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Aventura en Navidad

"­¿Estás ocupado? Necesito una mano, es importante."

Crowley leyó el mensaje de Ken y lo respondió de inmediato.

­"¿Donde estas?"

"En el Polo Norte"

"Iré en cuanto pueda"

El demonio sintió una oleada de temor y preocupación y dedujo que el chico se encontraba en serios problemas.

Como estaba en medio de un ritual satánico y no sabía cuanto tiempo podía quedarle ni cuanta fuerza requeriría de él, se llevó las almas de todos los presentes, humanos (buenos y malos, vivos y muertos) y animales, dejando en aquella cabaña en el bosque un círculo de cadáveres.

Entonces desapareció teletrasportándose hacia el Polo Norte.

En lugar de aparecer al lado de ken, decidió adaptar su frecuencia a la más baja que hubiera en el lugar como un camuflaje energético para no delatar su presencia ante posibles enemigos.

El lugar estaba infestado de trolls, armados con arcos y flechas.

En ese momento Ken, que había estado abrazado fuertemente al primer reno del trineo de Santa Claus, a pocos metros de él y su esposa, se incorporó y alzó la mano para incrementar el campo de energía que los estaba protegiendo de los proyectiles, que no eran físicos sinó pura energía negativa.

Entonces Crowley se asustó al notar en la ropa del chico una enorme mancha de sangre hasta que comprendió que en realidad provenía de la herida del animal.

Enseguida se dió cuenta de que los arcos de las criaturas, tenían una debilidad, una esmeralda que oficiaba de fuente de energía. El demonio las hizo explotar a todas juntas y los entes quedaron desarmados. Entonces el más grande y aterrador de todos ellos, que era evidentemente el lider, procuró arrojar una enorme piedra que impactaría de lleno en Ken y en Rodolfo pero para cuando la había levantado en el aire los ojos de Ken y Crowley habían brillado juntos y una explosión de luz los expulsó del área.

El campo de energía también desapareció. El demonio corrió hacia el alidorado y aferrándolo por los hombros le preguntó:

­-¿Te encuentras bien?

­-¡No te preocupes por mí, salva a Rodolfo!

­-Tranquilo...déjame verlo...

Crowley se dió cuenta de que el reno agonizaba y su corazón podía detenerse de un segundo al otro, apoyó una mano sobre su frente y otra sobre la herida y hubo de concentrarse para recuperar su cuerpo de forma acelerada.

­-Ahí lo tienes, mira, tu reno ya encendió las luces­- dijo refiriéndose a la nariz colorada, pero al voltear encontró a Ken inconciente, exhausto por todo el despliegue de energía psíquica­-.

Crowley lo tomó entre sus brazos y lo atrajo hacia él. Entonces, Santa Claus reconociendo la oscuridad reaccionó:

­-El chico se queda con nosotros­-.

­-Salvé a su reno porque él me lo pidió, no me voy a ir a ninguna parte sin él.

­-Disculpe los modos de mi marido, usted sabrá comprender su preocupación, ¿quiere entrarlo a la casa?, deben estarse congelando.

­-Gracias señora ­-respondió y lo recargó en su hombro para poder llevárselo. El señor Claus miró a su mujer interrogativamente y recibió una mirada de seguridad por parte de ella.

Una vez que lo hubo recostado en el sofá de la sala comenzó a desbloquear inmediatamente sus tres chakras principales, también aceleró los procesos de reparación de su cuerpo, Ken despertaría a los quince minutos como si hubiera dormido profundamente ocho horas.

­-¿Recuerdas el hilo rojo?... En ellos se volvió de color dorado -dijo Marta Claus a su marido mientras el demonio trabajaba energéticamente sobre el alidorado, cuyas alas Nicolas y Marta no podían ver.

Crowley se preguntaba qué significaría eso, aunque en realidad no importaba mientras él lo necesitara.

Ni bien terminar levantó la vista un momento y lo primero que vió fue el rostro preocupado de Santa.

­-Estará bien -respondió para tranqulizarlo-

­-­¿Podrá viajar conmigo esta noche? ­-volvió a inquirir Santa- realmente quería venir.

­-Se recuperará en unos minutos.

­-­¿Puedo ofrecerle un café y algunas galletas?­ -invitó Marta-.

­-Sería un honor señora Claus... ¿entonces usted puede ver las líneas del destino? -le preguntó el trajeado-.

