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Capítulo 3.

Amber Williams

Días después...

Llevamos prácticamente una semana perdidos en esta inhóspita selva. Aún no han venido a rescatarnos, aunque quizás jamás lo hagan. No tiene pinta de que quieran conocer lo que ocurrió con el avión y los pasajeros, ya que si les interesase, estarían investigando hasta dar con la verdad. Y sí, esa verdad es que solamente John y yo somos los únicos supervivientes de tal accidente.

Con el transcurso de los días, he aprendido a elaborar lanzas más eficaces, cuchillos de una piedra bastante afilada e incluso he mejorado la táctica de caza. Ya consigo trepar sola por los árboles sin necesidad de pedir ayuda. Ni siquiera me es necesario coger mucha leña, pues en las últimas cuarenta y ocho horas recolecté madera suficiente para mantener la llama de la hoguera bastante avivada. Esto último, logra que los animales salvajes se espanten y no se acerquen a nuestra zona de confort, donde hemos construido un pequeño campamento.

A su vez, John y yo competimos por saber quién de los dos caza en el menor tiempo posible, quién fabrica lanzas y armas blancas más punzantes y eficaces, y quién es el líder. Obviamente, la líder soy yo, y aunque él intente destronarme, no lo consigue.

Pero ahora voy a ser lo más franca posible. Últimamente John y yo, como consecuencia de los piques tan intensos que llevamos a cabo, chocamos muchísimo. Discutimos de una manera indescriptible, e incluso podría añadir que dormimos en casetas diferentes. Y parecerá una estupidez, pero nunca habíamos dormido separados por una discusión tan estúpida como esta. Pero también es cierto que jamás nos imaginamos estar aquí, perdidos en el corazón más sombrío de la jungla, pues nadie se imagina que el avión en el que viaja puede estrellarse en cualquier momento, sufriendo un colapso y cayendo en picado a quién sabe dónde.

Ambos sabemos que actuamos de una manera muy competitiva y escasamente sana. Ahora mismo nuestra relación podría catalogarse como relación tóxica o enfermiza. Y no, no sé qué ocurrirá en los próximos días de supervivencia.

Termino de cocer el reptil que cazamos en el río y comienzo a comer tras apartarlo del fuego. John se encuentra sentado en una gran roca y me observa sin quitarme ojo.

—Ven a comer —le pido sin cruzar miradas.

—Come tú —contesta bruscamente.

—Allá tú si quieres morir de hambre —digo encogiéndome de hombros.

Doy un mordisco al reptil y el sabor me hace la boca agua. Comienzo a salivar constantemente y sin remedio alguno, y decido hincarle el diente al almuerzo aún más rápido.

Cuando acabo, me pongo en pie y avanzo hacia mi caseta para descansar. Sé que me está mirando y me inquieta.

—Ponte a comer y deja de observarme. Me pones nerviosa —espeto seriamente.

Escucho un sonoro suspiro salir de sus labios y alzo la vista buscándole con la mirada. Cuando lo diviso, está con la cabeza gacha.

—¿Qué nos está ocurriendo, Amber? —cuestiona cabizbajo.

—Estamos perdidos en una selva, John. Estamos expuestos a cualquier clase de peligro, ya sea por muerte, enfermedad o envenenamiento por alimentarnos de lo que cazamos. Así que yo no puedo estar bien —anuncio con honestidad.

—Somos una pareja y parecemos enemigos, Amber. ¿No te das cuenta? —pregunta manteniéndose en sus trece.

—Sí me doy cuenta pero ahora mismo me interesa más sobrevivir —contesto sin más.

Clava su mirada en la mía y por una vez, lo que reflejan nuestro ojos es egoísmo, competitividad, instinto de supervivencia. En resumidas cuentas, la ley del más fuerte.

—Estás siendo muy egoísta. No te reconozco.

—John, ¿cómo demonios pretendes que no sea egoísta cuando los escasos alimentos que encontramos no dan para abastecernos los dos? —pregunto sin rodeos.

—Pues compartiendo, Amber. Buscándonos la vida. Quiero que seamos cómplices de este tormento, no simples enemigos que luchan por una meta concreta, que es sobrevivir.

