¡Hail Hydra! (siempre quise decir eso)
Mientras salíamos de la guarida de Medusa me percaté de una cosa: Las Furias no nos habían atacado de camino allí en el camión.
Qué fácil que la había tenido el Percy original de ese mundo.
Nos robamos una camioneta abandonada en el estacionamiento del imperio de jardín y tomamos carretera.
—Luke pudo habernos avisado sobre Medusa—bufó Annabeth.
"No, Annabeth, eso haría que tenga menos sentido cuando se rebele su traición. Tiene que intentar matarnos silenciosamente primero"
—Tal vez no lo sabía—murmuré sin muchas ganas.
—GPS de los dioses, ¿ahora a donde?—preguntó Grover, tras el volante.
Bufé.
—Ya era suficiente con que mi novia me usara como GPS en el mar, ¿no puede alguien más llevar el mapa?
—No.
Rodeé los ojos y saqué el mapa mágico de Luke, una nueva ubicación se rebeló entre destellos dorados.
—¿El Partenón de Nashville?—pregunté confundido.
—¿Nashville?—dijo Grover—. Huh, genial, hogar de mi musica menos favorita. ¡YE HA!
...
Seguimos por horas en la camioneta, inclusive se había echó de noche.
Yo estaba algo preocupado, no recordaba haber ido nunca a ese Partenón. En sí podía manejar cualquier cosa que este universo me arrojara porque ya sabía que esperar. ¿Pero qué sucedería si me encontraba con algo que desconocía?
Mientras pensaba en eso me quedé dormido.
Mis sueños no fueron más agradables que la realidad. Me vi a mi mismo al lado de un gran abismo, una entrada al Tártaro.
Por un milisegundo pensé que sería algo así como los sueños que había tenido en mi mundo, en los que Crono trataba de convencerme de traicionar al Olimpo.
Sin embargo, tardé menos de dos segundos en notar que algo no iba bien.
Yo no estaba al lado del foso, estaba dentro de este, sujetado precariamente con una mano al borde mientras luchaba por no caer el abismo, el cual me jalaba y absorbía como un agujero negro.
No sentía la presencia de Crono en lo absoluto, pero eso no lo hacía menos aterrador.
Mirando hacia arriba vi a Nico di Angelo, mirándome con total terror y tratando de alcanzarme con la mano. Al mirar abajo vi a Annabeth, a mi Annabeth, cubierta de polvo y telarañas, con una mirada de terror en sus ojos grises.
Entonces yo me soltaba del borde y ambos caíamos al abismo infinito.
...
Me desperté de golpe cuando casi nos aplasta un camión.
Grover empezó a gritar y a manejar en sentido contrario mientras luchaba por recuperar el carril.
—¡¿Te quedaste dormido?!—le grité.
—Tal vez, tal vez...
—¡Oríllate!—ordené—. Tenemos que dormir.
—Sí... buena idea—murmuró Grover, una vez que recuperó el control de la camioneta.
Terminamos parando en un motel para pasar la noche.
Había pensado en un inicio en ser yo el que condujera mientras Grover dormía, pero descarte la idea de inmediato. Estaba demasiado cansado y ciertamente estaba aterrado por mi última pesadilla como para conducir.
No entendía que era lo que acababa de ver, pero no me gustaba para nada.
En cuanto recibimos las llaves de nuestra habitación me eché en el sofá y casi quedé inconsciente, sin embargo algo llamó mi atención.
Grover había puesto el canal de noticias, y casi terminó arrojando el televisor por la ventana.
—... el desaparecido Percy Jackson y su madre Sally Ugliano—decía la comentarista de la televisión.
Me quedé pasmado por un segundo.
"¿Mamá cambió su apellido en este mundo?"—pensé.
Eso no le agradaba para nada, en mi mundo ella había mantenido su apellido de soltera como acto de rebeldía, en este mundo por su lado.... Nop.
—Pero sus familiares tienen interesantes teorías—seguían las noticias.
Se hizo un corte, y una reportera estaba en el departamento, entrevistando al Apestoso.
—Señor Ugliano, háblenos de su hijo, Percy Jackson.
—No no. No es mi hijo, es mi hijastro—negó rotundamente, cosa con la que estuve muy de acuerdo—. Él no salió de estos genes. Desde que empezó con las drogas y al alcohol, ya no es el mismo. Hace cinco días intentó matarme, y luego lanzó a su madre al suelo. Y su amigo inválido me atacó por la espalda y después me noqueó. Cuando me desperté Sally ya no estaba, fue secuestrada por Percy, ella...
Partí el televisor en dos de un espadazo.
