ―Naruto ayudó a Hinata a ponerse y abrocharse el abrigo y luego terminó él de ataviarse para sobrevivir al frío del invierno―. Vamos. ―Le pasó el brazo por los hombros y salieron, cerrando la puerta con llave tras ellos.
Naruto la guio hasta el garaje, pegando a Hinata lo más posible contra la fachada de la casa, resguardándola entre la pared de cemento y su propio cuerpo. Metió la mano en el bolsillo y sacó las llaves del coche, presionando el botón del centro para abrir el coche.
Los faros se iluminaron un momento y sonó un chasquido, que indicaba que la cerradura había sido desbloqueada. Ayudó a Hinata a montar y a abrocharse el cinturón de seguridad y luego rodeó el coche hasta subir al asiento del conductor. Se acomodó en el mismo, prendió el motor y, tras otro dulce beso a su chica, puso las manos en el volante y pisó el acelerador, cerciorándose de que no atropellaba a nada ni nadie mientras salían del garaje de su casa.
Pronto estuvieron de camino al centro de la ciudad. El día estaba frío y húmedo, por lo que Hinata alargó el brazo y subió la calefacción.
―¿Tienes frío'dattebayo?―preguntó Naruto parándose en un semáforo que se acababa de poner en rojo. Hinata sonrió al advertir la preocupación en su tono de voz.
―Un poco, solo. ―Naruto subió más entonces la calefacción del coche; Hinata soltó una risita. El semáforo se puso al fin en verde y el coche volvió a rodar sobre el asfalto.
Tras un trayecto relativamente corto, llegaron al restaurante de Chōji. Naruto metió el coche en un parquin cercano. Guardó el tique en un bolsillo interior del abrigo y se lo volvió a abrochar, yendo luego rápido hacia el lado del copiloto para ayudar a bajar a Hinata, quien suspiró resignada. Estaba cansada de decirle que estaba embarazada y no inválida, pero conocedora de los miedos de su chico, ya había claudicado. Era mejor dejarlo hacer. Esperaba que todo volviera a la normalidad una vez que el niño naciera.
―Vamos. ―La cogió de la mano y la llevó hacia el exterior, cuidando de que no tropezara por los estrechos escalones que llevaban hacia la calle. Afortunadamente, la entrada por la que habían elegido salir quedaba frente al cruce que daba a la puerta principal del restaurante.
A través del cristal una de las camareras que estaba preparando las mesas para la hora de la cena los vio y fue a avisar al encargado, quien rápidamente llegó para abrirles la puerta.
―El señor Akimichi los está esperando en uno de los salones de banquetes. Por favor, síganme. ―Naruto recogió el abrigo de Hinata tras sacarse el suyo y luego le puso la mano en la espalda, mientras se dirigían hacia el salón mencionado por el encargado.
―¡Naruto! ¡Hinata!
―Hola, Chōji.
―Hola, Chōji-kun. ―Saludaron a su amigo y luego se sentaron en una de las mesas.
―Bueno, recibí la lista que hiciste, Hinata. Así que no debería ser muy difícil la decisión final, creo. ―La pareja le sonrió.
―Pues no sé, Chōji. Todo depende de lo rico que esté todo'dattebayo. ―Hinata le dio un codazo en las costillas mientras que Chōji soltó una carcajada.
―Te aseguro que te chuparás los dedos Naruto.
―Eso espero'ttebayo. ―Hinata suspiró y, cuando Chōji desapareció para dar instrucciones a un par de camareros de que empezaran a servirles porciones de pastel, se inclinó hacia él.
―Compórtate. ―Naruto la miró con una sonrisa.
―Siempre me comporto, Hina. ―Hinata puso los ojos en blanco, pero lo dejó pasar. Puso su mejor sonrisa cuando los dos camareros entraron y empezaron a depositar platitos de postre con trozos de pastel.
Habían reducido las opciones a diez posibles sabores, pero incluso así, la decisión parecía tremendamente difícil de hacer. Cogió su tenedor de postre que venía en el plato, al lado de la tarta, y cortó un pedazo, llevándoselo luego a la boca. A su lado, Naruto hizo lo mismo.
Ambos gimieron con deleite cuando un sabor a chocolate amargo inundó sus paladares. Parecía llevar algún tipo de ingrediente dulce, porque el amargor no era tanto como habían pensado al principio.
A su lado, Naruto se terminó su trozo mientras que ella tan solo pudo comer un par de trozos más antes de empujar el plato para alejarlo de sí. Los camareros recogieron silenciosamente ambos platos y pusieron una nueva muestra ante ellos.
El siguiente pastel sabía mayormente a crema con azúcar. A Hinata no le gustó: el azúcar se notaba entre los dientes y, aunque le gustaba la crema, la capa que recubría el pastel le pareció demasiado gruesa. Apenas había relleno. Por la expresión de su prometido supo que él era de la misma opinión.
Alejaron los platos y les trajeron el siguiente trozo. Este consistía en bizcocho con cabello de ángel. Demasiado empalagoso. Naruto miró hacia ella y negó con la cabeza, diciéndole así que tampoco era de su agrado.
Cataron un par más de tartas, descartándolas casi en el acto. La siguiente, no obstante, a Hinata le gustó mucho. Tenía una cremosa capa de nata por encima del bizcocho. El relleno era de chocolate, igual de cremoso y sabroso. No era ni demasiado amargo ni demasiado dulce. Y el bizcocho tenía una fina lámina de hojaldre entre un piso y otro, lo que la hacía también crujiente en su justa medida.
Se terminó el trozo en una rápida sucesión de bocados, relamiéndose luego los labios para retirar cualquier rastro del dulce que le hubiese quedado en los labios. Luego se limpió las comisuras con la servilleta y esperó a que Naruto terminase de saborear su porción.
―¿Tenemos un ganador?―Hinata se sonrojó al ver cómo él le sonreía, diciéndole con esa sonrisa que se había dado cuenta de su pequeño ataque de glotonería.
―¿A ti te ha gustado?―preguntó ella, quizás con un poquito de ansiedad. Naruto elevó una mano y la posó en su rostro, acariciándole una de las rojas mejillas con el pulgar, haciendo lentos círculos que le hicieron cosquillas a la vez que le despertaba una sensación ya más que conocida para ella que hizo que el rubor aumentase.
―Sí, pero... si es la que tú quieres, aunque a mí no me gustase, la hubiese elegido igual'ttebayo―le dijo, con la voz ligeramente ronca. Hinata sintió su cara arder al percatarse de que él se había dado cuenta de la naturaleza de la rojez que adornaba sus pómulos. Naruto bajó la cabeza y la besó en los labios, conteniéndose para no dar un espectáculo ante los dos camareros que esperaban, diligentes y silenciosos, en un rincón a que ellos los llamasen o a que terminasen la cata―. Quiero que esté todo a tu gusto, que nuestra boda sea tu día especial, Hina. ―A la joven se le llenaron los ojos de lágrimas ante la ternura que podía ver en el rostro del rubio, al igual que notar la dulzura de su voz.
