Capítulo 2
"Juré que no volvería a sucederme de nuevo
Volvió a pasar
Que cupido no volvería a enredarme en su juego
Y aquí ahora estás."
Punto de vista de Adriá.
Mirándome al espejo anudaba la corbata, hacia un día caluroso y espléndido en Sevilla porque estaba llegando la primavera y por lo que había podido ver cada vez que había venido a jugar aquí, Sevilla en primavera es maravillosa.
Sin embargo, todo lo maravilloso que tenía la ciudad se estaba viniendo abajo cuando veía la falta de minutos que me estaba dando Quique Sánchez Flores, no le quito razón porque Acuña está a un buen nivel, pero el que estaba dando yo tampoco era malo y no sé por qué ni siquiera hace el amago de ponerme en las segundas partes. Ha preferido poner a Ocampos de carrilero que a mí.
Joder con Lucas, se queda con todo lo que amo. El fútbol y también la chica.
Probablemente, vestirme para esta boda era una de las cosas más difíciles que estuviera haciendo. Nunca fui una elección para Jenna, lo sé, sólo tuvimos sexo una vez y porque tenia un despecho encima que te cagas, pero mantuve la esperanza hasta casi poco después de que anunciase que se marchaba y entonces Lucas hizo lo que debió de haber hecho hace meses, dejar de comportarse como un idiota y amar a esa mujer de la manera en la que a mí no me dejó amarla.
—Te quedan bien los trajes. —me dijo Óliver poniéndome una mano en el hombro.
—Sí, boludo. Te ves re bien. —confirmó Montiel.
Parecía que estaban tratando de reconfortarme porque temían que la liase en la boda. Por favor, he dejado que esa chica me utilice como le dé la gana, lo último que haría sería joderle el día que lleva esperando años. Soy buena persona, una que ya no quiere nada con el amor, pero buena persona.
—Nosotros tenemos que ir con Jenna, pero podemos dejarte de paso con Loïc si quieres. —Dijo Óliver. Oh por dios, este numerito de hermanitas de la caridad no lo soporto.
—Iros ya. No me voy a tirar por un terraplén, no voy a joder la boda, no voy a hacer nada. Solo voy a desearles lo mejor y a beber como si no hubiera un mañana. —suspiré. —Yo quiero que Jenna sea feliz, y si su felicidad es Lucas, pues se acepta.
—Bueno, si lo tenés tan claro, nos vamos. —sonrió Montiel e hizo el amago de irse, pero Óliver no se lo permitió.
—Estoy seguro que encontrarás a alguien que te quiera de verdad.
—¡no, por dios, no me hables de amor! —dije. —Está sobrevalorado. Soy apuesto y buen futbolista, aunque este entrenador no lo vea. Creo que problemas para mantener relaciones con mujeres no voy a tener, y ahora mismo es lo único que quiero. Nada de amor. Soy sensato, pero me falta sanar ahora que está un poco roto.
—¿Sabés que a cada persona que conozco y dijeron eso, se enamoraron exactamente ese mismo día? Es como algo mitológico o así.
—No creo en pseudociencias.
Al final se fueron tras esa frase, porque recibieron una llamada de una muy histérica Jenna que necesitaba a sus dos padrinos. Daría media vida por ser yo quien la esperase en el altar, pero hasta hace buena pareja con Lucas.
Me fui a buscar a Loïc, decía que él tenía que aparecer por el centro de Sevilla en un Audi como el mío, como si su Range Rover no fuera potente.
Mi amigo francés con trenzas, que traía locas a muchas de las chicas de Sevilla, sigo sin saber por qué, supongo que la Europa League ha hecho mucho daño, se había montado en mi coche.
--Bodorrio de esos que gustan.
No le miré cuando dijo eso porque Loïc, este bodorrio te gustará a ti, pero a mi personalmente que la chica de la que me he enamorado se case con otro pues mucha gracia no me hace.
--Lo siento, no me he parado a pensar que igual tú no te lo tomabas tan bien, pero bueno, al menos te acostaste con ella, que te sirviera para aliviar tensiones. --Dijo riendo, yo estaba por despegar el airbag para darle en toda la cara.
