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2

Escuchó un claxon y se le cortó la respiración. Agarró precipitadamente su mochila y salió a todo correr de su cuarto, peinándose con los dedos sus largos mechones negro azulados. En el vestíbulo vio a su padre, sosteniendo la puerta abierta, con el ceño fruncido y fulminando con la mirada el coche aparcado delante de la casa.

―¡Me voy, papá! ¡Hanabi, apúrate si quieres que te llevemos!

―¡Voooooy! ¡Adiós, papá!―Ambas hermanas se despidieron de su progenitor con un beso rápido en la mejilla, antes de meterse ambas en aquel coche donde vio como el conductor, un rubio de ojos azules, saludaba con un beso en los labios a su hija mayor.

Apretó los dientes para acto seguido aflojar la tensión y suspirar. Su niña se había hecho mayor casi sin que él se diese cuenta. Y ahora ya tenía novio y todo...

Novio... la palabra hizo que un escalofrío bajase por la espalda del patriarca Hyūga. No era ajeno a ello, sabía que, tarde o temprano, Hinata se interesaría por el sexo opuesto. Él también había sido joven alguna vez, y su Hana y él también se habían conocido en el instituto. No en vano aquella era una ciudad más bien pequeña, donde todo el mundo se conocía.

―¿Señor?―Escuchó la voz de su asistente tras él y suspiró nuevamente, cerrando con suavidad la puerta.

―Crecen tan rápido... ¿no es así, Hoheto?―El aludido parpadeó y luego esbozó una pequeña sonrisa, mientras seguía a su jefe y tío de vuelta al despacho.

―Sí, por supuesto. La señorita Hinata se ha convertido en una jovencita de lo más encantadora y hermosa.

―Como su madre. ¡Si la hubieras visto en sus años mozos! Hana era tan bonita como lo es Hinata ahora, igual de tímida y recatada...

―Claro, señor...

―Y ese novio suyo... ―gruñó Hiashi―. No me da buena espina.

―Seguro que es un buen chico. ―Intentó tranquilizarlo su asistente―. La señorita Hinata es inteligente, no saldría con nadie que no estuviera a su altura.

―¡Pero es tan ingenua! ¿Y no es mi deber como padre protegerla de todo mal?

―Eh...

―Quiero que investigues a ese chico. Me da igual lo que hagas o cuánto te lleve, pero quiero un informe completo sobre él y su familia encima de mi mesa cuanto antes, mejor.

―Claro...

―Bien. Ahora, ¿qué tenemos para hoy?―Con un suspiro, Hoheto abrió la carpeta y la agenda que llevaba en las manos y empezó a repasar con su jefe los pendientes del día.




―¡Que te vaya bien, Hanabi!

―¡Cuida de mi hermana, cuñado!―Hinata enrojeció y se hundió en el asiento, mientras escuchaba la ronca risa de su novio a su lado y la de su hermanita, que ya corría hacia el edificio donde estaban las clases de los de primer ciclo.

―S-sé cuidarme sola―musitó, haciendo un adorable puchero.

Naruto se derritió y no pudo evitar inclinarse para darle un beso.

―Eh, vamos, no te enfades. Sabes que te queremos. Que te quiero―le susurró al oído para luego besarlo, haciéndola estremecer. Un suspiro escapó de la boca femenina y Hinata lo miró, como resignada.

―E-eres imposible. ―Naruto sonrió ampliamente y la abrazó, volviendo a besarla.

Un golpe en la ventanilla los hizo separarse. Cabreado, Naruto fulminó a quién quiera que los hubiera interrumpido, que resultó ser Sasuke.

―Vamos, Romeo. Estás dando un espectáculo. ―Murmurando algo así como "Que tú no te comas un rosco no te da derecho a joder a los demás", Naruto soltó a Hinata y respiró hondo, para acto seguido sonreírle con disculpa.

Hinata sonrió y fue ahora ella la que le dio un pequeño beso en los labios, que al rubio le supo a poco. Salieron al fin del coche y Hinata se colgó la bolsa al hombro. Naruto extendió su mano hacia ella, serio, y Hinata la tomó con una sonrisa, entrelazando sus dedos con los suyos.

―Te queda bien. ―Hinata lo miró, sin comprender―. Mi chaqueta digo: te queda bien. ―Hinata enrojeció y bajó la cabeza, acariciando con una sonrisa la áspera tela que envolvía sus hombros, sus brazos y su torso.

El que un deportista le regalara a una novia o un ligue su chaqueta del equipo era ya como una especie de tradición. Hinata siempre había visto con algo de envidia a aquellas chicas que presumían de llevar dichas chaquetas, deseando ella algún día llevar puesta la de Naruto.

Tal y como sucedía actualmente. No podía ser más feliz.

Primero Naruto acompañó a Hinata hasta su casillero y luego fueron al de él. Naruto había querido irrumpir en el despacho del director y exigir que le cambiaran de lugar, quería estar al lado del de Hinata, pero ella le hizo ver, con mucha razón, que era absurdo pedir un cambio de esa magnitud a esas alturas del curso, cuando apenas quedaban un par de meses para que finalizara y ambos abandonaran para siempre aquel sitio.

―¿Qué toca ahora?―preguntó Naruto, distraído con lo bien que su chaqueta se amoldaba a las formas suaves y femeninas de su novia.

Frunció el ceño al ver que el borde quedaba justo al filo de los pantalones vaqueros que se había puesto ese día, y una pequeña porción de piel asomaba entre estos y la camiseta de manga corta que, si bien no era escotada, sí se ceñía a su cuerpo demasiado bien.

Desde que Hinata se había convertido en su chica era como si, de pronto, fuese más consciente de su atractivo, de su feminidad. Antes nunca la había visto con pantalones porque decía que estos mostraban demasiado sus caderas y su trasero, no como las faldas largas y vaporosas que solía ponerse antes, que ocultaban su cuerpo, al igual que las capas y capas de ropa que solía ponerse en la parte de arriba.

Pero ahora esas ropas ocultadoras habían quedado atrás, y se vestía como cualquier otra chica de su edad. No es que no le gustara, además de que ella podía vestirse como le diera la realísima gana, pero...

―¿Naruto-kun?―Salió de su pensamiento al escucharla llamarlo―. Tenemos inglés... ―Naruto asintió.

Le dio un último beso, una pequeña caricia atrevida a esas perfectas nalgas y la dejó entrar, riendo al ver su rostro rojo como un tomate.

Antes de entrar él también en el aula e ir a sentarse junto a la perfección hecha mujer, fulminó con la mirada a un par de chicos de su curso pero de otra clase, que habían estado babeando ante la visión de Hinata, lanzándoles una advertencia silenciosa con sus ojos.

Sí, era un engorro tener que protegerla de los malditos pervertidos aprovechados que había en el instituto, pero... todo valía la pena por tenerla con él, porque fuera suya.

Absolutamente todo.




―¿Dónde nos sentamos?―Hinata suspiró. Estaban cogiendo las bandejas para comer, como todos los demás.

Miró hacia donde Kiba y Shino la esperaban y luego miró para su novio, que sonreía, esperando una respuesta. Sabía que lo iba a molestar con su sugerencia, pero pasaban juntos casi las veinticuatro horas del día. Entendía que para ambos era nuevo eso de estar en una relación, pero ella también necesitaba su espacio de vez en cuando.

―Naruto-kun―empezó―, me gustaría sentarme con Kiba-kun y Shino-kun. No he comido en ellos en toda la semana. ―Tal como había predicho, los ojos azules de Naruto se tiñeron de una evidente desilusión.

―Oh, entiendo. ―Hinata respiró hondo y exhaló lentamente.

―Ve a sentarte con tus amigos. Seguro que te echan de menos. Nos veremos después. ―Intentó apaciguarlo con esa frase, cosa que consiguió, aunque solo en parte.

Hinata tenía razón. Por la tarde la tendría para él solo. Las tardes eran suyas y eran sagradas. Y Kiba y Shino eran buenas personas, y sabía que no tenía nada que temer de ellos. Kiba tenía novia y Shino no estaba interesado en el sexo femenino... o en ningún sexo, en realidad.

―Claro. Nos vemos luego. ―Con un pinchazo de decepción, la vio irse a juntarse con sus mejores amigos, que la recibieron calurosamente.

Suspirando, Naruto se encaminó hacia la mesa donde sus amigos se encontraban, riendo y charlando.

―¡Dichosos los ojos!

―¡Se ha producido el milagro!―Naruto los fulminó a todos con la mirada y se dejó caer al lado de Sasuke.

El Uchiha sonrió y palmeó su hombro en señal de apoyo. Estaba contento por su mejor amigo. Al fin había reunido el valor suficiente para declararse y pedirle salir a la chica de sus sueños, y se alegraba por él.

―Recuerda que hoy por la tarde tenemos entrenamiento. ―Naruto da un sorbo a su brick de zumo y asiente.

―Lo sé, lo sé. La semifinal es este viernes. Entrenamientos extras todos los días. Joder si lo sé―gruñe.

Jugar le encantaba, entrenar también. Pero ese tiempo extra de práctica le estaba quitando de estar con Hinata. Sí, ella iba a verlo y animarlo a todos los partidos y los entrenamientos. Sí, se quedaba hasta el final e incluso había veces en que le llevaba algo de comida. Y no un bollo o algo que se podía comprar. No. Le llevaba cosas caseras, hechas por ella misma.

Sonrió al imaginársela en su cocina enorme y siempre pulcra. Con el cabello recogido en una coleta o en un moño desenfadado, un cuco delantal rosa con volantitos cubriendo su ropa...

Sintió un escozor en la nuca y se giró hacia Sasuke, que lo observaba con una sonrisa burlona.

―¡Teme!―Le devolvió la colleja―. ¡Y aún me debes una por lo de esta mañana'ttebayo!

―¿Esta mañana?―preguntó Chōji, sin dejar de devorar su comida.

―Interrumpió a los tortolitos en una sesión de besuqueo en el coche de Naruto. ―Sai chistó y movió el dedo índice al mismo tiempo.

―Qué mal, Sasukín, eso no se hace... ―Sasuke se levantó y empujó a Sai fuera del banco, lo que hizo estallar las carcajadas de los demás y que Sasuke le dijera a Sai, con su voz más amenazadora, que no volviera a llamarlo "Sasukín".

―Míralos, son una panda de descerebrados. ―Hinata suspiró ante el comentario de su amigo.

―Kiba-kun...

―¡Pero es que míralos! ¡Como animales!

―Le dijo la sartén al cazo―contestó Shino, pinchando un trozo de carne de su plato y llevándoselo a la boca.

―¡Oye!

―Chicos, de verdad. Basta―suplicó Hinata.

Desde que había empezado a salir con Naruto, Kiba parecía haberle cogido especial aversión a los deportistas, mientras que Shino la defendía siempre que podía, como había hecho desde que los tres eran unos críos. En parte, entendía a Kiba: ahora que tenía novio se había enfocado un poco demasiado en él y los había dejado a ellos de lado. Se sintió fatal al pensarlo.

―L-lo siento. ―Kiba y Shino parpadearon y se giraron a mirarla―. E-esto es culpa mía.

―¡No, Hina, por Dios!

―La culpa es de Kiba, que no puede aceptar que tengas novio. ―Kiba resopló.

―Fui yo el primero en felicitarlos, ¿recuerdas?

―Sí, y también el primero en decirle que le cortarías sus partes en pedacitos diminutos para echarlos a los perros si osaba hacerle daño a Hinata, ya fuese físico o psíquico. ―Kiba enrojeció.

―¡Es nuestro deber cuidarla y protegerla! ¡Mírala! ¡Es tan inocente e ingenua!―Kiba aplastó los mofletes de Hinata y Shino hizo el gesto de poner los ojos en blanco.

―Ya tiene los dieciocho, Kiba, igual que nosotros. Déjala vivir. ―Kiba suspiró y se dejó caer pesadamente de nuevo en su sitio.

