5: Incertidumbre y estabilidad
Sus otros trabajos no pagaban tan bien como el supermercado. Fue un golpe económicamente fuerte para Kyungsoo la falta de su mejor sueldo. Tenía que pagar su alquiler, comer, hacerse cargo de todas sus necesidades básicas y reunir lo suficiente para poder escapar. Así que, a pesar de que iba a dejarlo si lo ascendían a cajero, tendría que aceptar más peleas a la semana para compensar la falta de paga de alguna manera.
No estaba en su mejor forma y, a pesar de que ganó unos cuantos encuentros, los golpes que recibió lo dejaron un poco maltratado. Sólo esperaba que la única persona que se preocupaba por él no sospechara. Pero era imposible, sabía que Jongin solía ser muy observador.
–¡¿Qué te pasó?!– exclamó el chico en cuanto lo vio y Kyungsoo se sintió mal por mentir.
–Tuve una fea caída ayer– dijo nerviosamente. Su mejor amigo no le creyó, sabía eso, pero no le exigió nada más.
–¿Te has puesto medicina?
–Es demasiado cara. No voy a gastar el poco dinero que tengo por unos rasguños.
Jongin rodó los ojos y se fue. Kyungsoo pensó que se había enojado con él y decidió que no tenía ánimo para rogarle, pero en realidad el chico regresó con el botiquín de primeros auxilios de la bodega.
–¿Podemos usar eso sin permiso?– quiso saber el herido.
–Si alguien me pregunta, diré que te golpeaste con una caja. Esto es para empleados, eres un empleado, ¿no?
Kyungsoo sonrió agradecido y se dejó curar. El otro chico estaba bastante cerca de su rostro y tuvo el impulso de besarlo, pero no se atrevía a hacerlo, no de nuevo, no en ese lugar.
Las hormonas habían sido demasiado fuertes y su primera experiencia había sido tan intensa que, sin hablar si quiera del tema cuando estaban juntos, se habían acostado dos veces más. La primera vez en el baño de la bodega cuando no había nadie más que ellos y fue un encuentro que no planificaron. Mientras tanto, la segunda vez pasó a las afueras de la ciudad en un lugar apartado con una casa abandonada que Kyungsoo conocía. Esa vez si se habían puesto de acuerdo.
–¿Escucharon los rumores?– interrumpió una de sus compañeras, Kyungsoo carraspeó porque había estado muy concentrado en los labios de su amigo.
–¿Que rumores?– quiso saber Jongin.
–Están despidiendo a las personas que estaban organizando la huelga. Todos los que fueron golpeados en las protestas, ¿lo recuerdan? Al parecer es suficiente razón para mandarlos.
–¿Y a los que participaban en las reuniones?– preguntó enseguida Kyungsoo.
–No lo sé, no creo que sepan de las reuniones secretas. Pero parece que los dueños quieren cerrar e irse sin pagar. Yo empezaré a buscar un nuevo trabajo. Igual, aquí no nos pagan dos meses.
–Gracias por la información– Jongin sonrió y tomó el botiquín y a Kyungsoo para irse de ahí.
Dejaron todo y siguieron con sus actividades. Sí resultaba sospechoso, especialmente porque su jefe parecía no aparecer desde que las irregularidades habían empezado. Él siempre estaba por ahí, encargándose de firmar papeles o revisando el desempeño de los empleados.
–Creo que al final, tenías razón. Deberíamos hacer lo mismo y buscar otro trabajo. Podríamos buscar algo juntos– propuso Jongin y Kyungsoo asintió con la cabeza. Hacía frío todavía, así que se acercó un poco a él.
–Deberíamos escapar– dijo sin pensar.
–Todavía falta para eso. Por ahora, necesitamos un lugar en el que si nos paguen, para poder comer.
–Me gustaría estar atrapado de nuevo. Teníamos todo, se preocuparon por nosotros y no nos culparon o cobraron por las cosas que usamos y que comimos. Además, estuvimos sólo los dos... fue cómodo– admitió el chico y Jongin sonrió.
–También me gustó estar contigo.
Kyungsoo, que iba a seguir hablando, se sonrojó tanto que tuvo que bajar la cabeza por un rato y se la cubrió con una mano. El otro muchacho comprendió su vergüenza y lo dejó recomponerse por unos instantes. Una vez que controló los latidos que golpeaban contra su pecho, decidió continuar.
–Me gustaría tener un trabajo donde no tengamos que establecernos en un lugar determinado. Podría ser uno donde viajemos y no tener el miedo de regresar a casa y encontrar que tus cosas no están. No tener la necesidad de acumular nada. No quedarnos el suficiente tiempo para que nos conozcan.
–¿Hablas de ser nómadas?– preguntó Jongin divertido.
–Siempre usas esas palabras. Pero, sí, podríamos sólo seguir un camino y no volver.
