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CAPITULO 12


HAILEY ROBERTS (8 AÑOS ATRÁS)

- ¡Papá, no, no, no encuentro mi calceta! ¡No te vayas sin mí! -me senté en el borde de la escalera con los brazos cruzados al no encontrar la bendita calceta.

- ¡Si no bajas en 5 minutos me iré y no te comprare tu helado! – escuche el grito de mi papá por la escalera.

- ¡¿Qué?! ¿Por qué? – cruce los brazos con más fuerza mirando al vacio.

- Llevas 30 minutos buscando una bendita calceta Hailey – escuche un suspiro a la vez que la puerta se abría – asi que ya sabes o te dejare.

- Eso es injusto... – susurre inflando las mejillas.

- ¡Te escuche!

- ¡Mamá, dile que me espere! – chille dándome la vuelta siguiendo, buscando la dichosa calceta.

- ¡Hailey tu calceta está en el ropero junto con tus libros! – exclamo mi mamá y yo sonreí corriendo a buscarla.

Corri buscando junto al ropero, pero seguia igual de perdida, me agache buscando debajo del buro. Al sonar un toque en la puerta levante la cabeza chocando con este – Auch – me queje sobándome donde habia recibido el golpe.

- ¿Ya lo encontraste? – pregunto mi madre mirando vacilante mi desastre.

- No – me acosté rendida en la cama – vayan sin mí, disfruten mientras yo me ahogo en mi sufrimiento y aburrimiento, vivan sin mi y consigan una nueva hija a que le puedan comprar una helado – tape mi cara dramáticamente.

-Por Dios, eres igual de dramática que tu padre – sonrio lanzándome el calcetín a la cara – vamos o de verdad nos iremos sin ti.

- No soy, soy, soy dramática – hice un mohín observando como se iba con una sonrisa.

Tome el calcetín poniéndomelo a una velocidad que flash se quedaría asombrado y paralizado. Al terminar baje parándome en el borde de la puerta con una sonrisa.

- ¡Listo! – levante las manos triunfante – vamos por mi helado – camine triunfante rumbo al auto.

- Un momento señorita – me tomo del hombro parándome enseco – Primero iremos...

-Por favor no me lleven al doctor – interrumpí juntando mis manos y poniendo mi mirada de cachorrito.

- ¿Por qué iremos al doctor? – sonrio mi papá al verme.

- ¿Cómo que por qué? La ultimas dos ocasiones eso hiciste – cruce mis brazos mirándolos con puchero – "vimis i cimprirti hilidi" ¡Y pum! Terminamos en el consultorio con un mono inyectándome – exclame moviendo las manos pero lo unico que escuche fueron risitas de parte de ellos - ¿De que se ríen? No fue divertido.

- Hubieras visto tu cara al llegar al doctor – rio mi papá y al momento recibió un codazo de mi mamá, quien estaba a punto de reírse.

- Algun día seré una gran doctora y cuando me lo encuentre le hare lo mismo – sonreí imaginándome ese gran momento en mi mente.

- Bueno ya, súbete al auto que iremos a ver a tu abuela...

- ¡Genial, podre contarle de la rana que diseque junto a Dick...

- Y a tus primos...

- ¿Qué? Pero, pero...

- ¿Cómo qué, pero? ¿Si te encanta ir con ellos? – avanzo junto a mi mirandome de reojo.

- Si, pero... ya nada- me subí al auto colocándome los audífonos.

Sumergí mi vista al teléfono ignorando la mirada de mi papa por la ventana. El camino fue más corto de lo que creí, siempre para llegar pasábamos por una carretera que era una de mis favoritas, pero mi papá decidía no cruzarla por los autos que cruzaban a gran velocidad. La casa de mi abuela era grande, pero de patio corto, tenia dos gatos y 3 pájaros, mis primos siempre llegaban a esta hora y de verdad esperaba que hubiera un gran tráfico y llegaran después de irnos.

Al bajar corri a la puerta con una sonrisa, toque 3 veces la puerta moviéndome a los lados mientras esperaba que abriera. Pero mi sonrisa desapareció a ver a mi primo más grande.

-Miren a quien arrastro el viento – una sonrisa arrogante me recibió - ¡Abuela ya llegaron! Pásale enana.

- Hola Marck – sonreí amable para luego escabullirme y correr a la cocina.

Al llegar mi nariz recibió un rico olor a pan el cual inundaba cada parte de la cocina. Mi abuela estaba parada con una bandeja en sus manos el cual sostenía una exquisitas rebanadas de pan con crema de avellanas.