―Lo sé, lo sé. Pero es que siempre hemos sido... nosotros tres. Y Hinata es como nuestra hermanita... ¿tú no sientes la necesidad de protegerla y cuidarla y-

―En caso de que eso sea necesario―Shino dejó los cubiertos sobre la bandeja y la apartó antes de mirar a sus dos amigos, la mar de serio―, ya me encargaré personalmente de Naruto. Ni siquiera sabríais donde enterraría el cadáver. ―Kiba se puso pálido por el aura maligna que de repente rodeaba a Shino.

Por su parte, Hinata rio, divertida, feliz.

―O-oíd. ¿Y si quedamos el sábado para ir a algún sitio? O podéis venir a casa a ver películas, como en los viejos tiempos.

―¡Eso suena genial!―exclamó Kiba.

―¿Y Naruto?―Hinata sonrió y se encogió de hombros.

―Ya lo veré el viernes y posiblemente también el domingo... además: es mi novio, no mi carcelero. ―Shino asintió con aprobación y Kiba rio.

―¡Así me gusta, Hina! ¡Mujeres al poder!―La chica volvió a reír y pronto Shino se les unió, aunque de forma más discreta.

Naruto no pudo evitar sentir una punzada de celos al escuchar la armoniosa risa de Hinata. Sabía que era estúpido sentir celos del perro y el tipo de los bichos, Hinata le había dicho que eran sus dos mejores amigos y Naruto no había tenido problemas con ellos. Pero todavía no podía evitar que cualquier chico que estuviese mínimamente cerca de ella le provocase hondos celos.

Aún no había madurado tanto.




El partido del viernes, tal y como todos habían imaginado, lo ganó su equipo. Era imposible pararlos a estas alturas del campeonato. El próximo ya sería la final, los ojeadores estaban al acecho y Hinata sabía de buena tinta que más de uno ya se había interesado por Naruto, yendo a hablar con sus padres y todo, para conocerlo mejor. Ella no cabía en sí orgullo y felicidad.

―¡SOMO LOS PUTOS AMOS, JODER! ¡VAYA QUE SÍ!―Los gritos y los aplausos estaban siendo interminables. Toda Konoha estaba de fiesta aquel día.

Hinata rio cuando Naruto la aplastó contra él para plantarle un ardiente beso delante de sus compañeros y del entrenador. Todos los vitorearon, mientras ellos seguían a lo suyo.

―¡Mierda, Naruto! ¡Llévatela al descampado, tío! ¡Pero no comas delante de los pobres!―Naruto se separó un segundo de ella para contestarle a Sasuke:

―¡No es culpa mía que ninguna chica quiera meterte la mano en los pantalones, teme!―Sasuke le sacó el dedo medio ante las risas de todos los demás.

Naruto, por su parte, volvió a lo suyo, que consistían en besar y besar a Hinata sin parar, sin dejarla siquiera respirar o darle algo de espacio personal.

Al principio de su relación aquellas muestras espontáneas y desmedidas de afecto a la vista de todo el mundo la avergonzaban, la hacían sonrojarse y balbucear como tonta, al punto del desmayo. Pero ahora ya estaba más que habituada. Y la hacía feliz, en cierta manera, que él no hubiese querido esconderla del mundo, como a menudo pasaba en las historias románticas que ella leía.

―¿Quieres que nos vayamos?―Le preguntó Naruto en un susurro contra sus labios rojos e hinchados por los besos compartidos. Hinata enrojeció y se aferró a la camiseta de él, sabedora de adonde querría llevarla.

No es como si ya hubiesen dado ese paso, ni mucho menos. Naruto sabía que ella no se sentía preparada y no la presionaba o, al menos no lo había hecho hasta entonces. Porque... ¿esa pregunta no era una especie de prueba, acaso?

―Y-yo... n-no sé si sería mejor irme a casa... ―Empezó, poniéndose rígida y temiendo la reacción de Naruto.

El rubio, por su parte, se dio cuenta de que algo no iba bien con su novia. Estaban pasándolo de maravilla, besándose y celebrando una victoria del equipo. Él le propone irse a un sitio más tranquilo y ella...

Sus ojos azules se abrieron como platos al suponer lo que ella estaría pensando de él. Con los dientes apretados, la agarró de la mano y empezó a arrastrarla hacia la salida de aquel local. Hinata protestó pero entre el ruido y lo concentrado que estaba en no perderla ni un momento, no la oyó.

Hacía fresco aquella noche y eso sirvió para que ambos se despejaran un poco. Se agradecía tras haber estado metidos en el ambiente viciado del que habían salido.

Una vez en el exterior, Naruto la alejó un tanto y luego se plantó frente a ella, sujetándola por los hombros, traspasándola con su mirada intensamente azulada.

―Hinata, tú... cuando dije de irnos... creíste que te quería llevar al descampado, ¿verdad?―Hinata se encogió pero supo que negarlo sería una estupidez. Si quería que lo suyo funcionara, lo primero era la sinceridad. Solo esperaba que no pensase que era una mojigata, simplemente era que todavía no se sentía lo suficientemente preparada como para acostarse con él. Porque Naruto... bueno... seguramente había estado muchas veces con chicas varias mientras que ella... era total y absolutamente virgen. En todo el sentido de la palabra.

―S-sí―respondió―. S-sé que no me obligarías a hacer algo que no quisiera. ―Naruto al menos agradeció que ella tuviese eso más que claro―. Pe-pero... igual me sentiría presionada y yo... y-yo aún no me siento-

―Lo entiendo. ―Naruto respiró hondo y luego exhaló. No es como si hubiese esperado tener esta conversación en medio de la calle, pero las cosas importante mejor hablarlas cuanto antes―. Pero yo tampoco querría hacerlo así, ¿sabes? Te mereces algo mejor que un polvo rápido en los asientos traseros de mi coche. Quiero que nuestra primera vez juntos... sea especial. ―Hinata no pudo evitar que un velo de tristeza cubriese por un instante sus orbes perlados.

―Oh, claro. Su-supongo que tampoco sabría hacerlo en un coche, de todos modos... n-no soy como las otras chicas... ―Ahora, Naruto ladeó la cabeza mientras la miraba, curioso.

―¿Qué otras chicas?―Hinata sintió su cara hervir. Dios, ¿le iba a hacer decirlo?

―L-las otras chicas... ya sabes... a las que sí has llevado al descampado... ―Naruto pestañeó.

―¡Un momento'ttebayo! ¡¿Crees que yo ya... ―Hinata tragó saliva y asintió.

La carcajada que escuchó salir de la garganta de su novio era lo último que se esperaba. Confusa, lo observó doblarse y sujetarse el estómago con una mano, mientras la otra la apoyaba en el techo de un coche que estaba por allí aparcado.

―Pe-perdona, nena, da-dame un... ay, que me muero'ttebayo. ―Siguió riéndose un buen rato, mientras Hinata lo observaba, entre molesta, confundida y avergonzada.

Cuando el rubio al fin se calmó, tuvo que respirar hondo para recuperar las fuerzas perdidas.

―Naruto-kun―llamó Hianta con voz ahogada, rogándole que no siguiera riéndose de ella.

Él fue hacia ella y la abrazó, besando tiernamente su cabeza.

―Mi dulce e inocente Hinata. ―Se estremeció al oír el susurro del chico―. Lo siento. Es culpa mía por no haber aclarado antes las cosas. ―Hinata lo abrazó, no queriendo preguntar. Naruto apretó sus brazos en torno a la figura femenina y suspiró―. Hinata, escúchame y grábatelo bien en esa linda cabecita tuya. ―Hinata asintió, dejando que él tomara su rostro entre sus manos y la obligara a mirarlo―. No me he acostado con nadie, ni chica, ni chico ni nada. Con nadie'ttebayo. ―Hinata parpadeó, como si hubiese entendido mal.

―¿C-cómo has... ―Naruto suspiró y le acarició las pálidas mejillas.

―Hinata, no lo he hecho. No he tenido sexo con nadie, nunca en mi vida. Te lo juro'ttebayo. ―Hinata sintió que su corazón comenzaba a latir muy deprisa.

―Pe-pero... ¿Y las veces que te vieron con Sakura? ¿O con alguna otra de las animadoras?―Naruto suspiró.

―Pura fachada. Sí, es cierto que tal vez las besaba y las manoseaba un poco, tonteábamos pero, aunque a alguna no le hubiese importado ir más allá, yo no podía hacerlo. En mi cabeza y en mi corazón... solo había, hay, espacio para una chica: tú. ―Hinata sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.

―Naruto-kun...

―Nunca sentí deseos de estar con nadie que no fueras tú. Ni siquiera cuando Sakura me gustaba tenía esas ganas de estar con ella a todas horas o de... de hacerle otras cosas. Y si han ido por ahí diciendo que yo... bueno... eso... es mentira. Supongo que las chicas estaban tan avergonzadas o heridas en su orgullo femenino que se inventaron algo que en realidad no había ocurrido, para no quedar de tontas ante sus amigas, supongo. Aunque no acabo de entenderlo'dattebayo... ―Se rascó la cabeza y Hinata sintió, de pronto, que todos aquellos años de espera, de amarlo en silencio creyéndose no ser correspondida habían valido la pena.

Le echó los brazos al cuello y se impulsó para besarlo, tomando por primera vez ella la iniciativa. Naruto la abrazó por la cintura y dejó que marcara el ritmo, disfrutando al máximo de aquel dulce beso.

―Te amo. ―Naruto sonrió como un bobo y la abrazó más fuerte. Se apoyó en el coche que tenía detrás y abrió las piernas, tirando de Hinata para que quedara entre las mismas. Sus manos bajaron tentativamente de su cintura a sus caderas y de ahí se movieron un poco hacia sus nalgas.

Hinata se estremeció al sentir los dedos largos y fuertes de su novio curvarse sobre aquellas redondeces de su cuerpo. Pero pronto se dio cuenta de que no había sido con segundas intenciones, porque él se limitó a dejar ahí las manos, simplemente disfrutando del contacto, de explorarla con cautela pero con ternura.

―Poco a poco, ¿te parece?―Hinata sonrió y enredó las manos en su corto cabello dorado, besándolo en los labios, abriéndolos para él y dejando que hiciese lo que quisiese con su lengua y con su boca.

―Sí―dijo cuando se separaron.

Estuvieron un rato así, el uno en los brazos del otro, haciéndose mimos y susurrándose palabras cariñosas entre risitas y caricias tiernas.

―Oh, p-por cierto―le dijo Hinata, mientras jugueteaba con el borde de su camiseta.

―Dime, nena.

―Mañana... mañana he quedado con Kiba-kun y Shino-kun. No te importa, ¿verdad?―En principio Naruto frunció el ceño, pero enseguida se relajó y negó, dando un gran suspiro.

―No, preciosa, claro que no. Mentiría si te dijera que no preferiría que quedases conmigo pero... bueh, son tus amigos, quieres pasar tiempo con ellos y lo entiendo. ―Hinata se abrazó a él con entusiasmo y lo besó en una de sus bronceadas mejillas.

―Eres un sol.

―No: soy tu sol'ttebayo. Y tú eres mi luna. ―Hinata rio mientras se dejaba besar por enésima vez en la noche.

Cuando se separaron Naruto vio por encima del hombro de Hinata un par de ojos verde jade que los observaban muy atentos. Con cautela, Naruto agitó la cabeza en un saludo silencioso mientras entrelazaba las manos en la cintura de su novia, como buscando protegerla.

Sakura desvió la mirada y respondió al saludo con un movimiento rápido, para luego irse a toda prisa hacia la parada de taxis.

Desde que se había enfrentado abiertamente a ella, la pelirrosa parecía haber reflexionado y tomado otra actitud ante la vida. La había visto en compañía casi exclusiva de Ino en el instituto, y atrás habían quedado las minifaldas exageradas y las camisetas y blusas provocativas.

Ahora, tan solo era una chica normal y corriente de dieciocho años cuya máxima preocupación era conseguir entrar a una buena universidad.

Y así debía ser.