­-Es uno de mis dones... ­-respondió con honestidad, humildad y tranquilamente­-

­-¿Qué cree que signifique el fenómeno del color dorado?

­-Una vez conocí una hermosa pareja, tenía esta rara condición que ustedes comparten... ellos murieron el mismo día con una diferencia de menos de un minuto entre los dos, tomados de las manos, diciéndose cuanto se habían amado.

­-Ya veo.

­-¿Y Rodolfo? ­-preguntó Ken quién estaba volviendo en sí.

­-Tu reno se encuentra en perfecto estado ¿quieres explicarme de que va toda esta locura?

­-¿La versión corta? Eres un héroe.

­-¿Y desde el principio?...

­-­Ya sabes, es mi primera navidad, y creí que sería lindo encontrar a Santa y recorrer el mundo entero en una noche... llegué y Rodolfo no estaba bien, su naríz se apagó así de la nada, y los trolls cayeron sobre nosotros. Lo hirieron con una especie de flecha... Yo estaba ahí y sin embargo no fui capaz de evitarlo... no sé que me pasó.

­-Contragiste la mísma enfermedad de Rodolfo, por eso tuviste tantas dificultades­-.

­-­¿Y es muy grave doctor? ­-preguntó sonriendo.

­-¿Cómo voy a saberlo?, soy veterinario"... ­-respondió bromeando­-

­-Eres el Grinch, viejo"... ­-respondió broma con broma.

­-¡Hay mucho por hacer todavía ¿verdad?! ­-dijo entusiasmado a Santa, casi saltando del sillón­ ­- esta noche no pueden detenernos!..

-¡¡Ho ho ho!! Todo esta listo para la aventura, ahora que nuestro Rodolfo volvió a ser el mismo...

-­¡Es tiempo de partir... hasta las estrellas y más allá! (dijo citando la famosa frase de "Robotech")... prometo traérselo sano y salvo señora Claus -expresó a la dama de cabello plateado-.

-¿Espera un segundo, vienes al polo Norte y no traes equipo para la nieve?"­-reflexionó Crowley­-

-¡¡¡Sí... me encantan tus esquíes viejo... realmente te quedan!!!" -le respondió refiriéndose a que los dos se hallaban de igual forma con ropa inadecuada-.

-¿Y que hay de tu atuendo? -volvió a la carga el de las iris escarlata- ¿Eres el duende carnicero de la navidad? Deja que arregle este desastre antes de que montes en esa cosa... -el mayor tocó la tela y simplemente evaporó las manchas sanguinolentas-.

-Muchas gracias -le respondió el alidorado con una mirada algo melancólica-.

-Tengo un regalo para tí, lo dejé en el trineo, iré a traértelo -dijo Santa y se fue a buscarlo-.

Tanto Marta como la extraña pareja se movieron trás de él, saliendo pronto a la intemperie, y quedándose la señora Claus junto al dintel de la puerta.

Crowley sonrió y por un momento ambos se sostuvieron la mirada en silencio hasta que el menor le tendió la mano diciendo:

­-Perdón por haberte obligado a colaborar con la navidad...

-¿Bromeas? Depresión, envidia, resentimiento, traisión, lujuria... accidentes... asesinatos... esta es la noche más brillante del año por lejos.

-Me alegra que no fuera una molestia -le respondió con cierto malestar interno por los atroces items que el trajeado había mencionado a los cuales fingió no darles importancia-.

*************

­Santa hizo mover sus renos que empujaron el trineo mas cerca de la casa.

­-Feliz Nochebuena Kenny, ten, para que te abrigue en el viaje.­ -Santa Claus le regalo una bonita bufanda.
El chico la puso al rededor de su cuello y respondió entusiasmado- Gracias Santa es perfecta­-.

­-¿Señor? Esta es para usted, Feliz Nochebuena jamás podremos pagar lo que ha hecho esta noche. ­-le dió una bufanda parecida al rey del infierno-.

­-No ha sido nada­ -respondió éste con cortesía aceptando el presente.

­-¡Increíble!... Es como si hubieran encendido la calefacción­ -se sorprendió el adolescente que ya no sentía el soplo helado del viento tras haber asegurado la bufanda en su cuello.
Evidentemente era mágica-.

La señora Claus que se había quedado atrás se adelantó para saludar a su esposo. Y tras darse un tierno beso de despedida se quitó de la chaqueta que llevaba un broche, que traspasó al pesado abrigo de su marido.

