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¿Pero qué te hicieron, Listilla?


Había estado teniendo un "agradable" sueño en el que una diosa malvada me secuestraba, me borraba la memoria y me arrojaba a la otra punta del país para que peleara contra gigantes al lado de una legión de romanos o algo así, cuando me despertó la voz de Grover N.

—Percy—llamó.

Abrí los ojos molesto. Nada se veía muy bonito. Estaba recostado en una camilla, dentro de una especie de carpa abarrotada de gente que parecía un cochino hospital provisional puesto por el ejército.

Supuse que era la enfermería del campamento este mundo. Eso... o la Casa Grande parecía un campo de refugiados.

—Que alivio que estes vivo—seguía diciendo Grover.

Cuando lo miré, el sujeto estaba vestido únicamente con un peto de combate griego de cuero, con una daga enfundada a un lado del pecho y una correa sosteniéndolo del hombro izquierdo hasta el lado derecho de la cintura.

—¿Qué Hades traes puesto?—pregunté mientras me reincorporaba, bastante molesto de que las estúpidas Moiras hubiesen puesto a dormir.

Mientras miraba a mi alrededor me quedó muy claro que era la enfermería. Estaba repleto de personas lastimadas, "chicos" de unos dieciséis años... claro que en este mundo tener dieciséis de hace ver como un sujeto de treinta.

La expresión de Grover era sombría.

—¿Qué acabas de decir?

Descarté la pregunta con la mano.

—Sólo me meto en todo este rollo griego—respondí—. ¿Dónde se supone que estoy?

—Es la enfermería—dijo Grover—. Estuviste tres días inconsciente.

Y una vez más, tenía muchas preguntas que hacer: "¿Por qué rayos estuve inconsciente tres días si esa estupida vaca no me tocó ni un pelo?" "¿Por qué este lugar parece un campo de refugiados?" "¿Por qué las Moiras me odian?"

—Ah, bueno...—dije mientras me ponía de pie.

Grover se veía preocupado.

—Oye dime, Percy, ¿recuerdas qué pasó?

"Oh, claro. Los problemas empezaron el día de mi nacimiento... Ah, te referías a la Vaca Mala. Bueno, básicamente un trío de viejas malvadas me secuestraron, me aventaron a este universo y ahora tengo que volver a vivir todas las cosas que ya había echo, pero más feo y con menos presupuesto del que me gustaría.

—En resumen... un toro mató a mi madre y tú eres un sátiro.

Grover me miró fijamente.

—No... no luces muy sorprendido... o dolido.

Me encogí de hombros.

—Eh lidiado con cosas similares antes, créeme.

Me puse de pie, deseando estar en cualquier otra parte menos allí. Al menos me alegraba de que la Annabeth de este mundo no hubiera estado allí cuando desperté, hubiera sido raro... en incómodo.

—Hice lo que pude, lo prometo—se lamentó Grover con arrepentimiento—. Pero sólo soy un protector de Nivel uno. Aún no tengo mis cuernos.

—¿Qué?

—Dije que...

—No, eso sí lo entendí.

Me sobé las cienes, estresado. "¿Protector de Nivel uno? ¿Aún no tiene sus cuernos? ¿Los mismos cuernos que los sátiros tienen al nacer? ¿Acaso los sátiros de este mundo se creen alguna clase de... personajes de videojuegos o algo así?"

—Fue mi culpa—seguía diciendo Grover—. Mi trabajo era protegerlos... a ambos...

"¿Y eso desde cuando...? Bueno, da igual"

...

El campamento era... diferente. Por no decir absolutamente caótico.

Forjas, luchas con espada, camillas con heridos, todo al mismo tiempo y en todas partes. Seriamente, nada de un lugar para cada cosa, todos hacían de todo en todo lugar posible.

No había una fragua por aquí y un ruedo de arena por allá... No. todo allí, frente a la casa grande, dispersos por el sitio.

No soy una persona ordenada, para nada, pero la verdad es que hasta a mi me estresaba.

—¿Y bien?—me preguntó Grover mientras bajamos unas escaleras. Con una emoción tan fuera de lugar con su anterior melancolía que se me hizo incómodo—. ¡Este es el Campamento Mestizo!

—Ah, okey... ¿Mestizo por...?

—¡Seguro lo sabes!—seguía diciendo Grover como presentador de televisión—. ¡Mitad dios, mitad mortal...! ¡Eh!