Hinata tarareaba una canción que últimamente estaba muy de moda mientras preparaba los cuencos con las patatas fritas, la palomitas y las bebidas y los vasos. Lo puso todo en una bandeja y lo llevó todo a la salita privada que estaba al lado de su cuarto. Lo bueno de vivir en una casa tan grande era que podía tener su propio espacio privado, con saloncito y baño incluido.

―Hinata. ―El llamado de su padre la hizo detenerse.

―Papá. ―Hiashi vio lo que su hija potaba en las manos y se apresuró a ofrecerse a ayudarla.

―Trae. ―Hinata retrocedió, llevándose la bandeja con ella y meneando la cabeza.

―No, puedo yo, papá. ―Irguió la espalda y Hiashi ocultó una sonrisa mientras la veía entrar muy digna en su habitación y de ahí a la salita contigua.

No era muy grande pero sí ciertamente acogedora. Allí era donde Hinata guardaba toda su colección de libros, en estanterías que estaban colocadas contra la pared, algunas hechas a medida y otras compradas en Ikea y puestas sin ton ni son en los huecos restantes, haciendo de la estancia algo único y especial.

Hiashi sonrió ante aquello para acto seguido volver a fijar la vista en la bandeja que su hija ahora dejaba en una mesita baja que había delante de la televisión, al lado de una pila de películas en DVD. Su mirada se endureció entonces.

―Hinata.

―¿Mmm? ¿Qué pasa, papá?―preguntó, algo alarmada al ver el semblante tan serio de su progenitor.

―¿Has... has invitado a alguien?―preguntó, con tacto.

Hinata ladeó la cabeza, extrañada ante la pregunta. Su padre no solía preocuparle mucho a quién invitaba o dejaba de invitar a casa, puesto que tenía empleados en la casa que le informaban de todo lo que en ella acontecía. Por lo que aquel repentino interés era... raro.

―Sí. Kiba-kun y Shino-kun van a venir a ver unas películas. Comeremos algo mientras y puede que luego juguemos a algo... tal vez... ―Hiashi relajó visiblemente su expresión ante la explicación.

―¡Ah! Entonces no hay problema.

―¿Problema?―preguntó Hinata, a cada segundo más extrañada si cabe.

Hiashi se removió, incómodo.

―Bueno... pensaba... pensaba que habías... ya sabes... invitado a ese novio tuyo. ―Lo último lo dijo en un gruñido que hizo a Hinata querer reír.

Esbozando una pequeña sonrisa, Hinata se acercó a su padre y lo abrazó, haciendo al hombre quedarse rígido. No estaba acostumbrado a esas muestras de cariño, su educación había sido más bien estricta y anticuada, pero su esposa había hecho desaparecer todo aquello con sus hijas, criándolas con todo el amor y cariño que sentía hacia ellas. Y Hinata, por ser la que más había convivido con su madre, era en la que sus enseñanzas más habían calado.

―No te preocupes, papá. Que tú siempre serás mi padre. ―Hiashi volvió a relajarse y le devolvió el abrazo a su primogénita.

Una de las chicas que limpiaban la casa carraspeó rompiendo el bonito momento padre-hija.

―Discúlpeme, señorita, pero sus amigos ya han llegado.

―Oh, enseguida bajo. Gracias. ―Hiashi suspiró.

―Pásalo bien con tus amigos.

―Gracias, papá. ―Desapareció escaleras abajo y Hiashi se la quedó mirando, evocando en su mente a su querida esposa. Eran tan parecidas...

―La señorita ha crecido rápido, ¿verdad?―dijo la criada, soltando una risita.

―Demasiado. ―Se le escapó a Hiashi.

Se aclaró la garganta y decidió desaparecer del pasillo, encerrándose en su despacho de la planta baja. Encima de la mesa tenía el informe que le había encargado a Hoheto, su ayudante, y que contenía información personal sobre el chico con el que su hija se veía y con el que al parecer sostenía una relación... romántica.

Se sentó tras la mesa y tras dudar unos instantes, lo abrió. Naruto Uzumaki. Dieciocho años (la misma edad que su hija). Cursaba el último curso del instituto (al igual que Hinata, probablemente de ahí lo conocía; bien, no era un tipo cualquiera de la calle). Según su foto era rubio de ojos azules, con una piel bronceada y unas marcas muy distintivas en las mejillas que lo hacían parecer un zorro (uno malvado, en opinión de Hiashi).

Según su ficha académica, no era muy buen estudiante pero tampoco estaba entre los peores. Al parecer, el año anterior había conseguido mejorar su nota media gracias a que le pusieron un tutor, y se sorprendió al leer el nombre: Neji Hyūga, su sobrino. Recordó entonces vagamente que el año pasado Neji le había pedido permiso para traer a un amigo a casa, a quién estaba ayudando con sus estudios. Pero Hiashi nunca había llegado a conocerlo, porque llegaba tarde a casa de trabajar y para entonces ese misterioso amigo ya se había ido.

¿Tal vez ahí era cuando Hinata y él habían empezado a conocerse mejor? La idea de que pudieran haber intimado más de lo estrictamente permitido por el decoro en su propio hogar le hizo apartar aquellos pensamientos de sí.

Siguió leyendo: su padre era Minato Namikaze y su madre Kushina Uzumaki. El hombre era rubio y de ojos azules, de ahí había sacado el físico el hijo. La mujer era pelirroja de ojos violeta, pero con la mista piel tostada que el chico. Minato Namikaze era comisario de policía y su mujer ama de casa, aunque, según leía, ocasionalmente le encargaban hacer alguna decoración floral y le pagaban por ello. Tenía un pequeño invernadero en el jardín de su casa y también cuidaba de su propio jardín.

El hijo, Naruto, aparte de estudiar, practicaba fútbol, un deporte que si bien no entusiasmaba en demasía a Hiashi reconocía que había que tener un buen par para jugarlo, dada la violencia que veía a veces en el campo. Ah, ahora entendía por qué su hija iba siempre con una ridícula chaqueta deportiva al instituto todas las mañanas. Seguramente era la del novio este. Ya se preguntaba de dónde había sacado algo tan horrible. Hinata tenía un gusto exquisito para vestir; al menos, cuando la ocasión lo requería. Era hija de Hana, nada menos. Y había salido a su madre en todos los sentidos.

Leyó las últimas líneas: el tal Naruto no solo era jugador del equipo de fútbol sino que era el mismísimo capitán, y, según la investigación de Hoheto, estaba a la espera de conseguir una beca completa para ir a la universidad, algo que le honraba y que hacía que a Hiashi le cayera un pelín mejor.

Pero solo un pelín. Si el chico estaba pensando en ir a la universidad, entonces no podía ser tan malo, se dijo.

La única pega es que estaba intentando robarse a su hija. El muy canalla.

Pero él pelaría con uñas y dientes para que eso no ocurriera. Hinata aún era muy niña. Su niña. Y no dejaría que cualquier rubiales de tres al cuarto se la quitara. Él era su padre e iba primero.

Siempre iría primero.




El domingo, Naruto se levantó temprano, más temprano de lo habitual. Quería ver a Hinata cuanto antes, por lo que le mandó un mensaje preguntándole si quería ir a desayunar con él.

Mientras se metía en el baño a darse una ducha rápida, recibió la respuesta de ella. En la pantalla había un rotundo "Sí" que hizo al rubio sonreír de felicidad. Con las mariposas bailando en su estómago, se secó el cabello y el cuerpo a toda prisa y se vistió. Se puso unos vaqueros claros que aún no estaban rotos y la única camisa de la que disponía. Se calzó las deportivas más limpias que tenía y tras agarrar el móvil, la cartera y las llaves de casa y del móvil, se dispuso a salir de casa.

―¿Adónde vas tú tan temprano'ttebane?―Naruto se congeló, con la mano ya en el pomo de la puerta. Respiró hondo y se giró a ver a su madre.

Kushina tenía el ceño fruncido y las manos en las caderas. Llevaba uno de sus vestidos más viejos y un sombrero de paja en la cabeza. Eso, unido a los guantes de trabajo y las manchas de tierra en el rostro de su madre le indicaron a su hijo que la mujer pelirroja había estado trabajando en su jardín, probablemente desde hacía un par de horas como mínimo.

―He quedado. ―Se limitó a contestar.

―¿A estas horas? ¿Un domingo? ¿Con quién?―preguntó Kushina, suspicaz.

Naruto respiró hondo y se dio la vuelta. Aún no le había dicho nada a su madre de que tenía novia. Su padre sí lo intuía, pero no había dicho nada al respecto, y él se lo agradecía. Amaba a Hinata, claro que sí, pero no quería presionarla con el asunto de presentarla a sus padres.

―Con un amigo...

―¿Qué amigo?―Insistió Kushina, negándose a dejarlo irse sin que ella tuviese la información pertinente al respecto.

―Mamá...

―Déjalo salir, cariño. Seguramente será Sasuke-kun o Shikamaru-kun. ―Kushina fulminó a su marido con la mirada y, en ese breve lapso de tiempo y articulando un gracias silencioso a su progenitor, Naruto abrió la puerta y terminó de salir de casa, dejando a su progenitora con la palabra en la boca.

―¡Está muy raro!―exclamó Kushina. Minato esbozó una sonrisa y abrazó a su molesta esposa por los hombros.

―Está feliz, Kushina.

―¡Y seguramente sea por una chica! ¡Tengo derecho a saber quién me está robando a mi niño'ttebane!―Minato se abstuvo de decir que ese niño ya era un adulto ante los ojos de la ley.

―Venga, no es para tanto. Seguro que cuando menos te lo esperes lo tendrás tartamudeando ante ti para pedirte permiso de traerla a casa. ―Una maliciosa sonrisa curvó los labios de Kushina.

―¡Y pienso disfrutar cada segundo cuando eso ocurra'ttebane!―Minato rio, inclinándose para darle a su mujer un dulce beso en los labios y llevarla hacia la cocina, susurrándole al oído que, si su hijo no estaba en casa, bien podían aprovechar el tiempo hasta la hora de la comida.




―Estás preciosa. ―Hinata se sonrojó ante el cumplido que le dirigió su novio.

Esa mañana se había puesto un vestido blanco de tiras anchas que se fruncía en la cintura. Tenía tres botones adornando la parte del pecho y el escote delineaba de forma delicada y a la vez algo atrevida la redondeada forma de sus senos. La falda caía con algo de vuelo hasta las rodillas. Se había llevado una cazadora vaquera por si acaso hacía frío y un bolso marrón cruzado con flecos y unas sandalias marrones de plataforma completaban el conjunto. También se había maquillado ligeramente, poniéndose base, haciéndose la raya del ojo y pintado los labios de un suave color rosa que destacaba el color natural de los mismos. El cabello se lo había dejado suelto, como ya era habitual en ella.

―Gra-gracias... ―Naruto sonrió al ver su sonrojo extenderse por su cuello y parte de los hombros y el escote.

Sintió un deseo casi irrefrenable de comprobar si también sus pechos y sus muslos estarían teñidos de ese tenue rubor, y el pensamiento le provocó una erección instantánea. Aplastó aquel deseo casi tan rápido como vino. Después de haberle asegurado el día anterior que jamás la presionaría ni la haría hacer algo que no quisiese, no quedaría muy bien si ella se percataba del bulto que le apretaba los pantalones.

Decidió cambiar de tema.

―¿Qué tal llevas los últimos trabajos?―preguntó. Hinata sonrió.

―Muy bien, la verdad. Ya casi termino el de química y el proyecto de historia... ¿Y tú? ¿Vas bien o necesitas ayuda?―Naruto suspiró.

―Estoy a tope con el de literatura. Creo que esta semana podré terminarlo por fin y luego ya iré a acabar los que me faltan...

―Naruto-kun, sabes que yo puedo...

―Lo sé, nena, lo sé. Pero quiero hacerlo yo solo. ¿Qué sentido tendría que me ayudara mi chica si el año que viene me las voy a tener que apañar yo solito?―Hinata hizo una mueca al oírlo hablar del curso siguiente.