Inspiró hondo para tranquilizarse y tratar de ralentizar los fuertes y rápidos latidos de su corazón. Tenía la impresión de que los dos camareros podían oírlos desde donde estaban.
Naruto se incorporó y llamó a los camareros, que acudieron presurosos. Les comunicó que ya se habían decidido y uno de ellos salió tras despedirse con una leve inclinación, para avisar a su jefe de que la feliz pareja ya se había decidido, mientras su compañero se quedaba atrás para recoger los restos de los pasteles comidos y los que todavía quedaban enteros. Puso los platitos en un carrito y lo empujó hasta dejarlo cerca de la puerta, alienado con la misma para poder sacarlo con más facilidad.
Chōji se presentó al momento y ellos le dijeron cuál había sido el pastel escogido. El chef pareció especialmente complacido por su elección.
―Habéis escogido uno de los especiales de la casa. Ahora... ¿puedo?―preguntó, agarrando el respaldo de una silla. Ambos sonrieron.
―Por favor―le dijo Naruto. Chōji separó el asiento y se dejó caer en el mismo, haciendo crujir la madera debido a su corpulencia. Sacó una libreta y un bolígrafo de un bolsillo del pantalón y la abrió en una página en blanco. Anotó sus nombres en la parte superior así como la fecha de la boda.
―Ahora necesito que me digáis si algún potencial invitado tiene alergias, por si tengo que modificar algún ingrediente, o alguno de vosotros. El número de pisos, si queréis o no figurita, el tipo de decoración... ―A Naruto empezó a darle vueltas la cabeza.
―¡Pero si es un simple pastel!―Tanto Chōji como Hinata se lo quedaron mirando.
―Naruto-kun, los detalles son importantes.
―Yo hago arte, Naruto. No solo cocina―replicó el Akimichi, levemente ofendido por las palabras de su amigo y ex compañero de instituto.
A partir de ahí, decidió callar y les dejó a ellos dos el ultimar los detalles. Él se limitó a contestar cuando le preguntaban algo, pero mayormente la conversación fue cosa de Hinata y de Chōji.
Cuando finalmente terminaron de hablar sobre cómo iba a querer la futura novia la tarta, se levantaron. Naruto se apresuró a ponerse en pie para separar la silla y ayudar así a su embarazada prometida a mantener el equilibrio. Ella se lo agradeció con una sonrisa y un beso en la punta de la nariz, para lo que se tuvo que poner de puntillas, haciendo un esfuerzo debido al peso extra que cargaba.
Chōji los acompañó hasta la salida, donde los tres se despidieron y luego Hinata y Naruto se dirigieron hacia el coche. Al bajar las escaleras del aparcamiento donde habían dejado el coche, Naruto le tendió las llaves a su prometida.
―Ten, ve entrando en el coche. Yo voy a pagar. ―Hinata tomó las llaves y le dio un beso en la mejilla, para acto seguido dirigirse hacia el vehículo en cuestión.
Naruto tardó apenas cinco minutos en tramitar el pago en una de las máquinas disponibles. Luego se encaminó al coche, se subió al asiento del conductor y lo puso en marcha. Tuvieron que esperar para salir a la carretera a que pasara por el control de salida otro vehículo.
―¿Te parece que aprovechemos para ir a hacer la compra? Apenas queda leche. ¿Y tus vitaminas? ¿Tienes aún o hacemos una parada en la farmacia?―Hinata lo miró, una sonrisa adornando su rostro.
Nadie hubiera dicho, hace algunos años, que Naruto fuese a ser un novio tan atento y cariñoso. Ella incluso había supuesto que iba a tener que lidiar con su carácter alegre, despistado―y algo infantil―, sin embargo, el Uzumaki había sabido estar a la altura en todo momento. Incluso su propio padre estaba impresionado de lo bien que la trataba, e impresionar a Hiashi Hyūga no era una tarea fácil.
―Sí, creo que esa es una buena idea. Hum... recuérdame que al llegar a casa llame a Ino y a Konan. Iban a reunirse con un nuevo cliente... ―Suspiró y Naruto la miró por el rabillo del ojo, con algo de preocupación.
―Querrías haber ido, ¿verdad?―le dijo él, comprensivo. Hinata asintió.
―Sí, pero nuestra boda también es importante. Además, depende de los requerimientos y los gustos del cliente es posible que me tenga que ocupar yo. Konan tiene un gusto demasiado refinado para los hombres e Ino no tiene paciencia para lidiar con, ¿cómo los llama? "Ricachones caprichosos que no saben más que gastar dinero". ―Naruto soltó una carcajada.
―Lo que le pasa a Ino es que tiene envidia.
―Mucha envidia. ―Ambos rieron―. A veces me siento mal, ¿sabes? Por ella. Ino vive bien, pero...
―Eh, fue Sai el que quiso dejar el fútbol, nena.
―Lo sé, lo sé. Y ella es feliz, eso no se puede negar, pero sé que le gustaría poder permitirse más cosas.
―Ino siempre fue algo envidiosa. No en el mal sentido, Hina, pero ya en el instituto se quejaba de que nunca le llegaba la paga que le daban sus padres para comprarse chucherías'ttebayo. ―Hinata soltó una risita.
―Esa es una fase que pasamos todas las chicas en algún momento. Por algo la llaman la edad del pavo.
―Pues ya le dura un poco de más, ¿no?
―¡Naruto-kun, no digas eso! ¡Pobre Ino!―Naruto rio y soltó la mano que tenía más cerca de ella para acariciarle el muslo cubierto por gruesas medias de invierno.
―Solo bromeo, nena. Aprecio a Ino, es nuestra amiga. Pero, de verdad, tiene que aprender a conformarse con lo que tiene. Ya quisieran muchos estar en su situación; felizmente emparejada, con un buen trabajo, buenos amigos y buena salud. En serio, ¿qué más quiere?―Hinata suspiró.
―Creo que a veces simplemente se aburre. Ino es una persona muy activa y, cuando no tiene que hacer, se frustra. A veces ella y Sai se van de fin de semana, para cambiar de aires, pero dice que le saben a poco esas escapadas. ―Naruto resopló.
―Ya me gustaría a mí irme de fin de semana'ttebayo. ―Hinata sonrió.
―Bueno, tendremos la luna de miel después de la boda... ―Naruto sonrió brillantemente en su dirección mientras estaban parados en un semáforo.
