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Por eso odio Las Vegas


—¿La ultima vez?—repitió Annabeth.

Había logrado evadir el tema por algunas horas, ahora nos encontrábamos cenando en silencio en una cafetería, con ya llegada la noche.

Retrocedí ligeramente.

—Me refiero a mi última misión—repuse, tratando de soñar seguro.

Ella frunció el ceño, clavándome sus ojos encima.

—Estas mintiendo—decidió.

"¿Por qué siempre puede leerme tan bien?"

"Ehm... ¿algo de ayuda?"—pregunté mentalmente—. "¿Hola? ¿Alguien?"

Las Moiras sólo contestaron con silencio.

"Entonces... ¿lo tomó como que les puedo decir la verdad?"—volví a tratar.

Para mi sorpresa, no me respondieron las Moiras, sino algo muchísimo más antiguo y poderoso:

"Te aconsejaría ser prudente, no reveles demasiada información personal, limítate a dar detalles inexactos"

Miré a ambos lados, y aunque suene estupido porque la voz estaba en mi cabeza, técnicamente sí estaba mirando a quien me habló, más que nada porque él está en todas partes.

"¿Quién...?"

"El padre tiempo, ni más ni menos"—respondió la voz.

"Chronos..."

"El mismo, semidiós"—se presentó.

Bufé.

"Así que eres tú el que me dejó aquí atrapado"

"Tengo que disculparme por la actitud de mis hijas, las Moiras"—dijo el primordial—. "Cuando les pedí ayuda con mi experimento, no creí que serían tan agresivas o restrictivas contigo"

"¿Qué no conoces a tus propias hijas?"—gruñí, demasiado molesto como para permitirme ser reverente con el tiempo primordial.

"Comprendo tu enfado, Perseus"—dijo el primordial con voz tranquila—. "Sólo recuerda que mientras más pronto termines, más pronto volverás a tu hogar. Y aunque no debas cambiar radicalmente el curso de esta historia, ya has echo de las tuyas en las batallas, terminándolas antes de que pudieran empezar correctamente. Así que trata de decirles de dónde provienes a tus amigos, pero intenta ser lo menos específico posible"

"Ah... gracias, supongo"

"Buen viaje, Perseus, te estaré esperando para devolverte a tu hogar... suponiendo que aún desees regresar"

"¿Qué? ¿Por qué razón no querría regresar?"

"Lo descubrirás, a su debido tiempo"

Me pregunté si tenía alguna relación con mis pesadillas sobre el Tártaro, o aquellos sueños en los que era secuestrado y arrojado sin memoria a la otra punta del país.

—Percy—volvió a llamar Annabeth.

Tomé aire.

—Miren, esto va a ser difícil de creer, pero...

—Interrumpimos la programación regular para un reporte especial—dijo el comentarista de la televisión

—Los científicos no se explican la aparición de una nube de tormenta que se extiende sobre gran parte de Europa y Asia, y que ahora se dirige hacia el país—dijo un nuevo comentarista—. Se reportan huracanes, lluvia y fuerte oleaje sobre las costas de varios continentes. Hasta ahora no hay muertes, pero las naciones de todo el mundo se preparan para lo peor.

—Hay papá...—murmuré—. Eres tan dramático como Zeus cuando te lo propones...

—No cambies el tema—dijo Grover—. ¿Qué ibas a decir?

Empecé a juguetear con mi bolígrafo mientras me removía incómodo.

Suspiré.

—Ya se los dije—sentencié—. No es mi primera misión, y empiezo a creer que tampoco la última. A los doce años ya atravesé el país siendo perseguido por monstruos, y a los dieseis ya había enfrentado a más cosas de las que puedo nombrar. Si digo que esto es más fácil que la última vez es porque de hecho así es, no más preguntas.

—Pero...

—No más preguntas.

—¿Y sobre...?

—¡No más preguntas!

—¡De la misión, Jackson!

—Ah...

—¿Dónde está la última perla?—preguntó Annabeth.

Miré el mapa, un nuevo punto se iluminó con dorado para luego mostrar la siguiente ubicación.