Era consciente de que era muy posible que Naruto y ella acabaran en diferentes universidades. Ella iría a la que habían ido sus padres, a unos cuantos kilómetros de Konoha. Mientras que Naruto podía decidir quedarse en la local, cuyo campus estaba a una media hora en coche de Konoha, o irse a una todavía más lejos que la suya.

Naruto captó su semblante triste y dejó de beber de su café para inclinarse hacia ella y tomarle la mano.

―¿Qué ocurre, preciosa? Anda, cuéntamelo. ―Hinata suspiró.

No quería contarle sus miedos, no quería que supiera que se le rompería el corazón en cuanto tuvieran que separarse, en que seguramente él se olvidaría de ella pronto, rodeado de las guapas chicas universitarias que seguramente lo asediarían. Ofertas no le faltarían. Además, ella tampoco estaba segura de querer llevar una relación a distancia. Podía funcionar los primeros meses, pero... ¿después qué? Cada uno seguiría en un lugar distinto, con gente distinta y llevando una vida totalmente distinta.

―No pasa nada―dijo al fin, esbozando una forzada sonrisa―. De verdad. Estoy bien. Son solo... preocupaciones de última hora por los estudios. ―Naruto frunció el ceño pero, dándose cuenta de que Hinata no quería hablar de ello, supo que sería mejor dejarlo pasar. Ya se lo contaría cuando se sintiera preparada. Si fuese algo importante, ella se lo diría. Estaba seguro.

Tras un silencio algo denso, se pusieron a hablar sobre las últimas novedades acontecidas en su vida. Hinata le contó sobre la extraña conversación con su padre y Naruto rio. Luego él le dijo acerca del pseudo interrogatorio de su madre aquella mañana, antes de salir de casa para reunirse con ella.

―¿Sabes?―dijo Naruto, de pronto―. Creo que debería presentártela. Así me dejaría tranquilo. ―Hinata se quedó sin respiración y tuvo que pellizcarse, para comprobar si aquello lo había dicho de verdad o tan solo estaba soñando.

―Tú... ¿l-lo dices en serio?―Naruto ladeó la cabeza, con el ceño fruncido.

―¿Por qué me preguntas eso?

―N-no, por anda. Es solo que... no creí que... no pensé... bueno... q-que tú... que nosotros...

―¿No creíste que iba en serio contigo?―le preguntó Naruto, en un tono suave pero con una expresión grave en su rostro.

Hinata enrojeció de vergüenza y se negó a responder, pero no hizo falta. Naruto apretó los dientes. ¡Dios, ¿qué más tenía que hacer para convencerla de que sus sentimientos hacia ella eran sinceros?!

Se levantó de su silla con un movimiento brusco, la agarró del respaldo y la movió hasta colocarla al lado de la de Hinata. Se sentó de nuevo y, abrazándola de forma sorpresiva, le plantó un duro beso en los labios, allí, delante de toda la cafetería en la que se encontraban.

Hinata jadeó y se aferró a su camisa, arrugándola y respondiendo a duras penas a los exigentes labios masculinos. Naruto tomó todo lo que quiso de su boca y más, frotando su lengua con la suya mientras sus manos bajaban por su espalda hasta aferrar su cintura, pegándola más a él.

Cuando el beso acabó, ambos tenían la respiración agitada y estaban sonrojados, aunque por diferentes motivos: Hinata de dicha y vergüenza, Naruto por el esfuerzo hecho segundos antes.

―Todo el mundo nos ha visto besarnos―le susurró, escondiendo la cara en su cuello y dejando un pequeño beso en la base del mismo que la estremeció de pies a cabeza―. Espero que con esto sepas al fin lo muy en serio que voy contigo. ―Hinata no pudo hacer más que asentir―. Bien. ―Naruto se sentó de nuevo bien en su silla, pero sin soltar su brazo de la cintura femenina. Con una actitud de lo más relajada, tomó su taza de café, dando un sorbo―. ¿Cuándo quieres venir a casa, entonces?―Hinata bajó la cabeza y una lenta sonrisa se extendió por su rostro.

Cuando lo volvió a mirar, sus dos ojos perlados brillaban como lunas en una noche despejada.

―E-el viernes después de clase. ¿Te viene bien?―Naruto asintió.

―El viernes. Espérame después del entrenamiento y nos vamos juntos a casa. Le diré a mamá que te quedas a cenar. Seguramente hará ramen, así que...

―E-está bien. M-me gusta el ramen.

―Bien. ―De repente avergonzado, Naruto carraspeó―. Dime cuándo podría ir yo a conocer a tu padre... y a tu hermana. ―El que se acordara de Hanabi hizo a Hinata inexplicablemente feliz.

―El domingo... es el único día que papá está en casa y no trabaja. Puedes venir a comer. ―Naruto asintió.

―El domingo me viene perfecto. ―Hinata le dio un tierno beso en la mejilla.

―Gracias. ―Naruto la miró, curioso.

―¿Por qué?

―P-por ser un novio tan perfecto. ―Una amplia sonrisa iluminó la cara bronceada del rubio.

―Soy único y especial. No hay otro como yo. Y lo sabes'ttebayo. ―Hinata soltó una risita y fue ahora ella quién lo beso, de forma lenta y suave, disfrutando al máximo de los labios de su chico.

Sí. Naruto era el novio perfecto, al menos para ella.

Y eso era lo único que contaba.




―¡Minato, aprisa! ¡Trae esa fuente!―Con un suspiro, el aludido obedeció, tomando entre sus manos una enorme fuente con patatas asadas y poniéndola sobre la mesa.

―¿No crees que te has pasado un poco, cariño? Tengo entendido que las chicas de hoy en día no suelen comer mucho...

―¡Tonterías'ttebane! ¡Mi hijo no se habría echado una novia que pareciera un palo de escoba! ¡Oh, estoy deseando conocerla! ¡Aunque seguramente ya la conozca! Quiero decir... ella siempre le ha gustado y además es muy parecida a mí y... ―Minato apretó los labios, conteniendo la carcajada que quería escapar de su garganta―. ¡¿Pero aún estás así?! ¡Vamos, vamos, ve a quitarte ese uniforme!―Minato quiso protestar y decirle que aquel era el uniforme de gala, ya que aquella tarde había tenido una reunión con el alcalde, pero mejor se lo guardó para sí y, dando un segundo suspiro, subió a cambiarse sus ropas por algo menos formal.

Se puso un pantalón y una camisa sencillos, y unos zapatos de vestir normalitos. Estaba seguro de que su hijo agradecería un poco de informalidad, puesto que su esposa se había engalanado como si fuesen a ir a una boda o algo parecido.

Se reunió con Kushina en la cocina y, justo cuando le daba un pequeño beso en la mejilla para tratar de tranquilizarla oyeron abrirse la puerta principal.

Mientras Minato se acercaba al vestíbulo Kushina se deshizo a trompicones del mandil que llevaba puesto, dejándolo hecho una bola sobre la encimera de la cocina. Se alisó el vestido que se había puesto y se pasó los dedos por el cabello, al tiempo que comprobaba en un espejo que todo en su aspecto estuviera en su lugar.

Respiró hondo, asintió para sí y echó a andar hacia el salón, donde Minato había hecho pasar a Naruto y a su novia. Escuchó risas y una voz femenina, que hablaba en un tono bajo y suave, muy calmado. Frunció el ceño. Esa no era la voz de Sakura, la chica por la que su hijo bebía los vientos desde que tenía uso de razón. Era una voz diferente, muy distinta a la de la chica pelirrosa.

Hizo su aparición en el salón y los tres ocupantes del mismo se quedaron un momento mirándola. Minato fue el primero en reaccionar, sonriendo y yendo a ponerse a su lado.

Naruto se obligó a erguirse y a tomar aire. Asió con fuerza la mano de Hinata, quien se había puesto muy nerviosa de repente.

―Eh... mamá, hola, ya estoy en casa. ―Se aclaró la garganta y tiró de su novia hasta ponerla a su altura y poder pasarle así un brazo protector por la cintura―. Te presento a Hinata. Hinata, mi madre, Kushina. ―Hinata se apresuró a saludarla.

―E-encantada de conocerla, señora Uzumaki. M-mi nombre es Hinata Hyūga.

―¿Verdad que es muy guapa, cariño?―dijo Minato, con su amplia y alegre sonrisa de siempre.

Kushina ladeó la cabeza, con el ceño fruncido. Estaba desconcertada. Esa jovencita tan mona no podía ser la novia de su pequeño, no señor. Naruto necesitaba a alguien fuerte y vigoroso a su lado, no una cosita frágil que, aunque muy bonita, daba la impresión de ir a romperse en cualquier momento.

Esa Hinata era bajita, delicada, elegante, tal y como delataban sus ropas. Nada que ver con la chica que, en su cabeza, creía que era más que perfecta para su hijo.

―Mamá... ―La voz de Naruto la hizo volver a la realidad. Con un movimiento brusco, se dio la vuelta, empezando a andar hacia el comedor.

―Supongo que tendréis hambre'ttebane. ―Naruto parpadeó y echó una mirada contrariada a su padre. Minato suspiró y negó, dándole a entender que él se encargaría.

―Kushina, ven, necesito ayuda con las copas... ―Mientras su padre desaparecía detrás de su madre, Naruto se movió hasta quedar frente a Hinata.

―Nena... ―Le cogió las manos, las cuales le temblaban. Se las apretó, en un intento por reconfortarla.

―No le gusto... A-a tu madre n-no le gusto. ―Parecía a punto de llorar y Naruto maldijo a su madre mentalmente.

―No, nena, es solo que no te conoce. En cuanto lo haga, te adorará tanto como yo. Además, a papá sí le caes bien. Ya viste como sonrió nada más verte. ―Hinata se mordió el labio inferior y bajó la cabeza.

―¿Y si lo dejamos para otro día? E-está claro que tu madre tenía una idea distinta de mí...

―No, Hinata. Escúchame: tú no tienes nada de malo, ¿vale? Deja que te conozca. Mamá puede ser un poco... intensa, pero es buena persona y la mejor madre del mundo'ttebayo. En cuanto os conozcáis un poco estoy seguro de que os llevaréis bien. ―O, al menos,eso esperaba.

―Naruto-kun...

―Vamos, venga. Yo estaré contigo. ―Hinata tragó saliva y asintió, dejándose guiar por su chico hasta la mesa del comedor.

Mientras tanto, Minato había conseguido llevar a Kushina de vuelta a la cocina, con la excusa de que lo ayudara a buscar unas copas.

―¡No es Sakura!―Minato suspiró, abriendo uno de los armarios y haciéndose con tres copas de cristal de colores. Amarillo para él, naranja para Naruto, rojo para Kushina y azul para Hinata―. ¿Quién es esa niña? ¡Nunca había oído hablar de ella! ¡Dime! ¿Tú sí?―Minato volvió a suspirar mientras cerraba la puerta.

―No exactamente. ―Kushina lo miró, demandando una respuesta más clara por su parte―. Encontré una foto suya escondida en la estantería de Naruto, tras esos libros que nunca lee, una vez que hacía limpieza general. Le gusta, Kushina, desde hace mucho, diría.

―¡Pero yo creí que-

―Pero no es así. Lo de Sakura lo superó hace mucho. ¿Cuánto tiempo hace que no habla de ella, que no la menciona siquiera?―Kushina abrió la boca parar responder pero enseguida la volvió a cerrar. Minato se acercó a ella y le puso las manos en los hombros―. No seas mezquina y sé amable con ella. La asustaste antes, la pobre no sabía dónde meterse. Conócela antes de emitir un juicio de valor. ―Kushina resopló.

―No me hables como a uno de tus detenidos. ―Minato rio y la abrazó, besándola dulcemente en los labios.

―Dale una oportunidad, Kushina. Estoy seguro de que no te arrepentirás. ―Kushina bufó.

―¡Está bien!―A grandes zancadas, se dirigió nuevamente al comedor.

