Mi vida nunca fue como creí que sería.

Y no, no me refiero a los típicos giros que da el destino. O... tal vez sí, pero de una manera mucho más literal.

Bien, déjenme explicarme.

Mi nombre es Percy Jackson, cumplí los dieciséis años hace casi un mes y eso por poco destruye el universo.

Creo que para esta altura ya han de estar enterados como fue el asunto.

A los doce descubrí que soy un mestizo, hijo del dios Poseidón y de una humana. Tuve que viajar por todo el país siendo perseguido por la ley y un ejército de monstruos para recuperar el rayo maestro de Zeus. A los trece navegué por el mar de los monstruos en busca del legendario vellocino de oro. A los catorce levanté el cielo sobre mis hombros para ayudar a la diosa Artemisa y volver a capturar al titán Atlas, seis meses después de eso atravesé el laberinto de Dédalo y accidentalmente desperté a Tifón (perdón por eso) y a los quince lideré una guerra en contra del ejército del titán Krono.

Y eso nos trae al día de hoy.

Casi un mes desde que terminó toda esta locura. Tengo amigos, familia, una novia y ninguna guerra de la que preocuparme.

O... eso creía hasta que al despertar por la mañana no me encontré en mi habitación, sino en medio del vacío, oscuro como la noche, en donde solamente se distinguía la oscuridad eterna entre millones de estrellas.

Sentadas a unos metros de mí, tres ancianas tenían unos largos calcetines azul eléctrico. Una tejía, otra sostenía la lana, y una más cortaba el hilo con unas afiladas tijeras.

Sabía quienes eran, dioses, todos sabían quienes eran. Las había visto más veces de lo que a nadie le gustaría. Eran seres muy antiguos y poderosos, capaces de moldear el destino con sólo tijeras y unos cuantos hilos.

—Perseus Jackson—habló la anciana de en medio.

Me estremecí de inmediato, detesto que utilicen mi nombre real. Principalmente porque casi siempre que alguien lo menciona es por que quiere matarme.

Esperaba que esta vez fuera la excepción.

Me puse de pie, aún algo adormilado, e hice una torpe reverencia.

—Señoras—saludé con la cabeza gacha—. ¿Qué... qué puedo hacer por vosotras?

Sí... tiendo a hablar más propiamente cuando me dirijo a seres con el poder de arruinar por completo mi vida y la de todos mis seres queridos sin que ningún dios pueda hacer nada al respecto.

La verdad es que aún no sabía si las tres Moiras estaban más arriba o más abajo que Zeus, el rey de los dioses. Según tenía entendido, estaban más arriba en poder, pero no en jerarquía. Aún así, dudaba seriamente que Zeus se atreviera a hablarles irrespetuosamente, y mucho menos a intentar ordenarles algo.

—Hemos sido enviadas aquí por nuestro padre, el mismo tiempo, para hacerte una proposición. Puedes declinarla si lo deseas, pero espera a escuchar toda nuestra oferta.

Levanté la cabeza con curiosidad, no pretendía sonar impertinente (lo que es raro, considerando que esa es casi siempre mi intención) pero pregunté:

—¿Y... podría saber quién es vuestro padre?

Las ancianas respondieron a la vez.

—El primordial Chronos, desde luego.

—Ka?

Supongo que la sorpresa era demasiado evidente en mi rostro, porque la anciana de la izquierda se volvió para explicarme.

—En un inicio, cuando el creador Caos dio origen al universo, la primera generación de inmortales nació. Entre ellos nuestra madre, Ananké, la inevitabilidad, y nuestro padre, Chronos, el tiempo.

Ladeé la cabeza confundido.

—Pero... ¿no sé supone qué Krono...?

—Un error común—dijo la anciana de la derecha—. Chronos es nuestro padre, "tiempo". Pero los mortales suelen confundirlo con el titán Kronus "el cortador del cielo". En un origen Kronus era conocido simplemente como el señor de la cosecha, pero las creencias mortales y el imaginario popular del corazón de occidente poco a poco le otorgaron el dominio sobre el tiempo que del que tanto uso hizo alarde durante la reciente batalla de Manhattan.

Siendo sinceros, aquí entre nos, no entendí nada de lo que dijeron. Pero asentí con la cabeza seriamente y decidí continuar con el asunto.

—Entonces, mis señoras, ¿qué interés puede tener el tiempo conmigo?

Las tres primordiales del destino extendieron los brazos, sus cuerpos se iluminaron brevemente en lo que rápidamente se convirtió en un destello que iluminó todo el cosmos.