En ese instante el broche emitió una luz que salió desde dentro y voló hacia Ken y Crowley que se estaban despidiendo.

Girando al rededor de ellos les fue soltando una lluvia de pequeñas chispas de luz más pequeñas.

Bajo esa lluvia plateada los dos hombres se convirtieron repentinamente en niños.

Un poco antes de ese extraño evento sobrenatural Ken le estaba diciendo:

­-¿Estabas con alguien? porque me pareció que había otros seres a tu alrededor.

­-Sólo un paseo por el calabozo... creo que te buscan ­-dijo Crowley refiriéndose a la luz q había entrado en escena­ a la que confundió por su forma de volar con un hada.


­**************

-¡Qué bonita!... o por Dios mira eso... que hermoso! ­-exclamó el joven sorprendido y entusiasmado.

Ya convertidos en niños continuaron viendo alegres y fascinados el espectáculo hasta q la luz volvió a entrar en el broche.
Entonces Santa les dijo:

­-¡¡¡Jojojo!!! ¡¡¡Feliz Nochebuena niños, ¿alguien quiere volar conmigo al rededor del mundo?

­-¿Esos son los renos? ¡Que lindos! ¿me atacarían si intentara tocarlos Santa?­-preguntó el pequeño Samuel de diez años.

­-Los renos son criaturas pacíficas­ -respondió el pequeño Fergus de doce al niño desconocido-.

­-Por supuesto que sí, acérquense, ellos están ansiosos por saludarlos.

Los presentaré, él es Rodolfo... Trueno... Relámpago...Cometa... Cupido... Juguetón... Brioso... Acróbata y Bailarín.

­-Estoy perdido, mi hermano Dean va a matarme si descubre que no estoy en casa, ¿podrías ayudarme a volver por favor Santa...?

­-No te preocupes, más tarde viajaremos en el tiempo y nunca sabrá que te perdiste -lo tranquilizó sabiendo q el niño regresaría al interior del adulto en unas pocas horas y q no estaba realmente perdido-.

­-Suban, aún nos queda una larga pero divertida noche por delante.

Santa se sentó y tomó las riendas, a su lado Sam y por último Fergus aseguró la puerta del trineo.

­-¿Todos listos?

­-No lleguen tarde amor. ­-saludo la señora Claus.

­-No lo harémos cariño.

­-Diviértanse -agitó su mano.

­-Sujétense fuerte niños!!! Vamos a subir!!! Jojojo!!!

Con un ondeo de las riendas los renos se pusieron pronto en marcha.

Fergus se prendió con una mano del pasamanos del trineo y pasó su otro brazo por la cintura del pequeño Sam para asegurarlo hasta que se hubieran estabilizado en el aire. Nunca había protegido a nadie pero ese niño le inspiraba hacerlo.

­-Hola, soy Samuel y ¿tu?

­-Fergus... ­-al cabo de un momento de silencio dijo mirando profundamente a Santa- sabía que eras real...­-el hombre hizo un gesto de asentimiento con la cabeza y luego le sonrió más- seguramente madre puso algún hechizo para que no puedas entrar a casa ¿verdad? odia la Navidad, dice que es para tontos, y por esa razón jamás he tenido un regalo ni nada parecido a una fiesta... tenía que nacer 25 de diciembre... -se lamentó aunque en el fondo ya no le molestaba-.

­-Es complicado ¿sabes?... algunas veces los corazones se cierran a causa del dolor y permanecen cerrados durante años -le respondió con cariño el hombre del traje rojo-.

­-Mi madre es tan fría como este copo de nieve­ -dijo Fergus tras contemplar por un breve instante el copo, que volando había ido a parar a su mano­- a veces siento que me detesta.

­-También mi papá­...-dijo Sammy mirando al frente- siempre esta enojado conmigo... estoy seguro de que me odia.

­-¿Y tu mamá y tu hermano saben que él se comporta así? -quiso saber el mayor-.

­-Mamá murió cuando tenía dos meses...creo que fue mi culpa.

­-Eras un bebé ¿como podrías tener algo que ver?...

­­-No lo sé... nadie quiere contarme lo que le pasó y papá me golpeó tan fuerte (­y se tocó la mejilla derecha) que me quedó ardiendo durante horas, me dijo que si me atrevía siquiera a volver a nombrarla de nuevo me mataría con sus propias manos, me tuvo encerrado por muchos días, mi hermano y yo hablabamos a través de la puerta.