―Y no sabes cómo lo estoy deseando, Hina. ¡Una semana para nosotros solos, nena! Ya como marido y mujer. ―Hinata sintió que se sonrojaba y bajó la vista, acalorada ante los pensamientos que la asaltaron.
Naruto soltó una risa ronca y arrancó de nuevo en cuanto el semáforo se puso en verde. Aparcaron delante del supermercado, en el aparcamiento habilitado para clientes―que además era gratuito―y se hicieron con un carro para ir echando la compra.
Ir a comprar siempre era un reto, sobre si iban los dos juntos o Naruto solo. Muchas gente lo reconocía por ser un deportista reconocido y lo paraban para pedirle autógrafos o que se sacase fotos con ellos. Afortunadamente, los empleados ya los conocían y, no los acosaban cada dos pasos.
Cogieron leche, aceite, pan de molde que ya casi tampoco había, algunos enlatados, chocolate porque a Hinata últimamente le pirraba ese dulce en particular, algún paquete de pasta por si acaso, queso y yogures, arroz, algo de fruta... Cuando estaban pasando por un pasillo Hinata se fijó en el de enfrente. Un cartel que pendía del techo indicaba que en esa sección estaban los alimentos infantiles.
―Espera un momento―le dijo a su prometido, colocando una mano en su brazo para llamar su atención. Naruto siguió su mirada con curiosidad y luego sonrió al ver lo en lo que se había fijado.
―¿Quieres echar un vistazo?―Hinata asintió y ambos se internaron entonces entre las estanterías que contenían los alimentos para bebés. Había de todo: desde leche en polvo hasta suplementos alimenticios con diversas vitaminas que a los niños les hacían falta cuando estaban en etapa de crecimiento. Hinata no pudo evitar suspirar mientras se acariciaba el vientre hinchado.
―¿Te das cuenta de que dentro de poco vamos a tener que incorporar todo esto―hizo un gesto para abarcar los productos que se exhibían en las estanterías que los rodeaban―a la lista de la compra?―Naruto rio entre dientes.
―Y más cosas, nena: ropita, pañales, crema, polvos de talco... ―Hinata soltó una risita.
―Te has leído bien el libro para padres primerizos. ―Naruto la miró con una ceja alzada.
―¡Por supuesto! ¡Un buen padre tiene que estar preparado para cualquier imprevisto'ttebayo!―Hinata rio de nuevo ante su entusiasmo casi infantil.
―Vamos, o se nos hará tarde. ―Naruto dejó que lo volviera a tomar del brazo y continuaron con los que le quedaba de compra.
Pagaron en una de las cajas en cuanto acabaron y volvieron a meter las bolsas en el carro para llevarlas hasta el coche. Naruto insistió en que Hinata se metiera dentro mientras él colocaba toda la compra en el interior del maletero. Luego fue a dejar el carro en el mismo sitio de donde lo habían sacado y regresó para conducir nuevamente, ahora hasta su hogar, dulce hogar.
―¿Has terminado tu parte de la lista de invitados?―le preguntó de pronto Hinata cuando ya iban de camino a casa. Naruto suspiró.
―Sí, Hina, perdona. Me olvidé de dártela.
―No pasa nada. Aún queda tiempo hasta la boda, pero... supongo que la gente tardará un tiempo en confirmar porque habrá algunos que tendrán todavía que pensar si traen o no acompañante... ―Naruto no pudo evitar soltar una risita.
―Bueno, sé de algunos que lo tendrán difícil con eso de llevar pareja'ttebayo. ―Hinata lo miró con las cejas arqueadas.
―¿Cómo quién?―preguntó, movida por la curiosidad.
―Shino, por ejemplo. No lo he visto estar con una chica desde... bueno, desde nunca. ―Hinata rio.
―Te aseguro que Shino-kun ha tenido sus conquistas. Es solo que es muy discreto y no le gusta alardear. Pero sé que más de una de sus compañeras de trabajo quiere echarle el lazo. ―Naruto rio.
―¿Si? Pagaría por ver eso'ttebayo.
―¿Te referías a alguien más?―preguntó Hinata.
―Al teme.
―¿Sasuke-kun?―saltó la Hyūga, sorprendida―. Pero, ¿no está saliendo con Sakura?―Naruto movió afirmativamente la cabeza, sin despegar los ojos de la carretera.
―Sí, pero ella lo está haciendo sufrir de lo lindo. Creo que quiere desquitarse un poco con él por tanta indiferencia en el pasado, a pesar de que Sasuke ha admitido que fue un imbécil y que la quiere.
―Bueno, no puedo culparla por eso. ―Miró por entre las pestañas a Naruto, de forma elocuente.
―Eh, yo ya pagué por mis pecados'ttebayo. Con creces. Admití que fui un idiota durante el instituto por no decirte desde el principio que me gustabas'dattebayo.
―Lo fuiste. ―Naruto rio.
―Lo fui, sí. ¿Podemos pasar a otra cosa que no sea mi estupidez adolescente, por favor?―Hinata echó la cabeza hacia atrás y rio. A Naruto le latió más fuerte y rápido el corazón al escuchar su hermosa risa.
Toda ella le encantaba y lo hacía desearla y amarla más cada día: su voz, su risa, sus pequeñas manías―que incluían robarle las mantas por la noche hasta que él no tenía más remedio que acurrucarse lo más posible contra su cálido y precioso cuerpo, para no morir de congelación―, su forma suave pero firme de regañarlo cuando estaba disconforme con algo que él había dicho o hecho... Era, sencillamente, imposible para él no amarla. Hinata era su chica, su prometida y próximamente su esposa y madre de su hijo.
Soltó una mano del volante y la puso sobre su estómago, sintiendo con una sonrisa como su bebé se movía, sintiendo el calor que la palma de su padre emanaba.
―Naruto-kun...
―¿Te encuentras bien?―le preguntó, preocupado―. Hemos muchas cosas hoy... ―Hinata lo miró, con extrañeza.
―No tantas. ―Naruto suspiró y volvió a tomar el volante con las dos manos, para girar en una curva.
―Pero ahora... ―Naruto calló repentinamente.
―¿Naruto-kun? ¿Qué... ―Hinata giró el rostro hacia delante, para intentar descubrir lo que había llamado la atención de su prometido.
Allí, delante de la que era su casa, y a pesar de que aún quedaban unos cuántos metros para llegar a ella, Hinata distinguió a través del parabrisas la figura alta y esbelta de su suegro.
―¿E-ese no es...
―Mi padre―terminó Naruto por ella. Suspiró, mientras reducía la velocidad para entrar en el camino de entrada y meter así el coche en el garaje―. Debe de haber vuelto a discutir con mamá... ―A Hinata se le entristeció el semblante.
El asunto de su suegra había preocupado a Hinata desde que Naruto había vuelto aquel día, seis meses atrás, diciéndole que había discutido con ella por un ideal ridículo que ella se había hecho de la que debía de ser la mujer con la que debía compartir el resto de su vida.
