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En un exámen.

Miré a mi alrededor y no vi nada anormal, sólo mis compañeros de clase hacer apuntes en sus libretas y escuchar lo que la maestra dictaba.

Desde que desperté y no vi a aquella chica he estado con el constante miedo de que vuelva a aparecer. Me siento vigilado, como si muchas personas me observaran; pero eso era imposible. Nadie sabía de mi existencia, nadie en la escuela hablaba conmigo.

-Alexander. -me llamó la maestra acercándose a mi asiento. -¿No ha anotado nada?

-Nada me pareció interesante. -mentí encogiendome de hombros. -Ya ha aclarado todas mis dudas.

Sabiendo que aquella excusa no la había satisfecho, sonrió con amargura y hojeo mi cuaderno en blanco.

-Entonces debes estar preparado para el examen más tarde. Regresando del descanso. -aseguró ella dejando caer mi cuaderno en la paleta del banco.

Rayos. ¿Un exámen? No había entendido nada de nada, iba a reprobar y no me dejarían ver la película.

Ella observó el miedo en mis ojos y asintió complacida. Regresó a su asiento y siguió leyendo las páginas del libro.

Resignado, seguí la lectura con mucho cuidado remarcando lo más importante. El timbre sonó alertándome de lo que estaba por venir y causando que mi corazón diera un brinco ante las posibilidades.

-Lo veo en el examen. -se despidió la maestra saliendo del salón.

Miré mi libro y solté un gran suspiro. No podía ir a comer, necesitaba estudiar, necesitaba prepararme.

Más de diez páginas subrayadas, treinta preguntas de opción múltiple y un montón de dudas en mi cabeza. Estaba completamente perdido.

Si tan solo estuviera Harold, el chico mas inteligente de la clase, podría pedirle ayuda y repasar, pero para mi mala suerte, él si había salido a comer sin preocupaciones.

-¿Necesitas ayuda? -dijo una tierna y pequeña voz a mi lado.

Me giré mirando a una hermosa chica de enormes ojos verdes, su cabellera rubia cubría gran parte de su rostro dejándome aturdido.

No dio nada de miedo, sólo me había tomado por sorpresa, pero aún así hizo que mi pecho se acelerará rápidamente por alguna otra extraña razón.

-¿Qué? -dije confundido al verla observar mi cuaderno.

-Puedo ayudarte. -sonrió tiernamente mostrándome su blanca dentadura.

Era pequeña a comparación de mi y eso ya era decir mucho. Yo era un duendecillo al lado de otros chicos.

Sus pies golpeaban suavemente el suelo causando una armoniosa melodía, no se escuchaba nada más en el aula.

-Y-yo... -comencé perdiéndome en el verde limón de sus ojos. -Debo estudiar, tendré un examen.

-Oh. -susurró tímidamente. -yo puedo ayudarte, Alex.

Mi nombre saliendo de sus labios era el mejor sonido que jamás había escuchado. Lo pronunció con tanta dulzura que mis mejillas ardieron ante la repentina sensación de calidez.

Su rostro se tornó de un rosa adorable al igual que el mío y se encorvó mirando al suelo.

-Espera. -dije derrepente asimilando lo sucedido. -¿Cómo sabes mi nombre?

-Me lo contó mi amiga. -dijo poniéndose de pie ahora asustada. -Perdón si te molesté, yo sólo... Estaba aburrida y te veías muy lindo leyendo. Quise verte de cerca y entonces... lo siento. -dijo retrocediendo lentamente.

-No, no. No te vayas. -le pedí levantándome.

-Lo siento, enserio. - bajó la mirada de nuevo.

-¿Quién eres? -pregunté cauteloso.

-Vayolet. -sonrió levemente.

-Vayolet. -repetí incrédulo. -Lindo nombre.

Mis palabras sólo hicieron que el rosa en sus mejillas aumentara dos tonos más rojo, sus manos sujetaron con fuerza su vestido color melón.

Llevaba un collar alrededor de su cuello con una linda piedra color celeste. Sus manos fueron a parar a este accesorio como si quisiera obtener de él más valor y poder mirarme a los ojos.

-¿Quién dices que te dijo mi nombre? -pregunté curioso.

-Edith. -susurró tímidamente.

-¿Quién es Edith? -pregunté ahora confundido. No conocía a nadie con ese nombre.

