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Cuando las discusiones llevan a algo más que problemas

La familia Tendo había organizado un viaje para disfrutar de las montañas, una escapada tranquila y lejos del bullicio de la ciudad. Las vistas eran impresionantes: árboles cubiertos de nieve, un cielo claro y picos majestuosos que se extendían más allá de donde alcanzaba la vista. Después de un día explorando los senderos, llegó el momento de abordar el tren que los llevaría al siguiente destino.

Sin embargo, como era de esperarse, Ranma y Akane no podían pasar demasiado tiempo juntos sin empezar a discutir.

—¡Te dije que no te tardaras tanto en comer esos malditos dulces! —se quejó Akane, con las manos en la cintura y un tono irritado.

—¡Y yo te dije que no es mi culpa que tú no puedas relajarte ni un segundo! —replicó Ranma, cruzando los brazos y arqueando una ceja.

Mientras ambos seguían lanzándose reproches, el tren comenzó a moverse, llevándose consigo al resto de la familia.

—¿Eh? ¿Dónde está el tren? —preguntó Ranma, notando el andén vacío.

—¡Se fue! ¡El tren se fue! —gritó Akane, apuntando con desesperación hacia los vagones que se alejaban rápidamente.

Ambos comenzaron a correr tras el tren, pero pronto quedó claro que no podrían alcanzarlo. Exhaustos, se detuvieron junto a las vías mientras el tren desaparecía tras una curva.

—¡Esto es tu culpa, Ranma! —gritó Akane, sus ojos reflejando tanto enojo como pánico.

—¿Mi culpa? ¡Eres tú la que empezó con la pelea! —se defendió Ranma, aunque su tono carecía de la confianza habitual.

Akane respiró profundamente, tratando de calmarse, pero su preocupación era evidente.

—¿Y ahora qué hacemos? No tenemos dinero, no conocemos el lugar, y está oscureciendo... —dijo con la voz temblorosa.

Ranma, aunque preocupado, intentó tranquilizarla.

—Tranquila, Akane. No vamos a quedarnos aquí parados. Lo primero es encontrar un lugar para pasar la noche.

—¿Y dónde, genio? ¿Piensas construir un hotel con ramas? —dijo ella, cruzando los brazos con frustración.

—¡Tch! Solo sígueme, ¿quieres? —Ranma comenzó a caminar, explorando el área con la esperanza de encontrar algo que les sirviera de refugio.

Tras un rato de buscar, encontraron una pequeña cabaña vieja escondida entre los árboles. Era evidente que había sido abandonada hace tiempo. Las ventanas estaban rotas y cubiertas con tablas a medias, y el interior solo tenía un piso de madera en mal estado y un montón de paja en un rincón.

—¿Esto es lo mejor que pudiste encontrar? —preguntó Akane, mirando la cabaña con escepticismo.

—No estamos en un resort de lujo, princesa. Esto servirá por ahora. —Ranma abrió la puerta, que crujió ominosamente, y entró primero para inspeccionar el lugar.

El interior era frío y polvoriento, pero al menos los protegería del viento y de la nieve que comenzaba a caer afuera. Ranma juntó algo de paja para improvisar un lugar donde sentarse, mientras Akane se frotaba los brazos, intentando entrar en calor.

—Bueno, aquí estamos. No es ideal, pero es mejor que nada —dijo Ranma, intentando mantener el ánimo ligero.

—Esto es un desastre... —murmuró Akane, sentándose con un suspiro.

—Podría ser peor. Podríamos estar congelándonos afuera —comentó Ranma con una media sonrisa, mientras intentaba cerrar la ventana más rota con una tabla que encontró.

La cabaña no ofrecía comodidades, pero les dio un respiro de su mala suerte. Aunque no lo decían en voz alta, ambos sabían que tendrían que trabajar juntos para salir de esta situación.

Akane se sentó en un rincón de la cabaña, frotándose los brazos con fuerza. El frío de las montañas se había colado por las grietas de las ventanas y las tablas de madera mal ajustadas, haciéndola temblar.

—Hace mucho frío... —murmuró, mirando a Ranma de reojo.

Ranma, que estaba observando la cabaña con el ceño fruncido, suspiró.

—No podemos encender una fogata. Este lugar se llenaría de humo, y con el viento que hay afuera sería imposible mantenerla encendida. Voy a buscar algo que nos sirva. —Se puso de pie y comenzó a revisar los rincones oscuros y polvorientos de la cabaña.

Después de un rato, Ranma encontró una botella de licor en una alacena vieja y carcomida por el tiempo. La levantó y la examinó con curiosidad.

—¿Qué demonios hace esto aquí? —se preguntó en voz alta, abriendo la tapa y oliendo el contenido. Su expresión cambió al recordar algo que su padre le había dicho en una de sus extravagantes lecciones de supervivencia.

"Un poco de licor te calienta el cuerpo cuando estás en el frío extremo. No es para niños, pero en emergencias, podría salvarte la vida."

Ranma regresó junto a Akane con la botella en la mano.

—Oye, Akane. Esto puede ayudarte a entrar en calor. —Le ofreció la botella, pero Akane lo miró con incredulidad.

—¿Estás sugiriendo que tome licor? —preguntó, cruzando los brazos y mirándolo como si estuviera loco.

—Bueno, sí. Es eso o seguir congelándote. —Ranma encogió los hombros, sin darle demasiada importancia.

—¡Ni loca! ¡No voy a beber eso! —Akane rechazó la botella, apartándola con un gesto de la mano.

—Como quieras. Si te mueres de frío, es tu problema. —Ranma volvió a encogerse de hombros y, con indiferencia, dejó la botella a un lado. Caminó hacia el rincón opuesto de la cabaña, donde había juntado algo de paja para acostarse.

Se dejó caer con un suspiro, cruzó los brazos detrás de la cabeza y cerró los ojos, intentando ignorar el frío y concentrarse en descansar.

Akane lo miró con una mezcla de irritación y frustración.

—¡Eres un insensible ranma! —murmuró entre dientes, fulminándolo con la mirada.

Ranma no respondió, aunque probablemente la había escuchado. Akane se acurrucó aún más, maldiciendo por lo bajo su situación y a Ranma por ser tan despreocupado. Afuera, el viento seguía aullando, mientras la noche se hacía más fría y silenciosa.

Akane seguía frotándose los brazos, intentando generar algo de calor, pero el frío que atravesaba las grietas de la cabaña era implacable. Miraba de reojo a Ranma, que estaba acostado sobre la paja, aparentemente indiferente a su situación.

—¡Lo odio! —murmuró nuevamente, apretando los dientes mientras un escalofrío recorría su espalda.