Le había asegurado que su madre ya podía cantar misa o ponerse boca abajo a hacer el pino, pero que él tenía bien claro a quién amaba y que esa era ella, y nada ni nadie le iba a decir a quién debía o no querer a su lado por el resto de sus días. Ya no era un niño.
Aquella pequeña desavenencia la tenía siempre en vilo, con el corazón en un puño, porque no solo había enfrentado a padre e hijo, sino que además había provocado una fisura en el matrimonio de Minato y Kushina. Después de casi treinta años de feliz convivencia, parecía que el que Naruto se decidiera a pedirle finalmente que se casara con él había supuesto más de lo que Kushina Uzumaki podía soportar.
Hinata siempre había sido consciente de que su suegra no la aprobaba, no del todo. Sabía también que no era culpa suya, sino que Kushina habría preferido para su hijo alguien como ella: de carácter explosivo, sin pelos en la lengua y que fuese de complexión fuerte.
Y Hinata no era ninguna de esas cosas: era reflexiva y calmada, pensaba mucho las cosas antes de decirlas y, aunque no era una sílfide precisamente ni tampoco de complexión menuda, sí tenía una apariencia de falsa fragilidad, debido a sus rasgos delicados y elegantes, heredados de su fallecida madre.
―Vamos a ver. ―Con un suspiro, Naruto paró el motor tras meter el coche en el garaje y sacó las llaves del contacto. Hinata se desabrochó el cinturón y lo siguió fuera del coche, hacia el maletero―. No, nena, no te preocupes que yo puedo. ¿Por qué no vas dentro y te pones cómoda?―De reojo, Hinata vio que su suegro se había levantado de donde había estado sentado hasta que los vio aparecer, en el escalón de la entrada, y ahora se les aproximaba.
Sabiendo que esa era una batalla que Naruto y Minato querían librar solos, se resignó.
―Muy bien. Iré a desvestirme y empezaré a preparar la cena.
―Mmm... eso suena tremendamente sexy e interesante―dijo Naruto, inclinándose para dejar que ella lo besase en los labios antes de abrir el maletero donde venía guardada la compra.
Con una sonrisa que prometía mucho más que una simple cena, Hinata se alejó en dirección a la casa, balanceando sutilmente sus caderas, dado que su enorme barriga no le permitía ser muy seductora, que digamos.
Naruto sintió que su ingle se tensaba bajo los pantalones y gruñó, viendo cómo su prometida se detenía a medio camino para saludar a su padre y luego proseguía su andar hacia su destino.
―¿Interrumpo algo?―preguntó Minato, divertido, al ver la mirada que su hijo le dirigía a su futura nuera.
―No―contestó Naruto, enmascarando su frustración con un suspiro, empezando a sacar bolsas del maletero.
―Deja, te ayudo.
―Gracias. ―Ambos rubios se hicieron con todas las bolsas y, entre los dos, no les costó más de un viaje meter toda la compra en la casa. Naruto salió una última vez para comprobar que el coche quedaba bien cerrado así como la puerta del garaje.
Luego, al fin, pudo cerrar también la puerta de su hogar y relajarse por fin.
Fue a la cocina y comenzó a guardar los productos que Hinata y él habían comprado, nuevamente, con ayuda de su padre.
―¿Todo bien?―preguntó Minato, en un intento amable de entablar una conversación. Naruto asintió.
―Sí, todo genial. Hoy estuvimos eligiendo el modelo para las invitaciones y luego fuimos a la segunda prueba para la tarta.
―¿Y? ¿Ya habéis escogido?
―Sí, a ambas cosas. Esperad a que os llegue la invitación. La escogí yo, por cierto―dijo Naruto, hinchando el pecho con orgullo, como si eso fuese un gran logro. Minato rio entre dientes.
―Entonces será bonita... espero.
―¡Oye!―Ambos hombres rieron tras un segundo de silencio―. ¿Nos ponemos serios o qué, papá?―Minato se tensó, mientras cerraba la nevera dónde acababa de guardar los yogures que Naurto y Hinata habían comprado.
―Me has pillado―dijo, levantando las manos en un intento por aligerar el ambiente, repentinamente pesado.
―Has vuelto a discutir con mamá...
―Sí.
―... por mi culpa―dijo Naruto, hundiendo los hombros con un suspiro. Minato abrió los ojos.
―¡No! ¡Ni por un segundo pienses eso! Tu madre y yo solo... tenemos diferentes puntos de vista, y a ella le cuesta aceptar el mío. Eso es todo. ―Naruto se apoyó en la isla de la cocina con una mano, convirtiendo su mano en un puño y apretando tan fuerte hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
―Lo siento. Sé que debería haberos hablado de mis planes mucho antes, para daros tiempo a asimilarlo. No pensé...
―Naruto, eres un adulto, y tienes derecho a estar y a casarte con quién te dé la gana, y tu madre y yo, por mucho que tengamos cada uno su opinión al respecto, debemos siempre respetar tus decisiones y aconsejarte en la medida de lo posible si algún día nos pides ayuda. Y eso es lo que más le cuesta aceptar a tu madre. ―Minato suspiró, dándose la vuelta y abriendo la nevera, buscando algo en el interior―. ¿No tienes cerveza?―Naruto rio.
―No. Hinata no puede beber por su estado y decidí hacerle compañía... al menos en casa'dattebayo―dijo Naruto, guiñándole un ojo. Minato sonrió.
―Me parece justo. ¿Un té te parece bien, entonces? Siempre me ha parecido que las infusiones son buenas para una buena charla. ―Naruto asintió.
―Claro. Hum... Hina las tiene... ¡aquí!―Naruto abrió un armario que quedaba al lado de la nevera y sacó una lata de esas que contenían hojas de té cien por cien orgánico―. Las tazas están aquí y la tetera... sí, esa es―dijo, al ver a Minato sosteniendo el recipiente en cuestión. El rubio mayor lo llenó de agua y lo puso sobre el fuego, para calentar el agua. Naruto se hizo con la tetera y, cuando la tetera empezó a silbar, vertió un par de cucharadas de hojas de té en el filtro de la tetera de servir y la tapó. Luego puso todo en una bandeja y la llevó hasta la mesita baja del salón, dónde estarían más cómodos que en las rígidas sillas del comedor.
―Bueno, cuéntame, ¿cómo van los preparativos para la llegada del bebé? ¿Necesitáis algo?―Naruto alzó una ceja.
―Papá...
―Venga, dame el gusto. Después podemos pasar a asuntos más serios, si quieres. ¿Está todo bien con mi nuera y mi nieto?―Algo cálido se instaló en el corazón de Naruto ante la total aceptación que había mostrado siempre su padre hacia Hinata y ahora hacia su hijo no nacido.
