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☬ 𝑐𝑖𝑛𝑐𝑜 ☬

𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 5
𝑈𝑛 𝑎𝑙𝑖𝑎𝑑𝑜 𝑖𝑛𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎𝑑𝑜.

¿Yerreag? ¿Andeera? —Los llamé a través de mi mente—. Por favor, contesten.

Observo la habitación con detenimiento. Necesito distraerme y ninguno de mis Flyggers contesta a mi llamado. Sólo puedo comunicarme con ellos y siento el vínculo muy lejos, creo que mi voz no llegará hasta allá.

La soledad de la habitación se extendía como una sombra y la ausencia de mis Flyggers se sentía más aguda que nunca. Me levanté de la silla junto a la ventana, donde había estado intentando concentrarme en el paisaje de los grandes jardines —y también para ver si mi pelotón pasaba por allí—, pero el viento frío que entraba me recordaba que estaba atrapada aquí, lejos de todos.

No quiero estar aquí.

Esto es muchísimo peor que cuando la reina Vriahl y el rey Callahan me apartaron del señor Mack y mis amigos.

Escuché la puerta abrirse y pensé que por fin iban a dejarme salir. Me giré rápidamente. Allí, apoyado en el marco de la puerta, estaba un chico. Tenía el cabello rojizo desordenado y una mirada curiosa en sus ojos oscuros. Me analizó con detalle y al instante me sentí incómoda.

—Hola —dijo, sonriendo con timidez—. No quería interrumpir tu abrumadora soledad.

—No es interrumpir —respondí, sintiéndome menos incómoda—. De hecho, me alegra ver a alguien más. Me llamo Yvett.

—Yo soy Lorian. —Se presentó, haciendo una reverencia hacia mí, creo que sabe sobre mi estatus de princesa—. Trabajo en la cocina. A veces me escapo para explorar. Este lugar es tan grande que siempre hay algo nuevo por descubrir.

—¿Explorar? —pregunté, intrigada—. No pensé que alguien se atreviera a hacerlo en este castillo tan perturbador.

El chico soltó una risa corta. Me fijé en que debe tener poco más de veinte años.

—La curiosidad es un buen aliado en un castillo como este. Aunque, debo admitir que me he perdido varias veces. La última vez terminé en una biblioteca polvorienta llena de libros antiguos. Fue fascinante.

Ante la mención de la biblioteca, no pude evitar recordar mi castillo. Extraño perderme en las letras.

—¿Te gustan los libros? —inquirí, sentía que era algo en común.

—Mucho. —Asintió, su entusiasmo era evidente—. Hay tanto conocimiento escondido entre las páginas. A veces me imagino lo que sería vivir en las historias que leo.

—Yo también —confesé con una pequeña, pero notable sonrisa—. A veces siento que estoy atrapada en una historia que no elegí.

—A veces, las historias más interesantes son aquellas que no elegimos —mencionó, acercándose un poco a mí.

Eso sonó realmente poético.

En ese momento, sentí que había encontrado un amigo en este castillo odioso. Sin embargo, sólo por pertenecer a Astrac, algo me decía que no podía confiar del todo en él. Así que debía tener cuidado.

Lo miré una última vez. El cabello rojizo me recuerda al de la reina, sólo que ella lo tiene rizado y el chico no. Los ojos marrón oscuros casi negros me recuerdan a los del rey. Y ahí fue cuando me di cuenta.

—¿Eres el príncipe? —cuestioné, algo decepcionada—. Mentiste. No trabajas en la cocina. Todo este teatro fue para que confiara en ti y bajara la guardia.

—Soy el príncipe Lorian de Astrac, sí. Pero, no vine para hacerte bajar la guardia ni nada por el estilo.

—¡Mi pueblo! —exclamé con horror—. ¡Mientras yo estoy aquí ustedes pueden estar destruyendo mi pueblo! ¿Dónde están mis amigos?

Soy consciente de que sueno como una loca, sin embargo, lo que menos importa es eso.

—Princesa Yvett, ¡cálmese! —Alzó un poco la voz—. Dios... Eres sólo una niña.

Esto último lo dijo más para sí mismo.

—Yo tampoco quiero esto —aclaró apresuradamente.

Salió de la habitación y escuché como murmuraba una palabra contra la puerta, cerrándola al momento y dejándome encerrada con un hechizo que sólo él podría revertir.

• • •

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que vi al príncipe Lorian. Mi corazón latía con fuerza mientras la realidad martilleaba en mi mente. Estaba atrapada, no solo físicamente en este castillo, sino también en una historia que parecía no tener final.

—¡Lorian! —grité, aunque mi voz se perdió en el silencio de la habitación.

Me acerqué a la puerta, apoyando mi frente contra la fría madera, sintiendo la presión de la situación. No sabía qué estaba ocurriendo afuera, ni qué le había sucedido a mis Flyggers o a mis amigos, pero la idea de que estaban en peligro me llenaba de pánico.

Dejé salir un par de lágrimas de rabia.

De repente, escuché un murmullo bajo y el sonido de pasos que se acercaban de nuevo. La puerta se abrió lentamente, revelando a Lorian, que parecía más decidido que antes. Había deshecho el hechizo.

Me pregunto qué querrá.

Quizás hacer que me hunda más en la miseria.

—No puedo dejarte aquí —dijo él—. No es seguro.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté, sintiendo una mezcla de desconfianza y esperanza.

Él príncipe miró a ambos lados del pasillo para comprobar que no había alguien y volvió a mirarme.

—Tienes que prometerme que no intentarás escapar sin mí.

—¿Por qué debería confiar en ti? —Me crucé de brazos—. Eres el príncipe, y no tengo idea de cuáles son tus verdaderas intenciones.

Lorian suspiró, su expresión se tornó seria.

—Lo sé, Yvett. No puedo cambiar lo que soy, pero te prometo que no estoy aquí para hacerte daño. Quiero ayudarte a salir de este lugar.

Su sinceridad me hizo dudar por un momento. Había algo en su mirada que me decía que no era un enemigo.

—Está bien —acepté finalmente—. Te prometo que no intentaré escapar sin ti.

—Entonces vámonos. —Extendió su mano hacia mí.

Tomé su mano con firmeza y juntos cruzamos el umbral. El aire frío del pasillo nos envolvió y sentí una mezcla de emoción y miedo al dar el primer paso hacia la libertad.

Sin embargo, antes de que pudiéramos avanzar mucho, escuchamos un ruido sordo al final del corredor. Lorian se detuvo y miró hacia atrás, su expresión se tornó grave.

—Debemos ser rápidos —susurró—. No sé cuánto tiempo tendremos antes de que se den cuenta de que has desaparecido.

Corrimos por el pasillo y cada paso resonaba en las paredes antiguas del castillo. Mi mente estaba llena de pensamientos sobre mis amigos y el destino de mi pueblo mientras Lorian guiaba el camino con seguridad.

—¿Dónde están los Flyggers y el pelotón? —Quise saber.

—No lo sé —respondió—. Haré todo lo posible por encontrarlos. Tienes mi palabra.

Necesito los hechos, no las palabras.

La determinación en su voz me dió fuerzas mientras continuábamos nuestra huida. Sabía que estaba arriesgando mucho al confiar en él, sin embargo, algo dentro de mí sentía que Lorian era más que solo un príncipe atrapado en su propio destino; era un aliado inesperado en esta lucha por la libertad.

A medida que nos adentrábamos más en el laberinto del castillo, sentí una chispa de esperanza encenderse en mi pecho. Tenía la oportunidad de escapar. Tendría que pensar en otra cosa para crear una alianza sin la necesidad de un compromiso.

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