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23: Podemos quedarnos


23: Podemos quedarnos

Kyungsoo tenía las manos sobre el pecho de Jongin, apoyándose sobre sus fuertes músculos mientras estaba sentado sobre él subiendo y bajando con movimientos suaves, pero firmes. Su novio tenía ambas manos sobre sus caderas, apretando fuerte y clavándole los dedos, como siempre hacía cuando intentaba contenerse un poco. El chico adoraba como el menor de los dos se mordían los labios con fuerza para no gemir fuerte con los ojos cerrados y una expresión completamente sensual.

Un par de pequeñas gotas de sudor cayeron sobre los pectorales de Jongin, Kyungsoo lo notó retiró el apoyo de sus manos para acomodar todo su cabello para atrás. El otro chico aprovechó aquel pequeño descuido para empujar más fuerte dentro de él, haciéndole peder el equilibrio y casi gritar por el placer que recibió. Terminaron sobre el suave futón con Jongin entre las piernas de su pareja, colocándolas en sus hombros y acercándose para atrapar su boca.

Se estaban besando apasionadamente en medio de un vaivén cada vez más rápido e intenso, cuando escucharon un toque en la puerta. Jongin se detuvo un instante, pero dejó de prestar atención inmediatamente. Kyungsoo por su parte se puso alerta y percibió un segundo golpe, esta vez mucho más fuerte. Miró a su pareja con espanto y, a pesar de que estaban en la mejor parte, tuvieron que detenerse.

–¿Quién es?– preguntó Kyungsoo en voz alta, poniéndose de pie y cubriéndose exclusivamente con la primera ropa que encontró en el piso.

–Soy la señora Oh– anunció la dueña de casa y los muchachos se miraron con los ojos bien abiertos, incapaces de reaccionar.

–Un... momento– pidió el mayor de los dos mientras le lanzaba su camiseta a Jongin, que seguía tendido sobre el futón, y buscaba su propia ropa.

–¿Qué hacemos, Kyungsoo? ¿Me meto al baño? Puedes decir que me estoy duchando– sugirió el chico.

–Sí, es una buena idea, acomoda un poco la cama, yo me voy a vestir y veo que me invento.

Kyungsoo abrió la puerta después de ponerse algo que pareciera de trabajo y no se le ocurrió que podía verse cansado, sudado, rojo o despeinado. Su respiración era agitada, no sólo por el susto y el lugar, a pesar de lo ordenados que eran normalmente, estaba un poco desastroso después de su desayuno tardío y su pequeño encuentro matutino.

–Buenos días– dijo educadamente y la mujer sonrió.

–¿Estás solo?– quiso saber sorprendida. Era fácil notar que Jongin no estaba alrededor en un espacio tan reducido.

–No, Jongin está aquí, pero se está dando una ducha. Hemos estado trabajando un poco. Queremos hacer más muebles para los libros y...

–¡Son tan trabajadores! Tengo tanta suerte de que chicos como ustedes estén aquí. Si no alquile este lugar antes es porque iba a ser demasiado trabajo para mí adaptarlo, pero ustedes han superado mis expectativas.

–No, no. Hacemos lo que podemos– estaba incómodo. Era obvio que había estado haciendo esfuerzo físico, pero su casa no se veía como si hubieran estado trabajando en muebles precisamente.

–Les traje de comer, pensé que estarían descansando después de ayer– comentó la señora Oh.

–¡Muchas gracias! Es verdad que nos levantamos bastante tarde– explicó Kyungsoo enseguida, la dueña de casa pudo notar que estaba nervioso, muy nervioso.

–Debieron dormir todo el día, se lo merecen. Sólo quería compartir algo con ustedes por su buen trabajo.

–No debió darse esta molestia. Le aseguro que pagaremos toda su bondad cuando nos establezcamos aquí.

–Eso no es necesario– la mujer miró alrededor y sonrió, porque el cambio de su vieja bodega era increíble. Notó, sin embargo, que sólo había una cama. Todo estaba en pares, menos la cama. –Bueno, supongo que están ocupados, regresaré al trabajo.

–Tal vez podríamos ayudarla hoy– ofreció Kyungsoo de inmediato.

–Hoy no, deben descansar. Mañana será un día muy duro.

Kyungsoo decidió limpiar un poco y servir la comida que la señora Oh les había traído y pudo escuchar que Jongin, efectivamente, se estaba dando una ducha. Él debería hacer lo mismo después. Cuando salió, se emocionó mucho al ver los platos y las cosas que su novio acomodaba para que se sirvieran.

–Quedó arroz del desayuno, con esto nos quedaremos satisfechos–anunció Kyungsoo y sonrió cuando Jongin se acercó a dejar un dulce beso en sus labios.

–¿Te asustaste?– preguntó el menor de los dos, mientras se sentaba, fresco como una lechuga, a servirse.

–Bastante, sería muy incómodo y peligroso que la gente de un pueblo tan pequeño supiera lo nuestro. No queremos problemas, ¿verdad? Es mejor si mantenemos un perfil bajo, trabajamos duro y ayudamos en lo que podamos a la señora Oh. Es muy amable y está agradecida por lo que hemos hecho con su casa, me gustaría no darle disgustos.