―Todo genial. El niño está creciendo bien, según el médico, todo está dentro de los parámetros. Le preocupa un poco la falta de vitamina D de Hinata, así que se la recetó en su última visita. ―Minato cabeceó, diciéndole así que le estaba prestando atención.
―¿Y la habitación del bebé? ¿Ya la tienes terminada?―le preguntó, en un tono bajo, temiendo que Hinata bajase en cualquier momento y lo oyese. Naruto esbozó una radiante sonrisa.
―Ya casi he terminado con la primera capa de pintura―contestó Naruto, en un tono igual de bajo que el de su padre―, e Ino me está ayudando a escoger los muebles. Aunque le está costando mantener el secreto, creo que saber que a Hinata le encantará la sorpresa la está ayudando a inclinar la balanza a mi favor. ―Minato rio.
―Entonces está todo bien. Me alegro por ti, Naruto―le dijo, tras varios segundos de silencio―. En serio―añadió, al ver parpadear a su único vástago.
―Gracias, papá. Significa... significa mucho para mí. De verdad. ―Minato hizo un gesto como quitándole importanica.
―Eres mi único hijo. Sería un idiota si no te apoyara. ―Ambos rieron de nuevo, relajados y tranquilos, mientras daban pequeños sorbos a sus respectivas tazas de té, dejando que el líquido los reconfortara y calentara sus estómagos.
En ese pequeño lapso de tiempo Hinata bajó las escaleras, vestida con ropa más cómoda y funcional para estar en casa y unos cómodos calcetines gruesos. Las zapatillas ya no le entraban por la hinchazón de los pies.
Naruto se apresuró a ponerse en pie. Hinata le sonrió, fue hacia él y se puso de puntillas para abrazarlo por el cuello y darle un amoroso beso en los labios. Naruto puso las manos en su cintura, correspondiendo.
―Voy a preparar la cena. Te quedarás a cenar con nosotros, ¿verdad, Minato?―El aludido sonrió.
―Nunca rechazaría una invitación tuya si eso implica que cocines, Hinata. ―La joven sonrió nuevamente, ahora en dirección a su suegro, mientras que Naruto miraba a su padre con el ceño fruncido.
―Haré algo especial, entonces.
―No hace falta. Podemos pedir al- ―Hinata puso su dedo índice sobre su boca, silenciándolo en el acto.
―Puedo cocinar. No es la gran cosa. Ve y relájate con tu padre. Tendréis.... Tendréis mucho de lo que hablar. ―Le dio otro beso y luego se perdió en la cocina. Naruto la observó durante varios segundos, viendo cómo abría armarios y nevera y empezando a sacar ingredientes, ollas y demás cacharros necesarios para preparar una deliciosa comida casera.
―No deberías animarla―recriminó Naruto a su padre, volviendo a dejarse caer en el sofá y pasándose las manos por el cabello corto y rubio, alborotándoselo. Minato esbozó otra sonrisa, más amplia y divertida que la anterior.
―Está embarazada, no inválida. ―Naruto bufó, expresando así su disconformidad con dicha información―. Ah, si hubieras visto a tu madre cuando estaba embarazada de ti... ―Naruto miró a su progenitor con el ceño fruncido―. No podía estarse quieta. El médico le recomendaba reposo y ella apenas podía parar sentada cinco minutos. Y a medida que le crecía la tripa se iba frustrando más y más, porque tenía cada vez menos libertad de movimiento. A eso súmale los dolores, los pies hinchados... ―Minato se encogió de hombros mientras lo invadía la nostalgia de los recuerdos.
Naruto suspiró y se llevó la taza de té a los labios, dando un sorbo a la misma.
―Hina no es mejor―le aseguró Naruto―. Le molesta no poder hacer todas las cosas que hacía antes'ttebayo. Intenta llevarlo lo mejor posible, y estoy seguro de que si no fuera porque tiene un montón de gente a su alrededor que se preocupa por su bienestar... en fin, que no se cuidaría todo lo que debería. ―Minato asintió.
―Tiene suerte de tenerte, entonces. ―Naruto echó un breve vistazo a la cocina, donde su prometida ahora tarareaba una canción mientras cortaba algo sobre una tabla.
―No, soy yo el que tiene suerte de que una chica tan fantástica como ella me haya aceptado. ―Minato soltó una risita.
―Ay, el amor...
―Hablando del amor... ¿qué hay con mamá y tú?―Minato suspiró y dejó su taza de té sobre la bandeja que antes habían traído.
Se echó hacia delante, apoyando los codos sobre las rodillas y entrelazando las manos. Se quedó unos minutos pensativo, mirándose los pulgares y jugando con ellos, buscando las palabras adecuadas.
―Discutimos―explicó llanamente. Naruto puso los ojos en blanco.
―Eso ya me lo suponía'ttebayo. Pero, ¿por qué ha sido esta vez? ¿Por mí y por Hinata... otra vez?―preguntó, sintiéndose temeroso y culpable a partes iguales porque sabía que la respuesta iba a ser positiva.
―Indirectamente―admitió Minato―. Pero no solo por vosotros. Tu madre... es muy testaruda, ya la conoces. ―Naruto asintió―. No admitirá que está equivocada a menos que... que pase algo que la obligue a rectificar.
―Algo grave, quieres decir―dijo Naruto, con amargura―. ¿El próximo nacimiento de su nieto no le parece suficiente motivo? ¿Es que no quiere conocerlo?―Minato fue el que suspiró en esta ocasión.
―Sí, claro que quiere. Pero tiene dudas... ya lo sabes. ―Naruto se frotó la frente, sintiéndose de pronto muy cansado.
―¿Sigue en las mismas? ¿Sigue diciendo que puede que el bebé no sea mío y que Hinata me ha tendido una trampa para que le pidiese que se casase conmigo? ¿Aun cuando le he jurado y perjurado que ya tenía planeado pedírselo antes de que ella me dijese lo del niño?
―Conoces a tu madre. Antes se cortaría un brazo que bajar la cabeza. Es muy suya. Tú eres igual. ―Naruto resopló.
―Yo he madurado. Admito mis errores cuando los cometo. Que te lo diga Hinata. Más de una vez he metido la pata con ella y me he tenido que tragar el orgullo y disculparme. Porque la amo y no quiero perderla por nada del mundo. ―Minato sonrió.
―Lo sé. Demos gracias a Dios que mis genes han ayudado con eso. ―Naruto miró para su padre y luego los dos rompieron a reír.
Un chisporroteo llamó la atención de ambos hombres y los dos se volvieron. Hinata ahora se encontraba de espaldas, con su largo cabello negro azulado recogido en una coleta―sin duda para que no le estorbase al cocinar.
