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Capítulo 10

—¡Ni se te ocurra hablarme! —exigió el conde al ver a su consejera de vuelta—. Ve primero a bañarte, ¡con azufre si es necesario! ¡Quítate el olor de ese maldito de encima!

La vampira siquiera asintió y siguió su camino hacia su habitación. ¿Quién rayos le había dicho al muy maldito que ella quería hablarle? Lo menos que necesitaba en aquel momento eran estúpidos reproches o el típico: «¡Te lo dije!» que se leía en los ojos del conde. Su mente no encontraba descanso. Su garganta atragantada con un nudo cruel llamado «orgullo», desesperación, soledad... no le permitía tomar el aire suficiente para respirar. ¿Por qué seguía pensando en los besos de aquel inhumano? ¿Por qué después de ser tratada de aquella manera tan ruin, su cuerpo todavía atesoraba la sensación de cada una de las caricias de aquel malvado ser?




—Ya puedes salir —informó Jessi y Nina se removió en el suelo.

—¿Tan pronto?

—El conde acaba de perder a su preciada estratega y está de malas. Necesita que lo adulemos y le digamos lo increíble y capaz que es —explicó la original con exuberante sarcasmo.

—¡Imbécil! ¿Quién se mete en una guerra que sabe que perderá?

—No creo que lo supiera. Tal vez, estaba seguro de que con las cartas que tenía, su victoria estaba asegurada, pero jugó mal y ahora las cosas se irán complicando cada vez más.

—Jessi, a veces eres un poco ingenua —espetó Nina con ironía—. ¿En serio crees que todo era parte del plan de Jongin? Puede que el destino haya logrado engañar al conde, incluso al rey que ha pasado por alto algunos detalles, ¿pero a ti? ¿Una original? ¿Cómo es posible que no sepas que el destino no puede ser cambiado?

—¿Yo qué sé? Tú eres la mitad bruja aquí.

—Y tú eres la que has vivido más de cinco siglos. Conoces perfectamente la profecía y sabes que cada paso que damos, solo nos acerca más a su cumplimento. Que al final todo ocurrirá justo como fue predicho. Será un completo caos. Sufriremos demasiado. Por esta guerra sin sentido, por perder a nuestros seres queridos, por... amor.

—¡Ah, no! Ya veo a dónde quieres llegar con tu discursito del destino y toda esa mierda. ¡Ya hablamos de esto, Nina, no seas ridícula! —exclamó la generala con las pupilas inundadas de ira—. Yo no formo parte de esa estúpida profecía. Yo no sufriré por amor ni nada que se le parezca. No creo en augurios, ni en muertes, ni...

—¿Ni en que seré la perdición de tu sobrino? —la interrumpió la híbrida.

—Eso es otra cosa. No importa si lo creo o no, prometí proteger a Joss desde su nacimiento y si existe la más mínima posibilidad de que algo... o alguien, pueda dañarlo, tengo que asegurarme de impedirlo. Es solo precaución, ¡pero me importa un demonio lo que diga esa estúpida profecía!

—Lamento decirte que, que te importe o no, no la hará menos posible.

—¡Pues que venga! ¡Soy una general después de todo! ¡La comandante de un ejército poderoso! ¿Crees que una simple línea trazada entre ese enano y yo definirá mi suerte?

—Ojalá pudieras escapar. De verdad, no sabes como desearía que tuvieras razón —musitó Nina con pesar y salió de la celda.


                                  

—Hay más de veinte habitaciones vacías, pero me pareció que esta se adecuaba a ti. Aunque si no te gusta, podemos seguir buscando —informó Kenji a la telépata que se asomó al interior de la pieza, con un poco de timidez.

—Gracias, esta me gusta —sonrió y entró seguida del vampiro que cerró la puerta.

—¿Podrías dejar de pensar en eso? —pidió el chico haciendo una pequeña mueca de incomodidad.