­-¡Qué maldito enfermo!. ­-maldijo Fergus indignado­

­-Sea lo que sea que le halla ocurrido a tu mamá, debes comprender una cosa hijo... las cosas malas a veces simplemente suceden, y no es culpa de nadie... -dijo Santa Claus-.
­

-­Así es, se llama destino­ -agregó Ferg y luego de un corto lapso de silencio agregó- deberíamos buscar un hechizo entre los libros de mi madre que pueda ser el castigo perfecto.

­-¿Entonces tu mamá es una bruja de verdad y tú un hechicero?

­-De hecho sí.

­-¿Significa que haces magia?

­-Un poco, aún me faltan seis años para el rito de iniciación, tengo que cumplir 18, hasta entonces no seré visto realmente como un hechicero, pero puedo hacer cosas interesantes.

­-Genial, sabía que había hechiceros buenos, como Santa.

Éste divertido y feliz con la comparación, le guiñó un ojo regalándole una de sus pícaras sonrisas y Fergus le desordeno el cabello acariciando su cabeza.

­­-¡¡¡Mira Fergus la Estátua de la Libertad!!! ­-Sammy se colgó con toda su emoción del borde del pasamanos y Ferg lo sujeto inmediatamente con un brazo por delante.

Estuvieron casi todo el tiempo en movimiento y en todo el viaje el trineo iba liberando chispas de siete colores que eran la esencia de la vida y provocaban bienaventuranzas de todo tipo.

Cuando llegaron a El Cairo se bajaron muy cerca del templo de Horus y allí los niños se divirtieron jugando a que eran paleontólogos aventureros que esquivaban trampas en busca de la momia del lugar. Y Santa formó parte de la expedición mientras los renos disfrutaban del hermoso aire frío de las noches del desierto.

Finalmente el hombre del abrigo rojo encontró en el sarcófago invisible de la "Momia del Escriba" que tal era el nombre que Fergus se había inventado, un tesoro de golosinas de otros países que los tres disfrutaron desde el primer bocado, tanto en tierra como arriba del trineo.

En tres horas y cuarenta y cinco minutos le habían dado la vuelta al mundo lo que incluyó contemplar un amanecer, pues en la mitad de la tierra brillaba el sol y las fiestas se consolidarían unas horas más tarde.

Cuando llegaron a la casa en el Polo Norte los renos ya libres de las guías entraron al establo mientras los niños se lavaban las manos, invitados de honor en la mesa de la familia Claus.

Cuando el hombre de la casa se sentó en la cabecera, sorpresivamente Sam cerró los ojos, unió las palmas de sus manos y comenzó esta sencilla oración:

­-Gracias Dios por Marta, Fergus, Dean y Santa, gracias por esta comida, huele delicioso... y también gracias por Rodolfo y todos sus hermanitos. Que tengas Feliz Navidad. Amén.

Tanta ternura causó este acto en medio de los presentes que Fergus lo siguió tomando su mano:

­-Y gracias por Sam, prometo cuidarlo bien y no mostrárselo a mamá...

Santa también lanzó una breve plegaria:

­-Gracias por Sam y Fergus y por esta encantadora noche que estamos pasando juntos, te pedimos porque la paz se extienda por todo el mundo...

Finalmente la esposa de Santa también oró en la mesa:

­-Gracias por la felicidad y el amor que nunca faltan en nuestro hogar y por enviarnos tan a tiempo un doctor para nuestro pequeño Rodolfo.

Terminando de dar las gracias comenzaron la cena, los cumplidos volaron por toda la mesa en dirección a Marta.

Había tantas cosas diferentes y tan deliciosas... ninguno de los dos había tenido un banquete así jamás.

Sam deseo que su hermano pudiera estar ahí, compartiéndo esa mísma mesa pues sabía que le habría encantado.

Cuando terminaron de cenar la señora Claus empezó a levantar los platos y les avisó que empezaría a armar la mesa dulce para recibir la Navidad. Espontáneamente todos ayudaron en esta tarea y una vez la vajilla estuvo reunida, su marido se arremangó la camisa y tomó la esponja para lavarlos el mismo así Marta podía encargarse tranquilamente de los dulces.

-¿Quieres que juguemos a la guerra de nieve Sam? -preguntó Fergus a su amiguito, en parte para dejar a los adultos tranquilos y en parte por su propio deseo de jugar.

-¡¿Podemos Santa! -pidió entonces el más pequeño.

