CAPÍTULO 8
Cuando uno logra alcanzar la felicidad es entonces cuando el miedo y la inseguridad se instalan en tu vida para recordarte que puede ser sólo una sensación pasajera. Desde que Eric me había pedido ir en serio el temor a perderlo me acompañaba allá donde fuera y ya comenzaba a angustiarme. Él era perfecto y además mío pero, ¿hasta cuándo? ¿Y si Alicia lograba separarnos? Comenzó a faltarme el aire y traté de regular mi respiración con el fin de calmarme.
-Wendy, ¿qué te pasa? -me preguntó Raquel desde la puerta de la cocina.
El agua seguía cayendo por el grifo abierto y ya no quedaba rastro de jabón en el plato que seguía sujetando desde hacía varios minutos. Lo dejé sobre un trapo para que se secara y me volví al tiempo que me enjugaba las manos en el vaquero que llevaba puesto.
-¿Qué pasa? -le pregunté forzando una sonrisa despreocupada.
-¿Estás evadiendo mi pregunta, Wendy?
-No, solo te estoy ignorando.
Le di una débil palmada en la espalda cuando pasé por su lado y ella me golpeó con el puño de manera amistosa.
-Por cierto, ¿te vienes a tomar algo esta noche conmigo y mis amigos? Puede venir Paula.
-Le preguntaré y luego te aviso. -repuse con ganas de ir a mi cuarto para arreglarme. Había quedado con Eric más tarde.
-Si quieres puedes llevarte a tu novio. -sus labios se curvaron en una sonrisa socarrona al tiempo que mi corazón se detenía por un segundo.
-Está bien.
Salí de la cocina apresurada. Eran las cuatro de la tarde y hacía una hora que había vuelto de la Universidad. A las cinco y media iba a casa de Eric. Solo de pensarlo el corazón se me aceleraba y las manos comenzaban a sudarme. ¿Conocería a sus padres?, ¿o por el contrario estaríamos solos?, ¿y si él quería hacer "eso" conmigo? ¡No! ¡No estaba preparada! Sólo lo había hecho un par de veces con un chico por lo que en el tema estaba algo verde. Traté de relajarme y quitarme esos incómodos pensamientos de la cabeza.
Una hora y media más tarde me encontraba en uno de los asientos del tranvía frente a Eric, observándolo. La luz del sol bañaba sus facciones. Recorrí su perfecto rostro con la mirada preguntándome por enésima vez qué había visto en mí como para rechazar a su sexy ex novia. Traté de respirar como una persona normal a la vez que restregaba mis manos en el vaquero para quitarme los nervios que me provocaba su sola presencia. Sus ojos se posaron de pronto en mí y adoptaron un matiz distinto. Desplegó su cálida sonrisa enmarcada por esos dos pliegues que se formaban en torno a su boca y yo contuve el aliento, maravillada. ¡Dios! ¡Es que era tan encantador!
-Es esta parada. -anunció.
Se levantó y pasó su brazo alrededor de mis hombros para conducirme fuera del tranvía. Aún no me había acostumbrado a que nuestros cuerpos conectaran con tanta naturalidad pero reprimí un escalofrío y me dejé llevar. Recorrimos varias calles hasta llegar al bloque de edificios en el que él vivía y que ya conocía. Adriel ya me había llevado allí hacía poco tiempo. Me pregunté cómo estaría. Hacía varios días que no volvía a su casa. Miriam, su madre, me lo había comentado esa misma mañana cuando me había visto salir en dirección a la Universidad. Espera... ¿por qué demonios estaba pensando en Adriel justo ahora? Me enfadé conmigo misma. El imbécil de mi vecino estaría haciendo de las suyas seguramente con su moto y sus estúpidos amigos busca-líos. Era su problema y no tenía por qué preocuparme por ello.
Eric abrió la puerta y mis pensamientos sobre mi amigo se desvanecieron. Entré delante y nos dirigimos hacia el ascensor que había en el fondo de la entrada de la finca. Una vez dentro desvié la mirada hacia nuestros reflejos. Él estaba situado detrás de mí. Me rodeó con sus brazos y acercó su rostro al mío para quedar a mi altura. Nos miramos a través del espejo.
-Hacemos buena pareja, ¿no crees? -susurró cerca de mi oído.
-Bueno, yo soy más guapa. -bromeé.