—Odio mi vida—gruñí—. Y aquí vamos, perseguido por la ley por... ¿cuantas veces? Creo que ésta es la cuarta.
Grover me miró.
—¿Vas a contar el chisme?
Descarté con la mano.
—Un par de incendios que no fueron mi culpa, no te preocupes.
Grover entró al baño y soltó un quejido. Salió de allí tomando a la cabeza de Medusa por las serpientes.
—¿Quién puso esto aquí? No puedo ir al baño en frente de esta cabeza.
Justo en ese momento, una señora de limpieza pasaba por delante de la ventana. Miró a Grover sosteniendo la cabeza cercenada y soltó un grito de pánico antes de salir corriendo.
Annabeth cerró las cortinas y Grover bajó la cabeza.
—Lo siento... metí la pata, no cerré las cortinas...
—Rápido—dijo Annabeth—. Tenemos que irnos de aquí antes de que llegue la policía.
Subimos a la camioneta y allí se fue mi oportunidad de descanso.
¿Qué tanto te costaba orinar con una cabeza cercenada mirándote, Grover? Ya sé que es incómodo, pero lo prefiero mil veces antes de que la policía me persiga, otra vez.
...
Llegamos a Nashville muy temprano por la mañana y estacionamos la camioneta cerca del parque del Partenón.
Caminando entre la gente mientas nos dirigíamos al edificio.
—Uau, impresionante—dijo Annabeth—. Una réplica del Partenón en Nashville.
—¿Están listos?—preguntó Grover—. Vamos por la perla.
Entramos al edificio, el cual estaba abarrotado de gente. En el centro del lugar se alzaba una gigantesca estatua de Atenea, la cual, sin motivo aparente, me recordaba bastante a la pesadilla que había tenido en la camioneta.
—¿Realmente creen que sea así?—preguntó Annabeth, con cierta emoción triste en su voz mientras miraba la estatua.
Me pasó por la cabeza que ella jamás había conocido a su madre en esta realidad.
—Meh, se parece un poco pero... como que no tanto...
Annabeth me miró abriendo mucho los ojos.
—¿La conoces?
Me encogí de hombros.
—Me ha amenazado un par de varias veces, digamos que no le gusta mucho que salga con una de sus hijas siendo yo un "engendro del mar"
Annabeth se mostró insegura, algo poco común en ella.
—Y... ¿Cómo... cómo es?
Suspiré.
—No sabría decírtelo muy bien, siempre se mostró fría, distante y enigmática conmigo. Todos los dioses le temen y la respetan, se abren cuando ella camina y nadie la quiere hacer enojar. Fuera de eso... no la conozco lo suficiente como para decirte más al respecto.
Grover señaló a la estatua.
—Miren eso—empezó a caminar—. Impresionante...
—Oh, Hades—maldije.
—Es la perla—confirmó Grover.
Efectivamente, la perla se encontraba en la cabeza de Atenea, en el centro de una corona dorada.
—Fue sencillo—dijo Grover.
Annabeth dejó escapar una risa sin gracia.
—Huh, ¿sencillo? Está a diez metros y este lugar está lleno de turistas.
Por un nano-segundo pensé en los zapatos voladores, pero descarté la idea de inmediato. No me iba a arriesgar a usar o a que alguien más usara esos zapatos.
Nadie iba a ser arrastrado al Tártaro, mi pesadilla se encargó de recordármelo.
—Creo... que tengo una idea—murmuré—. Pero... esperemos a que el lugar esté cerrado.
—¿Y por qué no mejor lanzó una muleta?—preguntó Grover—. A lo mejor se cae.
—¿Quieres lanzarle una muleta a la cara a una estatua de la diosa de la guerra?—pregunté—. Adelante, seguramente te convierta en alguna clase de monstruo horripilante y acabes viviendo sólo en una cueva mientras esperas a que un héroe vaya a matarte.
...
Una vez entrada la noche, salimos del baño.
Sip. Nos encerramos por horas en el baño mientras esperábamos a que cerraran. Y luego estuvimos una hora más allí adentro para asegurarnos de que no hubiera nadie.
—¿Y cuál es tu plan?—preguntó Grover.
—Tú mira y aprende...
Nos escondimos tras un pilar cuando notamos al departamento de limpieza haciendo su trabajo.
—¿Y ahora qué hacemos?—preguntó Grover.
—Tranquilos—dijo Annabeth, hurgando en su mochila—. Yo lo arreglo.
Grover se volvió.
—¿Qué tú qué... ¡ah!?
Annabeth cargó una ballesta en miniatura.
—¿De dónde sacaste eso?—preguntó el sátiro—. ¿Qué haces? ¿Los vas a asesinar?
