El otro lado.
-¿Por qué no fuiste ayer con nosotros? Te esperamos. Tuvimos que comer el asqueroso pastel de carne de la mamá de Luke.-aseguró Will mirándome molesto.
-Tuve unos problemas.-mentí mirando al frente en la clase de biología.
-¿Que problemas? Amigo sabes que puedes contarnos. -aseguró mi mejor amigo algo preocupado.
No podía decirles. Ellos nunca me creerian, nisiquiera yo sabía bien lo que estaba pasándome.
-Les diré más tarde cuando estemos los tres juntos. -aseguré seriamente.
-Esta bien. ¿Pero tu estas bien? -preguntó en susurró mirándome de cabeza a pies.
-Si, lo estoy.
¿En verdad lo estaba?
Al salir de la clase me despedí de Will caminando a la clase de gimnasia. Como odiaba esa clase ridícula.
El maestro sólo nos hacía correr, jugar basketball o fútbol mientras él se salía a comer a la cafetería. Todos los chicos presumian sus habilidades deportivas pero yo, bueno... yo sólo me sentaba a observarlos.
La mayoría de las veces Connor, el chico que se encargaba de robarme mi dinero y golpearme, me hacía bromas frente a todos, casi siempre me daba zapes.
Con el estómago revuelto ante las posibilidades de sufrir una vez más de los maltratos por parte de Connor, caminé a las bancas del gimnasio y me senté junto a un par de chicas.
Ambas al verme se alejaron un poco y volvieron a hablar como si yo jamás hubiera llegado. Así era mi vida, siempre ignorado y repudiado por todos.
No sientan lástima por mi, estoy bien así. No tener amigos tiene muchas ventajas, no me molesta la soledad de vez en cuando.
-Cuidado Alex. -escuché una voz femenina detrás de mi.
Miré detrás para saber de quién se trataba pero sentí como me jalaban hacia la derecha con brusquedad.
Un balón de basquetball impactó contra las gradas donde hace unos segundos me encontraba. Miré como el chico que había arrojado el balón borraba de su rostro la sonrisa atónito.
-¿Cómo hiciste eso? -preguntó mirándome mientras tomaba su balón del suelo.
-Yo no hice nada... -comencé confundido.
-Te arrojé el balón a la cara y te quitaste un segundo antes de que te golpeara. -aseguró cauteloso. -¿Cómo lo hiciste?
Me encogi de hombros mirándolo y él simplemente se alejó contándole a sus amigos lo que supuestamente yo había hecho.
-Te salvé de un buen golpe. -escuché que decía una dulce voz detrás de mi.
Al girarme me topé con una linda chica de lentes y cabello largo color rojo. Sus pecas me llamaron mucho la atención, creo haberla visto antes, estaba seguro de que la había visto.
-¿Tu me empujaste? -le pregunté confundido.
-¿Vez a alguien más aquí? -dijo seriamente acomodando sus lentes.
-Lo siento.
Bajó el escalón que la separaba de mi y se sentó a mi lado mirando al frente en todo momento.
Llevaba puesta una falda de cuadros verdes y rojos. Una camisa de botones blanca con mangas largas, sus grandes anteojos que la hacían lucir muy intelectual.
-¿Cómo te llamas? -pregunté curioso.
-Ya te han dicho mi nombre, Alex. -dijo seriamente.
Recordé entonces lo que había hablado la noche anterior con Vayolet. Esto de encontrarme con chicas era enserio extraño, muy nuevo para mi.
¿Por qué hasta ahora que me hablan las cosas se ponen raras?
-¿Helena?
Asintió mirándome de reojo mientras me examinaba por completo.
-¿Vas a decirme lo que está pasando? No entiendo nada enserio, tus amigas me dan un poco de miedo.
-Deberíamos darte miedo. -sonríe levemente. Se giró para encararme y dejarme ver sus pequeños ojos miel detrás de esos anteojos. -Yo les dije que te explicaría todo, ellas no se concentran cuando hablan contigo.
-Eres diferente a ellas. -comenté sonriendo un poco. -Las tres son mi distintas entre si. ¿No es asi? Pero hablando claros, ¿Puedes decirme de una vez lo que sucede?
-¿Con quién habla? -escuché que una de las chicas sentada cerca de mi se giraba para observarme. Se encogió de hombros y volvió a su conversación anterior.
-Pareceras un loco si sigues hablando. -se quejó ella. -Nadie puede vernos.
-¿Por qué yo si? -pregunté molesto. -¿Por qué yo? ¿Por qué sólo yo?