Mi pregunta la hizo elevar la mirada y fijarse en mi rostro, al parecer no creía en mis palabras. Entre cerró los ojos y me observó con detenimiento mientras sus labios eran aprisionados entre sus dientes de forma dudosa.

-Ella dijo que hablaron ayer, que habían dormido juntos. -se quejó algo molesta. - Dijo que te había visto desnudo y... y que durmió en tus brazos.

-¿Era la chica extraña? -pregunté abriendo mis ojos a más no poder. ¿Era acaso hablaba de la chica que me había acosado el día anterior?

-Si, bueno. Ella está muy loquita. -sonrió tiernamente acomodando su largo cabello detrás de sus orejas. -Pero entonces, ¿es cierto lo que dijo?

-Si. Bueno no. -comencé perdiéndome en mis pensamientos. -Jamás dormí con ella de esa forma, sólo estábamos en la misma cama, yo no la toqué.

-¿Te vio desnudo?

-¡No! Sólo que no tenía camisa... ¡pero no! -aseguré sintiéndome realmente como un tonto.

-¿Estuvo en tu cama? -preguntó tristemente. -¿Durmió en tus brazos?

-No por mi propia voluntad. -admiti soltando una risa nerviosa. -Escucha, no la conozco. Nunca me dijo su nombre, me dio mucho miedo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y me miró como si temiera que fuera a desmayarme. Se acercó lenta y cuidadosamente, acarició mi pecho cubierto sólo por mi suéter deslizando sus dedos trazando las figuras triangulares en éste.

-¿Yo te doy miedo, Alex? -preguntó tristemente.

-Claro que no. -contesté rápidamente sin darme cuenta.

Su sonrisa volvió llenándome de ternura y una extraña sensación de tranquilidad.

Acomodó mi cabello revuelto y descansó su cabeza contra mi cuerpo. Olía a flores, lo extraño es que no era a flores frescas, si no a esas que están marchitas, olía a... muerte.

-¿Yo puedo dormir en tus brazos está noche? -preguntó en apenas un susurro.

-¿Dormir... con-conmigo?-pregunté tragando la saliva de forma torpe.

-Si. Como Edith. -dijo tímidamente bajando la mirada.

-Oye no las conozco pero... No entiendo que es lo que está pasando. Yo me siento muy confundido. -aseguré separándola de mi pecho. -Necesito que me expliquen.

-Eso te lo dirá Helena. -dijo encogiéndose de hombros. -Ella dijo que te diría todo cuando sea el momento.

-¿Quién es Helena? -pregunté cauteloso.

-Nuestra amiga. -se encogió de hombros otra vez.

Genial. Otra chica loca e innesperada a mi vida. ¿Qué estaba pasando que derrepente estas chicas aparecían para hablarme? Algo malo estaba pasando.

La maestra volvió al salón con una manzana entre sus labios y al verme de pie alzó una ceja examinando el aula.

-¿Estudiando sólo, Alexander? -preguntó burlona.

-No, yo estaba con... -comencé buscando a Vayolet. -Estaba aquí.

No había rastro de ella por ningún lado, no había nadie más que la maestra y yo.

-Deje de jugar, Reynolds. Vaya a sentarse que el receso está por terminar y aplicaré el exámen.

Tomé asiento en mi lugar y miré mi cuaderno aún sin anotaciones. Gracias a la pequeña charla con aquella chica llamada Vayolet iba a reprobar. No había repasado nada y ahora estaba perdido.

Mis compañeros volvieron al salón, todos tomaron asiento y pasaron las pruebas para atrás una vez que la maestra las entregó.

El examen estaba en mis manos sudorosas y sólo pude suspirar tratando de calmar mi respiración anormal. Iba a reprobar, no podría ver a mi superhéroe en su última película y recibiría otro regaño del abuelo.

¿Qué más podía pasarme?

-Tienen treinta minutos, ya saben las reglas. -dijo la maestra tomando asiento en su escritorio.

-Dios ayúdame. -susurré abriendo el examen.

Efectivamente no me sabía nada de él, busque alguna pregunta fácil y todo parecía en un idioma diferente y extraño.

-La uno es B.-escuché que una tierna voz me hablaba.

Miré a mi izquierda a Vayolet. Miraba mi prueba mientras leía las preguntas con deteniemiento.

-No puedes decirme las respuestas. -dije seriamente. Miré en dirección a la maestra para saber si nos había visto pero miraba en otra dirección.

