2: Justo ahí
2: Justo ahí
Más de un par de medias iban a ser necesarios aquel día. Kyungsoo buscó sus ropas más abrigadas, porque el invierno prometía ser bastante crudo ese año. Tendría que tener cuidado, porque lavar ropa no era buena idea en ese tiempo y usarla todos los días no era muy higiénico. Encontraría la manera de arreglárselas, siempre lo hacía.
Cuando llegó al supermercado, uno de los chicos con los que trabajaba estaba frotando sus manos, intentando calentarlas. Kyungsoo hizo un gesto para marcar su entrada y colocarse el mandil y los guantes de trabajo.
–El calor corporal es la respuesta para tu problema– aconsejó el recién llegado. –Si tus manos tienen contacto con cualquier parte de tu piel que esté caliente, se recompondrán más rápido que frotando.
–Es verdad. Muchas gracias, Kyungsoo.
–De nada, Jongin.
Ambos empezaron a trabajar y se ocuparon en sus actividades. Pero, quince minutos después de la hora normal de entrada, seguían siendo los únicos en la bodega. Al notarlo, Kyungsoo tuvo un mal presentimiento y no se sintió nada contento al respecto.
–¿Qué piensan? ¿Que vamos a hacer esto solos? Con el frío que hace, estar aquí en la bodega no es un chiste, deberían venir para ayudarnos.
–Es extraño que no vengan, nadie ha marcado desde que llegamos– acotó Jongin.
Todavía quedaba mucho que hacer, así que los dos chicos continuaron con su trabajo, comentando cada cierto tiempo que era muy raro que nadie apareciera. Tal vez la nieve, que había empezado a caer con fuerza, no dejaba que la gente pudiera llegar. Tal vez, sus compañeros habían pedido, inteligentemente, quedarse dentro del local en vez de ir a la bodega y ellos no fueron lo suficientemente rápidos para hacer lo mismo.
–No lo puedo creer, en serio nadie más va a llegar– dijo Kyungsoo, indignado, mientras seguía cargando cajas. Lo bueno del trabajo físico, es que había dejado de tener frío.
–Es verdad. Voy a ver qué pasó, la puerta estaba abierta cuando llegué, así que el encargado debió dejarla así. Es la primera vez que nos dejan por nuestra cuenta sin supervisión.
Kyungsoo hizo un gesto de fastidio, pero aceptó enseguida que Jongin tenía razón. Era necesario averiguar que pasaba. Estaba colocando unas cajas, cuando escuchó que su compañero se quejó porque no podía abrir la puerta.
–Estamos encerrados– informó Jongin, el otro chico se acercó, consternado.
–¿Cómo que encerrados?
–La puerta de la bodega parece congelada y está con llave. La de adentro bloqueada. Y, por lo que puedo escuchar, hay una tormenta ahí afuera. El viento sopla muy fuerte y no hay nadie.
–Tenemos que avisar que estamos aquí. Intentaré con el teléfono.
–Bueno, pues– el menor de los dos se rascó la cabeza. –Está desconectado desde hace varios meses. Creo que se dañó, no estoy seguro.
–Lo intentaré de todas formas– anunció Kyungsoo, pero perdió su tiempo, efectivamente el aparato no funcionaba.
Jongin se aburría con facilidad, así que mientras su compañero se desesperaba, buscando una manera de salir del lugar, o gritar con la esperanza de ser escuchado para que los auxilien, él se dedicó a seguir trabajando y moviendo las cajas, organizando los productos y revisando el inventario. Cansado, frustrado y molesto, Kyungsoo no tardó en reclamarle.
–¿Podrías dejar eso ahí de una vez? No te van a pagar por hacer ese trabajo. Al parecer, ni siquiera les importa que estemos aquí. Nadie nos avisó de la tormenta y probablemente moriremos de hambre y frío.
–No seas tan negativo. Organizo las cajas para hacer un fuerte, de esa forma estaremos en parte protegidos. También estoy seleccionando las cosas que podemos comer y las que no, pagaremos por ellas si es necesario. También hay un baño en este lugar, podemos usarlo para nuestras necesidades. Incluso hay muchos productos de limpieza. Tuvimos suerte de quedarnos en el lugar donde están todas las cosas de primera necesidad. Revisé el inventario, tenemos hasta medicamentos. No podemos encender una fogata, pero estaremos bien.
Lo más inteligente, desde el comienzo, era asegurar su supervivencia. Claro, Kyungsoo desesperadamente quería salir, pero no se dio cuenta que incluso si lograban tumbar la puerta o hacer algo al respecto, necesitaban comida y un lugar para pasar la noche de la forma más cómoda posible. Regresar a casa en medio de una tormenta era absurdo.
–¿Has revisado si tenemos mantas?– el muchacho fue capaz de notar su error, así que aceptó la buena idea de su compañero.
–No hay mantas, pero encontré toallas. De todas formas pueden ser útiles, si llegamos a pasar la noche aquí.
No les tomó mucho organizarse y el trabajo físico los mantuvo calientes y con una actividad que hacer para no desesperarse. Sentarse a sollozar no los llevaría a ninguna parte, y ambos estaban acostumbrados a los trabajos forzados.
Eran algunas personas las que trabajaban en el supermercado. Todos los de la bodega eran hombres y se dedicaban a sus cosas, no eran cercanos entre ellos y a penas si se dirigían la palabra unos a otros. Kyungsoo y Jongin eran de los más callados y distantes.