—No estoy pensando en nada —respondió Eirym un tanto nerviosa.

—Estás «intentando» no pensar, que no es lo mismo.

—No me gusta que te metas a mi mente sin permiso. Nadie debería ser leído sin su consentimiento.

—Lo siento, de verdad no quería faltarte al respeto. No suelo ser tan impulsivo, pero contigo... no puedo evitarlo. No quiero que te hagas una idea errónea... No hay nadie en mi vida. Ni la hubo.

—No me interesa.

—A tu mente sí —sonrió y se acercó a ella.

—¿No desconfías de mí? —preguntó con cierto cinismo la vampiresa—. Todos están bastante incómodos con mi presencia. Mila es experta sembrando dudas.

—¿Cómo podría desconfiar de alguien que es un libro abierto? —carcajeó Kenji, muy bajito—. Me encargaré de hablar con el rey. Le aseguraré que no eres peligrosa. Que estas de verdad de nuestro lado.

—¡No es justo! Prácticamente denudas todos mis pensamientos y no puedo defenderme. ¿Por qué no puedo entrar a tu mente también?

—No lo sé, supongo que mis habilidades están más desarrolladas.

—¿Podrías enseñarme a hacerlo? —musitó la chica con un puchero tan tierno, que ciertas terminaciones nerviosas del telépata despertaron, provocandole extrañas sensaciones.

—No hagas eso...

—¿Qué cosa?

—¡Eso! Estirar tus labios así. Te ves... peligrosa. Demasiado peligrosa.

Eirym se sonrojó ante aquellas palabras, mas el intenso rubor en sus mejillas no era nada comparado con el de las de Kenji. Ambos se quedaron varios minutos sin saber qué hacer ni qué decir, hasta que el rapero rompió por fin el silencio.

—Por ahora no tengo tiempo para enseñarte, pero prometo que cuando todo esto acabe, lo haré. Mientras... —Sacó unos audífonos del bolsillo de su pantalón y se los colocó—, cuando esté contigo usaré estos. Así no sabré lo que estás pensando a no ser que me lo digas... o me los quites.

La chica asintió. Sus bocas estaban muy cerca. Ninguno se había percatado, o no querían hacerlo. Eirym emitió un suspiro profundo, de alivio. Ahora el telépata no podría escuchar sus pensamientos. ¡Justo a tiempo! Desde que el aliento del cantante se había mezclando con el suyo, su corazón había comenzado a latir muy rápido. Kenji no pudo contenerse y acarició sus mejillas, todavía rojas. Sentir la terza piel bajo sus manos le hizo sonreír y la calidez de aquella expresión, borró por un momento el dolor que Eirym todavía sentía en su cuerpo.

—¿Alguna otra pregunta? —cuestionó el telépata con la mirada fija en aquella mujer—. Recuerda que ahora no puedo saberlo.

—No, ninguna.

—Sin embargo, yo alcancé a escuchar otra antes de ponerme los audífonos... ¿Cómo era? —Mordió su labio inferior mientras fingía recordar—. ¡Ah, sí!: «¿A qué sabrán esos labios?».

—¡Yo no...!

El cantante cortó aquellas palabras, aprisionando los labios que las pronunciaban y devorandolos con ganas. Insitando a su dueña a corresponderle con la misma fuerza. ¡Por supuesto que ambos querían! Ambos ansiaban probar sus jugosas lenguas, deleitarse en su saliva, disfrutar del calor que despedían sus gargantas, juguetear con sus atrevidas manos que recorrían sus cuerpos. Besos, besos, besos y más besos. Dulces y sensuales. Ardientes, asfixiantes, tiernos...

—¿Y...? ¿A qué saben? —musitó el rapero después de lograr separarse. No sabía de dónde había sacado las fuerzas.

—Puede que no me creas..., pero estoy un poco constipada. No identifico muy bien los sabores suaves.