-Solo quiero ayudarte. Iré a ver las respuestas en su guía. -dijo ella caminando entre las filas para acercarse a la maestra.

-Vayolet, no lo hagas. -dije alarmado al verla caminar a paso lento hasta el escritorio.

-Silencio, Alexander.

¿Cómo es que no podían verla? Estaba ahí, enfrente de todos y nadie parecía ponerle atención. Todos estaban sumergidos en las preguntas de la prueba y la maestra miraba por entre las filas revisando que no se copiara nadie.

-La dos es la C. -dijo Vayolet en voz alta mirándome con esa tierna sonrisa. -Después sigue A, A, D, B, A. -leyó las respuestas de la maestra.

-Vayolet. -susurré atónito.

-No le veo trabajando, Alexander. -se quejó la maestra molesta.

Bajé la mirada anotando las respuesta que Vayolet me dictaba y pronto me encontré terminando el exámen.

Pero habían tres preguntas abiertas que parecían muy complicadas casi al final. Eran problemas matemáticos, estaba frito.

-Esas te las explicaré y tu contestaras.-sonrió caminando hasta mi y sentándose a mi lado en un banco vacío.

-¿Por qué no pueden verte? -pregunté en susurró mirándola a los ojos.

Esto estaba yendo demasiado lejos, mi mente estaba de seguro colapsando y por eso veía cosas extrañas. Tal vez ella era parte de mi imaginación. Pero dios mío, era muy hermosa como para salir de mis pensamientos.

-No lo sé. -dijo en verdad confundida. -Eres el primero con el que hablo desde hace mucho tiempo.

-¿Cuántas preguntas lleva contestadas, Reynolds? -preguntó la maestra apareciendo frente a mi.

Tomó mi examen con rudeza y algo sorprendida lo examinó. Yo iba más avanzado que mis compañeros, eso era muy inusual, así que dejó las hojas en su lugar y me miró amenazantemente.

-Termine su examen.

-Mira, es muy fácil. -comenzó a explicarme Vayolet.

Me dijo muchas fórmulas diferentes que terminé apuntando al reverso del exámen, me ayudó a contestar aquellas preguntas y cuando terminamos, el timbre sonó anunciando que debían retirar el exámen.

Vayolet se puso de pie y caminó hacia la puerta esquivando a todos los que se ponían de pie para entregar sus hojas.

-Suerte Alex. -sonrió ella saliendo por la puerta hacia el pasillo. Se despidió con un gesto tímido y tierno.

¿Por qué se había ido?

...

-¿Tienes el dinero? -preguntó Will acercándose a mi casillero.

-Claro, ¿dónde está Luke? -pregunté cauteloso.

-No ha de tardar. -le restó importancia. -¿Estas bien? Te noto un poco extraño.

-Si, es sólo que han pasado cosas muy extrañas. -comencé guardando mis libros en mi mochila. -Dos chicas han estado acosandome.

-¿Sigues con eso? -preguntó burlón. -Viejo, eso es muy improbable.

-Hablo enserio, Will, les juro que es verdad. -dije seriamente. -Al menos ya se sus nombres.

-¿Cómo se llaman? -preguntó bromista.

-Edith y Vayolet. -dije mirando como a lo lejos se acercaba Luke.

-¿Igual que las chicas desaparecidas? -dijo curioso. -Salió en las noticias hace un par de días.

-¿Eh? ¿Chicas desaparecidas?

-Hola chicos. -saludó Luke acercandose sonriente. -¿Qué pasa?

-Alex dice que las chicas desaparecidas le acosan. -sonrió Will recargándose en mi hombro.

-No inventes. -sonrió Luke. -Olviden sus tonterías y hagamos cuentas, señores.

Los tres mostramos nuestros
billetes haciendo cálculos de cuanto costaría la función y comida. Luke terminó con todo el dinero, guardándolo en su billetera.

-Mi papá irá esta noche a comprarlos. Estamos a sólo un paso, muy cerca de la película. -sonrió levemente. -¿Quieren ir a mi casa? Mamá hará de nuevo el pastel de carne, no quiero intoxicarme y morir sólo yo.

-Yo voy. -dijo Will sonriente. -Me vendría bien estar lejos de mi hermana. Si se entera que le tomé prestado el dinero se va a poner como fiera.