―Mañana por la mañana volveré a casa y haré como si no ha pasado nada―dijo Minato, llamando la atención de su hijo.
―Papá... ―Minato negó.
―Tu madre es como es, pero la amo y no puedo imaginarme el resto de mi vida sin ella.
―Aun así... ―Naruto suspiró―. Creo que tendré que tener que una conversación seria con mamá...
―¿Otra más?
―No me escuchará, pero... ―Naruto hundió los hombros; Minato se acercó a él y le rodeó los hombros con un brazo, tratando de reconfortarlo.
―Le alegrará verte. Aunque no lo diga. ―Naruto esbozó una cansada sonrisa.
―Sí... ya hace casi dos meses desde la última vez que me animé a intentar razonar con ella.
―No habrá problema porque me quede esta noche, ¿verdad?―preguntó Minato tras un minuto de silencio, tan solo roto por los sonidos que hacía Hinata en la cocina al preparar la cena.
Naruto sacudió la cabeza en una negativa.
―No, ninguno. Sabes que a Hinata y a mí nos encanta tenerte por aquí. Puedes ocupar la habitación de invitados que está al otro lado del pasillo'dattebayo. ―Minato rio.
―Cuanto más lejos, mejor, ¿eh?
―Hay que preservar la intimidad'ttebayo.
―¡La cena está lista!―anunció Hinata con su dulce voz, asomándose al salón. Los dos rubios se miraron con una sonrisa.
―¿Ya?
―Mi chica es la mejor. ―Hinata pestañeó al verlos reír―. Termina lo tuyo, nena. Papá y yo vamos a poner la mesa en el salón. ―Naruto se levantó y le dio un beso en la frente para acto seguido ir a por platos, vasos y demás.
―Todo está bien, Hinata. No te preocupes. ―Hinata suspiró.
―No puedo evitarlo. ―Minato le sonrió cálidamente y le acarició el pelo, con cariño.
―Lo sé. Pero todo se arreglará, en cuanto la testaruda de mi esposa entre en razón. ―La tristeza impregnó el rostro femenino y, tras darle un par de golpecitos en la coronilla para intentar reconfortarla, siguió a su hijo para ayudarlo a poner la mesa.
Tras colocar todo, Naruto desapareció escaleras arriba para ir a ponerse algo más cómodo. Tras volver a bajar ahora fue el turno de Minato. Dada la asiduidad con la que últimamente visitaba la casa de la pareja, ya tenía un pijama y algunas piezas de ropa interior guardadas en la habitación de invitados. Naruto y Hinata simplemente los quitaban y los guardaban en su propio armario si alguien más tenía que hacer uso del cuarto.
Cenaron en una charla relajada y distendida. Minato se interesó por los preparativos para la boda así como por los últimos proyectos de la empresa de la Hinata. También instó a Naurto a contarle sobre los entrenamientos, bromeando si debía apostar en el próximo partido por ellos o por el rival correspondiente. Ofendido, Naruto le dijo que si apostaba lo suficiente a su favor, era probable que pudiera jubilarse anticipadamente sin ningún tipo de carencia futura.
Tras la agradable cena, los hombres recogieron todo, diciéndole a Hinata que descansara, que se lo había ganado. Luego fue Minato el que insistió en que él fregaría los cacharros.
―Oh, no, puedo hacerlo yo mañana... ―empezó Hinata, haciendo amago de levantarse del sofá en el que se encontraba cómodamente sentada.
―Tonterías. Idos a dormir, tortolitos. Estoy seguro de que estáis deseosos de estar a solas, sin un viejo tonto por aquí dándoos la vara. ―Naruto rio.
―Tú nunca serás un viejo tonto, papá. Buenas noches―se despidió finalmente Naruto. Detrás de él, Hinata suspiró, levantándose por fin.
―Buenas noches. Pero en serio que no...
―Venga, venga, a descansar. Las mujeres embarazadas necesitan dormir mucho. De eso me acuerdo. ―Hinata sonrió mientras Minato la encerraba en un abrazo apretado al tiempo que daba una palmadita cariñosa en su vientre, como dándole las buenas noches también al bebé.
Finalmente, la parejita desapareció escaleras arriba, Naruto sosteniendo la cintura de Hinata e instándola a subir las escaleras despacio, casi como si fuera un niño que estuviese aprendiendo a andar.
Minato no pudo evitar reír quedo ante la tierna escena, viendo que Hinata le dejaba hacer, seguramente porque discutir no le serviría de nada.
―Bueno... ahora... ―Cogió un estropajo y se lo quedó mirando, dándole un par de vueltas en la mano―. Somos tú y yo a solas, amiguito. No me decepciones.
Y comenzó a lavar los platos, dejándolos limpios y relucientes como el oro.
―Me siento fatal dejando a tu padre abajo... solo y además-
―A él le gusta sentirse útil. Lo harías sentir peor dejándolo quedarse a dormir sin contribuir en nada. Ya sabes cómo es. ―Hinata suspiró mientras veía a Naruto salir del baño y apagar la luz.
―Sí, ya lo sé. Pero incluso así... no sé... me sabe mal. Es un invitado y además es tu padre y- ―Naruto gateó sobre la cama hasta ponerle un dedo sobre los labios, acallándola.
―Nena, lo que menos quiero ahora es hablar de mi padre y de sus sentimientos. ―Hinata se ruborizó cuando vio su sonrisa de medio lado, pícara, la que hacía que un cosquilleo de anticipación por lo que vendría subiese por su espalda.
Suspiró cuando él la besó, lentamente, seduciéndola con exquisito cuidado, como queriendo asegurarse de que ella lo deseaba. Hinata sabía que, si en algún momento quería parar, solo debía detenerlo y decírselo, y Naruto pararía.
Nunca jamás le haría algo en contra de su voluntad. Por mucho que él se sintiese frustrado o decepcionado por su negativa.
Cerró los ojos cuando sintió sus lentos besos pasar al cuello, la columna de la garganta... solo para volver a subir a mordisquearle el lóbulo de la oreja, mientras sus manos le acariciaban los hombros y los brazos desnudos, gracias a su camisón de manga corta. Últimamente se sentía demasiado acalorada para dormir con algo de manga larga, a pesar de que estaban en pleno invierno, con las navidades a la vuelta de la esquina.
Y a Naruto le encantaba y se aprovechaba de ello. Los dedos masculinos se escurrieron, traviesos, más abajo, hacia el borde del camisón.
―Mmm... ¿te lo has puesto a propósito para volverme loco?―Hinata sintió su rostro hervir cuando se percató de los orbes azulados de su futuro esposo estaban clavados en sus senos, ahora más grandes, llenos y sensibles, a causa del embarazo. Y el camisón no hacía más que aumentar y llamar la atención sobre aquellos hechos, ajustándose a los mismos y haciendo que los pezones, ahora tensos, se marcaran contra el encaje.
