20: Bajo la tierra
20: Bajo la tierra
Era la primera vez que compraban billetes para un tren. Primero, iban como polizones, luego trabajaban. Fue mucho más cómodo ir en el vagón de pasajeros. Tuvieron donde dejar sus cosas y estuvieron cómodos.
Jongin estaba desesperado porque quería besarlo, pero no podían arriesgarse el público. Estaba más cariñoso de lo normal, porque lo había extrañado con locura. Incluso si habían estado juntos y dormido en los hostales, no habían tenido mucha oportunidad de estar realmente tranquilos. Mientras no encontraran un trabajo y pudieran viajar cada vez más lejos, no se iban a sentir tranquilos.
Llegaron bastante pronto y decidieron comer bien, para esperar a que la madrugada llegara. No podían quedarse en un nuevo hostal, así que buscarían donde establecerse, como siempre. Fueron a un lugar tranquilo y pidieron comida para los dos. Debían quedar bastante satisfechos, porque eso sería lo último que comerían en el día, a parte de un poco de fruta.
–¿Deberíamos pedir más arroz?– preguntó Jongin casualmente, Kyungsoo asintió con la cabeza e iba a responder, pero una conversación cerca de ellos llamó mucho su atención.
–¡Necesitan muchas manos para esto, todos los jóvenes se están yendo y no tenemos gente fuerte que trabaje!– exclamó un hombre grande y gordo a su compañero.
–Dejé volantes por todas partes, esperemos que alguien esté interesado. Nadie quiere quedarse en este miserable pueblo.
Kyungsoo miró a Jongin, el chico no había prestado atención a nada y seguía revisando el menú. Le dio ternura ver sus mohines porque no se decidía para su última comida decente del día. Por eso, decidió ponerse de pie e ir hasta donde los hombres.
–Disculpen, ¿están buscando jóvenes para un trabajo?– el chico se cercó al tipo grande y gordo. Al principio, pareció un poco sorprendido, pero enseguida soltó una carcajada.
–¿Estás interesado?– preguntó y le entregó una hoja con una dirección y una hora. –La minería es un trabajo duro, pero si no te importa quedarte en este mugrero olvidado por todos, es una oportunidad perfecta.
Kyungsoo hizo una reverencia y regresó a su mesa. Su novio lo miraba con preocupación y frunció el ceño cuando leyó el papel. Lo pensó por un momento mientras el otro chico se sentaba nuevamente, pero el miedo y la furia lo poseyeron. Jongin se puso de pie, dejando la carta y se retiró. Asombrado y un tanto desubicado, su pareja tuvo un mal momento intentando entender que pasaba y salió tras él.
–¿Jongin, a dónde vas?– preguntó con la respiración agitada.
–¿Quieres quedarte? ¿Estás loco? Debemos huir, estar en movimiento, estamos demasiado cerca.
–Escucha...
–¡No! No quiero escuchar, quiero que nos vayamos, que tomemos un tren y desaparezcamos de nuevo.
–Jongin.
–Nada, no quiero escuchar tus explicaciones. No quiero que nos recluten para nada, quiero ir a la estación de tren en la madrugada, quiero que hagamos eso y que huyamos. No echemos raíces en ninguna parte.
–Entiendo tu miedo, pero...
–¡No lo entiendes, no entiendes mi miedo!– Jongin empezó a caminar y Kyungsoo no sabía qué hacer. Sus cosas estaban encargadas en el restaurante, no quería perderlas. Ambos llevaban sus bolsos, pero el resto de sus cosas no podían quedar atrás.
–¡Jongin!– le llamó, pero el chico no hizo caso. Kyungsoo fue tras él y lo alcanzó. –Nuestras cosas.
Jongin se mordió el labio con rabia, se soltó de su novio y regresó al lugar. Pidió disculpas y fue tratado mal por entrar, sentarse, no comer y encima dejar sus tonterías. El chico aguantó sin decir nada, tomó su paquete y salió. Kyungsoo lo esperaba afuera. Tuvo que seguirlo por las calles hasta que llegaron a una parte que evidentemente eran las afueras del pueblo, ahí sólo habían animales y planicies.
–¿Por qué haces esto, Jongin?– le recriminó el mayor de los dos. –¿Por qué? Es una opción como tantas otras. ¿Tienes miedo? También tengo miedo, ¿quieres huir? También quiero huir. ¿Qué es lo que más temes? ¿Separarte de mí? Pues es lo mismo, tengo terror de dejarte de nuevo.