Minato entró detrás de ella, portando las cuatro copas que había ido a buscar. Kushina se sentó de manera muy digna en la silla de la cabecera de la mesa, como para dejar claro quién mandaba allí.

―Dime, niña: ¿tú nombre era?―Hinata juntó las piernas para impedir que estas comenzasen a temblar de nuevo.

―Hi-Hinata Hyūga, señora Uzumaki.

―¿Y vas al instituto con Naruto?

―Estamos en el mismo curso, sí―contestó ahora Naruto―. Hinata es de las mejores, siempre acaba entre los cinco primeros y-

―¿Cuántos años tienes?

―Di-dieciocho.

―Eres muy bajita, ¿te alimentas bien?

―¡Mamá!

―¿Qué? Parece que un soplo de viento se la vaya a llevar. Solo me preocupo por su salud. ―Naruto la miró de mala manera, advirtiéndole con los ojos que dejara de comportarse como una niña frente a su novia.

―S-sí, claro. O al menos eso creo.

―¿Qué es lo que te gusta?

―Leer, sobre todo. Participo en un club de lectura junto a varios compañeros de nuestro curso. ―Minato sonrió de medio lado en dirección a Naruto, sin duda recordando el día en que lo pilló hurgando entre sus libros.

Naruto se sonrojó al recordar igualmente aquella escena para él tan bochornosa.

―¿Practicas algún deporte?

―N-no ahora mismo. De niña fui a clases de equitación pe-pero luego tuve que dejarlas...

―¿Por qué?―Hinata bajó la cabeza.

―E-era mi madre quién me llevaba y... luego ya no pudo hacerlo. ―Naruto alargó una mano y la posó sobre las suyas, apretándoselas levemente en gesto de consuelo y comprensión.

Su explicación pareció afectar a Kushina, quién miró a su marido, como pidiéndole ayuda para salir del atolladero en el que ella solita se había metido. Minato suspiró. Su esposa no tenía remedio. Esperaba que pronto comprendiera que aquella chica era todo lo que su pequeño necesitaba.

―¿Sabes? Tal vez puedas enseñar a montar a Naruto, si es que aún te acuerdas. Nunca pudimos convencerlo de que se apuntara a clases para aprender, a pesar de que hubo un tiempo en que su madre estuvo empeñada en apuntarlo a lecciones en una escuela. ―Hinata sonrió entonces y miró para su novio.

―Tal vez... si el quiere. ―Naruto quedó prendado de la sonrisa de Hinata y asintió, embobado por la belleza de su chica.

―Por ti, nena, lo que sea―le dijo, provocándole un tierno sonrojo y una risa.

Kushina observó toda la escena anonadada, estupefacta. Miró de nuevo para su marido, quién le sonrió y le puso cara de "Te lo dije". La pelirroja apretó los labios, todavía negándose a admitir lo evidente.

Sin embargo, al ver las sonrisas cariñosas y cómplices que los dos adolescentes se lanzaban, Kushina tuvo que admitir que se veían... bien, juntos. Se notaba a leguas que eran una pareja bien avenida y que había mucho cariño entre ellos. Se miraban como lo hacían Minato y ella, como si compartieran algún secreto que solo ellos conocían.

Agarró su copa con un bufido y dio un largo trago a su bebida.

Bien, vale, puede que la chica tuviese sentimientos sinceros hacia su niño, eso la hacía ganar unos pocos puntos. Pero todavía tenía sus reservas.




Hinata terminó de cepillarse su largo cabello negro azulado y dejó el peine encima del tocador que tenía en su habitación, con un suspiro.

―¿Estás nerviosa?―le preguntó Hanabi, desde su cama, en la cual se encontraba tumbada boca abajo y pasando las hojas de una revista de cotilleos. Ella también ya estaba arreglada.

―Un poco... ―Hanabi la observó de reojo y sonrió.

―No tienes por qué estarlo, nee-sama. Piensa que sería mucho peor si Neji-nii-san estuviese aquí. ―Hinata frunció el entrecejo en dirección a su hermana.

―No ayudas, Hanabi. ―La aludida se encogió de hombros.

―Admito que tu chico tiene agallas, para venir y presentarse ante papá así, sin más. ―Hinata también lo pensaba, porque Hiashi Hyūga no era alguien fácil de complacer, ni mucho menos.

Eso la llevó a levantarse y a salir de su cuarto en actitud decidida. Hanabi le preguntó adónde iba pero ella no le contestó, concentrada como estaba en su objetivo. Bajó las escaleras y se encaminó hacia el despacho de su padre. Se detuvo un instante en el comedor para cerciorarse de que todo estuviera bien puesto para cuando llegara Naruto y luego se plantó ante la recia puerta de madera maciza. Tomó aire y llamó con los nudillos muy suavemente, sabedora de que su progenitor la escucharía.

―Adelante. ―Hinata agarró la manilla y tiró hacia abajo, empujando enseguida la puerta para poder entrar en la amplia estancia.

Cerró tras ella y su padre levantó la vista de los papeles que estaba revisando. Sonrió al verla y se levantó.

―Estás preciosa, Hinata. ―La adolescente se sonrojó por el cumplido, sonriendo tímidamente al halago.

―G-gracias, papá. T-tú también estás muy guapo. ―Hiashi se hinchó como un pavo de navidad ante las palabras de su primogénita―. Papá, yo... ¿puedo hablar contigo un momento?―Extrañado ante la seriedad que de pronto adoptó el tono de la chica asintió.

Hizo un gesto hacia las sillas que tenía ante la mesa y Hinata se sentó en una de ellas, mientras Hiashi hacía lo propio en su cómodo sillón de cuero negro con respaldo ergonómico.

―¿Ocurre algo malo?―Hinata negó con la cabeza.

―En realidad... quería pedirte una cosa, algo que es muy importante para mí. ―Intrigado, Hiashi se inclinó hacia delante―. ¿Podrías no ser muy duro con Naruto-kun?―Hiashi frunció el ceño―. Papá, te lo pido por favor... E-es un buen chico, me quiere y yo lo quiero y te va a gustar, te va a caer bien, de verdad. Pero, por favor: no lo asustes. ―Su progenitor acentuó su ceño fruncido, nada conforme con la petición de Hinata.

―Me preocupo por ti―dijo al fin, tras varios minutos de silencio―. Nunca habías mostrado interés por los chicos―Hinata quiso decirle que eso no era del todo verdad, porque sí se había fijado, aunque en su caso todas sus revolucionadas hormonas femeninas tan solo reaccionaban ante uno en concreto―, nunca me habías hablado de que estuvieras interesada en alguien y, de repente, me dices que tienes novio desde hace unos meses y que quiere conocerme, puesto que tú ya conoces a sus padres... ―Meneó la cabeza―. Es lógico que piense...

―Papá―lo interrumpió Hinata―. Lo entiendo, y te quiero por eso, por querer protegerme. Pero te aseguro que Naruto-kun es un buen chico. Siempre me dices que soy muy inteligente, ¿verdad?―Hiashi asintió, ahora confuso―. Y, dime, ¿alguien que no lo fuera estaría con un chico que no sintiera lo mismo o que tan solo me viera como un pasatiempo más?―Hiashi suspiró.

―Eres igual que tu madre―gruñó. Se dejó caer contra la silla, resignado―. De acuerdo, prometo no ser muy... exigente. ―Hinata sonrió ampliamente y se levantó de un salto, yendo rápidamente a abrazar a su padre y a darle un beso en la mejilla.

―¡Oh, gracias, papá! ¡Te quiero!

―Y yo a ti, cielo. ―Padre e hija escucharon el timbre sonar y la cara de Hinata se iluminó con una sonrisa aún más grande que la esbozada segundos antes.

Salió corriendo del despacho de su padre y se plantó en el vestíbulo en un santiamén, justo cuando la puerta principal se abría y la figura de su novio hizo su aparición. Llevaba en la mano un paquete y sonreía, algo azorado y tímido, a las personas que lo recibieron.

―¡Naruto-kun!―Al verla y oírla, el rubio curvó los labios en una sonrisa igual de grande y alegre que la de la chica.

―¡Hinata, nena!―Toda la servidumbre sonrió enternecida al ver a la pareja fundirse en un afectuoso abrazo, e incluso darse un cariñoso pico―. ¡Estás preciosa, Hina!―Las pálidas mejillas femeninas se tiñeron de rosado y ella sonrió de nuevo.

―Y tú espectacular―dijo, al reparar en el traje formal que vestía. Naruto rio.

―¿Esto? En realidad, es de papá. Mamá tuvo que hacer algún apaño, porque papá es un poco más delgado que yo. ―Hinata rio, acariciando la pulcra tela azul marino que, aunque de mala calidad, más limpia no podía estar.

Un carraspeo llamó la atención de los jóvenes, que miraron a un lado, encontrándose con la mirada ceñuda de Hiashi Hyūga. Ambos jóvenes se apresuraron a dejar espacio vital entre ellos, terriblemente sonrojados. Sin embargo, no se soltaron las manos en ningún momento, como si necesitaran el contacto del otro para sentirse seguros y a salvo.

Naruto extendió la mano en la que había sostenido un paquete todo ese tiempo.

―Ho... Holas, señor Hyūga... M-mi nombre es Naruto Uzumaki y soy el novio de su hija. Esto es de parte de mis padres, son unas pastas para acompañar al té o al café... ―Naruto se interrumpió al ver como el ceño del hombre se fruncía un poco más a cada palabra que decía.

Tragó saliva y su mano empezó a temblar. Hinata suspiró y negó.

―Papá, por favor. ―Hiashi miró para su hija y luego nuevamente a aquel chico, el cual estaba sudando a chorros.

Suspirando, decidió darle un poco de tregua. No parecía un mal chico. Al menos, no tenía ningún tatuaje a la vista ni agujeros en las orejas. Tampoco iba vestido con vaqueros rotos y camisetas con frases obscenas. Eso, se dijo, ya era un alivio.

Tomó el paquete de la mano del rubio y asintió.

―Gracias. No era necesario, pero gracias. ―Naruto pareció aliviado y relajó la tensión de sus hombros―. ¿Pasamos al comedor?

―Claro, papá. ―Hinata dio un apretón a su mano y lo instó a seguirla. Naruto obedeció, sintiendo de nuevo la tensión crecer en su cuerpo.

De pie al lado de la mesa del comedor los esperaba Hanabi, perfectamente ataviada en un vestido de cóctel de corte y diseño modernos, de color verde agua. Hinata iba igualmente vestida, pero en su caso el vestido era de corte clásico y en color azul turquesa. Antes de sentarse, Naruto le apartó la silla como todo un caballero y se inclinó para darle un cariñoso beso en la mejilla. Aquel gesto hizo que Hinata sonriera ampliamente de pura felicidad y Hiashi sintió como parte de su recelo se desvanecía. Le recordaban tanto a él mismo y a su Hana... Si no fuera porque el mocoso quería llevarse a su hija tal vez y hasta podría caerle bien.

―Dime, Naruto, ¿estás en el mismo curso que mi hija?―Por supuesto, Hiashi ya conocía la respuesta, pero por algo había que empezar el interrogatorio... o la conversación.

―Sí, así es, señor. Compartimos la mayoría de las clases.

―¿Y eres buen estudiante?―Naruto tragó saliva de nuevo.

―Eh... bueno... no soy de los peores, creo... ―Miró inseguro para su novia, quién le sonrió, tranquilizadora, para acto seguido lanzar una mirada a su padre. Hiashi hizo caso omiso. Su deber como padre era protegerla. Y eso pensaba hacer, le gustara a ella o no.

―¿Practicas algún deporte?

―Fútbol, señor.

―Es el capitán, papá.

―Y un patea culos increíble en el campo.

―¡Hanabi!―La increpó su padre. La adolescente castaña esbozó una sonrisa y cogió su copa, para beber un poco de agua―. Ese es un deporte peligroso, ¿no? ¿Alguna vez has acabado en el hospital?