Ese era el camisón que Tenten le había animado a comprar. Era negro, de tiras y con encaje, tres cosas que parecían tentar a los hombres más allá de toda lógica o razón. Lo había tenido escondido en el armario hasta aquella noche, temiendo que si Naruto lo encontraba le suplicase que se lo pusiese... para él.
Pero, desgraciadamente, sus cada vez más desmesuradas ganas de ir al baño cada dos por tres habían hecho que manchara todos sus cómodos y prácticos pijamas, y aún no había tenido tiempo esa semana de poner la lavadora, por lo que no le había quedado más remedio que echar mano de aquel último recurso.
Sintió los pulgares de Naruto acariciando sus pezones por encima del encaje del camisón, haciendo que jadease y se arquease.
―T-ten cuidado... Y-ya sabes que están...
―Sensibles sí―susurró, con la voz ronca de excitación; agachó la cabeza y humedeció uno de aquellos tirantes picos con la lengua por encima de la tela, poniéndolo aún más tirante―. Ya lo veo―dijo, la sonrisa bailando en sus labios al ver cómo ella se arqueaba y jadeaba, en busca de más de su toque.
―Na-Naruto-kun... ―llamó al sentir cómo le prodigaba las mismas atenciones al otro pecho, mientras el que quedaba libre era mimado y atendido por su mano.
Cuando terminó de ponerlos tan duros como piedras, se limitó a acariciarlos con sus manos, observando con avidez su rostro rebosante de placer, sus ojos cerrados, su cuerpo levantándose hacia el suyo, suplicante de más de sus ardientes caricias.
Bajó la cabeza y volvió a repartir dulces y excitantes besos por su boca, su cuello y su escote, sin que sus manos abandonaran jamás sus pechos.
Sintió cómo Hinata enredaba las manos en el cabello de su nuca y se pegaba a él. Se tensó al sentir su sexo rozarse con su erección, que ya le empezaba a apretar los calzoncillos.
Solía dormir así, sin nada más, piel contra piel contra la de su chica, sintiéndose tan cercano a ella físicamente como era posible.
Se empujó contra ella, suavemente; Hinata gimió sonoramente. Él la besó, más apasionadamente esta vez, saqueando su boca con la lengua. Sus manos subieron para bajarle los tirantes del camisón. Hinata apoyó las manos sobre sus hombros y empezó a negar con la cabeza.
―No, no...
―Oh, sí. ―Con un leve tirón, Naruto dejó sus pechos expuestos a su ávida mirada. Hinata se sintió sumamente avergonzada al sentir cómo el rubio la devoraba con los ojos.
Ella se encogió, tratando de taparse, pero Naruto no se lo permitió: agarró sus manos y se las colocó a un lado del cuerpo, mientras él enterraba el rostro entre esos dos suaves montículos que lo volvían loco.
―Hola, mis preciosos. ―Se restregó contra ellos, haciendo avergonzarse aún más a Hinata.
―¡Na-Naruto-kun, n-no... ―Para silenciarla, Naruto volvió a presionarse y a embestir contra ella, arrancándole un gemido de pura necesidad femenina.
Mientras su boca volvía a ocuparse de esos dos hermosos senos, sus manos fueron bajando por sus piernas, acariciándolas, lentamente, queriendo volverla tan loca como lo estaba él.
Sus dedos fueron trazando círculos lentos y perezosos, primero hacia abajo y luego hacia arriba, despacio, con cuidado, sabiendo que cualquier movimiento brusco haría que Hinata se retirase y no le permitiese volver a tocarla.
No entendía por qué, pero las mujeres tenían la absurda idea de que, estando embarazadas, no estaban nada bonitas ni sexys. A él ese pensamiento le parecía una estupidez: nunca había visto más guapa a Hinata que cuando estaba cargando a su bebé, al bebé de ambos.
El niño eligió ese preciso momento para patear en el vientre materno y él soltó una risita.
―Perdona, hijo―dijo, depositando un beso en el estómago redondeado―. Papá va a sacudirte un poco. ―Aquellas palabras y aquella ternura hizo que los ojos de Hinata se llenaran de lágrimas.
Parpadeó para ahuyentarlas, no queriendo estropear el momento por nada del mundo.
Durante un segundo el pensamiento fugaz de que su suegro dormía al otro lado del pasillo, o de que podría estar ahora mismo subiendo las escaleras o pasando cerca de su habitación se le cruzó por la mente, pero fue fácilmente silenciado cuando cómo las manos masculinas retiraban finalmente el bajo del camisón hasta enrollarlo con delicadeza en su cintura. Con la misma suavidad, Naruto retiró sus braguitas, dejando al fin su sexo sin más barreras entre ellos que el calzoncillo de Naruto.
Naruto gimió ante la visión de su intimidad y pronto la estaba acariciando, separando sus labios inferiores e introduciendo un par de dedos en su interior.
―Tan mojada... ―gimió él, antes de dejar las inhibiciones de lado para saborearla con la lengua.
Hinata se dejó caer contra los cojines de la cama, gimiendo de auténtico placer. Naruto la instó a levantar las piernas y a ponerlas sobre sus hombros, pudiendo él así encajarse entre los muslos femeninos para mayor comodidad.
La llevó a su primer orgasmo sin demora―porque quería provocarle algunos más durante la noche―, sintiéndose eufórico cuando ella gritó y sujetó su cabeza, disfrutando al máximo del clímax que él le había proporcionado.
Se relamió los labios cuando se separó de ella, mientras se ponía en pie y deslizaba los calzoncillos por sus esbeltas y morenas. A pesar de estar algo exhausta a causa de la reciente explosión de placer, Hinata no pudo evitar devorar el cuerpo masculino con la mirada, y Naruto no pudo evitar tensar y flexionar sus músculos, mostrándose ante ella.
Cuando volvió a la cama, la cubrió nuevamente con su cuerpo. Hinata introdujo una de sus manos entre sus cuerpos, para agarrar su miembro y masajearlo, pasando el pulgar por la hinchada cabeza púrpura. Naruto enterró la cara contra su cuello, disfrutando de la caricia. Una gota de líquido pre seminal humedeció la aterciopelada piel y Hinata la utilizó para humedecer y lubricar el sexo masculino.
―Hina... ―Hinata se mordió el labio inferior; desearía poder moverse para darle con la boca las mismas placenteras sensaciones que él había provocado en ella―. Te necesito, ahora... ahora... ―El apasionado susurro encendió otra vez el fuego en su interior.
Naruto hizo que le rodeara el cuello con los brazos y tomó el miembro con una de sus manos, para guiarlo al que era su paraíso personal.
La penetró lentamente, con cuidado, temblando por la fuerza que tenía que emplear para soportar su peso y no aplastarlos a ella y al bebé.
