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Capítulo 08

—Como ven, es banstante espacioso y cómodo —decía el rey mostrando orgulloso el salón principal de su castillo...

—Es un castillo. Supongo que, al menos, tenía que ser espacioso —sarcageó Xiang, como siempre, con su pésimo sentido del humor.

—Siempre con tus comentarios fuera de lugar —agregó Aiker—. A mí me parece magnífico, Noah.

—Si me permiten, lo que mi rey quiere decir... —intentó explicar Yirem—, es que a pesar de que, por supuesto, no estamos aquí por vacaciones, su estancia podría resultarles más placentera debido a que estarán en un palacio limpio, con más de treinta cuartos, con todas las comodidades soñadas y dotado de un amplio bufet libre con los animales que deseen, para que su dieta no se vea comprometida. También pueden escoger sus habitaciones...

—Excepto por la primera del segundo piso a la derecha —informó Aisha—. Es la alcoba real, no necesito decir más.

—¡Hoy se amplía la familia real! —carcageó Eider y los demás no pudieron evitar reír.

—Creo que no solo la real —agregó Joss, señalado a Yirem y a Aiker que bajaron sus rostros un poco avergonzados.

—No niego que he pensando en mil maneras de cómo agradecerle que me convirtiera... —se atrevió a decir Aiker, todavía cabizbajo—. Sé que siempre dije que no quería esto, pero ya que sucedió, no puedo pensar en alguien mejor para que lo hiciera. Definitivamente la imagen de Noah mordiendo mi cuello, no era el recuerdo que quería conservar de mi conversión.

—No fue tan malo en realidad —acotó Gael con sus ojitos  eternecidos—. Fue delicado... y sutil...

—¡Sería contigo! —ripostó Kenji fingiendo indignación—. A mí me dio una mordida rápida que casi me arranca el troso.

—Es que te arrepentiste en el último momento —agregó Xiang—. Tuvo que correr detrás de ti para terminar el proceso. Era eso, o dejarte morir.

—Ah, es cierto —rio avergonzado el telepata y todos soltaron la carcajada.

—Jamás pensé que alguien pudiera bromear con eso —susurró Sully con la mirada perdida—. Todavía recuerdo al tipo que me hizo esto y todo mi cuerpo se estremece... de odio, de asco...

—Pues yo nunca podría sentir asco por mi conversor —afirmó Kristal y le hizo un guiño al novato.

—Ni tampoco sentirás otra cosa —puntualizó Yirem y la alejó del vampiro con un leve empujón—. ¡Shu, shu!

Las risas volvieron a llenar el lugar. Por un momento, todos olvidaron los problemas y el porqué estaban ahí. Noah disfrutó de la vista al máximo. Sabía que quizás, después que comenzara la verdadera guerra, que estaba seguro habría, no volvería a tener a su familia completa y unida. Mas aquella noche lo estaban: juntos, felices... Y era hermoso.

Los chicos recorrieron el castillo y escogieron sus habitaciónes como les habían indicado. A pesar de que realmente habían muchas, Joss y Xiang se quedaron en una. A Eider le gustaba en demasía su espacio personal y solitario, así que escogió una de las más grandes y apartadas. Y Kristal tomó exactamente la de la otra punta del castillo. La más alejada posible del hombre que le provocaba un terror indescriptible con su sola mirada. El chico que controlaba las mentes la ponía de los nervios. Saber que podía obligarla a hacer lo que él quisiera, no la dejaría dormir ni siquiera estando a kilómetros. De más está decir que las tres parejitas se dirigieron a sus nidos con rapidez y el telepata... El telepata decidió quedarse vigilando. Algo le decía a Kenji que después de aquella efímera calma, vendría una tormenta apocalíptica, así que preferió estar alerta...

La noche parecía interminable, más que nada, porque en el bajomundo, las etapas del día no funcionaban como en la tierra de los normales. Cada fase duraba lo que la mayoría de sus habitantes necesitaran. Aquella tierra mágica escuchaba las plegarias que sus moradores hacían con todas sus fuerzas, y Noah había deseado tanto que la mañana no llegara. Si un nuevo día se levantaba, el conde no tardaría en dar comienzo a su caza y eso, no sería bueno para el ejército real. Necesitaban descansar por todos los medios. Mientras más energía recuperaran, mejor podrían hacerle frente a cualquier ataque por muy fuerte que este fuera.

