CAPÍTULO 1
Simplemente una mirada pudo cambiar el transcurso de una historia, la mía. Aquella tarde se presentaba fría y nublada. No había casi nadie en el parque Central donde yo lo esperaba y aunque hubiese estado abarrotado de gente solo existía él en aquel espacio.
Sentada en uno de los bancos de madera lo distinguí entre los árboles y setos. El cabello negro y lacio le brillaba bajo los pocos rayos de Sol que se filtraban a través de las nubes. Un rostro de facciones angulosas y una barba de hacía un par de días volvían su aspecto un tanto misterioso. Pero lo que más me llamaba la atención eran esos ojos dorados rematados por unas líneas verdes que provocaban que quedaras irremediablemente atrapada en la telaraña de su iris. Se había vestido con una camisa oscura que marcaba su musculoso cuerpo. Observé sus anchos hombros cubiertos por la chaqueta de cuero negra que en esos momentos llevaba abierta. El vaquero oscuro lo llevaba como siempre, metido dentro de sus botas del mismo tono que la cazadora. Me volví justo a tiempo para que él no advirtiese que lo había estado observando llegar. Supe que me había visto y que avanzaba hacia mí. Fingí centrarme en el libro que descansaba entre mis manos y entonces su mano se posó en mi hombro derecho.
—Hola, Wendy.
Me giré hacia Eric y a sus labios asomó una sonrisa amable. No solamente era guapísimo sino atento, educado, inteligente, detallista y bastante cariñoso. Me alegré de haberme topado con él hacia un par de semanas por internet. Desde entonces habíamos quedado frecuentemente, aunque no había podido aún confesarle lo mucho que me gustaba. Ese tema se había vuelto tabú entre nosotros ya que él tampoco había dicho nada al respecto. Se sentó a mi lado y el corazón comenzó a latir con fuerza. La cercanía no cercana me mataba. Podía estar a su lado pero no podía alargar mi mano para acariciarle la cara ni mucho menos darle un beso en esos labios tan perfectos que tenía. Él me mostró su puño y al abrirlo vi una rosa enana que seguramente habría cogido de uno de los mini rosales que había por el parque.
—¡Vaya! Muchas gracias.
La cogí rápidamente y la guardé dentro de un estuche metálico que llevaba en la mochila para que no quedase aplastada por mis libros de clase. El tiempo pasó volando, hablamos de todo y de nada a la vez. Llegó la hora de marcharse y con un suspiro me levanté del banco de madera.
—Es hora de llegar a casa. Realmente no quiero, pero me matarían mis padres si no voy.
—Te acompaño.
—¡Oh! No hace falta. Está muy lejos y vives a la otra punta.
—No pasa nada.
Se levantó y me revolvió el cabello. Era bastante alto, o quizás yo algo bajita ya que le llegaba a la altura de la barbilla. Me pasó un brazo por el hombro y salimos del parque para desembocar por una larga avenida. De pronto oí el ronroneo de una moto que se detuvo ante nosotros.
—Wendy...
Sobre su Hyosung Aquila, una moto de aspecto similar a la Harley Davidson, Adriel, mi vecino, nos observaba con una mirada sombría. Lo primero que vi fue el moratón que manchaba su mejilla y la sangre seca que tenía sobre el labio inferior entremezclada con el piercing. Puse los ojos en blanco. Otra pelea en su lista. Si mantenía mi amistad con él era por el cariño que le tenía dado que nos habíamos criado juntos. Me preocupaba mucho por mi amigo, tanto que a veces lo mantenía ocupado con alguna excusa para alejarlo de sus amigos problemáticos. Adriel se apartó con una mano los bucles castaños que le caían sobre su rostro. Me miro con sus ojos color aceituna y trató de sonreír con su labio herido. Una mueca de dolor cruzó su cara.
—Voy para casa. ¿Te llevo?
Tras de mí Eric fulminó a Adriel con la mirada. Por unos instantes se desafiaron sin decir nada más. Yo me percaté enseguida y antes de que mi vecino bajara de la moto me subí.
—Luego te llamo, Eric. —le dije mientras me ponía el casco.
Sin darle tiempo a responder la moto arrancó y a gran velocidad lo dejó atrás. Me agarré instintivamente a mi amigo, pegándome más a él de lo que pretendía. Llegamos, para mi alivio, a nuestra calle y me bajé con las piernas temblando.
—¿Con qué clase de subnormales te juntas tú? —me espetó de pronto Adriel.
—¿Cómo?
—Ese tío. ¿Has visto cómo me ha vacilado?
—Sí, claro, con la mente. Si tan siquiera ha hablado.
—La forma de mirarme ha sido suficiente. Ese chulo putas... Cuando lo vuelva a ver le parto la cara.
Comencé a enfurecerme ante su actitud de niñato.
—El único chulito eres tú, Adry. Además, Eric hace Kick Boxing te dejaría K.O en un santiamén.
Aquello lo enfureció más. Sin habérmelo propuesto le había herido en su orgullo masculino. Me volví dispuesta a entrar en mi casa pero la voz de él hizo que me detuviese.