Probablemente se conocían desde hace un par de años y a lo mucho les había tocado hacer el inventario juntos alguna vez. La mayor parte del tiempo estaban cargando cajas y ordenando los artículos en la bodega, siguiendo las indicaciones que les daban. Jongin era bastante retraído y tímido, mientras que Kyungsoo casi siempre tenía una expresión que aleja a los demás.
–Se está haciendo tarde, creo que deberíamos dejar el trabajo por hoy. Sé que nos mantiene calientes, pero sobre esforzarnos puede traernos problemas después– aconsejó Kyungsoo, dirigiéndose enseguida al "fuerte" que Jongin construyó.
–Tienes razón, descansar nos puede ayudar. La calefacción en este lugar no es muy buena, pero por lo menos no moriremos congelados– comentó el menor.
–Hurra.
El mayor de los dos se sintió un poco avergonzado por su intento fallido de ser gracioso, pero se sorprendió al ver comoJongin sí se rió sinceramente de su mal chiste.
–Eso fue divertido– celebró el chico y Kyungsoo alzó una ceja, sin creérselo.
–Eres extraño.
–Lo sé– aseguró Jongin con una amplia sonrisa, pero enseguida cambió de tema. –¿Crees que deberíamos acomodarnos y dormir bastante? Como los osos, podemos comer mucho y luego hibernar. Si nos alimentamos bien, podremos mantener nuestro calor corporal.
–¿De dónde sacas toda esa información?– quiso saber Kyungsoo.
–De los libros. Trabajo en una biblioteca y me gusta ojear por aquí y por allá.
–Bueno, también eres interesante.
–Vaya, gracias– un poco avergonzado, Jongin le explicó a su compañero de encierro cómo podrían dormir para evitar tener frío o exponerse demasiado. Estaban cerca del baño, había comida y bebida en caso de que se despertaran hambrientos y podrían estar atentos si alguien los rescataba.
Kyungsoo le ayudó a acomodar las pocas toallas que habían encontrado, que servirían como mantas para el frío. Ambos estaban abrigados, en la medida de lo posible, pero parecía no ser suficiente. Por experiencia, Kyungsoo sabían que el calor corporal era lo que mejor para una situación como esta. Se lo había comentado a Jongin ese mismo día.
–Mientras más cerca estemos, mejor. Nos podemos abrigar mutuamente.
–¿Te refieres a dormir juntos?– preguntó Jongin, sin darse cuenta de las posibles implicaciones.
–Dicho así, suena extraño.
–¡Oh! ¿Cómo he sido tan tonto? Lo siento, me refería dormir cerca, el uno del otro. Lo siento si ha sonado mal.
–No, no. En todo caso tienes razón– aceptó Kyungsoo. –Técnicamente sería dormir juntos, porque estaríamos al lado del otro, tú lo has dicho.
Fue incómodo para ambos al principio, pero el cansancio y el frío fueron más fuertes. Pasaron así por unas horas hasta que el helado y fuerte viento que silbaba afuera despertó a Jongin. Un poco perdido e incómodo por la postura que había adoptado, le costó un poco darse cuenta que estaba en la oscuridad de la bodega, rodeado de cajas, unas toallas y el cuerpo de su compañero de trabajo. Sus piernas estaban entrelazadas y estaba a escasos centímetros el uno del otro.
La impresión hizo que el chico se moviera bruscamente, despertando sin querer a Kyungsoo, que dormía plácidamente a su lado. Ambos se quedaron callados y estáticos, no sabían qué decir ante las circunstancias. El mayor de los dos decidió hablar primero.
–Lo siento tanto, seguramente por el frío nos fuimos acercando más mientras dormíamos– para evitar más inconvenientes, se acomodó de tal forma, que se alejó, pero se mantuvo en el espacio que se mantenía todavía caliente.
–No debes disculparte, es lo mejor, ¿no? Por el frío, podríamos congelarnos por no... estar cerca.
–Sí, pero no quería incomodarte tampoco– admitió Kyungsoo.
–No me incomodas, en lo absoluto. Somos adultos, estamos en una situación desesperada. Es lo mejor.
–Sí, tienes razón.
El mayor de los dos se acercó un poco más. Acomodaron sus ropas y las toallas. Ninguno se durmió enseguida y, más bien, ambos empezaron a moverse sin encontrar una posición cómoda. Intentaron darse la espalda, pero empezaron a sentir frío de esa manera. Jongin se dio la vuelta y, sin querer, quedaron cara a cara. Estaban tan cerca, que sus narices casi podían tocarse.
Habían aceptado, silenciosamente, que sus piernas juntas los mantenía cálidos, pero esa cercanía de sus rostros los dejó en una situación, como mínimo, bastante comprometedora. Todo estaba bastante oscuro, pero no lo suficiente para que no notaran la cercanía del otro. Jongin iba a decir algo, quería hacer una broma para matar la tensión, pero no alcanzó a hacerlo.
Antes de que pudiera comentar cualquier cosa, los labios de Kyungsoo se presionaron sobre los suyos en un arranque completamente inesperado. Un segundo beso volvió a dejarlo estupefacto y sin ser capaz de hablar. Pero esta vez tampoco pudo pronunciar nada, porque el otro chico empezó a deshacerse en disculpas.
–¡Lo lamento tanto! No sé en qué estaba pensando, yo... simplemente no lo sé. Estaba, no... no debía hacerlo. Lo siento, tal vez es mejor si... duermo en otro lado y...
Esta vez, fue Kyungsoo quien se quedó sin palabras, cuando Jongin tomó su rostro, lo acercó al suyo y atrapó su boca para besar sus labios, esta vez con una intensidad mucho más grande y un contacto mucho más profundo.
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