El viento seguía aullando afuera, y Akane sentía que sus fuerzas se debilitaban con el frío. Finalmente, su mirada se desvió hacia la botella de licor que Ranma había dejado a un lado.

"¿Podría realmente funcionar?", pensó, recordando lo que Ranma había dicho. Al principio rechazó la idea; no quería darle la razón ni parecer débil. Pero a medida que el frío se hacía más insoportable, comenzó a reconsiderarlo seriamente.

—No puedo creer que esté haciendo esto... —murmuró, estirando la mano para tomar la botella.

La abrió y dio un pequeño sorbo. El calor del líquido se extendió por su garganta y su pecho, y para su sorpresa, no sabía tan mal como había imaginado.

—Bueno... supongo que no es tan terrible. —Dio otro trago, sintiendo cómo el frío parecía retroceder poco a poco.

Lo que comenzó como un intento cauteloso de calentarse terminó convirtiéndose en algo más. Akane, sin darse cuenta, siguió bebiendo, apreciando el calor que el licor le proporcionaba. Antes de notarlo, la botella estaba vacía.

—Oh... creo que... bebí demasiado... —dijo en voz baja, mientras una sensación de mareo comenzaba a invadirla.

Se levantó tambaleándose, intentando recuperar el equilibrio, pero el efecto del licor la traicionó. Tropezó y cayó directamente sobre un montón de paja, riéndose un poco sin motivo aparente.

Ranma, que había estado medio dormido, abrió un ojo al escuchar el ruido. La miró con incredulidad mientras Akane permanecía en el suelo, con las mejillas ligeramente sonrojadas y una expresión confusa.

—¿Qué demonios te pasa ahora? —preguntó Ranma, incorporándose.

Pero Akane solo se quedó ahí, con la mirada perdida y el cuerpo relajado sobre la paja, demasiado mareada para responder. Ranma suspiró, pasándose una mano por la nuca, sin tener idea de cómo había terminado en esta situación.

Después de unas horas de silencio, la cabaña quedó sumida en la penumbra y el frío, con solo el sonido del viento colándose por las ventanas rotas. Ranma seguía acostado sobre la paja, intentando descansar. Sin embargo, su sueño fue interrumpido por un sonido extraño, suave pero persistente.

Era una voz que estaba tarareando una canción.

Ranma abrió los ojos con lentitud, confundido.

—¿Qué demonios...? —murmuró, medio dormido.

Al principio pensó que era solo un sueño. Cerró los ojos nuevamente, intentando ignorarlo, pero la voz se hizo más fuerte, resonando en la cabaña. El tono era melódico, casi hipnótico, pero algo en él no parecía normal.

Ranma se levantó con el ceño fruncido, sus sentidos ahora completamente alerta.

—¿Qué es ese ruido? —se preguntó mientras sus ojos buscaban en la oscuridad el origen del canto.

De repente, algo emergió de la paja con un salto. Ranma dio un paso atrás, sorprendido, mientras veía a Akane levantarse con movimientos descoordinados, sus ojos brillando de una manera extraña bajo la luz tenue de la luna que se colaba por las grietas.

—¡Akane! ¿Qué estás haciendo? —preguntó, incrédulo.

Sin responder, Akane se dirigió hacia él tambaleándose, con una sonrisa en los labios. Antes de que Ranma pudiera reaccionar, lo abrazó con fuerza, dejándolo momentáneamente sin palabras.

—¿Eh? ¿Qué te pasa? —balbuceó, sorprendido por su comportamiento.

Pero el abrazo duró poco. Con un empujón repentino, Akane lo apartó y salió corriendo de la cabaña a toda velocidad, sin una palabra, desapareciendo en la oscuridad.

—¡Akane! ¿A dónde vas? —gritó Ranma, recuperando el equilibrio tras el empujón.

Sin pensarlo dos veces, salió tras ella. Afuera, el viento era más fuerte, y la nieve comenzaba a caer con intensidad. Ranma apenas podía distinguir la silueta de Akane avanzando entre los árboles, tambaleándose como si estuviera fuera de sí.

—¡Espera! ¡Detente! —gritó, corriendo tras ella mientras su mente intentaba descifrar qué estaba ocurriendo.

La noche parecía hacerse más oscura, y el canto que había oído en la cabaña ahora resonaba en el aire, como si lo acompañara mientras perseguía a Akane en medio del bosque.

Akane corría sin detenerse, con una energía inusual impulsada por el licor que había consumido. Llegó a un pequeño pueblo, donde las luces tenues de una tienda aún permanecían encendidas. Sin pensarlo, entró tambaleándose.

La tienda era modesta, con mesas y sillas repartidas para los clientes. Akane, ignorando a los pocos presentes, subió a una de las mesas y comenzó a cantar y bailar, moviéndose torpemente mientras reía.

—¡Vamos, todos, diviértanse conmigo! —gritó entre risas, con los brazos abiertos.

Los clientes miraban con asombro, y la encargada, una mujer mayor, se acercó con el ceño fruncido.

—¡Oye! ¡Esto no es un escenario! ¡Bájate de ahí ahora mismo! —dijo, levantando la voz.

En ese momento, Ranma llegó corriendo, jadeando por el esfuerzo. Al ver a Akane encima de la mesa, se llevó una mano a la frente, exasperado.

—¡Akane, bájate de ahí! —exclamó, acercándose rápidamente.

La encargada lo detuvo antes de que pudiera alcanzarla.

—¿Eres responsable de esta chica? —preguntó con tono severo.

—Bueno... algo así. —Ranma forzó una sonrisa, rascándose la nuca.

—¡Entonces haz algo! No permitimos este tipo de escándalos aquí. —La mujer cruzó los brazos, esperando que Ranma resolviera el problema.

—Lo siento, lo siento. Ya me encargo. —Ranma subió rápidamente a la mesa, cargó a Akane sobre su hombro y se bajó, ignorando las risas y protestas de ella.

—¡Ranma, déjame! ¡Estoy divirtiéndome! —gritó Akane, pataleando mientras Ranma se disculpaba nuevamente con la encargada antes de salir apresuradamente de la tienda.

Una vez afuera, Akane se calmó por un momento, pero al levantar la vista, vio pasar un autobús que se dirigía al siguiente pueblo. Sus ojos se iluminaron.

—¡Mira, Ranma! ¡Un autobús! —exclamó, pero antes de que él pudiera reaccionar, Akane le dio un rodillazo en el estómago.

—¡Agh! —Ranma soltó un quejido y, automáticamente, dejó ir a Akane.

Ella no perdió el tiempo y salió corriendo hacia el autobús.