—Como no puedo escuchar tus pensamientos... —Kenji sonrió y una sombra picaresca cubrió su rostro—, supongo que tengo que creerte... Pero, estas diciendo que... ¿fui suave?

Esta vez fue Eirym quien mordió su labio inferior, a manera de respuesta, de invitación... El telépata no demoró y la volvió a besar, si era posible, más pasional, más intenso, más profundo. Si aquella mujer se había atrevido a pedir más, él no tendría ningún reparo en ofrecerle todo lo que tenía. Mas el destino no parecía estar de acuerdo con que ellos se entregaran aquella noche.

—¡Kenji, abre, por favor! —Se sintió una voz a las afueras de la habitación, seguida de unos toque en la puerta—. ¡Sé que estas ahí! ¡Es urgente! —El mencionado se separó de aquellos labios y suspiró con la frente pegada a la de la vampira. Luego se dirigió a la puerta.

—No te muevas. —Le ordenó haciéndole un guiño antes de abrir y la chica obedeció sin emitir sonido. Parecía hipnotizada por el vampiro...

—Te juro que no es venganza —afirmó el controlador al ver la cara de asesino con la que salió su hermano—. Noah me mandó a buscarte, la batalla va a comenzar antes de lo esperado.

—¿Antes? ¿Cómo que antes? Vi todas las probabilidad y hasta el amanecer no...

—¡Kenji, quítate esos malditos audífonos y escucha! —chilló Eider enojado y el mayor obedeció—. Abandonaste tu puesto de vigilancia y el enemigo aprovechó para atacar.

—¡Malditas brujas! ¿Quieren guerra? ¡Les daremos guerra! No saben con quién se meten. Debieron escoger mejor su bando.


                                  

—¿¡Otro mitin!? —bufó Gael al llegar al gran salón—. ¡Me están cansando! ¿Ahora de qué va?

—Va de una guerra y de que tenemos que ganarla —aclaró Noah con ironía y el menor tragó duro. No se había dado cuenta de que el rey estaba detrás de él—. Para eso viniste aquí, ¿no? Para apoyarme en esta causa. Para salvar el reino del látigo esclavizador del conde. —El chico asintió apenas. Su cara estaba roja de vergüenza—. No tenemos tiempo para nochecitas de pasión, ¡y eso va para todos! ¡Estamos en guerra!

—Eso lo sabíamos desde que llegamos y no estabas tan alterado entonces —comentó Aiker en tono dubitativo—. ¿Qué sucedió para que te pusieras así? Creí que con el intercambio de Mila y Eirym, habíamos firmado un acuerdo de paz o algo así.

—Eso era lo que mi hermano quería que creyéramos —explicó Aisha—. Jongin siempre ha sido muy inteligente. Lo debió planear todo con cautela y solo se sentó a esperar. Era lógico que teniendo a Eirym aquí, Kenji en algún momento se distraería. Sin el vigilante en su puesto, les fue más fácil a las brujas llegar hasta los perímetros del palacio sin ser vistas. Lo que no imaginaron seguro, ni ellos, ni nosotros, era lo rápido que sucedería.

—Soy una idiota. Me ha seguido utilizando incluso después de irme.

—No digas eso –la consoló el telépata—. No eres idiota. Él es el malnacido. Un tramposo al que no le importa manipular ni a su propia familia.

—Es que nunca nos vio como familia —acotó Sully con una tristeza desgarradora—. Solo fuimos simples soldados. Objetos que utilizaba y después tiraba a la basura.

—Menos mi hermana. Creo que lo único que de verdad le importa es Mila.

—Yo no estaría tan seguro —discrepó Eider—. Si le importara, se lo hubiese demostrado de alguna manera. No hubiese permitido que Mila llegara a odiarlo como lo odia. No la vieron a los ojos cuando hablaba de él, como yo. Sé que lo aborrece.

