Prefacio
Su vida, si se le podía llamar así a lo que estaba llevando, le parecía vacía y aburrida. A su alrededor todo era insoportable, insano, y ya no podía más. Después de todo, nunca estuvo de acuerdo con los que le rodeaban y mucho menos, al percatarse de como querían manipularlo...
Al principio pensaba que la sobre protección de «su amada familia», era por su propio bien. Que solo querían alejarlo del mundo que supuestamente los condenaba y así, mantenerlo a salvo. Pero no, todo era un proyecto macabro para «enseñarle» u obligarle, a odiar a todo aquel que fuera como ellos lo llamaban, «inferior».
Sin embargo, cada vez se interesaba más por aquello que le era prohibido. Quería con desespero conocer lo que le ocultaban con tanto ahínco. Y como era de esperar, intentaron convencerlo de todas las maneras posibles de lo inútil que era explorar. Por supuesto, no les hizo caso y su actitud abrió en el reino algo así como «La caja de Pandora». Nunca fue su intención desatar tal caos, pero aquello le sirvió para escapar. Solo quería saber qué había más allá, sin intermediarios, sin nadie que influenciara su manera de ver las cosas; y así lo hizo...
Los siguientes diez años los pasó viajando. Llegó hasta lo más recóndito, conoció lugares, personas, pensamientos, opiniones y aunque las advertencias de su familia habían sido exageradas, comprendió que en el fondo tenían algo de razón. Había pensado que le sería fácil demostrar que podía convivir a gusto con los «normales». Si eso sucedía, todas las teorías y fundamentos que sostenían siglos de guerras entre clases, serían arrojados a la basura. Pero se equivocó.
Unos lo soportaban en silencio, otros lo rechazaban abiertamente, pero cuando descubrían su verdadera naturaleza: todos, sin excepción, le temían. Lo llamaban demonio, y decidieron centrarse en las ancestrales y sangrientas leyendas, en lugar de darle una oportunidad a lo que tenían en frente.
En parte, fue su culpa. No supo explicarles ni mucho menos defender lo que era. Porque, ¿qué era en realidad? Podía negarlo una y mil veces pero todos a su alrededor tenían razón, no existía humanidad en él.
Era un monstruo... y punto...
Cuando pudo darse cuenta, estaba otra vez demasiado cerca del lugar de donde había salido. Era como un imán que le atraía, parte de su esencia, ¿su hogar? Fue entonces, cuando estuvo a un paso de rendirse y volver a su infierno, que algo inesperado llamó su atención...
—Suena interesante, ¿por qué no probar? —se dijo en voz alta mientras observaba el cartel que tenía en frente.
«Se buscan jóvenes con talento para la música y el baile».
A lo largo de sus cientos de años, notó que le apasionaban demasiado las artes. Podía ser un poco cliché que los de su clase se caracterizaran por ser buenos amantes y magníficos artistas, pero ya quedamos en que no podía cambiar siglos de historia y a pesar de odiarse con todas sus fuerzas, esa peculiar parte de él, le gustaba.
«¡Ah, pero no escarmiento!, ya he visto como es vivir con los "normales" en un mismo lugar», continuó explicando para sí mismo, intentando buscar un pretexto para no cometer aquella locura.
Mas nada de lo que pensaba le convencía. Y es que no era del todo cierto, sí que había vivido rodeado de ellos, pero manteniendo una distancia prudente, «juntos, no revueltos». Y aunque en ocaciones se había descuidado, provocando que le descubrieran y tuviera que mudarse varias veces, la mayor parte del tiempo le había resultado fácil ocultarse.
Siempre tuvo claro que no quería lastimar a nadie. Retener las ganas no suponía un problema para él, pero claro, solía hospedarse en lugares apartados y poco poblados, muy distinto a lo que ahora pretendía. La nueva aventura requeriría de su máximo esfuerzo para controlar su sed. Había escuchado como eran de pequeñas aquellas viviendas dispuestas para los trainings, y no simpatizaba nada con tener que estar veinticuatro/siete rodeado de jóvenes hormonales.
No lo lograría.
—¿Tambien te vas a presentar a las audiciones? —Una voz bastante grave y segura lo sacó de sus pensamientos—. ¿Qué quieres hacer?... O mejor dicho, ¿qué quieres ser?
«Buena pregunta: ¿qué quiero ser?», repitió para sus adentros en una profunda pero rápida reflexión.
Y como si ese chico pelinegro y de mirada gatuna fuera un oráculo, pudo ver en sus ojos la respuesta que tanto estaba buscando.
«¡Quiero ser famoso! Pero no uno cualquiera: quiero ser recordado por siglos. ¡El mejor!».
—Digamos que ser idol se acerca bastante —respondió con cierta satisfacción en su voz—. Noah. —Se presentó al tiempo que realizaba una pequeña reverencia.
—Xiang —dijo el otro chico imitando su acción y ambos entraron sin titubear en aquel lugar.
Aquí, Noah conocerá a seres especiales, distintos. Quienes le ayudarán a encontrarse, le enseñarán a aceptarse, y a vivir. Pues antes de llegar a ellos, él estaba muerto, él era el monstruo que todos aseguraban que era. Por ellos aprenderá a amarse... y a amar.
¡Atentos!, esta es la historia que voy a contar: la de un monstruo que encontró su salvación gracias a la amistad.
Mis queridos Cherry trees, ganamos este hermoso premio a la mejor portada (sensilla) en «Pequeños Corcursos», organizados por editorialsol2022
Hola, hola, mis cerezos hermosos. ¡Regresé!
He decidido publicar esta historia que estoy reescribiendo hace algún tiempo. Espero que los cambios les gusten porque serán abismales jjj. O sea, les recomiendo que la vuelvan a leer porque de inicio a fin será completamente nueva.
Sin más, Kim kisses para todos. Los amoooo.
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