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El tiempo en el mundo humano estaba pasando más rápido de lo esperado a ojos del rubio, ya llevaba casi un mes en aquel lugar y aunque no era como el cielo sin dudas la estaba pasando muy bien.

Dean pasaba la mayoría del día a su lado, comían juntos y la mayoría de los días, por no decir todos, lo acompañaba hasta su casa luego de las clases.

Aunque claro, habían veces en las que la novia del castaño se ponía muy pesada a la vista de Lysandro y aquello provocaba que el ojiverde lo dejara de lado por un rato.

Estaba siendo egoísta, sin saberlo quería tener a Dean solo para él y aparte de aquello tampoco sabía por qué su corazón se agitaba cuando estaban juntos, o por qué el tacto del joven se sentía tan… agradable cuando debería ser todo lo contrario.

Sin dudas estaba muy preocupado y muy confundido con respecto a todo, a como se sentía, como reaccionaba e incluso como pensaba, ya que sus pensamientos en ciertas ocasiones lo traicionan repentinamente.

Por otro lado, la madre del pequeño ángel empezaba a notar que algo no andaba bien, su hijo se había ido el día anterior de su casa pero aún no le hablaba para avisarle de como se encontraba y su querido niño nunca haría aquello.

Lysandro caminaba por las oscuras calles del lugar con una mano en el cuello, estaba agotado.

Finalmente había acabado su trabajo del día pero había habido una fiesta y el lugar había estado más repleto de lo normal. Los universitarios habían rentado el lugar por una noche y aquella construcción rebosaba de hombres y mujeres sedientas de una noche de diversión, y quizás un poco de sexo.

No había duda de que el pequeño ángel se había sentido incómodo en ese ambiente, al ser mesero tuvo que pasar entre todas esas personas y para su muy mala suerte chocó con la mayoría de los clientes ya que se la pasaron bailando y meneándose en todos los rincones de las cuatro paredes.

Los choques habían sido tan continuos que sus brazos habían terminado con varias quemaduras que ya estaban rojas, incluso se había ganado varios toques en el cuello por las salvajes mujeres que estaban desesperadas por disfrutar una vez más de la antinatural calidez que el rubio desprendía.

Y debido a aquello, el joven ahora tenía un collarín rojo rodeando su cuello, marcas de manos en sus brazos y una que otra marca deforme por el resto de su piel expuesta.

Ya había empezado a buscar otro trabajo, pero era muy difícil ya que en la mayoría de lugares la edad mínima era de diecinueve, y a él solo le faltaba un año para cumplir esa edad.

Llegó a su casa algo incómodo ya que las marcas empezaban a darle picazón. Ya había conseguido un departamento, era muy pequeño, solo tenía tres habitaciones, el baño, la recámara y la cocina con su pequeña mesa, aunque era muy cómodo.

Se tiró a su sofá de tres lugares incapaz de dar un solo paso más, cerró sus ojos y suspiró pesadamente lleno de cansancio, odiaba que el día siguiente fuera viernes, lo único que quería era dormir hasta el domingo.

.°• † ‡ † •°.

El sonido de su alarma y la vibración de su teléfono en el bolsillo de su pantalón por la misma lo sacaron de su preciado sueño sacándole un gruñido de frustración.

Se levantó completamente sudado ya que había un horrible calor en el ambiente, pasó su mano por su rostro quitándose las lagañas de los ojos mientras se levantaba del suave mueble en camino a su baño.

Hizo sus necesidades y se metió a la ducha tardando únicamente cinco minutos, un poco más despierto se miró por el reflejo del espejo abriendo sus ojos de gran manera por el mismo.

Las marcas en sus brazos estaban rojas al igual que en su cuello, eran muy notorias y tendría que usar una sudadera para tapar aquello. ¡Pero había mucho calor!

Se había bañado con el agua helada por el calor que sentía y ahora debería usar una sudadera para tapar esas marcas.

Salió del baño luego de lavarse los dientes lamentándose mentalmente por lo que sufriría a lo largo del día.

Abrió su armario viendo la hermosa variedad de colores que había en él, la sudadera más delgada que tenía era blanca y con cuello de tortuga así que la agarró junto con un jean claro.

Se puso su bóxer, su pantalón y decidió no ponerse nada debajo de la sudadera, se colocó unos tenis deportivos blancos y sin arreglarse el cabello porque se le hacía tarde salió de su habitación.

Tomó una manzana y sin más cruzó la puerta principal de su pequeño departamento bajando por las escaleras del edificio hasta llegar a la puerta y sin esperar más empezó a correr en dirección a la parada de autobuses con la manzana en la boca.

No tardó mucho en llegar a las instalaciones de su preparatoria y cruzar la puerta de la misma recibiendo casi al instante un peso nuevo sobre sus hombros indicando que su preciado Dean ya había notado su presencia.

—Buenos días Ly, ¿porqué traes una sudadera, no tienes calor?

El castaño llevaba una playera de manga corta color blanco junto con unos pantalones de mezclilla negros y ajustados rotos por la rodilla.

—No, de hecho amanecí con algo de frío —mintió muy a su pesar.

Dean estaba por responder a eso cuando una hermosa chica llegó a su lado tomándolo del brazo y dándole un pequeño beso frente al rubio.

—Hola amor, ¿puedes venir? Debo hablar contigo —hizo un tierno puchero para convencer a su novio lográndolo con éxito.

—Sí, nos vemos en clase —se dirigió a su amigo.

El estudiante fue detrás de su novia por el pasillo bajo la atenta mirada de su compañero y amigo. No sabía de qué rayos quería hablar con él su novia pero sin dudas era serio ya que nunca le hablaba de esa forma ni hacía pucheros.

Llegaron al salón de química que en esos momentos estaba vacío y cerraron la puerta detrás de ellos con seguro para que nadie entrara ni escuchara la conversación.

—¿Y bueno, de qué querías hablar? —preguntó tranquilamente y con una pequeña sonrisa.

—¿Qué sucede contigo, Dean? —su ceño se frunció notablemente.

—¿De qué hablas? —la confusión era palpable en el rostro del castaño.

El enojo dominaba las expresiones de la chica y el ambiente estaba inundado de pura tensión. El joven no sabía de qué hablaba su novia pero no tenía ni una duda de que no era algo bueno.

—Dime la verdad, ¿eres gay?

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