Sip, definitivamente es un traidor
En cuanto cayó la noche y todos los campistas estaban dormidos en sus cabañas me levanté, guardé provisiones en una mochila y decidí partir en silencio hacia Los Ángeles para encontrar a Hades.
¿Cómo iba a llegar hasta allí?
No tenía idea.
—¿Piensas salir?—preguntó alguien a mis espaldas mientras abandonaba mi cabaña.
Me volví, y encontré a Grover sentado en una de las cercas a lado de la entrada. Se bajó de un salto y empezó a caminar conmigo cargando sus muletas.
—No trates de detenerme—le advertí.
—No te preocupes, voy contigo—dijo, divertido.
Suspiré.
—¿Tienes algún motivo por el que quieras venir? ¿O sólo estás molestando?
—Percy—dijo, ahora con seriedad—. Soy tu protector, éste es mi trabajo.
"¿Nada de sueños? ¿Nada de encontrar a Pan? ¿Nada de una licencia de buscador? ¿Este Grover no aspira a nada?"
Supuse que quizá él únicamente no me quería decir sus verdaderos motivos, aunque también veía muy posible que realmente viniera solamente porque quería protegerme.
Mientras pasábamos por una zona llena de carpas, lo que hacía al campamento verse aún más como un campo de refugiados, la voz de Annabeth habló a mi espalda.
—¿Una victoria y ya estás listo para enfrentar a Hades?
—Huy, ya somos dos—apoyó Grover.
Me volví para mirarlos, no traté de disimular la molestia en mis ojos.
—Ustedes no tienen idea de quién soy o por lo que he pasado—gruñí—. Pueden creerme o no, pero no sería la primera vez que lidio con Hades, y tampoco será la primera vez que venza a un dios en combate.
Me di cuenta de que Annabeth llevaba una mochila consigo, eso me dejaba claro que ella ya se esperaba que yo trataría de irme, y se había preparado para acompañarme.
Siempre me asusta como esa chica es capaz de leerme, sea mi universo o no.
—Sólo escúchate, estas loco—repuso ella—. ¿Enfrentarte a dioses? No tienes idea de lo que dices.
—En realidad sí, tengo bastante más de lo que crees.
—No puedes vencer a Hades—insistió ella.
Rodé los ojos.
Pensé en que podría bañarme en el estigio una vez en el inframundo, pero recordé que antes de eso necesitaba la bendición de mi madre, cosa que... sería algo difícil de conseguir en ese preciso momento.
—Podré y lo haré, ocúpate de tus asuntos.
Grover se paró en seco y me detuvo en mi sitio de un empujón.
—Se acabó, no puedo permitir que hagas esto.
—No te estoy pidiendo permiso.
Me solté con brusquedad y seguí caminando.
—Okey—chilló él—. Pues de acuerdo al reglamento, si no puedo detenerte debo acompañarte, porque soy tu mejor amigo y tu protector.
Me paré en seco y apreté mis puños.
—No, no lo eres—dije en voz baja.
—¿Qué?
—Dije que no lo eres—gruñí—. Déjenme decirles algo. No es la primera vez que estoy en el Campamento Mestizo, ¿por qué Hades crees que no me sorprende nada de lo que veo?
Grover retrocedió un par de pasos.
—Pues... no... no lo había pensado.
Annabeth alzó una ceja.
—Jamás te había visto por aquí—dijo ella—. Y me críe en este lugar. No hay forma de que...
—Llegué por primera vez cuando tenía doce—la interrumpí—. Y he echo de todo desde entonces.
Grover se cruzó de brazos.
—¿Ah sí? ¿Y quien es tu protector, entonces?
Lo miré.
—Él...—bajé la mirada sin saber muy bien que responder—. Dejémoslo en que él ya no es un protector...
Extrañaba a Grover, a mi Grover de mi mundo. Sentía en mi cabeza un molesto vacío, el lugar de nuestra conexión por empatía, dormida porque supongo que la señal mágica que nos une no tiene coberturas en realidades alternas.
Supongo que mi nostalgia, mezclada con tristeza, enfado e impotencia por haber sido sacado de mi hogar por las Moiras se filtraron a mi voz, porque Grover dejó de hacer preguntas, mostrándose comprensivo.
—Está bien—dijo—. No interesa si ya tuviste un protector antes, yo soy tu protector ahora y te acompañaré, ¿está claro?
Quería discutir, podría haberlo echo, pero el tanto pensar en mis amigos y mi hogar me hicieron sentir solo, necesitaba compañía que me resultase familiar y agradable.
Suspiré y seguí caminando.
—Claro—murmuré, luego me volví hacia Annabeth—. Y tú, déjame adivinar, llevas prácticamente toda tu vida aquí entrenando y entrenando, pero quieres ir al mundo real porque allí es donde descubres si sirves o no.
Ella frunció el ceño.
—Sí... en realidad sí...—dijo con sospecha—. ¿Cómo lo...?
—Te lo dije antes—descarté—. No eres la primera hija de Atenea con la que he lidiado.
Grover y Annabeth se miraron entre ellos y luego a mi.
