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☬ 𝑠𝑒𝑖𝑠 ☬

𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 6
𝑌𝑎 𝑛𝑜 ℎ𝑎𝑦 𝑛𝑎𝑑𝑎 𝑚𝑎́𝑠.

—¡Yvett!

Corría lo más rápido que podía. Me detuve en seco al escuchar mi nombre. El príncipe Lorian iba a mi lado. Había escuchado la voz de Ariana en un grito de pánico. Volteé hacia ella.

Ari estaba siendo sostenida por dos hombres. Ella estaba de rodillas en el suelo. Detrás de la chica, otro hombre sostenía lo que parecía ser una daga —están a una distancia considerable de mi posición—. El mismo agarró a una de mis mejores amigas por el cabello, moviendo el arma hacia el cuello de ella con su mano libre.

Una pequeña gota de líquido rojo brotó y ahogué un grito. No, no, no. ¡Van a matarla!

El tiempo pareció detenerse mientras observaba la escena, mi corazón latía con fuerza en mi pecho. La desesperación me invadió y la adrenalina corrió por mis venas. No podía permitir que esto sucediera. Tenía que llegar hasta ella.

—¡Ariana! —No podía contener el terror en mi voz.

Mis piernas se movieron instintivamente, impulsándome hacia adelante. Cada paso era una lucha contra el miedo que intentaba paralizarme. El príncipe Lorian me seguía, su expresión era de preocupación, pero no podía detenerme a pensar en él.

Solo tenía ojos para Ari.

Los hombres la sostenían con fuerza, y el que tenía la daga parecía disfrutar del poder que ejercía sobre ella. No podía dejar que lo hiciera.

—¡Suéltala! —grité de nuevo, pero mi voz sonó lejana.

A medida que me acercaba, el hombre levantó la daga, y en un instante que pareció durar una eternidad, lo vi. La hoja brilló con una luz oscura. Mis pies se movían más rápido, aunque no era suficiente. Estaba a solo unos metros de ella cuando el hombre cortó su piel y la sangre comenzó a manchar su cuerpo.

El grito que salió de mis labios fue desgarrador.

Antes de que pudiera llegar a ella, un destello de luz iluminó la escena. De repente, todo se detuvo. El aire se volvió espeso y pesado, como si el tiempo hubiera decidido retroceder.

Y entonces, apareció Mabelle. Ella lo hizo con el poder de Lily.

Su figura brillaba con una luz suave, y el mundo a nuestro alrededor comenzó a desvanecerse. La vi avanzar hacia mí con sus ojos llenos de determinación y dolor.

—Yvett —dijo con voz firme—, sálvanos a todos y huye.

—No voy a huir —murmuré con la misma firmeza que ella—. No es justo que lo haga y ustedes se queden aquí.

—¡No lo entiendes! —Sonaba desesperada—. ¡Debes irte!

Asentí con firmeza, sintiendo que la angustia se transformaba en un propósito renovado. Sabía que tenía que estar lista para actuar en el momento adecuado.

Todo sea por Ari.

Un giro de energía nos rodeó a ambas, y en un parpadeo, la escena cambió. Nos encontramos de nuevo en el lugar donde todo había comenzado, pero esta vez con la oportunidad de revertir el destino de Ariana.

Miré a Mabelle, ella parecía debilitada. Habíamos retrocedido al menos cinco minutos en el tiempo.

• • •

¡

Corre, Yvett, corre!

Mis piernas van a todo lo que dan. Intento hacer que no me atrapen los guardias del castillo. Podría fácilmente usar el poder que me otorgó Yerreag y activar mi velocidad, sin embargo, no podía dejar a mi pelotón atrás.

Ahora que lo pienso, si hubiera utilizado ese poder para salvar a mi querida Ariana, no estaríamos en este punto de la historia. Así que, por pasar algo por alto, una de mis mejores amigas podría estar muerta ahora mismo. Menos mal que Mabelle apareció para salvarnos.

—¡Yvett, cuidado! —La preocupada voz de Hiram me hizo reaccionar.

Sin embargo, ya era demasiado tarde.

Me encontré con el borde del precipicio. Ni siquiera me di cuenta de que habíamos dejado el bosque atrás. Ni siquiera vi el final del camino.

La última imagen que vi antes de que el suelo se desvaneciera bajo mis pies, fue el rostro de horror que tenía Hiram. Sé que él intentó alcanzarme, pero no lo logró. Vi su rostro asomarse por el acantilado.

Gritó mi nombre una última vez mientras yo caía en el abismo. La caída fue larga, parecía que nunca llegaría al suelo.

Para entonces ya había aceptado mi muerte. La sensación de caer era surrealista. El aire me golpeaba la cara, y el viento aullaba a mi alrededor, como si la naturaleza misma intentara gritarme que me detuviera, que no siguiera adelante. Sin embargo, ya no había vuelta atrás.

—Lo siento, chicos —susurré en un último intento de aferrarme a algo.

Mi vida, mis decisiones, todo había llevado a este momento. ¿Por qué no había usado mi poder? ¿Por qué había dejado que el miedo me detuviera? ¿Por qué estaba cayendo si hace apenas un par de minutos estaba allá arriba?

La oscuridad se acercaba rápidamente, y con cada segundo que pasaba, sentía que mi cuerpo se preparaba para el impacto. La caída me había enseñado una lección cruel: los momentos más decisivos de nuestra vida son aquellos en los que no tenemos control.

Finalmente, el suelo me recibió con un golpe brutal. El dolor fue instantáneo y abrumador. Sentí cómo cada hueso de mi cuerpo protestaba al chocar contra la tierra. Pero, lo peor no fue el dolor físico; fue la sensación de que todo se desvanecía.

La oscuridad me envolvió. Los sonidos del mundo exterior se desdibujaron y la luz se extinguió lentamente, dejando solo un vacío profundo y aterrador. No podía moverme, no podía gritar. Todo lo que había sido hace un momento atrás se desvanecía.

En medio de esa oscuridad, recordé las risas compartidas con Ariana y el resto de mis mejores amigos. Recordé la pasión con Hiram y de cómo había sido nuestra última conversación en mi castillo.

Me invadió una ola de tristeza al darme cuenta de que quizás nunca tendría la oportunidad de cumplir esa... ¿promesa? De no dejar morir lo de nosotros, que ya no nos esconderíamos más. En unos días los planes habían cambiado tanto que dolía.

Dolía que todo terminara en este trágico final.

No mueras, Adoptada. —Escuchaba cinco voces en mi mente.

Sonreí mentalmente, aunque dudo que lo haya hecho en realidad. En la oscuridad, vi imágenes de mi vida desde que estaba en el orfanato con mis mejores amigos.

Recordé cada cosa que pasó hasta este preciso momento. Y cuando ya no hubo nada más que repasar, ya había soltado la poca vitalidad que me quedaba. Ya estaba muerta, ya no hay nada más.

Y luego, de nuevo todo se volvió oscuro.

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