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Capítulo 2

Capítulo 2

Cuatro horas antes de la misa

Alan

La mueca de Alana, mi hermana melliza, es la mueca más cómica que he visto en mi vida.

—No me jodas, mamá— le chilla a nuestra madre—. Si tengo que ponerme el maldito velo, me quedo en casa leyendo o escribiendo.
—Joder, Alana— me río—. Es sólo un velo.

—No me toques los malditos ovarios, Alan— me chilla, abriendo los ojos verdes como los de mi madre—. No me voy a poner el puto velo, ni voy a ir a la maldita misa.

>>Ya accedí a ponerme el saco de papas que es el uniforme, y a parecer una jodida campesina de mierda, sin maquillaje, sin pintura de uñas, y con el cabello recogido.

—Está bien— exhala mi madre—. Nosotros nos vamos.

Mi madre sale de la habitación y yo me quedo con Alana.

Su habitación es todo lo contrario a lo que se espera de la de una chica. El contraste de colores grises, las mariposas negras. Un escritorio de ébano, que tiene encima su laptop, abierta en un documento de Word, donde me imagino que está escribiendo algo, ya que es una lectora y escritora empedernida de Wattpad.

—A veces te pones tan terca, hermanita.

—Joder, Alan— resopla—. Dejamos Moscú atrás. Yo estaba a punto de empezar la universidad, mamá y papá de un momento a otro dijeron que nos trasladamos, y joder, yo era feliz allá.

—Sabes que lo hacemos por la madrina, Lana.

—Joder, Alan— cierra los ojos—. Es un esfuerzo descomunal.

—Pero recuerda que si no fuera por la madrina, yo estuviera muerto y tu...

—No menciones eso, por favor— niega con la cabeza, haciendo que su cabello rubio se mueva.

Alana y yo somos mellizos porque nacimos el mismo día, pero alguien nos ve y no piensa que seamos siquiera parientes, porque las diferencias son extremadamente notables.

Alana tiene el cabello rubio, que le cae en ondas por la espalda. Los ojos son verdes, con un rastro de amarillo en ellos, Peri un verde pálido, igual que los ojos de mi madre. Tiene la piel muy blanca, las facciones del rostro son delicadas. Es alta, como todos en mi familia, y siempre anda bien vestida, maquillada, con las uñas pintadas y el cabello bien arreglado, cosa que ya no puede hacer aquí.

Las pataleta de ella, vino después de que mi madre le dijera que debía ponerse un maldito velo para ir a la misa, y eso la cabreó, porque ya ha accedido a demasiadas cosas al venir a acá.

—Mira, Alana— exhalo lentamente—. Somos una familia que casi se jode, y cargamos con el peso de muchos secretos. La madrina nos salvó, y necesita que hagamos esto.

—Jodido, pero cierto— es su respuesta.

—No irás a la misa, pero trata de comportarte, ¿vale?— le pido—. Mañana es que empieza todo aquí.

—Te amo, Alan— se levanta y me abraza.

—Yo también te amo, loca— le devuelvo el abrazo.

Ella golpea mi hombro en broma y se sienta en su escritorio a seguir en lo que estaba.

Salgo de la habitación de mi hermana ye encamino a la cocina, donde papá y mamá hablan en voz baja.

—Ya hablé con ella, mamá— me paso las manos por mi cabello negro—. Le pedí que se comportara, pero la realidad es que el cambio le ha afectado.

—Estamos exponiendo a Alana, Milenka— dice mi padre—. Ella parece fuerte, pero la mención de la palabra...

—¡No digas esa mierda, Samuel!— mi madre eleva la voz—. En esta casa no se puede mencionar esa palabra, porque sabes lo que pasó, que esté en la cárcel no lo hace mejor.

—No fue mi culpa, Milenka— mi padre sacude la cabeza.

—Pero no eres tú el carga con las cicatrices de los actos de ese pedazo de mierda— señala hacia mí con la cabeza.

—¿Van a seguir discutiendo por eso?— los corto—. Así no aligeran el peso de lo que pasó.

>>Tú, papá, debes dejar de exculparte de todo, porque lo supiste desde un momento pero no dijiste nada.

>>Y tú, mamá, debes dejar atrás toda esa mierda porque no es sano, y te haces daño con eso.

—¿Desde cuándo mi niño es tan sabio?— ella se acerca y besa mi frente.

—Desde que la vida me pateó duro y sin sentimientos, tratando de quebrarme.

—¿Qué haremos hoy?— dice mi padre.

—No podemos llegar y mezclarnos entre la gente— le respondo—. Si queremos lograr nuestro propósito, debemos resaltar mucho.

—Bien— asiente mi madre—. A llamar la atención.

Veinte minutos después, estamos en camino a la iglesia, donde haremos la entrada triunfal. Llegamos dos horas antes, y la iglesia está vacía.

—Bien— mi padre saca su laptop—. He estudiado los domingos de misa por tres meses.