Suspiró con fastidio y miró directo a un punto fijo de mi cuerpo. Mordió levemente su labio inferior y soltó todo el aire de sus pulmones.
-Estamos pérdidas. -aseguró seriamente. -Necesitamos que nos ayudes, comienzo a creer que nosotras estamos... -dijo cerrando derrepente los ojos. -Debemos hacer algo rápido. No hay tiempo que perder. Nos perdimos hace días y no han podido localizarlos.
-¿Y que tengo que ver yo? -pregunté en susurró.
-No lo sé. -se escogió de hombros. -Sólo se que eres el único que puede vernos y hablar con nosotras. Por eso te seguimos, necesitamos que nos ayudes a encontrar nuestros cuerpos.
-¿Cuerpos? -repetí abriendo los ojos con asombro. -¿De qué demonios estas hablando?
Observé como las chicas junto a mi se iban debido a mi aparente locura. Nadie más podía verme hablando con Helena, nadie sabía que realmente hablaba con esta chica extraña junto a mi.
-He estado leyendo sobre lo que nos pasa y creo tener una teoría.-explicó mirándome directo a los ojos. -Los fantasmas que tienen asuntos pendientes no pueden cruzar al "otro lado" y permanecen vagando aquí en la tierra como almas en pena. Nosotros necesitamos resolver eso para irnos.
-¿Fantasmas? ¿Son fantasmas? -pregunté sintiendo como mi respiración se agitaba.
Dios santo, estaba hablando con fantasmas. Tres lindas chicas fantasma que me acosaban y querían sus cuerpos de vuelta.
-Es lo más probable. -asintió seriamente. -Hace días que estamos pérdidas. Nosotras regresamos pero nuestros cuerpos no.
-¿Qué quieres que haga? -pregunté buscando en mi pantalón el inhalador para el asma.
Lo puse en mis labios e inhale la medicina controlando los latidos de mi corazón desenfrenado. Iba a darme un infarto si se aparecía otra fantasma por aquí.
-Encontrar nuestro cuerpo para así terminar los asuntos pendientes y poder cruzar al "otro lado". -se encogió de hombros mirándome. Lo decía como si fuera muy sencillo, como si fuera algo de todos los días.
¿Si sabe que eso no es normal verdad? ¿Dios, por qué a mi?
-¿Dónde están sus cuerpos? -pregunté cauteloso.
-Ese es el problema. -dijo molesta bajando la mirada.- No se donde están. No puedo recordarlo.
Suspiró con cansancio y volvió a mirarme de forma sería y sin alguna expresión. No se parecía en nada a la loca de Edith y era todo lo contrario a la tierna y dulce Vayolet. Helena era más fría y calculadora, parecía ser más normal que las otras, más madura y pensativa.
Cada una causaba una sensación diferente en mi y eso me asustaba. Estaba hablando con hermosas chicas fantasma. ¿Qué haría ahora?
No quería pensar en todo el problema en el que me he metido sin saberlo.
¿Por qué yo?
Esa era la única pregunta que rondaba mi cabeza.
...
-Que bueno que llegas. -me dijo mi abuelo al verme cruzar la puerta. -Tu mamá salió a buscar trabajo.
-Espero que lo encuentre. -sonreí arrojando mi mochila al sofá. -¿Qué hay de comer?
-Hice caldo de pollo. -dijo trayendo un plato a la mesa.
-Iré a lavarme las manos. -dije subiendo a mi habitación.
-No tardes. Que el caldo se enfría rápido. -dijo acomodando la mesa. -Me quedó riquísimo como para que se pruebe calientito.
Entré a mi habitación mirando a todos lados, me sentía vigilado. Era como si en cualquier momento una de esas tres chicas aparecería de la nada y me asustaría a morir.
Caminé al baño de mi habitación y me despojé de mi ropa, coloqué en su lugar mi pillama y salí mirando a todas las direcciones evitando dar la espalda.
Arrojé la ropa sucia al cesto y observé en mi cama un montón de recortes de periódico que antes no habían estado ahí.
Al acercarme pude distinguir unas letras enormes en el periódico que decían "¿Dónde están las tres chicas?".
Comenzando a leer la noticia me di cuenta de muchas cosas que serían de gran ayuda.
Las familias de ellas estaban en verdad desesperados. Las tres eran amigas desde el jardín de niños, sus padres se conocían incluso desde antes.
Las tres chicas fueron vistas por última vez en un campamento familiar a las afueras de Cherry Hill en el bosque donde todas desaparecieron a mitad de la noche.