La oscuridad y la quietud reinaban en el castillo, mas en uno de los aposentos, cierto novato se encontró de repente hipnotizado, seducido por una hermosa melodía. Recorrió la habitación con la mirada y cuál fue su sorpresa, cuando vio sentada en el umbral de la ventana a aquella enigmática mujer tocando el violín. Estaciado por la sencilles de cada acorde y por la sensualidad que desprendían, tanto la chica como el instrumento, se acercó. Yirem detuvo su performance y Aiker salió de su trance.

—No te detengas, por favor —rogó el novato y la mujer sonrió con lascivia.

—¿Te gusta? —susurró con una voz demasiado sensual.

—Sabes que sí. ¿No es por eso que elegiste precisamente ese instrumento? —indagó con cinismo el hombre mientras jugueteaba con el largo flequillo azabache de la vampira.

—Entonces... ¿cuál de las mil maneras que pensaste para agradecerme, me meresco esta noche?

—Todas ellas —respondió el cantante acercándose al oído de su conversora—. ¿Es normal que sienta estas  incontrolables ganas de hacerte mía?

—Completamente normal... —confirmó ella y se acercó también al oído del joven, lamiendolo con suavidad, pero provocando en él, demasiada exitación.

El hombre no tardó en desprender el violín de las manos de la chica utilizando el poder de su mirada penetrante, y sin darle tiempo a objetar, invadió la boca de esta, dejándola sin aliento. Yirem casi pierde el equilibrio debido al violento movimiento del vampiro, e intentando que ambos no cayeran al vacío, clavó sus uñas en el cuello del hombre. De la garganta del Aiker salió un agudo quejido, que lejos de detener a la chica, la hizo desear estar más cerca de aquel cuerpo bien definido y extremadamente caliente, como si por las venas de aquel hombre no corriese sangre fría. Acto seguido, lo agarró fuerte de la cintura y lo atrajo hacia ella, rodeándolo con sus piernas y haciendo que sus zonas pelvicas chocasen, estimulando en ellos un hambre de carne, de sexo, de lujuria...

—¿Sabes?, me he estado guardando para ti—susurró la chica todavía entre los labios del cantante y por un momento, Aiker se detuvo. La miró con firmeza a los ojos y acarició su rostro, pálido y frío en extremo, pero que aún así, le parecía el más cálido que había sentido en la vida.

—Haré que no te arrepientas...

Yirem se mordió su labio inferior y se abalanzó hacia el hombre en un voraz beso que pronto se vio interrumpido. Aiker se las arregló para abandonar aquella adictiva boca y se dispuso a repartir montones de cortos, pero jugosos besos desde el cuello de la vampira hasta el comienzo de sus caderas, donde levantó su vestido y comenzó a dale exquisitas mordidas que sacaron todo tipo de sonidos de la boca de aquella mujer. Eso lo provocó mucho más. Tenía ganas de ocacionarle incontables placeres que no sabía ni nombrar y sin más, la cargó en su cintura y la llevó a la cama. La lanzó en medio y se le subió encima con rapidez inigualable. Solo él sabía cuánto le estaba costando frenar sus impulsivos y más básicos instintos, mas cuando intentó detenerse, tomar aire, apaciguar aquel ardor pasional que lo estaba consumiendo, para poder actuar tierno y delicado como Yirem se merecía, la chica dijo algo que lo dejó con la boca abierta:

—¿Qué estas esperando? ¡Hazme tuya!

—Como ordenes...

De a una se bajó su pantalón y se enterró en ella. Yirem emitió un grito que fue ahogado por una mano del idol, mientras que con la otra, acarició el hombro descubierto de la vampira, en el cual, también depositó dulces besos. Nunca imaginó que aquel acto se sentiría tan ruin y a la vez, tan delicioso. En breve comenzó a embestir a aquella criatura bajo su cuerpo, con estocadas más fuertes, más certeras, y por qué no, algo dolorosas, aunque eso no le restaba a ninguno lo bien que se sentían. Ante el asombro del vampiro Yirem empezó a suplicar por más, mientras se retorcía entre las sábanas y el pecho cubierto de sudor de aquel hombre. Y cuando su deseo llegó al límite de intensidad, también llegó el climax, haciendo que soltaran un jadeo unificado y profundo, señal de la satisfactoria consumación. No cabía duda, ella había escogido muy bien a su eterno compañero... y él había encontrado mucho más de lo que jamás imaginó...

                             

                                 

—Sé que estás ahí —avisó Eider en tono firme—. No voy a hacerte nada. Sal...

