Luego de que el rey Uther hubiera expresado su voluntad de tomar a Elliot y a Sir Kay por caballeros de la guardia real y antes de que se diera la sesión por terminada, Sir Héctor, el padre de kay, se dirigió al rey una vez más recordando que había olvidado un detalle importante:

-Mi señor, casi he olvidado mencionar... mi estimado sobrino aquí presente, Sir Elliot Walters, és quien ha estado instruyendo al príncipe en las artes de la caballería.

-Si no fuera contrario a su gracia.. -habló el aludido- humildemente quisiera solicitar la bendición de su majestad para seguir siendo su tutor.

-Su fama le precede, Sir Walters, en todo el reino y mucho más allá de sus límites, confieso que sería para mí una enorme tranquilidad, pero cómo padre mi corazón me ordena que no deje de consultar con mi hijo tan importante decisión sobre su futuro -tras haber hablado así, buscó la mirada de Arturo-.

-Ahora, más que nunca es mi necesidad entrenar con el mejor guerrero -salió de los labios del príncipe- si algún día llegara a convertirme en digno de llevar su investidura o sentarme en vuestro consejo-.

-Qué palabras más sabias en labios de un jóven, el futuro de Inglaterra es tan prometedor como vaticinó mi estimado Merlín -respondió el rey satisfecho y alegre- está decidido entonces unánimemente, Sir Walters seguirá estando a cargo de la educación del príncipe, también he de pedirle, lo proteja en todo momento como su guardia personal, por ser el guerrero más respetado y temido en combate.

-Juro con mi vida mantener la suya a salvo- se golpeó el hombro contrario con el puño-.

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Después de compartir la mesa con la familia real, un sirviente guió al príncipe hasta sus aposentos,
Elliot acompañándolo, y una vez éste se hubo retirado dejándolos solos, el joven se tiró sobre la enorme cama mirando el techo, el castaño se acomodó a su lado viéndolo con profundidad y devoción, también algo preocupado por la actitud abatida de Arturo.

En unas pocas horas su mundo se había vuelto de cabeza y sólo quería dormir sobre un colchón de sus propias lágrimas amargas, todo lo que había oído le parecía irreal, pero que en ese frío e inmenso lugar desconocido Elliot estuviera con él, le permitía sentirse un poco más fuerte:

-Qué hubiera sido de mí, si me hubiera visto sólo en este destierro... -soltó intentando desahogarse-.

-Nunca te hubiera dejado -le respondió el mayor- si hubiera tenido que arrancarte de las manos del rey diez mil ejercitos no lo habrían podido impedir.

-Pertenezco a tus manos... más que a mi mismo... -confesó Arturo y lo besó, luego volvió a invadirlos el silencio y al cabo de una profunda conexión de miradas el príncipe agregó- ...en un instante todo lo que creí verdadero se a roto...

Al oirlo el mayor buscó tomar su mano y agregó:

-Lo único verdadero es lo que sentimos...

-¿Porqué sólo este amor me parece real? y el resto de la vida un absurdo... -volvió a reflexionar él príncipe con enorme melancolía-.

-Porque a veces la sabiduría decide encarnar en el alma de un joven... -le respondió dándole seguridad-.

Poseído por el espíritu del amor, Arturo se encadenó al cálido cuerpo de su primo, sin traer a memoria que no eran familia, y comenzó a beber de sus labios con intensidad y entrega, mientras el mayor rozaba con cálidas y protectoras manos la espalda que era suya por gracia de Dios, y que quemaba inocentemente con la yema de sus dedos al recorrer.

Cuando la respiración del menor comenzó a temblar en resonancia con su cuerpo, el amor se fue vistiendo rápidamente con las ropas del deseo a medida que conectaban sus cuerpos sin interferencia de los finos géneros.

Sin caer en el sueño luego de haber recuperado la calma, pues no correspondía, ya que junto a Kay iban a ser los invitados de honor en un magnífico banquete, el menor hubo de confesarle:

-Siempre imaginé ser un caballero andante... -.

-Un rey debe conocer su reino... -le respondió y al poco agregó- además imagina cuanto poder ganarás para traer a esta tierra y a su gente la justicia que hoy está herida en cada rincón de la nación, cuando seas su soberano... -le propuso Elliot-.

-Espero que lo sea el rey por muchos años... ni siquiera puedo imaginarme en su lugar sin sentirme completa y absolutamente perdido...

-Estoy contigo, así que no temas mal alguno ni desdicha... -le acarició el caballero suavemente-... siempre contarás con mi auxilio y mi consejo, siempre estaré a tu lado viendo por tu bienestar -le prometió besando su frente-.

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Una hora más tarde empezaron los preparativos para la cena en el salón del trono.