Capítulo 2: El Deber De Un Rey
Desde que Ben fue coronado rey, sus deberes habían aumentado considerablemente. Su rutina diaria variaba desde juntas exhaustivas con el consejo a primera hora y pasar todo el día encerrado en su oficina hasta altas horas de la noche revisando papeles de importancia.
Eso, aunado a su relación con Mal, lo tenían agotado. Siempre supo que ser rey no iba a ser fácil de ningún modo, pero a veces solo quería pasar tiempo con su novia y no podía porque tenía demasiadas cosas por hacer. Siempre habían muchas cosas por hacer. Y desde su compromiso, cuando frente a todos puso un anillo en su dedo, no ansiaba otra cosa más que hacerla su esposa.
La puerta de su oficina es tocada un par de veces, sacándolo de su concentración. Revisaba un documento sobre la nueva ley que permitía una relación más estrecha entre los reinos pero agradeció mentalmente a la persona detrás de la puerta ya que comenzó a sentir que aquello no iba a ninguna parte. Tiró de su corbata para aflojarla un poco y se apoyó en el respaldo de su silla.
—Adelante.
De inmediato la puerta es abierta lo suficiente como para que la cabeza de Mal se asomara. Él sonrió de manera automática al verla con su nariz arrugada.
—¿Estás muy ocupado?— preguntó cautelosa, sin querer interrumpir sus deberes.
Ben se puso de pie y comenzó a acercarse a su novia, la calidez en su pecho aumentando al verla tan hermosa y radiante. Mal entró por completo y tomó la mano que él le ofrecía.
—Para ti nunca—La jaló lo suficiente como para depositar un beso dulce y casto en sus labios, mientras con su mano libre acariciaba su mejilla con suavidad— ¿Qué sucede?
—Bueno, no te he visto en todo el día y no contestas mis mensajes—murmuró sintiendo sus mejillas arder ante la mirada intensa y esa sonrisa de lado que la ponían en apuros.
—Lo siento. He tenido muchas cosas por hacer, pero necesito distraerme. ¿Quieres ir a comer?
Mal sonrió con aire astuto, inclinando la corona de rey como usualmente hacía. Ben rió inclinándose una vez más para darle otro beso, pero antes ella giró un poco su rostro a modo de que sus labios terminaron en su mejilla. Ben sopló haciendo que un ruido extraño sonara y esta vez ella fue la que rió.
—Acepto solo si me llevas a comer helado de fresa después.
—Lo tendrás —prometió.
—Ya sabía.
Mal colocó ambas manos en sus mejillas y con cuidado unió sus labios.
—¿Nos vamos?
Ben asintió, enlazando sus manos para luego salir de la oficina. Mal comenzó a platicar sobre lo aburrido que era su día si no tenía reuniones como Dama de la Corte. También le dijo que sus amigos estaban ocupados con sus respectivas parejas y se sentía un poco sola sin él. Ben la escuchó atentamente y se dijo que procuraría no dejarla sola tanto tiempo, no quería por ningún motivo que se sintiera descuidada de su parte también.
—Es que los chicos ni siquiera parecen recordar que existo. Hasta Evie prefiere pasar su tiempo con Doug y no conmigo— confesó, sintiéndose inevitablemente reemplazada. Evie ya ni siquiera le preguntaba como estuvo su día, pocas veces la veía entre las comidas y era todo— Jay y Carlos ni se diga. No me necesitan para nada.
—Mal, no creo que tus amigos lo hagan con intención. Deberías hablarles y decirles como te sientes, recuerda lo que pasó cuando no me dijiste a mí lo que sentías— sugirió Ben— Además, si yo pudiera, créeme que no me separaría ni un segundo de ti. Ellos se deben de sentir igual.
—Nuestra amistad debe ser mayor. Lo prometimos antes de llegar aquí. Juntos hasta el final...
—Y lo están. Siguen siendo amigos.
—Pero ya no es lo mismo...
Ben se detuvo, pero antes de que pudiera seguir alentando a Mal para que hable con sus amigos de una vez, el sonido de unos pasos apresurados lo hizo mirar al final del pasillo, por donde la figura del Hada Madrina y sus padres aparecieron. Ben frunció el ceño sin soltar la mano de Mal.