―¡Papá!―Naruto le cogió la mano por debajo de la mesa y se la apretó ligeramente, dando a entender que no pasaba nada.

―Gracias a Dios, no, señor. Soy muy bueno en el terreno de juego.

―Te lo dije―murmuró Hanabi. Hiashi la fulminó con la mirada antes de continuar.

―Deduzco, entonces, que estás esperando a conseguir una beca para ir a la universidad. ―Naruto se removió, incómodo, pero acabó asintiendo.

―Sí...

―¿Y ya sabes lo que vas a estudiar?―Naruto empezó a sudar por segunda vez en la noche y tuvo que sacarse la chaqueta de su traje y aflojarse un poco la corbata. ¿Hacía calor o era él?

―Aún... aún no lo tengo muy claro, señor. Pero lo que sí sé es que será algo relacionado con los deportes. Quizás Ciencias del Deporte o directamente estudiaré para ser entrenador de algún equipo de fútbol en el futuro... ―Hiashi frunció el ceño. Algo era algo, pensó. Al menos, el chico sabe lo que le gusta. Eso ya es un paso.

―Papá, por favor. ―Miró a su hija, cuyos ojos perlas suplicantes lo hicieron sentirse fatal por estar sometiendo a su novio a un tercer grado.

Cerró los ojos, respiró hondo y, cuando los volvió a abrir, sonrió con aprobación, lo que hizo a Hinata inmensamente feliz. Hanabi le sonrió también, contenta por su hermana mayor.

―Bueno, Naruto. Espero que no tardes mucho en averiguar lo que quieres. Las buenas universidades se llenan pronto. ―Naruto miró hacia Hinata y le sonrió.

―Lo sé. ―La Hyūga pestañeó. Naruto la había mirado como si esperase algo de ella, pero no sabía el qué.

Sacudió la cabeza y le devolvió la sonrisa, feliz.

Nada malo pasaría mientras estuvieran juntos. Eso lo tenía claro.




El instituto estaba que bullía de actividad. Por fin había llegado el día de la tan ansiada final de fútbol, donde su equipo se jugaba el todo por el todo por conseguir el primer lugar en el campeonato. Los chicos y chicas que eran los estudiantes estaban tan excitados y emocionados que los profesores apenas podían dar las clases. Por todas partes se oían gritos de ánimo a los jugadores, la música de la banda ensayando o los gritos de las animadoras, practicando también su último número del curso.

Hinata habría querido pasar aquella mañana en total compañía de Naruto, pero este estaba rodeado por su equipo y por el entrenador, discutiendo estrategias y escabulléndose a cada minuto libre para entrenar aunque fuesen unos míseros cinco minutos. Todos estaban con los nervios a flor de piel. Si ganaban, el futuro de más de uno, incluyendo su novio, estaría asegurado. Si perdían... bueno, seguramente recibirían ofertas igualmente, pero no sería lo mismo, porque los jugadores sentirían que no se lo merecían, que no habían dado el todo por el todo. Al menos, Hinata tenía claro que en el caso de su chico sería así.

―¿No deberías estar al lado de tu novio dándole tu apoyo y tu amor incondicionales, Hina?―Se sonrojó al escuchar la pregunta de Kiba.

A su lado Shino suspiró, meneando la cabeza, dando a su amigo castaño amante de los animales por imposible.

―Me gustaría... pero cre-creo que sería más una distracción que otra cosa. Me ha prometido que... en cuanto acabe el partido... haremos algo especial. ―Kiba alzó las cejas.

―Oh, no me digas.

―Kiba―lo increpó Shino, sabiendo por donde iban los tiros.

Hinata enrojeció, entendiéndolo también. Se mordió el labio inferior y le dio una mirada a Naruto, quién pasó por enfrente de ella acompañado de su mejor amigo, ambos serios y discutiendo sobre algo, seguramente relacionado con el partido.

Antes de desaparecer completamente de su vista giró la cabeza en su dirección y le sonrió con culpabilidad, articulando con sus labios una disculpa silenciosa. Hinata se sintió tan feliz de que él se diera cuenta de que en el fondo aquella distancia momentánea la molestara que no pudo menos que sonreírle ampliamente y negar con la cabeza, dándole a entender que no importaba. Naruto le lanzó entonces un beso y ella, aunque con las mejillas rojas porque estaban siendo objeto del interés de todo el que se encontraba en el pasillo ahora mismo, hizo el gesto de atrapar aquel beso invisible y llevárselo al pecho, justo donde le latía apresuradamente el corazón.

Naruto se sintió tan hipnotizado por aquello que Sasuke tuvo que volver sobre sus pasos y agarrarlo del hombro, tirando de él hacia las puertas que daban al patio, gruñendo y soltando maldiciones acerca del amor y de las novias dulces y molestas.

―Vaya, Hina, lo tienes comiendo de la palma de tu mano. ―Aunque no lo creyó posible, Hinata enrojeció todavía más. Carraspeó y se dio la vuelta. Necesitaba unos minutos a solas para tranquilizarse.

―Vo-voy un segundo al baño...

―Te esperamos en las mesas del patio―dijo Shino.

Hinata asintió y se escabulló hacia el baño de chicas más cercanos que, afortunadamente, se encontraba total y absolutamente vacío. Se metió en un cubículo y aprovechó para orinar, sabiendo que no le daría tiempo si le entraban ganas antes de volver a clase. Se recolocó la ropa, tiró de la cadena y salió, dejando los libros que llevaba encima de los lavabos y abriendo uno de los grifos para lavarse las manos.

Estaba aplicándose el jabón en las palmas cuando la puerta volvió a abrirse. Por el rabillo del ojo Hinata vio que se trataba de Sakura Haruno. La pelirrosa se quedó un instante paralizada al encontrarla allí, pero enseguida se repuso. La saludó cautelosamente con un movimiento de cabeza que Hinata correspondió y luego ella misma se metió en uno de los baños. Al cabo de un minuto Hinata escuchó la cadena. Se estaba secando las manos en un pañuelo que siempre llevaba encima porque el papel se acababa enseguida, cuando Sakura se puso a hacer lo mismo que estaba haciendo ella, limpiarse las manos.

Hinata vaciló, pero finalmente dejó el pañuelo cuidadosamente doblado al lado de la pila.

―Pu-puedes usarlo, si quieres. No queda papel. ―Sakura la miró de reojo. No dijo nada y Hinata tampoco añadió nada.

Dando un suspiro, Hinata agarró sus cosas para salir.

―Gracias―dijo la Haruno cuando la peliazul ya se disponía a abandonar el cuarto de baño.

Hinata asintió.

―No hay de qué. ―Agarró la manilla para abrir la puerta cuando la voz de Sakura la detuvo.

―Os he visto, a ti y a Naruto, hace un momento. ―Hinata no pudo evitar enrojecer de vergüenza―. Demonios, todo el instituto lo ha visto: como te ha lanzado ese beso y como tú, cual princesita, te lo guardabas en el corazón. ―Hinata respiró hondo.

―Siento si eso te incomoda... no pretendíamos hacer sentir mal a nadie―dijo Hinata, creyendo prudente disculparse con la... ¿ex, de su novio? En realidad nunca había llegado a preguntarle a Naruto si él y Sakura habían sido novios realmente o no.

Sakura bufó, limpiándose las manos con más brusquedad de la necesaria. Sí, le había molestado, pero no por lo que Hinata creía. No estaba celosa, no en un sentido estricto, al menos. Solo... sentía un poco de envidia.

―Nunca fuimos nada realmente. ―Aquellas palabras hicieron a Hinata detenerse de abrir la puerta y volverse para mirar fijamente a su compañera de lavabo. Sakura suspiró, doblando el pañuelo cuidadosamente y devolviéndoselo a Hinata―. No niego que Naruto me gustaba... me gusta, mucho. Seguramente, si él hubiera querido, habríamos hecho algo más que darnos unos besitos y unos roces indecentes. Joder, habría estado más que dispuesta a perder mi virginidad con él porque, vamos, está como un tren. ―Hinata se tensó ante semejante declaración aplastantemente sincera―. Pero él nunca quiso, siempre era el que se separaba primero, el que ponía un alto cuando mi mano se aventuraba un poco más abajo... ya me entiendes... ―Hinata entrecerró los ojos en su dirección.

¿Qué pretendía Sakura? ¿Hacerla sentir mal? ¿Hacer que despertaran sus celos y montara una escenita en medio del baño de las chicas del pasillo?

―No suelo hablar de posibles escenas de sexo que mi novio haya podido tener o dejar de tener con su ex―soltó Hinata, en un tono de voz tan firme que hasta ella misma se sorprendió.

Sakura empezó a reírse a carcajadas y le costó unos minutos recomponerse.

―Perdón, perdón. Nunca te imaginé diciendo la palabra con "s". Siempre pareces tan fina y elegante, tan delicada... Por eso no te tragaba. ―Los ojos verdes de Sakura se clavaron en ella―. Era imposible para mí apreciarte aunque fuera un poco. Todos los chicos se quedaban embobados cuando les hablabas, y lo peor es que tú no te enterabas de nada. Por eso me encargué de que fueses tildada como la rarita del curso. Así nadie tendría las agallas de querer nada contigo, incluido... incluido el chico que me gusta y el chico que supuestamente estaba enamorado de mí desde que íbamos a la guardería. Naruto era mi puerto seguro, ¿sabes? Esperaba tenerlo comiendo de la palma de mi mano hasta que yo tuviera el suficiente valor para dejar de pensar en alguien que ni siquiera me ve. Entonces, podría volverme a mirar a Naruto y decirle, por fin, que él también me gustaba. Porque es cierto, Hinata: Naruto me gusta. No estoy locamente enamorada de él, pero me gusta, lo quiero. Es un buen chico y estoy segura de que tiene un futuro brillante por delante. ―Sakura calló y respiró hondo.

Hinata no la había interrumpido, la había dejado hablar, recibiendo por fin aquella explicación que siempre había buscado, el por qué Sakura Haruno, la capitana de las animadoras, la chica más deseada de todo el instituto, le había hecho, hasta hacía muy poco tiempo, la vida imposible.

―Es Sasuke-kun, ¿verdad?―preguntó Hinata, en tono suave, en un intento por desviar el tema.

Sakura desvió la mirada hacia el espejo, no atreviéndose a mirar a la Hyūga a losojos.

―Sí―admitió al fin―. Pero, él... ni siquiera me mira... Todos los jugadores del equipo de fútbol se mueren por mis huesos, a excepción de Naruto. Pero Sasuke-kun... nunca me ha mirado, ni una sola vez. ―Hinata se tapó la boca con una mano, sofocando así la risa que quiso escapar de su garganta.

Ay, si Sakura supiera... Claro que Sasuke la miraba. Mucho, en realidad. Pero siempre lo hacía de manera que nadie más se diese cuenta. Pero Hinata era una persona de lo más observadora, siempre lo había sido, y no había tardado en descubrir esas miradas furtivas que decían más que todo el diccionario junto.

―No te guardo rencor, Sakura―le dijo al fin, tras un tenso silencio―. De verdad que no. Naruto-kun y yo... estamos bien. Él me ha explicado los motivos que tuvo en el pasado para actuar como lo hizo y ya está, no hay más. En cuanto a lo de Sasuke-kun... solo lo averiguarás si das un paso al frente y le dices lo que sientes de verdad por él. Tal vez... esté esperando a que lo hagas. ―Sakura pestañeó y la miró, sorprendida.

―¿Qué quieres decir?―Hinata sonrió de forma enigmática.

―Tú hazlo. Puede que te lleves una sorpresa. ―Y dicho esto salió del baño, feliz de haber hecho su buena acción del día.

Sakura era una chica con muchas inseguridades. Y ya era hora de que diera un paso adelante para dejarlas atrás y que la verdadera Sakura Haruno saliera por fin a la luz.




