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CAPÍTULO 7

Parecía que cuanto más deseaba que transcurriese el tiempo éste avanzara mucho más lento de lo normal. Por fin, el minutero pasó por el número doce y las manecillas indicaron que ya eran las once en punto. Me detuve frente a la ventana de mi habitación y observé la calle que ahora se encontraba vacía. Esperé que mi teléfono sonara pero siguió sobre mi mesita, silencioso. ¿Se habría olvidado Eric de mí? Cuando el reloj señalaba que eran las once y cuarto exhalé un suspiro algo decepcionada. No iba a venir, me había dejado plantada. Di una patada a mi mochila que descansaba sobre el parquet y ésta se desplazó unos centímetros. ¿Por qué no me sucedía nada bueno? Me había prendido de un imbécil que solamente había jugado conmigo. Por unos instantes deseé haberme enamorado del, para mí, imperfecto Adriel. Me dejé caer sobre mi cama y me puse los auriculares del mp3 que horas antes había dejado ahí. La música inundó mis oídos en cuanto pulsé el botón de encendido del aparato. Cerré los ojos imaginándome un posible videoclip para la canción que ahora sonaba. De repente unas manos me cogieron de los hombros y dejé escapar un grito de sorpresa. Mis ojos abiertos como platos por la impresión se toparon con los de mi hermana quien me miraba llena de preguntas.  

—Ha venido un chico a buscarte, ¿es tu novio? ¡Está para hacerle varios favores! ¿Cómo me has ocultado semejante pivón? ¿No tendrá un hermano?

Puse los ojos en blanco al tiempo que le apartaba sus manos de mis hombros dejando escapar un resoplido de indignación.

—¿Es verdad que ha venido?

—Está abajo siendo interrogado por papá y mamá.

—¿Qué? ¿Cómo lo has permitido?

Mi rostro enrojeció al instante. Me levanté rápidamente y corrí hacia el salón. Mis padres estaban sentados en un sofá estudiando a Eric quien había ocupado una silla frente a ellos. El muchacho dejó la frase a mitad y volvió sus ojos color miel hacia mí. Desplegó su desarmadora sonrisa haciendo que me olvidara de mi enfado por haber llegado tarde. Había olvidado de pronto como respirar. Repasé con la mirada su vestimenta. Llevaba unos vaqueros oscuros y una camisa abotonada de cuadros blancos y negros cuyas mangas había doblado un par de veces hasta la altura del codo. Tenía las manos apoyadas en sus rodillas y el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante en actitud relajada.

—Entonces... ¿vas a salir, Wendy? —preguntó mi madre rompiendo el incómodo silencio que se había formado.

—Si no es de mucha molestia, Ana. —dijo Eric con un tono de voz suave.

Espera. ¿Se había dirigido a mi madre usando su nombre? ¡Wow! Observé las expresiones de mis padres para tratar de averiguar sus pensamientos acerca de aquel chico que se había presentado demasiado tarde para ser un domingo. Parecía que les agradaba.

—Claro. Pero vuelve pronto, hija, mañana tienes clases.

Exhalé un suspiro de alivio y asentí conforme con la cabeza. Eric se levantó y tras despedirse de ellos salimos a la calle.

—Y... ¿a dónde vamos? —pregunté al tiempo que me colocaba un mechón de pelo detrás de mi oreja.

—Primero quiero que vayamos a un lugar a hablar con alguien.

Fruncí el ceño extrañada pero él no añadió nada más y yo no supe que decir. Caminamos por varias calles hasta llegar a una chocolatería. Lo miré con una ceja arqueada pero él simplemente colocó su mano en mi espalda y me hizo pasar al interior del local donde nos dirigimos a una mesa que ya estaba ocupada. Sentí un frío glaciar en mi pecho y ella también pareció sentir algo parecido al verme. Mis pies parecían haberse anclado al suelo. No podía moverme.

—Os he traído aquí para hablar seriamente. —dijo Eric, rompiendo el hielo.