—¡Alcánzame si puedes! —le gritó con una sonrisa traviesa mientras subía al vehículo justo cuando las puertas estaban por cerrarse.

Ranma, recuperándose del golpe, la miró con incredulidad.

—¡Akane! ¡Espera! —gritó, corriendo tras el autobús.

A duras penas logró alcanzar la puerta mientras el vehículo comenzaba a avanzar. Con un salto, se sujetó del barandal y se subió al interior, jadeando por el esfuerzo.

—¡Akane! ¿Qué crees que estás haciendo? —le espetó, aún sin aliento.

Ella lo miró desde su asiento con una expresión divertida, riendo como si todo fuera un juego. Ranma suspiró, sabiendo que la noche iba a ser mucho más larga de lo que había imaginado.

El autobús llegó a la siguiente parada, y Akane bajó dando pequeños saltos, todavía bajo los efectos del licor. Ranma, que ya estaba al borde de la paciencia, se mantuvo cerca de ella, vigilándola con cuidado.

—Tengo hambre, Ranma —dijo Akane de repente, mirando a su alrededor con ojos brillantes.

Antes de que Ranma pudiera responder, Akane vio una pastelería no muy lejos.

—¡Mira! ¡Allí tienen pastel! —gritó emocionada y salió corriendo hacia el lugar.

—¡Akane! ¡Espera! —Ranma suspiró, apretando los dientes, y la siguió corriendo. Sin embargo, la perdió de vista entre las calles abarrotadas de gente.

Desesperado, comenzó a preguntar a los transeúntes.

—Disculpe, ¿ha visto a una chica de cabello azul oscuro? Está un poco... fuera de sí —decía con un tono entre preocupado y exasperado.

Finalmente, un señor mayor señaló hacia la pastelería.

—Sí, la vi. Está ahí adentro, pero creo que anda armando un escándalo. La vi dando tenedores encima de la barra a los hombres.

Ranma frunció el ceño, apretando los puños.

—¿Qué está haciendo ahora...? —murmuró para sí mismo antes de correr hacia la pastelería.

Cuando entró, la escena que encontró fue más de lo que esperaba. Akane estaba de pie sobre la barra, repartiendo tenedores como si fueran premios. Varios hombres reían y aplaudían, pero uno de ellos intentaba inclinarse para mirar bajo su falda.

El rostro de Ranma se endureció, y sus ojos se llenaron de furia.

—¡Akane! —gritó, avanzando con pasos rápidos hacia ella.

Akane giró la cabeza al escuchar su voz, y su sonrisa se ensanchó al verlo. Antes de que Ranma pudiera decir algo o intervenir, Akane tomó un pastel grande que estaba sobre el mostrador y saltó al suelo con sorprendente agilidad.

—¡Gracias por el pastel! —gritó, corriendo hacia la salida.

—¡Akane, espera! —Ranma quiso ir tras ella, pero fue detenido por el encargado de la pastelería, un hombre corpulento y de rostro severo.

—¡Oye, chico! —dijo, cruzándose de brazos frente a él. —Alguien tiene que pagar por ese pastel.

Ranma se quedó congelado en su lugar, mirando a la puerta por donde Akane acababa de salir. Su mandíbula tembló de frustración.

—¿Pagar? ¿Yo? ¡Si fue ella quien lo tomó! —protestó, señalando hacia la salida.

—No me importa quién lo haya tomado. Si no paga, llamaré a la policía —respondió el encargado, con tono firme.

Ranma soltó un largo suspiro, apretando los puños mientras su paciencia se desgastaba aún más.

—Esto no puede estar pasando... —masculló, sabiendo que tendría que lidiar con el encargado antes de poder volver a perseguir a Akane.

Akane, aún en su estado de euforia, llegó a una tienda de ropa que tenía grandes vitrinas iluminadas. Sin dudarlo, entró y comenzó a probarse algunos modelos por encima de su ropa, admirándose frente a los espejos.

Ranma, tras haberse librado del encargado de la pastelería, llegó a la tienda completamente furioso.

—¡Akane! —gritó, atrayendo la atención de los demás clientes. —¡Ya basta de hacer desastres!

Sin esperar una respuesta, Ranma se acercó y la tomó del brazo con firmeza, jalándola hacia la salida.

—¡Eres un aguafiestas, Ranma! —se quejó Akane, intentando soltarse.

Cuando estaban por salir, algo llamó la atención de Akane: un vestido rojo de encaje, elegantemente exhibido en un maniquí cercano. Sus ojos se iluminaron, y se detuvo en seco.

—¡Ranma! ¡Quiero ese vestido! —exclamó, señalándolo con entusiasmo.

Ranma, cansado, negó con la cabeza.

—No hay forma. Además, no tenemos dinero, ¿recuerdas?

Akane frunció el ceño, su emoción transformándose en una expresión de rebeldía.

—¡Pues entonces lo tomaré yo misma! —gritó, tomando una piedra del suelo y lanzándola contra el vidrio de la vitrina. El cristal se hizo añicos, causando un alboroto en la tienda.

—¡Akane, estás loca! —gritó Ranma, horrorizado, mientras ella agarraba el vestido y salía corriendo como si nada.

—¡Gracias por el vestido! —dijo Akane, riendo mientras desaparecía por las calles.

Ranma, sabiendo que no había tiempo que perder antes de que apareciera alguien de la tienda, salió corriendo tras ella.

Sin embargo, como antes, Akane lo dejó atrás, y Ranma tuvo que buscarla nuevamente. Después de unos minutos, la encontró en un centro comunitario cercano. Allí estaba Akane, con el vestido rojo de encaje ya puesto, bailando de manera exageradamente sugerente en medio de una pequeña plaza, mientras un grupo de hombres la observaba con interés.

Ranma se detuvo por un momento, sorprendido al verla así. Akane bailaba con gracia y sensualidad repasando sus manos por sus curvas, eso lo tuvo mirándola embobado. Pero su atención pronto se desvió al escuchar los murmullos de los hombres a su alrededor.

—Es hermosa, ¿no? —dijo uno de ellos.

—Deberíamos acercarnos y ver si quiere compañía... —añadió otro.

Eso fue suficiente para encender la furia de Ranma.

—¡Ni lo piensen! —gritó, avanzando hacia Akane.

Antes de que alguno de los hombres pudiera moverse, Ranma tomó a Akane en brazos.

—¡Oye, Ranma! ¡Suéltame! —protestó ella, pataleando y tratando de zafarse.

—¡No hasta que vuelvas a la normalidad! —espetó él, cargándola mientras se alejaba rápidamente del lugar.

