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4

Observó el objeto que había dejado sobre la pila, pálida como si acabara de descubrir al asesino en serie más buscado escondido tras la mampara de la ducha. Tragó saliva y miró al espejo, descubriendo sus ojos abiertos como platos y las ojeras bien marcadas bajo sus párpados.

―No puede ser―susurró―. Esto no puede ser, no puede estar pasando... no... ―Cerró los ojos durante unos momentos; contó hasta diez, rogando porque, al abrirlos, aquel infame objeto que portaba su sentencia hubiese desaparecido como por arte de magia.

Pero, para su desilusión e infortunio, fue todo lo contrario. La dichosa cosa seguía allí, al lado del grifo, destacando sobre el lavabo de mármol blanco como si se estuviese burlando de ella.

―¡No, no, no, no, no!―exclamó una y otra vez, pasándose una mano por la cara, angustiada, agobiada.

Unos fuertes golpes resonaron en la puerta del cuarto de baño, haciéndola saltar en el sitio y dar un agudo chillido.

―¡¿Hinata?! ¡¿Qué ocurre?! ¡Llevas una eternidad ahí dentro'ttebayo! ¡Abre o tiro la puerta abajo!―La voz de su novio la puso todavía más pálida―. ¡Hinata, maldita sea, te doy tres segundos!―Agarró apresuradamente el objeto que era el responsable de su estado―. ¡Uno... ―se lo guardó en el bolsillo de la bata―... dos... ―Se miró en el espejo, abrió el grifo para echarse agua fresca y luego se peinó lo mejor que pudo con los dedos―... tr- ―Descorrió el pestillo y abrió, topándose con el puño en alto de Naruto y su mirada con el ceño fruncido.

Ella le sonrió, tratando de enmascarar su nerviosismo.

―¿O-ocurre algo?―El chico apretó la mandíbula y bajó el brazo, lentamente, mientras estudiaba concienzudamente la expresión de su novia, tratando de descifrar aquello que la había hecho encerrarse en el cuarto de baño casi toda la mañana, huyendo de él―o, al menos, es le pareció, dado que apenas le había dirigido la palabra en los dos últimos días y parecía salir pitando de una habitación en cuanto él entraba en la misma.

―Sí. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?―Hinata buscó desesperada en su mente una excusa plausible para su extraño comportamiento, porque era consciente de que se había comportado de forma muy rara con él en la última semana.

Si Tenten no la hubiese convencido para hacerse esa dichosa prueba...

Respiró hondo y forzó una sonrisa. Ya tenía la excusa perfecta.

―Es que... no me encuentro bien... ―Automáticamente, el rostro de Naruto se tornó en preocupación extrema.

―¿Qué ocurre? ¿Sigues enferma? ¿Has vuelto a vomitar?―Antes de que pudiera contestar, Hinata se vio tomada en brazos y llevada en volandas por todo el largo pasillo hasta la habitación principal de la casa, que compartía con su sexy y guapo novio.

Se dejó envolver por su ternura y sus protectores brazos y apoyó la cabeza en su hombro, suspirando satisfecha al aspirar el masculino olor que desprendía su piel. Sonrió al percatarse de que el cuerpo masculino se tensaba, respondiendo así a ella. Se apretó más contra él, pasándole los brazos por el cuello, disfrutando de sus atenciones.

Con sumo cuidado, como si estuviese hecha de porcelana, Naruto la depositó encima de la cama de dos plazas maxi grande y se sentó a su lado.

―¿Tienes fiebre? ¿Has vuelto a marearte?―Acarició la pálida mejilla de su novia, frunciendo el ceño nuevamente con preocupación; Hinata sonrió, conmovida, y puso su propia mano sobre la de él.

―Estoy bien, solo ha sido un pequeño malestar...

―¿Quieres que llame al médico?―Hinata amplió su sonrisa y negó con la cabeza, su pequeño inconveniente ya olvidado.

―No... se me pasará en cuanto coma algo, de verdad. Ayer no cené mucho. ―Naruto suspiró con alivio y Hinata también respiró con ese mismo sentimiento al ver que él se creía su patética y vil mentira.

No estaba preparada para decirle sus sospechas, aún no.

―Me preocupaste'dattebayo. Debes alimentarte mejor―le dijo, separándose y apretando sus mofletes a modo de reproche―. Estuviste enferma toda la semana pasada y llevas ya un tiempo que no comes como es debido... ―Hinata se sonrojó, apartando la mano que aún mantenía en su cara y poniéndosela sobre el vientre. Retorció la suave tela de su bata, buscando una salida a esa situación.

―He-he estado muy estresada, ya sabes... con todos esos periodistas siguiéndome a todas partes... las peticiones para entrevistas... Los nuevos proyectos... ―Naruto suspiró y le cogió la mano, apretándosela.

―Has descuidado tu salud, lo sé. ¿Quieres que llame a mi madre y a tu padre y cancele la cena de hoy?―Hinata se incorporó de golpe, horrorizada por la sugerencia.

―¡No!―Naruto la miró, extrañado por su sobresalto―. E-es decir... ¡es-estoy bien! ¿Ves?―Se levantó de la cama y dio varias vueltas, con los brazos en cruz. Naruto observó todo con una ceja alzada, medio divertido.

Al final se levantó y se acercó a ella. Enganchó las manos en las caderas femeninas y tiró para pegarla a su cuerpo. Hinata se puso de puntillas con la cabeza elevada al tiempo que Naruto bajaba la suya, besándola con cariño, pero también con hambre. Ella se aferró a sus brazos, abriéndose para él, dejando que su lengua la penetrara y la saboreara.

―Preferiría que descansaras―le susurró contra la boca, cuando la necesidad de respirar se hizo imperante en los dos.

Hinata sonrió y le dio otro beso, uno pequeño, dulce y tierno.

―Solo ha sido una gastroenteritis sin importancia. Muchos isotónicos, un poco de dieta blanda y estaré como nueva. ―Naruto torció el gesto ante su tono carente de preocupación.

Le apretó la cintura antes de separarse definitivamente de ella.

―Prométeme que, si te empiezas a sentir mal o si empeoras, me lo harás saber. ―Hinata abrió la boca y él clavó la vista en ella, sujetándole la barbilla con firmeza pero con delicadeza a la vez―. Prométemelo'ttebayo. ―Hinata suspiró.

―Te lo prometo―le dijo, apretando los dedos que le acariciaban el mentón.

Naruto pareció darse por satisfecho con su respuesta, soltándola y yendo a meterse en el vestidor que había en la habitación.

―Por cierto, Neji me llamó cuando venía de camino. Al parecer él y Tenten sí van a poder estar en la cena, al final. ―Naruto se encontraba de espaldas, desnudándose para cambiarse de ropa, por lo que no vio como la palidez cubría de nuevo el rostro de su novia.

Si Tenten iba a ir a la cena, no podría mentirle. A ella no, no a su mejor amiga. Tenten enseguida se daría cuenta de que le pasaba algo, e insistiría hasta que se lo contase. No pararía hasta saberlo.

Se dio cuenta de que Naruto la miraba, con una sonrisa y una ceja alzada, extrañado por su falta de reacción ante lo que debería haber sido una noticia alegre para ella. Pestañeó y forzó otra sonrisa.

―Qué... guay. ―Naruto terminó de sacarse la camisa y se volvió, las cejas juntas en su bronceada frente.

―¿Guay?―dijo, extrañado por su elección de palabra―. Creo que se te están pegando las maneras de Ino. ―Hinata abrió la boca, para replicarle algo y que no creyera que no se sentía bien o algo parecido.

Pero su teléfono móvil sonó en ese instante, salvándola de seguir con la extraña e incómoda conversación. Corrió hacia la cama y prácticamente se lanzó sobre la mesilla de noche para agarrar el aparato que vibraba, con la pantalla iluminada, sobre la pulcra madera barnizada.

―¿Diga?

―¡Hola, socia!

―¡Ino!―Miró para Naruto y, con un suspiro de comprensión, el rubio agarró su ropa de recambio y fue a terminar de vestirse en alguna de las habitaciones para invitados que había en el pasillo. A Hinata no le gustaba que nadie la interrumpiera cuando tenía una llamada relacionada con trabajo, y era bien sabido que él no podía refrenarse si tenía a su novia y a una cama cerca. Hinata se acomodó sobre el colchón, sintiendo durante unos momentos que podía respirar tranquila―. Dime, ya estoy sola.

―Oh... ¿nada de ese sexy novio tuyo revoloteando a tu alrededor intentando convencerte de tener sexo duro y salvaje?―Las palabras de su amiga y socia de negocios la hicieron enrojecer.

―¡No! Ahora... ¿para qué llamaba?―Oyó el suspiro resignado de Ino al otro lado de la línea.

―Sé que te tomaste hoy la tarde libre por lo de la cena familiar y eso... pero necesito saber cuántos invitados van a ser finalmente en la boda de los Matsuda. ¿Podrías enviarme los planos del salón de banquetes donde va a tener lugar? Si no, no sabré cuántos centros de mesa preparar. ―Hinata se puso en modo profesional.

―Sí, claro, dame un minuto y ahora te los envío al correo de la empresa.

―¡Eres un cielo! Bendito el día en el que decidiste abrir tu propia empresa y pensaste en mí para compartir el éxito. ―Hinata soltó una risita, recordando aquel día, hacía ya tres años.

Finalmente, y no sabiendo muy bien qué quería hacer en la vida, había optado por Administración y Dirección de Empresas, una carrera que le daba varias opciones para el futuro. Sin embargo, durante la universidad había cursado alguna asignatura de esas llamadas de relleno para completar los créditos. Siempre le había gustado todo lo relacionado con la decoración, así que había cursado un par de asignaturas relacionadas con ese tema.

Para cuando finalizó sus estudios y regresó a Konoha en compañía de Naruto, estableciéndose ambos en una misma casa―previa visita a Hiashi Hyūga para asegurarle que las intenciones del rubio Uzumaki con Hinata eran total, absoluta y completamente honestas―Hinata ya sabía que quería abrir su propia empresa dedicada a la decoración.

Había necesitado ayuda, por supuesto. Contar con su padre para el capital inicial fue decisivo, dado que los bancos no se fiaban de una novata que nunca jamás había dirigido ni tenido una empresa, por mucho que fuera hija de uno de los empresarios más ricos y respetados de la zona.

Claro que Hinata había puesto sus condiciones. Su padre era tratado como un inversor, simple y llanamente, recibiendo un tanto por ciento de las ganancias obtenidas por la empresa de Hinata.

Ahora, tres años después, su pequeño proyecto empresarial iba viento en popa. Había empezado en el salón de su casa, con un ordenador y un teléfono, diseñando pequeños espacios como oficinas o habitaciones. Hasta que su mejor amiga, Tenten, decidió abrir su propio negocio, una pequeña tienda de antigüedades, y contó con Hinata para diseñarla y decorarla. Aquello le había valido reconocimiento, puesto que la tienda de Tenten salió promocionada en el periódico local. Pronto tuvo un nutrido grupo de clientes fieles, ganando lo suficiente para alquilar un estudio, un antiguo almacén en el centro de la ciudad que ella misma reconvirtió.

No permitió a su padre poner ni un duro más ni utilizar sus influencias para darle trabajo, quería ganárselo ella sola. Tampoco quiso dejar a Naruto poner ni un ryō, por más que este se empeñó, alegando que tenía más dinero del que iba a poder gastar en toda su vida.

Aquello era cierto, por supuesto. Naruto era titular en el equipo de fútbol nacional. Lo habían fichado a punto de terminar la universidad y, aunque no era lo que inicialmente tenía planeado, al final aceptó.

―Solo durante unos años, para ahorrar para una casa para ti y para mí. ―Y lo cumplió: en un año no solo habían comprado el sitio en el que vivían ahora, una bonita casa con jardín amplio y espacio suficiente para invitar a familiares y amigos, a menos de media hora en coche del centro de la ciudad y en un barrio que contaba con todos los servicios básicos, sino que también había ganado lo suficiente como para hacer alguna que otra inversión que les diese beneficios a largo plazo.

Sonrió, perdida en sus pensamientos, mientras encendía su tablet y accedía al archivo para mandárselo a Ino. La joven rubia, aparte de su amiga y socia, era la dueña de la floristería más antigua de Konoha, o eso habían dicho siempre sus padres. Ino había estudiado arte y decoración floral en el Instituto de Artes de Konoha y, cuando Hinata abrió su empresa y empezó a ganar fama, recurrió a Ino para alguna que otra colaboración entre sus empresas. Así fue como de antiguas compañeras de instituto pasaron a ser amigas, muy buenas amigas. Con el tiempo, Ino se convirtió en su socia, pudiendo contratar a alguien para hacerse cargo de la floristería por ella. Todavía controlaba el negocio que le habían legado sus padres, pero más a la distancia. Su pasión radicaba en la decoración, al igual que la de Hinata. Y por eso era que ambas se llevaban tan bien.

Revisó la plantilla y luego abrió el correo electrónico, mandándosela a Ino. Esperó unos minutos y luego escuchó el gritito de Ino al otro lado del teléfono.

―¡Oh, gracias, Hina! Ya estaba volviéndome loca no sabiendo qué cantidad de flores pedir...

―¿No está Konan ahí?―preguntó Hinata, haciendo mención de la tercera mujer que era, junto con Ino, su tercera socia y amiga, también.