–¿Por qué quieres quedarte? ¿Por qué? Nos van a atrapar y te van a hacer daño.
–Jongin, esos hombres quedaron atrás, muy lejos. Hace tantos meses que desaparecimos, estuvimos en esa ciudad y nadie nos vio. Ir en un tren nos dio privacidad y una sensación de seguridad, pero que no iba a durar para siempre. ¿No entiendo tu miedo? ¡Tú no entiendes el mío!
–¿Y cuál es el tuyo?– quiso saber el menor, fastidiado.
–Que estés en el tren gritando y llorando y yo no poder llegar a ti. ¿Comprendes? Si tenemos un lugar a donde volver, en un pueblo pequeño, apartado e insignificante, nada nos pasará. Trabajaremos, viviremos escondidos, podremos reunir hasta comprar nuestra casa lejana en el campo. Si vivimos el un lugar, podemos hasta construirla.
Jongin se puso a llorar. se puso de cuclillas en el piso, abrazó sus piernas y luego tapó su rostro. Kyungsoo lo dejó sollozar por un rato, dando suaves golpes en su espalda cada cierto tiempo. Entendía la incertidumbre, ninguno sabía lo que podía pasar.
–¿Y si le damos una oportunidad? No es seguro que nos acepten, si no lo hacen, tomaremos el primer tren. Mi único objetivo en la vida ahora es estar a tu lado, no quiero pelear, quiero amarte. No hemos podido estar juntos en esos hostales llenos de gente mirándonos con paredes de papel donde se escucha todo.
–Quiero besarte.
–Yo también, Jongin. Quiero besarte y quiero abrazarte y quiero dormir contigo. Quiero estar bien y que encontremos la solución a nuestros problemas. No estamos siendo cazados, probablemente ya se olvidaron de nosotros y, si no es así, si nos quedamos aquí no volveremos jamás. No podrán encontrarnos, olvidarán mi rostro.
–Iré a lo de las minas contigo– dijo Jongin repentinamente. –Pero si hay algo peligroso, huiremos enseguida. Si nos descubren como pareja, huiremos enseguida. Si alguien se enamora de ti, huiremos enseguida.
–¿Si alguien se enamora de mí?– preguntó el chico sorprendido. Esa era una condición muy específica y, en su criterio, innecesaria.
–Si nos quedamos aquí, alguien podría conocerte y enamorarse de ti.
–Yo sólo tengo ojos para ti– aseguró Jongin.
Kyungsoo dejó salir una risita y movió la cabeza. Logró ver una roca grande y unos árboles a un lado. Era un buen escondite. Tomó sus cosas y empezó a caminar, mirando a su novio directamente a los ojos.
–Y yo sólo para ti– lamió sus labios e hizo un gesto con los ojos, Jongin entendió de inmediato.
–¿En serio? Demuéstralo.
La espalda de Kyungsoo chocó contra la piedra, mientras el más alto de los dos abusaba de su cuello, miró alrededor, pero nadie parecía estar a la vista. Los árboles los ayudaban a cubrirse y la roca no dejaba ver nada del otro lado, hacia el pueblo. Unas juguetonas manos se colaron en sus ropas mientras el chico dejaba salir respiraciones irregulares y pequeños jadeos. Encontró nuevamente los labios ajenos y deslizó su lengua dentro, mientras se colgaba del cuello de su novio. Era un beso desordenado y necesitado, menos cuidadoso de lo normal, pero muy sincero.
–Encontremos un lugar fijo para vivir– sugirió Kyungsoo, su novio estaba demasiado ocupado dejando una fila de besos por todo su pecho.
–Primero tengamos un trabajo– Jongin regresó a su boca y mordió su labio inferior, para hacerlo sisear.
Cuando la pareja llegó, con todas sus cosas al lugar indicado, se sorprendieron que fueron los primeros y casi los únicos. Como veinte minutos después, tres personas más aparecieron. Un hombre de barba descuidada dio instrucciones sencillas y dio varias opciones: entras, picas y sacas lo que puedes, manejas máquinas o te encargas de mover cosas, limpiar los contenedores y otras tareas.
Era un trabajo evidentemente difícil, pero al parecer las minas no eran muy profundas, la paga no estaba mal y había variedad de opciones. El supuesto jefe parecía bastante amable y su voz sonaba cansada, no parecía de los que gritaba y abusaba. Jongin tenía que aceptar que, entre todas las cosas, parecía una buena opción.
–¿Qué opinas?– quiso saber Kyungsoo.
–Bueno, no podrán encontrarnos bajo la tierra.
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