-¡Claro...! Solo no salgan al camino de acuerdo?... -asintió de muy buen ánimo-.

-No lo haremos Santa... -prometió Fergus-.
Luego de abrigar bien a Sam en la entrada (bufanda, campera y guantes) se calzó su propio equipo y salieron.

La luz automática se encendió en la entrada de la casa y los chicos empezaron a armar pequeñas bolas de nieve para comenzar el juego. Un tiempo después de bombardearse la ropa y corretearse Fergus se tiró de espaldas y Sam aprovechó para arrojarle más y más bolas riendo, luego se echó sobre él, que rió y se quejó al mismo tiempo al ser arroyado en un abrazo por el pequeño.

Cuando se pusieron de pie nuevamente el menor quiso saber:

-¿A qué jugamos ahora?

-Pon tus manos así -le indicó el mayor mostrando las suyas con las palmas hacia arriba-

El más pequeño lo hizo, esperando que Fergus las entrechocara con las de él, pero éste, solo apoyó las suyas delicadamente y se concentró por un momento.

-Hace cosquillas -dijo el pequeño sintiendo un calor y un hormigueo en ambas palmas-.

-¿Confías en mí? -le pregunto el joven mago a su amiguito-

-Sí confío -fue la respuesta de Sammy y sus ojos intensos eran lo más hermoso que alguna vez el mayor había visto.

Pocos segundos más tarde los dos niños estaban suspendidos a siete centímetros del suelo y el menor miraba con asombro a Fergus.

-Ahora podrás volar como lo hacen los renos -dijo el joven hechicero-.

-¡Wow!

-Es muy fácil ¿quieres que subamos despacio? yo te ayudo -dijo tomando una de sus manos para guiarlo y elevándose un poco más-.

Sam era muy listo y con unas pocas explicaciones, en unos minutos estuvieron surcando el aire con gran habilidad. Jugando a perseguirse nuevamente, subían y bajaban razando el techo de la cabaña.

Pronto Santa se asomó a la ventana, asombrado de verlos.

-¡Niños! ¡Ya está la mesa dulce! -les informó y ellos se miraron entusiasmados y entraron por la ventana.

-Lávense las manos ¿de acuerdo? -dijo sin privarse de mimarlos otra vez.
Cuando volvieron a sentarse faltaba media hora para que dieran las doce.

Cortadas en cuadraditos había como media docena de pasteles diferentes, frutos secos, y todos los dulces tradicionales de las fiestas.

-Ok, lo de que los regalos los compran los padres ya lo sabía... -dijo Sam- ¿entonces los duendes ayudantes son solo una mentira más?

-No son duendes Sam, pero contamos con la ayuda de muchas hadas durante todo el año... hadas que viven en los bosques y por esa razón no se encuentran aquí con nosotros... Nos ayudan a recolectar la esencia de la vida, esas luciérnagas con las que cargamos el trineo antes de salir ¿recuerdas?.

-¡Ahá!

-¿Y cómo se conocieron con la señora Claus? -quiso saber Fergus-.

-Iba bastante seguido a llevar donaciones a su comedor... -les respondió él-.

-Siempre aceptaba todas mis invitaciones a almorzar... -agregó ella-.

-Eso explica muchas cosas -sonrió el moreno sin malicia pero aludiendo precisamente a la robustez de Santa-

-Recuerdo que desde el primer momento en que la ví me quedé paralizado... te veías como un ángel -se volvió a Marta- ese día y todos los que le siguieron después...

El pequeño Sammy, que había sentido repentinamente un dolor en la garganta comenzó a tener frío y dificultades respiratorias, sus ojos ya no veían a Santa ni a Marta sinó a un hombre con una perversa sonrisa y ojos rojos brillantes. La vista comenzó a oscurecerse y su cuerpo a perder fuerzas, mientras aún se esforzaba por llevar el aire a sus pulmones, mientras apretaba la herida.

La pareja se sobresaltó al notar que el más pequeño sangraba por debajo de las manos con las que presionaba su garganta respirando con esfuerzo, en cambio Fergus no tardó en reaccionar acostumbrado a los fenómenos de índole paranormal.

Poniéndose delante de él posó su mano sobre las del pequeño y dirigió hacia el interior su energía dando la órden de que la herida se cerrara.

Durante el contacto pudo ver al monstruo que había atacado al menor y por sus alas se dio cuenta que se trataba de un ángel caído.