–¿Cómo los indigentes de los trenes que me contaste?– el menor de los dos no parece tomarse en serio sus palabras.
–Los indigentes que viven en los vagones abandonados no, es mejor si nos subimos en los trenes de carga, porque no necesitas pagar para viajar. Puedes subirte sin que lo noten y nadie irá a revisar durante el camino. Si tenemos pocas cosas podremos ir de un lado a otro, conseguir trabajos eventuales para comer e irnos cuando ya no estemos cómodos. O podríamos tener trabajo en el tren y nos estableceríamos ahí, eso es incluso mejor.
–Kyungsoo, hay algo importante que quiero preguntarte.
–¿Una pregunta? Claro, dime.
–¿Me estás incluyendo en tus planes ahora mismo?– otra vez, las mejillas del chico se pusieron completamente rojas.
–Sí, creo que sí.
Finalmente, unos días después llegó la resolución de que todos los empleados del supermercado fueron despedidos. Su jefe llegó un día, les dio dinero incompleto a todos, los sacó del lugar y les dijo que cerrarían. Al parecer, según los rumores que se escucharon y que circulaban por todas partes, había pedido demasiado dinero a un prestamista que lo amenazó con mandar matones. Empezó a pagar su deuda con los sueldos de sus empleados y, como última alternativa, había decidido huir.
No podían confirmar si eso era cierto, pero el lugar estaba cerrado y ahora necesitaban encontrar algo nuevo que tuviera un sueldo fijo. Kyungsoo no volvió a mencionar su idea de viajar en tren, pero notó que Jongin no estaba muy convencido. Por eso, decidió que eso se debía hacer sólo en el caso de una necesidad extrema.
Jongin continuó como empleado en la biblioteca y en la cafetería, mientras que Kyungsoo por un par de semanas pudo ir en turno completo a la construcción. Ambos buscaban dos puestos, ya que tenían secretamente la misma esperanza de poder seguir trabajando juntos y así tener una excusa para verse.
Después de salir del supermercado, se encontraban dos veces a la semana para ir en busca de algo juntos, con periódico en mano. Así fue durante un tiempo hasta que, un día, Jongin llegó tarde al parque donde se veían. Se veía cansado y sudado, como si hubiera corrido por un largo tramo sin descansar.
–¿Estás bien?– preguntó preocupado Kyungsoo, poniéndose de pie para ayudarlo.
–Ven conmigo– dijo el otro sin aliento. –Rápido.
–Pero, ¿qué pasa?
–Encontré algo para los dos. ¡Rápido!
Kyungsoo no dudó en acompañarlo, pero se asombró cuando su mejor amigo abrió la puerta. Un olor agradable los recibió mientras entraban por la parte de atrás de un callejón. Las paredes eran blancas y todo parecía muy limpio. El chico estaba, como poco, muy sorprendido.
–¿Qué es este lugar?
–Una lavandería.
–¿Lavandería?– el mayor de los dos lo miró con desconfianza.
–Los restaurantes o los hoteles mandan a lavar sus cosas en estas grandes lavanderías. Nosotros nos encargaremos de recibir los encargos, de etiquetarlos y de separarlos según el color. Luego, los acomodaremos con las etiquetas en paquetes para que sean entregados.
Terminaron su camino por el largo pasillo y se encontraron con un hombre mediano de aspecto tranquilo que les indicó el procedimiento, sus actividades con más detalle, los horarios y el sueldo. No era muy superior al de la bodega, pero tampoco tendrían que esforzarse tanto. Además, trabajarían juntos, hombro con hombro como un equipo de lunes a viernes. Kyungsoo dijo que sí sin pensarlo y Jongin lo premió con una gran sonrisa. Al siguiente día tendrían su primer día.
A pesar de que no tenían muchas expectativas al respecto, el lugar resultó mucho mejor de lo que ambos imaginaron. Los bultos de telas que tenían que cargar no eran para nada pesados, sus espaldas agradecieron eso. El olor era agradable y estaban lo suficientemente lejos de las lavadoras para que no los cansara, ni el sonido resultara insoportable. Además, todo estaba siempre muy limpio. Pasaban siempre solos, tenían su propio cuarto de trabajo y cumplían con todo, así que su nuevo jefe parecía estar complacido con ellos. Pagaban de manera puntual y tenían toda la mañana para conversar y de rato en rato, perderse entre tanta tela suave en apasionados besos.
Kyungsoo decidió que dejaría de ir los días de trabajo a las peleas y las limitó a los fines de semana, sólo para cosas que le pagaran bastante bien. Tenía una razón para no estar siempre lleno del golpes y moretones en su cuerpo, ya que no quería preocupar a la única persona que le importaba.
–¿Te gusta aquí?– quiso saber Jongin, mientras el otro chico separaba todas las prendas de color blanco en una gran canasta.
–Viviría aquí– bromeó Kyungsoo y ambos rieron.
–Sí, creo que yo también.
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