Se han hecho averiguaciones y buscado a los alrededores pero no han habido pistas que les lleven con su paradero.
Y al final de la noticia estaban sus rostros. Eran ellas sin duda alguna. La hermosa Edith, la tierna Vayolet y la seria de Helena.
Todas sonriendo en una foto juntas, se les veía realmente felices. Su amistad era muy rara, pero al parece muy unida.
-Tienes que ayudarnos. -escuché la voz de Helena en mi oído.
A pesar de tomarme un poco por sorpresa no había miedo ya. Estaba comenzando a acostumbrarme a sus entradas tan repentinas.
-Lo haré. -dije firmemente. -Prometo que las ayudaré.
Me giré para encararla y me topé con sus ojos fijos en mi. Miraba el pequeño espacio entre mi cuello y mi pecho de una forma muy escalofriante.
-Ellas dicen que tu corazón late muy rápido. -comenzó perdida en sus pensamientos. -Que tu pecho es muy cálido y cómodo.
-Bueno, es que... -comencé tratando de bromear con eso. Pero fue cuando su dedo tocó mi estómago que mis labios de congelaron.
Su dedo subió por mi estómago hasta mi pecho y se detuvo sobre mi corazón. Observé en sus ojos color miel como ardía la curiosidad y el asombro por acercarse a mi.
Sin dejar de ver su dedo sobre mi, terminó con la distancia para enterrar su rostro en mi cuerpo, olisqueándome.
Era de mi estatura, tal vez un poco más baja que yo. Tuvo que inclinar ligeramente su rostro para recargar su mejilla en mi corazón y sentir como palpitaba furioso contra su piel.
Estaba muy nervioso, una chica estaba demasiado cerca de mi, tocándome. Olía a humedad, su contacto me causaba corrientes de electricidad por mi cuerpo.
-Tenían razón.-susurró levemente. -Tu corazón es demasiado cálido.
-¿Tienen algún fetiche con los corazones? -pregunté bromista.
-¡Alex! ¡Baja a comer! -gritó mi abuelo sacándome de mis pensamientos. Ella se alejó de mi para mirarme a los ojos.
-¡Ya voy! -grité de igual manera.
-Ve a comer. Mañana podemos seguir hablando sobre lo que vamos a hacer. -dijo caminando a mi cama para sentarse en ella.
-¿También dormirás conmigo está noche? -pregunté cauteloso. Tenía que preparame mentalmente si fuera así.
-Porsupuesto que no.-dijo alzando una ceja. -¿Por qué dormiría contigo? Nisiquiera podemos dormir.
Tenía razón. Que pregunta tan más tonta, Alex. Me di mentalmente una bofetada por eso.
Me sonrojé al instante y asentí apenado. Di media vuelta para bajar, dejándola sola en mi habitación.
-¿Enserio no pueden dormir? -pregunté deteniendome en la puerta. -Edith y Vayolet lo hicieron.
-Sólo cerraron los ojos. -dijo seriamente. -No podemos dormir. Somos fantasmas, Alex.
-Entiendo. -dije avergonzado.
-Creo que les gustaste a ambas. Es por eso que son así contigo. -explicó mirando los recortes de periódico. -Pero no te encariñes mucho con ellas. Nos iremos pronto.
Aquellas palabras en lugar de tranquilizarme, me llenaron de una sensación incómoda algo desconocida por mi. Asenti sin ganas y bajé a comer con el abuelo que ya me esperaba.
Nunca dejé de pensar en la nueva información aportada por Helena. Ellas estaba muertas, necesitaban terminar sus asuntos pendientes para poder marcharse y yo era el único que podía ayudarles.
Suspire mirando las verduras nadar en el caldo y miré en dirección a las escaleras.
Aún podía sentir su cuerpo pegado al mío. El frío que emanaban las chicas a comparación del calor intenso de mi cuerpo abrigado, me hacía sentir algo extraño.
¿Cuánto tiempo estarían aquí? ¿Seguiría viéndolas después de encontrar sus cuerpos?
La respuesta enserio me aterraba. Pero tenía que ayudarles.
Era su única esperanza y no desaprovecharia la oportunidad de ser un héroe frente a ellas.
-Alexander come. -regaño el abuelo. -Estas muy distraído muchacho. Pareces estar enamorado.
¿Enamorado? ¿De fantasmas?
No lo creo.
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A petición de una amiga, aquí tienen el otro capítulo 😂
Gracias por aceptar tan bien la historia.
Dulces sueños😏💖
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