-Corazón ya llegaste – sonrio mi abuela dejando de lado las rebanas de pan.

- ¡Tita! – sonreí abrazándola en un abrazo de oso el cual solo ella sabía dar.

Mi tita era especial, ella es mi corazón y so soy el suyo hasta el fin de los tiempos (al menos eso siempre me recordaba) nunca entenderé porque tenemos que crecer ¿Por qué no ser infinitos? ¿Por qué algun día tendremos que morir? ¿Por qué no podia hacer nada para que ella se quedara más tiempo conmigo? Eso era injusto, podia notar como cada día tenia mas arrugas y su cabello se tornaba aun mas de ese tono plateado.

- ¿Cómo ha estado el corazón de esta casa? – expreso posando un beso tronado en mi mejilla el cual sabia que por su labial habia quedado pintado ahí.

- Muy bien tita – le regresé un beso volado mientras me sentaba en la silla – sabes hice muchas cosas esta semana.

- ¿Asi? ¿Haber soy toda oídos? – me miro de reojo mientras untaba más panes con la crema.

- No me lo vas a creer – me calle un momento creando un suspenso el cual hizo sonreír a mi tita – diseque una rana – hice una explosión con mis manos.

- Ay pobrecita rana ¿No le dolió? – me miro preocupada y yo negué con la cabeza rapidamente.

- No tita, la rana ya estaba muerta solo la abrimos e hicimos la disecada – me quede pensando un momento tomando mi menton – no se si soy yo o tengo hambre, pero la disecada me suena a discada – mi tita rio mientras tomaba un sándwich del refrigerador.

- Creo que tienes hambre corazón – puso el loche delante mío además de dejar un dulce a un lado de el – secreto de nosotras.

- Gracias – susurre guardando el dulce discretamente.

El tiempo paso rapidamente, ni siquiera me habia importado la existencia de mis primos, todo iba de maravilla. Hasta que mis papas salieron por la puerta dejándome con ellos sola, pero por suerte mi tita estaba aquí para poner control. Mi tita tenía el don mágico de resolver los problemas en un santiamén, yo digo que es por su sabiduría de tantos años que por fin descubrió el secreto para aplacar a los animales de mis primos.

-Abu ¿Podemos salir a jugar al patio? – menciono el menor de mis primos mientras los demás corrían ya al patio.

- Vayan, pero no toquen mis plantas – el menor sonrio corriendo detrás de los otros dos niños - ¿Ves con ellos Marck y cuídalos quieres?

- Si abue – volcó los ojos parándose perezosamente.

- ¿Por qué no vas Corazón? – paso una mano sobre mi pelo mientras yo suspiraba lentamente.

- No me gusta, me hacen bromas que no me gustan – subo mis piernas hasta mi pecho colocando mi cabeza sobre su hombro.

- ¿Qué tipo de bromas? – apago la tele acomodándose en el sofá.

- Dicen que soy muy chiquita e irritable, se burlan porque cuando rio cierro mis ojos, también se ríen de mis granitos y se burlan cuando me trabo al hablar – me aprieto un poco más contra ella – no es mi culpa solo no puedo controlarlo y...

- ¿Qué pasa? – me mira confundida a mi silencio.

- Es que la semana anterior me mandaron a la tienda y me dio miedo comprar algo, pero no entiendo ¿Por qué en la escuela con los maestros no me pasa? ¿Por qué solo cuando ellos me miran pasa? – no se cuando una lagrima resbala por mi rostro.

- Ay cariño, ¿Por qué no me lo habías dicho antes? – con su pulgar limpia mi rostro delicadamente.

- No lo sé, queria ser valiente como ellos me decían que debia ser – me encogí de hombros restándole importancia.

- Eres especial – tomo mi menton levantándolo delicadamente – estos granitos son pasajeros y ellos algun día también pasaran por eso. el que te trabes no es malo, a mí también me pasa y poco a poco se va, y corazón tener miedo esta bien, nos demuestra que somos humanos y podemos sentir, el miedo es bueno, pero no nos debe dominar. Cuando sientas miedo respira, tomate tu tiempo, no te estreses.

- Sabes que te quiero mucho – sonreí haciéndola sonreír ampliamente.

- Ven vamos a la tienda, regresaremos enseguida – se puso de pie tomando una monedas de un frasco.

- ¿Y ellos? – apunte por la ventana.