Naruto se agachó y los miembros de su equipo juntaron las cabezas con él, formando un corro cerrado donde no cabía ni un alfiler. Estaban en la final, apenas quedaban unos minutos de partido e iban por los pelos en cabeza. Si fallaban, el otro equipo ganaría. Necesitaban ese último tanto para adelantarse en el marcador. No podían cometer fallos, no podían vacilar a la hora de llevar a cabo la jugada.

―¿Lo tenemos claro?

―¡Sí, capitán!

―¡Pues a por ellos, entonces! ¡Que no quede títere con cabeza!―Su equipo rugió y el corro se disolvió, yendo cada uno a su lugar en el campo.

El reloj se puso en marcha de nuevo con un pitido y la pelota se puso en juego. Corrió como nunca, esquivando a los defensores, hasta el otro extremo. Lanzó la pelota en cuanto vio un hueco y, como por arte de magia, esta atravesó el aire y cayó donde debía, en una jugada épica y a la vez la mar de fácil, que hizo al público asistente gritar y aplaudir.

―¡SÍ, JODER, SÍ!

―¡NARUTO, ERES GRANDE, TÍO!―Sasuke corrió a su lado y ambos se abrazaron y se palmearon la espalda. El entrenador Kakashi también estaba sonriendo y gritando, al tiempo que un par de técnicos descorchaban una botella de algo que parecía champán y bañaban a todo el que estaba a su alrededor con el líquido dorado.

Los jugadores del otro equipo se dejaron caer al césped, abatidos, resignados, meneando la cabeza y algunos incluso llorando, desolados por haber perdido esa oportunidad.

Desde su sitio en las gradas, Hinata lo observó todo con lágrimas en los ojos. Deseaba estar allí abajo, felicitando a su novio, pero sabía que él ahora mismo querría estar con sus chicos, celebrarlo con su equipo.

―¡Hina, vamos! ¡Todos se dirigen a la plaza mayor! ¡A celebrarlo como nunca!―Riendo y uniéndose al regocijo general, ella, Kiba y Shino bajaron las escaleras corriendo y fueron medio saltando medio corriendo, entre empujones y abrazos entre ellos y con los demás que habían ido a ver el partido hacia la mencionada plaza.

Por el camino, la gente que estaba en los pequeños negocios de la zona e incluso los de algunas oficinas se asomaban al percatarse de la algarabía que se había formado en las calles. La policía, tan eficiente como siempre, ya había cortado el tráfico, por lo que los estudiantes y aquellos amigos y familiares de los jugadores que habían asistido al partido cubrían las carreteras y las aceras, ondeando banderitas con los colores verde y rojo del equipo y el símbolo, una espiral en forma de hoja.

Los jugadores, por su parte, todavía estaban celebrándolo en el vestuario, cantando y con música a todo volumen, canciones varias que hacían una mezcla extraña pero que a nadie molestaba, dada la alegría que sentían todos.

―¡Naruto!―Kakashi consiguió abrirse paso a empujones, entre abrazos y algún beso de sus jugadores que lo hizo reír.

―¿Qué hay entrenador?―preguntó el rubio, mientras intentaba que sus compañeros y amigos lo dejaran vestirse en paz y tranquilidad.

Lo estaba pasando de miedo, la adrenalina todavía corría por sus venas, pero necesitaba encontrar a Hinata. Quería decirle que todo había sido gracias a ella, a su apoyo y comprensión, a sus sentimientos por él y los que él tenía hacia ella.

―Hay alguien que quiere hablar contigo. ―Al captar el tono serio Naruto borró su sonrisa y frunció el ceño.

Se puso la primera camiseta que encontró por ahí, ni siquiera sabiendo si era suya o de otro. Y vistiendo todavía los pantalones del uniforme y las zapatillas siguió a Kakashi hasta fuera.

―¿Quién es?―Kakashi le sonrió y le palmeó la espalda al tiempo que le pasaba el brazo por los hombros.

―Es un ojeador, alguien importante. El representante de un buen amigo y rival de nuestra universidad. Tu padre lo conoce bien porque jugó contra él en numerosas ocasiones, cuando yo apenas había entrado en el equipo universitario. ―Naruto parpadeó―. La universidad local es buena, Naruto: pero las hay mucho mejores deportivamente hablando. Si quieres triunfar en el fútbol, ese sería tu lugar. Y lo mismo si quieres dedicarte al deporte en el futuro, ya sea como profesional o detrás de los jugadores. Me dijiste que querías estudiar algo relacionado con eso, ¿no?―Naruto asintió, cada vez más curioso―. Pues entonces ten muy en cuenta la oferta que te hagan... ―Llegaron a la oficina de Kakashi y este entró sin llamar.

Naruto tragó saliva, respiró hondo y, tras calmar los acelerados latidos de su corazón, siguió a su entrenador. Kakashi estaba de pie al lado de su mesa, hablando con un tipo moreno lleno de tatuajes, que llevaba el pelo rubio recogido en unas trenzas algo extravagantes y unas gafas oscuras. Vestía un traje formal oscuro que, por alguna razón, no pegaba para nada con su apariencia.

―Bee, te presento a mi jugador estrella: Naruto Uzumaki. ―Naruto pestañeó al escuchar el nombre, y su boca se abrió en una perfecta o.

―S-señor Bee, e-es un honor... ―Le dio la mano de manera torpe.

Ante él estaba nada más y nada menos que Killer Bee, la abeja asesina, el mejor jugador de fútbol que el mundo había conocido. Él y su hermano A habían sido una pareja imparable en la época en la que su padre jugaba en la universidad. Había oído innumerables historias acerca de las veces que El Rayo Amarillo de Konoha y la Pareja Relámpago habían chocado en el campo, ganando a veces un equipo y a veces otro. Su padre incluso tenía una foto en la que aparecían los tres tras el último campeonato nacional que jugaron, que guardaba como oro en paño.

Naruto siempre había deseado conocer a una de esas leyendas y, aunque en su mente se había visto jugando por Konoha y derrotando a Kumo, los eternos rivales, también se había imaginado lo contrario: siendo entrenado por aquellos que habían sido capaces de vencer a su héroe.

―El placer es mío, chiquillo. Espero que nos llevemos bien, niño. ―Naruto frunció el ceño y ladeó la cabeza. ¿Había sido impresión suya o el hombre moreno y rubio había hablado rimando?―. Está en buena forma―le dijo a Kakashi. Este asintió, con una expresión de pura satisfacción.

―Naruto es el mejor de mis chicos. Hubo un tiempo en que pensé que Sasuke lo superaría, pero Naruto se esforzó el doble y trabajó muy duro para ser el mejor. Además: es disciplinado, no le tiene miedo a esforzarse y, aunque al principio no le iba eso de obedecer mis instrucciones... ―Naruto se sonrojó al recordar sus inicios, hacía ya varios años, cuando no era más que un chaval de doce años deslenguado y fanfarrón―... ha madurado mucho y para bien. Le va bien relativamente en los estudios, no bebe en exceso, no fuma, se mantiene en forma y tiene chica formal.

―¿Oh? ¿En serio?―Naruto asintió―. ¿Y dónde está ella?

―Estará con los demás, señor, celebrando nuestra victoria. ―Bee alzó las cejas y le lanzó una mirada a Kakashi, que le sonrió y cabeceó afirmativamente, como diciendo "Ya te lo dije".

―... Supongo que me reuniré con ella en cuanto pueda... Sus amigos la cuidarán mientras.

―¿Tenéis planes de futuro?―Naruto quedó estático por un momento y luego tomó aire y lo soltó lentamente.

―Bueno... no exactamente. No hablamos mucho sobre el mañana, nos dedicamos sobre a disfrutar el presente... Aunque, si está en mi mano, quisiera que fuéramos a la misma universidad. ―En su mente, Naruto se había imaginado muchísimas veces viviendo con Hinata mientras ambos estudiaban sus respectivas carreras, tal vez en un mini piso de una sola habitación donde estuviera todo integrado: cocina, salón, comedor... Se había visto a sí mismo despertando todos los días al lado de Hinata, durmiendo junto a su cálido cuerpo. Cocinando juntos, peleándose por el mando de la tele (si es que llegaban a tener una), discutiendo sobre la comida o sobre dejar la tapa del váter levantada o el bote de pasta abierto... Esas cosas cotidianas por las que sus padres siempre se metían el uno con el otro y, a pesar de todo, eran la mar de felices.

Bee sonrió ampliamente y miró nuevamente a Kakashi.

―Me gusta el chico. ―Kakashi rio, apoyándose en su mesa de trabajo―. Chico, escúchame bien, tío. He venido al partido, ya sabes para qué, eh. Quiero reclutarte, pero sin insultarte. Una beca completa, vaya tela. Con alojamiento incluido, todo muy fluido. Y si tu chica es buena, te daré una de cal y otra de arena. Tú esfuérzate y te daremos algo que te complace. Los dos en Kumo, sin truco alguno. ―Naruto dejó que su boca se abriera una vez más.

Su corazón latió apresuradamente, rugiendo en sus oídos, su mente procesando todo a la velocidad de la luz.

Miró para su entrenador y este le sonrió ampliamente y asintió, como diciéndole que todo era real, que no estaba soñando.

―S-señor, yo... no sé qué decir... ―Bee sonrió y le dio un golpecito en el hombro.

―Tú piénsalo con calma, con el alma. Háblalo con tu chica y con tus padres, porque para eso están las madres. Estaré aquí hasta pasado mañana, espero una respuesta válida. ―Naruto tragó saliva y asintió, estrechando efusivamente la mano de Bee una y otra vez.

―L-lo pensaré, señor. De verdad lo haré'ttebayo. ―Miró hacia Kakashi, pidiéndole permiso para irse, y este cabeceó afirmativamente, desapareciendo así de la vista de los dos hombres, caminando aturdido de vuelta a los vestuarios.

―No pensé que ofrecerías una beca también a la chica de Naruto. ―Bee rio, sentándose en una de las sillas.

―Es mi especialidad: buscar huecos por los que calar. Y el chico hablaba de su novia con mucha labia. ―Kakashi rio también y fue a sentarse a su silla, al otro lado de la mesa.

―Estoy seguro de que no te arrepentirás. Por lo que tengo entendido, la novia de Naruto es muy buena estudiante. Haríais dos buenos fichajes. ―Bee cruzó una pierna sobre otra, sonriente.

―Eso espero, salero―canturreó.

Kakashi frunció el ceño para luego suspirar y menear la cabeza.

―No tienes remedio... En fin, ¿una copita?―Kakashi abrió un cajón y sacó una botella de whisky y dos vasos, Bee alzó una ceja―. Eh, no me juzgues. Tengo mucha presión.

―Acepto, salero. ―Kakashi sirvió en los vasos y le dio uno a su invitado. Levantó el suyo y Bee lo imitó.

―Por Naruto, porque acepte tu oferta, aunque desearía que se quedase en Konoha.

―Por Naruto, porque se venga a Kumo. ―Ambos chocaron sus vasos y bebieron de un trago.

―¿Otra?―Por toda respuesta Bee le cedió su vaso y Kakashi sirvió más whisky.




Hinata miró su móvil, preocupada. Naruto le había asegurado que sacaría un rato para verla y estar con ella, para celebrarlo los dos solos. Ella estaba deseando verlo, felicitarlo por lograr su más grande meta hasta ahora, su sueño. Aunque eso la asustaba en gran medida, porque ahora el que le ofrecieran una beca para estudiar en la universidad era prácticamente una realidad. Era cuestión de tiempo, y ella no estaba preparada para dejarlo ir, para separarse de él. Aún no.

Se mordió el labio inferior al ver que todavía no tenía nada. Ninguna llamada, ningún mensaje. Echó un vistazo a la multitud enfebrecida que cantaba, bailaba y reía por toda Konoha. Estaban montando un alboroto tremendo. Era como si la ciudad entera se hubiese parado para celebrar la victoria del equipo del instituto, que muchos sentían como propia, porque no había habitante de la pequeña ciudad que no tuviera un familiar o hijo de un amigo que no estudiase allí.

