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PERFECCIÓN
03
Los domingos eran su día libre, el único en que no se despertaba antes de que el sol saliera y donde hacer algo productivo estaba completamente prohibido.
Estiró los músculos de su espalda, esroscandose entre las cobijas gruesas que la mantenían caliente y alejada de las mañanas frescas de mediados de noviembre. Cuando por fin abrió los ojos, lo primero que vio fue una rosa en su mesita de noche, y eso fue suficiente para que saliera de la cama de un brinco y buscara quien había violado la privacidad de su departamento.
Dio un barrido rápido, buscando firmas de chakra enemigas o algún intruso, pero estaba completamente vacío, las ventanas no fueron forzadas y las puertas seguían con los seguros internos.
― "Una flor para otra flor" ―Leyó en el frente de la tarjeta al lado de la rosa. Era la frase más trillada de todas, estaba en la mitad de los arreglos que vendían en la florería dentro del hospital y una de la que Ino siempre se burló.
Del otro lado estaba firmado con el nombre de Naruto en una caligrafía tosca y redondeada, contraria a la de Sasuke, que jugaba con las curvas de la primera letra y hacia un pequeño gancho para cerrar.
―La invasión a la privacidad no es un gesto romántico. ―se quejó Sakura, sabiendo que esos dos la habían visto dormir mientras babeaba su almohada.
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―Buenos días, Sakura-chan. ―la saludó el rubio, y solo todos sus años de entrenamiento y sus desarrollados sentidos ninja impidieron que la pelirosa saltara del susto cuando el rubio se apareció en cuanto cruzó la puerta de su departamento.
― ¡Naruto! ¡Te pondré un cascabel! ― chilló, sintiendo como este día se iba transformando uñas clavadas en la pizarra de sus nervios.
― ¿Sabes que Sasuke también me dijo algo parecido una vez? ― preguntó, fingiendo una inocencia que Sakura sabía que ese chico no poseía, no desde hace un tiempo. Entrenar con el Sannin pervertido no era bueno para nadie. ― Aunque cuando Sasuke lo dijo, creo que se refería a vestir solo el cascabel, y obviamente las orejas y cola a juego. ¿Tú también te referías a solo el cascabel?
― ¿Qué rayos...? ―inició, pero después se dio cuenta que no estaba segura de si quería saber la respuesta a lo qué quería decir el Uzumaki, quizá el otro sannin tampoco era la mejor figura del mundo, y eso solo la llevó a crear la imagen mental de su compañero y confirmar que ser estudiante de un sannin no era bueno para nadie.
―Guarda el postre para el final, Sakura-chan. ―sonrió Naruto, sabiendo que su plan no estaba tan perdido como Sasuke lo había hecho ver. ― primero debes de desayunar, así que mi bella dama, vayamos a la cocina.
Sakura no tuvo tiempo para reclamar nada antes de que el rubio enredara sus dedos con los de ella y la empezara a guiar calles abajo.
― ¿Estás loco? ― lo regañó, intentando zafarse, y aunque la presión de los dedos ajenos no la lastimaba, era lo suficiente firme para evitar poder escapar.
―Un poco, sí. ―estuvo de acuerdo, llegando hasta otro edificio y cruzando la puerta sin tocar. ―Lo logré, Sasuke.
― ¿Qué creen que están haciendo? ―les preguntó, sintiéndose frustrada desde que se despertó. No se suponía que su día libre fuera así, ese día era suyo para descansar, ver televisión o salir de compras.
―Nosotros queremos que veas que puedes ser feliz con nosotros. ―
― ¿Entrar a mi departamento mientras duermo te parece la mejor idea? ―cuestionó, empezando a dejar salir su coraje.
―Naruto solo quería que lo primero que vieras en la mañana fuera la rosa. ―entró Sasuke en su defensa.
―No se trata de eso, Sasuke, Naruto. ―paseó su mirada de uno al otro. ―Estos ya no son nuestros días de gennin donde todo gira en torno a nosotros. Si ustedes buscan que algo como lo que tienen en su mente funcione, deben empezar a respetar mis espacios y mi tiempo.
Aunque sus palabras fueron duras, la sorpresa ante la ultima oración de la pelirosa no fue algo que ninguno pudiera ocultar. Ahí estaba, ella les estaba dando una oportunidad a lo que sea que fuera eso.
― ¿Entonces...?
―Entonces debes de saber que no me gusta que derriben mis barreras de protección, Sasuke. ― le dijo al pelinegro, sabiendo que el Sharingan era lo único que hubiera podido hacerlo.
―Puedo ponerte unas mejores...
―Las que tenían eran útiles para cualquier persona que no tenga tus ojos.
― ¿Si vas a desayunar con nosotros? ―quiso saber Naruto, tentado a ir y estrellar sus labios con los de la pelirosa.
―Hm... ―afirmó, creando una boba sonrisa en los labios del rubio.
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