-Lo sé. -su respuesta hizo que mi corazón se detuviese un momento. Bajé la cabeza avergonzada.
-En realidad... me pareces tú mucho más guapo. -acabé diciendo mirando distraída el número que marcaba el panel donde se encontraban los botones.
El ascensor se detuvo y fui a abrir la puerta pero él me cogió del brazo y me volteó. Sentí un estremecimiento cuando me cogió por detrás de la cabeza con la mano que le quedaba libre y me besó. Cerré los ojos saboreando sus labios que se movían sobre los míos con una urgencia que me sobrecogió. De pronto alguien carraspeó detrás de mí y al girarme vi que se trataba de una mujer de unos cuarenta años. Su expresión era divertida. Comencé a sonrojarme y la conmoción fue mayor cuando Eric dijo:
-Hola, mamá.
La boca se me secó y mis mejillas adquirieron otro tono más rojo aún. En estas situaciones tendría que existir un botón de "desaparecer del escenario". Traté de saludar pero tan solo logré tartamudear un "hola" que me puso aún más nerviosa.
-Ella es Wendy, mamá. -me salvó mi novio (qué raro sonaba llamarlo "mi novio". -Wendy, ella es Clara, mi madre.
La mujer se inclinó hacia mí y depositó dos besos en cada una de mis mejillas.
-¡Vaya! Tienes la cara muy caliente, ¿estás bien?
Mi corazón dio un giro de 360 grados en el interior de mi pecho y el color aumentó aún más.
-Es que hace mucha calor. -respondí con una voz exageradamente suave e inhabitual en mí.
Eric rió y yo me sentí demasiado avergonzada. Enserio, ¿dónde estaba el botón de desaparecer? Sentí la mano de él un poco más debajo de mi nuca y me dirigió hacia la puerta de su casa.
-Cuidad bien de Dayana.
¿Dayana? Mientras Eric abría le eché un último vistazo a su madre. Tenía los rasgos muy parecidos a los de su hijo y era bastante guapa. Su pelo teñido de rojo lo llevaba recogido en un moño. Me agitó la mano al tiempo que esbozaba una amplia sonrisa.
-Encantada, Clara. -le dije antes de que se cerraran las puertas del ascensor.
Eric me cogió de la mano y entramos en su casa. Cerró
-¡Qué mona te pones cuando te pones nerviosa!
-Ja, ja, ja. -repliqué poniendo los ojos en blanco. -ha sido muy incómodo.
-¿Eric? -una vocecita infantil surgió de una de las habitaciones.
Lo seguí hasta entrar a un cuarto donde una niña se incorporó en su cama. Los bucles castaños caían sobre sus hombros enmarcando su pequeño y redondeado rostro. Abrió mucho sus ojos color miel y a sus labios asomó una sonrisa. Tendría unos cinco años. De un salto bajó y corrió en dirección a los brazos de su hermano el cual la levantó en vilo para luego mantenerla abrazada a su cuerpo como si fuera un koala. Ambos se volvieron hacia mí.
-Ella es Wendy, Dayana.
-Hola. -saludé sonriéndole.
-¿Es tu novia? -preguntó ella.
-Sí. -respondió Eric mientras la dejaba en el suelo. -Y ahora, voy a prepararos la merienda, ¿vale?
A la niña se le iluminaron los ojos. Iba a salir tras mi novio pero ella me cogió de la mano y me miró con una cara suplicante.
-¿Quieres que te enseñe mis juguetes?
-¡Claro!
Entré de nuevo en la habitación y me senté en el suelo frente al baúl que había a los pies de su cama el cual ya había abierto. Comenzó a sacar dos barbies, sus ropas y complementos y me tendió una de ellas.
-¿Qué vestido le quedaría bien? -me preguntó con una amplia sonrisa.
Estudié con detenimiento los conjuntos que iba extendiendo frente a nosotras. ¡La verdad que tenía muchísimos! Cogí un vestido azul de tirantes y le mostré mi elección.
-Este me gusta. -le indiqué.
-Pónselo.
-Necesitaré un cepillo para arreglarle el pelo.
-Sí, tiene pelos de loca.
Me reí ante la respuesta de Dayana. Abrí el vestido y lo pasé por la cabeza de la muñeca. Tras unir el velcro y cerrárselo la volteé para mirar cómo le quedaba. La niña se asomó para contemplar mi elección y asintió con la cabeza conforme.