—¡No te engañes más, Eider! —chilló Aiker—. No puedes pretender conocerla mejor que su propia hermana. Mila solo estaba ganándose tu confianza. ¡Y lo logró! Estás ciego por ella.

—Creo que debemos darle el beneficio de la duda —sugirió Xiang en tono bajo—. No seríamos distintos a Kang si no le diéramos una segunda oportunidad a esa chica. Recuerden que prácticamente la obligamos a irse. No sabemos qué hubiese pasado sin el intercambio.

—¿No es obvio? —ironizó el novato—: Que en lugar de estar preparándonos para la batalla con las brujas, ya las muy malditas estuvieran dentro, acabando con nosotros. —Miró por la ventana y sonrió con asco—. Mírenla, al lado del conde para variar. Es su perro fiel. ¡No sigan defendiéndola!

—Entonces, ¿habrá pelea? —indagó Kris con entusiasmo.

—Muy a nuestro pesar, sí —respondió el rey.

—¡Bien, pelea!

                               

—¡Disculpen que les haya aguado la fiesta!—exclamó el conde con fingido dolor—. Intenté evitarlo, pero aquí mis «amix», las brujis, estaban deseosas de saludarlos.

—Mi nombre es Iris —informó una chica de figura esbelta y cabello corto y púrpura, que salió de detrás del conde—. Y esta es mi hermana Ariam. —La mencionada, muy parecida a la otra, pero de tez más clara, hizo un gesto hipócrita a manera de saludo.

—¿Para qué rayos se presentan? No necesitamos saber quiénes son para acabar con ustedes —espetó el impetuoso Aiker.

—Pero para nosotras sí es importante que nuestras víctimas sepan quienes somos antes de aniquilarlas —casi escupió Ariam en la cara del novato.

—No puedo creer que en serio nos hayas hecho venir hasta aquí por esto, Kang —soltó Iris decepcionada—. ¿Un grupo de novatos?

—¡Nina sola puede con ellos! —agregó su hermana—. ¡Para eso fue creada!

—¡Tenemos una chica espejo! —informó Eider con orgullo—. ¡No podrá con ella!

—¿Qué te hace pensar que los espejos... no tienen miedo?

Diciendo esto, Nina apareció al lado de Kris y quitándose el velo que cubría su rostro, dio un beso en la mejilla de la chica que comenzó a convulsionar en el acto. Antes de que su menudo cuerpo impactara contra el suelo, Joss corrió para sostenerla.

—¡Maldita, ¿cómo pudiste?! —Aiker se abalanzó contra la agresora pero Gael y Eider lo detuvieron—. ¡Yo te defendí!

—Lo... siento... —Las palabras de Nina, casi inaudibles, encerraban un dolor profundo e incomprensible para la mayoría del ejército contrario.

—Te tiene amenazada, ¿no es así? —indagó Xiang, acercándose a la destructora—. Esa tipa, la generala, te manipula a su antojo. Ni siquiera tuvo el valor de dar la cara y se esconde para mover tus hilos como si fueras su maldita marioneta.

—Te equivocas —aseguró Jongin con cierto aire de superioridad—: Jessi no es quien mueve la marioneta. Jessi es... «la marioneta». Ella jamás le haría daño a su pupila, pero Nina sí que haría mucho daño con tal de salvar a su mentora.

—¡Noah, algo anda mal! —exclamó Joss asustado y el rey pudo ver como una gran parte del poder del sanador, suficiente para levantar a una legión de zombies, reposaba sobre la piel herida de Kristal, sin embargo, esta no parecía mejorar.

—¿Por qué no está funcionando? —La aflicción y la impotencia del monarca hacía temblar sus palabras.

—No lo sé... Es como... como si necesitara más a cada segundo. Se me está yendo la fuerza y la herida no para de crecer. Creo... creo que no podré sanarla.

