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Oh, los dioses... ¿alguien me dice quién es quién?


Mi "madre" nos condujo hasta la vieja puerta de metal, la abrió como si nada y... no había nada allí adentro, era un viejo cuarto con transformadores y cajas de voltaje.

Lo que no me esperaba es que empezó a toquetear botones aparentemente al azar, haciendo que una estantería se dividiera en dos y se deslizara hacia los lados, permitiendo a su vez que aparecieran unas grandes puertas doradas que se abrieron de par en par con un segador brillo.

"¿Desde cuando mamá se sabe la contraseña del Olimpo? ¿Desde cuando el Olimpo tiene una contraseña?"

En fin, preguntas que jamás obtendrán respuesta, ¿está claro?

Detrás de las puertas doradas se encontraba un ascensor con paredes de mármol y un símbolo dorado en la pared con forma de "Ω"

Entramos en el ascensor, mi madre pulsó un botón y salimos disparados a velocidad de vértigo. No sabía estábamos subiendo o bajando, pero daba igual, era extremadamente violento e incómodo.

Casi hubiera preferido el suave viaje con pésima música de fondo que había en mi mundo.

Casi.

Luego se escuchó como si Godzilla estuviese cargando su aliento atómico para terminar con un BUB sónico que nos catapultó hasta los cielos, no sé cómo no nos hicimos cenizas en el viaje.

Finalmente las puertas se abrieron, Annabeth y yo salimos, pero mi madre se quedó adentro recargada en una pared y respirando dificultosamente.

Cuando vi el Olimpo me... desilusione mucho.

Ver el Olimpo en mi mundo siempre es algo que te quita el aliento, no importa cuantas veces lo hayas visto nunca te cansarás, es algo celestial y único.

Este Olimpo... bueno, agarren el típico palacio griego y háganlo unas quince veces más grande. Será imponente, sí, pero compáralo al Olimpo de mi mundo y no será nada del otro mundo.

—Percy—me llamó mi madre, poniendo la mano en la barrera invisible que le impedía salir del ascensor—. Yo no puedo, vayan ustedes.

Asentí con la cabeza.

—Te saludo al truchín cuando lo vea.

...

Annabeth y yo subimos las escaleras del Olimpo y desde allí escuchábamos el griterío que se tenían los dioses.

Es decir, mierda, se oía un caos tremendo. Aún así, no me preocupaba demasiado.

En mi realidad que los dioses estuviesen juntos te hacía preguntarte como era posible que el universo no se cayera a pedazos por tan inconmensurable poder. Pero sucede que en mi mundo cada dios tenía un aura de poder aplastante y dominante, mientras que aquí... bueno, si me basaba en lo que había visto de Hades y Perséfone... no estaba impresionado.

Entonces una voz tronó por sobre todas las demás, devolviendo el orden a la sala:

—¡Silencio!

Me volví hacia Annabeth y dije en voz baja:

—Y el caratrueno ha hablado.

Entré en la sala aplaudiendo sarcásticamente, volviendo las miradas de todos hacia mi.

Annabeth claramente quería alejarse de mí lo antes posible mientras me miraba con pavor, pero el hecho de que no se quejaba o me decía nada era un claro indicador de que ya se había resignado a mi impertinencia.

—Bonito desmadre que se traen por aquí, ¿eh?—dije—. Aquí está el estupido cacharro maestro, así que dejen de discutir cómo los niños que sé que son y traten de comportarse como según dicen son los dioses.

Seré directo, no reconocí a nadie.

Absolutamente ninguno de los dioses tenía la apariencia que tenía en mi mundo, ni siquiera se veían divinos o tenían esa extraña belleza sobrenatural, en realidad parecían tipos normales... tipos normales de seis metros, pero nada sorprendente.

Es más, hasta sus ropas eran aburridas.

Todos los hombres usaban intentos de armaduras griegas y las mujeres vestidos que parecían sabanas blancas. ¿Qué pasó con la apariencia de estrella roquera de Apolo, la chaqueta de cuero de Ares, el vestido de Afrodita o el uniforme de cazadora de Artemisa?

Literalmente sólo distinguí a Poseidón porque A) vestía de azul, y B) ya se me había aparecido recién al comienzo de esta mierda, cuando me acosaba desde la calle frente al museo.

Y bueno, la lógica me decía que Zeus era el sujeto con armadura dorada y con una sábana como capa que estaba parado a su lado, en el centro de la sala.

—¿Quién se atreve?—gruñó Zeus, mirándome fijamente.

Ladeé la cabeza.

—A ver, por favor no me digas que llevas días culpándome de un robo que no cometí y no sabes quién soy.

—El bastardo de Poseidón, entonces—dijo con enfado.

—A mucha honra—repuse con una sonrisa torcida—. Hagamos algo, yo les juro por el estigio que no robé esta estupida pero genial barita luminosa, y a cambio ustedes se comportan como adultos por una vez en sus vidas, ¿trato?

Un trueno resonó por el cielo.

Zeus estiró la mano.

—Dame lo que me pertenece, gusano.