--Loïc, por el bien de tu bonita cara, cállate.
--No se puede ir de tan mal humor por la vida, tu puta madre.
Suspiré y seguí conduciendo, él solo se dedicó a poner música y cuando llegamos a la iglesia, me llevé lo más grande para aparcar, pero al final asumí que me iba a tener que vivir este momento y que cuanto antes pasara mejor.
Entonces activé mi modo paso por completo del mundo entero, hasta llegar al convite donde el mejor aliado que podía tener sería la barra libre, el alcohol ayuda a no pensar, y sé que jugamos un partido dentro de tres días, pero igual yo no iba a jugar así que me da igual todo, la noche tiene que ser sobrellevada de una forma u otra.
De repente algo captó toda mi atención, un pelo rubio a mi lado, se me hacia sonar y cuando le vi la cara lo supe, la loca del volante.
--Joder, seis años para un chupito. --la escuché decir.
--Vaya, qué curioso encontrarte por aquí, ¿has aprendido ya a conducir o sigues con tu plan de matar a alguien algún día? --Sus ojos azules me miraron, no sé si fue por el alcohol o por la noche, pero me sentía un poco cautivado.
--Tendrás morro, las dos veces fueron tu culpa. --sonreí irónicamente. --No sé quién te daría el carnet. pero desde luego no sabía muy bien lo que hacia.
--Eres una loca al volante.
--Y tú un payaso sin circo. --me mostró una sonrisa sarcástica.
--Un payaso que quiere otra copa.
--No deberías de beber tanto, hay partido el lunes. --me paré antes de llegar a la barra otra vez, porque había descubierto que era sevillista.
--¿Eres del Sevilla?
—Desde pequeña.
—¿y se supone que debía de creerme que no me conocías?
—¡oh, por favor! Juegas menos Januzaj y es decir mucho.
—auch, golpe bajo. —suspiré. —El alcohol viene bien para el mal de amores.
—Vaya. Pensaba que los futbolistas no teníais de eso. Siempre se os ve como sin corazón.
—Pues sí, nos enamoramos. Hay que dejar de leer bulos, eh.
—¿qué te ha hecho?
—casarse con otro. —respondí directo, ella pareció haberlo entendido al momento.
—No jodas, ¿es la novia?
—Sí.
—A ver, es que hace buena pareja con Lucas, lo siento. —dijo riéndose y yo me reí con ella porque en el fondo me hace gracia. —¿les has deseado lo mejor?
—No, para qué. Ya les va bien.
—Ay, de verdad, pues para que no se sientan mal por ti.
—¿tú crees que se sienten mal por mi?
—No, pero nunca lo sabrás a ciencia cierta. —miró hacia Jenna y Lucas. —Mira, ahí vienen, ve y deséales lo mejor.
Suspiré y mientras yo me acercaba a Jenna y Lucas, ella charló con Isaac.
--Hola, Adri. —Me dijo Lucas.
—¡Hola! —dije tratando de parecer emocionado. Jenna me sonrió. —Enhorabuena, hacéis una pareja Preciosa.
Podría sonar a típico chico que no han elegido y ahora está solitario, pero que no le quedaba más remedio que aceptar que la chica que amaba, amaba a otra persona. Porque la verdad es que era exactamente eso.
—Gracias. —dijo Jenna. —¿Quién es esa chica?
La miré y se me escapó una pequeña sonrisa que no pude evitar. Jenna y Lucas me miraron sonriendo como si hubiesen descubierto algo especial.
—Se llama Triana. —sonrío aun más abiertamente antes de devolverle la mirada a los recién casados. —Es una loca.
Una vez la pareja se marchó, Triana volvió a acercarse a mí con una copa.
—a aprovecharla porque no te voy a dejar más de esa. —me pasó el vaso. —Pero supuse que la necesitarías.
—¿Te puedo hacer una pregunta?
—Sí.
—¿Por qué Triana?
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Porque yo lo sé todo. —le sonreí de forma pícara. Ella se rió.