Las tres formaban un perfecto tándem, ocupándose cada una de lo que se le daba mejor: Ino de las flores, dando ese toque extravagante y caótico; Hinata era el soplo clásico y vintage, sencillo y simple, que atraía sobre todo a las parejas que querían empezar una vida en común; y luego estaba Konan Kamizan, una elegante mujer de origen oriental que era a la que solían solicitar los clientes más mayores, especialmente las mujeres de cierta edad que buscaban el equilibrio entre lo escandalosamente caro y lo exquisitamente elegante.

―No―suspiró Ino―. Al parecer está supervisando la decoración en la casa de la señora Saito. Y luego va a comer con su sexy marido, así que... ―Hinata rio.

―Bueno, no puedo culpar a Yahiko por querer pasar tiempo con su mujer entre los partidos.

―Ah, sí, se me olvidaba que tenéis eso en común.

―¿Es que te hubiese gustado que Sai continuase con el fútbol?―Ino suspiró nuevamente.

―Aunque no te lo creas... no. No soportaría ver a todas esas zorras descaradas lanzándose sobre mi chico cada dos por tres. ¿Cómo lo soportáis Konan y tú?―Hinata volvió a reír.

―Naruto-kun me quiere y confío en él. Sé que nunca me engañaría. En cuanto a Yahiko... no creo que se atreva a hacer enfadar a Konan.

―Bueno, en eso tengo que darte la razón, Konan se convierte en la princesa de hielo cuando algo la cabrea y da un miedo que te cagas... ¡Ah, ya me llegó al archivo! ¡Gracias Hina! Ahora te dejo. ¡Date un buen revolcón con tu novio por mí!―Hinata se sonrojó hasta las raíces del cabello.

―¡Ino!―Escuchó la risa de su socia y amiga antes de que esta cortara la llamada.

Con un suspiro, Hinata despegó el teléfono de la oreja y lo bajó, dejándolo sobre la mesilla de noche junto con la tableta.

Escuchó pasos en el pasillo y Naruto asomó la cabeza por la puerta, sonriendo al ver que su novia ya había acabado de hablar con Ino.

―¿Arreglaste la metedura de pata de Ino?―Hinata arqueó una ceja.

―¿Por qué supones que Ino ha metido la pata?―Naruto rio entre dientes.

―Es Ino. Siempre mete la pata. Incluso cuando no es su intención. ―Hinata se levantó con una sonrisa y fue hacia él, para abrazarlo.

―Me recuerda a alguien. ―Naruto pestañeó y luego la apretó en sus brazos.

―¡Oye!―Hinata rio cuando él le pellizcó cariñosamente el trasero.

―Si tuviéramos tiempo te juro por Dios que te tiraría a la cama para hacerte el amor el resto del día... ―Un ramalazo de excitación golpeó a Hinata ante el susurro erótico de sus palabras contra sus labios. Un calor se instaló en su vientre cuando él acortó la distancia entre sus bocas para besarla.

Cerró los ojos, correspondiendo en el acto y gimiendo en protesta cuando él rompió el beso, separándose de ella, el deseo oscureciendo sus preciosos ojos azules.

Naruto sonrió y se inclinó para darle otro beso, esta vez mucho más dulce y tranquilo que el anterior.

―No me tientes, nena. ―Hinata se mordió el labio inferior, dejando que la soltara y se alejara unos pasos―. Voy a recoger a mis padres y nos veremos en el restaurante. ¿Segura que estás bien'dattebayo?―Aquella pregunta sacó a Hinata de la dulce neblina de felicidad momentánea en la que se había sumido, devolviéndola a la cruda y complicada realidad.

Se dio la vuelta y se puso a hurgar en los cajones de la cómoda, como buscando ropa interior limpia para vestirse y arreglarse así, por fin.

―Sí, no te preocupes. ―Se dio la vuelta, con la sonrisa más falsa impresa en su rostro que jamás había puesto ante nadie.

Nada convencido, Naruto se acercó a ella y le plantó un último beso en la cima de la cabeza, una caricia llena de tanta dulzura y tanta ternura que hizo que a Hinata se le saltaran las lágrimas y tuvo que parpadear para ahuyentarlas e impedir que se derramaran impunemente por sus mejillas.

¿Ya empezaba con los lloros sin sentido? ¿Tan pronto?

―Nos vemos después. ―Escuchó a Naruto salir de la habitación y tuvo que apoyarse contra el mueble que tenía delante, las piernas flaqueándole por la culpa y los remordimientos de ocultarle la verdadera razón de su malestar a su novio.

Pero, ¿cómo iba a decírselo cuando todavía no era capaz ni de admitírselo a ella misma?

Necesitaba consejo. Urgente.

Aunque sabía que Naruto se molestaría de no ser el primero en enterarse de la noticia...




Naruto aparcó el coche delante de la casa de sus padres y se dejó caer contra el asiento, apretando el volante y la mandíbula al mismo tiempo, sin siquiera molestarse en desabrocharse el cinturón.

Estaba molesto. Hinata le había mantenido, estaba cien por cien seguro de ello. Había evitado mirarlo a los ojos cuando le dijo que se encontraba bien.

Era más que obvio que no estaba bien. No, no lo estaba. Pero eso iba más allá de su momentánea enfermedad. Sí, era cierto que había estado mala la semana anterior. Había empezado con vómitos y algo de fiebre, así como dolor abdominal intenso. Él había insistido en que fuese al médico, pero Hianta se había negado, alegando que no era más que un malestar intestinal y que se le pasaría pronto. Y sí, había pasado pronto, pero algo más había pasado durante los últimos días que tenía a Hinata en vilo, yendo por la casa pálida como una muerta y con la mirada perdida, como si alguna preocupación la estuviese carcomiendo por dentro y no le permitiese ni un segundo de tranquilidad.

Y Naruto creía―no, estaba seguro―de que era algo que no tenía nada que ver con el trabajo. Si fuese algo relacionado con su empresa, Hinata ya se lo habría dicho, habría hablado con él del problema y él habría tratado de aconsejarla en la medida de lo posible, teniendo en cuenta que no tenía ni idea de cómo llevar una empresa, pero la habría escuchado y la habría mimado mientras ella se desahogaba, haciéndola sentir mejor. Hianta decía que siempre se sentía mejor después de hablar con él y después de... bueno... de estar juntos.

Una sonrisa quiso tirar de la comisura de sus labios pero se obligó a permanecer serio. Su novia le ocultaba algo, algo que, al parecer, no quería que él supiese, no por el momento, al menos. Respetaba eso. Entendía que a toda persona le gusta, y necesita, tener cierta privacidad, así que, por ese lado, comprendía a Hinata y no quería presionarla.

Pero, por otro... le jodía un huevo y parte del otro que ella no confiase en él, aunque fuese de forma temporal―porque era temporal, de eso no le cabía ninguna duda al respecto.

Sacudió la cabeza y se desabrochó por fin el cinturón de seguridad que todavía lo mantenía atado al asiento de conductor del coche. Abrió la puerta, sacó las llaves y se deslizó fuera del vehículo, en dirección a la entrada de la casita en la que se había criado y en la que todavía vivían sus padres.

Se preparó mentalmente para el ataque de su madre en cuanto traspasara la puerta. Kushina Uzumaki había montado todo un espectáculo cuando Naruto anunció que iba a ir a estudiar a Kumo, ¡y ya no digamos cuando, nada más regresar, en vez de volver a la casa paterna, se fue a vivir de inmediato con Hinata! Naruto amaba a su madre, la adoraba, pero desde luego reconocía que su sentido maternal era a veces un poquito... excesivo.

Aunque tampoco podía culparla. Al fin y al cabo, era el único que tenía que la pobre mujer tenía. Era comprensible...

Subió los escaloncitos de la puerta de entrada y llamó al timbre. Dado que ya no vivía allí le resultaba algo raro entrar como si nada. Es decir, igual sus padres seguían siendo un matrimonio relativamente joven, y no tenía ganas ningunas de encontrárselos en una situación... comprometedora.

―¡Ya voy'ttebane!―A los pocos minutos, la figura de Kushina Uzumaki, rodeada por un halo de cabellos pelirrojos salpicados con algunas canas, apareció en el umbral―. ¡Naruto!―El aludido sonrió y abrió los brazos, dejándose abrazar y correspondiendo el gesto de buen grado.

―Hola, mamá.

―Pasa, pasa, papá y yo estamos terminando de arreglarnos. ―Naruto siguió a su madre dentro hasta el salón, cerrando la puerta tras de sí nada más entrar―. ¿Cómo estás? ¿Te apetece comer algo? Estás muy delgaducho y con lo que haces necesitas alimentarte bien. ¿Seguro que esa novia tuya te da bien de comer?―Naruto tuvo que contenerse de poner los ojos en blanco, así como tuvo que retener el suspiro que quiso escapar de su garganta.

―Mamá, no empieces. Hinata cocina estupendamente, lo sabes, pero apenas pasamos tiempo en casa. Ambos tenemos unos horarios de locos.

―Esa no es excusa'ttebane. ¿Quieres que te prepare un par de raciones para llevar? Hice ramen ayer por la noche para cenar. ―Naruto abrió los ojos como platos y estuvo a punto de decir que sí, pero finalmente decidió callar.

―No, gracias, mamá. Eh, ¿qué tal te va con el invernadero nuevo?―Kushina gruñó algo mientras terminaba de ponerse un par de pendientes de oro en las orejas, frente al espejo que había en la entrada a modo de adorno, colgado en la pared.

―Está bien. ―Naruto alzó las cejas, pero se abstuvo de decir comentario alguno.

Su madre, por algún motivo que no alcanzaba a discernir, no acababa de aceptar del todo a Hinata, y había sido precisamente ella la que le propuso construir un pequeño y moderno invernadero en el jardín de la casa para poder cultivar flores que después Kushina vendía a la tienda de los Yamanaka o directamente a la empresa de la propia Hinata. La sugerencia había molestado a Kushina, pero solo por el hecho de que no se le hubiese ocurrido a ella antes.

Suspiró, metiendo las manos en los bolsillos. Amaba a su madre, pero no entendía por qué tenía ese puntito de aversión hacia la que era su novia. Suponía que sería algo de madres, o de madres con hijos únicos en particular, no lo tenía muy claro... Pero en algún momento Kushina tendría que aceptar que él y Hinata iban a pasar toda su vida juntos.

Porque amaba a su madre, claro que sí, pero amaba más a Hinata. Le dolería perder los lazos con sus padres, pero sería todavía peor vivir sin el amor de su vida. Porque Hinata era eso: el amor de su vida. No podía imaginarse pasar el resto de sus días sin su sonrisa, sin sus ojos, sin sus caricias y sus besos.

Sonrió, pensando en que, si todo salía como lo tenía planeado, muy pronto podría hacer realidad ese hermoso sueño.

―¡Hola, hijo! ¿Qué tal estás?―La voz de su padre lo sacó de sus pensamientos.

Enfocó la mirada y vio a su progenitor bajando las escaleras mientras se colocaba los puños de la camisa.

―¡Hola, papá!―Se encontraron en mitad del vestíbulo y se dieron un abrazo acompañado de palmadas en la espalda. Kushina esbozó una sonrisa al ver a sus dos hombres prodigándose esa muestra de afecto.

―Cuéntame: ¿cómo vas? ¿Y Hinata? ¿Cómo está?―Naruto se separó de su padre y sonrió; Minato cogió una chaqueta a juego con los pantalones azul marino que llevaba puestos y se la puso.

―Hina está bien. La he dejado en casa, preparándose la cena. Se ha tomado el día libre. Aunque... ―Hizo una mueca.

Minato se volvió a mirarlo, con una arruga en la frente. Kushina también se giró, la curiosidad destellando en su mirada violeta.

―¿Qué ocurre?―Naruto sacudió la cabeza.

―Nada, nada. Es que... Hinata ha estado enferma la última semana. Ella dice que ya se encuentra bien, pero... creo que solo se está forzando a sí misma. No le gusta estar demasiado tiempo sin hacer nada. ―Minato soltó una carcajada.

―Me recuerda a alguien. ―Naruto ladeó la cabeza con el ceño fruncido durante unos segundos; luego, también rio.

―Sí, creo que eso lo tenemos en común.

―Tal vez esa chica no debería forzarse tanto. Podemos cancelar la cena de hoy, dejarla para otro día y salir por ahí tu padre, tú y yo. Como en los viejos tiempos. ―Ambos rubios se giraron a mirarla. Minato con el ceño fruncido y una mirada de reproche. Naruto con una expresión muy parecida.

―Kushina...

―Mamá...

―¿Qué? Yo solo me preocupo por su salud. Siempre me pareció una muchacha muy delicada...

―Resulta curioso que digas eso porque, que yo recuerde, Hinata no se había enfermado en los casi seis años que llevamos juntos'dattebayo. ―Kushina se giró bruscamente, para que ni su marido ni su hijo vieran el leve rubor que teñía sus mejillas.

Naruto se rascó la nuca y suspiró. No quería discutir con su madre. No hoy, al menos.

―Voy... voy a esperaros en el coche, ¿vale, papá? Así aprovecho y llamo a Neji, para ver si... si ellos ya están aquí o si necesitan ayuda para traer a Hiashi o a Hanabi... o al novio de Hanabi... ―murmuró, ya de camino a la puerta. En cuanto esta se cerró tras él, Minato se giró a mirar a Kushina.

―Kushina, ¿tenías que empezar ya? ¿Precisamente hoy?―Kushina pareció ofendida por la insinuación de su marido de que había hecho algo malo.

―¿Qué he dicho? ¡Solo he intentado ser amable! ¡Si esa chica no se encuentra bien-

―Hinata. Su nombre es Hinata. ¿Tanto te cuesta aceptarla?―Kushina resopló, molesta. Minato se acercó y le puso las manos en los hombros―. Es una buena chica, trabajadora, amable, cariñosa, dulce... y, lo más importante: ama a nuestro hijo. Y Naruto la ama a ella.