Grover miró por sobre mi hombro.

—Bueno... no podemos quejarnos—dijo—. ¡Iremos a Las Vegas! ¡Hotel y Casino Lotus!

Me golpeé a mi mismo contra la mesa.

—No otra vez...—murmuré—. Esta vez no tenemos tiempo para perder...

—¿A qué te refieres?—preguntó Annabeth.

—Se los explicó cuando lleguemos, no quiero pensar en eso ahora.

...

Tomamos carretera y llegamos a Las Vegas mientras anochecía al día siguiente. Grover y Annabeth estaban maravillados por todo lo que veíamos, y admito que yo también un poco.

La última vez que había estado allí era de día, y definitivamente no era tan impresionante como lo es en la noche.

Ah, sí, por cierto, yo conducía ahora. Me negaba rotundamente a permitir que Grover volviese a tomar el volante después de casi matarnos con aquel camión.

—Ahí está...—murmuré sin ganas—. El Casino Lotus...

Lo admito, por fuera era más grande y espectacular. No estaba escondido de la vista pública como en mi mundo, y estaba repleto de gente entrando y llegando.

Era una trampa mucho más vistosa y menos silenciosa que el de mi mundo, y eso no me agradaba.

Mientras estacionaba el auto, Grover dijo ansioso:

—¡Hay! ¡Ya quería llegar! ¡Siempre partan los ochos, pero jamás los dieces...!

—Este es el plan—dije—. Ustedes se quedan en el auto, yo entraré y saldré. Si tardo más de un día en salir es que ya estoy perdido, terminen la misión sin mi, con las dos perlas que tenemos será suficiente para ustedes.

Grover me miró, parecía ofendido.

—¿Qué?

—Este lugar es una trampa—expliqué—. Entras y ya no sales nunca, cualquier cosa, comida, bebida, juegos, lo que sea te volverá adicto, perderás tu libre pensamiento y sólo querrás quedarte allí para siempre, olvidándote incluso del paso del tiempo. Es el único lugar en el que Chronos no tiene poder precisamente porque el tiempo no pasa una vez entras allí.

Annabeth y Grover me miraron.

—Entonces no te podemos dejar solo—dijo Annabeth.

—Pueden y lo harán—repuse yo—. En el pasado ya estuve aquí, logré liberarme por mi mismo de la influencia de este sitio, pero sólo después de cinco días. Sobra decir que tuve que sacar a mis compañeros a rastras, no volveré a pasar por eso. Tomaré la perla y me iré.

No deje especio a discusiones. Entre a ese lugar, moviéndome incómodo entre el gentío. Aún así, cuando has estado en una fiesta olímpica, aprendes a moverte entre multitudes caóticas, así que tampoco fue un reto exagerado.

—Por favor, tome un libro de cupones—me ofreció un trabajador.

—No gracias.

—Por favor, es gratis. Sirve para todo el hotel y el... casino...

Yo ya me había ido.

Me paré por un momento a admirar con horror el titánico parque de diversiones que había allí.

Me di cuenta de una cosa, aunque no probara nada ni me dejara influenciar, estaría atrapado por siglos allí simplemente tratando de encontrar esa estupida perla.

El lugar era gigantesco.

—¿Le sirvo algo?—ofreció una chica del hotel—. Pruebe una flor de loto.

—Son deliciosas, es nuestra especialidad—añadió otra.

—No gracias...—me di la vuelta, pero otra chica me interceptó.

No quería ponerme violento. Era obvio que en esa realidad la Niebla no funcionaba como en mi mundo, tal vez ni siquiera existía. Si me ponía a matar criaturas mágicas, los mortales lo notarían.

Además, ni siquiera sabía se esas chicas eran monstruos o simples empleadas humanas con la mala suerte de quedar atrapadas trabajando allí.

Básicamente escapé, escabulléndome como pude entre ellas y sus bandejas de comida.

Descubrí que una buena manera de mantener la atención y estar centrado es divagar y no prestar atención.

