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26: ¿Juntos?


26: ¿Juntos?

El invierno iba a ser realmente duro ese año, todas las personas podían empezar a notarlo. Fue por eso que el trabajo en la mina se complicó, todos los empleados empezaron a quejarse porque las cosas se congelaban y era difícil realizar cualquier actividad, sin contar con todos los que se resfriaron por culpa del frío tan intenso y la ropa inapropiada. Después de un par de días de intentos, el jefe decidió que era suficiente, y que esperarían a que el tiempo mejorara.

Fueron unas inesperadas vacaciones para los chicos. No tendrían paga mientras no regresaran, pero el dinero no les hacía falta por el momento, así que aprovecharon el tiempo para encerrarse en su pequeño mundo. Tenían varios lugares reservados para sus ahorros por toda la habitación. No querían guardar su dinero en banco, porque eso significaba estar anclados a un lugar y ellos estaban siempre dispuestos a escapar en cualquier momento. Nunca podían saber lo que les esperaba.

De esa forma, decidieron tomar una parte de lo que habían podido reunir semana a semana y compraron libros de segunda mano, ropa un poco más abrigada, comida y leña. Mientras más frío hacía, más cerca colocaban el futón de la chimenea y más pegados dormían. Se sentían a salvo y felices cuando podían pasar el día entero en compañía del otro, descansando después de todo el esfuerzo que habían hecho en la mina.

Jongin metió algunas de sus plantas para salvarlas del temporal, Kyungsoo se dedicó a dar unos últimos detalles a la habitación que habían quedado pendientes y que no habían hecho por falta de tiempo y fuerza. Como no debían ir a la mina, ayudaban constantemente a la señora Oh en el restaurante y de esa forma consiguieron mucha comida gratis y sentirse útiles. Ambos se llevaban bien con el hijo de la casera, Sehun, que parecía disfrutar de la compañía de chicos más o menos cercanos a él en edad, sin contar que muchas de sus responsabilidades eran cubiertas cuando venían a colaborar. Eran siempre bien recibidos.

–Con esto es suficiente chicos, dejen estas cosas y yo me encargaré de cerrar. Vayan a casa, es tarde y hace frío.

Obedientemente, terminaron sus tareas y fueron por la puerta trasera hasta su casa. La mujer empezó a colocar algunas de las sillas sobre las mesas, incluso si unos cuantos clientes seguían en el local. No podía quejarse, pero sentía que a veces, la comida no se vendía tan bien como el alcohol, pero deshacerse de algunas personas era un poco difícil.

–Los conscientes demasiado– dijo el señor Young y la dueña del casa hizo un gesto de impaciencia al notar que todavía estaba en el restaurante.

El señor Young era un señor soltero y más o menos adinerado que cortejaba a la viuda Oh desde hacía muchos años, pero ella jamás le había dado oportunidad de nada que no fuera amistad o una buena comida. Aún así, él no perdía las esperanzas y siempre estaba alrededor, esperando algún día que ella aceptara sus incansables propuestas.

–Todo el mundo comenta que tus inquilinos son extraños y eso me tiene un poco preocupado. Nunca van a lugares públicos, sólo trabajan y las únicas veces que hacen vida social es cuando te ayudan aquí. ¿Por qué se esconden?

–Son reservados, deja a los chicos en paz– comentó la señora Oh y siguió con sus actividades.

–Es sospechoso, ¿tal vez se están escondiendo de algo? ¿Y si cometieron algún crimen en la capital?

–¡Por favor! Primero, ellos no son de la capital, no han vivido ahí en ningún momento. Su ciudad natal no está muy lejos de aquí. Son chicos tranquilos que no quieren problemas, son responsables, trabajadores, cumplidos y amables. Los conozco mejor que nadie aquí. A mi me conviene que no beban y causen problemas. Si fueran como todos los demás del pueblo, no hubieran durado mucho en esta casa.

Con evidente cansancio, la mujer siguió limpiando y arreglando todo. Los últimos clientes se dieron cuenta que se acercaba la hora de cerrar, así que pagaron y se retiraron. Frustrado, el pretendiente decidió mostrar un pequeño y último acto de galantería.

–Si hacen algo extraño, puedes llamarme– se ofreció el señor Young y ella sonrió, pero no parecía muy feliz.

–Está bien, pero es más probable que ellos terminen defendiéndome si es necesario. Me siento más segura con ellos viviendo aquí. Son jóvenes, fuertes y leales. No es fácil conseguir gente así en estos días.

–Tienes mucha preferencia por ellos– masculló el hombre fastidiado, evidentemente celoso, ella lo conocía ya. Nunca había hecho una escena, pero sus reclamos innecesarios, especialmente porque jamás habían tenido nada, solían fastidiarla muchísimo. No quería problemas con nadie en el pueblo, era la única razón por la que todavía lo soportaba un poco, pero de lejos.