―No sé si es lo que quiero para mi niño'ttebane. Además, Naruto todavía es joven. Es posible que se enamore de alguien más...

―¿En serio? ¿Ahora sales con esas?

―¿Qué? Podría pasar.

―¿Después de seis años? ¿Eso crees? ¿De verdad piensas que Naruto es de los perderían el tiempo y se lo harían perder a otra persona si no tuviera claros sus sentimientos o los de ella?―Kushina sintió que se ruborizaba. Minato había dado en el clavo: Naruto no era de los que mentían, engañaban ni intentaban disfrazar la realidad para su conveniencia. Era honesto y brutalmente sincero. Prefería la verdad por encima de todo, aunque doliera. Minato suspiró nuevamente, alejándose de su mujer unos pasos―. ¿Qué es lo que tanto te molesta de Hinata-chan?―Kushina se removió, incómoda.

―Es que... yo quería... querría que Naruto hubiese encontrado a alguien como yo... ―Minato alzó las cejas para acto seguido menear la cabeza.

―No te estás dando cuenta... ―Kushina lo miró, confusa.

―¿No me estoy dando cuenta de qué?―Minato volvió a negar, la resignación reflejándose en todos sus rasgos.

―De que eso es justo lo que ha hecho... ―Kushina abrió la boca, dispuesta a rebatir a su esposo, pero Minato alzó una mano, pidiéndole que lo dejara continuar―. El que es como tú es Naruto. Y solo te diré eso. ―Kushina pestañeó, más confundida que antes.

―¿Qué quieres decir?―Minato negó.

―Si no eres capaz de verlo... ―Se encogió de hombros, dando por zanjada la discusión―. Vamos―dijo, agarrando las llaves y la cartera para meterlas en los bolsillos―. Naruto nos está esperando.

―¡Minato! ¡Espera! ¡¿Qué es lo que no estoy entendiendo?! ¡Minato!―Pero el rubio mayor ya se estaba metiendo en el coche, en el asiento del copiloto, saludando a su hijo por segunda vez.

Kushina se detuvo unos minutos pare recomponerse y arreglar los mechones que se le habían escapado del recogido que se había hecho para ir a aquella cena que su hijo y su pareja habían organizado.

Hablaría más tarde esa noche con Minato, en cuanto volviesen a casa y pudiesen hablar a solas.

Tenía que aclararle qué puñetas quería decir con sus insinuaciones veladas de que se estaba equivocando con Hinata.

Y a lo grande.





Hinata detuvo el coche frente a la tienda de Tenten. Le había mandado un mensaje a Naruto, diciéndole que se verían directamente en el restaurante, que Tenten le había pedido que fuese a buscarla porque había tenido que atender un pedido de última hora en la tienda.

Era una mentira como una catedral. Lo cierto es que ella misma había mandado un mensaje a Tenten pidiéndole por favor que se vieran en su tienda, que tenía que contarle algo o iba a reventar de la angustia y la preocupación. La castaña, como su mejor amiga que era, no dudó ni un solo segundo en aceptar, sabiendo que, si Hinata la llamaba tan repentinamente era porque realmente había algo que la preocupaba y que necesitaba hablarlo con alguien de confianza.

Y si ese alguien no era Naruto, es que la cosa era incluso más grave de lo que había pensado en un primer momento.

Tenten la vio a través del cristal del escaparate. Guardó las facturas que se había puesto a revisar mientras esperaba, haciendo así algo de tiempo, agarró las llaves y salió de su establecimiento, cerrando de nuevo con llave una vez estuvo fuera.

Se acercó al vehículo donde Hinata esperaba dentro, con el motor aún en marcha. Tenten abrió la puerta del copiloto y se acomodó en el asiento, abrochándose el cinturón de seguridad con cuidado de no estropear su esmerada apariencia y colocando el bolsito de mano entre su cadera y la puerta cerrada.

Una vez terminó, se alisó la falda de su vestido largo de estilo oriental y se giró a mirar a su mejor amiga.

―Bueno, Hina, ¿qué ocurre?―Hinata apretó el volante y la miró, la angustia brillando en lo más profundo de sus bonitos ojos perlados―. ¿Hinata? ¡Me estás asustando! ¿Qué ocu-

―Estoy embarazada―la interrumpió la Hyūga, en un hilo de voz.

Tenten abrió los ojos y la boca en tres perfectas o. Estuvo así unos segundos, estupefacta. Luego cerró la boca y volvió la mirada al frente, asimilando la nueva información.

―Oh―dijo al fin, incapaz de reaccionar más allá de la sorpresa.

Hinata apretó los dedos con tanta fuerza en torno al volante que los nudillos se le pusieron blancos.

―¿Oh? ¿Eso es todo lo que vas a decir? ¿Es toda la reacción de tu parte? ¡Acabo de decirte que estoy embarazada y tú-

―¡Oye, oye, oye, tranquilita! ¡No sé por qué la tomas así conmigo! ¡No es una información que esperase recibir y menos así, por las buenas, sin estar preparada...

―¡Fuiste tú la que me sugirió que me hiciera la prueba la semana pasada!

―¡Te lo dije en broma! ¡No pensé realmente que pudieses... Espera. ―Tenten se interrumpió y la miró―. Tú sí, ¿verdad?―dijo, ahora en un tono suave. Puso una de sus manos sobre las de su amiga, apretándoselas―. Hina. ¿lo sospechabas?―Hinata tragó saliva y asintió―. Oh, Hinata... ―Las lágrimas acudieron a los ojos de la joven peliazul, que miró a su mejor amiga con toda la angustia que guardaba en su interior por la situación que atravesaba―. Pero... ¿no estabais... estáis protegidos contra...

―Se suponía que sí―dijo Hinata, en un susurro apenas inaudible―. Se supone que las inyecciones son de casi el cien por cien de efectividad... Como sabes, no podía tomar la píldora y la idea de un DIU no es recomendable para mujeres que todavía no han tenido su primer hijo, o eso me dijo la ginecóloga... Naruto-kun dijo que podía seguir usando condones, que no le importaba... pero yo quería dar un paso más en nuestra relación... hacerlo sin... ya sabes... sin barreras... Y todo fue bien durante el año pasado. No hubo fallo, ¡y te juro que no me salté ninguna cita para ponerme la inyección!

―Hinata... ―Las lágrimas se desbordaron al fin de los orbes perlas de Hinata, cayendo impunemente por sus mejillas.

Sin saber qué hacer o decir, Tenten optó por alargar los brazos para estrecharla en un fuerte abrazo que esperaba fuese suficiente consuelo por el momento. Hinata se dejó estrujar contra el pecho de su mejor amiga, aferrándose a ella como si le fuera la vida en ello.

―No sé qué hacer, Tenten... no sé qué debería sentir o qué debería decir... ―Tenten suspiró, acariciándole el pelo en un intento fútil de consolarla.

―¿Se lo has dicho a Naruto?―empezó, preguntando por lo que era más obvio.

Hinata se separó de ella y la miró, horrorizada, como si Tenten hubiese cometido el peor crimen de la humanidad directamente frente a sus ojos. Tenten suspiró, comprendiendo con esa simple mirada que no, Hinata no le había dicho nada de su actual estado de gestación al que era su novio y directamente responsable de dicha situación.

―No puedo... ―balbuceó Hinata, apretando los brazos de su amiga―. No puedo decírselo... ¿cómo hacerlo, cuando aún no he sido capaz de asimilarlo yo misma? Tengo... tengo que confirmarlo primero... un test de farmacia no es fiable... tengo que llamar al ginecólogo o a mi médico de cabecera... pedir un análisis de sangre... eso lo confirmará o lo desmentirá... ―Tenten sonrió ligeramente; ahí estaba la verdadera Hinata, la planificadora, la que procuraba planear todo hasta el ultimísimo detalle posible sin dejar nada al azar.

Por eso era tan malditamente buena en su trabajo y por eso su empresa iba viento en popa.

Le dio un apretón en los hombros y Hinata dejó de murmurar para sí misma todo lo que tenía que hacer antes de tener que decírselo a Naruto.

―Esa es mi chica―dijo Tenten, suavemente―. Tú haz todo eso y luego me cuentas. O, si lo prefieres, estaré contigo en cada paso del camino. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, Hina. ―Las lágrimas regresaron a los ojos de Hinata.

―Tenten...

―Para lo que sea. Soy tu mejor amiga, ¿no? ¿Y para qué estamos las mejores amigas si no es para acompañarnos en las buenas y en las malas?―Tenten sonrió y Hinata trató de imitarla, aunque en su caso tan solo le salió una triste mueca que se quedó en un pobre intento de sonrisa―. Venga, va, sécate esas lágrimas y vamos a arreglarte el maquillaje. Estás preciosa, por cierto. ¿Vestido nuevo?―Hinata se miró el vestido que había escogido para aquella cena: una preciosa pieza de seda color azul oscuro, liso, con la parte superior y las mangas hechas de encaje, largas hasta los codos; tenía una pieza cosida a modo de cinturón que separaba la parte superior de la inferior; la falda caía en ondas hasta las rodillas y el escote estaba cortado en forma de ondas, dejando al descubierto los hombros, el cuello y la parte alta del pecho; los senos no se veían ni se insinuaban, pero sí quedaban bien marcados bajo el encaje, haciendo si cabe más sensual la figura curvilínea de la peliazul.

Hinata sonrió, de pronto tímida, casi insegura. Había visto ese vestido colgado en el escaparate de su tienda vintage favorita y al final no había podido resistir la tentación. Había sido un poco caro, y no es que no pudiera permitírselo, pero Hinata nunca había sido de las que se gastaban fortunas en ropa o en joyas. No obstante, esa noche quería estar más que perfecta, así que finalmente el vestido le había parecido la elección natural para llevar a cabo su objetivo.

Quería impresionar, deslumbrar, demostrarle a Kushina Uzumaki que ella era digna de caminar al lado de Naruto. No entendía por qué, pero su suegra no había sido capaz de aceptarla del todo... aún. Así que aprovechaba cualquier ocasión que tuviera para intentar impresionarla y caerle en gracia, empeñándose en demostrarle que amaba a su hijo por encima de todas las cosas.

Su palidez se acentuó y volvió a mirar a Tenten. La castaña le apretó las manos, cariñosamente.

―¿Qué ocurre ahora, cielo?

―Kushina... ―Tenten soltó un suspiro derrotado.

―Los problemas de uno en uno, Hina. Primero, hazte ese análisis y luego... luego ya veremos. Como bien dices, no es seguro hasta que un médico no lo confirme. ―Hinata tragó saliva y asintió.

Tenía que centrarse en eso, en los pasos.

Así era como había logrado su éxito profesional: paso a paso, con paciencia y perseverancia.

Y ahora debía estar a la altura de las circunstancias. Porque si resultaba ser cierto, no solo sería tendría que preocuparse por ella, sino también por la vida que se estaría gestando en su interior.

Inconscientemente, se llevó una mano al vientre, acariciándoselo por encima de la tela del vestido, ausente, perdida en sus pensamientos. A su lado, Tenten observó el gesto y reprimió una sonrisa.

Hinata aún no lo sabía, pero en su fuera interno ya había comenzado a amar a ese bebé imaginario.





En el restaurante, Naruto, Neji, Hiashi, Minato, Kushina y Hanabi esperaban sentados a la mesa que previamente el rubio Uzumaki había reservado para la cena. Había elegido un restaurante elegante, donde ya lo conocían, puesto que él y Hinata solían frecuentarlo bastante a menudo; en vez de arriesgarse a algo nuevo, había optado por lo seguro. Allí habían ido a celebrar todos los acontecimientos importantes: como su primer partido con el equipo o el primer cliente de Hinata.

No obstante, el silencio estaba empezando a resultar opresivo. Por mucho que él, su padre y Hanabi se empeñaran en llenar los vacíos con charla insustancial que pretendía ser animada no lo conseguían del todo, y pronto callaban, dejando que el silencio los rodeara nuevamente.

Naruto suspiró, dando golpecitos con los dedos sobre la mesa. Lanzó una mirada con el ceño fruncido a su madre, quien desvió la vista, haciéndose la desentendida y cogiendo su copa de vino para darle un sorbo. Al lado de su esposa, Minato suspiró y le cogió la mano que tenía libre sobre el muslo, inclinándose hacia ella.

―Me prometiste que te portarías bien―le susurró al oído. Kushina dejó la copa de nuevo sobre el mantel y fulminó a su marido con los ojos―. Kushina, hazlo por Naruto... ―La pelirroja miró para su hijo y percibió su incomodidad y su velada tristeza. Sintió un pinchazo de culpabilidad. Se aclaró la garganta y se giró hacia Hiashi, con una falsa sonrisa plasmada en el rostro.

―Dime, Hiashi, ¿cómo va el negocio?―dijo, en un tono demasiado dulce para el gusto de Naruto y de Minato.

Naruto cerró los ojos y suspiró, pidiendo paciencia, mientras Hiashi contestaba a la pregunta con una voz fría y monocorde.

―Muy bien, gracias por preguntar.

―He oído que pronto vais a hacer un evento por el aniversario de la compañía. ―Ahora fue Minato el que habló. Hiashi relajó su expresión al girarse al contestar a la pregunta de su consuegro.

―Así es. Estáis invitados, Minato, por supuesto.

―Oh, sí, Hinata me habló de eso. Será la próxima semana, ¿verdad?―Hiashi giró ahora el rostro para mirar a Naruto con algo muy parecido a la aprobación en su cara.

