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AYUDA


Hola preciosuras, necesito vuestra ayuda ya que dudo a la hora de narrar la novela. Como sabéis la estoy transformando. Os voy a pasar dos versiones: 


VERSIÓN 1 (primera persona del presente) 

CAP 1:

¿Alguna vez habéis empezado una relación gracias a una red social? Yo sí... va a ser la segunda vez que lo veo y aun así ya parece que lo conozca de toda la vida. Hemos estado hablando durante tres meses y hará tan solo una semana que lo vi por primera vez. Hoy, por fin, hemos vuelto a repetir. Miro el cielo algo nerviosa. Está nublado y hace algo de frío pero la chaqueta que llevo y la bufanda alrededor de mi cuello remiten la sensación gélida. El parque Central donde hemos acordado vernos está prácticamente vacío. Sin embargo sé con certeza que si éste estuviera abarrotado de gente sólo hubiera existido él en aquel espacio.

En estos momentos estoy sentada en uno de los bancos de madera con un libro sobre el regazo. Siempre lo llevo en mi mochila, junto con los libros de clase. Estoy cursando el primer año de psicología en la Universidad Autónoma de Madrid y hace una hora que he terminado la última clase. Repaso con la mirada el lugar y lo distingo. Mis manos se aferran a la novela. Su presencia me inquieta. El cabello negro y lacio le brilla bajo los pocos rayos de Sol que comienzan a filtrarse a través de las nubes. Un rostro de facciones angulosas y una barba de hace un par de días hace que su aspecto sea demasiado irresistible. ¡Es guapísimo! Parece un chico de revista, de hecho ni me extrañaría si me lo encontrara posando para una. Pero lo que más me llama la atención no es ese cuerpo escultural ni su preciosa cara sino esos ojos dorados rematados por unas líneas verdes que provocan que quedes irremediablemente atrapada en la telaraña de su iris. Hoy lleva una chaqueta de cuero negra desabrochada. La camiseta ajustada que lleva bajo ésta marca su musculoso torso. Muerdo mi labio nerviosa y aguanto la respiración. Se está acercando pero aún no me ha visto. Finjo centrarme en el libro y al cabo de unos segundos que se me antojan una eternidad noto su mano posarse en mi hombro derecho. Aguanto la respiración al tiempo que mi corazón se desboca.

—Hola, Wendy.

Noto mis mejillas sonrojarse y olvido incluso cómo respirar. Finalmente levanto la mirada y observo el rostro de Eric. A sus labios asoma una sonrisa amable que me embelesa. No solamente es guapísimo sino atento, educado, inteligente, detallista y cariñoso. Siendo sincera, me alegro de haberme topado con él por internet. Desde entonces no ha habido día en el que no hemos hablado... aunque aún no he podido confesarle lo mucho que me gusta. Ese tema se ha vuelto tabú entre nosotros ya que él tampoco ha dicho nada al respecto. Se sienta a mi lado y el corazón se me detiene unos segundos. La cercanía no cercana comienza a matarme. Puedo estar a su lado pero no soy capaz de alargar mi mano para acariciarle la cara ni mucho menos darle un beso en esos labios tan perfectos que tiene. De repente él me muestra su puño y al abrirlo veo una rosa diminuta que seguramente habrá cogido de uno de los mini rosales que hay por el parque. ¡Dios! Si es que es para comérselo.

—¡Vaya! Muchas gracias.

La cojo rápidamente y la guardo dentro de un estuche metálico que llevo en la mochila para que no quede aplastada por los libros de clase. El tiempo pasa volando, hablamos de todo y de nada a la vez. Para mi decepción, llega la hora de marcharse y con un suspiro me levanto del banco de madera.

—Es hora de volver a casa. Realmente no quiero, pero aún vivo con mis padres. Ya sabes, su casa, sus normas. —le digo. ¿Habrá notado decepción en mi voz?

—Te acompaño. —me responde con una amplia sonrisa.

—¡Oh! No hace falta. Está muy lejos y vives a la otra punta.

—No pasa nada.

Se levanta y me revuelve el cabello. Es bastante alto, o quizás yo algo bajita ya que le llego a la altura de la barbilla. Para mi sorpresa, me pasa un brazo por el hombro y salimos del parque para desembocar por una larga avenida. Siento su cálido cuerpo cercano al mío y no puedo evitar sentirme segura. De pronto oigo el ronroneo de una moto que se detiene ante nosotros.

—Wendy...

Sobre su Hyosung Aquila, una moto de aspecto similar a la Harley Davidson, Adriel, mi vecino y amigo de la infancia, nos observa con una mirada sombría. Lo primero en lo que reparo es el moratón que mancha su mejilla y la sangre seca que tiene sobre el labio inferior entremezclada con el piercing. Pongo los ojos en blanco. Otra pelea que se suma a su lista. Si aún sigo manteniendo mi amistad con él es por el cariño que le tengo dado que nos hemos criado juntos. Siendo realistas, es totalmente diferente a mí. No sé cuándo pasó pero un día de pronto me di cuenta que mi mejor amigo había cambiado. Sin embargo, sigo preocupándome mucho por mi amigo. Tanto que a veces me invento excusas para mantenerlo ocupado y alejarlo de sus amigos problemáticos. Aunque quizás el más problemático sea él dado que no para de pelearse en cuanto no está de acuerdo con algo. Puede ser incluso, que sea la única persona a la que Adriel aún no le ha pegado. Bueno, estoy exagerando... 