Se sentó a un lado de Alicia y yo tomé el asiento contiguo aún desconcertada y sin palabras. Observé los largos dedos de ella rematados por unas largas uñas rojas que sujetaban su móvil. Se había arreglado. Su rostro estaba maquillado y llevaba puesta una camisa ceñida a su delgado cuerpo con un escote triangular. La falda negra le tapaba hasta la mitad de sus muslos dejando a la vista sus piernas estilizadas.  Los miré de hito en hito tratando de averiguar qué se llevaban entre manos. Una punzada de desconfianza atravesó mi pecho haciendo que me olvidara de respirar. Los ojos oscuros de Alicia se clavaban en mí con un destello de odio. La ignoré, sintiendo como mis mejillas se calentaban. ¿Por qué Eric me metía en una situación como aquella? El muchacho se aclaró la garganta y ella volvió su mirada hacia él a la vez que arqueaba una de sus perfiladas cejas.

—Me he enterado que le hiciste algo a Wendy. —le dijo a la muchacha que ni se molestó en fingir sorpresa.

—Estaba enfadada y actué sin pensar. —masculló ella. —No sabes cuánto lo siento, Wendy.

—Ok —dije solamente ya comenzando a irritarme al recordar aquello.

—Escucha, Alicia. —murmuró Eric. —Ni se te ocurra acercarte más a Wendy. Si me entero sabrás de lo que puedo ser capaz. En cuanto a tu supuesto embarazo si es verdad te exijo una prueba de paternidad y si es mío responderé pero no estando contigo.

—¿Vas a salir con ella? —espetó su exnovia con una nota de ira en su voz.

Yo me revolví incómoda en el asiento y desvié la mirada hacia otro lado fingiendo interés en las instrucciones que estaba recibiendo en ese momento el camarero por parte del jefe de cocina.

—Sí.

La respuesta de Eric hizo que el corazón me diera un vuelco y una sensación de euforia subiera desde mi estómago. Esperé que Alicia estallase en llamaradas pero para mi sorpresa sus ojos se anegaron en lágrimas. Se levantó aferrando su móvil entre sus largos dedos y nos miró dolida. Él estaba indiferente ante su tristeza. Noté como si me apretasen en un puño el corazón y sentí lástima por ella. Me alcé de mi silla y fijé mis ojos en los suyos.

—Lo siento, Alicia. —le dije apenada.

—Siento haberte amenazado. —masculló luchando por contener el llanto.

Me quedé de piedra cuando ella se lanzó sobre mí y me estrechó entre sus brazos. Incómoda le di una palmadita en la espalda al tiempo que percibía un olor a lavanda que provenía de sus cabellos.

—Disfruta lo que puedas porque te lo pienso quitar. —me susurró en el oído con su voz venenosa.

Me quedé rígida y ella se apartó sacudiendo su larga melena castaña con lo que una nueva oleada a lavanda inundó el aire que respiré. La vi salir de la chocolatería contorneando sus caderas y provocando que algunos clientes se volvieran para mirarla, atraídos por el ruido que provocaban sus tacones al chocar contra el suelo.  Noté que alguien me cogía de la mano y al volverme vi el semblante preocupado de Eric. Me senté junto a él aún consternada por la amenaza que sin duda no había podido escuchar.

—¿Estás bien? —me preguntó.

—Sí, sí... sólo que me dio pena la situación. Ha sido algo incómodo.

—Ya terminó.