―Sí, el viernes. ¿Estaréis libres?―preguntó.

Naruto asintió.

―Sí, el fin de semana que viene es de descanso para nosotros. Así que allí estaremos'ttebayo.

―¿Y no surgirá algún amistoso?―preguntó ahora Neji, mirándolo con el ceño fruncido. Naruto sonrió, negando con la cabeza.

―¿En medio de la liga? No, sería extraño. La mayoría de los equipos están luchando por subir puestos o por mantener el que ya tienen. No hay tiempo para andar jugando a hacer amigos...

―Disculpad el retraso. ¡Cariño!―Con gran alivio, Naruto se levantó para recibir a Tenten y a Hinata, que acababan de entrar por la puerta.

Apartó la silla que estaba a su lado como todo un caballero para su novia y ella se lo agradeció con una sonrisa. Parecía tener mejor cara que hacía unas horas, pero todavía persistía el color blanquecino en su piel. Se inclinó para darle un beso en la mejilla.

―Hola, Hina. ¿Estás...

―Estoy bien―le dijo ella, con una sonrisa, antes de que él terminara su pregunta―. De verdad―le dijo, cogiendo la mano que él todavía mantenía en el respaldo de la silla, reacio a alejarse los dos metros que separaban su asiento del de ella. ¡Era tan dulce!―. Estoy bien, Naruto-kun, en serio. Ya me encuentro mejor―le dio en un susurro para que los demás no escucharan su conversación.

Naruto pareció convencerse, porque soltó las manos de la silla y fue a sentarse nuevamente a su sitio.

―¡Hola, hermanita!

―Hola, Hanabi. Papá, Neji.

―¿De dónde venís? ¿Por qué habéis tardado tanto?

―Eh, eh, eh, tranqui. Ni que hubiésemos estado en la guerra. Además, las mujeres debemos mantener el misterio, sino, sería muy aburrido, ¿verdad, Hina?―Le guiñó un ojo y Hinata le sonrió, entre aliviada y agradecida por tener a Tenten de su lado, al menos hasta que sus sospechas se confirmaran o se descartaran.

―Naruto ha dicho que vais a estar libres para venir a la fiesta de aniversario de la empresa la el viernes que viene. ―Hinata se giró a su padre mientras un camarero se acercaba a servirles vino a ella y a Tenten.

―Sí. Me he asegurado ese día libre con Konan y con Ino. Será el segundo día libre en poco tiempo, así que después tendré que compensarlo, pero por suerte adoro mi trabajo así que... ―Minato, Naruto, Tenten, Hanabi y Hiashi rieron, mientras que Neji fruncía el ceño.

―He oído que alguien famoso os ha pedido ayuda para planificar su boda... ―soltó Hanabi, de la nada, mirando esperanzada para su hermana mayor. Hinata sonrió, misteriosa, cogiendo su copa de vino para darle un sorbo.

―No puedo confirmar ni desmentir eso.

―¡Oh, vamos, hermana! ¡No seas mala!

―¿Tú también estás involucrada?―Tenten miró para su novio con una ceja arqueada.

―Lo dices como si me fuese a meter en algo ilegal o algo así. ―Neji acentuó su ceño fruncido.

Hinata intercambió una mirada con Tenten, preguntándole silenciosamente qué leches le pasaba a su primo. La castaña se encogió de hombros y articuló un «no lo sé» silencioso con sus labios.

Neji siempre había sido muy protector con ella. Enterarse de que se había echado novio en el último año del instituto no le había sentada nada, pero que nada bien. Y cuando anunció que se iba a estudiar y a vivir con él a la misma universidad, lejos de Konoha, a Neji casi le da un ataque cardíaco.

Claro que ella había hablado con él y, en teoría, habían arreglado las cosas ya en su día. Además, aunque Neji dijese que no aprobaba su relación con Naruto, tampoco necesitaba que le diera su bendición o algo así. Ella amaba a Naruto y Naruto la amaba a ella. Punto. Eso era todo lo que necesitaba saber.

―Neji, se trata de mi trabajo.

―No me quejaría si fuese alguien respetable... ―Al lado del castaño, Tenten puso los ojos en blanco.

―No todas las celebrities se meten droga o se vuelven alcohólicas ni son unas adictas al sexo. ―Hiashi carraspeó para llamar la atención a los tres jóvenes que tenían un ligero desacuerdo frente a sus ojos.

―Estamos aquí para pasar un rato agradable. Neji, por favor. Ya basta. ―Ante el reclamo de su tío, Neji bajó la cabeza y apretó los puños, con el ceño fruncido. Estaba molesto. Él siempre había protegido y cuidado a sus dos primas menores, especialmente a Hinata. Hanabi tenía una personalidad más extrovertida y un temperamento más vivo. No tenía que preocuparse en exceso porque sabía defenderse y sacar el genio cuando tenía que sacarlo; o bien convertirse en la persona más fría si la situación lo requería.

Hinata era la que siempre le había preocupado más, dado su carácter amable y con tendencia a confiar en exceso en los demás. Su buen corazón la hacía pensar que su bondad y sus buenas intenciones iban a ser siempre correspondidas en la misma medida, y había quedado claro más de una vez que aquello no era así, no en el mundo real.

Por eso se tomaba muy en serio su papel de guardián. Y aunque Naruto no le había dado motivos para preocuparse―de momento―eso no quería decir que no fuese a decepcionar o a hacer daño a su prima en un futuro, próximo o lejano. Naruto era demasiado cabeza hueca para su gusto, demasiado... simplón. No decía que fuese mala persona, todo lo contrario, ya que era honesto y amable la mayoría de las veces―salvo que te metieras con alguna de las personas más importantes para él, porque entonces saltaba y más te valía poner tierra de por medio―, pero no sabía si era el hombre adecuado para su adorada prima.

Tenten le dio un codazo; la conversación había vuelto a fluir, gracias a Naruto, a Minato, a Hiashi y a Hinata. Kushina participaba con monosílabos o frases secas. Ahí estaba el otro problema: la mujer pelirroja parecía tener algún tipo de aversión hacia Hinata, y no estaba seguro de que no fuese hacer sufrir a su prima en algún momento.

―¿Se puede saber qué te pasa?―le preguntó, con el ceño fruncido, una expresión de molestia cruzando su bonito rostro, acentuando así su ascendencia oriental―. Nunca has cuestionado mi trabajo ni a ninguno de mis clientes. Sé que al ser abogado eres más suspicaz y desconfiado que los demás, pero nunca, jamás, te habías quejado de si colaboraba o no con Hinata en su empresa o si la ayudaba con algún evento en específico. Y mucho menos la habías cuestionado a ella en su profesión. Hinata es perfectamente capaz de gestionar su propia empresa, y creo que ya lo ha demostrado con creces. Así que reflexiona y, cuando acabe la cena y estemos en casa, te aseguro que vamos a tener una charla tú y yo. Además, está muy estresada ahora mismo... no necesita a su primo persiguiéndola como un puñetero perro guardián. ―El discurso de Tenten lo dejó estupefacto; parpadeó, observando como ella se incorporaba y, con una sonrisa, entraba a formar parte de la conversación que mantenían el resto de los allí presentes.

Pestañeó, diciéndose que se estaba perdiendo de algo, de algo importante, al parecer. Conocía a su novia. Tenten no le habría hecho esa advertencia si no supiese algo que él no sabía... acerca de Hinata.

Miró para su prima, la observó concienzudamente, estudiándola, tratando de averiguar por sus gestos, sus palabras y sus expresiones faciales aquello que parecían estarle ocultando.

El camarero se acercó justo en ese momento, para preguntarles si ya habían decidido lo que iban a pedir para cenar. Absorta en la conversación y en sus propios problemas, Hinata se había olvidado de consultar la carta. Cogió una del centro de la mesa con una sonrisa de disculpa al camarero, que le hizo un gesto diciéndole que no pasaba nada. Abrió las solapas del cuadernillo y empezó a leer. Escuchó que alguien pedía un par de entrantes―unas gambas rebozadas y una empanadillas―mientras ella seguía leyendo los platos que el restaurante ofrecía. Pasó de las ensaladas, las pastas y las carnes. Si se suponía que estaba enferma del estómago no podía hacer muchos excesos. Fue directamente a la página donde se exponían los arroces y el pescado. Arroz no le apetecía mucho para cenar, la verdad. Era demasiado pesado para comer por la noche. Suspiró, pasando a la lista de los pescados. No era que no le gustaran las delicias que el mar y los ríos tenían para ofrecer, pero le fastidiaba el no poder escoger como a ella le gustaría.

Meneó la cabeza ante lo absurdo de su propio pensamiento.

―¿Señorita?―La voz del camarero la trajo de vuelta a la realidad.

Pestañeó y se dio cuenta de que todos a su alrededor la estaban observando, algunos con preocupación y otros con el ceño fruncido. Enrojeció al percatarse de que estaba siendo el centro de atención. Sonrió con disculpa al camarero y cerró su carta, tendiéndosela luego; el chico la recogió con un gesto suave de su mano, poniéndosela acto seguido bajo el brazo con las demás.

―Tomaré el lenguado a la plancha con patatas. Gracias. ―El camarero anotó su pedido y luego se giró, haciendo una leve inclinación a modo de despedida.

Naruto le cogió la mano por encima de la mesa y se inclinó hacia ella.

―¿Te encuentras bien?―le preguntó en un susurro, al tiempo que le apretaba cariñosamente la mano.

―Sí, sí, solo me perdí un momento. Perdona. ―Naruto ladeó la cabeza, pero no dijo nada, tampoco. Había decidido confiar en Hinata, y esperaría pacientemente a que ella le dijese lo que quiera que le pasaba.

Ahora, la charla fluía con más normalidad entre los comensales. Por un acuerdo tácito, habían decidido mantenerse en terreno seguro, hablando de cosas insustanciales o que todos sabían que no iban a despertar conflicto: los estudios de Hanabi―la menor de los Hyūga había decidido decantarse por la carrera de económicas, con la idea de ayudar a su padre y a Neji en la empresa familiar en el futuro―, cómo iba la liga de fútbol, si la policía estaba trabajando en algún caso importante no confidencial del que se pudiese hablar abiertamente, anécdotas que había vivido Tenten últimamente en la tienda con varios de sus clientes habituales y algunos nuevos, de cómo les iban a los antiguos amigos y compañeros de instituto que, como ellos, habían decidido volver al hogar para desarrollar su profesión...

―Oh, he visto a Sakura Haruno, ¿te acuerdas de ella, Hina?―Hinata sonrió.

―Claro que me acuerdo de Sakura, Tenten. ¿Cómo está? Hace tiempo que no sé de ella. ―Lo último que habían sabido ella y Naruto era que a la joven la habían admitido en la escuela de pre-medicina y de ahí había logrado saltar a la facultad para cursar dicha disciplina.

―Pues... creo que está haciendo su residencia aquí, en el hospital de Konoha, bajo la supervisión de la doctora Senju. ―Hinata alzó las cejas, impresionada.

Tsunade Senju se decía que era la mejor cirujana general del país. Sus aportes a la medicina habían sido abundantes; había modernizado e innovado tanto en los procedimientos médicos como en temas de investigación. Había oído que últimamente se dedicaba más a esto último, a investigación, y que hacía años que no aceptaba alumnos. La última había sido una joven llamada Shizune Katō, sobrina política de la médico, y de eso hacía ya varios años largos. Sakura debía de haber demostrado ser digna de aquel privilegio, puesto que era de sobra conocido lo difícil que era impresionarla.

Se alegraba por su antigua compañera/enemiga de instituto. Siempre había percibido la inteligencia subyacente bajo la aparente capa de superficialidad y tontería adolescente que Sakura se empeñaba en mostrar.

―Oh―soltó Naruto, alzando las cejas, sumamente interesado en aquella información.

―¿Ocurre algo, Naruto-kun?―preguntó, curiosa. Naruto negó con la cabeza, una sonrisa bailando en sus labios.

―Es solo que... ahora me explico el repentino interés del teme en ir a todas sus revisiones médicas. No se pierde una, el tío. Y ahora sé porqué'dattebayo. ―Hinata se tapó la boca para ahogar una risa―. Me alegro por ellos'ttebayo. ―Hinata le cogió la mano y asintió, apretando los dedos masculinos entre los suyos.

―Yo también.

―¡Yo tampoco sabía que Sakura-chan había vuelto'ttebane!―exclamó Kushina, repentinamente alegre―. ¿Por qué no la invitamos a comer un día a casa, Minato? ¿Tú que dices, Naruto? ¡Erais muy buenos amigos-

―Kushina―la interrumpió Minato―. Ahora no―le espetó, en un tono seco y cortante que hizo parpadear a Kushina, confusa.

―¿Qué he-

―Mamá―la cortó ahora Naruto―. Por favor. ―Kushina frunció el ceño ante su mirada suplicante.

Suspiró exageradamente, enfurruñándose y murmurando algo así que sonó a «yo solo quería ser amable y considerada'ttebane».

Minato le lanzó una mirada de disculpa a su hijo y a su nuera. Ambos negaron, quitándole importancia al asunto, ya que conocían de sobra la manera de ser y de pensar de la Uzumaki pelirroja.

El camarero escogió ese preciso momento para regresar con la comida, acompañado de uno de sus compañeros. Los comensales callaron mientras los dos trabajadores del restaurante revoloteaban en torno a la mesa, colocando ante cada uno lo ordenado para su cena.

Cuando el último plato fue depositado y las copas de vino rellenadas, los camareros se despidieron con una inclinación y se perdieron entre las mesas, para poder seguir cumpliendo con su trabajo.