—No sabes la cantidad de peleas en las que me he metido y he salido airoso.
—Cuando me pidas disculpas y cambies de actitud podrás volverme a dirigir la palabra.
Y le cerré la puerta sin darle tiempo a responderme.
Días después, Eric y yo nos encontrábamos en el mismo parque comiéndonos un helado. El mío era de fresa y el suyo de café. Había pasado toda la mañana pensando en cómo decirle que me gustaba y que quería conocerlo más pero de otra forma. Por fin, había llegado el momento. Tenía y debía hacerlo. Sin embargo, las palabras aún no se atrevían a desfilar por mi boca. Exhalé un suspiro que hizo que sus labios se curvaran en una sonrisa traviesa.
—¿Por qué suspiras?, ¿ya te has cansado?
—¡No, al contrario! Estoy muy a gusto.
Sonrisa. ¿Cómo sería sentir sus labios? ¿Cómo sería ser la única que pudiera ocupar su corazón? Noté de pronto las mejillas cálidas. Y traté de calmar mi nerviosismo. ¡Si tan sólo tuviera agallas! Decidí que había llegado el momento. Cogí aire, lista para hablarle y de pronto...
—¿Wendy?
La voz de Adriel hizo que me diera un vuelco al corazón. ¿Qué demonios hacía aquí? Se situó frente a mí reparando de repente en Eric.
—¿A ti que te pasa? —le preguntó mi vecino.
—¿A mí? Nada.
—Muy bien, así me gusta, que me tengas miedo.
De pronto Eric se levantó como movido por un resorte y se encaró a Adriel para plantarle cara. Con un poco de suerte se asustaría y decidiría irse de donde no había sido tan siquiera bien recibido. Me quedé embobada viendo la escena aún sentada. Ninguno de los dos había retrocedido de su posición.
—Te crees muy gallito, ¿no? —le bramó Adry.
Atónita vi cómo le cogía del cuello de la chaqueta de cuero para intimidarlo pero Eric le propinó un empujón y lo echó hacia atrás. El corazón me dio un vuelco y sin tan siquiera pensarlo ni saber por qué me planté entre los dos y cogiendo a Adriel por el jersey, las palabras surgieron por arte de magia de mi boca. Cuando las dije ni siquiera me lo creí ya que le había exclamado de pronto:
—¡Me he enamorado de ti, Adriel!
Sentí un ligero mareo al entenderlas después de haberlas pronunciado. El muchacho dejó de prestarle atención a Eric quien nos observaba sin entender a mis espaldas. Adriel clavó sus ojos aceituna en los míos adoptando de pronto un brillo tierno. Nunca me había mirado así. Mi corazón pareció saltar desde miles de metros de distancia y sentí vértigo.
—¿Es eso verdad, Wendy?
Asentí con la cabeza aún conmocionada. ¿Por qué tenía que haber dicho eso con el fin de que no se peleasen? ¿Y si por culpa de decir eso perdía a Eric? Yo estaba interesada en Eric, sólo Eric. Me prometí que lo llamaría más tarde para explicarme y recé para que me llegase a coger el teléfono. Me volví para enfrentarme al chico que de verdad me gustaba.
—Necesito irme a casa a despejarme. Hablamos luego.
Crucé los dedos para que entendiese el matiz de "hablamos luego" y cogiendo a un conmocionado Adriel por el brazo me fui de allí. Al llegar a casa me despedí torpemente de él pero antes de que abriese la puerta me cogió por la cintura y me dio la vuelta para quedar frente a frente.
—Wendy... siempre he estado enamorado de ti.
Las llaves se me escurrieron de pronto de entre las manos y fui a recogerlas pero él las atrapó antes y nos quedamos de cuclillas. Mi rostro comenzó seguramente a adquirir el color de los tomates. No daba crédito a lo que estaba pasando. ¿Él siempre enamorado? ¿Por qué nunca me había dado cuenta? Su mano acarició mi cara y los nervios se apoderaron de nuevo de mí. De repente su rostro estaba encima del mío, nuestros labios se unieron y sentí su piercing frío en contraste con la calidez de su boca. Me aparté azorada.
—Yo... perdona. —logré articular.
Me levanté y él hizo lo mismo.
—Quiero estar contigo... en serio. Ya sé que no soy un buen tipo, me meto en peleas constantemente y hace tiempo que no voy a la universidad.
—Adriel. —iba a decirle que todo había sido mentira. Que lo había dicho para que no se metieran en una absurda pelea pero vi un poso de esperanza en el fondo de sus ojos y sentí que no era capaz de hacerle daño. —Yo...
—No hace falta que nos precipitemos. Daré lo mejor de mí...
Me dio un beso fugaz en la boca y se marchó corriendo. Yo me quedé un rato anclada observando como su figura se iba haciendo más pequeña a medida que se alejaba. El corazón me latía violentamente dentro de mi pecho. Una melodía me volvió a la realidad. Saqué el móvil de uno de los bolsillos de mi mochila y respiré aliviada al ver el nombre en la pantalla: Eric.
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