Para poder bloquearlo imaginó una pesada puerta cerrarse y todo se volvió completamente oscuro.

Antes de que volviera en sí completamente, Fergus evaporó la sangre de su cuerpo y de sus ropas,

Marta y Santa estaban asombrados de que un niño tan pequeño tuviera tanto poder.

Así mismo, en la guarida de los hombres de letras, Dean experimentó el mismo fenómeno, viendo como su hermano estaba empezando a ahogárse como si un ser incorpóreo lo estuviera extrangulando (en su caso no llegó a haber sangre) y comenzaba a perder el conocimiento.

Sin entender que estaba pasando Dean se asusto mucho hasta que Sam volvió en sí sin tener idea de lo que había sucedido.

Dean comenzó a buscar bolsas de hechizos por todo el lugar aunque no pudo encontrar nada. Finalmente decidió que le regalaría una visita al cardiólogo en Navidad y Sam insistió en que se sentía bien y que iría a hacerse ver en la mañana.

***********************************

-¿Mejor? -preguntó Fergus apenas el pequeño comenzó a recuperarse.

-Sí... -.

-Tienes que llevar siempre el inhalador contigo... es muy importante que no vuelvas a olvidarlo ¿de acuerdo?

El pequeño asintió con la cabeza y el mayor agregó- suerte que puedo lidiar con esas cosas...

-¿Te sientes bien Sam? -le preguntó Santa-.

-Ya no me duele al respirar Santa... -le respondió- muchas gracias por curarme... -le dijo a continuación a su amigo con toda sinceridad-.

-Me siento muy bien de que te hayas recuperado tan rápido...-.

-Faltan solo cinco minutos para que den las doce... ¿quieres que vallamos abriéndo la champaña? -le ofreció Marta para terminar de animarlo y sacarlo del tema-.

-¿Sin haberte lavado las manos? -preguntó Fergus para lograr alejarlo por un momento. Sin resistirse el más pequeño fue directo al baño-.

-¿Qué fue lo que acaba de pasar? ¿Algo maligno a entrado? -preguntó grávemente Marta-

-No estaba aquí por nosotros, solo por Sam... pero lo he vencido-.

-¿Estás seguro amor?

-Sí, señora, estoy seguro...

-Bendito sea Dios por el don que tienes...

Ya juntos en la mesa, el señor Claus destapó una sidra sin alcohol para poder brindar con los niños.

Dieron las doce y llegaron los saludos, los abrazos y demás, los pensamientos de Sammy volaron una vez más hacia Dean, "cuanto le hubiera gustado compartir esta mesa con Santa... aunque claro... ni en un millón de años iba a creerle si decidía contarselo..."

-¡Feliz Cumpleaños! -dijo entonces a Fergus extendiéndole algo envuelto en una de las servilletas decorada de esas que había sobre la mesa. El pequeño había hecho el paquete mientras el mayor miraba distraído a Santa abriendo la botella.

-¿Para mí? -dijo el mayor entusiasmado. Lo que había oculto en el improvisado paquete lo asombró e hizo que mirara al menor como diciendo... "¿de verdad quieres que me lo quede"?... luego se sonrió por el gesto tan tierno y le respondió- tu papá te matará si me lo das... -era un reloj de espías- mejor me regalas un abrazo de amigos... ¿quieres ser mi amigo?

-Por supuesto -dijo y lo abrazó-.

-Pero quiero que pruebes tu regalo...

-No sería un buen amigo si dejara que tu papá te pegue de nuevo... no puedo...

-El no lo hará, mi hermano me dijo que una pequeña mentira no hace daño y sé exactamente qué decir para no meterme en problemas... te encantará el reloj tiene bastantes cosas...

Inmediatamente Fergus se lo abrochó en la muñeca... era un juguete genial, él siempre había sentido deseos de tener un kit de espionaje como los que ofrecían en la tele y era a la vez su primer y seguramente único regalo de cumpleaños.

-Un pastel de chocolate con dos velas que formaban el número trece fue el
regalo del matrimonio Claus y todos juntos le cantaron.

Esa fue una experiencia increíble para el flamante pre-adolescente que no quería que aquel día terminara jamás.

-Aún les falta abrir sus regalos -les avisó Santa después de que los niños terminaron su rebanada de pastel.