El silencio imperó durante varios minutos, mientras cada uno de ellos degustaba lo pedido. Hinata agarró el tenedor y el cuchillo para pescado y empezó a cortar el pescado. Aspiró el delicioso olor que este desprendía, a las hierbas con las que lo habían aderezado. El estómago le gruñó. Tenía una pinta deliciosa. Estaba doradito, crujiente por fuera y bien cocido por dentro. Las patatas, amarillas y con una fina capa de aceite de oliva por encima le hicieron la boca agua.

Empezó por el lenguado, separando la piel para poder acceder a la carne de dentro. También hizo fuerza para separar la cabeza. Era la única parte del pez que no le gustaba.

No obstante, un olor demasiado fuerte, demasiado acre, golpeó sus sentidos al llevar a cabo dicha acción. Todo lo bien que le había hecho el pensar en el delicioso manjar que iba a poder degustar desapareció de un plumazo, dejándole solo la sensación de que todo su estómago se le ponía del revés. Sintió cómo la bilis quería subir a su garganta y tuvo que hacer de tripas corazón―nunca mejor dicho―para no montar una vergonzosa escena delante de su familia y de los padres de Naruto.

Apretó los dientes y los cubiertos que aún mantenía en la mano.

―¿Hinata?―Cerró los ojos, trató de recomponer su expresión y miró para su novio.

―¿Sí?―Naruto la miraba, preocupado.

―¿Te encuentras bien? Me ha parecido que de repente te ponías pálida... ―Trató de sonreírle, aunque, a juzgar por la extraña mueca en el rostro de Naruto, no había conseguido disipar su preocupación.

―Estoy bien...

―¿Vuelves a encontrarte mal?―Naruto suspiró―. Sabía que tendríamos que haber cancelado la cena...

―¡No, no! ¡Estoy bien! ¡Mira!―Cogió un trozo de pescado y un trozo de patata cocida con el tenedor y se lo llevó a la boca.

Le costó toda su fuerza de voluntad no escupir la comida. Masticó con todas sus fuerzas y tragó, acompañando el bocado con un buen trago de vino. Tras beber, dejó la copa nuevamente sobre el mantel y se giró otra vez hacia su novio.

―¿Lo ves?

―¿Qué pasa? ¿Te encuentras mal, nee-sama?―preguntó Hanabi, la preocupación tiñendo sus ojos perlas, característicos de los Hyūga.

Naruto se giró hacia ella para contestarle.

―Estuvo enferma la semana pasada―explicó Naruto.

―¿En serio?

―¿Por qué no has dicho nada, hija?

―¿Te encuentras bien?―Hinata sintió que se le calentaban las mejillas al sentir que era el centro de atención de un minuto para otro.

―E-estoy bien. ―Maldijo su tartamudeo―. Solo fue un malestar estomacal sin importancia. ―Naruto le lanzó una mirada, mostrando así su completo desacuerdo con esa afirmación.

Hinata suspiró. Adoraba a su novio, lo amaba muchísimo, pero a veces le molestaba que la tratase como si fuese una niña o de cristal, una cosita frágil que había que cuidar y proteger en exceso.

―Estoy bien―repitió, ahora con voz más firme, fulminando a su novio con la mirada.

Naruto suspiró, frustrado. Entendía que Hinata quisiera hacerse la fuerte, porque así era su chica: odiaba ser una carga para los demás y siempre se preocupaba más por otros que por ella, olvidándose a veces, incluso, de ella misma. Pero para eso estaba él, para recordarle que su salud y su bienestar también eran importantes.

―Bueno, ya la habéis oído. Si ella dice que está bien, es que está bien. Un malestar intestinal no es la gran cosa―dijo Kushina, bebiendo de su copa con toda naturalidad.

Su marido y su hijo le lanzaron sendas miradas. Naruto la apartó enseguida, para volver a centrarse en su novia. Estaba preocupado y no podía disimularo.

―Hina... ―Hinata respiró hondo, haciendo acopio de paciencia; ella también estaba comenzando a frustrarse.

―Que estoy bien, ¡de verdad! Solo ha sido una náusea de nada. ―Ante sus palabras, Tenten le lanzó una mirada de advertencia, Kushina se la quedó mirando, entre sorprendida y curiosa, y Minato sonrió, intentando contener la felicidad que de repente había comenzado a burbujear en su interior. Tal vez estaba sacando conclusiones precipitadas, pero... a él le haría ilusión, qué leñe.

Hinata se mordió el labio inferior. Había metido la pata hasta el fondo al decir aquello. Afortunadamente, Naruto no pareció darse cuenta de lo que sus palabras podían implicar, ni tampoco ninguno de los miembros de su familia. Su padre y su primo, como buenos hombres criados en la vieja escuela, no eran muy duchos en esos conocimientos, y Hanabi era demasiado joven todavía como para saber lo que podía implicar el que una mujer sufriera malestares intestinales o náuseas por causa de olores o sabores.

―Si te empiezas a sentir peor... ―empezó Naruto, preocupación todavía destellando en sus preciosos ojos azules.

Hinata le sonrió, relajándose al ver que nadie había dicho nada al respecto de su comentario de antes.

―Te lo haré saber. Te lo prometo―añadió, al ver que él no parecía nada convencido.

La cena retomó el ritmo perdido, transcurriendo de una manera agradable y amena. De vez en cuando, Hinata sentía los ojos violetas de Kushina clavados en ella, con sospecha, como si la pelirroja hubiese adivinado más de lo que ella misma estaba dispuesta a admitir, al menos de momento.

Terminaron los entrantes y el primer plato y luego aparecieron los camareros para recoger la vajilla y los cubiertos utilizados. Les trajeron platos limpios para el postre. Habían decidido tomar un plato cada uno, ninguno era de mucha comida, excepto Naruto, por su condición de deportista, pero había decidido hacer una excepción por aquella noche. Ya después a media noche se comería algo para compensar las proteínas que le faltaban. Si recordaba bien había sobrado algo de ramen del día anterior...

Les trajeron la carta de los postres.

―¡Oh, sí, tarta, tarta!―canturreó Hanabi, emocionada.

―Creo que ya sé lo que van a pedir por aquí, ¿eh, Hina?―los demás rieron ante la inocente pulla de Tenten hacia la Hyūga más pequeña. Hanabi hizo un mohín.

―¿Tú también vas a pedir tarta?―preguntó Kushina, como si tal cosa. Hinata pestañeó y miró para su suegra, confusa porque se hubiese dirigido a ella, cosa que nunca hacía, salvo que no le quedara otro remedio o por educación, porque había otras personas delante―entre ellas a menudo su propio hijo―y no quería que la creyeran antipática o descortés.

Miró para la carta de postres que sostenía en las manos, en cuyas páginas destellaban los nombres de deliciosos postres: algunos calientes, otros fríos y otros helados.

―Yo quiero tarta de chocolate―dijo Hanabi.

―Sí, nos lo imaginábamos―dijo Tenten, divertida, arrancando una discreta risa a todos los comensales.

―Yo quiero las trufas heladas―dijo Neji, dejando su carta junto a la de Hanabi, en el centro de la mesa. Tenten suspiró.

―Otro que peca de costumbrista. ―Neji alzó las cejas―. Son como tú: amargas y duras por fuera, pero deliciosas y sabrosas por dentro. ―Neji no pudo evitar sonrojarse.

Soltó un gruñido, cogiendo su copa de vino para beber de la misma y ocultar así su azoramiento. Los demás rieron.

―Yo quiero... un helado de vainilla con chocolate. ―Naruto sonrió a su padre.

―Tú siempre tan comedido, papá.

―Hay que mantener la línea, hijo mío. Los delincuentes no se persiguen ni se detienen ellos solitos... por desgracia. ―Nuevas risas llenaron el ambiente, aligerándolo un poco más.

―Yo quiero tarta de limón―dijo Tenten, dejando también su carta en el centro de la mesa, con las otras.

―Para mí será el pastel de crema―dijo Naruto, amontonando su carta junto a las demás.

Solo quedaba Hinata. Todos la miraron, expectantes, aguardando su decisión.

Se mordió el labio inferior, sintiendo de nuevo el nerviosismo apoderarse de su ser. Paseó rápidamente la vista por la lista de los postres que se mostraban en la carta. Se detuvo casi al final, sonriendo aliviada al ver un postre que adoraba y que, seguramente, no le haría ningún mal a su―al parecer―delicado estómago.

―Yo quiero rollos de canela. ―Su familia, Tenten y Naruto sonrieron.

―Qué raro en ti, Hina.

―Lo tuyo ya es obsesión, hermana, de verdad.

―Mi chica no sería mi chica sin sus rollos de canela. ―Hinata sintió que se sonrojaba, para acto seguido sonreír y menear la cabeza.

―No tenéis remedio... Además, no soy la única obsesionada con una comida en particular―dijo ella, mirando de manera contundente para su novio.

Naruto se ruborizó.

―¡Eh, el ramen es una comida nutritiva y, además, deliciosa!―Volvieron a reír. Hinata le cogió la mano por encima de la mesa y le dio la vuelta, para quedar palma con palma. Los dedos masculinos se cerraron automáticamente sobre los femeninos. Hinata se inclinó y le dio un pequeño beso en la comisura de los labios. Naruto sonrió y la retuvo con su mano libre de la nuca durante unos segundos, disfrutando de la calidez de esos labios que lo volvían loco.

―Sabes que te amo, obseso del ramen y todo. ―Naruto sintió que su corazón latía un poquitín más fuerte.

―Y yo a ti, mi comilona de rollos de canela... ―Un carraspeo por parte de Hiashi los hizo separarse.

La pareja se miró y se sonrió, alejándose al cabo de unos segundos para no seguir avergonzando a sus familiares y amigos.

No obstante, los ojos azules de Naruto le dedicaron una última mirada ardiente, llena de promesas que seguramente el rubio no tardaría en cumplir en cuanto llegasen a casa.

Hinata no pudo evitar sonrojarse ante aquellas promesas que veía en lo más profundo de la mirada azulada.

El camarero recogió las cartas tras anotar todos los pedidos y desapareció, reapareciendo minutos después con cada uno de los dulces solicitados. Colocó cada plato delante de cada uno de los comensales y luego se retiró una vez más.

Hinata tragó saliva al ver su dulce preferido allí, delante de ella, sobre un diminuto platito de postre. Agarró con fuerza los cubiertos para postre―un cuchillo y un tenedor pequeños―y aspiró con fuerza, probando la resistencia de su delicado estómago.

Fue casi instantáneo: el olor dulzón de los rollos de canela, en combinación con el resto de aromas igualmente dulzones, hizo a sus tripas revolverse. Volvió a sentir las náuseas, la bilis trepando por su garganta y luchando por salir por la boca.

Y, esta vez, no pudo contener las ganas de vomitar. Se levantó de un salto, agarrándose el abdomen con una mano y tapándose la boca con la otra. Los hombres presentes en la mesa se levantaron, preocupados y espantados por el comportamiento tan raro en la joven mujer.

―¿Hina-

―Pe-perdonadme... ―Salió disparada al cuarto de baño. Casi atropelló a dos camareros en su loca carrera, mientras trataba de contener las náuseas que la asaltaban.

―Iré con ella―dijo Tenten, quitándose la servilleta que mantenía en el regazo y dejándola al lado de su plato.

Naruto apartó la vista del lugar en el que su novia había desaparecido y le sonrió a Tenten, agradecido.

―Gracias, Tenten. ―La castaña sonrió y le palmeó la espalda al pasar por su lado en dirección a los cuartos de baños.

―No hay problema. ―Se quedó mirando hasta que la espalda de Tenten desapareció entre la multitud de mesas, de clientes y de camareros.

Uno de estos se acercó a la mesa, repentinamente preocupado.

―¿Hay algún problema, señor? ¿La señorita...

―Está bien―dijo Naruto, quizá algo más bruscamente de lo que el pobre currante se merecía.

―Ha estado enferma la última semana, no ha tenido nada que ver con la comida. Ha sido excelente, como siempre. Dele mis felicitaciones al chef―dijo Hiashi, diplomático.

Sus palabras parecieron quitarle un gran peso de encima al camarero, quien hizo una leve reverencia y volvió a su puesto de trabajo.

En uno de los lados de la mesa, Kushina estaba con los dientes y los puños apretados. Ella sospechaba lo que podía estarle sucediendo a la chica mayor de los Hyūga. Y si sus sospechas resultaban ser ciertas...

―Ni una palabra. ―La voz de su marido la trajo de vuelta a la realidad.

―¿Qué... ―Minato suspiró.

―No dirás nada, ni una palabra. Sé lo que estás pensando, Kushina, pero no nos corresponde a nosotros, ni a ti ni a mí, hacer conjeturas ni decirles nada. Deja que lo hablen y lo arreglen ellos solos. Ya son adultos en una relación adulta.

―No deben de ser muy adultos cuando...

―¿Acaso sabes cómo son sus relaciones íntimas?―Kushina enrojeció, en parte por la pregunta y en parte por el tono acusatorio―. Kushina, déjalos. Naruto es mayorcito. No puedes meterte en su vida como cuando era un niño. ―La pelirroja gruñó, claramente disconforme con el análisis de la situación que estaba haciendo Minato.

Una madre jamás dejaba de preocuparse por sus hijos.

Jamás.





―Oh, Hinata... ―Tenten cerró la puerta del cuarto de baño de señoras y puso el pestillo, para que nadie entrara de improviso y pillase a su amiga doblada sobre el váter, echando hasta lo que no tenía dentro.

―E-estoy bi- ―Una nueva arcada interrumpió su frase, tan repetido a lo largo de aquella tarde y noche.