—Porque nací y viví en Triana.
—Pero si Isaac es de Lebrija.
—¿y qué? —dijo ella con una media sonrisa.
—Pues que es tu hermano.
—Medio hermano. —respondió y mi mente empezó un poco a colapsar.
—¿cómo? —pregunté confundido.
—es una larga historia. —dijo haciéndose la indiferente.
—Tengo toda la noche. —respondí.
Ella suspiró y luego dirigió la mirada a otro lado, por un momento tuve miedo a que se sintiera incómoda y saliera huyendo, cuando la realidad es que estando con ella me estaba olvidando de lo mal que me sentía.
—Oye, Triana. Si no quieres...
—No, no. Ahora sí que vamos a beber, ve a la barra a por una botella de champán y te espero fuera junto al lago si quieres saber la historia completa.
—¿Una botella?
—Han pagado Jenna y Lucas, es una forma de devolverles tu mal de amores. —dijo sonriendo y quitándole importancia con el hombro.
—Lo que entra en la barra libre son copas no botellas. —Le expliqué.
—Bueno, pues las pagas tú. —abrí los ojos como platos. —Te espero fuera.
Y no sé por qué, pero me encontraba pidiendo esa botella envuelto en una sonrisa, en el fondo deseando que me la dieran pronto para irme fuera con esa chica.
Una vez la tuve, volví con ella, estaba sentada en un banco frente al lago.
—Me ha costado cien euros. Me los debes. —dije pasándole la botella. Vi como en su cara se formó una preciosa sonrisa hacia mi.
—Anda no te quejes, que ganas dos millones.
—Bueno, venga. Cuéntame. ¿Cuál es la historia?
Bebió un sorbo de la botella sin siquiera utilizar la copa, a lo mendigo, y lo que de normal me resultaría una asquerosidad, me estaba resultando extremadamente sexy.
—Nací en Triana en mayo de 2003, y de ahí mi nombre. Fui concebida en una cosa de una sola noche y en cuanto se enteró mi padre desapareció. Así que mi madre me sacó adelante sola. No tenía ningún tipo de contacto con él y no conocía a Isaac, hasta que su madre insistió en que debíamos conocernos porque somos hermanos. A los pocos años cuando nació Idaira pasó lo mismo, no quería que nos conociésemos.
—Vaya. Entonces ¿no vives con Isaac? —ella asintió. —¿cómo?
—Cuando tenía quince años mi madre murió. —mi rostro cambió y su mirada se cristalizó como si fuese a romper a llorar en cualquier momento. —No tenía más familia así que quien debía hacerse cargo de mí era mi padre, pero no quería, fue un juez quien le obligó y soy su condena por una noche de infidelidad. Me odia y yo le odio a él.
—¿No te apellidas Romero?
—Ahora sí, antes era únicamente Gómez.
—Lo siento mucho, Triana.
—Ahora va a dejar de pagarme la carrera y no sé cómo lo voy a hacer para poder terminarla y marcharme de casa porque no hay nada que más desee que marcharme de casa.
—No puedes rendirte.
—Y no lo hago, pero estoy harta de vivir ahí y de ceder a todo lo que me dice, quiero vivir mi vida, quiero librarme de él. El verdadero condenado nunca fue él, solo fui yo. No sé qué sería de mí sin mis hermanos.
Mi instinto me pidió abrazarla y eso fue lo que hice, porque creo que ella lo necesitaba y porque creo que necesitaba tenerla cerca yo, la vi tan frágil y tan desprotegida que quise meterla en una jaulita de cristal y que nadie más le hiciera daño.
—Te voy a cambiar de mote, ya no serás loca serás rubia.
—Ni de coña, si me llamas así te llamo pubis. —empecé a reírme y ella junto a mi.
—¿Por la pubalgia?
Ella se empezó a reír pero entonces me di cuenta que todo había pasado muy deprisa y me había matado a doscientos veinte por la curva de su sonrisa.
—Eres Preciosa, Triana.
HOLAAAAAAA.
VAMOS A AMAR A MÁS NO PODER A ADRI🫶🏼🥺
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