Se guardó el teléfono en el bolso y, con un suspiro, intentó volverse a mezclar entre el gentío. Justo cuando se reunió de nuevo con Shino, porque hacía tiempo que Kiba había desaparecido con Tamaki, a pesar de que la chica nada tenía que ver con su instituto porque estudiaba en el rival, todos se habían contagiado de la algarabía general. Aceptó el vaso que su amigo le tendía y le sonrió para darle las gracias. El chico de gafas asintió y ambos se dedicaron a dar pequeños sorbos a sus bebidas, absortos en sus pensamientos. Shino no era de muchas palabras, y en esos momentos Hinata lo agradecía, porque además se le haría imposible mantener una conversación fluida entre tanto griterío.

Habían pasado unos diez minutos cuando sintió una vibración contra su cadera. Se apresuró a rebuscar hasta encontrar su teléfono móvil y lo revisó. Tenía un mensaje de Naruto:

Ven al descampado.

Con su corazón latiendo a toda prisa y preocupada por lo escueto del mensaje, se despidió de Shino y se apresuró a abrirse paso a empujones y codazos entre la gente. Le costó casi quince minutos atravesar la masa de gente y salir a una calle lateral, por donde pudo enfilar hacia su destino. Se lamentó de que se hubiese cortado el tráfico en toda Konoha, porque ahora tendría que hacer el camino andando, y no era la distancia lo que la preocupaba, sino la subida hasta allá, engorrosamente empinada.

Dando un suspiro, obligó a sus pies a moverse. Cuanto antes llegara, mejor. Tardó unos veinte minutos en alcanzar el pie de la cuesta y otros diez en subirla, entre jadeos y gruñidos y alguna que otra parada para maldecir a los que se les había ocurrido la fantástica idea de construir un camino en aquel lugar.

Al fin, resoplando, llegó al final, y lo primero que vio fue el coche de Naruto, aparcado delante de un borde despejado que hacía las veces de mirador. Había un cartel lleno de polvo y con las letras medio borradas que advertían de la peligrosidad de acercarse al barranco, pero tampoco había ninguna barandilla o estructura que lo impidiera.

Entrecerró los ojos en la semi oscuridad del atardecer al vislumbrar la cabellera corta y rubia de su novio. Naruto se encontraba de espaldas a ella y de frente al borde, apoyado sobre el capó del coche. Parecía tener la vista fija en el paisaje de Konoha que se extendía a sus pies. Anduvo hacia él despacio, acusando el cansancio de la caminata.

Él la oyó acercarse porque se giró y le sonrió. Para luego reírse.

―Estás hecha un desastre'ttebayo. ―Hinata hinchó los mofletes con enfado, en un puchero infantil que a él lo hizo derretirse de ternura―. Ven aquí―murmuró, levantándose y estirando los brazos hacia ella, para atraerla a su pecho. Hinata se acurrucó en el mismo, más que feliz―. Has tardado mucho―le dijo, apretándola más fuerte en sus brazos.

Hinata resopló, molesta.

―Podías haberme ido a buscar. ―Naruto rio y la vibración hizo a Hinata estremecerse de placer. Le encantaba escucharlo (y sentirlo) reír.

―Tienes razón, nena. Lo siento. ―La separó un poco de sí y la miró, culpable―. ¿Si te doy un beso me perdonas?―No esperó respuesta: la agarró con ambas manos del rostro y dejó caer sus labios contra los suyos, besándola de una forma que hizo que el mundo de Hinata se tambaleara. Tuvo que aferrarse a la camiseta que él llevaba puesta para no caer al suelo.

Sus lenguas jugaron, batallaron la una con la otra, ansiosas por reclamar el control del beso. Las manos de Naruto se aventuraron a bajar a su cintura y de ahí a colarse bajo su blusa, sintiendo la cálida piel femenina bajo sus palmas. Con un gemido Hinata se apretó más contra su pecho. Naruto dejó caer todo su peso contra el coche y la obligó a recostarse sobre su cuerpo, mientras sus manos continuaban su ascenso y sus labios no abandonaban los femeninos, ansiosos de más de su sabor, de su calidez, de su Hinata.

Cuando notó que el calor aumentaba de forma alarmante fue que decidió cesar todas sus caricias, disminuyenod el ritmo de las mismas hasta que estas fueron suaves, tiernas y delicadas. Hinata suspiró cuando al fin se separaron en busca de aire.

―Perdón―dijo Naruto, con la cara roja y el sudor perlando su frente. Hinata escondió el rostro en su pecho y negó con la cabeza.

―N-no fue culpa tuya. Y-yo también... me dejé llevar. ―Naruto la abrazó de nuevo y Hinata se aovilló bajo su barbilla. Naruto sonrió y le acarició el cabello, depositando al tiempo un beso en su coronilla―. ¿Ha pasado algo?―Naruto se tensó un instante para luego relajarse y suspirar.

―En realidad... sí. Algo... algo importante. ―Tomó nuevamente el rostro de Hinata entre sus manos y lo levantó, quedando frente a frente con ella.

Movió los pulgares sobre sus pómulos lentamente, de arriba abajo, sintiendo la sedosidad de su piel de porcelana directamente en la yema de sus dedos, deleitándose con saber que era el único que podía disfrutar de aquella sensación tan placentera.

Hinata esperó a que él hablara. No quería presionarlo. Sabía que Naruto se lo contaría a su debido tiempo.

―Hoy... hoy ha venido un tío a verme y hablar conmigo, justo después del partido. ―El corazón de Hinata se paró un segundo.

―Oh―contestó―. ¿Un... un ojeador? ¿Un reclutador?―Naruto asintió, poniéndose repentinamente serio.

Se incorporó y por consiguiente Hinata tuvo que imitarlo, aunque un poco a regañadientes. Naruto se sentó sobre el capó con las piernas abiertas y la hizo moverse hasta que ella quedó sentada a horcajadas sobre él, de nuevo frente a frente. El rubio entrelazó sus manos en la cintura femenina y juntó su frente con la de ella.

―Era un ex jugador de fútbol, muy conocido, tal vez hayas oído hablar de él: ¿Te suena el nombre de Killer Bee?―Hinata pestañeó para acto seguido cubrir su boca con sus manos mientras sus ojos se abrían como platos.

―¿L-la legendaria estrella de Kumo?―tartamudeó.

Naruto asintió.

―Vino a ofrecerme una beca, allá, en la universidad de Kumo. ―Hinata tragó saliva y bajó las manos, agachando la cabeza. Empezó a jugar con sus dedos y se mordió el labio inferior.

―¿Vas a ir?―preguntó, temiendo la respuesta.

―Me ha ofrecido una beca completa―dijo Naruto, eludiendo la pregunta―. No solo mis estudios y mi alojamiento estarían cubiertos, sino también todo lo demás: ropa, comida, materiales... Incluso me dijo que podía irme a un apartamento si no me gustaba demasiado la idea de una residencia. Y no solo me ofreció a mí el apartamento. ―Tomó con delicadeza el mentón de su novia y levantó su cabeza, poniendo los ojos a la altura de sus orbes perla―. También te lo ofreció a ti. ―Hinata lo miró, ahora incrédula―. Se enteró por el entrenador Kakashi que tenía novia formal y... bueno... imagino que habrá hecho sus averiguaciones, pero me dijo que podíamos ir los dos a Kumo, que tenías plaza allí si querías, en la carrera que quisieras. Imagino que estará deseando reclutarme y por eso ha ido tan lejos, no es lo habitual pero, mierda, Hina, ¿puedes imaginarte lo feliz que fui cuando lo oí?―Hinata observó confusa como los ojos azules como el cielo del rubio comenzaban a brillar entusiasmados―. Imagínatelo: tú, yo, un pequeño apartamento... ¡Viviríamos juntos! ¡No tendríamos que separarnos!

―Naruto-kun... ―Hinata cerró los ojos y respiró hondo, intentando procesar toda aquella información.

Vivir con Naruto... juntos... compartir el baño, la cocina. Pelearse por el mando de la televisión o por quién hacía las tareas de casa... Mentiría si no era algo con lo que soñaba desde hacía tiempo, mucho tiempo.

Pero era demasiado repentino.

―Nena... ―El repentino silencio de ella lo estaba asustando. Creyó que se alegraría, que le diría un rotundo sí y que lo celebrarían con una larga y placentera sesión de besos y mimos, pero ella no decía nada. Parecía pensativa, demasiado―. Hinata... ―Ella al fin lo miró―. Por favor, no me digas que no'ttebayo... ―La chica desvió la vista, teniendo que parpadear para disipar las lágrimas que comenzaban a acumularse en sus ojos―. Hinata...

―¿Y si no sale bien?―soltó ella, de pronto. Lo miró fijamente, de nuevo―. ¿Y si resulta que descubrimos que no nos gustan del otro? ¿Y si no somos compatibles?―Naruto tomó una bocanada de aire y luego la expulsó lentamente.

Sonrió. Ahí estaba su Hinata, su pequeña, tierna e insegura novia. Levantó una mano y la pasó por sus largos cabellos azul noche, dejando que los finos mechones se enredaran entre sus dedos como niños traviesos jugando a hacerle cosquillas, intentando pillarlo desprevenido.

―¿Y si resulta que todo eso me importa una mierda y que lo único que quiero es no separarme de ti?―Puso la otra mano en su mejilla, con la palma abierta, abarcando casi todo ese lado de su preciosa cara ovalada―. Te amo, Hina. ―Hinata sintió que esas palabras calaban demasiado hondo en su alma, golpeándola como si le acabaran de dar un balonazo en pleno partido de fútbol―. Te amo y no quiero que nuestra relación quede relegada a un simple amorío adolescente. Quiero explorarla, poco a poco, sí, pero contigo. No podría estar con nadie más que contigo.

―Naruto-kun...

―¿Qué dices? ¿Nos arriesgamos y vamos juntos a Kumo?―Hinata no pudo evitar reír y se apresuró a sofocar aquel sonido.

―P-perdona. ―Se tomó unos segundos para serenarse y luego le contestó, mirándolo a los ojos una vez más―. Yo también te amo, Naruto-kun. Y me encantaría irme contigo a Kumo. ―Un grito de júbilo espantó a los pájaros que todavía no se habían ido a descansar.

Naruto la abrazó otra vez contra sí y devoró su boca. Hinata rio contra sus labios y se dejó hacer, correspondiendo con todo el amor que sentía hacia ese chico rubio de ojos azules que le había robado el corazón con una sola de sus sonrisas.

Ahora sí: Hinata ya no tenía nada que temer al futuro.

No si iba a poder compartirlo, al menos por un poco más de tiempo, con el chico de sus sueños.




Ains, tanto tiempo sin pasarme por aquí... ¿Sabéis lo más gracioso? Que se me olvidó que había empezado a subir esta historia también en Wattpad.

Tenéis mi permiso para lanzarme cosas (?).

No, hablando ahora en serio: lo siento muchísimo. Es que estoy enfrascada ahora mismo en cosas que me vuelven loca de la vida real y se me pasa el tiempo entre esto y lo otro y lo de más allá.

(Culpad a mi novio; se empeña en pasar tiempo conmigo cuando yo solo quiero encerrarme en una habitación a escribir. Pero claro, hay que hacerle casito al niño grande porque sino luego se me enfurruña... Necesito TIEMPO, leches, TIEM-PO. ¿Qué no entiende la gente de una sencilla palabra de dos sílabas y seis letras? Y no lo digo solo para escribir: como no me ponga las pilas adiós a mi sueño de un trabajo estable, que el examen está a la vuelta de la esquina...) (?).

Sí, necesitaba soltar toda la parrafada. Podéis saltaros mi drama personal, no es importante. Aquí lo importante es el NaruHina y lo mucho que lo amamos xDDD.

¡MUCHÍSIMAS GRACIAS A TODOS LOS QUE LEÉIS, VOTÁIS Y COMENTÁIS! ¡OS QUIERO, GENTE, SOIS LOS MÁS DE LO MÁS! ¡MUCHAS GRACIAS!

¡Nos leemos!

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