Tenten suspiró y se puso detrás de ella, recogiéndole la espesa melena negro azulada hacia atrás para sujetársela y evitar así que se manchara. Le frotó también la espalda, arriba y abajo, con la mano libre, tratando de relajarla y haciéndola sentir mejor.

Cuando el estómago de Hinata pareció calmarse, la chica bajó la tapa del váter, tiró de la cadena y se dejó caer sobre la tapa, como una muñeca desmadejada, pálida, con algunos mechones revueltos y los brazos flojos a cada lado del cuerpo. Tenten se acercó al lavabo y se mojó una mano, sacudiéndola un par de veces para no ir salpicando el suelo. Luego volvió junto a Hinata y le mojó la frente, las mejillas y la nuca, refrescándole la piel.

―No, no estás bien―dijo al fin la castaña―. La cena ha ido... bueno, como ha ido, y tú ya estabas estresada por lo tuyo, así que... era normal que tarde o temprano estallaras. ¿Sabes eso que se dice? ¿Eso de que cuanto más intentas no pensar en algo más se empeña ese algo en aparecer en tu mente?―Hinata curvó los labios en un amago de sonrisa.

―No lo he hecho muy bien, ¿verdad?

―¿Sinceramente? En una escala del uno al diez... un menos cincuenta. Eres la peor actriz que he visto nunca. Así que si tu plan era hacerte rica y famosa en Hollywood, ya puedes irte olvidando del tema porque, chica, ¡nunca he visto a nadie actuar tan pero tan mal!―Hinata hizo un ruidito que sonó a risa y Tenten sonrió, apartándose al fin de ella.

Se secó la mano con el papel que había colgado de un dispensador al lado de la pila y lo tiró acto seguido en la papelera de debajo.

―Naruto-kun...

―Estaba preocupado. No puedes culparlo. Estuviste enferma hace tan solo unos días y tú tampoco eres de las que se enferman a menudo...

―No. ―Coincidió Hinata, sacudiendo la cabeza; todavía tenía la mente embotada por las náuseas y el dolor de estómago de minutos antes.

―Deberías hablar con él. ―Hinata miró para Tenten y abrió la boca; Tenten le pidió con la mano que la dejara continuar―. Tiene derecho a saberlo, Hina. Y no creo que vayas a librarte. Esta realmente alterado por tu extraño comportamiento. Te quiere y se preocupa por ti. ―Hinata sintió que algo cálido se expandía por su interior, llenándola.

―Sí, eso lo sé.

―Pues entonces confía en él. Cuéntale tus sospechas...

―Pero... ¿y si luego resulta en nada? ¿Y si no le gusta la idea? ¿O si sí le gusta pero luego no es nada y se lleva una desilusión? ¿Y si me culpa por darle esperanzas-

―¡Para, para, para! ¡No te embales!―Tenten se aproximó nuevamente a Hinata; tomó los delgados hombros de su amiga en sus manos y la ayudó a ponerse en pie, mirándola fijamente a los ojos.

―No lo sabrás hasta que no hables con él, Hina. Y te sugiero que lo hagas pronto. Hoy. El pobre debe de estar comiéndose las uñas de la preocupación. ―Hinata sonrió, una sonrisa leve, pero una sonrisa, al fin y al cabo―. ¡Así me gusta! Venga, volvamos. Yo también tengo a un hombre grande y preocupado al que calmar. ―Tenten se dio la vuelta y descorrió el pestillo.

―Tenten... ―La aludida se volvió, mirándola por sobre el hombro―. Gracias. ―Tenten sonrió.

―De nada. ―Abrió la puerta y ambas salieron por fin del cuarto de baño, atravesando el restaurante de nuevo hasta su mesa.

―¡¿Estás bien?!―preguntó Naruto, levantándose de su silla y abalanzándose sobre su novia, tomándola por los hombros.

Hinata le sonrió. Se adelantó unos pasos y le rodeó la cintura con los brazos, apretando la mejilla contra su pecho. Aspiró con fuerza, dejando que el olor a limpio de su camisa y a su loción de afeitar la hiciera sentir mejor.

―Estoy bien... ―Confuso―aunque encantado por la espontánea muestra de afecto―Naruto la abrazó de vuelta.

―¿Seguro que te encuentras bien?―preguntó Hanabi, rodeando la mesa para acercarse a su hermana mayor; le tocó el brazo para llamar su atención, preocupación por todo su semblante.

―Sí, Hanabi, no te preocupes. ―La menor pareció darse por satisfecha, sobre todo viendo que los protectores brazos de su cuñado se cerraban con celo en torno al cuerpo de su hermana, como si quisiera salvaguardarla de todo lo malo que había en el mundo.

―Pero-

―Neji, ha dicho que está bien―dijo Tenten, cogiendo el brazo de su pareja y obligando al Hyūga a sentarse nuevamente. Neji la miró, con el ceño fruncido―. No montes una escena. Deja que Hinata se encargue. Ya es mayorcita, ¿no crees?―Él bufó, pero se abstuvo de comentar nada.

Un poco más allá, Hiashi se levantó y también se acercó a su hija y a su―futuro―yerno, preocupación también filtrándose por toda la expresión de su rostro.

―Hinata...

―Estoy bien, papá. De verdad. No era mi intención preocupar a nadie... ―Hiashi y Naruto suspiraron al unísono.

―Eso lo sabemos, Hina. Pero, aun así, nos has dado un susto de muerte... ―Hinata enrojeció; se sentía culpable por hacer que todas las personas que la querían se angustiasen por su causa.

―Lo siento... ―Naruto suspiró una vez más. Le acarició los brazos y sacudió la cabeza.

―No te disculpes. No es como si te hubieses enfermado a propósito. ―Echó un vistazo para su postre a medio comer y para el plato de Hinata, que todavía no había ni tocado―. ¿Quiere irte?―preguntó, con cautela. Por él cogían los abrigos, pagaban la cuenta y se largaban del restaurante en ese mismo instante.

Pero conociendo a su novia, era más que probable que no quisiese dejar colgados a sus familias. Le sentaría fatal irse así, sin más.

―No―negó Hinata, moviendo la cabeza de un lado a otro, confirmando así sus sospechas―. Quiero decir... no hace falta. Ya... ya estoy mejor. Terminad vosotros el postre. Con tranquilidad.

―¿Seguro?―preguntó Hanabi, nada convencida. Su hermana no se veía para nada bien. Estaba pálida, más de lo que era normal en ella, y parecía agotada de repente, como si todo el peso del mundo hubiese caído de pronto sobre sus frágiles hombros.

―Seguro. De verdad, papá, Neji, Kushina, Minato. Sentaos y disfrutad del postre. ―Le dio un apretón a una de las manos de Naruto que todavía se mantenían sobre sus hombros y luego fue a sentarse en su asiento. Naruto se apresuró a separarle la silla y a empujarla despacio, con cuidado, hacia delante, acercándola a la mesa. Hinata hizo una mueca al ver los deliciosos rollos de canela que esperaban sobre su propio platito de postre. Con un suspiro los apartó, casi con aversión.

―¿Sabes?―habló de pronto Kushina, dando buena cuenta de su propia tarta―. Yo también me sentía fatal cada vez que veía dulces. Me entraban náuseas por el olor dulzón de la mayoría. Es lógico y normal... ―Automáticamente, varios pares de ojos se volvieron hacia ella, algunos curiosos y otros suspicaces.

―Mamá, ¿qué estás tratando de decir?―preguntó Naruto, confuso. Un poco más allá, Tenten frunció el ceño, clavando sus orbes marrones en Kushina, como si quisiera hacerla desaparecer.

―Kushina―llamó Minato. La aludida se encogió.

No había podido resistirse. ¡Es que tenía que hacer algo! Además, igual y ni había sido un accidente... Dios sabía que a lo largo de la historia muchas mujeres habían usado el mismo truco sucio para atrapar a los hombres. Y su Naruto era, sin lugar a dudas, un muy buen partido a tener en cuenta: alto, guapo, honesto, trabajador y... rico. No era por presumir y tampoco es que él fuese por ahí anunciando su fortuna o despilfarrando el dinero, pero todos sabían más o menos lo que ganaba. Era un deportista de élite, al fin y al cabo, conocido en todo el país.

―Nada, nada. Solo digo que es normal...

―Kushina―advirtió Minato por segunda vez.

―... en ciertas situaciones. ―Naruto pestañeó.

―¿Ciertas situaciones? No entiendo... ¿Qué... qué estás tratando de decir'ttebayo?

―Nos vamos. ―Minato se arrancó la servilleta del regazo, la tiró sobre el mantel sin cuidado ninguno y agarró a su mujer de la mano, tirando de ella con brusquedad para ponerla en pie.

―¡Oye, ¡¿qué-

―Hiashi, Naruto, Hinata. Perdonadnos, pero será mejor que nos vayamos. ―Hiashi, confuso, estrechó la mano que el rubio mayor le tendía.

―Claro... no hay problema.

―Papá... ―Minato abrazó a su hijo, con fuerza.

―Habla con Hinata, hijo. Estoy seguro de que ella te lo aclarará todo. Y perdona a tu madre. Ya sabes cómo es. ―Confundido por la actitud de sus progenitores, Naruto correspondió el abrazo y asintió.

Lueog, el matrimonio salió del restaurante, Minato prácticamente arrastrando a Kushina por todo el establecimiento hasta la puerta de entrada.

―Creo que nosotros también deberíamos marcharnos―dijo Tenten, levantándose y dejando su servilleta sobre el mantel.

――Pero... ―trató de protestar Neji.

―Ahora―dijo ella, lanzándole una mirada que Neji fue incapaz de ignorar, ya que era su mirada de "hazme caso o te hago dormir en el sofá durante una semana".

Resignado y enfadado a partes iguales, frustrado por no saber lo que estaba ocurriendo con Naruto y Hinata, Neji se despidió con reticencia de su tío, de sus primas y del rubio, estrechándole a este último la mano con un pelín más de fuerza de la necesaria. Naruto sonrió, tranquilo, no intimidado para nada por el Hyūga. Ya se conocía las reacciones de Neji a todo lo que pudiera implicar un potencial peligro para sus primas.

Finalmente, Hiashi optó también por irse, viendo que no pintaba nada allí de carabina. Además, Hanabi parecía demasiado ansiosa por saber, y debía sacarla del restaurante antes de que empezase a bombardear a la pareja a preguntas, sin parar hasta obtener las respuestas que deseaba.

―Nosotros también nos vamos, hija. ―Hanabi pestañeó y miró para su padre.

―¿Ah, sí?―dijo la castaña menor. Hiashi la miró, serio.

―Sí. ―Hanabi suspiró.

―Vale, sí. ―Se levantó y se acercó a su hermana mayor, para abrazarla a modo de despedida―. Ya me contarás―le susurró antes de soltarla y alejarse junto con su padre hacia la salida.

Cuando al fin se vieron solos, Naruto se giró hacia su novia, quien parecía pálida y de pronto muy, muy cansada.

―¿Hina?―Ella levantó los ojos hacia él―. ¿Qué está pasando? ¿Hay algo que yo no sepa?―preguntó, receloso.

Hinata se dio la vuelta, rascándose el brazo. De repente sentía mucho frío.

―¿Podemos irnos, por favor?―preguntó, en un susurro. Naruto la cogió de un hombro y la obligó a girarse. Se le encogió el corazón al ver la desolación que teñía el rostro de su chica.

―Hinata...

―Aquí no. Por favor. ―Naruto asintió, despacio.

―En casa. ―Hinata cabeceó.

―En casa, sí. Hablaremos... hablaremos en casa. ―Naruto llamó a un camarero para pedirle la cuenta y sus abrigos.

Salieron del local y pidieron cada uno su coche. A pesar de que no lo deseaba, Naruto tampoco quería dejar ninguno de los dos vehículos allí hasta la mañana siguiente, más que nada porque no tenía a nadie que pudiese írselo a buscar. Así que, con paciencia, condujo hasta su casa mientras Hinata lo seguía en su propio coche, a poca distancia. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no pisar el acelerador a fondo para llegar a su destino.

¡Estaba enfadado, maldita sea! No solo se les había ido la noche al garete, ¡sino que su plan original también se había ido al traste! ¡Completamente! Gruñó, frustrado, golpeando el volante con el puño.

Estaba claro que lo de hacer planes no era lo suyo, no señor.

Tal vez debería haberse dejado de tanta tontería y tanta cursilería y haberlo llevado a cabo sin más, aquella mañana, cuando la tenía tumbada sobre la cama con el pelo revuelto y su delicioso cuerpo envuelto en una suave bata de andar por casa. Desde luego, habría sido mejor que la horrible noche por la que habían pasado.

Llegaron al que era su hogar y aparcaron: uno en el garaje y el otro justo detrás, en el camino de entrada. No había sitio en el garaje para ambos vehículos.

Abrió la puerta, trabó la cerradura dándole al botoncito que había en el mando y esperó a que Hinata hiciese acto de presencia. Tras varios minutos, la puerta del coche de su novia se abrió y ella salió del mismo, con lentitud, como si le costara todas sus fuerzas hacer hasta el más mínimo de los gestos.

Naruto se apresuró a llegar a su lado.

―¿Estás bien? No deberías haber conducido tú sola hasta casa'dattebayo. ―Hinata suspiró y sacudió la cabeza, como diciéndole que no estaba cansada por eso.

Se giró y echó a andar hacia la casa. Sacó las llaves de su bolsito y abrió la puerta. Encendió la luz al entrar e instantáneamente se sintió mejor. Entrar en el hogar que compartía con Naruto, con el amor de su vida, siempre la hacía sentir mejor. Como si de alguna manera la casa no le permitiera ser infeliz entre sus paredes, obligándola a dejar fuera todos los problemas y las preocupaciones.