—Te recuerdo que he sobrevivido gracias a ti. Me has enseñado a desenvolverme en esta situación, a fabricar armas, a cazar, a construir casetas, a hacer una hoguera. Me has inculcado todos tus conocimientos acerca de la supervivencia y ambos lo estamos llevando mejor de lo que esperábamos. Y ten claro que no voy a dejarme vencer. Si puedo buscar la manera de pasar el tiempo sin pensar en que jamás volveremos a ver a nuestros seres queridos, lo haré, y si la única forma es luchar por sobrevivir contra la naturaleza y el mundo animal salvaje, ten por seguro que lo haré. Y ni tú ni nadie va a hacerme cambiar de opinión —sentencio finalmente.

Su rostro es un poema. Está confuso, completamente atónito por lo que acaba de escuchar. Pero es la verdad. Si tengo que competir, compito. Si tengo que luchar, lucho. Por una vez que pienso en mí y no en los demás, no voy a quedarme atrás. Bastante se han burlado en mi infancia y mi adolescencia como para seguir tolerando las mismas actitudes por parte de la gente. En situaciones extremas, nadie está contigo; es más, ni siquiera arriman el hombro para que puedas llorar sin problema alguno.

—Has cambiado en cuestión de días —añade él mirando al suelo.

—La gente cambia, John. Y a mí esta experiencia me ha hecho cambiar. Ahora soy más competitiva, luchadora, valiente, creo en mí misma...me he superado personalmente. No pienso dejarme vencer por haber sufrido un accidente y si el avión se precipitó contra esta frondosa selva, fue por el mero hecho de darme una lección. La vida quiere enseñarme a luchar, a valerme por mí misma, a afrontar los miedos e ir contra ellos.

Se encoge de hombros y comienza a comer. Su mirada se torna fría, nostálgica, dolida. Y ahora sí que no me mira. Ni siquiera de reojo.

Suspiro profundamente y decido echarme unos minutos para evadirme de la realidad, para soñar con que todo es una pesadilla en la que estoy atrapada y de la que jamás podré salir.

John Kerry

Alzo la vista y la veo durmiendo. Termino de comer y decido acercarme a observarla. Siempre me ha gustado verla dormir. Parece un ángel, a pesar de convertirse en el mismísimo demonio cuando se malhumora. Es demasiado buena pero caer aquí la ha cambiado por completo.

Es cierto que era una chica cohibida como consecuencia del bullying que sufrió, pero esta experiencia la está convirtiendo en un ser irreconocible. Podría decirse que apenas la conozco. El cambio ha sido tan drástico que me daña por completo.

Y sí, es doloroso ver cómo la persona que amas tan hondo, te daña sin percatarse de ello. Está cegada por la angustia de no volver a reencontrarse con sus familiares, de saber que jamás volverá a Tennessee a disfrutar de su verdadera pero antigua vida. Sabe perfectamente que todo ha cambiado, que ya nada es lo mismo. Ni siquiera nuestra relación.

Antes de precipitarnos aquí, éramos una pareja feliz, que se amaba incondicionalmente, que se apoyaba mutuamente y satisfacía las necesidades fisiológicas y afectivas del otro. Pero ya nada es igual. Nuestra vida ha dado un giro de ciento ochenta grados. Ella se ha convertido en un ser egoísta, que solamente piensa en sí misma, aunque lo niegue, y yo he pasado de ser todo un valiente a ser un individuo débil, que siente que sus días están contados.

Acaricio su rostro despacio para no despertarla. Disfruto de la suavidad que desprende su cuerpo y de la tranquilidad que refleja mientras se encuentra en el quinto sueño. Sonrío inconscientemente ante tal belleza, pues a pesar de todo no he dejado de amarla.

—Ojalá la situación fuese distinta, pequeña —murmuro en su oído.

Vuelvo a sonreír mientras mis dedos vuelan por la suave textura de su pálido rostro, lleno de magulladuras y heridas de guerra. Esta imagen es la que tuve antes del accidente y de la que jamás volveré a disfrutar si ella no me lo permite.

Pero es inevitable no quererla. Era una chica frágil, de las que se venía abajo con cientos de comentarios despectivos que conseguían alejarla de todo ser humano que se acercase a ella. Pero como ella misma ha mencionado: la gente cambia. Cuando eso ocurre, es realmente imposible esquivar el obstáculo que dicha persona pone en tu camino.

Llegué a su vida para salvarla, para hacerla sentir segura de sí misma, para que luchase contra todo y contra todos, y acabó enamorándose de mí, al igual que yo de ella. Y es cierto, las cosas pasan por algo de manera inesperada.

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