―Tan mojada... Dios... ―Hinata también gimió al sentirlo abrirse paso hasta su mismo centro.
Poco a poco Naruto fue avanzando, hasta llenarla por completo. Naruto gimió cuando al fin se vio acogido al cien por cien por el cuerpo femenino. Con los ojos cerrados, disfrutando al máximo de las sensaciones, empezó a moverse. Salió de ella un poco y volvió a entrar, aumentando un poco más con cada embestida el ritmo.
Abrió los ojos para observar el rostro ruborizado y tenso de placer de su futura esposa: los labios entreabiertos, las mejillas rojas, el pelo alborotado, extendido bajo ella...
Aumentó la fuerza de sus envites, deseando llevarla a la cúspide una vez más, deseando ver el orgasmo reflejado en su hermosa cara.
Sin dejar de bombear sus caderas, cogió una de las manos femeninas que le rodeaban el cuello y la llevó hasta la unión de sus sexos.
―Tócate para mí, Hina, tócate mientras... Sí, eso es... ―Perdida en las sensaciones y las emociones que Naruto siempre le provocaba cuando le hacía el amor, Hinata obedeció: colocó dos de sus dedos sobre su clítoris y comenzó a acariciarlo en lentos círculos.
Naruto no podía apartar la vista de esa hermosa visión: la de su chica dándose placer a sí misma al mismo tiempo que su propio miembro entraba y salía de su cuerpo, admirando aquella unión carnal.
Estaban lo todo unidos físicamente que un hombre y una mujer podían estar, con la convicción de que sus corazones y sus sentimientos estaban en la misma página. De que se amaban con locura.
Ver a Hinata acariciarse fue más de lo que pudo soportar. Su miembro se hinchó y, con un último empuje y un gruñido, se corrió, con fuerza. No dejó de mover las caderas, no hasta que Hinata misma volvió a alcanzar el orgasmo, gimiendo, temblando y vibrando en torno a su miembro, sacando hasta la última gota de su esencia.
Finalmente, Naruto cayó a un lado―para no aplastarla―, sudoroso y agotado. Se arrastró hasta conseguir ponerse al lado de Hinata y pasó un brazo bajo sus hombros, usando la otra mano en uno de los mismos para ponerla de lado y poder así abrazarla contra él desde la espalda. Hinata giró el rostro para poder alcanzar sus labios y Naruto la sostuvo de la garganta con cuidado de no hacerle daño, para poder besarla como quería.
―Eso ha sido fantástico, nena―le dijo, casi en un ronroneo. Hinata suspiró cuando sintió los labios masculinos besar la unión entre su cuello y su hombro, en ese punto sensible que la hacía estremecerse. Las manos masculinas arreglaron su camisón, volviendo a colocar los tirantes en su lugar y bajando la falda.
―Hum...
―¿Qué ocurre, Hina?
―M-mis... e-esto... mis bragas... ―Hinata la miró, incorporándose, con una ceja alzada―. L-las necesito p-por si... ―Era demasiado vergonzoso decirlo en voz alta―. ¡No quiero manchar las sábanas!―exclamó al fin, tapándose el rostro rojo de vergüenza.
A Naruto le llevó dos segundos entender lo que ella quería decir.
―Oh. Claro. Perdona... No me había... ―Carraspeó―. Voy por ellas. ―Se levantó de nuevo, rebuscó por el suelo hasta dar con las benditas braguitas y se las puso, deslizándolas por sus piernas y lamentándose de no tener fuerzas para una segunda ronda.
Estaba demasiado cansado y, además, a Hinata no le gustaba hacerlo más de una vez por día estando embarazada... salvo que le diera uno de esos antojos. Entonces se convertía en una pequeña gatita insaciable y él se dejaba arrastrar por su lujuria encantado. Claro que Hinata se arrepentía de esos arranques y luego no era capaz de mirarlo a la cara por la vergüenza que sentía, pero a él no había quién le borrase la sonrisa del rostro. Más de una vez sus compañeros de equipo se habían burlado cuando lo habían visto llegar con el rostro sonrojado y el cabello alborotado, si es que Hinata lo retenía en la cama por la mañana y no le daba tiempo a arreglarse. Bueno, los arañazos que le dejaba en la espalda y los mordiscos y chupones en su cuello también ayudaban al rumor de que Naruto Uzumaki, deportista de élite reconocido, tenía una vida sexual con su prometida más que satisfactoria.
―¿Necesitas que te traiga...
―Sí por favor―se apresuró a decir ella antes de que él completase su pregunta.
Naruto fue hacia el armario, abriendo uno de los cajones y hurgando en su interior hasta encontrar lo que andaba buscando. Cogió el paquetito cuadrado, esponjoso y de color rosa. Se lo llevó a Hinata y se dio la vuelta, dejándole cierta intimidad para que se lo pusiera. Escuchó los crujidos del papel siendo abierto y luego un sonido como si alguien estuviera arrancando algo. Más crujidos y susurros de ropa.
―Ya... ya puedes. ―Se giró, cogió la bola de papel que Hinata tenía en la mano y fue al baño a tirarlo en la papelera que allí había.
Luego salió del baño por segunda vez en lo que iba de noche, apagó la luz y volvió a la cama, acurrucándose contra el cuerpo suave de su chica.
―Mmm... ―La besó en la oreja y ella se dejó hacer, encantada.
―Buenas noches, nena.
―Buenas noches, Naruto-kun.
Hinata cerró los ojos al fin, sintiéndose feliz y satisfecha entre los brazos del hombre al que amaba.
Naruto esperó a que ella quedase dormida para luego relajarse él y empezar a ceder también al cansancio.
Su último pensamiento fue para su bebé. Movió su mano despacio, con cuidado de no despertar a Hinata, hasta posarla sobre el abultado estómago. Su hijo pateó y él sonrió, mientras sentía el sueño invadirlo poco a poco.
«Buenas noches, pequeño. Que duermas bien».
Fin 5
Ea, pues eso. Ya iba tocando, ¿no? Que sí, que ya lo sé: que os tengo muy abandonaos aquí en Wattpad y que no es justo y que no hay excusa que valga. Lo sé.
Solo puedo deciros que lo siento y que intento que esto no pase, pero al final algo tiene que sufrir en detrimento de otra cosa, así que... en el caso de los fanfics... es Wattpad. Lo siento. Ojalá fuera vampiro para no dormir nunca y poder dedicar horas y horas a todo lo que me gusta.
Pero en fin, no se puede soñar con imposibles, dicen xD.
¡Muchísimas gracias a todos los que leéis, votáis y comentáis! ¡Os lo agradezco un montón! ¡Sois grandes, muy grandes! ¡Gracias por todo!
¡Nos leemos!
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