Un grupo de tiradores casi lo empalaban con una lluvia de flechas. Lo que era un claro reflejo de la pésima organización del lugar.

—¡Oigan! ¡Cuidado con esas flechas!—se quejó Grover—. ¡Tenemos un nuevo aquí! ¿No ven? En serio...

Los tiradores asintieron apenados y se retiraron para dejar su lugar a nuevos campistas.

Grover simplemente pasó como si nada por enfrente de las dianas, y yo no tuve más opción que seguirlo, preguntándome como era posible que el presupuesto alcanzara para tantas armaduras de cuero pero no para alguna camiseta naranja de campamento.

De verdad, no había ni una sola camiseta naranja del Campamento Mestizo, y me sentía personalmente ofendido por eso.

—Mira Percy—continuó Grover, mientras se hacía a un lado para quitar su cabeza de frente a una flecha—. ¿Recuerdas esos mitos sobre las diosas y los dioses griegos? Pues qué crees, no son mitos.

"Seriamente, les hace falta una película de orientación"

—Escucha, ¿recuerdas lo que dijo el señor Brunner? Que aveces bajan a la tierra... y se enamoran de mortales... y luego tienen...—me señaló con ambos brazos—...hijos.

—Oh... genial—dije sin ánimo—. Ahora soy un imán de monstruos que seguramente sufrirá de una muerte trágica.

—No es esa la reacción que esperaba.

—Acostúmbrate—bufé.

Básicamente lo que siguió fue Grover N aventándose todo el speech que me había dado Annabeth en mi mundo, pero con muchos gritos y saltos de por medio que me estaban mareando.

Que si soy impulsivo por mis reflejos de batalla, que si no me puedo estar quieto, que si puedo leer en griego antiguo, bla, bla, bla, la primera vez fue una revelación, la segunda... me hizo querer ahogarme.

Lo único que me interesó (para mal) fue el echo de que dijo "un minotauro" en vez de "El Minotauro" ¿Es decir qué hay más de uno en este mundo?

No quería averiguarlo.

Además, me sentía bastante estresado, con tantos y tantos campistas en un sólo sitio haciendo de todo a la vez. ¿No podían dividirse por horarios cada cabaña como... bueno, un campamento normal? Y ya que estamos... ¿qué les parecería separar una actividad de la otra por... no lo sé, más de dos centímetros?

Miré hacia al frente y me sentí aliviado de ver que el bosque se acababa para dar paso a un gran prado de hierba verde a orillas de un lago. Y lo mejor, no estaba abarrotado de gente.

—Necesito aire—me excusé para encaminarme hacia allí.

—Tienes mucho que procesar, lo sé, lo sé—estuvo de acuerdo Grover mientras me seguía—. Aquí harás casi todo tu entrenamiento.

Mientras salía al prado noté algo que me asustó... o alguien.

A varios metros, todo recto desde donde yo estaba, una chica se defendía de cuatro guerreros a la vez sin ningún problema.

Tenía dos teorías sobre quién podría ser, y ninguna de las dos me agradaba.

Opción 1) el campamento tendría que reparar su sistema de tuberías

Opción 2) Listilla, ¿pero qué te hicieron?

—¿Y ella quien es?—pregunté, claramente preocupado.

Grover se carcajeó en voz alta para luego, repentinamente, pasar a un tono completamente serio:

—Te aplastaría como a una hormiga.

—Su nombre, Grover.

—Annabeth, hija de Atenea, la diosa de la sabiduría.

"Mierda"

"Mierda, mierda, mierda, mierda"

"¡¿Pero qué te han echo, listilla?! ¡Tienes como treinta años, y ¿dónde mierda está tu hermoso cabello rubio ondulado?! ¡¿Dónde?!"

Okey, debo ser justo, la chica era linda, Alexandra Daddario si no me equivocaba, pero es que simplemente no se comparaba a Annabeth, a mi Annabeth, la de mi mundo.

Mientras ella mantenía a raya a uno de los campistas, apuntándole al cuello con su espada, volvió la vista y me miró fijamente desde la distancia.

Hice una mueca.

—Vámonos de aquí—le pedí a Grover.

El estuvo de acuerdo y abandonamos la zona.

...

—Hay algo que quiero mostrarte—me dijo Grover—. Mira esto.

