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9: Las cosas malas vienen en pares

9: Las cosas malas vienen en pares

–Pero Jongin. Yo te necesito.

Kyungsoo estaba parado en la puerta de la habitación del menor de los dos. No se podía, en la oscuridad, ver su expresión derrotada, llena de angustia y de arrepentimiento.

–No, no entiendes. No me necesitas a mí, lo único que quieres es sexo. Y, como lo dijiste, hay muchas personas que están dispuestas a darlo sin ser una pareja, Encuentra una y olvídate de mí. ¿Por qué tendría que entregarme a una persona que no quiere ser amada, que no quiere ser protegida? ¿Por qué? Me estoy esforzando y me estoy poniendo el peligro por un egoísta completo. ¡Anda! Duerme con quien quieras, haz lo que quieras. Ya no me voy a preocupar por eso. Se acabó.

Jongin se volteó y se envolvió más en sus mantas. El chirrido de los resortes de la cama vieja del chico resonaron en el sepulcral silencio de la tensa habitación. Kyungsoo no se fue, se quedó parado ahí, intentando encontrar las palabras adecuadas. No estaba dispuesto a rendirse y perder a la persona que más le importaba en el mundo por un arrebato torpe.

–Yo jamás había estado con otra persona– confesó el mayor de los dos finalmente. –De ninguna manera. Tú eres mi primera vez, mi única experiencia. Jamás he besado labios que no sean los tuyos o tocado un cuerpo que no sea el tuyo. No puedo... pedírselo a nadie más. No. No podría estar con nadie más.

Jongin se incorporó y prácticamente saltó de su cama y, en un instante, había prendido la luz y acorralado a Kyungsoo contra la pared. El muchacho parecía devastado, con los ojos rojos y las manos temblorosas, se notaba sincero pero no lo podía creer. ¿Virgen? ¿Jamás había besado a nadie? Era algo difícil de creer y eso lo enfureció.

–Me estás mintiendo– le acusó irritado.

–¿Por qué mentiría por algo como esto?– Kyungsoo lo miró directamente a los ojos y eso le hizo temblar también.

–Para acostarte conmigo de nuevo.

–¿Qué clase de sujeto indeseable crees que soy?– finalmente, el más bajo extendió sus brazos para separarlo de su cuerpo. –Estoy aquí, confesándote que eres la única persona con la que he tenido intimidad porque es verdad. Y te lo digo no para humillarme o engañarte, sino porque no quiero que pienses que voy por ahí acostándome con cualquiera. No es así. Tampoco es que no quiera ser amado, es que jamás me había pasado y no sé que hacer.

–Es que...

–¿Con cuántas personas has dormido tú? ¿Es fácil para ti conseguir a alguien? ¿Por eso me acusas a mí de lo mismo? ¿Confías en cualquier persona? ¿Es eso?

–No, Kyungsoo. Yo... jamás había dormido con un chico antes– reveló, mucho más calmado, Jongin.

–Entonces con mujeres sí– por alguna razón, su voz se quebró y su mirada estaba llena de resentimiento. Era la primera vez que sentía celos en toda su vida, tampoco sabía cómo manejarlo.

–Un par, tal vez. No más.

–¿No lo sabes?– insistió el mayor de los dos.

–Un par.

–Y supongo que dormiste con ellas cuando eran pareja.

Jongin abrió la boca y quiso decir algo, pero se dio cuenta que había sido atrapado con su propio argumento. Se alejó del cuerpo ajeno dando unos pasos en la vieja madera del piso de su habitación. Se cubrió la cara con ambas manos y terminó admitiendo la verdad.

–No. Ninguna era mi pareja.

–Lo hiciste por necesidad, porque se dio la oportunidad, como nos pasó a nosotros en la bodega durante la tormenta– las palabras de Kyungsoo lo enojaron.

–No utilices esto en mi contra. Fueron situaciones de una sola vez, que ni siquiera me gustaron, con chicas que no volví a ver en mi vida. No lo puedes comparar con nosotros. Compartimos todo: casa, comida, ilusiones y planes. No es lo mismo y no puedes retorcerlo para que yo parezca el malo aquí. Yo lo había hecho antes, es verdad, pero jamás en la vida me había sentido como me siento contigo, esa es la diferencia. Estoy herido porque dices no ser mi pareja, pero sigues comportándote como tal.

Jongin soltó un suspiro que pareció más como un sollozo y se dejó caer sobre su cama, que hizo un desolador sonido al recibir el peso. Kyungsoo lo miró por un largo rato, intentando llamarlo silenciosamente, pero finalmente decidió regresar a su cuarto. Quería dar explicaciones, pero no le alcanzaban las palabras. No era como Jongin, no había leído tantos libros ni conocía muchos significados.

–Yo en serio quiero protegerte– susurró Jongin para sí mismo.

Kyungsoo tenía un nudo en la garganta y un peso incómodo en el pecho. Estaba frustrado porque realmente lo necesitaba. Quería que supiera que no se trataba de que no quisiera que fueran pareja, es que no podía: tenía miedo, mucho miedo de entregarse de esa manera.