>>Los primeros en llegar son los Peterson, que son algo así como la familia líder de este lugar de mierda.

>>Poco a poco van llegando otras familias, pero debemos centrarnos en estas— extiende tres carpetas a cada uno—. Los Peterson, los McGregor y los William.

>>Ellos son algo así como las familias principales de este pueblo, y puedes guiarte por los relojes.

—Mejor que cada uno tenga puesto el ojo en una familia— sugiero—. Creo que así será más sencillo.

—Me gusta esa idea— aplaude mi madre—. Me quedo con los McGregor, y será mejor que Samuel se quede con los Peterson.

Abro la carpeta de la familia Williams. Son informes muy detallados de cada uno de los datos y movimientos de la familia Williams en los últimos seis meses.

—Joder, papá— silbo—. Cada maldita hora del día en esos informes. ¡Qué eficiencia!

—¡Concéntrate!— me grita, y luego mira su reloj.

Llevo la vista al primer informe:

Eric Williams (Actualmente 40 años)
Fecha de Nacimiento: 21 de septiembre de 1980
Lugar de nacimiento: Irlanda del Norte.
Familiares directos: Esposa e hija.
Casado con: Margaret Williams (Información en el siguiente informe)
Estudios: Estudios elementales y secundaria en Irlanda. Preparatoria en Instituto para Caballeros ''Camino del Bendito´´ en Gold Lake.
Estudios universitarios en Harvard. Licenciatura en Finanzas y Economía.
Otras informaciones...

Ahí empieza un detallado informe de los movimientos de Eric Williams. Básicamente lo mismo. Lleva las finanzas de todos los negocios de Gold Lake, excepto los de los Peterson, ya que Albert Peterson también tiene una licenciatura en Finanzas y Economía. Sale de su casa temprano, lleva a su hija a la escuela. Luego se pasa el día de reunión en reunión, de negocio en negocio.

En este momento el informe lo llevo muy superficial, porque necesito más tiempo para analizarlo, en casa.

—Ya es hora— dice mi padre saliendo del coche.
Se pone la gorra y las gafas. Cierra la chaqueta que trae y sale del coche. Lo veo perderse entre los arreglos de la parte delantera de la iglesia.

Me concentro en lo siguiente:

Margaret Williams (Actualmente 33 años) (De soltera Carson)
Fecha de Nacimiento: 23 de marzo de 1987
Lugar de nacimiento: Pueblo de Gold Lake, California, Estados Unidos.
Familiares directos: Esposo, hija y padres.
Estudios: Educación elemental desde casa, secundaria y mitad del primer año de bachillerato, ya que se casó a los 15 años.
Casada con: Eric Williams
Más información...

Ahí comienza la aburrida vida de esta mujer. Se reduce a atender la casa, las obras de la iglesia, confesiones, iglesia, día del pago de los pecados, más iglesia y repite. Una vez al mes a casa de sus padres, obras de caridad, apoyo a los desvalidos y a los sin techo. Creo que podrían hacerle un monumento a esta mujer.

—Alan, ¿sabes qué he notado?— dice mi mamá, sacándome de mi análisis—. Esta es una religión donde predomina el patriarcado y sobre todo el machismo.
—Me di cuenta— asiento—. Supongo que viste que las mujeres van de la casa a la Iglesia y viceversa.

>>Ésta mujer— señalo la carpeta—. La señora Williams, sólo sale de la casa una vez al mes, y es a ver a sus padres. Todo es la iglesia, la casa y la familia.

>>Luego el maldito código de vestuario, que no revelan nada, que no se sabe si tienen algo que ver o alguna actitud que demuestre lo que buscamos.

—Creo que tendremos que analizar otras familias, para hallar algo relevante.

Sigo leyendo el grueso informe, hasta llegar a la tercera persona de la familia Williams.

No aparece foto, pero el nombre se me queda en la cabeza.

—Mamá— la llamo sin despegar la vista de el informe.

—¿Qué pasa, cariño?

—Lee esto— le señalo.

Ella pone sus ojos en la hoja, y por unos largos minutos que se me hacen eternos, ella lee toda la información.

—No aparece foto— es lo que dice.

—Bueno— me encojo de hombros—. Ese informe dice que nunca ha sido vista su cara, ni siquiera saliendo de la escuela. Alana tendrá que ayudarnos con eso.

—Dice que no tiene ningún padecimiento médico, y que no hay consultas psicológicas, ni cirugías ni nada.

—Bueno, parece ser muy sana— es lo que respondo.

Tomo el informe y sigo leyendo. Mi madre me extiende una botella de agua y bebo de ella.

Un párrafo me llama la atención.

—¡Oh, joder, no!— grito y lo releo más de una vez.

Dos, tres, cuatro veces más.

—¿Qué pasa, Alan?— mi madre se asusta.

—Esto es peor de lo que pensábamos, mamá.