Me dirigió hasta una playa, donde el sonido de una estampida llamó mi atención.

Al mirar a la distancia vi como una manada de hombres caballo galopaban entre la arena.

—¿Centauros en el campamento...?—murmuré preocupado.

—Sí... son increíbles, ¿no?

—¿No son como... salvajes?

—Nah, no te preocupes.

Uno de los centauros se separó de la manada y galopó hasta donde nosotros. Hice una mueca al reconocer su melena de metalero.

En mi mundo su cuerpo era el de un semental blanco. Aquí era... un caballo cualquiera de color café.

—Es... es señor Brunner—murmuré.

Grover me dio una palmadita en el hombro y empezó a bajar la ladera hasta la playa.

—¡Vamos!

Lo seguí hasta la playa, viendo cómo sus pesuñas se resbalaban en la arena. Una vez allí me fijé en que Quirón también era mucho más bajo de lo que lo recordaba, además de también estar vestido con un peto de cuero, en lugar de su típica chaqueta.

—¿Señor Brunner?—pregunté para mantener la farsa.

El extendió ambos brazos.

—En mi mundo me conocen como Quirón—anunció—. ¿Ya te recuperaste?

"¿Del tranquilizante cósmico que me metieron las Moiras? Eso parece"

—Se...eso creo.

El viejo centauro se rió un poco.

—Disculpa por ocultarte mi verdadera forma, pero tenía que vigilarte—dijo él—. Espero que me perdones.

"No te preocupes, yo te estoy ocultando que vengo de otro universo y conozco todo lo que está sucediendo... más o menos"

...

Quirón me guió por la playa hasta que llegamos a una casa de madera pegada al agua, la cual por un momento creí que sería un muelle, pero por la forma en la que Grover y Quirón la miraba, ya me estaba temiendo otra cosa.

Unas voces chillaron desde no muy lejos.

—¡Grover! ¡Grover! ¡Ven! ¡Míranos!

Al volver la mirada vi como un grupo de chicas en traje de baño tomaban el sol sobre unas rocas, haciéndole señas a la cabra para que las viera.

Grover suspiró.

—Uff... las hijas de Afrodita—dijo, sabroseándolas con la mirada—. Bueno, me retiro, ustedes dos tienen mucho de que hablar—me dio un par de palmaditas en el pecho antes de volver a mirar a las chicas—. Su madre es la diosa del amor, sabes que es eso.

Grover salió corriendo en su dirección extendiendo los brazos.

—¡Hola, preciosas! ¡Woooo!

Quirón se rió entre dientes, divertido.

—Sátiros...

Decidí pasar del tema, me volví nuevamente hacia la casa.

Casi me da un infarto al notar que tenía tallado un gran tridente de madera en la entrada.

—¿Qué... es este lugar?—pregunté.

—Bienvenido a casa—respondió Quirón—. Tu padre construyó esto, para ti.

"Vaya, me siento importante y reconocido. Así debe de sentirse dios..."

Nah, sólo bromeó. Por un lado, era bueno saber que al menos en esa realidad mi padre estaba tan al pendiente de mí... tal vez demasiado.

Aunque por otro lado... ¿y el ala de cabañas? Y también notaba que ese lugar era muy pequeño, y Poseidón nunca fue el mejor quedándose en sus pantalones. En mi mundo la cabaña 3 estaba echa para albergar a bastante gente, que yo estuviese solo la mayor parte del tiempo... es otra cosa.

Bueno, el lugar era lindo. Al aire libre, pegado al agua, tenía una canoa atada a un pilar y demás artefactos acuáticos y no acuáticos.

Toqueteé un telescopio que reposaba sobre una mesita.

—Así que... ¿todo esto es mío?

Quirón simplemente señaló al sitio sonriendo.

"Vaya, Percy de este mundo, siéntete afortunado"

Miré un tridente que reposaba en un pilar, y simplemente pasé de él.

Perdón papá, pero yo prefiero mi espada.

Entonces caí en cuenta en que aún nadie había mencionado quién era mi padre hasta el momento.

—Ah... mi padre es Poseidón, ¿no?—dije señalando a... bueno, señalándolo a todo, prácticamente cada centímetro de la cabaña gritaba "¡¡POSEIDÓN!!"

Excepto el telescopio,

Sigo sin entender que hacía un telescopio allí.

—El dios de los mares—confirmó Quirón.