–Me recuerdan a mi Sehun– añadió para apaciguar un poco a su odioso pretendiente. No quería que los chicos tuvieran un mal momento por culpa del insistente tipo.

–¿Los ves como tus hijos?– la señor Oh lo pensó por unos instantes. Esa era una buena descripción para sus sentimientos.

–Sí, como familia. Ellos han demostrado lo que valen y estoy muy contenta de tenerlos en mi vida.

–De todas formas ten cuidado, no puedes confiar en ellos.

–No puedo confiar en nadie– respondió la mujer y le pidió a su invitado que se retirara, porque quería cerrar.

***

Cuando Jongin se despertó, notó que Kyungsoo se frotaba un poco contra él, todavía estaba dormido y seguramente buscaba un poco de calor corporal porque hacía bastante frío. La chimenea tenía poca madera y por eso no abrigaba demasiado. El chico se puso de pie y colocó más troncos para alimentar el fuego. Cuando vio por la ventana, se dio cuenta que lo mejor era no salir de la cama.

Todo el patio estaba blanco y la nieve no dejaba de caer. Así que regresó a los brazos de su amado, que seguía con los ojos cerrados. La última vez que hubo una tormenta ellos eran casi dos desconocidos que terminaron atrapados en la bodega del supermercado donde trabajaban. Sus cuerpos se acercaron por necesidad, pero luego todo cambió con la cercanía. Todas las cosas que pasaron desde entonces, parecían un sueño lejano y le resultaba difícil creer todo lo que . Lo importante era su realidad actual.

–¿Qué deberíamos preparar para comer hoy?– preguntó Kyungsoo, colocando su pierna sobre la cadera de su novio mientras él los cubría.

–Comamos mucho arroz y sopa. Luego, regresemos y podemos leer acurrucados. Puedes terminar tu novela– propuso Jongin.

El chico asintió feliz. Había descubierto que, a diferencia de su pareja, él disfrutaba más de las historias largas y en prosa, no tanto de la poesía. La única que le gustaba era la de Jongin, pero había dejado de leerla cuando confesó que lo hacía.

Jongin casi muere de la vergüenza y no quiso ni saber lo que opinaba, a pesar de que Kyungsoo quería llenarlo de halagos, el muchacho sólo le hizo jurar que nunca volvería a leer algo que no estaba hecho para compartir. A pesar de que eso le causó mucha pena, porque adoraba meterse en las palabras de su novio, respetó por completo su pedido y se forzó a tener fuerza de voluntad para no invadir su privacidad.

–¿El asesino era el que pensaste?– Jongin tenía su propio libro en las manos, pero se desconcentró al ver a su pareja casi mordiéndose las uñas por la tensión.

–No, por eso estoy tan sorprendido. Parece que va a haber un giro inesperado.

Unos golpes inesperados interrumpieron la conversación de la pareja. Kyungsoo se puso de pie y se acercó a la puerta ante la insistencia. Como escuchó la voz de su casera, y no era posible que fuera otra persona, abrió de inmediato.

–¿Sucede algo?– preguntó el muchacho y ella les pidió de inmediato que se vistieran.

–¡Se está quemando la casa de la esquina! La gente le está lanzando nieve y agua al fuego, pero necesitamos manos.

Dispuestos a ayudar, salieron y entre todos los presentes colaboraron con la desafortunada familia que, gracias a la comunidad y al temporal, no perdió mucho. El esfuerzo físico que todos hicieron ayudó un poco, pero poco a poco, cuando todo estuvo controlado, el frío hizo que todos regresaran a refugiarse.

–Regresemos a casa, ya no podemos hacer más– propuso Jongin al ver a su novio tiritar.

–Es verdad. Tienen donde dormir, por suerte fue un costado de la casa. Vamos, seguro la señora Oh no está esperando?

–¿Ustedes dos viven juntos en una misma habitación?– quiso saber uno de los vecinos. Siempre los veía con recelo, ellos pensaban que era porque eran nuevos.

–¡Por supuesto!– exclamó la dueña del restaurante, apareciendo con un poco de comida para los damnificados. –¿Acaso estamos en una situación para pagar por una habitación cada uno? ¿Tus hijos no vivían todos en un mismo cuarto cuando fueron a la ciudad?

El comentario fue suficiente para que el hombre cambiara de tema y todos hablaran de la catástrofe, pero eso alertó a Jongin de inmediato. Evidentemente, no eran bienvenidos por todos los pueblerinos, y necesitaba saber por qué. Tenía sus sospechas, pero no quería sacar conclusiones apresuradas. 

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