Los hombres que estaban observando la escena protestaron con lamentos, algunos incluso levantando las manos en señal de decepción.

—¡Qué desperdicio! —dijo uno de ellos, suspirando.

Ranma no los escuchó; su única preocupación era sacar a Akane de allí antes de que algo peor ocurriera.

Ranma corrió con Akane en brazos hasta llegar a un callejón tranquilo, donde apenas pasaban transeúntes. Agotado y frustrado, la soltó con cuidado pero firmemente, llevándose una mano a la frente.

—¡Akane! ¿Qué demonios te pasa? ¿Te das cuenta de todo el lío que has armado? —le reclamó con el ceño fruncido, respirando con dificultad.

Akane, lejos de sentirse intimidada, sonrió con picardía, aprovechando que Ranma estaba distraído con su enfado. Sin previo aviso, saltó sobre él, empujándolo hacia la pared y sujetándolo por los hombros.

—No te enojes conmigo, Ranma —dijo en un tono dulce, mirándolo directamente a los ojos. Sus manos comenzaron a deslizarse suavemente por el pecho de él, trazando círculos que lo hicieron tensarse. Tocando sus anchos hombros, restregando sus manos en su abdomen.

—¿Q-qué estás haciendo? —preguntó Ranma, tartamudeando y notando cómo su rostro se encendía en un rubor intenso.

—Es que... siempre he pensado que eres muy atractivo, ¿sabes? —susurró Akane, acercándose lentamente a su rostro.

Ranma intentó decir algo, pero las palabras no le salieron. Su corazón latía rápidamente, y su mente estaba dividida entre el desconcierto y el embeleso. Akane aprovechó su confusión, inclinándose hacia su oído.

—Caíste —le susurró antes de empujarlo suavemente y echarse a correr nuevamente, dejándolo paralizado.

—¡Akane! ¡Regresa aquí! —gritó Ranma, volviendo a la realidad, pero ya era demasiado tarde.

Akane corrió hacia un edificio cercano, que tenía una piscina utilizada por nadadores para practicar. Sin dudarlo, se despojó de sus zapatos y se zambulló en el agua con una carcajada, disfrutando de la sensación refrescante que la envolvía.

Cuando Ranma llegó al lugar, miró alrededor, pero no logró encontrarla de inmediato.

—¿Dónde se metió ahora? —gruñó, frustrado, caminando cerca de la orilla de la piscina.

De repente, Akane emergió detrás de él sin que lo notara, con una sonrisa traviesa. Antes de que Ranma pudiera reaccionar, ella lo sujetó por los pies y lo jaló al agua con ella.

—¡Akane! —exclamó Ranma mientras caía al agua, salpicando por todos lados.

Akane comenzó a reírse a carcajadas, lanzándole salpicones de agua en un juego que solo ella parecía disfrutar.

—¡Vamos, Ranma! ¡Relájate un poco! —dijo, mientras él intentaba esquivar el agua.

Ranma, claramente exasperado, nadó hacia la orilla y salió del agua empapado. Se quitó el cabello de la cara con un gesto brusco y se dirigió a su mochila, donde sacó un pequeño termo que contenía agua caliente que guardaba con el en caso de emergencia y se la echo encima, de paso también sacó la botella de licor la cual aún le quedaba un poco de su contenido.

—Esto es demasiado para mí... si no puedes con ellos úneteles —murmuró, destapándola y tomando un largo trago, ignorando las risas de Akane que resonaban detrás de él.

Akane observaba con creciente preocupación cómo Ranma bebía el licor, notando cómo su actitud comenzaba a cambiar. Al principio, se mostró ligeramente desconcertada, pero luego vio que la postura de Ranma se volvía cada vez más relajada, casi desinhibida. Su tono de voz se volvía más suave y despreocupado.

Preocupada, Akane salió rápidamente de la piscina, caminando hacia la orilla ya que aún no había aprendido a nadar pero para fortuna de ella el agua le llegaba hasta el cuello y podía mantenerse de pie. Al llegar, se acercó a Ranma con cautela, observando cómo él tomaba otro sorbo de la botella.

—Ranma... —dijo con voz suave, aún algo dudosa—, ¿estás bien?

Ranma subió la mirada, sus ojos algo vidriosos y con una sonrisa torcida.

—Estoy perfecto, Akane —respondió con una risa tonta, avanzando hacia ella y abrazándola de manera repentina. Sin pensarlo, sus manos se deslizaron hacia su trasero, tocándolo sin ningún reparo. Amasándolo y apretujándolo a placer aprovechando así acariciar de paso sus caderas enterrando sus dedos firmemente.

Akane, sorprendida por la falta de límites, se tensó de inmediato.

—¡Eres un pervertido! —gritó, intentado zafarse de su agarre, mientras levantaba la mano para golpearlo.

Ranma, al ver su reacción, detuvo su mano y la miró con una expresión más seria.

—Siempre he querido tocarte —dijo con una sonrisa torcida, observándola de arriba a abajo—. Tienes unas buenas caderas y un buen trasero.

Akane se quedó desconcertada, sin saber cómo reaccionar. La situación se sentía extraña y fuera de control, y algo dentro de ella empezó a sentirse incómoda, pero también confundida por las palabras de Ranma.

Aprovechando su distracción, Ranma la levantó sin previo aviso y la cargó sobre su hombro.

—¡Ranma, estás loco! —gritó Akane, forcejeando para soltarse, pero él estaba decidido.

—¡Por fin te tengo! ¡No te escaparás esta vez! —gritó Ranma, tambaleándose mientras corría, sin mucha coordinación debido a los efectos del licor.

Akane seguía gritando y forcejeando, pero Ranma continuó su carrera hasta que vio un taxi estacionado. Sin pensarlo dos veces, le pidió al conductor que los llevara al hotel más cercano.

Al llegar al hotel, Ranma, aún sosteniendo a Akane, la depositó con suavidad en la cama de la habitación. Akane, agotada por el ajetreo y la incomodidad, se quedó dormida casi al instante, aún vestida y empapada por el agua.

Ranma, aunque ya algo fuera de sí, tenía todavía suficiente cordura para darse cuenta de que ella estaba profundamente dormida. Al ver el sillón cercano, decidió descansar allí. Se recostó con un suspiro y, a pesar del caos de la noche, pronto también se quedó dormido, con la cabeza llena de pensamientos desordenados por el licor.

Ranma despertó con un leve dolor de cabeza y una sensación de pesadez en el cuerpo, tal parece que habían dormido demasiado. Al girar la cabeza, sus ojos se posaron en Akane, quien aún dormía profundamente sobre la cama. Su respiración tranquila y la expresión relajada de su rostro le hicieron detenerse un momento a observarla.