Todos suspiraron desconsolados y Nina miraba con los ojos llorosos, como la vida de aquella niña se marchitaba poco a poco. Y como, por su culpa, aumentaba el sufrimiento de todos a su alrededor que, a pesar de haberla conocido literalmente hacía pocas horas, lloraban como si estuvieran a punto de perder al miembro más querido de su familia.

—La chica... tiene demasiado miedo.

—¡Cállate, Nina! —vociferó la mayor de las brujas.

—Vuelve aquí ahora mismo —agregó su hermana.

—¡No! ¡Ya estoy harta de que todos me digan qué hacer!

—No intentes pasarte de lista. Sabes muy bien quien sufrirá las consecuencias si te revelas —proclamó el conde con seguridad.

—¿Jessi...? —declaró la destructora, con ironía—. La propia Jessi me hizo prometerle que si me cansaba, que si no podía más... no pensara en ella y corriera hacia mi libertad... Que nunca me culparía.

—No seas ilusa, Nina. —Iris se acercó a una distancia prudente, pues los soldados del rey enseñaron sus colmillos al instante, como las fieras que eran, a la defensiva de sus crías—. ¿En serio crees que tu fiel amiga entenderá que la abandones? ¡No eres más que una egoísta!

—¿No te importa todo lo que sufrirá? —cuestionó Ariam con cinismo—. Su tortura será infinita y dolorosa. Deseará morir cada día y maldecirá tu nombre a cada instante, mientras tú... «disfrutas de la libertad a costa de su desdicha».

—¡No estoy hablando de esa libertad! ¡Ustedes son los ilusos! —La chica volteó a mirar a Joss y le brindó una sonrisa tan triste, que al sanador se le apretó el pecho—. ¿Sabes?... Los mejores a antídotos... se hacen con el propio veneno. —Nina le ofreció su mano y Joss, como hipnotizado y con lentitud, levantó la suya para tomarla. No sabía qué rayos estaba pasando, pero desde luego, tomar aquella mano, se sentía como la más apremiante necesidad en aquél momento.

—No, espera... —Joss se detuvo antes de rozar aquella pálida mano ya sin guantes. Por un segundo y por increíble que parezca, había comprendido lo que quería la vampira—. ¿Estas segura de esto?

—Jamás he estado tan segura en mi vida... No soporto más lo que soy ni todo el mal que he hecho... Y tú... —Miró a Xiang con los ojos cubiertos de lágrimas y este arrugó el entrecejo, confuso—. ¿Podrías hacer que no se sienta tan sola?

—¿A quién? ¿De quién hablas?

La vampira volvió a sonreír y en un movimiento rápido, se aferró con fuerza a la extremidad extendida. Ambos entraron de inmediato en un extraño trance sin dar tiempo siquiera a que los presentes, se percataran de la gravedad del suceso. Por la venas de la chica comenzaron a transitar fugaces rayos oscuros que poco a poco, fueron trasladandose a las arterias del sanador. A medida que estos entraban en el sistema de Joss, se aclaraban, tomaban una forma más lumínica y limpia y cuando salían por su otra mano, hacia el rostro de Kristal, ocacionaban cortos y enérgicos choques eléctricos que empezaron a reanimarla... Mientras la joven espejo iba sanando... la vida de la híbrida se iba desvaneciendo. Entre las lágrimas de felicidad de unos y los gritos de rabia de otros, el doloroso proceso culminó. La chica que se aprovechaba de los miedos murió con una hermosa expresión de tranquilidad en su  rostro. Al fin, había hecho algo bueno en su vida, pero su sacrificio... despertaría al peor de los males...

Capítulo bastante largo, mis amores, pero era necesario. :) Ahora me voy por un tiempo y los dejo así, con el corazón en la boca. (Risa malévola). Nah, no es cierto. Espero poder actualizar pronto. De todas formas esta historia no es muy larga y quiero terminarla lo antes posible.
¿Les está gustando?
Los leo...
Kim kisses para todos.

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