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Capítulo 5

"No sé si e' el alcohol
Lo que me tiene confesando esto
Que estoy sintiendo desde hace rato
Sé que el amor no estaba en el contrato
Pero te pasa igual, yo te lo noto también."

Punto de vista de Triana.

Quedaba una semana para el comienzo de los exámenes de mayo, y a pesar de ser una chica bastante aplicada entre la feria y la post feria no había empezado a estudiar, pero no importa porque había merecido la pena todos y cada uno de los minutos que había pasado con Adri enseñándole la feria de Sevilla. Hicimos lo que dijimos, yo me puse mi traje de flamenca rojo y él su corbata a juego, nos rellenaron cincuenta jarras de rebujito y la noche era igual de joven que nosotros.

(...)

—Te tengo un regalito. —dijo el rubio que se encontraba a mi lado sentado en una silla de madera de la caseta.

—No, no quiero otra jarra, siento mi estómago como si fuese una lavadora. —le dije poniendo un puchero.

—No, no es eso. —le miré profundamente para tratar de averiguar qué es. —Cierra los ojos.

Le miré nuevamente frunciendo el ceño vaya a ser que le diera por besarme en medio de todo el mundo.

—No, ojitos. No te voy a besar delante de todo el equipo. Solo cierra los ojitos tan bonitos que tienes.

Sonreí y al final le hice caso, me moría de la intriga por saber qué tenía. Al cabo de unos segundos empecé a sentir el tacto de una flor en mi mejilla, cuando abrí los ojos vi a Adri sonriéndome y frente a mis ojos un precioso clavel rojo.

—Claveles rojos para las flamencas guapas. —dijo sonriéndome. Le devolví la sonrisa y cogí el clavel entre mis dedos admirándolo.

—¿Sabes lo que significan los claveles rojos? —pregunté no muy segura de que supiese lo que significa.

—simboliza el amor, el orgullo y la admiración. Es uno de los ramos más utilizados para declararte a una persona. —aclaró. Pues si, está muy bien informado.

—¿es esto una declaración? —pregunté sonriéndole.

—Tómatelo como quieras. —dijo haciéndose el interesante.

(...)

Ahora me encontraba en la soledad de mi habitación intentando meterme tres temas entre pecho y espalda, sabiendo que mi mente solo estaba en la boca de Adri unida a la mía.

Suspiré. Creo que he empezado a perder facultades mentales.

Había día libre de entrenamiento, el último antes de volver al trabajo para preparar el partido contra el Mallorca el lunes, varios chicos de la plantilla, entre ellos, mi hermano había decidido irse a la feria.

Idaira le siguió y su madre trabajaba.

Yo sin embargo estaba tratando de ser una futura periodista deportiva para viajar por todos los estadios del mundo, bueno, en realidad algunos más que otros.

—¡Triana! —gritó mi padre desde la sala de abajo. Le ignoré por completo y puse mis auriculares para tratar de seguir estudiando, ignorarle era lo mejor que podía hacer cuando solo estábamos él y yo en casa.

De repente el estruendo de mi puerta se pudo escuchar en toda Lebrija, al mirarle la cara supe que iba a tener que enfrentarme nuevamente a una de sus cóleras.

—¡Ven a explicarme que cojones es esto! —cogió mi brazo fuertemente para hacerme ir con él hasta el salón abajo. —¿Qué es esto?

Al mirar la televisión éramos Adri y yo en la feria, no estábamos haciendo nada más que bailar y pasarlo bien, ni siquiera se había visto un beso, pero ya sé cómo es Antonio...

—Nada, no es nada, solo estábamos en la feria pasándolo bien.

—¿Desde cuando tienes permiso para ir a la feria enganchada al brazo de otro tío? —preguntó.

Reí de forma irónica. —Tú no eres quién para darme permiso de nada. —quise volver a mi cuarto a estudiar, pero me volvió a coger del brazo y esta vez con más fuerza.

—Sabes perfectamente que tienes prohibido que otro hombre te toque. —dijo nuevamente, aumentando su tono posesivo habitual.

—Suéltame, me estás haciendo daño. —dije con la voz entrecortada.

—No. Me va a tocar volver a castigarte.

Cuando escuche esas palabras supe lo que se venía y no podía tolerarlo, pero por más que quise reaccionar mis piernas no sabían como moverse.

Pegué el tirón del brazo y le empujé para salir corriendo, pero me había cogido del pelo rubio y tiró de él con fuerza para atraerme hacia él nuevamente y poner ese tono asqueroso de veces anteriores.

—Sabes que de mí no tienes escapatoria, Triana. —dijo. Aguanté el nudo en la garganta como pude e intenté zafarme de él como pude, pero solo conseguí llevarme un puñetazo en la cara hasta caer al suelo.

No, no. Triana levántate, el suelo es la peor opción.

No podía moverme y entonces vi como se quitaba el cinturón y miles de veces anteriores viajaron hacia mí.

—Te pareces tanto a tu madre...

Mi cara estaba empapada en lágrimas a pesar de tener la cara roja por el puñetazo.

Triana, levántate. Ve con Adri.

Al reproducir su nombre en mi mente reuní las fuerzas que no me quedaban y levanté mi rodilla con fuerza propinándosela en sus partes íntimas, eso le causó dolor extremo y me dio unos segundos para salir corriendo hacia mi cuarto. Antonio como un energúmeno vino detrás mía. Y solo vi la escapatoria por la enredadera que me mostró Isaac con dieciséis años para que pudiese meter sus ligues.

Cogí las llaves de mi coche rápidamente y bajé por la enredadera como pude, a pesar de tener practica los nervios se habían apoderado de mí. Ni siquiera fui consciente de cuando me monté en el coche y hui de esa casa, devastada, rota y con el cuerpo aún temblando.

De Lebrija a Montequinto, a casa de Óliver, donde vivía Adri. Cuando llegué aparqué donde pude y me apoyé en el volante golpeándolo varias veces soltando toda la rabia, misma vez que echaba todas las lágrimas que tengo en el cuerpo.

Sabía que iba a verme el puñetazo de la cara, pero solo quería abrazarle, así que, salí del coche y como pude llamé a la puerta de la casa de Óliver.

—Triana, ¿qué te ha pasado? —preguntó Jenna cuando abrió la puerta mirándome preocupada. Normal, estaba despeinada, envuelta en un mar de lágrimas y encima con un puñetazo en la cara.

—Lo siento...Jenna, yo...venía a buscar a Adri, pero...—dije lo más Serena que pude, pero volví a empezar a llorar. —Ya me voy.

—Eh...Eh. No. Vamos, ven pasa. —dijo poniendo su mano en mi hombro y haciéndome entrar. —¡Adri!

—¿qué te pasó? —preguntó esta vez Lucas mirándome de la misma forma que lo había hecho su mujer.

Al escuchar el ruido de la escalera y mirar a quien bajaba, ver su cara hizo que todo mi cuerpo se relajase de la tensión que mi cuerpo venía soportando desde que hui de mi casa. Sus ojos y los míos conectaron y supe que estaba en el lugar indicado.

—Ojitos...—me miró acercándose a mi con delicadeza estirando sus brazos para cogerme. —¿Qué te ha pasado?

No dije nada, solo me acerqué hasta él abrazándole y rompiendo a llorar porque no vi mejores brazos para sentirme segura y soltar todo lo que llevaba dentro.

Adri sabía que no era el momento para contarle por qué estaba así, solo quería un abrazo, solo quería estar con él.

Mi lugar seguro era Adriá Pedrosa.

HOLAAAAAA.

Acabamos de descubrir el infierno de Triana. 💔

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