—Bueno... aún no hemos aclarado ese tema sobre tu tan dichosa novia de la que nunca habías dicho nada antes—dijo Grover.
—Grover, este no es el momento—gruñí.
Él levantó las manos.
—Está bien, está bien, hablaremos de eso después—dijo—. Por ahora... ¿alguien sabe como llegar al inframundo?
—Los Ángeles, California—dije—. Con un soborno apropiado Caronte hará lo que quieras.
—Una mejor pregunta, entonces—respondió Grover—. ¿Cómo salimos de allí?
—Yo...
Él tenía un punto, la primera vez que salí de allí fue por medio de las perlas que mi padre me dio, pero no tenía certeza de que pudiera contar con ellas en esta ocasión. La segunda vez, Perséfone nos dio flores mágicas teletransportadoras, y la tercera lo hice por la entrada de Orfeo, la cual no tenía forma de abrir ya que... digamos que este Grover no se veía muy musical.
Aunque, (lo admito, por favor no me juzguen) me preguntaba si en esta realidad Grover rapeaba.
—No estoy muy seguro, díganos que mis salidas siempre fueron bastante circunstánciales—admití.
—Yo... creó conocer a alguien que podría ayudarnos—dijo Annabeth.
"Por favor díganme que no es él"—pedí.
...
Sí era él.
Entramos en una de las tiendas, una bastante grande y espaciosa.
Lo primero que noté fueron los sonidos de disparos, provenientes de un videojuego.
Al acercarme, vi a Luke, jugando en lo que me parecía una play station.
Me pareció totalmente injusto que los semidioses de este mundo pudieran usar dispositivos electrónicos e internet sin ningún problema. En mi realidad lo más que podíamos utilizar era una vieja consola de Nintendo que Quirón tenía en la casa grande, y eso muy de vez en cuando.
—Luke—llamó Annabeth.
Él se volvió para mirar fugazmente y luego volvió a centrar sus ojos en la pantalla frente a él.
—Hola, chicos—saludó sin dejar de jugar—. Percy, imaginé que vendrías tarde o temprano, tooodo el mundo lo hace, para escalar de ese... mundo estancado en la época medieval.
"Mira, amigo, éste campamento no tienen nada de medieval. No seré el mayor experto en historia, créeme, pero si que te puedo decir que la Edad Media y la antigua Grecia no eran precisamente lo mismo"
¿Les mencioné que Luke tenía al menos cuatro monitores encendidos?
Él le puso pausa a su partida y se puso de pie, volviéndose para mirarnos, extendió ambos brazos y exclamó:
—Bienvenido al mundo moderno.
—Uy, me gusta—dijo Grover.
Luke nos miró a los tres.
—¿Y qué están tramando?
"A corto periodo, ir al inframundo a molestar a Hades. A largo plazo, aplastar a Crono, y sí, eso incluye al pobre diablo al que se le ocurra ofrecérsele como recipiente físico"
—Vamos a salvar a mi madre—respondí finalmente.
—Oh...—murmuró Luke.
—Tu padre es el mensajero de los dioses—dijo Annabeth—. Uno de los pocos que ha ido y vuelto del inframundo, ¿tú tienes idea cómo?
Luke pareció pensarlo por un momento.
—Hummm, no tuve el gusto de conocerlo en persona—dijo.
Al escuchar eso reparé en algo a lo que no le había prestado atención en lo más mínimo hasta ahora: Luke no tenia aquella cicatriz en su rostro.
Es decir, dudaba que Hermes le hubiera dado la misión de robar las manzanas de las esperides como en mi mundo.
Su tono también me hizo recordar cuando tenía doce, aquella sensación de saber que tu padre es un ser ultrapoderoso y que aún así no se daba ni cinco minutos para conocerte.
—Bienvenido al club—murmuré.
Luke sonrió, como si hubiese dicho algo gracioso.
—Todos estamos igual, ¿eh?—su tono cambió a uno más serio y amargado—. Es porque todos los dioses son igual de egoístas, sólo piensan en sí mismos.
"Y... sí es un traidor"—decidí—. "¿No puedo matarlo y ya?"
"No"—respondieron las Moiras.
Bufé.
—Pero una vez tuve oportunidad de entrar a su casa—siguió diciendo Luke—. Tiene cosas increíbles.
Se dirigió hacia un estante y sacó una vieja caja de zapatos. Les sopló para quitarles el polvo y me la dejó en las manos.
—Para ti.
"Oh shit, here we go again"
Abrí la caja, encontrándome... bueno, lo que ya esperaba encontrarme: un par de zapatillas con alas. De inmediato una de ellas empezó a revolotear frente a mi.
Sólo les veía tres inconvenientes: 1) Zeus me tiraría un maldito rayo si me atrevía a flotar en el aire. 2) Esas zapatillas no tenían una palabra mágica para guardar y desplegar las alas. Y 3) Era un poco muy posible que estuvieran encantadas para... no sé... ¡Arrastrarme al maldito Tártaro!
—Genial...—murmuré.
—Sí... son de mi padre—respondió Luke—. Tiene cientos y cientos de estos...—pescó el zapato en el aire—. No es gran pérdida, mira debajo del otro.
