Oh, bueno, Quirón es un metalero
Hubieron varias cosas que me sorprendió descubrir sobre ese nuevo universo.
Para empezar tenía un dispositivo IPod. Eso era raro. Supuse que si lo tenía y no estaba muerto era porque en ese universo los dispositivos electrónicos no disparaban una señal para que los monstruos te encontrasen, pero no me quise arriesgar.
De cualquier forma todo dispositivo electrónico que tocase acabaría frito tarde o temprano, así que me limite a "olvidar" el IPod debajo de mi cama.
Y es que supongo que un lado bueno debía de tener el no vivir en un internado y sí con Gabe. Tenía una habitación propia, la cual no olía a las mierdas del Apestoso.
Otra cosa que me llamó la atención, al día siguiente con la escuela fui al Museo Metropolitano de Arte, y eso sólo podía significar una cosa: una maestra trataría de asesinarme.
Así que allí estaba, al final de la fila de alumnos, los cuales se suponía tenían dieciséis pero claramente superaban los veinte o treinta, caminando al lado de Grover N (ustedes ya saben porque es la N, no creo que nadie se ofenda, todos son lo suficientemente maduros como para entender el chiste) subiendo por las escaleras mientras lo veía batallar con sus muletas.
Entonces una voz resonó fuerte y claro en mi cabeza:
"Prepárate"—decía—. "Todo está a punto de cambiar, Percy"
"O, pero miren quien es"—pensé para mi mismo.
"Todo está a punto de cambiar"—volvió a decir la voz.
—Te oí la primera vez, papá—suspiré en voz baja.
Me volví hacia mi espalda, del otro lado de la acera un hombre con barba me observaba turbiamente. Un camión pasó frente a él y de repente el hombre había desaparecido.
Era... gratificante saber que mi padre de ese mundo estaba tan al pendiente de mi, vigilándome en persona y todo eso. Pero era muy poco discreto y muy espeluznante.
Además, claro, de que no se parecía en lo absoluto a mí. Al menos no físicamente.
Me encogí de hombros y entré al museo.
...
Quirón... quiero decir, "el señor Brunner", dirigía la visita. Llegamos a una sala llena de antiguas estatuas y nos detuvimos para oír la explicación del profesor.
—Existen doce dioses del Olimpo, los tres principales son los hermanos Zeus, Poseidón y Hades.
Para empezar, las estatuas de los primeros dos y la pintura del tercero no se parecían en lo absoluto a los de mi mundo, es más, ni siquiera se parecían a las estatuas de mi mundo, las cuales distan bastantes de la realidad.
Parecían... actores hollywoodienses, al igual que todos los demás... ¿acaso ese universo era alguna clase de adaptación al cine de mi vida? Porque si es así: vaya mierda de adaptación.
Luego me volví para ver a Quirón y casi me da un infarto, principalmente por su cabello de metalero, aunque creo que logré disimular mi sorpresa.
—Ellos adquirieron poder derrocando a su padre...—señaló una de las pinturas—...Krono. Lo cortaron en pedazos, los tres dioses son rivales desde entonces, siempre discutiendo, siempre declarando la guerra.
Miré a mi espalda y, como ya me lo esperaba, los ojos de la señora Dodds estaban clavados sobre mí. Sabía que era cuestión de tiempo para que tratara de matarme, ya estaba planeando la sorpresa que le daría para entonces.
Luego pensé en lo que decía Quirón. En mi mundo sí, los tres chiflados se la pasaban discutiendo cada que se veían, pero eso de la guerra sólo pasó una vez... bueno, dos... cuatro, si cuentas las dos guerras mundiales... pero no más de eso... creo.
—En varias ocaciones bajaron a la tierra para... ¿cómo se los digo?
—¿Divertirse?—sugirió Grover.
Los demás chicos se rieron.
—Yo diría, "sembrar el caos"—añadí.
Quirón... es decir, el señor Brunner, asintió con la cabeza.
—Se divertían con mortales—prosiguió el profesor—. Los hijos de estas uniones eran mitad dioses mitad humanos. ¿Alguien sabe cómo se les llama?
—Bastardos—dije, porque eh, tampoco puedo negar lo innegable—. Aunque creo que la respuesta que busca es "semidioses"
—Exacto—confirmó Quirón/Brunner—. Muchos se convirtieron en grandes héroes, cómo Hércules y Aquiles.