El resto del día, los dos muchachos dejaron todo listo y decidieron descansar. Durmieron parte de la tarde, comieron algo, leyeron juntos y volvieron a descansar hasta el siguiente día. Debían despertarse muy temprano para ir a la mina y trabajar duro. Si completaban la semana entera, verían su salario completo y podrían guardar en sus ahorros y comprar material para más arreglos.

Después de hablarlo mucho, decidieron que lo mejor era quedarse, dar una buena impresión a la gente del pueblo y retirarse cuando tuvieran suficiente dinero para una casa propia en un lugar lejano. Podrían pasar muchos años para eso, por eso deseaban sentirse cómodos en aquel pequeño poblado.

Temprano en la mañana, desayunaron, se pusieron su ropa de trabajo y se prepararon para salir. Todas las herramientas estaban en una pequeña bodega cerca de la mina. Cuando cerraron su casa con un candado viejo que necesitaban cambiar, encontraron a la señora Oh en el patio, sacando unas lavacaras.

–¡Buenos días muchachos! Es bastante temprano, ¿van a trabajar?

–Buenos días– respondieron ellos y Jongin se acercó para ayudarla, la mujer estaba agradecida.

–Este fin de semana prometemos ser de ayuda– ofreció Kyungsoo y el otro muchacho sonrió amablemente después de socorrerla con las cosas pesadas.

–Primero vean si tienen las fuerzas, su trabajo es bastante fuerte. Yo estoy acostumbrada a esto.

–Lo haremos si tenemos oportunidad– prometió Jongin y la señora acarició su rostro.

–Cuando regresen, pueden comer todo lo que quieran.

Kyungsoo y Jongin se pasaron toda la mañana picando roca, empujando carros con material, cerrando válvulas, aprendiendo a usar maquinaria y llenándose de suciedad. Se enteraron que el almuerzo lo comían, porque estaba descontado de su sueldo. Es decir, que recibían esa cantidad de dinero cada semana, que no era muy alto aunque les alcanzaría perfectamente, pero su comida de cada día estaba cubierta. Era una buena noticia.

La mayoría de sus compañeros de trabajo eran hombres de mediana edad que se esforzaban por mantener a sus familias. No había mucho material, pero al parecer lo que sacaban era suficiente para que el negocio siguiera por algún tiempo todavía. De todas formas, Kyungsoo aspiraba a conseguir algo menos pesado con el tiempo, pero no parecía haber muchas opciones.

Por la tarde, se les encargó llevar carros de roca hasta una construcción cercana que había comprado los restantes de la mina y tuvieron que empujar los pesados contenedores varias veces de ida y de regreso para completar la cantidad pedida.

Regresaron a casa y se dieron una ducha caliente cada uno, la señora Oh les dio de comer cuando estuvieron limpios y cambiados y ellos se ofrecieron a lavar los platos. En el anochecer, regresaron a su casa, cerraron la puerta y cayeron rendidos sobre el futón.

–Si dormimos este momento, nos despertaremos muy temprano mañana, ¿deberíamos leer un poco?– preguntó Jongin después de un rato, pero se dio cuenta que su novio estaba dormido. Le ayudó a sacarse un poco la ropa y ponerle algo fresco para luego arroparlo.

Con la poca fuerza que le quedaba, decidió escribir un poco, no lo había hecho en algún tiempo. Aprovecharía que su novio estaba completamente inconsciente por el cansancio para revisar su cuaderno y añadir unas ideas que rondaban su cabeza. Cuando buscó sus notas, el otro cuaderno cayó a un lado. Lo abrió y encontró sus poemas viejos, los que escribía hace muchos años, antes de conocer a Kyungsoo. Lo abrió al azar y se puso a leer.

Mientras todos los demás parecen

florecer y crecer hermosamente,

yo me hundo en lo más profundo.

Parece que voy a conocer al

dueño de la confianza que he

perdido, pero es imposible.

Todo arde, todo duele,

si la lluvia cae y unos bailan,

yo me ahogo. Intento escapar,

pero es imposible. Intento amar,

pero me pierdo. Todos los caminos

me asustan, si avanzo o si

retrocedo, ya no reconozco la realidad.

¿Es así como todo terminará?

La angustia me consume.

Si logro alcanzar ese brillante trozo de

metal y acercarlo lo suficiente a los

verdes y azules caminos de mi piel...

el juego terminará.

Jongin dejó caer unas lágrimas más de asombro que de tristeza. ¿Tan mal la había pasado? ¿Desde hace cuánto tiempo que esos espantosos pensamientos habían abandonado su mente? Se volteó para ver esos gruesos labios y ese rostro perfilado que le habían ayudado a superar la penosa soledad y agonía de su anterior vida. Cuando era un chico rechazado, viviendo en un cuarto y trabajando para apenas sobrevivir. ¿Cómo había logrado formar aquel pequeño y acogedor hogar? Se acercó y besó a su novio, recostándose a su lado.

Ya no quería escribir, lo haría cuando tuviera ideas más positivas. Si iba a dejar sus más profundos sentimientos en las páginas del cuaderno que le había regalado Kyungsoo, lo haría con palabras de aliento y de consuelo, no de tristeza y dolor. Eso tenía que quedar en el pasado. 

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