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CAPÍTULO 4

Aquel día apenas pude atender en clase. Mi mente viajaba a la velocidad de la luz siendo imposible enterarse de lo que el profesor explicaba mientras se paseaba sobre la tarima, tres filas de asientos por delante de mí. A su espalda, una pantalla reflejaba las diapositivas que se emitían desde el proyector que colgaba del techo. Ni siquiera recuerdo de qué trataban exactamente.

Noté la mano de mi mejor amiga posarse en la mía. Detuve el movimiento que había estado haciendo con el bolígrafo. ¡Ni me había percatado! Con disimulo me pasó un trozo de papel escrito de su puño y letra. Observé la estilizada escritura. "Ojala tuviese su letra" pensé. En la nota me preguntaba si me pasaba algo. Aún no había podido contarle los acontecimientos recientes con Adriel y Eric. Se había quedado en la parte en la que le había confesado a mi vecino lo que "sentía" para que no se pelease con el chico que realmente me gustaba. Empleé unos diez minutos escribiéndole todo. Cuando lo leyó me miró preocupada. ¡Paula era tan considerada! Era y es muy protectora conmigo. Volvió a garabatear rápidamente y me pasó el trocito de papel.

"Escucha lo que te tenga que decir. Quizás no sea nada... Y en cuanto a Adriel ya se le pasará y volveréis a ser amigos." Leí.

Me volví un poco hacia ella y le sonreí sin enseñarle los dientes. Ella agitó su corta melena azabache y me miró con sus expresivos y negros ojos delineados con una gruesa raya oscura. Mi amiga tiene unos kilitos de más que los disimula bastante bien con sudaderas una talla más de la "M" que tendría que usar en realidad.

La hora acabó y de pronto me atormenté con la idea de que Eric se presentaría en la entrada de mi facultad. Las palmas de las manos comenzaron a sudarme. Las froté contra mi vaquero para secarlas y sé que Paula se percató porque me apretó el hombro suavemente.

-Wendy, vamos, no será nada. -acompañó esa frase con una gran sonrisa con la que logró infundirme algo de ánimos.

Me acompañó hasta fuera y efectivamente Eric estaba apoyado en la pared del edificio de enfrente. Ambas nos acercamos y tras presentarlos Paula me abrazó para despedirse y, apretándome contra sus mullidos pechos me susurró:

-¡Menudo pivonazo!

Noté como mis mejillas se encendían y el corazón comenzó a retumbar en mi pecho.

-¡Adiós, Eric! -exclamó ella marchándose y dejándonos a solas.

-Muy maja tu amiga. -comentó él con esa sonrisa deslumbrante.

Asentí con la cabeza, conforme. "Va, suéltalo", pensé sin apartar los ojos de él. Aunque, sinceramente, una parte de mí se sentía aterrada pues esperaba una mala noticia. Él pasó un brazo sobre mis hombros y me atrajo hacia sí. Noté por segunda vez que comenzaba a ruborizarme. Reprimí un escalofrío. Comenzamos a caminar, sin rumbo y alejándonos de las universidades de alrededor. ¡¿Cuánto pensaba tardar?! Me daba la sensación de que estaba retrasando esa conversación. Comencé a impacientarme y mi voz sonó demasiado molesta de lo que pretendía:

-Eric, ¿qué ocurre? ¿Cuándo vas a contármelo?

Sentí como su cuerpo se tensaba y percibí que se ponía nervioso. Desvió la mirada que había tenido posada en mí todo el tiempo para fingir quedar interesado en un coche que transitaba por la calle. "¡Malas noticias, Wendy!, me dije un tanto aterrada."

-Mira... -murmuró Eric, poniéndose frente a mí y cogiéndome las manos. -Hace medio mes estaba con una chica. Llevábamos tres años y ella se había ido a Francia a hacer un curso. El caso es que bueno, ella simplemente dejó de ponerse en contacto conmigo y yo pues... rehíce mi vida... el caso es que... ayer volvió aquí y me ha anunciado que hace un mes que no le baja.

Seguramente se pudo oír mi corazón romperse en pedazos cuando escuché aquello. Me costó procesar el significado de "hace un mes que no le baja." Hasta que finalmente una lucecita se encendió en mi cerebro.

-Pero... eso no significa que esté embarazada. Puede que sólo sean nervios...

"O", dijo una vocecita en mi cabeza, "sólo quiera atraparle, la muy zorra." Me sentí por unos momentos culpable por pensar mal de ella pero era la única forma para que él estuviese libre... para mí. Me deshice de las lágrimas que amenazaban en desbordarse parpadeando a la vez que agachaba la cabeza para evitar que él me mirase. ¿De modo que ahí acababa todo?

