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27: Sólo un año, sólo tú


27: Sólo un año, sólo tú

–Son muy raros– comentó una de las señoras, acomodando sus compras en una canasta. –Casi nunca salen, compran cosas para los dos, siempre pagan todos juntos y se pasan metido en el restaurante de la señora Oh.

–Es que viven ahí, en la parte de atrás– añadió otra, mientras barría la entrada de su casa, retirando un poco la nieve. –Sólo compran libros y comida.

–Son muy misteriosos. La gente de la mina dice que nunca quieren reunirse con nadie y que sólo quieren estar juntos.

–Hay muchas chicas interesadas en ellos– la mujer bajó la voz. –Pero ellos no parecen interesados. Una dijo que incluso fue rechazada directamente.

–Pero que muchachita tan torpe, ¿cómo se le ocurre insinuarse así a un desconocido?– habló la señora con reprobación.

–No era una jovencita de bien– admitió la otra.

–¡Tan extraño! Que un muchacho sano y fuerte rechace a una mujer dispuesta.

Los chismes fueron interrumpidos por la señora Oh, que aclaró su garganta frente a las otras dos, que se asustaron al verla con el ceño fruncido.

–¿De qué hablan tan entusiasmadas?– preguntó con evidente tono de amenaza.

–De nada– dijo la señora que barría.

–¿Es verdad todo lo que dicen de tus inquilinos? Son medio... extraños.

–Cualquier cosa que escuchen de ellos es mentira. Son dos jóvenes muy atentos y responsables. No sé por qué la gente de este pueblo tiene la manía de atacar a los nuevos, tal vez por eso nadie quiere quedarse aquí. Quédense tranquilas, ellos no representan una amenaza para nadie.

La señora Oh tomó su canasto y siguió su camino, dando pasos fuertes y decididos, indignada por los comentarios maliciosos hacia los chicos, que jamás hacían daño a nadie. No podía permitir que su situación particular les empujara a huir, les tenía mucho cariño y deseaba protegerlos, sería capaz de hacer lo que fuera para que no salieran lastimados.

–¿No te parece extraño que los defienda así?– preguntó una de las señoras.

–Muy extraño.

***

Jongin estuvo rebuscando como loco en la pequeña tienda donde siempre conseguían libros, pero no pudo encontrar nada nuevo. Kyungsoo ya había leído todas las novelas disponibles. Quería encontrar el regalo perfecto para él. Ya le había comprado comida deliciosa o ropa abrigada para el invierno. Quería algo que lo pusiera feliz. Que lo emocionara hasta las lágrimas.

–Una fiesta sorpresa– susurró para sí mismo y corrió hasta su casa de regreso. Le había dicho a Kyungsoo que debían tener un respaldo de leña, porque vendría un frío más intenso. Con esa excusa, salió de la casa.

Cuando llegó al restaurante, encontró a la casera abriendo la puerta. Le ayudó con las compras, cargó las cosas y también se encargó de guardar los comestibles. Hablaron de cosas sin mucha importancia, mientras el chico buscaba la forma de pedir permiso.

–Señora Oh– le llamó suavemente. –¿Puedo pedirle un favor?

–Claro, cariño– aceptó ella enseguida.

–¿Podríamos hacer una fiesta? ¡Sólo los cuatro! Usted, Sehun, Kyungsoo y yo.

–¿Una fiesta?

–Sí, el cumpleaños de Kyungsoo se acerca y quería celebrarlo. Siempre hacemos las cosas los dos solos, pero ustedes se han convertido en una pequeña familia para nosotros.

–¡Me parece una maravillosa idea! Podemos cocinara algo delicioso– la mujer aplaudió emocionada y Jongin sonrió.

–¿Puede ser una sorpresa?

–¡Por su puesto! Lo organizaremos los dos y cerraremos más pronto. ¿Te parece?

–¡Sí!

