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CAPÍTULO 6

Sentía el ambiente demasiado cargado como para atreverme siquiera a respirar. Eric posó sus preciosos ojos color miel en mí y sin saber el porqué, me calmó a pesar de haberme engañado y jugado conmigo. Adriel despegó sus labios y por fin rompió el pesado silencio que nos estaba -o al menos a mí- asfixiando.

-Le debes a Wendy una explicación.

Abrí los ojos más aún, sorprendida por la nueva actitud de mi amigo. Eric nos miró desconcertado y sólo preguntó un "¿Qué?". Mi vecino lo miró con una pizca de furia en sus ojos. Para mi sorpresa me cogió del brazo acercándome hacia él.

-Tu novia la ha agredido. Creo que por eso se merece una buena explicación y más aún si decías estar interesado en ella. -Se volvió hacia mí. -Te esperaré allí y luego te llevo a casa.

Sin decir más Adriel se marchó a la acera de enfrente y me giré nerviosa hacia Eric.

-¿Es verdad? -me preguntó.

Asentí con la cabeza sintiéndome de pronto insegura. Algo se rompió en mi interior y luché para no echarme a llorar. Cogí una bocanada de aire y la solté despacio para relajarme. Su mirada seguía clavada en mí así que comencé a relatarle todo lo que había ocurrido. Cuando terminé en su rostro se reflejaban una mezcla de expresiones: sorpresa, vergüenza y un profundo dolor.

-Lo siento. -dijo al fin.

Eric dio un paso hacia mí y yo retrocedí incómoda porque notaba la mirada de Adriel clavada en nosotros. El muchacho pareció entender mi actitud y se sentó en el escalón de la entrada de su finca. Hice lo mismo procurando dejar un espacio entre él y yo con el fin de no dañar a mi amigo.

-Alicia no es mi novia. -repuso apenado. Yo lo miré cautelosa. -Ayer le dejé claro que no volvería con ella y que estaba interesado en otra chica, ósea tú. Es normal que no me creas pero pienso demostrarte que soy de fiar.

Clavó sus ojos en los míos y sentí en el estómago una sensación de vértigo. Su rostro era de facciones perfectas. Seguramente podría pasarme toda una vida observándole y jamás me cansaría ni mucho menos lograría encontrarle un sólo defecto. Me di cuenta que estaba gustándome demasiado hasta el punto de estar en las puertas del enamoramiento. Desvió la mirada hacia mi vecino rompiendo el encantamiento y exhaló un suspiro exasperado.

-Esta misma noche lo aclararemos todo. Iré a tu casa así que dame tu dirección, por favor.

Me tomé unos segundos para reflexionar sobre si darle la oportunidad pero al mirarlo sentí un nudo en la garganta al imaginar que nunca más lo volvería a ver. Di un rápido vistazo a Adriel quién seguía apoyado en su moto y tamborileando con los dedos sobre el manillar. Le di la dirección a Eric y él la repitió varias veces para memorizarla.

-Entonces después de cenar iré, sobre las once, más o menos -me dijo mientras yo me levantaba.

Él también se puso de pie y rozó con la yema de sus dedos mi rostro. Sentí un cosquilleo agradable y sin proponérmelo una sonrisa asomó a mis labios.

-Hasta luego. -dije dubitativa.

-Nos vemos en un rato.

Agitó la mano en el aire para despedirse de mi vecino el cual le respondió con un leve movimiento en la cabeza. Eché a correr en dirección a mi amigo y después de colocarme el casco subí detrás de él. Arrancó la moto y me cogí a él en cuanto sentí que mi cuerpo se echaba hacia atrás. Cansada apoyé mi rostro en su espalda y a mi nariz llegó el olor a cuero de su chaqueta. Esbocé una sonrisa. Adriel había sido muy considerado, merecía enamorarse de otra persona y ser feliz.

Por fin llegamos a nuestra calle y detuvo el vehículo frente a la puerta de la finca donde vivía. Me bajé y le devolví el casco.

-¿Quieres ver a Lucky. -me preguntó. Lo miré sin comprender. -mi perrito.

Los ojos se me iluminaron.

-¿Te quedaste el cachorrillo?

Le contagié mi entusiasmo provocando que a sus labios asomara una amplia sonrisa. Noté un estremecimiento al percatarme de lo bonita que quedaba en su rostro. Bajó de la moto y avanzó seguido de mí hacia la puerta de la entrada. Subimos por las escaleras a su casa ya que vivía en la primera planta. Introdujo las llaves en la cerradura y se hizo a un lado para dejarme pasar.

-¡Buenas! -saludé en voz alta para que los padres me escuchasen.

-No hay nadie. -me respondió él. Ya había cerrado la puerta.

Comencé a sentir calor en mis mejillas al caer en la cuenta que estábamos solos en su casa. El corazón comenzó a latir con violencia dentro de mi pecho. Avancé por el pasillo para disimular mi nerviosismo pero Adriel me adelantó y al pasar a mi lado nos rozamos sin querer. Me detuve aguantándome la respiración sin que se diera cuenta de ello. No entendía porque tenía que ponerme así. Había estado millones de veces asolas con él en aquella casa y no me había sentido tan violenta. Respiré hondo para tratar de calmarme. Mi vecino se volvió frente a la puerta de su habitación y yo avancé para situarme junto a él. Abrió y una bolita peluda y negra correteó hasta los pies de él. Dejé escapar una exclamación al ver lo pequeñito que era. El muchacho se agachó y lo cogió entre sus brazos para luego darle un beso en la cabeza. No pude resistirme al cachorro y lo acaricié por detrás de las orejas redondeadas y caídas que tenía. Lucky era adorable, sus ojos me miraban con curiosidad. Me olisqueó con su naricita negra y me humedeció la mano. Sonreí enternecida.