"¿Cómo es posible que esta chica pudo ocasionarme tantos problemas?" pensó, soltando un suspiro. Sin embargo, el rubor apareció rápidamente en su rostro al recordar lo que había hecho la noche anterior: cómo la había tocado y cargado mientras estaba bajo los efectos del licor.

"Tengo que devolverle todo lo que me hizo pasar ayer..." murmuró con una sonrisa traviesa, ideando rápidamente un plan para jugarle una broma.

Poco tiempo después, Akane comenzó a despertarse. Al abrir los ojos, lo primero que notó fue que llevaba puesta una bata blanca y que no tenía nada debajo. Alarmada, se cubrió rápidamente con las mantas, su cabeza estaba llena de preguntas.

En ese momento, Ranma entró a la habitación también con una bata puesta, llevando una bandeja con comida en la mano.

—¡Buenos días, dormilona! —dijo con una sonrisa relajada mientras colocaba la bandeja sobre una mesa cercana—. Come algo. Estoy seguro de que gastaste muchas energías anoche.

Akane lo miró desconcertada, su rostro reflejando confusión y preocupación.

—¿Qué quieres decir con "gasté muchas energías"? —preguntó, sintiendo cómo su corazón comenzaba a acelerarse—. Ranma... ¿qué hicimos anoche?

Ranma sonrió de manera coqueta, inclinándose un poco hacia ella.

—¿De verdad no lo recuerdas? —dijo en un tono sugerente.

Akane, presa del pánico, se levantó rápidamente y se lanzó hacia él, tirándole de la bata para exponer su pecho. Lo que vio la dejó paralizada: marcas de labios con labial rojo cubrían su torso.

—¡N-no puede ser! —exclamó Akane, llevándose las manos a la boca mientras sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

Ranma, al ver su reacción, se alarmó de inmediato.

—¡Oye, no llores! —dijo, levantando las manos en señal de inocencia—. ¡Es una broma! ¡Todo fue una broma!

Pero Akane no le creyó. Sus lágrimas se convirtieron en furia, y comenzó a golpearlo en el pecho con ambas manos.

—¡Eres un pervertido, Ranma! ¡Te odio! —gritaba entre sollozos, mientras él trataba de detenerla.

Finalmente, Ranma tomó sus muñecas con firmeza, inmovilizándola. La miró fijamente a los ojos, con una expresión seria y sincera.

—Akane, escúchame. Jamás te faltaría el respeto de esa manera. Todo esto fue una broma porque quería vengarme un poco por lo que me hiciste pasar ayer. Lo del labial lo hice yo mismo. Lo juro.

Akane lo miró fijamente, buscando alguna señal de mentira en su rostro. Pero no encontró nada más que honestidad. Su respiración comenzó a calmarse, y finalmente dejó de forcejear.

—¿De verdad? —preguntó con un hilo de voz.

—Te lo prometo. —respondió Ranma, soltándole las muñecas.

Akane, sintiéndose aliviada pero aún un poco abrumada, lo abrazó de manera inesperada. Ranma parpadeó sorprendido, pero no se apartó.

—No vuelvas a hacerme una broma así, tonto —murmuró Akane, escondiendo su rostro en el pecho de Ranma.

Él sonrió suavemente, sin atreverse a responder, disfrutando por un momento de la inesperada tregua entre ambos.

Ranma, con una mezcla de nerviosismo y ternura, separó a Akane ligeramente, acariciando su rostro con una delicadeza poco habitual en él. Sus ojos se encontraron, y ambos quedaron en silencio, atrapados en un momento que parecía detener el tiempo.

Akane, sintiendo una oleada de emociones, se inclinó hacia él con la clara intención de besarlo. Pero justo antes de que sus labios se encontraran, Ranma retrocedió ligeramente, con el pánico y la vergüenza reflejándose en su rostro.

—¿Por qué... por qué te echas para atrás? —preguntó Akane, herida, su voz salió apenas en un murmullo.

Ranma, aún avergonzado, apartó la mirada.

—No quiero que pienses que me estoy aprovechando de ti... —respondió con sinceridad.

Pero Akane no le creyó. Sus labios temblaron, y en un susurro triste, le dijo:

—No hace falta que me mientas.

Ranma frunció el ceño, ofendido por sus palabras.

—¡No estoy mintiendo! —protestó con firmeza.

Akane, con los ojos llenos de lágrimas que amenazaban con caer, lo miró fijamente y, de pronto, le gritó:

—¡A Shampoo sí la dejas besarte, pero a mí no!

Ranma se quedó perplejo ante su reclamo.

—¡Eso no es cierto! ¡Shampoo me besa cuando estoy desprevenido! —respondió exaltado, su voz alzándose por la frustración.

Pero antes de seguir gritando, Ranma se detuvo, analizando lo que Akane acababa de decirle. La forma en que sus palabras sonaban como un reproche lleno de celos hizo que su mente conectara los puntos. Tras un breve silencio, la miró con una expresión más tranquila y le dijo:

—Si querías besarme, solo tenías que decírmelo no hacía falta tanto escándalo.

Akane se sonrojó al escuchar esas palabras y, sintiéndose abrumada, apartó la mirada rápidamente.

—Eres un engreído, Ranma Saotome... —murmuró, cruzando los brazos para ocultar su vergüenza.

Con el corazón acelerado y una mezcla de emociones difíciles de manejar, Akane se puso de pie, intentando ocultar su humillación.

—Me voy... —dijo en voz baja, dándole la espalda.

Pero justo cuando dio el primer paso, Ranma extendió una pierna, haciendo que Akane resbalara ligeramente. Antes de que pudiera caer al suelo, él la sujetó con rapidez y la depositó en su regazo.

—Eres una mujer testaruda... —susurró Ranma cerca de su oído, una leve sonrisa asomando en su rostro.

Akane abrió la boca para reclamarle, furiosa por lo que acababa de hacer, pero antes de que pudiera decir una palabra, sintió cómo los labios de Ranma se posaban sobre los suyos con suavidad.

Sus ojos se abrieron de par en par por la sorpresa, su corazón latiendo desbocado. Por un instante, todo su enojo y confusión desaparecieron, reemplazados por una calidez que la envolvió por completo.

Ranma la separó con suavidad, manteniendo sus manos en su rostro mientras sus pulgares rozaban sus mejillas, que estaban teñidas de un rubor intenso. Ambos respiraban entrecortadamente, sus corazones latiendo con fuerza. Ranma, aún inseguro y un poco nervioso, rompió el silencio.