Entusiasmados, al desenvolver los paquetes encontraron blasters, chalecos y cascos especiales para jugar a dispararse. Los blasters emitían un fino as de luz laser que los sensores en la armadura podían captar y que de hecho la hacían iluminarse por unos segundos. Los disparos recibidos quedaban contabilizados en los mismo dispositivo centrales del casco y la armadura, como los muchachos pudieron comprobar cuando se corretearon por el bosque al cual Nicolas los acompañanó para que pudieran usarlas.

-¡Guau, me diste en la cabeza dos veces, buena puntería! -felicitó Sam al mayor-.

-En la vida real jamás haría eso...

-Ni yo... -le sonrió el pequeño.

Cuando llegaron nuevamente a la cabaña, se tiraron un rato en el sillón y cerraron los ojos.

Al abrirlos nuevamente, los de Fergus no pudieron encontrar a Sam en ninguna parte, entonces preguntó a Marta que se encontraba viendo en su dirección:

-¿Y ken?

-Fue al baño- fue la respuesta de ella- pronto se lo vio atravesar la sala con un muérdago flotando sobre su cabeza... los dos habían regresado a la edad adulta poco después de entredormirse en el sillón y Sam había despertado primero.

-¿Puedo preguntar porque un pedazo de ensalada te sigue por toda la casa? -dijo Fergus al muchacho, quien decididamente le respondió:

-¡Es un muérdago tontito...!

-Sé que es un muérdago... -respondió acercándose a él- lo que me preguntaba, es si ¿significa lo que creo que significa?

Ken lo atrajo por la cintura y su expresión lo dijo todo:

-¡Así es... ya conoces las reglas...! -le sonrió ampliamente, y se besaron bajo el muérdago felices como hacía tiempo-.

-Al parecer mis prístinas nos tendieron una trampa... -agregó el adolescente luego de que terminó el beso-.

-¡Seguro... quítate esa planta de la cabeza, no eres emperador romano...! -la tomó en su mano el mayor-

-¡Bien!... ¿Quieres también todos mis obsequios? ¿Los de Santa y los de Marta? -bromeó para seguir reforzando la idea de que él era el Grinch-.

-¿Obsequios? Este adorno lo robaste a los dueños de la casa- luego viendo hacia Nicolas y Marta- Disculpen, este niño juega con todo lo que encuentra... -se las devolvió- será mejor que me lo lleve de regreso... -pero al voltear, la luz de la esperanza había desaparecido y Crowley no pudo ocultar su desilusión, ya que había pensado invitarlo a rememorar viejas épocas. Viendo esto, Nicolas le explicó:

-Ken... nos pidió que le dijéramos que lo disculpara porque no le agradan las despedidas, y que la Navidad de los Winchester quedaría completamente arruinada sin su presencia...

-Entiendo... muchas gracias por todo, fue una velada estupenda, que tengan los dos una muy Feliz Navidad y buen comienzo de año... -le estrechó a cada uno las manos-.

Marta activó su broche mágico y el demonio regresó unas horas atrás en el tiempo, hasta las diez menos cuarto del 24 de diciembre.

Cuando se apareció ante Dean y Sam, en medio del comedor los dos se quedaron perplejos por un instante.

-¡¿Crowley... qué haces aquí!? -le preguntó el menor más sorprendido que disgustado-.

-Tienes fama de hacer las fiestas más deprimentes del país, asi que vine a hacerle a Dean algo de compañía para evitar que muera del aburrimiento y su otra personalidad tome el control.

-¡Genial! -se quejó el menor-

-Creí que a estas alturas estarías en alguna cazería de brujas... -reaccionó finalmente Dean-.

-Ellas vienen por su propia voluntad, cada una de esas zorras tiene un precio... incluso mi madre aunque aún no halla logrado averiguarlo.

-¿Y ese reloj? -volvió a inquirir el rubio- Sam tuvo uno igual de niño, no se separaba de él ni para bañarse ¿recuerdas? -preguntó al menor.

-Sí, hasta que me lo arrebató un pícaro (los pícaros eran espíritus traviesos, se presumía que podían ser duendes o hadas).

-Navidad me aburre lo suficiente como para ponerme melancólico -explicó Crowley -iba a quemar esa vieja casa hasta sus cimientos-.

-¿Tu casa? -volvió a preguntar Sam sin poder dar crédito a lo que estaba oyendo.

-No sé como sobrevivió este reloj -continuó el demonio- fue un viejo regalo de cumpleaños... ¿Me veo ridículo con este juguete verdad? -le preguntó a Dean, pero Sam fue más rápido al contestar:

-¡No, no! ¡Te ves como todo un agente secreto!