-¿Y tu Alex? -me preguntó Luke golpeando levemente mi estómago. -¿Que dices? ¿Noche de chicos?

-Debo avisarle a mamá. Pero si, yo voy. -sonrió. -Debo ir por mis cosas a casa.

-Ve hombre, nos vemos allá. -se despidió Will.

...

-Ya llegaste. -sonrió mi madre al verme cruzar la puerta.

-¿Y tu también... ? -dije acercándome a ella para besarle la mejilla.

-Si, salí temprano.

-Mamá. -advertí molesto. -¿Qué estás ocultando?

Bajó la mirada con tristeza y se dejó caer en uno de los sofás mientras se cubría el rostro.

-Me despidieron. -dijo molesta. -¡Estoy buscando empleo pero no hay nada!

-Oh mamá. -le sonreí levemente. -Sé que todo estará bien, no te preocupes.

-No es eso, es que son muchas cosas. No puedo con tanto. - se quejó seriamente. -No sé como vamos a salir adelante.

-Mamá, desde que papá se fue tu haces un muy buen trabajo. -le aseguré sintiendo como su cuerpo se tensaba al mencionar a papá. -Cuando él vuelva nos ayudará mucho el apoyo militar que le dan a los soldados retirados.

-Alex... -comenzó mamá con los ojos llorosos. -Debo ser honesta contigo. No sé si tu padre va a volver de la guerra, no sé nada de él desde hace meses.

-Mamá, papá va a volver. -dije molesto. -Es fuerte y muy inteligente. Va a volver y todo estará bien.

-Traje la cena. -interrumpió el abuelo cruzando la puerta y mirándonos curioso. -¿Pasó algo?

-No abue, iré a cambiarme. Los chicos y yo pasaremos la noche en casa de Luke. -avisé subiendo los escalones.

-Esta bien. No se te olvidé llevar tu cepillo de dientes. -me recordó mamá poniéndose de pie y secándose las lágrimas.

Un vez en mi habitación comencé a empacar mi ropa en una mochila, coloqué lo necesario para una noche y un par de lápices de dibujo que planeaba usar.

-¿Tu lo hiciste? -preguntó alguien detrás de mi.

Al girarme observé a la linda chica de vestido melón apreciar el dibujo que había pintado el día anterior.

Por alguna razón estaba acostumbrándome a sus repentinas apariciones. Ya no era miedo lo que sentía, ahora sólo podía mirarla a los ojos y sonreír por la ternura que emanaba.

Era tan hermosa que no podía ver más allá de nada. Sus ojos atraparon los míos y al sonreír me envolvía por completo en sus encantos.

-Si, yo lo hice.

-Dibujas muy bien.- sonrió acercándose a mi. -¿A dónde vas, Alex? -preguntó al observar la mochila.

-Oh, iré con unos amigos a dormir. -le reste importancia.

-¿No vas a dormir conmigo?- preguntó bajando la mirada con tristeza.

-Es que yo... -comencé cauteloso.

-Creí que querias. -dijo ella retrocediendo unos pasos. -Te veré luego, cuando podamos estar sólos. -se despidió caminando hacia la puerta.

-No, Vayolet. Espera. -pedí tomándola de la mano.

Me observaba esperando que dijera algo más pero me congelé por completo al sentir como se acurrucaba contra mi cuerpo. Al ser más pequeña que yo llegaba a mi cuello y le era fácil encajar en mis brazos a la perfección.

Su piel se sentía en extremo fría, supuse que era porque no estaba abrigada y afuera nevaba. Su nariz olisqueo mi camisa y alzó los ojos para mirarme.

-Quédate conmigo, Alex. -susurró tímidamente.

Asentí sin comprender porque lo hacía y dejé que me condujera hasta la cama. Con un empujón suyo caí en el colchón y ella gateo hasta mi para recostarse sobre mi pecho.

¿Qué tenían estas chicas con mi pecho? No era nada musculoso ni nada por el estilo, ¿por qué les obsecionaba dormir conmigo? ¿por qué pegarse a mi pecho?

-Dulces sueños, Alex. -dijo ella antes de besar mi cuello y hacerme estremecer.

Las luces de la habitación parpadearon antes de apagarse por completo y una vez en penumbras pude percibir como el sueño me invadía derrepente.

Mis ojos se cerraron y caí en sus brazos dejándome llevar a una gran paz dentro de mi interior.



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