—¿Qué tal... te pareció? —preguntó en un susurro, tratando de sonar despreocupado, aunque el leve temblor en su voz lo delataba.

Akane parpadeó, todavía aturdida por lo que acababa de suceder. No sabía qué responder; todo había pasado tan rápido que no tenía tiempo para procesarlo.

El silencio de Akane comenzó a inquietar a Ranma. Su nerviosismo creció y, sin saber cómo manejar la situación, comenzó a hablar apresuradamente:

—¡Mira, yo...! No es como si tuviera experiencia en esto, ¿sabes? Nunca he besado a nadie por voluntad propia. Es solo que...

Pero justo cuando estaba a punto de seguir con su torpe intento de defenderse, Akane lo interrumpió.

—Ranma... —dijo con un susurro, tomándolo de las mejillas con ambas manos y acercándose más a él—. Guarda silencio.

Antes de que Ranma pudiera replicar, Akane se inclinó hacia él y lo besó de nuevo. Esta vez, el beso fue más profundo y apasionado, como si quisiera dejar en claro lo que no podía expresar con palabras.

Ranma se quedó inmóvil por un instante, sus ojos abiertos por la sorpresa, pero poco a poco cerró los párpados, dejándose llevar por la calidez de sus labios. Las dudas, los reproches y la inseguridad desaparecieron, dejando solo ese momento compartido entre ambos.

El tiempo pareció detenerse. La calidez del momento los envolvió, y cualquier pensamiento o inseguridad quedó atrás, reemplazado únicamente por la conexión que compartían en ese instante.

Poco a poco los besos empiezan a tornarse más apasionados, como si estuvieran sedientos y solo sus bocas pueden saciarlos.
Ranma toma de la cintura a Akane para depositarla en la cama trazando una línea de besos por su níveo cuello para luego concentrarse en su clavícula. Con sus manos empieza a recorrer sus piernas de arriba a abajo, tomándose el tiempo de memorizar cada parte de su piel. Nuevamente se acercó a su cuello dándole besos, chupetones y mordidas. Akane echo su cabeza hacia atrás para facilitarle el acceso, mientras con sus pequeñas manos acariciaba su torso para posteriormente colarse, quitarle la bata y acariciar su espalda a placer, pasando sus uñas como una caricia ligera que ranma sintió como un corrientaso.

—akane—le susurra ranma roncamente en el oído

—ranma—response akane de una forma agitada

—estás segura de continuar? No quiero obligarte a nada—dijo con preocupación ranma, si akane se lo pedía el pararía. Primero estaba ella por encima de sus necesidades más primitivas

—quiero ser tuya ranma—respondio akane con seguridad y excitacion

—yo no soy bueno con las palabras pero si me dejas, puedo mostrarle lo que siento con mis acciones—murmura ranma con su cabeza metida entre el cuello y el hombro de Akane, aspirando el aroma que desprendía.

Akane toma el rostro de ranma entre sus manos, obligándolo a mirarla, en esa mirada se dijeron todo lo que habían guardado por años, comprendiendo lo tontos que fueron al no ser sinceros con sus sentimientos. Akane le da una sonrisa tranquilizadora a ranma, no hacen falta las palabras. Ranma toma a Akane da la cintura abrazándola, besándola con todo el amor que puede ofrecerle. Akane le responde con la misma intensidad.

Pronto los besos se vuelven ansiosos, con una mano ranma deshace el nudo de la bata de Akane colándose entre el ropaje llegando hasta el pecho de la chica, tocándolo, palpándolo, estrujandolo, pasando el pulgar por su pezon rosado dándole un ligero apretón sintiendo cómo se endurece más con su tacto haciendo que Akane suelte pequeños gemidos "ahhhh ranmaaa" ranma sintiendose excitado restriega su endurezido miembro contra la intimidad de la peliazul. Akane coloca su cabeza en el hombro de ranma empezando a besar y mordisquear el cuello de ranma terminando de despojar por completo de su bata a ranma dejándolo solo en ropa interior. Mientras besaba su cuello, sus manos iban recorriendo todo su pecho, su estómago, sus brazos. Para ranma cada caricia que Akane le daba quedaba grabado como fuego en su piel. En un arranque ranma recuesta a Akane nuevamente quitándole por completo toda la bata dejándola completamente desnuda a su merced.

Ranma se detuvo a observarla un momento, el bonito cuerpo de Akane lo volvía loco, con su mirada repasaba sus pechos, su delgada cintura y sus anchas cadera las cuales no dudó en tocar y acariciar a placer. Ranma acerca su rostro con cuidado hacia los pechos de Akane degustando uno por uno besándolos, masajeándolos mientras empujaba sus caderas hacia la intimidad de Akane nuevamente, los gemidos de Akane eran cada vez más altos "mmmmm ranma". Ranma se detuvo un momento para quitarse la última prenda que le queda quedándose completamente desnudo. Ambos se observan con hambre en sus ojos, arrojándose el uno sobre el otro. Ranma se dirigió nuevamente al pezon de Akane terminado de degustarlo "eres deliciosa Akane" le dice ranma en un susurro mientras cambia de pezon para darle atención también. Akane mientras jadea excitada y cruza sus piernas atrapando sus caderas empujándolo hacia su intimidad.

Ranma empieza a bajar por su vientre, besando y lamiendo cada parte que se encuentra en su camino. Al toparse con su intimidad, ranma pasa sus dedos por su cavidad haciendo que Akane de un respingo, ella intenta bajar la mirada avergonzada, pero ranma le sostiene el rostro. Akane lo mira completamente avergonzada así que ranma la besa nuevamente para calmarla volviendo a besarle el cuello y aprovechando que se encontraba cerca de su oído le susurra " no tengas miedo, confía en mi" para dejar besos mojados por todo su cuerpo, empieza a besarle la parte interna de sus muslos, acomodándole las piernas de tal forma que Akane se quede expuesta para el. Ranma se pasa la lengua por sus labios yendo directamente a la intimidad de Akane, al llegar ahí pasa su lengua por sus labios, con la ayuda de sus dedos los abre para luego introducir su lengua acariciando cada parte de la cavidad de la peliazul.

Akane empieza a lanzar gemidos y a mover sus caderas enredando entre sus dedos la trenza de ranma dirigiéndolo inconscientemente hacia el lugar donde siente más placer. Ranma mete sus dedos índice y medio en su boca para luego introducirlos en la intimidad de la peliazul, mientras enrolla su clitoris con su lengua, succionándolo a su paso haciendo que empiece a mover sus caderas de forma más desesperada mientras ranma siente cómo sus dedos son apretados por las paredes de su intimidad, claro indicativo de que está a punto de alcanzar su orgasmo. En un intento de que sienta más placer mueve más rápido sus dedos y su lengua hasta que la escucha gritar.