A mi alrededor, en todas las direcciones posibles, empecé a distinguir las siluetas de las tres Moiras. Todas tejiendo sus hilos sin siquiera voltear a vernos, algunas eran idénticas a las que estaban frente a mi, pero otras eran irreconocibles, completamente diferentes las unas de las otras. Alrededor de cada uno de los tríos, se formaba la silueta brillante de un árbol, un fresno gigantesco.

—Mientras que la tierra, el mar, el cielo, el inframundo, el sol, la luna o el destino son distintos en cada realidad. El tiempo casi siempre es constante y está en movimiento, avanzando sin detenerse. Cada árbol que ves en un mundo alterno, un universo distinto al tuyo donde cada posibilidad puede ser una realidad. Y la gran mayoría de ellos están conectados por dos vías, el Caos primordial sobre el que reposan, y el tiempo que fluye entre sus ramas. Y es por este canal del tiempo sobre el que te permitiremos viajar, si es que aceptas.

Miré asombrado a mis alrededores, era una vista mucho más impresionante de lo que había sido incluso el Monte Olimpo, pero decidí que no podía quedarme para siempre mirando al vacío universal... ¿multiversal? No lo sé.

—Aún no me habéis dicho vuestra propuesta, señoras—les dije.

Las Moiras señalaron las tres juntas en la misma dirección. Todos los universos se desvanecieron de mi vista, con la excepción de uno, el cual las destino parecían mirar con cierta repugnancia.

—Este mundo nació de un universo idéntico al tuyo, pero que se desvió durante su creación y el resultado es un reino retorcido y abismalmente distinto al que tú conoces. Nuestro padre tiempo desea que tú te acoples a esa realidad, al menos temporalmente.

Hice una mueca, no me estaba gustando a que sonaba esa "oferta"

—¿Podríais ser más específicas sobre lo que querréis que haga allí?

—En ese mundo recién comenzarás tu primera misión, pero ya habiendo cumplido los dieciséis años. Es por eso que el tiempo desea ver como te desempeñarías en las mismas situaciones que tu contraparte.

Eso me confundió, aún más.

—¿Dieciséis? ¿Pero y la profecía?

—No podemos darte más detalles—dijo la anciana del centro—. Los cambios entre tú mundo y este otro son varios. Aliados que son enemigos, traidores a los que jamás les verás la cara, amigos que no conocerás y situaciones completamente distintas a lo que esperarías ver. Nada de eso sería raro según las leyes del multiverso, pero el hecho de que esta realidad haya nacido como un intento de replicar la tuya original la convierten en un error, algo que jamás debió ser.

Hice una mueca.

—Entonces... no sé si...

—Una vez que termines, serás devuelto a tu mundo de origen, exactamente en el mismo instante del que te sacamos de allí en primer lugar.

Eso no me hacía sentir mejor. Las Moiras lo habían mostrado como una propuesta, pero bien sabía yo que cuando los inmortales te ofrecen algo, decir que no nunca es una opción.

—Y... ¿cómo es la realidad en la que rechazo ésta oferta?—pregunté con algo de miedo.

Las Moiras señalaron a su izquierda, se proyectó uno de los infinitos universos, uno en el que me veía a mí mismo hablando con las Moiras, exactamente la misma situación. Mi contraparte declinaba la oferta y era arrojado al Caos primordial para ser desintegrado.

—Oh... bueno, supongo que no hay de otra—forcé una sonrisa—. Entonces... ¿acepto?

Las tres ancianas me rodearon y hablaron al mismo tiempo.

—Perderás tus armas y equipamiento, perderás la marca de Aquiles y la capacidad de decir nada acerca de tu procedencia de otro mundo. Reemplazarás al Perseus Jackson de esta realidad y todos recordarán que tu apariencia actual es la que siempre has tenido. Termina tu misión y volverás a tu hogar, falla y éste universo será tu tumba, ¿ha quedado claro?

Suspiré con resignación.

—No fingiré que no me molesta, pero sí, quedó claro, señoras...

—Entonces, buen viaje, héroe. Intenta no morir del asco cuando veas lo retorcida que quedó tu realidad.

La luz me envolvió, mi cuerpo estalló hasta convertirse en un resplandor de energía y fui disparado a toda velocidad por el cosmos, atravesando tiempo y espacio hasta que llegué a un mundo que se suponía debía ser como el mío pero que jamás debió ser.

"Emocionante"

Por favor, que alguien acabe con mi sufrimiento, sólo quiero ser feliz.

...

Y a cualquiera que ose mencionar que le gustó la película o que la prefiere antes que el libro: ¡¡¡LARGO DE MI IGLESIA!!!

Alcachofa