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7: Apoyo

7: Apoyo

Jongin se tomó la conversación que tuvo con Kyungsoo muy en serio a partir de ese día. Por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, se decidió a confiar en alguien y apoyarse en una persona que no fuera él mismo, para variar. Realmente, después de todo lo que había vivido con su nuevo amigo, estaba dispuesto a dejar de lado sus aprensiones y sus miedos para intentarlo y darle una oportunidad. Quería que Kyungsoo valiera la pena.

Kyungsoo, por su parte, terminó aceptando la propuesta después de una larga exposición de buenas razones para hacerlo, y se pasó a vivir en la misma casa de Jongin, dejando su horrible antigua habitación para siempre. La anciana estaba complacida con la nueva compañía y ayuda. El amigo de su inquilino parecía un chico bueno y ella se sentía confiada de su capacidad para leer a las personas.

Los resultados de la ardua limpieza y del cansado arreglo de la pequeña habitación que el nuevo arrendatario ocuparía también emocionaron a la mujer. Ella era muy generosa y amable con el recién llegado. Kyungsoo no confiaba en las cosas buenas, siempre pensaba que si algo era demasiado bueno para ser cierto, iba a tener que pagar un precio alto por tanta felicidad. Pero estaba dispuesto a dejar esos pensamientos negativos si se le regalaban unos segundos más con su nuevo mejor amigo.

Los dos chicos empezaron se tomaron la convivencia con la mejor de las actitudes. Empezaron a ayudarse para conseguir comida, iban y regresaban del trabajo juntos e intentan reunir dinero para sus planes futuros. Cada uno tenía el suyo, pero era agradable compartirlo con alguien. En la casa que vivían también colaboraban bastante en equipo. Pero lo que más reforzó su unión, fue que empezaron a visitarse por las noches. Tenían mucha más intimidad que antes y eran muy cuidadosos para no ser descubiertos.

Kyungsoo era el más ansioso, Jongin estaba sorprendido por eso. Normalmente se veía reacio a tener cualquier tipo de contacto cercano o físico con las personas, pero cuando se trataba de él, hacía todo lo posible por estar cerca y, cuando estaban a solas, se mostraba muy necesitado. Probablemente era la falta de cariño que había tenido toda su vida, Jongin lo entendía perfectamente porque le pasaba lo mismo, así que respondía encantado a sus caricias.

Y lo hacía, porque también quería tenerlo cerca, quería besarlo y quería tocarlo. Le encantaba que el cálido cuerpo ajeno llenara sus frías y solitarias noches. Al principio no se visitaban con mucha frecuencia, pero conforme iban aumentando los días, parecían estar más y más cerca el uno del otro. Empezaron a necesitarse mutuamente.

Casi todo parecía estar relativamente bien: el trabajo en la lavandería era estable, sus rutinas diarias casi no variaban y se estaban acostumbrando a ese estilo de vida. Pero, en medio de toda esa nueva y abundante felicidad, algo preocupaba al menor de los dos. Los días laborables iban bastante bien, pero algunos fines de semana, Kyungsoo se iba sin dar ningún tipo de explicación y llegaba muy tarde.

Lo que más le preocupaba, es cuando el chico no se dejaba ver hasta el lunes siguiente. Jongin, esperando y espiando, descubrió que llegaba herido. Eso lo mantenía en una constante preocupación y su mente empezó a imaginar cosas y sacar conclusiones apresuradas. Pensó que tal vez visitaba a su familia y lo golpeaban ahí como lo había comentado una vez. También podía tratarse de que tenía un trabajo peligroso o estaba haciendo algo malo. Lo último le quitaba el sueño. El chico tenía una expresión intimidante, pero ya lo conocía mejor y no le creía capaz de hacer daño. El hecho de que fuera abusado también lo preocupaba. ¿Cómo podía ayudarlo?

Mientras tanto, Kyungsoo se sentía miserable. No quería mentir ni ocultarle nada a Jongin, pero sabía que él no estaría de acuerdo con su trabajo secreto si se enteraba, así que fingía demencia siempre que su mejor amigo hacía alguna pregunta al respecto. Antes, ir a las peleas le hacía sentirse varonil, fuerte, orgulloso e independiente, casi indestructible. Pero eso había cambiado por completo y la vergüenza lo consumía, se sentía como un criminal. Sólo seguía haciéndolo porque quería conseguir suficiente dinero para poder ayudar a Jongin y poder huir con él en el futuro. Esa era su nueva motivación para su vida.