Hice lo que me pidió, y mientras Luke volvía a guardar el zapato en la caja, yo extraje lo que parecía un papel de allí adentro: un mapa.
—¿Ustedes sabían que han bajado muchos al inframundo sin estar muertos?—preguntó Luke.
—Hércules, Orfeo, Houdini, puede que yo lo haya echo accidentalmente unas tres veces...
—¿Qué tú qué?
—Eso no importa—me apresuré a añadir—. Sólo digamos que no salí de la manera convencional, y eso nos deja un poco sin opciones.
Luke se encogió de hombros, me resultó extraño que dejara el tema sin más, pero eso sólo lo hacía más sospechosista.
Sí, yo sé lo que dije.
—Para eso es el mapa—explicó—. Lleva a las Perlas de Perséfone.
—La esposa de Hades, sí—murmuré, empezando a hacerme teorías de lo que eran esas perlas.
—La obligó a casarse con él—dijo Annabeth—. La tiene prisionera...
"¿Qué?"
Cómo es posible que Deméter no haya partido el planeta en dos hace milenios. O mejor pregunta, ¿cómo es posible que Hades haya echo eso?
Es decir, sí, en mi mundo el la raptó, y sí, definitivamente Hades tenía algunos problemas de ira que debería de resolver porque en ocaciones se ponía violento con su esposa, créanme lo he visto, pero incluso en esas ocaciones jamás le puso un dedo encima, de hecho fue después de que Perséfone literalmente creara un arma tan o más poderosa que el rayo de Zeus en secreto.
Por lo demás y hasta donde sabía, los reyes del inframundo se amaban.
—Obviamente odia estar allá abajo—dijo Luke—. Hace calor, él está loco, así que tiene... visitantes secretos.
Grover asintió, como si imaginase las posibilidades.
Y conociendo cómo era esta versión del niño cabra, seguramente eso mismo estaba haciendo.
Hice una mueca de incomodidad, esta realidad me agradaba cada vez menos.
—Tiene perlas para ellos en todo el mundo—siguió Luke—. Y estas perlas brindan una forma para escapar del inframundo, úsenlas para salir.
—¿Y estas perlas cómo funcionan?—preguntó Grover.
—Fácil, tomas la perla, la pisas y la destruyes, y visualizas donde quieres estar.
Alcé una ceja, era una mezcla entre las perlas de mi padre y las Rosas de Perséfone de mi mundo, con el añadido de que estas al parecer te llevaban a cualquier parte, no sólo a donde estabas antes o al cuerpo de agua más cercano.
Supongo que está bien... si ignoramos el echo de que Hades es un monstruo en esta realidad y Perséfone mete amantes a escondidas al castillo de su esposo.
Digo, sí, la Perséfone de mi universo también lo hizo, pero fue sólo una vez y prácticamente todo el mundo lo sabe, ¿verdad, Adonis?
—Ahora, hay tres perlas en Estados Unidos—explicó Luke—. Este mapa los guiará—señaló a un punto—. Aquí... está la primera ubicación.
—El imperio del jardín de la tía Eme—leyó Grover.
—Mierda, esa loca no otra vez—dije.
Annabeth me miró.
—¿Has estado allí?
—Una vez, no es algo que me guste recordar.
—Cuando encuentren la primera perla, el mapa les mostrará la siguiente—dijo Luke—. Y la siguiente, y luego a ver a Hades. Lo que... me recuerda que... quizá necesiten protección, así que...
Tomó un extraño guantelete te de arriba de un mueble y me lo dio.
—Mi escudo favorito, les recomiendo que se aparten.
Me puse el guantelete y accioné un mecanismo, el escudo hizo un tic-tic-tic y se expandió, convirtiéndose en un gran escudo de bronce.
Grover y Annabeth retrocedieron impresionados.
Yo ladeé la cabeza, supongo que estaba bien, pero la versión que me hizo mi hermano Tyson era mucho mejor: un compacto reloj de muñeca que daba la hora exacta, que a su ves se convertía en un gran escudo de dimensiones similares a este.
Lo malo es que... puede que haya perdido ese escudo luchando contra el monstruo Campe en la isla de Alcatraz.
Bajé el escudo y forcé una sonrisa.
—Gracias, Luke.
—Nah, es un placer—sonrió—. Pero... tienen que prometerme sólo una cosa. Si ven a mi padre camino al infierno...
—¿Sí?
—Patéenlo de mi parte.
¿Alguien me explica por qué se está escuchando "Highway to Hell" de AC/DC?
¿Y por qué soy el único que parece oírla?
...
Bueno, aprovechando que justo el capítulo menciona el infierno, quería invitarlos a pasarse por otra historia que tengo, "El Rey de los Fantasmas" la cual ha pasado muy inadvertida por mis lectores pero a la que le estoy echando bastante esfuerzo en la investigación.
Esta tiene como protagonista a Nico y mete mitología de las creencias Abrahámicas, ya saben, Cristianismo, Judaísmo, Islam, y otras religiones derivadas.
Así que, me harían un gran favor si se pasan por allí y me dejan ideas y opiniones, muchas gracias.
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