"Zeus, drama es su segundo nombre. El primero es mucho"

Me encogí de hombros y le aventé el rayo, éste dio vueltas en el aire, haciéndose más grande a cada segundo hasta que volvió a las manos de su dueño.

Zeus lo miró extasiado mientras descargas eléctricas volaban por la sala y emitían un brillo cegador.

Truenos y rayos resonaron desde el exterior del edificio, dejándome claro que Zeus estaba excitado... pero como eso lo está siempre, dejémoslo en emocionado.

—Fuiste inteligente al devolver lo que robaste.

Bufé.

—¿Qué parte de "juro por el estigio que no soy el ladrón" no entendiste?—gruñí—. Mira, ¿de que Hades le serviría a Poseidón una maldita guerra contra ti? Si alguien quiere pelear eres tú.

—Eso fue justo lo que dije—murmuró mi "padre" por lo bajo algunos metros por detrás de Zeus.

—Entonces dime—respondió Zeus, tratando de no perder la paciencia—. Si tú no lo hiciste, ¿quién fue el ladrón?

—Luke Castellan, hijo de Hermes, ¿les suena? Una ola de aguas negras lo arrastraron hasta el mar hace poco, tal vez lo oyeron chillar.

Uno de los dioses se irguió en su asiento, supuse que era Hermes, pero no tenía ni su caduceo, ni sus zapatillas ni su casco, así que era irreconocible. Perfectamente podría haber sido Apolo que se levantó porque le dio comezón en el culo.

Pero bueno, Zeus se volvió para verlo, así que supongo que sí era Hermes.

—Estaba enojado con ustedes porque... bueno, en realidad tenía razón, dijo que son egoístas y que sólo se preocupan por ustedes mismos sin importarles sus hijos... pero bueno, hacer que se destruyan entre ustedes con una guerra que probablemente destruiría el planeta fue una estupidez de las que no he visto en años, así que... eso.

Zeus nos miró una última vez, supongo que el rayo le importaba más que la irreverencia de un mocoso, porque sonrió y digo:

—Hiciste muy bien.

Luego nos dio la espalda y volvió a su trono.

Una vez volvió a sentarse dijo tranquilamente:

—Que haya paz.

"Oye, esa era la frase de mi padre en mi mundo"

Meh, da igual, Zeus es Zeus, siempre un idiota... excepto el de Disney, de verdad, podremos quejarnos absolutamente de todo lo malo qué hay con la película de Hércules y su asquerosa forma de cagarse en la mitología, pero no podemos negar que Zeus allí es un tipazo.

Una de las diosas, la que estaba de pie, miraba fijamente en dirección a Annabeth.

—Hola ma—dijo ella, a lo que quien ahora sabía era Atenea respondió con una sonrisa.

"Atenea sonriendo, eso sí da miedo"

—Annabeth...—saludó la diosa, con una felicidad impropia de ella que también me resultaba perturbadora—. Estoy muy orgullosa de ti.

"¿Puedo preguntar porque mientras todos los dioses tienen armaduras, incluido Dioniso, la diosa de la guerra lleva un vestido?"

Como sea, creía que el asunto ya estaba resuelto... hasta que recordé que nos habíamos dejado a Grover en el inframundo.

Y bueno, no creo que no la estuviera pasando bien, pero Hades iba a despertar más pronto que tarde y les aseguro de que no iba a estar muy feliz de toparse a su esposa fornicando con una cabra.

—Ejem, Zeus...—llamé, arrepintiéndome un poco de mi anterior impertinencia, no es la mejor jugada que hacer antes de pedir un favor al rey de los dioses—. Pasa que... esto, tengo un amigo, un sátiro, que se quedó en el inframundo porque se sacrificó para que le trajéramos el rayo. Así que...

—¿Qué? ¿Ahora esperas que lo traiga de vuelta?—preguntó el dios.

—Pues... ¿si?

A Zeus ni siquiera le importó el asunto, estaba feliz por tener su rayo así que simplemente se acomodó en su trono y accedió.

—Muy bien.

Me relajé, ya no tenía el rayo para fulminar a los dioses que se portaban mal, así que dependía de Zeus para sacar a Grover del inframundo... aunque eso no tenga sentido, pero bueno Zeus es Zeus y hace lo que quiere, todo el mundo aprende a vivir con eso tarde o temprano.

—Me parece que esta asamblea no tiene otro asunto.

Zeus se puso de pie para irse a... bueno, sepan los dioses que iba a hacer. Seguramente iría a aventarle rayos a cosas ahora que podía recuperar el tiempo perdido, pero yo que sé.

Poseidón fue tras él.

—Hermano, por favor...

Zeus se volvió para verlo.

—Tengo que hablar con mi hijo—pidió mi "padre"

Zeus pareció pensarlo por varios segundos,

—Sólo esta vez—decidió.

Poseidón agradeció con la cabeza y Zeus se fue de allí...

Un momento, ¿se fue de allí caminando?

¿Quién eres y qué hiciste con Zeus?

El caratrueno que conozco y desprecio nunca hubiera abandonado un lugar de forma tan aburrida. Hubiera invocado truenos, vientos y relámpagos antes de desaparecer en un segador brillo al rugir de los cielos.