-¿Quieres que te cuente un secreto?
La miré intrigada.
-Cuenta.
Se acercó a mi oído y poniendo sus manos alrededor de su boca me dijo en voz bajita:
-Me gustas más que la otra. La otra no quería jugar nunca conmigo. Además, tú eres más guapa.
-¡Oh! ¡Muchas gracias!
Mis mejillas enrojecieron levemente. Sin lugar a dudas la hermanita comenzaba a agradarme. La vi sacar un diminuto cepillo y me lo tendió. Comencé a enroscarle mechones a mi muñeca hasta formar un recogido y fijarlo con pinzas diminutas que me dio ella. Así nos encontró Eric y cuando posé mi mirada en él sus labios se habían curvado en una sonrisa encantadora. La ayudé a recoger y nos fuimos a merendar. Nos había preparados unos sándwiches de Nocilla.
Media hora más tarde su madre había vuelto con bolsas de la compra y pudimos encerrarnos en su habitación para tener cierta intimidad. Me senté sobre su cama y repasé los títulos de los libros que había en su estantería con la mirada. Libros de Isaac Asimov, Terry Pratchett, J.K Rowling entre otros autores eran los que destacaban en su particular colección. Sentí a mi lado como el colchón se hundía bajo el peso de mi novio al sentarse.
-Hay algo que me preocupa. -le confesé.
Había estado dándole vueltas una y otra vez a la amenaza de Alicia de arrebatarme a Eric. Necesitaba sincerarme con él, pedirle una cosa.
-Dime. -respondió dejándose caer en la cama.
Lo miré desde mi posición. Realmente se veía adorable. Exhalé un suspiro y me recosté sobre su pecho. Nuestras manos se encontraron en el aire y enredamos nuestros dedos. Sentí su palma sobre la mía y la fuerza electrizante de su contacto me relajó.
-Eric. -repuse. -me gustaría que jamás volvieras a hablar con Alicia.
-De acuerdo, no pensaba hacerlo de todas formas. No creo que diga la verdad con respecto a su supuesto embarazo. Siempre ha sido una manipuladora y una mentirosa.
Sus ojos se perdieron en la blancura de su techo con una expresión triste. Aunque me preguntaba cómo había sido su relación con ella prefería no saberlo.
-Me gustaría pedirte otra cosa, Wendy.
-Pide.
-Me gustaría que Adriel dejara de formar parte de tu vida. Al menos durante los primeros meses de nuestra relación. Me preocupa, la verdad.
-Te lo prometo. No volveré a verlo y si lo veo "hola" y "adiós" -le respondí tras pensar en ello durante unos segundos.
Me dio un beso en los labios y mi corazón se aceleró en cuanto sus manos se posaron en mis caderas para luego subir por debajo de mi camiseta, recorriendo mi espalda. Me aparté en cuanto noté que los besos se volvían más apasionados y sus manos inconscientemente se habían acercado demasiado a mis pechos.
-Lo siento. -se disculpó él avergonzado. -me dejé llevar. Perdóname.
Me reí y negué con la cabeza.
-No pasa nada.
Me dio un beso en la frente y me abrazó durante unos minutos. Su corazón latía fuertemente. Una sensación de seguridad se instaló en mí al notar su firme pecho en una de mis mejillas.
-Es tarde. Tengo que irme. -repuse aún con los ojos cerrados.
-Te acompaño hasta la parada.
La música retumbaba por uno de los altavoces que había cerca de nosotros. Paula se encontraba a mi lado gritando algo que quedaba ahogado por la melodía. Cerca, mi hermana y sus amigos bailaban con sus cubatas en la mano. Miré mi coca-cola antes de darle un sorbo. Mi amiga se inclinó a mi oído y esta vez, por fin, pude oír lo que me decía.
-¿Por qué no vino Eric?
-No se lo dije. -chillé para hacerme oír. -quería estar asolas. Tú y yo.
En cuanto me oyó echó sus brazos a mi cuello y me apretó contra su cuerpo.
-¡Cuánto te quiero, Wendy! -gritó en mi oreja.
La sujeté para que dejara pasar a un grupo de amigos que se dirigían hacia el escenario.
-¡Wow! ¡Aquel estaba muy bueno!