¿Pero qué no Aquiles era hijo de una ninfa...? Y Hércules... bueno, creo que eso es discutible, ¿verdad, Zoë?
—¿Puedes nombrar a otro?—me inquirió Quirón.
"Oh, claro, siéntese... o bueno, ya lo está... cómo sea: Clarisse La Rue, Nico di Angelo, Travis y Conor Stoll, Michel Yew, Lee Fletcher, Silena Beauregard, Charles Beckendorf, Katie Gardner, Will Solace, Malcom Peace, Thalia Grace, y como olvidar a Annabeth Chase"
—Perseo, Teseo, Belerofonte, ¿esos le sirven?
—¡Correcto!—sonrió Quirón, aparentemente satisfecho, antes de seguir su camino en su silla de ruedas eléctrica... ¿silla de ruedas eléctrica?
—Por aquí tenemos una representación del León de Nemea contra Hércules...—siguió explicando a la clase—. Hércules mató a la bestia con sus propias manos, y tomó su piel como trofeo, éste fue el primero de los doce trabajos...
Me distraje pensando en helado espacial, y sólo volví a la realidad cuando escuché que alguien me llamaba insistentemente.
—Percy. Percy...
Me volví algo molesto.
—¿Sí? Señorita Dodds.
—Tengo algo que decirte.
Me encogí de hombros.
—Eh, claro.
La maestra me condujo lejos del grupo, haciéndome pasar a una sala que ponía: "SALA TEMPORALMENTE SERRADA", serrando la puerta tras de sí.
"Puedes actuar libremente, semidiós"—autorizaron las Moiras en mi mente.
Sonreí sin contenerme.
—Ahorremonos de palabrería y di lo que quieres, Alecto—le dije mientras le daba la espalda.
En el segundo que me volví, la señora Dodds estaba subida sobre unos andamios. Habló con una voz infernal:
—¿Dónde está?
—No lo sé, pregúntale a Ares—respondí.
El monstruo siseó y estalló, su ropa y piel se convirtió en polvo y la furia se abalanzó sobre mi extendiendo las alas.
Y bueno, admito que la furia se veía más como una clásica furia de las pinturas antiguas. En mi mundo poco o nada tenían que ver, con la excepción de las alas coriáceas.
Alecto se lanzó de frente con las garras en alto. Sonreí y me llevé la mano al bolsillo derecho, sólo para recordar demasiado tarde una cosa.
—Mierda...
Rodé por el suelo, esquivando las garras del monstruo por pocos centímetros, maldiciendo a las Moiras por haberme quitado mi espada antes de arrojarme a ese universo.
Alecto se posó sobre un pilar y enseñó los colmillos.
—¡Tú fuiste quien robó el rayo!
—El rayo de Zeus ¿Y yo para que voy a querer ese cacharro?—respondí—. Mejor pregunta aún, ¿por qué tu quieres el rayo?
Se suponía que Alecto me perseguía buscando el Yelmo de Hades, no el Rayo de Zeus. Algo no iba bien.
Empezaba a comprender lo que habían dicho las Moiras, nada es como yo lo recordaba. Pero si Hades no había mandado a la Furia en busca de su gorro, ¿para qué lo había echo?
—¡Dámelo!
La Furia se volvió a lanzar sobre mí.
Miré a la desesperada a mi alrededor en busca de agua que pudiera usar. Al no encontrar nada opté por la vieja confiable, rodé por el suelo esquivando un nuevo embate.
—¡Dámelo! ¡Ahora!—seguía exigiendo el monstruo—. ¡Dámelo o te arrancaré el corazón!
—¡Que yo no lo tengo, maldita sea!—le grité.
Entonces, Grover abrió las puertas de golpe y entró tan rápido como sus muletas se lo permitían.
—¡Percy!
Quirón también estaba entrando en la sala, pero yo no me esperé a que pasara nada. Le quite de las manos una de las muletas a Grover (de todas formas sé que no las necesita) y le asesté un golpe a la furia en la cabeza.
—Todo está bajo control G-man.
Alecto se retorció y volvió a mirarme con odio.
—¡Lárgate!—gritó Quirón, aún sentado en su silla de ruedas.
—¡Tú!—siseó Alecto.
—¡Lárgate o te juro que te haré pedazos!
Alecto siseó salvajemente y se volvió para escapar por la ventana. Pero yo no la dejaría irse así como así.