VERSIÓN DOS (primera persona del pasado)

Dicen que un gesto minúsculo puede cambiar tu vida. Y así pasó con la mía. Una mirada, tan sólo una mirada tuvo el poder para que todo a mi alrededor se transformase. Aquella tarde se presentaba fría y nublada. No había casi nadie en el parque Central donde yo lo esperaba y aunque hubiese estado abarrotado de gente tan solo hubiera existido él en aquel espacio.

En esos momentos estaba sentada en uno de los bancos de madera con un libro en mi regazo. Lo llevaba siempre junto con los libros de clase. Cursaba primero de psicología y había acabado de salir de clase. Lo distinguí. El cabello negro y lacio le brillaba bajo los pocos rayos de Sol que se filtraban a través de las nubes. Un rostro de facciones angulosas y una barba de hacía un par de días volvían su aspecto demasiado irresistible. Parecía un chico de revista, de hecho no me habría extrañado encontrármelo posando para una. Pero lo que más me llamaba la atención no era ese cuerpo escultural ni su preciosa cara sino esos ojos dorados rematados por unas líneas verdes que provocaban que quedaras irremediablemente atrapada en la telaraña de su iris. Se había vestido con una camisa oscura que marcaba su musculoso torso. Observé sus anchos hombros cubiertos por la chaqueta de cuero negra que en esos momentos estaba desabrochada. El oscuro vaquero lo llevaba como siempre, metido dentro de sus botas del mismo tono que la cazadora. Me volví justo a tiempo para que él no advirtiese que lo había estado observando llegar. Supe que me había visto y que avanzaba hacia mí. Fingí centrarme en el libro que descansaba entre mis manos temblorosas y entonces su mano se posó en mi hombro derecho. Aguanté la respiración al tiempo que mi corazón se desbocaba.

—Hola, Wendy.

Noté mis mejillas sonrojarse y olvidé incluso cómo respirar. Finalmente levanté la mirada y observé el rostro de Eric. A sus labios asomó una sonrisa amable que me embelesó. No solamente era guapísimo sino atento, educado, inteligente, detallista y bastante cariñoso. Me alegré de haberme topado con él hacía un par de semanas por internet. Desde entonces habíamos quedado frecuentemente... aunque no había podido aún confesarle lo mucho que me gustaba. Ese tema se había vuelto tabú entre nosotros ya que él tampoco había dicho nada al respecto. Se sentó a mi lado y el corazón se me detuvo unos segundos. La cercanía no cercana me mataba. Podía estar a su lado pero no podía alargar mi mano para acariciarle la cara ni mucho menos darle un beso en esos labios tan perfectos que tenía. Él me mostró su puño y al abrirlo vi una rosa diminuta que seguramente habría cogido de uno de los mini rosales que había por el parque.

—¡Vaya! Muchas gracias. —le dije tratando de esbozar una sonrisa pero sentí que temblaba y apreté mis labios.

La cogí y nuestras manos se rozaron. Fingí no haberme alterado por el breve contacto y guardé la flor dentro de un estuche metálico que llevaba en la mochila para que no quedase aplastada por mis libros de clase. El tiempo pasó volando, hablamos de todo y de nada a la vez. Llegó la hora de marcharse y con un suspiro me levanté del banco de madera.

—Es hora de volver a casa. Realmente no quiero, pero aún vivo con mis padres. Ya sabes, su casa, sus normas. —le dije esperando que no se notase la decepción en mi voz.

—Te acompaño.

—¡Oh! No hace falta. Está muy lejos y vives en la otra punta.

—No pasa nada.

Se levantó y me revolvió el cabello. Era bastante alto, o quizás yo algo bajita ya que le llegaba a la altura de la barbilla. Para mi sorpresa, me pasó un brazo por el hombro y salimos del parque para desembocar por una larga avenida. Sentía su cálido cuerpo cercano al mío y me sentí segura. De pronto oí el ronroneo de una moto que se detuvo bruscamente ante nosotros.

—Wendy...

Sobre su Hyosung Aquila, una moto de aspecto similar a la Harley Davidson, Adriel, mi vecino y amigo de la infancia nos observaba con una mirada sombría. En lo primero que reparéi fue en el moratón que manchaba su mejilla y la sangre seca que tenía sobre el labio inferior entremezclada con el piercing. Puse los ojos en blanco. Otra pelea que se sumaba a su lista. Si mantenía mi amistad con él era por el cariño que le tenía dado que nos habíamos criado juntos. Siendo realistas ambos éramos muy diferentes. Realmente no recuerdo el momento en el que pasó de ser alguien completamente normal a un macarra. No obstante, me seguía preocupando mucho por mi amigo. Tanto que a veces lo mantenía ocupado con alguna excusa para alejarlo de sus amigos problemáticos. Aunque quizás él era el problemático. Aún no conozco a nadie que se haya atrevido a enfrentarse a él, creo que soy la única.


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