Reí al tiempo que miraba al chico que me había indicado. A pesar de las luces azuladas y magentas que se proyectaban desde el escenario vi que su cabello era rubio oscuro. Volvió su cara hacia nosotras y nos miró con sus ojos oscuros. Paula levantó su mano para saludarlo y me quedé petrificada. ¿Cómo podía ser tan atrevida? El muchacho desplegó una amplia y simpática sonrisa y le devolvió el gesto antes de volverse hacia su grupo de amigos.
Una hora más tarde volvía a mi casa con mi hermana demasiado contenta por los efectos del alcohol. Llegamos a nuestra calle y finalmente nos detuvimos ante nuestra puerta. Mientras rebuscaba las llaves oí unos pasos detrás de nosotras.
-Buenas.
Me volví para fijar mis ojos en la despreocupada expresión de Adriel. Llevaba unos puntos adhesivos en una cicatriz que le cruzaba uno de sus pómulos. Lo miré con una expresión de horror ante su nueva herida de guerra. ¿En qué lío se había metido ahora? No quería ni saberlo.
-Adriel, estás muy bien. -le dijo mi hermana.
Di un respingo y la empuje hacia el interior de la finca.
-Raquel, necesito hablar con él... asolas. Ve subiendo.
-Vale, pero no hagáis guarradas. -repuso antes de cerrar la puerta de cristal. Puse los ojos en blanco. Cuando estaba de ese modo se volvía demasiado estúpida.
La vi subir los escalones hacia el ascensor. Me giré hacia mi vecino, cruzándome de brazos.
-Tu madre ha estado preocupada porque hacía días no aparecías. -le regañé.
-Estaba por ahí. -respondió impasible.
-Bien, bravo tu madurez y pasotismo. ¿Así vas a ser el resto de tu vida?, ¿aspiras a ser un moterucho y un busca-líos?
Arqueó una de sus cejas.
-¿Qué problema tienes?
Se dirigió hacia mí. Fijó sus ojos verdes en los míos y sentí un cosquilleó en el estómago por la intensidad de su mirada.
-Nada. -respondí aún molesta. -Me preocupo por ti... pero mira, ya no podré preocuparme más.
-No entiendo...
-Estoy... -por un momento dudé pero finalmente lo solté. -estoy con Eric.
El muchacho retrocedió confundido. Me dirigió una mirada dolida y su voz le tembló cuando me preguntó:
-¿Es eso verdad?
-Sí y me ha pedido que no te vea nunca más. Ya no podemos ser amigos. Lo siento.
-¿Es eso lo que quieres?
Se acercó más a mí y me cogió de las muñecas para que no retrocediese. La rabia se reflejó en su rostro y por primera vez me asusté de él. Di un paso hacia atrás pero se mantuvo firme. De repente, todo ocurrió muy deprisa. Me aplastó con su cuerpo contra la pared y sus labios buscaron los míos. Me besó de una manera casi salvaje. Logré zafarme de él, le di una bofetada y rápidamente lo empujé. Aquello lo pilló de improvisto pues logré hacer que se apartara de mí.
-Wendy...
-Nunca vuelvas a dirigirme la palabra. -le espeté con un odio del que incluso llegué a sorprenderme.
Abrí la puerta de mi finca y me metí dentro. ¿Cómo se había atrevido a besarme? Me restregué con el brazo los labios para quitarme la huella de aquel beso. Y sin poderlo evitar las lágrimas se derramaron por mi rostro. Comenzaba a detestarlo, era un pobre imbécil sin estudios, sin beneficio, sin nada por lo cual admirarlo. Notaba aún su presencia en la calle. Me volví para mirarlo antes de meterme en el ascensor y lo vi encogido sobre sí mismo sentado sentado en el escalón de la entrada de mi finca. Parecía estar llorando.
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Hasta aquí el final del octavo capítulo, ¿qué os ha parecido? ¿creéis que ha sido injusta con Adriel? ¿Qué chico os gusta más? :O
En fin, quería dedicar este capítulo a:
@LadyLoove02 , @FSAinhoa , @chica_eve_ @saulferrer343 y @AngieRDx3
Si queréis que os dedique el siguiente capítulo tan solo debeis Twittear el link de mi historia con el hashtag #perdonapornoquererte ^^
Recordad que el hashtag es importante para que pueda ver que lo habéis compartido.
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