☬ 𝑠𝑖𝑒𝑡𝑒 ☬
𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 7
𝐸𝑐𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑝𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜.
MABELLE
—¡Yvett, cuidado!
Yo, que miraba hacia abajo para no tropezar y caer, levanté la mirada y ahogué un grito al ver caer a una de mis mejores amigas por un precipicio. Mis ojos se abrieron con horror. Paré en seco, creyendo que lo visto era producto de mi imaginación.
De verdad quería que fuera una alucinación. Cerré los ojos con fuerza y conté hasta tres, esperando que este paisaje no nos rodeara cuando los abriera. Sin embargo, eso no pasó.
Intenté regresar el tiempo atrás, pero no pude lograrlo. No tenía la energía suficiente para hacerlo. Sentía como si me hubieran arrancado una parte de mí.
Creo que Ariana y Yordrick también se sienten así.
De repente, sentí un dolor en todo el cuerpo. Algo quemaba dentro de mí. Caí de rodillas sobre el suelo rocoso. La tierra fría y dura me recibió. Lo peor no era eso. Era el dolor. Un dolor que se extendía por cada fibra de mí, como si Yvett hubiera dejado una marca en mi alma y esa herida se estuviera infectando.
—Mabelle... —La voz de Ariana resonó débilmente a mi lado.
La vi caer de rodillas también, su rostro estaba pálido y bañado en lágrimas. Su mirada reflejaba la misma desesperación que yo sentía, como si el vacío que había dejado Yvett nos estuviera consumiendo a todos.
—Ari... —murmuré, pero sonó como un susurro.
La angustia se apoderaba de mí, y el dolor se intensificaba, como si cada latido de mi corazón recordara su ausencia.
Yordrick apareció en mi campo de visión, tambaleándose antes de caer al suelo junto a nosotras. Su expresión era una mezcla de horror y sufrimiento, como si él también estuviera sintiendo el mismo desgarrador vacío. Nos miramos los tres, y en ese instante entendí que no estábamos solos en nuestro dolor. Era un lamento compartido.
Y entonces lo entendí todo. Mi cerebro funcionó bien. Éramos cuerpo, aura, mente y alma, eso estaba claro. Yordrick, Yvett, Ariana y yo estamos conectados como un todo. Al perder a nuestra aura, perdimos el equilibrio entre estos cuatro componentes. No estamos completos y la conexión que hay entre nosotros es lo que hace que sintamos este terrible dolor.
—No puedo... —dijo Yordrick en un hilo de voz—. No puedo soportar esto.
Yo tampoco, Yord...
Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas, y con cada gota sentía que el peso de la tristeza se hacía más insoportable. El dolor físico se unió al emocional, como si cada recuerdo de la Avalancha de nuestras vidas se manifestara en mi cuerpo, desgarrándome desde adentro.
Fue entonces cuando el mundo se volvió borroso. Las rocas, el cielo gris y las sombras que nos rodeaban se desvanecieron mientras la oscuridad comenzaba a envolverme. La última imagen que presencié fue la de Ariana y Yordrick con sus rostros distorsionados por el sufrimiento.
Caí al suelo, sintiendo cómo la conciencia se desvanecía lentamente. En ese momento, supe que no solo estaba perdiendo a Yvett; estaba perdiéndome a mí misma, junto a mis amigos. La conexión entre nosotros era tan profunda que el dolor de su partida nos había unido en una caída inevitable hacia la oscuridad.
Y así fue como los tres perdimos la conciencia.
• • •
—Siempre seremos mejores amigas, ¿verdad? —preguntó aquella niña de ojos púrpura y cabello blanco como la nieve.
Nunca había visto algo así, ni siquiera en la televisión, mi mente de cinco años no estaba acostumbrada a saber que alguien así existía. Ella era mi mejor amiga. Sólo la vi, le hablé y ahora somos mejores amigas.
Le sonreí con dulzura y asentí.
—¡Mejores amigas para siempre! —No podía ocultar mi felicidad.
Después de perder a mis padres —algo que no comprendía del todo—, llegar a este nuevo lugar y encontrar una amiga era maravilloso. Envolví a la niña en un fuerte abrazo y ella sonrío también.
—Nada puede separarnos. ¡Para siempre! —Eso había sonado como una promesa.
—¡Sí, siempre!
Los ecos del pasado son como sombras que me siguen, susurrando historias de lo que fue y de lo que pudo ser. Me siento atrapada en un laberinto de memorias, donde cada giro me lleva a un rincón oscuro lleno de risas y lágrimas.
La risa de Avalancha resuena en mi mente como un canto lejano, un recordatorio de la luz que una vez iluminó mis días. Pero, ahora esa luz se ha desvanecido, dejando solo el eco de su voz, como un faro apagado en medio de la tormenta.
Recuerdo aquel día hace años en que Yvett me preguntó si seríamos mejores amigas por siempre. Y yo, con la inocencia de la juventud, le prometí que nada podría separarnos.
Ahora, esa promesa pesa sobre mí. ¿Cómo pude haber sido tan ingenua? La vida es caprichosa y cruel, y las promesas a menudo se desvanecen como el humo. Aprendí que el tiempo no perdona y que los recuerdos son tanto un refugio como una prisión. Siento cómo el dolor me atraviesa como una flecha.
Duele haberla perdido de esta manera horrible.
Me pregunto si debería dejar ir esos recuerdos. Si debería intentar olvidar. Aunque, al hacerlo, siento que traicionaría todo lo que compartimos. Es como si cada recuerdo fuera una parte de mí, un hilo que teje la historia de mi vida. ¿Podría realmente deshacerme de ellos sin deshacerme a mí misma?
No podría, creo.
El peso de los recuerdos es abrumador. Cada instante vivido con Yvett se convierte en un ladrillo en la pared de mi tristeza. Me encuentro reviviendo momentos una y otra vez, buscando consuelo en lo familiar. Sin embargo, en lugar de alivio, solo encuentro más dolor. Es un ciclo interminable: recordar, sufrir, recordar de nuevo. Una parte de mí se aferra a eso como si fueran mi única conexión con ella.
Sabemos que todos estamos luchando con la misma sombra, pero cada uno tiene su propia forma de lidiar con ella. Me gustaría poder ser fuerte por ellos, por Ariana y Yordrick.
En esos momentos oscuros, me aferro a la idea de que Yvett querría que siguiera adelante. "No te rindas", susurra su voz en mi mente, como una brisa suave que acaricia mi piel. Quizás eso es lo que necesito recordar: que aunque su presencia física se haya desvanecido, su espíritu sigue vivo en mí.
Mientras ella siga en mis recuerdos, no morirá.
Decido enfrentar el peso de esos recuerdos con valentía. Los ecos del pasado no son solo recordatorios de lo que perdí; también son testimonios de lo que viví y amé. Y mientras continúe caminando por este sendero lleno de sombras, llevaré conmigo la luz de Yvett.
Elijo honrar su memoria no solo recordándola, sino también permitiendo que su amor me impulse hacia adelante. Aunque el camino sea incierto y lleno de obstáculos, sé que cada paso es un tributo a nuestra amistad. Así que respiro hondo y avanzo, dispuesta a enfrentar el eco del pasado y encontrar mi propio camino hacia la luz.
—Es hora de despertar, Mabelle. Te estamos esperando. —Escucho una voz muy lejana.
Y entonces abro los ojos en un lugar completamente diferente al acantilado.
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