-Veamos si el laser funciona -apuntó su reloj hacia el menor, para tratar de salir lo más dignamente posible del atolladero en el que, cruelmente, lo había metido- olvídenlo -terminó diciendo y se guardó el reloj en el bolsillo del saco.

-¡¿Qué hace Crowley aquí?! -apareció repentinamente el ángel-.

-Escapando de la familia -resumió el menor para cerrar el tema.

-¿Nos sentamos a comer entonces? -propuso Sam-.

Cass se sentó al lado de Dean por lo que el menor y Crowley se sentaron juntos frente a ellos.

-La comida la hizo mi hermano, así que imagino que no tendrás objeciones -le aclaró de entrada el más pequeño. Su apatía era fingida pero esperaba estar haciendo un buen trabajo-.

La comida tenía el toque de Sam, y estaba realmente deliciosa, al demonio le bastaron solo un par de bocados para darse cuenta.

-Los internos del manicomio definitivamente estan teniendo una mejor fiesta -volvió Crowley a la carga en determinado punto de la conversación.

-Ellos tienen drogas, es competencia desleal... -respondió Sam. Era bastante veloz para formular respuestas ingeniosas- pero no te quedes por nosotros, vete a pasarla en grande en "Arkhan Asilum", de seguro habrá mucha gente interesante...

-Yo que tú empezaría a cerrar la boca -le sugirió Dean al otro lado de la mesa- Sam se las cobra, siempre lo hace.

-¿Para qué le avisas? -bromeó el ángel-

-Es que de verdad prefiero el Apocalipsis a estar en medio de una guerra entre estos dos dementes... sin ofender... -dijo viéndoles a los ojos-.

-"Noche de paz" -dejó escapar Sam tras un suspiro y estaba cláramente empleado en tono de broma.

Era un sentimiento agridulce estar allí los dos, porque Sam sabía que Crowley estaba ahí por él, para protegerlo, y junto a la sensación de seguridad, unos insoportables deseos de recibir alguna clase de señal por su parte le tenían angustiado.

Lo único que tenían, eran esas peleas sin sentido y el vacío del espacio entre sus cuerpos que se extendía, según su percepción, como el mismísimo gran cañón.

De repente el de los ojos carmesí atravesó el abismo, tocándolo por debajo de la mesa en la rodilla.

Sam se las arregló para tomarle la mano sin que al otro lado lo notaran, y sintió una corriente de alivio. Las manos de ambos estaban húmedas.

Sam se sentía tan débil ante él que estaba dispuesto a olvidar la pelea, las dudas, las sospechas de que en realidad se encontrara interesado en su hermano mayor, y regresar si volvía a solicitárselo.

Después de los fuegos artificiales, que los cuatro juntos salieron a contemplar, al poco Castiel se marchó y luego Crowley lo hizo.

Dean se despidió de su hermano y se fue a recostar.

Con una pequeña esperanza de encontrar al demonio en su cuarto, Sam se encaminó, y al atravesar la puerta pudo verlo, de pie frente a él. Tan grande fue la emoción que lo embargó en ese momento, que solo pudo correr a sus brazos, que lo recibieron y se apretaron contra sus costillas superiores y espalda, dando muestra de un sentimiento sincero.

-Feliz Navidad -le dijo Crowley a Sam, debatiéndose aún entre las ganas de pedirle que volvieran y el temor de ser rechazado como la última vez.

-Feliz Navidad, le respondió el castaño sin dejar de apretarlo más contra sí.

Entonces al separarse un poco, Crowley tomó su rostro y convencido de respetar los deseos del Winchester le dejó solo un beso sobre la frente.

Cuando el de la mirada escarlata hizo ademán de marcharse el joven tuvo un impulso de retenerlo, y aunque hubiera deseado ser capaz de expresarle su ardiente deseo por regresar, aquel beso le había arrebatado la confianza, que había alimentado durante la cena, respecto de aquella posibilidad, pudiendo solo decir:

-Gracias... por todo...

Con una última mirada y una sonrisa triste el demonio desapareció, y los dos, cada uno por su lado quedaron vacíos y desalentados, y Sam maldijo en silencio estar tán enamorado de él, en lugar de extrañar a Elliot como debía.

Ni siquiera la llamada del apuesto doctor, por no poder acompañarlo como quería en las fiestas, pudo borrar la tristeza que se había instalado en su alma tras la partida del rey del infierno.

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