Mi madre lee el párrafo que le señalo.

—Oh jodida mierda— exclama—. Esto ya no es por la madrina, Alan, es por justicia.

—Tenemos que llamar a papá— le digo.

—Primero tenemos que investigar todo esto— coge el auricular que está conectado—. Samuel, hemos descubierto algo.

Ella permanece en silencio mientras él responde. En estos momentos, mi padre está en medio de una incursión dentro de la iglesia, ya que hoy comenzamos la fase cero de este plan, que se acaba de joder por completo.

Yo cojo el teléfono y tomo una foto de la parte del informe de Keira Williams. Envío las fotos y espero la respuesta.

Madrina: Oh por Dios...

Alan: Estoy peor que tú. Mamá no se lo cree.

Madrina: Esto lo jode todo. Íbamos a saber qué pasó con ella, pero ahora creo que ahí hay algo más grande de lo que pensé.

Alan: Pienso lo mismo. Ahora vamos a investigar las demás familias, porque aquí hay algo más que lo que pensaba ella.

Madrina: Vale, Alan. Ahora tienen que tratar el tema con cuidado. Había con tu hermana como sabes que debes hacerlo. Voy a ayudarte con el perfil psicológico de las personas que me manden. Mañana salgo para Gold Lake.

Alan: Eres la mejor, madrina. Te amo.

—¿La llamaste, Alan?— mi madre dice cuando bloqueo el teléfono.

—Ella debe venir, mamá— es lo que respondo—. Ella nos va a ayudar con todo esto.
Mi padre regresa de su incursión, abre la puerta y se mete en el coche.

—¿Encontraste algo, Samuel?— pregunta mi madre.

—Demasiadas cosas, Milenka— exhala.

Comienza a explicar todo lo que vio, lo que encontró. Nos muestra las fotos que tomó y explica que es sólo la parte derecha del sótano.

—¿¡Qué mierda es esto!?— mi madre está pálida—. ¿¡Cómo hacen algo como esto?

—Y así querías pasar desapercibida— me río y ambos me miran mal.

—Indica que no es reciente— mi padre analiza la foto—. Apenas lleguemos a la casa, vamos directo al estudio.

—La madrina viene— aviso.

—¿Cómo por qué o qué?— inquiere mi papá.

Le tiendo el informe de Keira Williams con un <<Léalo usted, señor Arthur>>. Con cada letra que lee se pone más pálido, y se pasa las manos por el cabello.

Comienza a balbucear cosas y luego habla. Pide algunas cosas que necesita.

Pasamos el tiempo restante en el coche estudiando todo, y mi madrina me manda un mensaje diciendo que ya está en un avión con destino a California. Le notifico eso a mi madre y a mi padre.

Cerca de las 9:00, el frente de la iglesia se comienza a llenar, y todos parece una procesión de monjas. Veo muchos velos y vestidos largos. Joder.

No puedo creer que se dejen llevar por unas reglas, de una religión que tal vez la estén usando para algo totalmente opuesto a ello.

Aún no sabemos si es un culto o qué, pero lo vamos a descubrir.

—La hora llegó— avisa papá.

Yo saco un cigarro de la cajetilla y me quito el suéter, dejando a la vista los tatuajes de mis brazos, y algunos que se ven en el pecho por el cuello de pico. La camiseta negra se ciñe, los vaqueros se pegan a mis piernas. Mi madre va como normalmente iba cuando vivíamos en Rusia. Mi padre va como un joven de veinte años, que realmente parecemos hermanos, porque mis padres se ven jóvenes.

Caminamos los tres juntos hacia la congregación de personas. Una de las mujeres con velo de estilo de cofia gira hacia nosotros, y la mueca que hace es mejor que la que hizo mi hermana esta mañana.

Su expresión es de horror total, por la forma en que vestimos, por la cantidad de piel que enseña mi madre, y por el estilo despreocupado de mi padre, y por la cantidad de tinta en mi cuerpo.

Como si fuera una comedia, en cámara lenta, todos los presentes se giran, incluyendo a las chicas jóvenes que los velos las cubren totalmente. ¿Alguien me explica cómo mierdas ven a través de esa cosa?

Cuando creo que hasta las abejas nos están mirando como si fuéramos un elemento atípico de la naturaleza —que de alguna manera en este ligar lo somos— mi madre se aventura a presentarnos.

—Buenos días, pueblo de Gold Lake. Somos la familia Arthur.

>>Soy Milenka Arthur, él es mi esposo Samuel— señala a mi padre—. Y éste es mi hijo Alan.

—¡Oh por el Bendito!— dice una voz afectada, por algo que identifico como... deseo.

—Exacto, chica del velo —no puedo evitar que una sonrisa baile en mis labios—. Por el Bendito.

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Buenas, buenas, chicos y chicas...

Aquí tienen el segundo capítulo de esta historia desde el punto de vista de Alan.

¿Qué pasará aquí?

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