-Realmente me encantas, Wendy. Ojala que sea una falsa alarma y podamos estar juntos.

-Ojala. -repuse.

-Wendy, lo siento... -parecía apenado y realmente sentí lástima, créanme, sentí lástima pero...

-¿Qué vas a sentir? -le pregunté enfadada. -¿Borraste tres años en quince días? ¿Enseguida buscaste repuesto? ¿Qué soy?, ¿una pieza de reemplazo?

La sangre me hervía. Me sentía engañada. ¿Qué clase de sentimientos tenía como para borrar a una chica sin saber qué había pasado exactamente?

-Wendy, lo siento. -repitió.

-Me gustabas... Comenzaba a sentir cosas por ti.

¡Mierda! Las lágrimas se desbordaron por mis ojos. Me sentí pequeña y a la vez estúpida. Entonces él rodeó mi cintura con un brazo y me apretó contra su pecho. Me acarició la mejilla con la mano que tenía libre y de pronto... ¡Me besó! Sentí sus labios contra los míos y el corazón se derrumbó a la vez que un torrente de mariposas se agitaron en mi estómago. Rodeé su cuello y prolongué el beso unos segundos más hasta que nos separamos un tanto acalorados. Nos miramos.

-Te prometo que arreglaré esto y sea lo que sea estaré contigo. Me encantas, Wendy.

Me sentí feliz ante la promesa y decidí confiar en su palabra. Estuvimos juntos un rato más hasta que fue la hora de irse cada uno a su casa. Nos despedimos con otro beso en los labios que hizo que me sintiera la persona más dichosa del mundo.

Llegué a mi calle y sin querer observé la moto de Adriel aparcada frente a su piso. Deseé que estuviera bien y que no se hubiese metido en más peleas. Entré en mi casa reprimiendo las ganas de llamar a su timbre para cerciorarme. Tras cenar con mis padres y mi hermana me acosté y enseguida logré conciliar el sueño.

*******************************************************

Sábado. Desperté contenta de tener todo el día para mí, bueno, tenía que pasar a limpio mis apuntes y conseguir los del día anterior pero por lo demás, era para mí. Recuperé el móvil de mi mesita de noche y quité el "modo avión" para que me fueran llegando los mensajes del Whatsapp y las notificaciones de Twitter y Facebook. La pantalla se llenó de avisos. Cinco Whatsapps, dos de Twitter y siete de Facebook. Paula me preguntaba por la conversación que había mantenido con Eric, tecleé rápidamente y le respondí contándoselo todo. También me había hablado él. El corazón se agitó dentro de mí y lo leí. Quería quedar tan pronto como pudiese. A mis labios se asomó una sonrisa, seguramente bobalicona. Le propuse ir a comer al centro y aceptó de inmediato. ¡En dos horas lo volvería a ver!

Me levanté y tras hacerme la cama me duché y me coloqué una falda y una camisa de botones. Busqué mis botines de cordones marrones y me los puse. Ese día decidí alisarme mis rizos y maquillarme. Miré mi reflejo algo dubitativa, deseando haber podido estar más guapa como las modelos de la revista que suele leer mi hermana Raquel. Paula no tenía que hacer apenas nada para estarlo. Es más, casi nunca se ponía ropa arreglada y seguía estándolo. Me aparté del espejo y decidí matar el tiempo leyendo El color de la magia del escritor Terry Pratchett hasta que se hizo la hora de ir al centro.

Cuando llegué habían pasado cinco minutos de la hora en la que habíamos quedado. Esperaba que hubiera sido paciente y no se hubiera marchado pero cuando miré alrededor, desilusionada vi que no se encontraba en ninguna parte. Traté de tranquilizarme, quizás aún estuviese llegando y al fin y al cabo la tardona ya no sería yo.

-¿Wendy?

Me volví para averiguar quién me había llamado. Se trataba de una chica delgada y más alta que yo. Tenía un cabello sedoso y castaño cayendo sobre sus hombros. En su rostro ovalado de tez morena unos ojos marrones bordeados de espesas pestañas me devolvieron la mirada. Sonrió con sus labios carnosos y alzó el móvil de... ¿Eric? Arrugué el ceño extrañada por la situación.

-¿Quién eres? -le pregunté.

-Soy la novia de Eric. -me respondió y entonces me di cuenta del odio que destilaba su mirada.

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