Emocionado, regresó a la habitación corriendo, porque un helado viento empezó a soplar. Cuando abrió la puerta, encontró a Kyungsoo moviendo el arroz. Su hermosa sonrisa iluminó su rostro cuando lo vio llegar. Era un sentimiento extraño saludarse después de no haber estado juntos. Normalmente, iban a todas partes los dos, por eso no estaban acostumbrados a volver a verse. Entraban y salían de su hogar juntos.

Por eso, Jongin dejó la leña y sus cosas a un lado y se acercó para tomar el rostro de su amado, acunándolo en sus manos y acercándose para dejar un suave beso.

–Eso fue... lindo.

Kyungsoo se sonrojó y dijo que había preparado algo para comer, porque quería quedarse en casa, hacía demasiado frío. En ese momento, Jongin recordó algo muy importante. Hasta hace un año, su novio había sido un chico relegado y solitario. Vivía por su cuenta en un cuartito miserable y no confiaba en nadie. Tenía tres trabajos pesados y arriesgaba su vida en lugares peligrosos con tal de reunir el suficiente dinero para escapar.

Se habían acostumbrado muy rápido a la compañía del otro, pero tal vez era justamente esa necesidad de afecto que ambos tenían por sus vidas que eran tan cercanos. Todavía tenían mucho camino que recorrer. Su relación era reciente, habían vivido situaciones extremas y eso hacía que todo fuera intenso. Un amor forjado del dolor.

–¿En qué tanto piensas?– le preguntó el mayor de los dos, pero no pudo hacer más, porque Jongin se lanzó a sus brazos.

–Te amo– confesó y lo abrazó tan fuerte, que el chico tuvo que hacer sus esfuerzos para no alejarlo y respirar al mismo tiempo.

–Yo también te amo– Kyungsoo rió y besó su cuello, separándolo un poco para buscar su mirada. –¿Estás bien?

–Estuve pensando y me di cuenta que lo que parecía toda una vida juntos se trataba a penas de un año. Pero, yo en serio te amo. Daría lo que sea por ti y no me quiero separar jamás de tu lado. Mis sentimientos son sinceros y no encuentro la forma de demostrarlo.

–Lo estás haciendo ahora mismo– aseguró el más bajo y besó sus labios de nuevo. –¿Acaso no lo ves?

La comida estuvo sabrosa, tomaron también un poco de té para calentar el cuerpo y decidieron hacer algo diferente. Tal vez podrían ejercitarse un poco para no pasar recostados todo el día.

–Pero acabamos de comer– se quejó Kyungsoo. –Nos va a doler el estómago si hacemos esfuerzo físico ahora.

–Bien, conozco una forma de hacer ejercicio sin que nos duela nada por comer primero.

Kyungsoo dejó salir un gemido alto cuando sintió unos dientes clavarse con fuerza en su hombro. Jongin lo sostenía de la espalda y estaba golpeando tan rápido, que no pudo resistirse. Lo estaba cargando contra la pared y el esfuerzo era grande, ambos estaban sudando y era difícil mantener la cordura.

Las piernas del más alto empezaron a fallar, así que Kyungsoo empezó a besarlo mientras lograba alcanzar el piso y empujarlo hasta el futón. Lanzó a su novio sobre la suave superficie y se sentó sobre él. Era su pose favorita, Jongin lo sabía. Adoraba subir y bajar, apoyándose en el fuerte y tonificado pecho de su pareja. Cuando lo hacía, el otro chico clavaba sus dedos en sus caderas para ayudarlo. Lo habían hecho así muchísimas veces y jamás se cansaban.

Una gran marca en la deliciosamente blanca piel de su novio saltó a la vista de Jongin. Tal vez había mordido muy fuerte, pero por alguna razón el contraste le atrajo. Había visto el cuerpo de Kyungsoo golpeado muchas veces, era la primera vez que no le dolía pensar que le había dolido, porque sabía que lo disfrutaba. Afortunadamente, nadie podría ver eso.

–¿Qué te haría feliz?– preguntó Jongin y Kyungsoo jadeó.

–Tú.

–¿Nada más?

–Sólo tú. 

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