Era sábado y fue llamado para pelear. Llevó su máscara y suspiró, no quería hacerlo, nada que pudiera lastimarlo ahora resultaba agradable. Ser esperado por alguien provocaba que quisiera regresar a salvo y sin un rasguño que ocultar. Odiaba la idea de preocupar a Jongin. Él jamás había dicho nada, pero podía notar ese algo en su mirada cuando salía sin despedirse, fingiendo lo verlo.

La pelea fue mucho más dura de lo que hubiera imaginado. Ya no estaba en su mejor forma, así que intentó ser lo menos golpeado posible. Regresó a casa caminando, recibió la mitad de lo que solía por perder y, para empeorar todo, empezó a llover. Lo único que quería era regresar a la nueva habitación, cambiarse de ropa y acurrucarse en su cama. Se sentía desdichado.

Caminó con pesadez, tocando las paredes con su mano derecha mientras la lluvia lo empapaba. Intentaba pensar de manera positiva, como le había enseñado Jongin. Pensó en su comida favorita, en los besos de Jongin y en el olor de la lavandería. Sus zapatos también estaban completamente mojados por los charcos que se habían formado en las calles y eso hacía sus pasos más complicados.

Pero no se dejó caer, así que empezó a hacer planes, las cosas que quería conseguir con todo el esfuerzo que hacía trabajando como loco. Llegó a la casa de la anciana e intentó hacer el menor ruido posible. Cuando llegó finalmente al pasillo, con sus zapatos goteando en sus brazos, se fijó que la luz del cuarto de Jongin estaba apagada. Era lo obvio, no tendría por qué estar despierto esperándolo.

Se sacó toda la ropa mojada y la dejó en un rincón, se haría cargo de eso al día siguiente. Se puso algo cómodo y caliente, unos pantalones de algodón que le había regalado Jongin. Se recostó en su futón y se enrolló en él para abrigarse. Movió sus pies y se frotó las manos para ganar un poco de calor.

La imagen de Jongin invadió su mente cuando tuvo frío. Recordó todos los momentos que habían pasado y disfrutado juntos, pero especialmente su primera vez. Tenía tantas ganas de tenerlo a su lado en ese instante, de poder abrazarlo y besarlo. No lo aceptaría jamás, pero sus sentimientos por el otro chico eran cada vez más intensos y profundos. Eso se sentía bastante extraño y abrumador. Era un lujo que no se sentía capaz de afrontar.

Pensó en todos los posibles peores escenarios: ser cruelmente separados o Jongin rechazándolo. Lo había estado pensando un tiempo: quererlo era como un día de lluvia. A pesar de que son necesarios, a nadie le gustan los días lluviosos. A nadie le gustaba mojarse y nadie disfrutaba de días oscuros y tristes. Él se sintió en ese momento como la lluvia. Un ligero golpe en su puerta lo sorprendió.

Se puso de pie y abrió cautelosamente. Era Jongin. También estaba con ropa abrigada, porque era un día frío, oscuro y triste. Kyungsoo no dijo nada, no se atrevió a hablar porque, en parte, seguía metido en sus propios pensamientos negativos.

–¿Puedo pasar?– preguntó finalmente el chico. Kyungsoo pareció reaccionar recién en ese momento.

–Sí– se hizo a un lado y el otro muchacho fue enseguida hasta su futón.

–Hace mucho frío hoy, ¿puedo quedarme?

–Sí.

–Gracias.

Naturalmente, se acostaron juntos y se dieron calor. Kyungsoo lo abrazaba posesivamente mientras Jongin acariciaba su espalda, sus manos estaban tibias y la piel helada del recién llegado agradeció cada toque. Pronto, ambos estuvieron muy cómodos y abrigados. Kyungsoo le robó un par de besos, pero no pasaron de eso, ninguno de los dos sentía deseo en ese momento, sólo un agradable sentimiento de seguridad y felicidad.

–Jongin– le llamó Kyungsoo en voz baja.

–¿Mmm?– murmuró el chico como respuesta.

–¿Te gustan los días de lluvia?

–Sí, me gustan mucho.

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