- Que tu abuelo los cuidé, será su castigo por quemar mis empanadas – sonreí al ver como el abuelo se indignaba colocando una mano en su pecho.

Me encantaba salir a caminar junto a ella, el parque quedaba enfrente de la tienda y sabia que mientras ella compraba yo podria subirme a los columpios. Me senté meciéndome hacia delante y atrás con fuerza, mis cabellos volaban por el aire y podia escuchar mis risas resonando. Un niño como de mi edad se acercó lentamente sentándose en el columpio de alado cabizbajo. Voltee a verlo porque la curiosidad me carcomía al no verlo detenidamente, parecía triste de algun modo. Sin darme cuenta me solté cayendo del columpio.

-Auch – me sobe las rodillas sentandome en las piedritas del suelo.

- ¿Estas bien? – Unas estelas azules me observaban desde arriba con preocupación.

- Sipi, solo fue un raspón – sonreí amablemente y una mano me sorprendió por lo que la tomé con gusto.

Me levante sacudiéndome para volver a subirme como si nada al columpio. Los ojos azules me miraban cautelosos sentado en el columpio de aun lado.

- ¿Qué me ves? – pregunte al sentir su mirada en mí.

-Yo lo lamento – acomodo su postura mirando a los toboganes apenado.

- ¿Estas bien? – pregunte al ver moretones en sus brazos.

- Yo, si estoy bien – bajo la cabeza rascando su nuca.

- ¿Por qué no te meces? – pregunte meciéndome mas despacio, no me gustaba hablar con extraños, pero mi curiosidad me estaba ganando.

- Yo he no sé cómo – resoplo haciendo una mueca – ja, se andar en bici, en skate, pero mecerme en un columpio no.

- ¿Quieres que te ayude? – pregunte deteniéndome en el proceso – soy experta en los columpios.

- Te caíste ...

- Gajes del oficio – sonreí al ver como me miraba con desconfianza.

Lo tome de los hombros acomodándolo - ¿Listo? – observe como negaba con la cabeza y empecé a empujarlo despacio. Cerro los ojos al empezar a mecerlo con un poco más de fuerza y apretaba la agarradera al mismo tiempo. Sus cabellos rubios se movían junto al viento, después de un tiempo abrió un ojo despacio mirando como se columpiaba un poco mas alto. Sus ojos se abrieron con diversión y una sonrisa crecio en él.

- ¡Mas rapido! – exclamo con una gran sonrisa por lo que no me negué y lo hice.

- ¡Mira puedo llegar al cielo! – extendió una mano y yo reí al ver como intentaba llegar a él.

Me subí al otro columpio cuando dejé con suficiente fuerza. Tome la misma velocidad y me incline mi cara hacia el viento sintiendo como pegaba en mi rostro con suavidad.

Lo observe por un momento era lindo, tenia unos bellos rizos dorados y una piel demasiado pálida, era delgado tanto que estaba segura que al tocarlo podías sentir sus huesos, pero lo que mas destacaba de el eran sus ojos, unos grandes ojos azules eléctricos que parecían mágicos e hipnotizantes.

- ¡Esto es genial!... - fue interrumpido cuando solto su agarre cayendo al suelo – auch, ya se cómo duele también... jeje.

- ¿Estas bien? – me acerque ayudándolo a levantarse.

- Tu dijiste gajes del oficio ¿No? – sonrio vacilante – Tengo raspones, pero nada más – me mostro sus manos pálidas con pequeños raspones en ellas.

- ¡Hailey, ya hay que irnos! – mi abuela grito desde la banqueta tomando mi atencion.

- Supongo que ya te vas – sonrio un poco triste pero no entendía por qué – Hailey es un bonito nombre.

- ¿Enserio lo crees? – voltee a verlo incrédula.

- Suena como el de una princesa de Disney, asi que si – senti mis mejillas tornarse carmesí y el solto una risita.

- Nos vemos luego – tome su mano despidiéndome educadamente como una princesa – Luego nos vemos en los columpios... mhm

-Henry... Mi nombre es Henry – sujeto mi mano inclinándose con diversión.

- Es un bonito nombre Henry – me solté del agarre marchándome.

- ¡Por cierto! – voltee y el me miro de reojo – tienes bonitos ojos – sonreí al ver como era el quien sus mejillas se tornaron en color carmesí. - ¡Y una bonita sonrisa!


- Adiós – agite mi mano con energía al ver como el hacia lo mismo.

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