—¿Sucede algo? —preguntó, más que nada por inercia, pues sus caras respondían perfectamente a su pregunta.
—La barrera localizó a un grupo de desconocidos entrar sin aviso—informó Adam, con rostro impaciente —Muy cerca de los límites del Reino.
—¿Es posible?
—Lo es, aunque no sin ayuda de magia lo suficientemente avanzada para romper mis artilugios— recitó la mujer vestida de azul.
Mal miró preocupada a su prometido. Ben suspiró.
—Entonces manden guardias. Que los traigan de inmediato aquí. Si son intrusos deben dar cuentas de lo que hacen en este territorio —ordenó con voz firme, ganándose la aprobación de sus padres.
—Yo iré a avisarle al jefe de seguridad.
—Gracias, Hada Madrina.
Cuando la mujer se fue, Ben se dirigió a sus padres.
—Reúnan al Consejo. Cuando lleguen los extraños que los lleven al salón del trono. Iré a cambiarme.
—Claro, hijo. Mal— Belle le sonrió a la pelimorada y luego salió del brazo de su esposo.
—Perdón, Mal. No podremos ir a comer como te había dicho—murmuró apenado, cambiando el rumbo de su destino, hacia la habitación que compartían desde hace poco más de tres meses.
—No te preocupes, Ben. Es tu deber.
—Y el tuyo también— añadió—, futura Reina de Auradon.
—Ah, cierto, casi lo olvido.
Al llegar a la habitación que ambos compartían, Ben se vistió con el traje que usaba regularmente cuando tenía esta clases de cosas. Juicios, sobre todo. Mal eligió vestirse de acuerdo al protocolo, sabiendo que era su deber ahora, ya no le molestaba más.
Su deber como la futura reina de Auradon ya no le asustaba, pues estar al lado de Ben era motivo suficiente como para querer quedarse y afrontar todos los deberes y dificultades que conllevará ese puesto.
(...)
—¿Ya te dije que te ves hermosa? — susurró Ben antes de entrar a donde había citado a todos.
Mal afianzó el agarre de su brazo enlazado con el de Ben y sonrió apaciguando sus nervios.
—¿Dices que no siempre lo estoy? Me ofendes, Benjamin.
—No pongas palabras en mi boca, cariño— besó su mejilla y un par de guardias abrieron las puertas para ellos, inclinándose cuando pasaron—. Y aquí vamos.
Adentro ya estaban la mayoría. Los enanos, el Hada Madrina, su hija Jane, sólo por mencionar a algunos. Mal notó a Evie sentada tras una mesa a los costados. Estaba molesta con ella, así que ni siquiera correspondió a la sonrisa que le dirigió y tomada del brazo de Ben se colocaron en el lugar que les correspondía. Se sintió horrible pero se dijo que ella era la que se había olvidado de su existencia desde hace varias semanas. Y no podía olvidar el rencor que le tenía por eso, muy a su pesar, pues la extrañaba horrores. La miró de reojo. Evie la miraba con extrañeza y se apresuró a desviar la mirada a Lumiere, quien estaba de pie platicando con la Sra. Potts.
—¿Alguien sabe cuánto tiempo tendremos que estar aquí?— gruñó Grumpy.
—Me acaban de avisar que ya vienen— dijo el jefe de los guardias—. Son siete personas, mi rey. Tres mujeres adultas, un adolescente, un bebé y dos hombres adultos.
—¿Han dicho algo?
—No mucho, señor. Se limitaron a decir que no buscaban problemas. Mis guardias dicen que son gente, por demás, extraña.
—Gracias.
—¿Ben?— Mal tomó su mano que descansaba en el brazo del trono y se inclinó— ¿crees que sean enemigos?
—Espero que no. Bastante tenemos con Uma suelta.
—Sí, ojalá que no.
—No te preocupes, todo estará bien, ¿de acuerdo?
Mal asintió.
En ese momento las puertas fueron abiertas de par en par. Todos con la vista puesta en el grupo de extraños.
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