Naruto la siguió al salón, cerrando la puerta tras de sí y echando la llave, como hacía siempre que llegaba el último. Vio a Hinata dejar el bolsito sobre uno de los sillones y luego respirar hondo, irguiéndose, como si se estuviera preparando para algún tipo de batalla campal.

―Hinata... ―Hizo amago de acercarse para estrecharla entre sus brazos, para decirle que todo iría bien, que nada podía ser tan terrible como ella parecía pensar...

Pero una pálida mano femenina levantada se lo impidió. Se detuvo a escasos pasos de ella, con las manos crispadas y un rictus de disconformidad en la cara. Pero le dejó su espacio, aun así.

―Antes... antes de nada―empezó diciendo Hinata, girándose hacia él para mirarlo por fin a los ojos―, ne-necesito que sepas que no lo sabía... no lo sé... aún. Te-tenía... tengo, mis sospechas... pero no hay... no hay nada confirmado... todavía. ―Naruto pestañeó, confuso.

―Hinata―llamó, con la voz ronca, los vellos de la nuca erizados―. ¿Qué... qué estás intentando... decirme?―Casi sin quererlo, sus orbes azules siguieron el movimiento de una de las manos de su novia, que se posaron con delicadeza sobre el vientre femenino, acariciándolo en círculos. No pudo evitarlo: los ojos se le abrieron como platos, se le llenaron de gruesas lágrimas y un nudo se le formó en la garganta, imposibilitándolo para hablar.

Se quedó allí, de pie, delante de Hinata, estático. Prácticamente catatónico.

―Yo... cre-creo que... podría estar embarazada... ―Sin esperárselo―pero para nada―de pronto se vio rodeada por los brazos de su novio, un abrazo apretado que la hizo despegar los pies del suelo hasta verse balanceándose en el aire, mientras Naruto no sabía si reír o llorar, con el rostro enterrado en su cuello.

―Estás... Tú estás... ¡Dios santo! ¡Lo estás!―La abrazó más fuerte y rio, mientas las lágrimas comenzaban a caer también por sus bronceadas mejillas―. ¡Estás embarazada! ¡Estás embarazada! ¡Estás embarazada!―repitió, mientras daba una vuelta con ella en el aire.

Hinata chilló y se agarró a sus antebrazos, en parte aliviada y en parte asustada por su extraña reacción.

―¡Naruto-kun, bájame!―Dejando salir una carcajada, Naruto la volvió a poner en el suelo. Cuando Hinata se vio de nuevo sobre sus dos pies, fue que levantó la cabeza para mirarlo, analizando, midiendo su reacción―. No estás... e-es decir... ¿n-no estás enfadado?―La sonrisa se borró lentamente del rostro de Naruto, siendo sustituida por un ceño fruncido; casi parecía molesto por sus palabras.

―¿Y por qué habría de estarlo? ¡Un bebé, nena! ¡Un bebé! ¡Estoy que no quepo en mí de felicidad'dattebayo!―Poco a poco, la alegría que desprendía su novio fue contagiando a Hinata, hasta que ella también estuvo riendo y llorando a la vez.

―No es lo que habíamos planeado―dijo unos minutos más tarde, cuando estaban los dos sentados en el sofá, acurrucados el uno contra el otro, Naruto tumbado de lado con la mejilla apoyada contra su estómago, como si quisiera asegurarse de hubiera un bebé ahí dentro; Hinata le acarició los cortos cabellos rubios, sonriendo, más relajada que nunca esa noche―. Y tampoco es algo seguro... sabes que puede ser que tenga simplemente un retraso... ―Naruto levantó la cabeza y la miró por entre sus pestañas doradas.

―¿Por qué quieres quitarle la ilusión'dattebayo?―Hinata parpadeó―. Además, en caso de que no haya un bebé ahí dentro... ―Se incorporó y atrapó sus labios en un beso persuasivo, demandante. Un beso pensado para seducirla. Hinata suspiró, abriendo los labios para él, dejando que sus lenguas se encontraran y se enredaran―... siempre puedo.. ya sabes... ponerlo ahora mismo. ―Hinata se sonrojó en el acto, hasta las raíces del cabello.

―¡Naruto-kun! ¡No es gracioso!―Lo empujó para separarlo de ella y hablarle con seriedad, el momento de conmoción ya había pasado, y ahora necesitaban hablar seriamente, como los adultos que eran. Naruto suspiró, resignado, sentándose bien al lado de Hinata―. Un bebé no es un juguete. Un hijo... sería algo muy gordo, Naruto-kun.

―Lo sé'ttebayo.

―Un bebé implica compromiso...

―Cosa que ya tenemos...

―... responsabilidad...

―Somos responsables. Bueno, tú más que yo... lo admito. Pero podremos con ello.

―... dinero...

―No somos pobres, precisamente, nena.

―... un entorno estable...

―Cosa que también tenemos. ―Hinata miró para el techo, como pidiendo paciencia―. No, Hina, en serio. Mírame. ―Ella obedeció al sentir el gentil toque de los dedos masculinos en su barbilla―. ¿Qué es lo que ocurre? Sé que asusta... pero... un hijo, nena, un niño o una niña que sería mitad tú y mitad yo'ttebayo. ¿No te lo imaginas? ¿No te lo has imaginado nunca?―Claro que sí, quiso decir ella, numerosas veces. Demasiadas como para contarlas.

―Pensé... pensé que te lo tomarías peor―dijo ella, sintiendo las lágrimas acudir de nuevo a sus ojos; sorbió los mocos y se frotó la nariz. Naruto sonrió, con ternura, y alargó la mano para coger un pañuelo de papel del paquete que guardaba en un bolsillo de la chaqueta, olvidada en el respaldo del sofá.

―Llorona―le dijo, mientras ella se sonaba y se limpiaba los mocos.

―Cállate―le dijo, golpeándole juguetonamente en el hombro.

Naruto la estrechó contra sí, depositando un beso en su coronilla que la hizo volver a soltar lágrimas incontenibles. Se pasó el pañuelo sobre el rostro una vez más y cogió otro que Naruto ya le ofrecía.

―Jamás me lo hubiera tomado a mal, Hina. No es algo planeado, es cierto, y se suponía que estábamos protegidos, pero ningún sistema anticonceptivo es fiable al cien por cien, ni siquiera los condones. ―Ahí, Hinata tuvo que darle la razón―. Te quiero, y querré a ese niño... esté ya aquí o no―dijo, posando una mano sobre su abdomen y abriendo los dedos para abarcar lo más posible. El calor de esa mano traspasó la tela del vestido, casi quemándola.

Cerró los ojos y respiró hondo, tratando de calmarse. «¡Contrólate!» se dijo. «¡No es el momento!».

―¿Sabes? Yo tenía un plan esta noche―confesó Naruto de pronto, haciendo que Hinata lo mirase, confusa.

―¿Un plan? ¿Qué plan?―Por toda respuesta, Naruto dejó de abrazarla y se levantó. Rebuscó en uno de los bolsillos de su pantalón hasta sacar un objeto pequeño, cuadrado, extremadamente parecido a una caja... una caja pequeña.

Hinata sintió que se le cortaba la respiración cuando lo vio hincar una rodilla en el suelo, frente a ella.

―Oh, Dios mío...

―Querría... querría haber hecho esto de otro modo... era una sorpresa―musitó, rojo por la vergüenza.

―Naruto-kun...

―Hinata Hyūga, durante todos estos años que llevamos juntos me has hecho el hombre más feliz del mundo y ya no puedo concebir una vida sin ti. Así que... ¿me harías el inmenso honor de casarte conmigo?

―Oh, Dios mío... oh, Dios mío... oh, Dios mío...

―¿Solo... solo vas a decir eso?

―¿Qué? ¡No! ¡No, es decir... sí! ¡Sí, sí, SÍ!―Se tiró a sus brazos, lanzándolos a los dos al suelo

Naruto rio y la estrechó de nuevo contra él, enterrando la cara en sus cabellos del color de la medianoche, sintiendo la felicidad desbordar por cada uno de sus poros. Hinata apoyó las manos en su pecho y se levantó un poco, mirándolo avergonzada por su infantil comportamiento. Él le sonrió brillantemente, tomando una de sus manos entre las suyas, para deslizar el anillo en el dedo anular de su prometida...

Prometida. Qué bien sonaba esa palabra. Sobre todo si la asociaba con la preciosa mujer que tenía ahora mismo sobre sí, mirando con la felicidad destellando en sus bonitos ojos perlas para la joya que ahora le pertenecía. Entrelazó los dedos con los de esa misma mano y llevó ambas extremidades adonde le latía fuertemente el corazón.

―Te amo, Hinata. ―Hinata sintió que las lágrimas desbordaban nuevamente de sus ojos.

―Y yo a ti, Naruto-kun. ―Se fundieron en un beso cargado de sentimientos. Pronto los traviesos labios masculinos abandonaron su boca y se deslizaron juguetones por su mentón, su garganta, su cuello... ―. Naruto-kun...

―¿Sabes? Podríamos celebrarlo... ―Hinata cerró los ojos y gimió, sintiendo la erección masculina contra sus muslos, cuando Naruto empujó suavemente contra ella.

―Me encantaría―dijo Hinata, posando las manos en las bronceadas mejillas de su prometido... prometido, qué bien le sonaba esa palabra asociada a Naruto... ―. Pero... estoy muy cansada. ¿Podríamos... podríamos dejarlo para otro día...?―Una sombra de decepción oscureció durante un instante los ojos azules del rubio.

Suspiró y negó con la cabeza. Era de esperar, se reprochó, no debería habérselo insinuado siquiera. Era lógico que Hinata no tuviese ganas de hacer el amor, había pasado por mucho esa noche... Aguantaría. Como el hombre que era, aguantaría.

―Claro que no, nena. Debí suponer que estarías cansada. Ven, vamos a dormir. ―Se puso en pie y luego la ayudó a levantarse, frunciéndole el ceño en cuanto la tuvo de pie―. Por cierto, no deberías haberte tirado así. ¿Y si el bebé...

―El bebé estará bien... bueno, en caso de que haya bebé... ―susurró Hinata. Una amplia sonrisa tiró de los labios de Naruto.

―Oh, no hay por qué preocuparse, estoy seguro de que si no lo hay... pronto lo habrá―dijo él, planeando ya tirar por el váter la siguiente dosis de la inyección de Hinata, que guardaba en el armarito del baño privado de su dormitorio.

―¡Naruto-kun!―exclamó ella, persiguiéndolo escaleras arriba mientras él reía, con esa risa ronca que hacía a sus piernas temblar y a su corazón acelerarse.

Suspiró, resignada, sabiendo que esa batalla ya la tenía perdida de antemano.

Porque amaba a ese hombre. A Naruto Uzumaki.

Más que a nada ni nadie en el mundo.

Y amaría a cualquier hijo que el destino tuviera a bien darle, siempre y cuando el orgulloso y feliz padre fuese él y nadie más que él.





El timbre sonó en casa de Minato y Kushina temprano a la mañana siguiente. Naruto había dejado a Hinata plácidamente dormida en la cama que ambos compartían, a resguardo del frío de la mañana. Había llamado a Ino y a Konan y les había dicho que si podían encargarse ellas por ese día también. Había surgido algo y Hinata no podría ir a trabajar.

―Claro, Naruto, sin problema, pero... ¿ocurre algo? Normalmente, si Hinata quiere un día libre, es ella la que lo anuncia...

―Todo va genial, Ino. De verdad―añadió, al percibir la vacilación en su antigua compañera de instituto―. Es solo que... se encuentra indispuesta―dijo, rezando para que su chica no lo matara en cuanto se diese cuenta de que había dispuesto de su tiempo como a él le había parecido oportuno.

Pero era innegable que necesitaba descansar. Así que, tras colgarle a Ino, se había vestido y había salido de casa. Paró a comprar un desayuno por el camino, para él y para sus padres. Minato estaría a punto de salir para la comisaría y seguro agradecía el café recién hecho y los donuts calentitos, recién salidos del horno. Sonrió. Era una broma que tenían entre ellos, desde hacía años. A Naruto le había gustado pincharlo, de niño y adolescente, con el estereotipo de los policías y los donuts.

También había cogido para su madre: un descafeinado con leche―ni de coña le daba cafeína a su madre―y un bollo relleno de crema, su favorito.

La puerta se abrió al fin y apareció el rostro ojeroso de su progenitora. Naruto alzó las cejas al verla, preocupado.

―¿Mamá? ¿Te encuentras bien?―Kushina parpadeó y miró para su hijo, tardando unos segundos en reconocerlo.

―¡Naruto! ¿Qué haces aquí? Es decir, ayer...

―Oh, no te preocupes por ayer. Está todo arreglado―dijo, echando a un lado el cuerpo de su madre para entrar en la casa. Minato estaba en la cocina, preparándose un café o, al menos, intentándolo, dado que sus manos no parecían muy colaboradoras en lo que a coordinación se refería esa mañana.

―Eeeeeeeh... creo que ya puedes dejar eso, papá. Mira, ¡traigo gasolina'ttebayo!―Minato se volvió y se sorprendió al encontrarse a su único hijo de pie, en medio de la cocina, sosteniendo un cartón con tres cafés grandes y una caja que sin duda contenía deliciosos, deliciosos donuts.

―Naruto... ¡Naruto! ¿Qué haces aquí?―Naruto borró su sonrisa y ladeó la cabeza, con el ceño fruncido.

Dejó las cosas sobre la isla de la cocina y se cruzó de brazos.