A ver, me explico: en lugar de distraerme con el aroma de la comida o las luces de los juegos, mi mente se desvió por un "sería divertido deslizarse en una bandeja de comida como si fuera un trineo"

Y maldita sea, vaya que el personal era insistente.

—¿Necesitas una flor de loto?

—No...

—¡Vamos, sólo una!

—Gracias, pero no gracias.

Me estaba exasperando, ¿por qué mi padre no podía simplemente darme las perlas como en mi mundo? Hubiera preferido volver a toparme con...

¡Oh, dioses! ¡Jamás me encontré con Ares!

Y no, aunque eso parezca bueno, no lo era en lo absoluto.

Jamás había interactuando con Ares, como si él no tuviese absolutamente nada que ver con el robo del rayo.

Además, Alecto había estado buscando específicamente el rayo, no el yelmo, y Hades había mandado al Minotauro a por mi madre, no simplemente aprovechó la situación como en mi mundo.

No quería creerlo, pero a cada segundo era más obvio que Hades sí era el malo maloso, y que Ares no estaba ni siquiera metido en el asunto.

Me empecé a preocupar, mi misión ya no era bajar al inframundo para ponerle en claro las cosas a Hades, era literalmente bajar a enfrentarlo.

Por un lado, todo en ese mundo había sido excesivamente fácil de vencer, pero aún no conocía el poder de los dioses en esta realidad, y cuando vencí a Hades en mi mundo fue con la marca de Aquiles, no sólo lanzándome a lo bruto.

Sentí una asfixiante sensación en mi pecho, la cual hice a un lado despectivamente.

"Te has enfrentado a cosas mucho peores"—me dije—. "Si pudiste con Crono, puedes con esto"

Finalmente, un brillo verdoso llamó mi atención.

Miré una ruleta, en donde en lugar de la pelotita o canica extraña que se suele utilizar, una brillante perla la sustituía.

—¿Gusta una flor de loto? Son gratis.

—Largo—gruñí mientras lanzaba una mirada asesina.

La chica del hotel se estremeció y salió huyendo.

Me sentí un poco mal, ella sólo estaba haciendo su trabajo, pero bueno, yo estaba haciendo el mío.

—¿Algún problema, señor Jackson?—preguntó un empleado de seguridad.

Lo miré fijamente, me llevé una mano al bolsillo.

—¿Cómo sabe mi nombre?

Hubieron unos diez segundos de pura tensión en la que únicamente nos mirábamos esperando al movimiento del otro.

Entonces desplegué mi espada y golpe la cabeza del sujeto con la empuñadura. Él calló al suelo, se llevó un comunicador a la boca y habló:

—¡Percy Jackson no está bajo nuestro control...!

Lo noqueé de una patada, me abalancé sobre la ruleta y tomé la perla. Los demás hombres de seguridad me vieron hacharon a correr hacia mi.

Empecé a moverme entre la multitud, quería evitar un enfrentamiento a toda costa en medio de tantos mortales. Sin embargo los empleados eran tan eficientes como lo eran de insistentes.

Rápidamente me rodearon, por lo que me abrí paso a espadazos entre ellos, procurando no herir de gravedad a nadie y siempre tratando de no lastimar a ninguno de los mortales, pero pelear en medio de una multitud no me ayudaba.

Empuje a otro guardia y embestí a otro con el hombro antes de salir corriendo

Sin perder el tiempo llegué hasta el vestíbulo y salí por la puerta de golpe, con varios guardias detrás.

Grover y Annabeth me vieron llegar, se notaban aliviados.

—¡Estuviste allí por tres horas!—se quejó Annabeth.

"Vaya, y eso que no comí nada, pero bueno, básicamente tuve que encontrar una perla en un casino, no es muy sencillo que digamos"

—¡Enciendan el auto!—ordené.

Entonces notaron al mini-ejército que me perseguía.

Grover arrancó el motor, Annabeth abrió la puerta y yo salté como pude, entre en la cabina y nos alejamos del casino tan rápido como pudimos.

Por cosas cómo ésta es que odio Las Vegas.

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