—¿Por qué nadie me mencionó que soy hijo del truchín?—pregunté.

Quirón hizo una mueca.

—Fue por tu seguridad—dijo, como si fuese obvio.

Oye, que para mí sea obvio no quiere decir que para el Percy original de este mundo lo sea. Cálmate.

—Es muy raro que nazca un niño de uno de los Tres Grandes—rebeló Quirón.

Sí... nos gusta destruir cosas. Como autos, autobuses escolares voladores, ciudades, y a veces causar guerras mundiales. Estamos algo locos... y somos raros.

Yo y mis primos nos ponemos loquísimos a la hora de destruir, ¿verdad Nico, Thalia?

—Eres muy poderoso—seguía diciendo Quirón—. Una amenaza.

—Gracias, me lo dicen a menudo.

—Percy, esto no es un juego—dijo el centauro seriamente—. Tu existencia amenaza a los hermanos de Poseidón, Zeus y Hades. Por eso tu madre se casó con tu padrastro. Su repugnante olor tapaba el aroma de tu sangre. Y te ocultaba de todo, y de todos los que enviaban a asesinarte.

—Gracias, ¿dónde está la ducha más cercana?

—Percy...

—No, lo metiendo, esto es serio. Pero mira, mi madre acaba de morir y en comúnmente algo de humor irreverente me alivia a lidiar con las cosas. Así que si me disculpas...

Camine hasta el final del muelle. Porque si, la cabaña tenía un muelle.

Vaya que este Poseidón se toma enserio eso de rey del mar.

Escuché los cascos de Quirón Metalero contra la madera, acercándose más hacia mí.

—¿Y ahora qué...?

—Percy, estas aquí porque corres peligro—rebeló él—. Todos creen que tu robaste el rayo.

—Yo no robé nada—dije—. ¿Para que voy a querer ese cacharro?

Quirón se paró frente a mí y me miró a los ojos.

—Ese rayo es el arma más poderosa jamás creada—advirtió—. Si no es devuelto antes del solsticio de verano en diez días habrá una guerra.

—Sí..., ya me lo imaginaba—murmuré—. ¿No pueden resolverlo con un juego de cartas en motocicletas o algo así? O mejor aún. ¡Pongan putas cámaras de seguridad en el Olimpo!

—Percy, ¿es que no comprendes la gravedad de todo esto?—dijo él, un tanto frustrado—. ¡En el Olimpo se elegirán bandós, la tierra se convertirá en un campo de batalla, erupciones de volcanes, terremotos, incendios, el fin de la vida como la conoces!

—Entonces juro por el estigio que yo no robe nada y san se acabó.

Un trueno resonó en el cielo.

—¿Ves? Asunto arreglado.

Quirón me miró muy fijamente.

—Deberías haber echo eso frente a Zeus. Mi intención es llevarte al Olimpo para que lo convenzas de tu inocencia. Alguien te está usando para causar una guerra.

—¿Ya le preguntaron al dios de la guerra? Quizá el sepa algo al respecto.

—Percy, no todo en esta vida es tan sencillo como echarle la culpa a Ares de lo ocurrido.

Suspiré.

—Está bien—dije—. Vamos al Olimpo para que pueda decirle a Zeus... ¡Que yo no robé su estupido cacharro!

Nada tronó en el cielo. Pfff, los dioses sólo te escuchan cuando les conviene.

—No es tan fácil como crees, Percy—me dijo Quirón, luego señaló hacia dónde la colina por la que había llegado—. Pasando esa entrada estarás en peligro en todo momento. La Furia y el Minotauro sólo fueron el comienzo. Primero debes entrenar.

Me dio un par de palmadas en el hombro.

Sonreí para mí mismo.

"¿Cómo te explico que ya luché frente a frente con tu papito Don Rey de los Titanes? No necesito ningún entrenamiento que esa retorcida realidad pueda darme. Dame diez días y tendré a Ares en el suelo, un rayo y un yelmo mágicos en la mano y una misión cumplida"

...

¿No se cansan de cómo todo lo que pienso que va a pasar termina no corriendo?



...

Bueno, quería aprovechar para avisarles a los que aún no se hayan enterado que subí hace poco la primera parte de un two shot en mi historia de "Pertemis Oneshots" para que vayan a echarle un ojo.

Es parte de "las pruebas de la luna" así que creo que les puede interesar.

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