―Vale, ¿qué es lo que pasa'ttebayo? Mamá y tú estáis muy raros'ttebayo, más de lo normal. Y exijo saber qué leches ocurre. ―Ambos integrantes del matrimonio se miraron para acto seguido desviar la vista.

―Tu padre y yo... tuvimos un... desacuerdo, anoche. Es todo―dijo Kushina, visiblemente incómoda.

Naruto pestañeó y luego se los quedó mirando, con la boca ligeramente abierta por la sorpresa.

―¿Habéis... habéis discutido? ¿Vosotros?―Ambos se removieron, ansiosos, y asintieron―. ¿Por qué?―preguntó, intrigado.

Minato suspiró y Kushina se negó a mirar a ninguno de los dos hombres a la cara, poniéndose a juguetear nerviosa con unos hilos sueltos de su bata, que todavía llevaba puesta. Aún no se había vestido para empezar el día, cosa rara en ella, puesto que solía ser como un huracán en cuanto se levantaba de la cama.

―Oh, por nada... una simple diferencia de opi-

―Por ti―contestó Minato, interrumpiendo a su mujer. Kushina lo miró, horrorizada. Naruto pestañeó por segunda vez en escasos minutos.

―¿Por mí? ¿Cómo que por mí?―Minato se encogió de hombros, dando un sorbo a su café y agarrando un donut recubierto de chocolate de la caja que Naruto había dejado abierta frente a ellos―. ¿Por qué por mí?―insistió Naruto, reacio a abandonar el tema así como así.

Kushina se mordió el labio inferior, viendo de reojo a su esposo, que no parecía dispuesto a ayudarla. La había dejado sola ante el peligro, y ahora debía enfrentarse a su hijo de una vez por todas y confesarle todos sus temores al respecto de esa chica Hyūga con la que llevaba años encandilado.

―Pues... Naruto, tú sabes que tu padre y yo nos preocupamos por ti... ―Naruto sonrió, relajado, creyendo que tal vez era por la escena de Hinata de ayer.

―Claro que lo sé, mamá. Pero... ahora ya no vas a ser la única con esa tamaña responsabilidad'dattebayo―dijo, sonriente.

Minato y Kushina se lo quedaron mirando, interrogantes.

―¿Qué quieres decir?―preguntó Minato, sospechando ya lo que su vástago les diría.

Naruto hinchó el pecho, con orgullo, felicidad escapando por cada uno de los poros de su piel.

―Voy a casarme. ―Tanto Kushina como Minato abrieron los ojos como platos: la primera con horror, el segundo con una mezcla de orgullo, aprobación y alegría.

―¡Felicidades, campeón!―Naruto rio mientras su padre le daba un fuerte abrazo acompañado de fuertes palmadas en la espalda, sonrojado al escuchar aquel apodo que hacía años que no escuchaba, desde que había entrado en la pubertad, concretamente, y había decidido que era demasiado mayor para ello; y así se lo había hecho saber a su padre.

―Gracias, papá. ―Se soltó de su progenitor y miró para su madre, que parecía clavada en el suelo, anonadada, incapaz de creerse lo que sus oídos habían escuchado. Abrió los brazos, todavía la sonrisa ancha plasmada en su rostro―. ¿Qué? ¿No hay abrazo'ttebayo?―Kushina miró para aquellos brazos bronceados, con los músculos bien definidos gracias a las horas de entrenamiento, aquellos brazos que había visto pasar de ser delgados y enclenques a ser capaces de lanzar un balón con todas sus fuerzas campo a través o a sostener el peso de una mujer como si fuera lo más delicado y precioso del mundo.

Sacudió la cabeza cuando una imagen de su hijo y Hinata juntos invadió su cabeza. Cosa lógica, por otra parte, teniendo en cuenta que era la única novia que le había conocido...

―Naruto―llamó su madre, con la voz firme. El rubio borró su sonrisa y bajó los brazos, ahora receloso. Su madre no mostraba la alegría que debería―. ¿Cuándo... cuando se lo pediste?―Naruto ladeó la cabeza, confuso por la pregunta.

―Ayer por la noche, en casa... ―Kushina tragó saliva, haciendo acopio de valor para seguir con el interrogatorio, bajo la atenta y reprobatoria mirada de su marido.

―Y... ¿por qué... por qué exactamente se lo pediste?―Naruto frunció el ceño.

―¿Por qué va a ser?―Rio, como si su madre le estuviese gastando una broma―. ¡Pues porque la quiero, mamá, obviamente! ¡Y quiero pasar el resto de mi vida a su lado! Como tú y como papá... ―Miró para su padre, que le sonrió por encima de su vaso de café, considerablemente más animado que cuando lo había visto al entrar por la puerta.

―Entonces... no fue por... ―Un escalofrío bajó por la espalda de Naruto, las piezas del puzle al fin encajando una a una en su lugar.

―Mamá... tú... ¿crees que le pedí a mi novia que se casara conmigo porque está embarazada?―Kushina abrió los ojos a más no poder y retrocedió unos pasos, como si la mera idea la repudiara.

―¿Lo está?―preguntó Minato, interesado y esperanzado a partes iguales. Naruto negó con la cabeza.

―No lo sabemos seguro, por ahora es solo una sospecha...

―T-tú... ¿lo sabías?―preguntó Kushina, en un hilo de voz apenas audible. Naruto suspiró.

―No, no lo sabía. Me lo dijo ayer, al llegar a casa. Cuando os fuisteis todos empezaron a marcharse también y decidimos irnos nosotros también, no pintábamos nada solos, en mitad del restaurante... ¡Y menos mal que me lo explicó, porque ya estaba con los nervios de punta por si era algo más grave'ttebayo!

―¡Es grave, Naruto'ttebane!―estalló Kushina, sin poder soportarlo un segundo más.

Ahí estaba su hijo, su niño, su pequeño, a punto de cometer el peor error de su vida... ¡y no se daba cuenta!

―¿Mamá?―llamó, en voz baja, sorprendido por su estallido―. ¿Qué...

―¡¿Es que no te das cuenta?! ¡Lo ha hecho a propósito'ttebane!―Naruto pestañeó, sin entender del todo lo que su progenitora le decía―. ¡Y luego se ha hecho la inocente! ¡Seguro que hasta lloró y todo, para resultar más convincente!―Minato puso los ojos en blanco y suspiró, girándose para terminarse su café, negándose a ver la escena tan lamentable que su esposa estaba haciendo en medio de la cocina.

Amaba a Kushina, con toda su alma. Pero había cosas por las que no podía pasar. Y el cuestionar el amor que Hinata le tenía a Naruto o el que Naruto le tenía a Hinata era una de ellas. Él había visto el afecto, el cariño, el amor puro y sincero que los dos jóvenes se habían profesado desde el inicio de su relación.

Nadie podía fingir las estrellas que Hinata tenía en sus ojos cuando miraba a Naruto, o lo mucho que brillaban los de Naruto cuando la observaba, relajado, haciendo hasta la más insignificante tarea cotidiana, como si le bastase tenerla a ella en la misma habitación haciéndole compañía para ser feliz.

―Mamá...

―¡No te dejes engañar! ¡Es un truco que las mujeres han-

―¡MAMÁ, YA BASTA! ¡NI UNA PALABRA MÁS'DATTEBAYO!―Kushina cerró la boca con los ojos desorbitados. Naruto nunca le había gritado, jamás. El rubio menor suspiró y se llevó los dedos al puente de la nariz, para masajearlo―. ¿Sabes? Siempre he sabido que le tenías manía a Hinata, no sé por qué razón, pero tampoco me importaba. Esperaba que, con el tiempo, vieras lo feliz que ella me hace y llegases, sino a quererla como a una hija, al menos a aceptarla, simplemente porque yo la amo y ella me ama a mí. ―Suspiró de nuevo, clavando ahora la vista en su madre―. No voy a consentir que la insultes diciendo que se ha quedado embarazada a propósito para atraparme, porque no es así. Ha sido inesperado, sí, pero, ¿un error? Nunca―dijo, con voz firme, dejando en claro su opinión al respecto.

―Naruto...

―No, mamá, no pienso escuchar una sola calumnia más contra la mujer que va a convertirse en mi esposa.

―¡Pero, hijo, escú-

―¡No! Ya he dicho todo lo que tenía que decir. Ayer le pedí a Hinata que se casara conmigo, ella dijo que sí y ahora estamos comprometidos. Fin de la historia. ―Se volvió hacia su padre, con un sabor amargo en la boca. Había llegado allí esa mañana con toda la ilusión del mundo, feliz por poder compartir la noticia de su reciente compromiso con sus padres, creyendo sinceramente que se alegrarían por él, que lo felicitarían y luego lo celebrarían, tal vez los cuatro juntos―él, sus padres y Hinata―, yendo a comer a algún sitio o así―. Gracias por la enhorabuena, papá. Ahora... será mejor que me vaya'dattebayo. ―Giró sobre sus talones y salió de la casa, sin molestarse en cerrar la puerta, directo hacia su coche, que había dejado aparcado en el caminito de entrada.

―¡Naruto, espera! ¡Para!―Se detuvo junto al vehículo y cerró los ojos, dándose la vuelta con un suspiro. Su madre se encontraba delante de él, con la respiración agitada y las mejillas rojas, como si hubiese corrido tras él, todavía vestida con la ropa con la que había dormido, despeinada y sin haberse lavado la cara.

―¿Qué quieres?―le espetó―. Creo que ya has dicho todo lo que tenías que decir, así que... ―Se encogió de hombros.

Kushina apretó los labios, negándose a rendirse en su empeño de intentar hacerle abrir los ojos a su hijo.

―¡¿Es que no lo entiendes?! ¡Es muy sospechoso que te lo haya dicho justo ahora!―Naruto rezongó, molesto ya a más no poder con la deplorable actitud de su madre. Parecía una niña a la que se le estaba negando el capricho de turno.

―¿Por qué?―preguntó Naruto, ahora cansado―. ¿Por qué no te gusta Hinata? ¿Tanto la aborreces? ¿Qué es lo que ha hecho para que la odies tanto?―Kushina parpadeó y desvió la vista, incómoda.

―No es que la odie... Es que... ¡no es lo quiero para ti! Cariño, tú te mereces a una mujer fuerte y capaz, alguien... alguien como... como...

―¿Cómo tú?―completó Naruto por ella, en tono fastidiado. Kushina asintió enérgicamente con la cabeza.

―¡Sí, justo'ttebane!―exclamó, aliviada de que al fin lo comprendiera―. ¡Necesitas a alguien con carácter, con vitalidad! ¡No una cosita que parece que va a desmoronarse de un momento a otro!―Naruto suspiró, decepcionado de que su madre no fuese capaz de ver más allá de las apariencias.

Hinata era una mujer fuerte, vital, inteligente y capaz. Solo que era más tranquila y más tímida que la mayoría. Había conseguido superar muchos de sus complejos y de sus miedos a lo largo de los años, llegando a ser la dueña y dirigente de su propia empresa, una empresa de éxito. Y él había estado presente en cada paso que había dado en el camino, orgulloso de que ella fuese su chica.

En cuanto al temperamento... un escalofrío le bajó por la nuca.

Digamos que había aprendido por las malas a no enfadar a su novia. Hinata daba un miedo atroz cuando se enfadaba.

―Ya he oído bastante―dijo Naruto, dándose la vuelta y abriendo la puerta del coche.

―¿Q... ¡No, Naruto, espera!

―¿Sabes? Creí que, en el fondo, te alegrarías. Pero ya veo que me equivoqué y que no puedes alegrarte, ni siquiera has hecho el intento de fingir por mí. ―Kushina abrió la boca―. Ahorrátelo, mamá. No pienso seguir discutiendo este asunto. Voy a casarme con Hinata porque la amo, y amaré a ese niño que lleva en su vientre si resulta que hay un niño... a mi hijo, tu nieto. Si no puedes aceptarlo... entonces no tenemos nada más que hablar. ―Dicho esto, Naruto se metió en el coche, cerró de un portazo y arrancó, dejando a una destrozada Kushina en la acera, observando con lágrimas en los ojos como su único hijo se alejaba de ella...

Tal vez para siempre.

Tras ella, en la entrada de la casa, Minato se apoyó en el marco de la puerta y suspiró, cerrando los ojos.

Ahora no solo tenía un corazón para reparar.

Ahora tenía dos.

Solo esperaba poderlos arreglar a tiempo.





Ains, siento mucho estar tan desaparecida últimamente. Pero resulta que en estos momentos mi vida es complicada. Estoy intentando hacer malabarismos para compaginar unas cosas con otras y apenas tengo tiempo para dedicarlo a mi pasión principal: los fanfics.

Además... estoy en medio de un proyecto muy, muy importante para mí. Algo muy personal, uno de mis sueños hechos realidad.

Cuando lo tenga todo ya casi terminado, haré un anuncio por aquí. Pero por el momento no quiero airearlo a los cuatro vientos, no vaya a ser que la cosa se tuerza al final.

Ni siquiera mi familia lo sabe. En algún momento se lo diré, claro, pero como son de los que te quitan la ilusión y el optimismo por todo en aras de "el mundo real", prefiero que no me amarguen esto, porque de verdad que no me lo esperaba y es algo que me tiene tremendamente emocionada.

Y ya, dejo de hablar que sino voy a acabar por soltarlo todo y no quiero. No aún. Paciencia xDDD.

¡Gracias a todos los que leéis, votáis y comentáis! ¡Sois grandes, enormes, los mejores! ¡Os amodoro un montonazo! ¡Gracias por vuestro apoyo!

¡Nos leemos!

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