-¿Quieres tomar algo?

-Mmm... ¿agua? -le pregunté más bien.

-No has comido. -me replicó serio.

Era verdad, no había probado bocado desde que había salido de casa esta mañana. Consultó el móvil y me mostró la pantalla. Eran las cuatro de la tarde.

-Te hago dos sándwiches.

No me atreví a replicar pues en el fondo tenía bastante hambre. Me dejó coger en brazos a Lucky y me empujó suavemente hacia la segunda puerta que llevaba al comedor. Me pidió que me acomodara antes de desaparecer en la cocina. Lo oí mover un par de cacharros y puse los ojos en blanco. ¡Qué atento era! Sonreí agradecida. Miré a mi alrededor. Había un mueble con armarios y estanterías de color marrón oscuro a juego con la mesa, las sillas y la mesilla que había frente al sofá. Observé los libros de género romántico que descansaban en el estante -seguramente de su madre- y mis ojos se desviaron a las fotografías que reflejaban a un Adriel de niño. Tenía las facciones más redondeadas y la misma expresión de pícaro. Reí por lo bajo. En otra, una mujer que se parecía mucho a él posaba con un sombrero y una amplia sonrisa, sin embargo en sus ojos residía un poso de tristeza que me sobrecogió. Por curiosidad, busqué el rostro de su padre en todas las imágenes pero no había ningún hombre salvo mi propio amigo. Fruncí el ceño, volviendo a examinarlas.

-Qué extraño. -dije en voz baja.

-¿Decías algo?

Adriel había vuelto con un plato de sandwiches en una mano y con la otra sujetando un vaso de agua. Lo dejó sobre la mesilla que había frente al sofá y se sentó.

-¿Y tú padre? ¿Dónde está? ¿Es quién hace todas las fotos y por eso nunca sale?

De pronto se puso rígido y la mirada se le endureció. Apretó sus labios hasta convertirlos en una fina línea y me arrepentí de mis estúpidas preguntas. ¿Por qué tenía que ser tan curiosa?

-Nunca hablamos de ese hombre. -respondió escupiendo las dos últimas palabras.

-¿Qué ocurrió? -me mordí el labio inferior furiosa conmigo misma por haber soltado otra pregunta.

-¿Qué más da? Para nosotros está muerto.

¡Vaya! Me había dejado con la miel en la boca. ¿Por qué no me contaba qué había hecho su padre para merecerse aquel odio? Rebusqué en mi memoria cayendo en la cuenta que hacía varios años que no lo veía entrar en aquella casa. Sin embargo, las veces que lo había visto se había mostrado amable y atento con sus vecinos. ¿Qué habría hecho? ¿Quizás los dejó tirados por otra mujer? Dejé a Lucky dormitar sobre el mullido sofá y fui al cuarto de baño a lavarme las manos. Al volver Adriel ya se había relajado y tenía al cachorro sobre su regazo. Me comí los sándwiches que me había preparado y cuando terminé le di las gracias. Me quedé con él dos horas más jugando al Grand Theft Auto V en su Play Station 4 en la modalidad de las carreras. Gané tres de las cinco que hicimos. Por si quedábamos empate le dije que me tenía que marchar. Sí, odiaba perder o quedar igual en los juegos, uno de mis muchos defectos que iréis descubriendo. Acaricié por última vez al perrito y me volví a casa.

Cuando entré mi madre ya estaba preparando la cena. Por el olor supe que se trataba de pisto, carne con salsa de tomate. Me asomé a la cocina y saludé. Mi hermana estaba sentada frente a la mesa leyendo una novela en cuya portada salía un hombre sin camiseta sujetando a una joven mujer. Me pareció ridícula y rompí en una sonora carcajada.

-¿A ti que te pasa? -me preguntó ella sin levantar la vista de las páginas.

-¿Estás leyendo literatura erótica, Raquel?

-Claro que no. Es romántica.

Puse los ojos en blanco. Mi madre seguía cocinando sin hacernos caso. Le di un abrazo a mi hermana y le planté un beso en su cabello más oscuro que el mío. Me miró estupefacta con sus ojos azulados.

-¿Qué mosca te ha picado? Estás muy contenta hoy, ¿eh?

Mis labios se curvaron en una sonrisa socarrona y me marché hacia mi habitación al tiempo que mi hermana se encogía de hombros.

Cuando sonaron las diez ya estábamos toda la familia cenando frente a la mesa del salón con la televisión sonando de fondo. Creo que seguía con la misma sonrisa bobalicona porque Raquel seguía estudiándome con los ojos entrecerrados. Siempre ponía la misma expresión cuando estaba meditando algo. Abrió la boca pero sin pronunciar palabras formó un mensaje silencioso: "Estás enamorada." ¿Era una pregunta o una afirmación? Negué con la cabeza a la vez que mis labios se curvaban hacia arriba, delatándome. Pronuncié con los labios pero sin proferir ningún sonido un "ya te contaré". Nuestros padres siquiera se percataron. Cuando terminamos recogimos la mesa entre todos y yo me subí a mi habitación a arreglarme un poco. El minutero del reloj acompañado del tic-tac constante avanzaba paulatinamente. Pronto las manecillas marcaron las once y contuve el aliento. Pronto podría ver de nuevo a Eric. Quizás faltasen unos segundos, quizás llegase un poco más tarde pero él iba a venir. Recé para que esta vez no me fallase.

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