-ranmaaaaa!!!!!!

Ranma la acaricia suavemente tratando de calmarla y que no hiciera tanto ruido ya que los otros huéspedes pueden escucharlos. Al terminar sus sacudidas. Ranma se pone de pie para poder observar mejor a Akane. Akane en medio de su extasis se percata de que ranma la miraba con adoración y estaba muy erecto, con un gesto de su mano le indica que se acerque a ella. Al llegar junto a ella, tomando el miembro de ranma entre sus pequeñas manos. Ranma se alarma haciéndose para atrás.

— akane no es necesario

Akane se pone de rodillas frente a él tomándolo de sus caderas acercándolo a ella —déjame.
Ranma la mira por un momento pero se deja hacer, la peliazul se acerca a su vientre y lo besa con ternura para luego toparse con su miembro que da un ligero salto como pidiendo atención. Akane se pasa la lengua por los labios y sin decir nada lo toma entre sus manos y lo introduce a su boca, su lengua se enrolla en la punta para después empezar a succionarlo, ranma se tensa conteniéndose de no hacer ningún movimiento brusco que pudiera lastimarla pero eso no evitaba que lanzara gruñidos de placer " akane tu boca es...... increíble"

Ranma sim poder evitarlo la toma de sus cabellos suavemente haciendo que Akane eleve su vista y lo mire sensualmente. Con ayuda de sus manos Akane aprieta suavemente la base de ranma las cuales se mueven al mismo tiempo que su boca. Para ranma la sensación es increíble, sintiendo que ya no aguantaría más, trato de apartarla sin embargo ella pone resistencia "estoy a punto de llegar Akane, no quiero acabar en tu boca" pero Akane lejos de apartarse aceleró sus movimientos, siendo la imagen más sexy que ranma allá visto en toda su vida. Esos ojos cafés lo miraban tan profundamente que no pudo resistirlo y lanzó un estruendoso gemido derramando su semilla dentro de su boca. Akane pasa los dedos por la comisura de sus labios, introduciendo lo que se escapó dentro de su boca sonriendo descaradamente.

Se miraron con complicidad, akane se pone de pie acomodándose en la cama con ranma encima de ella, empezando a besarse nuevamente sintiendo el sabor del otro en sus bocas. Ranma nuevamente vuelve a los pechos de Akane y esta vez ella no puede evitar reír ligeramente "para tener los pechos planos te gusta tocarlos demasiado" ranma se le queda viendo y con una voz ronca le dice "son perfectos y deliciosos. Me vuelves loco Akane"

Akane toma el miembro de ranma y lo guía hacia su intimidad. Ranma poco a poco empieza a introducirse en ella, akane lanza un grito de dolor y un par de lágrimas brotan de sus ojos. Al percatarse de eso ranma se queda quieto esperando que el cuerpo de Akane se acostumbre a su intromisión, mientras esperaba le daba besos en sus mejillas para calmarla.

Se quedaron así unos momentos hasta que Akane empezó a mover sus caderas en forma circular. Ranma se sentia en el cielo, el interior de Akane era estrecho y húmedo, sin dejar de besarla empezó a mover sus caderas entrando y saliendo de ella de forma lenta y sensual. Ranma tomo la mano de Akane sujetándola fuerte, pronto la necesidad de ir más rápido y más fuerte se apoderaron de él empezando a salir y a entrar con más fuerza " akane..... estás muy apretada, se siente demasiado bien"

Los jadeos y gemidos se escuchaban haciendo eco en la habitación, akane arqueó su espalda cruzando sus piernas en las caderas de ranma para que vaya más profundo. Con su mano libre ranma se dirigió a los pechos de Akane pellizcando sus pezones, "Más fuerte ranma, más profundo" akane empieza a gemir cada vez más fuerte haciendo que ranma pierda el control y empuje con más fuerza su miembro en su interior. Ranma empieza a sentir que su orgasmo esta muy cerca así que baja su mano hasta el clitoris de Akane comenzando a frotarlo, logrando que ella empiece a gritar " Ranmaaaa, siii más rápido" las paredes de la intimidad de Akane empezaron a apretarlo haciendo que ranma empuje más fuerte dando estocadas en el punto exacto haciendo que se desencadene su clímax de ambos al mismo tiempo.

Ranma se dejo caer en el cuerpo de Akane respirando de forma agitada, al alzar la vista se encuentra a una Akane sonriente, satisfecha y feliz. Ranma se hace a un lado acostándose en la cama mientras Akane se acercaba para acomodarse en su pecho. Ranma quería decirle tantas cosas a Akane como que siempre la había querido pero se sentía muy cobarde para afrontarlo. sin embargo, decidió intentarlo "akane yo....." akane colocó rápidamente un dedo en sus labios, "no te preocupes.... Lo sé" acercándose lentamente para besarlo y posteriormente volverse a acomodar en su pecho cayendo dormida al instante, ranma la abrazo fuerte para caer dormido después con ella entre sus brazos.

La luz del amanecer se filtraba por la ventana del hotel, iluminando suavemente la habitación. Ranma despertó lentamente, parpadeando para despejar la niebla del sueño. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Akane estaba entre sus brazos, descansando plácidamente. Una sonrisa tímida se dibujó en su rostro recordando todo lo que hicieron el día anterior apenas y comieron por lo ocupados que estaban, recuerdos llegaban a su mente mientras la observaba, preguntándose cómo algo tan caótico podía sentirse tan... correcto.

Akane comenzó a moverse, abriendo los ojos poco a poco. Al notar a Ranma tan cerca, sus mejillas se sonrojaron levemente, pero en lugar de apartarse o recriminarlo como de costumbre, le regaló una cálida sonrisa.

—Buenos días —dijo suavemente, su voz aún cargada de sueño.

Ranma, ligeramente sorprendido por su actitud tranquila, también le devolvió la sonrisa.

—Buenos días...

Tras compartir aquel momento, ambos se levantaron para vestirse. Aunque el recuerdo de los episodios de la noche anterior seguía fresco en sus mentes, ninguno mencionó nada, como si ambos quisieran guardar aquel instante como algo especial entre ellos.

Una vez listos, salieron del hotel y comenzaron a caminar por las calles del pequeño pueblo. El frío matutino los obligaba a mantenerse cerca, pero lo que realmente los preocupaba era encontrar una forma de regresar a Nerima sin un solo yen en los bolsillos.

—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Akane con un suspiro, cruzándose de brazos mientras miraba a su alrededor.