Este sujeto simplemente se levantó de su silla y caminó tranquilamente hacia la puerta.

Aburrido y sin estilo, eso es todo lo que tengo que decir.

Los demás dioses siguieron su ejemplo yéndose en silencio silenciosamente.

Annabeth me tocó el hombro.

—Te veré afuera—y se fue tan discretamente como el resto.

Al final sólo quedamos Poseidón y yo.

El dios caminó hasta donde yo y se arrodilló para que estuviéramos más o menos a la misma altura, pero aún me sacaba como tres metros de todas formas.

El me miró con cierta melancolía, noté que sus ojos eran azules, no verdes.

—No espero que me perdones—empezó él, tenía una vos profunda y grave, pero rasposa y suave al mismo tiempo, admito que era un tanto relajante y se las arreglaba para sonar divino y paternal al mismo tiempo—. Pero quiero que sepas que estoy agradecido.

—No te preocupes, lo entiendo—dije, un tanto incómodo—. Oye... ¿podrías... ya sabes... no medir como diez metros? Es desconcertante...

Poseidón se deshizo en agua y viento para reformarse frente a mi, ahora de tamaño humano.

—Yo... esperaba hablar contigo—dijo él—. No tenemos mucho tiempo.

Inhalé y exhalé profundamente, me nació una curiosidad por saber un poco más del Percy original de este mundo. Había escuchado la voz de Poseidón al inicio del viaje, y algo me decía que de haberlo necesitado lo hubiera hecho en aún más ocaciones.

Eso es muchísimo más de lo que podía decir de mi primera misión en mi mundo.

—¿Qué edad tenia?—pregunté—. Me refiero a cuando te fuiste...

—Siete meses—respondió él.

"¡A la mierda! ¿Siete meses? Esos son siete meses más de lo que puedo decir de mi mundo"

En mi realidad, Poseidón sólo estuvo con mi madre durante un verano antes de "perderse en el mar" aquí... bueno, no era mucho, pero cuando naciste sin un padre allí te das cuenta de lo afortunado que es alguien que lo tuvo aunque fuera un poco más de tiempo que tú, aún sí esa persona tampoco hubiera podido recordarlo.

Siete malditos meses... seguramente no impresionaría a nadie, pero a mi me hizo sentir cierta envidia por el Percy de ese mundo, que suertudo que había sido y que fácil que era su vida en comparación a la mía.

—¿Dónde... estuviste desde entonces?—pregunté, tratando de sonar tranquilo—. ¿Por qué nunca volviste?

Poseidón se tardó en responder, no parecía saber muy bien que decir. Dio varias vueltas por la sala antes de empezar a hablar:

—Quería volver—reveló—. Cuando estuve contigo y tu madre empecé a descuidar mis responsabilidades. Me estaba volviendo humano.

"¿Ka?"

Okey okey okey, eso no me lo esperaba. Había escuchado sobre dioses que se volvían humanos temporalmente, pero esto ya es otra cosa.

No le hallaba ningún sentido a eso, ¿cómo un dios podía volverse humano sólo por no hacer la tarea? Es decir, eso no está escrito en ningún mito o algo parecido, y desde luego que no pasaba en mi mundo.

—Ah... bueno, supongo que eso no explica porque jamás hubieron visitas cortas...

—Zeus le prohibió a los dioses tener cualquier contacto con sus hijos—explicó él.

—Ah... eso tiene sentido.

—No, no lo tiene.

—No, no lo tiene.

El ambiente tenso se relajó un poco y dejé escapar una pequeña risa.

—Pero aún así estabas allí, ¿no es cierto?—dije.

Poseidón asintió con la cabeza,

—Siempre te veía, aconsejándote cuando lo requerías. Cuando tuviste problemas quise intervenir.

Asentí.

—Te escuché.

Poseidón se acercó hacia mi.

—Sé que no soy el padre que siempre quisiste, pero si te hago falta estaré presente, en tus sueños, y en tu cabeza. Estaré a tu lado, Percy. Siempre.

Él no era mi padre. Mi padre era el Poseidón de mi mundo y no lo cambiaria por nada. Pero aún así, si es que había alguna pequeña posibilidad de que el Percy original de este mundo me escuchase, debía decirle una sola cosa: "Da gracias por todo lo que tienes, tienes más suerte de lo que puedes tan siquiera creer"

Poseidón me tendió la mano, acepté el apretón con una sonrisa. Un abrazo hubiese sido incomodo en muchos sentidos, por segunda vez me alegré de que Poseidón no quisiese un abrazo, pero aún así, me alegraba realmente saber que en algún retorcido rincón del multiverso los dioses no eran descuidados con sus hijos por voluntad propia, sino porque Zeus se los impedía.

Definitivamente el Luke de este mundo estaba equivocado, los dioses no eran el problema, solamente lo era Zeus. En mi mundo Luke luchaba porque los semidioses ya no viviesen abandonados y repudiados por sus padres, aquí... la cosa era diferente. Diferente para mal.

Me encaminé y salí de la sala en silencio, tenía una última parada antes de cumplir con mi misión y volver a casa, a mi casa en mi mundo.

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