—No podrías hacerme nada aunque quisieses —respondió una voz femenina y muy sensual, cuya dueña salió poco a poco de las sombras.

—Hola, Mila... ¿Buscando un juguete nuevo? ¿Te aburriste de tu condecillo? —El hombre se levantó de su cama con parsimonia y se paseó por la habitación hasta quedar frente a la mujer.

—No me cansé de él, simplemente me gusta tener... varios juguetes al mismo tiempo.

Eider se abalanzó contra ella, tomándola por el cuello y empujándola hacia la pared, acorralandola entre esta y sus manos.

—Sucede que aquí quién escoge a los juguetes soy yo... —Le susurró con voz gutural, muy cerca de su oído—. No me gustan las chicas que se pasan de listas. Y yo que tú, me replantearía el irme de aquí lo más rápido posible: No puedo hacerte nada con mis poderes mentales..., pero no tienes ni idea de las facultades físicas que poseo... ni el daño que pueden hacerte.

—¿Daño? —sonrió con cinismo la intrusa—. Tus «facultades físicas» lo único que me harían sería... cosquillas.

—Bien... —El hombre aflojó un poco el agarre y la miró a los ojos—. Te doy la oportunidad entonces de escoger... ¿dónde quieres las cosquillas? —Lamió su cuello y esta soltó un jadeo bajo, casi impersectible—. Al norte de tus piernas... o al sudeste de tu...

—¡Vine a proponerte un trato! —chilló la chica con el último vestigio de sensatez que le quedaba.

Un poco más y dejaba que aquel hombre la tomara allí mismo. Estaba segura de que valía la pena el sacrificio, aunque después muriera a manos de Kang, pero reaccionó a tiempo. Eider se detuvo y la miró confuso, ladeando su cabecita como perro abandonado.

—¿Qué clase de trato?

—Mi alianza con el conde es a conveniencia... A mi conveniencia. Él no lo sabe, pero todos sus planes van a fallar y no pienso quedarme en el bando perdedor.

—¿Y pretendes que me crea esa estupidez? —indagó separándose de ella por completo—. Es que aun siendo verdad lo que me cuentas, ¿qué te hace pensar que aceptaría un pacto contigo? Traicionaste a tu hermana, te uniste al mayor enemigo de mi rey y por si fuera poco, masacraste a toda una ciudad para que no descubrieran tu verdadera naturaleza.

—Yo no quería hacerlo, Kang me obligó, te lo juro. En aquel momento no tenía los medios para enfrentarmele, pero ya he perfeccionado mis dones. ¡Ya no lo necesito!

—Nosotros tampoco necesitamos a una traidora... Si lo hiciste una vez, lo harás mil más... ¡Vete! —El cantante se dio la vuelta pero el grito desesperado de la mujer lo descolocó.

—¡Eider, no es así! Te lo suplico, va a matarme... Yo... Yo... Escapé. Esa es la verdad. No quería decirlo porque no quería que mi hermana me tuviera lastima, pero si vuelvo... si no me acogen aquí... ten por seguro que me espera una muerte atroz a manos de ese degenerado. ¡No sabes lo cruel que puede llegar a ser! Castigó a Eirym al punto de casi matarla... y... ¡y a Nina también! ¡No puedes obligarme a volver allí! A esta hora seguro ya sabe que me fui. ¿Permitirás que me mate...? ¿Eider...?

El mencionado se quedó por un instante sin habla. Estaba contra la espada y la pared. Podría ser mentira de aquella arpía con cuerpo digno ganador de concurso de belleza, pero también, podría ser verdad. Y si la mandaba de vuelta y Kang la asesinaba, sentiría como si la hubiese matado con sus propias manos...

—No... no puedo tomar esta decisión solo. Nosotros somos una familia, ¿sabes?

—Pensé que eras alguien importante en la banda. Que te respetaban y no cuestionaban tus decisiones. Tu poder es uno de los más potentes, ¿no te da eso cierta autoridad?

—Nosotros no nos comportamos así. No practicamos la ley del más fuerte ni nos interesa la lucha por el poder. Decidimos seguir a Noah y punto. Sin embargo, intentamos resolver las situaciones juntos, como familia. Todos opinamos y se le da valor a nuestras palabras.

—Entonces... ¿me enviaras de vuelta... a mi muerte? —indagó la chica y ya asomaban dos lagrimones en sus pupilas.