—No lo sé... Tal vez alguien en el pueblo pueda ayudarnos —respondió Ranma, tratando de sonar optimista.

Mientras caminaban, un anciano acompañado de su esposa los vio desde su pequeño carro de carga. Ambos parecían abatidos y preocupados, algo que no pasó desapercibido para el hombre.

—Oye, muchacho —llamó el viejo, deteniendo su carro junto a ellos—, ¿qué hacen por aquí tan temprano? Parecen perdidos.

Ranma y Akane se miraron antes de responder, explicando rápidamente su situación. La esposa del hombre se llevó una mano al pecho, conmovida por la historia, mientras el anciano negaba con la cabeza.

—¡Qué jóvenes tan imprudentes! —dijo, aunque su tono era más de preocupación que de reproche. Luego, tras un momento de reflexión, agregó—: Bueno, no puedo llevarlos hasta Nerima, pero puedo dejarlos cerca.

Akane y Ranma lo miraron con ojos brillantes, casi incrédulos.

—¿De verdad haría eso por nosotros? —preguntó Akane, juntando sus manos frente a su pecho.

—Claro que sí, muchacha. Mi esposa y yo no podemos dejar a dos chicos como ustedes a la deriva —respondió el hombre con una sonrisa.

—Muchas gracias —dijo Ranma, inclinándose levemente en señal de respeto.

El anciano les hizo un gesto para que subieran al carro. Aunque era un viaje modesto y en un vehículo algo desgastado, tanto Ranma como Akane no pudieron evitar sentir un alivio enorme al saber que finalmente estaban un paso más cerca de casa.

El anciano detuvo su carro en un punto cercano a Nerima y miró a los jóvenes con una sonrisa cálida.

—Bueno, aquí es lo más lejos que puedo llevarlos —dijo mientras su esposa asentía desde el asiento.

—Muchas gracias, señor. De verdad no sabemos cómo agradecerle —dijo Akane, inclinándose en señal de respeto.

—Sí, gracias por todo —agregó Ranma, algo menos formal pero igual de sincero.

Con una última despedida, ambos comenzaron a caminar, siguiendo el camino hacia el dojo Tendo. Aunque estaban agotados por los acontecimientos de los últimos días, caminar durante una hora más les pareció un pequeño precio a pagar para volver a casa.

Finalmente, las puertas del dojo Tendo se hicieron visibles. Ranma y Akane no pudieron evitar sentir un alivio abrumador al ver el lugar que tanto conocían.

En el interior, Genma y Soun jugaban shogi como de costumbre, pero fue Soun quien los vio primero desde la ventana.

—¡Akane! ¡Mi pequeña Akane! —gritó mientras se levantaba de un salto, derribando las piezas del tablero.

Corrió hacia la puerta, donde Akane apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que su padre la abrazara con fuerza, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.

—¡Pensé que nunca volverías! —exclamó entre sollozos, mientras Akane suspiraba, tratando de calmarlo.

—Papá, estoy bien, de verdad...

Genma, por su parte, se acercó a Ranma con una expresión de orgullo en el rostro.

—Buen trabajo, hijo. Sabía que podía confiar en ti para traer a Akane sana y salva.

Ranma rodó los ojos, pero no dijo nada, demasiado cansado para discutir con su padre.

En ese momento, Kasumi apareció desde la cocina con una sonrisa tranquilizadora.

—¡Qué bueno que están de vuelta! Deben estar agotados. Vengan, les preparé algo de comer y beber.

Los dos aceptaron gustosos la comida, sintiendo cómo sus fuerzas comenzaban a regresar. Después de un rato, Akane suspiró profundamente y se estiró.

—Necesito una ducha... estoy agotada.

Ranma, al escucharla, levantó la mirada y respondió:

—¿Tú crees que eres la única? Yo también necesito bañarme.

—¿Ah, sí? Pues espera tu turno, Ranma. ¡Yo primero!

—¡¿Qué?! ¿Por qué tú primero? ¡Yo también estoy cansado, Akane!

La discusión entre ambos comenzó a subir de tono, como de costumbre. Mientras tanto, Soun y Genma los observaban desde el fondo de la sala, con lágrimas corriendo por sus mejillas.

—Tanto tiempo juntos y no han mejorado ni un poco su relación... —sollozó Soun, aferrándose al hombro de Genma.

—Es un verdadero desastre... —respondió Genma con un suspiro.

Mientras los padres lamentaban la situación, Ranma y Akane continuaban discutiendo, como si todo lo ocurrido durante su accidentado viaje hubiera quedado atrás, volviendo al caos cotidiano de sus vidas en el dojo.

Ranma y Akane subieron las escaleras al segundo piso mientras seguían discutiendo en voz alta, una estrategia para despistar a cualquiera que pudiera estar prestándoles atención. Sin embargo, apenas se aseguraron de que no había nadie cerca, sus discusiones cesaron y compartieron una mirada cómplice.

Akane abrió la puerta apresuradamente, y ambos entraron antes de cerrarla y asegurarla con llave. El silencio que quedó en la habitación contrastaba con el ruido que habían estado haciendo momentos antes.

Ranma y Akane se miraron, y, de repente, sus expresiones cambiaron de enfado a algo mucho más suave. Una sonrisa apareció en los labios de ambos mientras se acercaban lentamente. Sin decir una palabra, compartieron un beso cálido, cargado de todo lo que habían pasado juntos durante los últimos días.

Al separarse, Ranma desvió un poco la mirada, rascándose la nuca con una expresión avergonzada.

—Creo que... será mejor mantener esto en secreto por ahora —dijo con cautela, volviendo a mirarla.

Akane asintió, mostrando una pequeña sonrisa.

—Tienes razón. Si mi papá o el tío Gemma se enteran, quién sabe qué harían...

Ambos se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad que les brindaba aquel pequeño pacto. Aunque sabían que el caos cotidiano seguiría rodeándolos, también comprendían que ese momento era suyo, y nadie más debía interferir.

Con una última sonrisa compartida, Ranma se acercó a la puerta, girando el cerrojo con cuidado antes de salir del cuarto como si nada hubiera pasado. Akane lo observó partir, sintiendo su corazón latir con fuerza, sabiendo que, aunque todo había comenzado como una serie de infortunios, algo más profundo había nacido entre ellos.

Y así, ambos regresaron a sus vidas diarias en el dojo, cargando con el dulce secreto de lo que realmente sentían el uno por el otro, listos para enfrentar lo que viniera, juntos y en silencio. Al menos hasta que estuvieran listos para enfrentarlo frente a todos.







FIN

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