Estaba acariciando mi mano y mi corazón aleteó nervioso en mi pecho, amenazando en escaparse. Traté de relajarme y disfrutar de las cosquillas que me producía el contacto de la yema de sus dedos al formar círculos en el dorso de mi mano. Un camarero se acercó para preguntarnos por nuestro pedido. Esperó un momento a que mirásemos la carta y tras pedirle un batido de chocolate con un montículo de nata para mí y un helado de trufa y vainilla para él, se marchó. Al cabo de unos minutos volvió con el pedido, lo dejó sobre la mesa y nos dejó solos de nuevo para atender a otros clientes. Cargué una cuchara con un poco de nata de mi vaso y me lo llevé a la boca sin dejar de mirar a Eric. Disfruté de su sabor y dejé escapar una sonrisa. Era genial estar a su lado. Traté de memorizar cada uno de sus gestos mientras me hablaba sobre su carrera de medicina. Media hora después y tras pelearnos por quién pagaba la cuenta salimos a la calle. Él había ganado y mi cartera seguía igual de llena que cuando había entrado al local. Caminábamos uno al lado del otro en silencio, disfrutando de la brisa nocturna. De pronto él enredó sus dedos entre los míos haciendo que una sensación electrizante me envolviera. Tragué saliva algo nerviosa y le apreté la mano.

—Wendy. —dijo él y por enésima vez sentí que mi nombre sonaba demasiado bien si era él quien lo pronunciaba.

Entró en el parque que habíamos bordeado para mi sorpresa. A esas horas me inquietaba el lugar sin tanta luz pero estando con él me sentía protegida. Las pocas farolas iluminaban tenuemente el lugar dejando demasiadas sombras danzando sobre el suelo. Respiré hondo y mis ojos buscaron algún indicio de peligro a nuestro alrededor.

—¿Tienes miedo?

—No es muy atractivo el lugar a estas horas. —dije forzando una carcajada.

Pasó su brazo sobre mi hombro y me acercó hacia su pecho.

—Sé que no es el sitio adecuado para preguntártelo pero... ¿quieres ser mi novia?

La pregunta hizo que mi corazón diera un salto. Una sonrisa apareció en mi rostro y creo que incluso mis ojos se iluminaron.

—¡Sí! —respondí sin poder borrar la feliz expresión que se reflejaba en mi rostro.

Eric desplegó su encantadora sonrisa antes de inclinarse sobre mí y besarme. Noté sus labios apretando los míos y yo también saboreé los suyos al tiempo que me acercaba más aún a su fuerte cuerpo. Mientras, sus dedos acariciaron mi mejilla y envolví su camisa de cuadros en mi puño para acercarlo más a mí. Nos separamos un poco para mirarnos a la cara. Su mirada tenía un matiz diferente. Depositó un beso en la punta de mi nariz y me envolvió en un abrazo. La coronilla de mi cabeza rozaba su barbilla. Aspiré su colonia para retenerla en la memoria.  Su olor era penetrante, fresco, dulce y amaderado.

—No te voy a decepcionar. —me prometió colocando sus dedos en el hueco que había entre los míos. Me sostuvo la mano y me la llevó a su boca para depositar un breve beso en el dorso. —Me encantas. —añadió.

Me puse de puntillas y agarrándolo de las solapas de su camisa volví a besarlo. Él saboreó mis labios y se apartó repentinamente, avergonzado.

—Por favor, será mejor que paremos por hoy. Te acompaño a casa.

Salimos del parque y volvimos por las mismas calles que habíamos venido. Para mi pesar al cabo de unos minutos llegamos a la puerta de mi casa. Subí el escalón para estar casi a su altura.

—¡Qué pequeña eres! —se burló.

Me crucé de brazos fingiendo que me había molestado su pequeña broma pero me desarmó desplegando esa increíble sonrisa que me hacía perder la concentración. Sentí de nuevo sus labios conectar con los míos y tras acariciarme la cara y mirarme intensamente nos despedimos. Subí a mi casa sintiendo una felicidad que me recorría desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Sin embargo, cuando me dormí aquella noche el temor se instaló dentro de mí. Soñé en un cristal cuya longitud hacía imposible saber dónde terminaba para poder pasar al otro lado, donde Eric estaba sentado en un banco de espaldas a mí. Golpeé la superficie pronunciando su nombre en un grito nervioso pero no se volvía. De pronto Alicia aparecía y se ponía frente a él, alzaba su rostro y me dirigía una sonrisa maliciosa. Sin saber por qué su voz me llegaba clara a pesar de que no movía los labios para pronunciar aquella frase: "Espero que lo disfrutaras porque ya te lo he quitado."

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