—¡No...! No, solo... se lo contaremos todo a los chicos y entre todos decidiremos qué hacer contigo. Quizás te envién un tiempo a los calabozos, ya sabes, para asegurarse de que no sea una trampa, pero cuando todo acabe, podrás formar parte de nuestra familia... Del bando ganador.

—¡O sea que aquí también seré una prisionera!

—Mírale el lado bueno, por lo menos estarás viva.

—¡Mi hermana no lo permitirá! Le dirá al rey que no merezco su perdón y me enviará con Kang.

—¡No, Mila! Yirem jamás haría una cosa así.

—Dime, ¿cuánto hace que la conoces?

—Poco..., pero no me parece que sea la clase de persona que no daría una segunda oportunidad... Y menos si es a su propia hermana.

—Y yo... —redujo la distancia que había entre ellos y se atrevió a acariciar su rostro—. ¿Qué clase de persona te parezco? ¿Acaso... una que... podría gustarte...?

El controlador se sintió por primera vez en su vida controlado. La fuerza de su mente menguó hasta lo más básico y sus piernas temblaron un poco. Tragó duro, repetidas veces, y aunque intentó hablar, solo suspiros profundos salieron de su boca seca. Su instinto le decía que la besara, que era lo que más deseaba desde que había irrumpido en su habitación, pero la parte más responsable de su conciencia le gritaba que no sería una buena idea. Desafortunadamente para el vampiro, la inhibidora no escuchaba sus voces internas y juntó sus labios a los de él, con impetuoso y demandante frenesí.

Aunque Mila se había resistido, al final había caído en los brazos del vampiro que la profecía dictaminaba como su alma gemela. La promesa que le había hecho al conde estaba rota y tengan por seguro que él, lo sabría. La suerte estaba echada y no era nada favorable para la inhibidora.

                                

La puerta del calabozo de abrió con un fuerte golpe y entre la poca luz de la mazmorra, Eirym y Nina vieron una imagen que las hizo emitir un grito aterrador. Kang entró bufando, con los ojos rojos de ira y una sombra de muerte a su alrededor. A pasos agigantados se dirigió a donde estaba la todavía combaleciente estratega y la tomó con fuerza por el cabello, tirando de él hasta que hizo que esta cayera de rodillas a sus pies.

—¡¿Dime qué ves?!

—¿Qué? ¿A qué te refieres? ¡No entiendo! –chilló la chica asustada.

–¡¿Dime qué está haciendo Mila?! ¡Localizala y dime!

—Pero no puedo, necesito tiempo, yo...

—¡Qué me digas, maldita sea o acabo contigo ahora mismo!

—¡Kang, sabes que no funciona así! —vociferó Nina para intentar defender a su amiga—. Necesita un rastro previo o al menos, la información de dónde está. Si lo sabes debes decírselo, así le será más fácil y mucho más rápido darte lo que quieres.

—¡Las brujas me dijeron que la muy maldita va a traicionarme! ¡Que la perra de Mila va a cambiarse de bando, aun cuando le prometí que ningún lugar en el mundo sería lo suficiente bueno para esconderse si se atrevía a hacerlo. Que nadie sería capaz de salvarla de mis garras si osaba desobedecerme... Necesito confirmar que es cierto para no tener ningún cargo de conciencia cuando la estrangule...

Eirym y Nina se quedaron petrificadas con aquellas palabras. ¿Sería posible que la soldado de más confianza del conde, se hubiese atrevido a traicionarlo? La telepata se logró desprender de las manos que oprimían su cabello y cerró sus ojos sin necesidad de pedir más datos. Sabía a la perfección donde podía estar la consejera de Kang en aquel preciso instante y si lo que él decía era cierto, era imperioso confirmarlo. Pero en el rostro de la telépata se posó un imperceptible halo de duda: «¿Cómo no lo vi antes?», se preguntó por un instante. «¿Estaría tan agotada que mis dones se negaron a funcionar? ¿O será que hay gato encerrado en esta historia?».

—Se está... ¿besando con alguien...? —comenzó a relatar la telepata—. No puedo ver quién es, pero sus emociones son... muy intensas... Se gustan... Es casi tangible el calor que desprenden sus cuerpos... Fricción... Sudor... Mordidas... Más besos... Las piezas de ropa han comenzado a caer al suelo... Las pieles desnudas hacen contacto... Están a punto de...

—¡Detente! –gritó el conde con desesperación–. No puedo escuchar más... Nina, busca a Jessi y prepárense. ¡Atacaremos ya!

—Pero debemos esperar al amanecer, no conviene...

—¡He dicho que atacaremos ya!


  

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