La Furia rompió la ventana y empezó a alejarse a toda velocidad. Yo subí por los andamios para lograr divisarla, y en el segundo que sobrevoló la fuente de la entrada, hice un ademán y la fuente estalló. El agua tomó la forma de un largo y mojado brazo y con el atrapé al monstruo, estrujando hasta que quedó completamente aplastado.
Y lo mejor, ni Grover N ni Quirón/Brunner lo habían visto.
Grover me miraba anonadado, mientras que Quirón parecía estar re evaluándome. En eso recordé que se suponía que yo no sabía que estaba pasando, así que entré en el papel del chico asustado y confundido... más o menos.
—¿Qué era esa cosa?—dije.
Okey, admito que no sonaba demasiado asustado. Pero es que es difícil sonarlo cuando a los doce años ya has matado al monstruo que ahora te perseguía.
—Una Furia...—dijo Quirón, para luego volverse hacia Grover—... oculta en la escuela. Debí imaginarlo.
—Torturadora (y ocasional abogado) de Hades, anotado—dije, obviamente sin contar lo del abogado—. Dijo algo sobre un rayo, creía que yo lo había robado.
Quirón puso su mejor cara de actor actuando como centauro que actúa como profesor actuando preocupado.
—Lo han encontrado...
Grover de veía igual de sombrío... y no, no es un chiste de que en esta realidad es negro, de verdad tenía un aura sombría.
—Corre peligro...—seguía diciendo Quirón—. Ya no está seguro aquí.
—¿A donde lo llevo?—preguntó Grover.
—Ya no hay opción, al campamento.
¿En serio? ¿Ahora? Bueno, no es queja. Si me puedo ahorrar dos meses en los que creía haberme vuelto loco, por mi mejor.
Que rápido que avanzaba la trama de ese universo. Aunque admito que se me hacía raro ver a ese Quirón y ese Grover hablar con tanto secretismo frente a mis narices así como así. En mi mundo al menos tenía la excusa de que Grover estaba solo y casi tan asustado como yo.
Aquí directamente si no me contaban lo que sucedía era por cabrones.
—Oigan, estoy aquí—les dije—. ¿Algunas respuestas para el chico recién atacado por favor?
Ellos pasaron de mí olímpicamente. Ni siquiera evadieron mis preguntas, solamente las ignoraron. Que falta de respeto.
—Si de verdad creen que es el ladrón, no hay seguro ni en el cielo ni en la tierra...
—Entonces busquemos un barco—murmuré con aburrimiento.
—¡Percy!—me llamó Quirón—. Usa esto para defenderte, es una poderosa arma, cuídala bien, sólo úsala en una verdadera emergencia.
Me entregó un bolígrafo. Aunque admito que tenía su estilo: no era la clásica pluma desechable a la que tenía que destapar para usar, sino el bolígrafo de metal al que le tienes que dar al botón de la parte trasera.
Eso me hizo preguntarme cómo devolverla a su forma de bolígrafo una vez que la terminara de usar, quiero decir, ya que no tiene una tapa con la cual tocar la punta.
—Bueno... dicen que la pluma puede más que la espada...—murmuré.
En este caso, la pluma es la espada.
Presione el botón y Anaklusmos se extendió en mi mano. Era un tanto diferente, con un grabado de tridente en la base y una forma un tanto más recta, pero seguía sintiéndose lo suficientemente cómoda como para usarse.
—Genial—murmuré.
Eso me hizo pensar en que ya me habían dado la espada, en mi mundo Quirón se había esperado para entregármela formalmente hasta que ya estaba a punto de salir de misión. No me gustaba a donde estaba llenado la cosa.
—Úsala sólo en una emergencia—volvió a decir Quirón, acto seguido se acercó a Grover—. Llévalo con su madre. Y-no-lo-pierdas-de-vista.
—Descuida—asintió Grover, antes de volverse a mirarme—. Percy, muévete. Vámonos. ¡Rápido! ¡Camina! ¡Ya muévete!
—Amigo—le dije con un tono totalmente seco—. Te oí la primera vez.
Y con eso dicho salimos del museo.
La cosa estaba siendo mucho más rápido de lo que había pensado en un inicio. A ese ritmo estaría saliendo del inframundo y luchando contra Ares para la hora de la seña.
O bueno, otra vez, eso es lo que yo pensaba.
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