Se recostó sobre su futón boca arriba y miró en medio de la penumbra lo que distinguía como el tumbado. Recordó la noche estrellada cuando estuvieron dados de la mano, recordó las promesas y las palabras que se dijeron.

Era estúpido. Fue muy estúpido negar algo tan obvio. Ahora entendía a Jongin, también se hubiera enojado si recibía un rechazo tan desconsiderado, tan despreocupado con respecto a los sentimientos ajenos. Por su puesto que eran una pareja, por su puesto que tenían cariño por el otro, por su puesto que tenían un futuro juntos.

Kyungsoo tuvo el impulso de ir de nuevo a la habitación de Jongin, pero se contuvo. Le dejaría dormir, le dejaría estar enojado y resentido, se lo merecía. Se disculparía adecuadamente después de sufrir por sus malas acciones. Planeó sus palabras: Jongin, perdí la razón por un momento. Soy un hombre tonto que no se dio cuenta del daño que provocó mi ignorancia. Perdóname, perdóname por favor.

Pero Jongin hizo todo lo posible para evitarlo toda la semana, a pesar de todos sus esfuerzos para disculparse. Al principio, aceptó con paciencia su desprecio y desinterés. Estaba urgido por lanzarse a sus pies y rogarle, pero mantuvo la dignidad, tenía que demostrarle que estaba dispuesto a ser corregido. Pero los días pasaron y el enojo de su mejor amigo no parecía disminuir.

Intentó hablar un poco con él, pero sólo recibía monosílabos y gestos de fastidio. Entonces, empezó a frustrarse. No sabía, que lo que él consideraba paciencia, Jongin lo tomaba como desinterés y eso lo resentía más y más. Pero era imposible para él saberlo.

Cuando llegó el fin de semana, Kyungsoo necesitaba desahogar su tristeza, que se había convertido en ira, así que decidió ir el viernes al bar clandestino para una pelea. Regresó muy tarde y sonrió ligeramente cuando escuchó los pasos de Jongin ir hasta la puerta de su habitación. Pero no hizo nada. El sábado fue la misma historia, esta vez, encontró a la mañana siguiente el botiquín a sus pies cuando salió para desayunar.

Su corazón se emocionó. Jongin todavía estaba preocupado por él. Entonces, decidió ir el domingo también y ganar esa pelea, tomar el dinero y nunca volver. Compraría algo bonito y se lo regalaría como una confesión de amor. Estaba dispuesto a entregarse a Jongin, tenía la necesidad de hacerlo. Estaba motivado por eso, le contaría todo y terminaría con su martirio.

Ya en la noche, entró después de un suave golpe a la habitación de Jongin y lo encontró recostado sobre su cama, pensativo. El chico se puso de pie y se acercó esperanzado a él. Kyungsoo tomó su rostro y lo besó. Se habían extrañado tanto, que Jongin se pegó a él desesperado, haciendo que la caricia resultara mucho más apasionada de lo esperado.

–Te extrañé– susurró el menor de los dos, a escasos centímetros de su rostro.

–Me iré ahora.

–¿Qué? ¿A dónde?

–A trabajar– Kyungsoo sonrió e intentó besarlo de nuevo, pero Jongin no se dejó.

–Es peligroso, quédate conmigo.

–Es la última vez, te lo juro. Renunciaré hoy y haré las cosas bien.

–¿Qué es lo que haces? ¿De qué se trata este trabajo?– quiso saber Jongin, suplicante.

–Te lo diré cuando esto acabe. Te lo prometo.

Jongin se quedó molesto, preocupado, frustrado y herido en su cuarto. También estuvo recostado en el futón de Kyungsoo. Esperó y esperó por horas, entró y salió de su habitación, bajó las gradas y salió a la calle para esperarlo, pero Kyungsoo no regresaba. Estaba exasperado, el tiempo pasaba tan lento que el agobio formó un nudo en su estómago.

Finalmente, en la madrugada, escuchó los pasos. Salió desenfrenado para encontrarlo en las escaleras y lo abrazó. Kyungsoo dejó salir una risita y lo guió hasta su propio cuarto. Jongin revisó su rostro, tenía el labio partido otra vez, pero nada más, a parte de las heridas anteriores. Entonces, decidió examinar todo su cuerpo. Tenía moretones en sus brazos y en sus piernas, también un par en su vientre.

–¿Quién te hizo esto?– quiso saber el chico en un susurro.

–Una pelea clandestina que gané– ambos se recostaron sobre el futón.

–¿Pelea... clandestina?

–Me pagaron más por ganar tres días seguidos. Nunca volveré ahí, siempre usaba una máscara, así no conocen mi rostro y vine por otro camino cuando noté que me seguían.

–¿Te seguían?– Jongin parecía cada vez más alterado.

–Pero los perdí. No volveré, lo juro. Sólo quería un poco de dinero antes de dejarlo por completo.

–Entiendo– cuando Kyungsoo notó que el otro muchacho quería marcharse, tomó su brazo.

–¿Podemos dormir juntos hoy? Sólo... dormir.

–Podemos.

***

–¿Dónde está?–preguntó el hombre, con voz ronca.

–Lo perdimos, se dio cuenta que lo seguíamos.

–Encuéntralo– ordenó. –Consigue mi dinero de vuelta y mátalo. 

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