—Tranquilo—repuso Annabeth.
—Es la clase trabajadora—chilló Grover.
Annabeth se escabulló entre los pilares y empezó a disparar en silencio, una serie de pequeños dardos que golpearon a los de limpieza en la espalda y los hicieron caer al suelo de golpe.
—Hay mamá—se lamentó Grover.
Cuando el último de los hombres cayó al suelo, Grover y to salimos de nuestro escondite.
—¿Por qué hiciste eso?—chillo Grover.
—Sólo están inconscientes—bufó Annabeth—. Tenemos treinta minutos, ¡rápido!
Grover suspiró aliviado.
—Que bueno...
Caminé tranquilamente y me senté de piernas cruzadas frente a la estatua.
Viéndola bien, pensé en que podría treparla sin problemas, es decir, no podía se más difícil del muro para escalar con lava, rocas chocantes y terremotos del campamento mestizo en mi mundo.
Pero la verdad es que ya tenía a una Atenea en mi contra, no necesitaba a dos.
Me concentré en mis alrededores y sentí el agua, una fina corriente de líquido levito desde unos bebederos cercanos y empezó a elevarse poco a poco sobre el suelo.
El agua adoptó la forma de unas diminutas manos y con ellas arranqué la perla de la cabeza de Atenea con un satisfactorio PLOP.
El agua bajó y depositó la perla en mis manos antes de que liberara mi control sobre el líquido y empapara el suelo.
—¿Lo ven? Fue sencillo.
Regla número uno de Percy Jackson, digan que las cosas están saliendo bien y todo saldrá mal.
Los hombres de limpieza estaban de pie y mirándonos enojados.
—No puede ser...—murmuró Grover—. Yo me encargo, ¿está bien?
La cabra dio un paso al frente y abrió su chaqueta como si mostrara una placa, una placa invisible al parecer.
—Venimos de parques y centros recreativos—anunció—. Los descubrimos durmiendo en el trabajo, más vale que no vuelva a suceder, no estoy jugando.
Los cinco hombres de limpieza hablaron a la vez:
—Lo esperábamos, señor Jackson.
Bufé exasperado y desenfundé mi espada.
—Bien, ¿qué quieren?
—Lo único que queremos es el rayo y lo dejaremos ir.
—¡Yo no tengo el rayo! ¡Maldita sea!
Uno de los sujetos exhaló una bola de fuego.
"¿Lestrigones?"—pensé por un momento.
—Okey, esto es malo...—murmuró Grover, retrocediendo.
Los cinco sujetos empezaron a mezclarse y a fundirse entre su sí de una forma un tanto grotesca. Un profundo gruñido provino de su maza de cuerpos pegajosos.
Y antes de darme cuenta, un enorme dragón de múltiples cabezas se alzaba frente a nosotros.
—¡Hidra!—gritó Annabeth.
Los tres echamos a correr entre los pilares.
—¡Cuidado!—advirtió Annabeth—. ¡La de en medio lanza fuego!
Una llamarada pasó frente a nosotros reforzando el punto.
—Esto es malo...—murmuré—. Oh... no, en realidad no es malo.
—¡¿Qué demonios estás diciendo?!—gritó Grover.
—La hidra contra la que luché escupía veneno de todas sus cabezas, aunque era muchísimo más pequeña. Esta de aquí será como un millón de veces más grande, pero definitivamente es menos peligrosa.
Salí al descubierto y una pared de fuego me envolvió.
—¡Percy!—gritaron Annabeth y Grover.
El fuego cesó y yo sonreí, aún con la ropa en llamas.
—Hijo de Poseidón, difícil de hacer arder.
—¡Difícil pero no imposible!—respondió Annabeth—. ¡Corre!
Yo corrí, pero no creo que fuera a lo que ella se refería.
Cargué directamente contra el monstruo. Sí, era mucho más grande y pesado, pero eso lo hacía menos ágil y veloz que la Hidra contra la que luché en mi mundo.
Maniobré entré las cabezas fácilmente, apuñalándola en los ojos para ganar ventaja mientras trataba de evitar que me aplastara con sus patas. En cuento el monstruo notó que el fuego no me hacía daño (es decir, sí que lo hace, pero tiene que ser una exposición muy prolongada antes de que eso ocurra, y el monstruo no tenía tanta paciencia) empezó a tratar de morderme con sus titánicos dientes,
Desvíe los ataques con mi espada y me acerqué más y más al cuerpo del monstruo.
¿Saben cuál es el beneficio de que esta Hidra sea tan malditamente grande y poco serpentina? Su cuerpo estaba muy erguido y expuesto.
Logré acercarme lo suficiente y lancé una puñalada directa a su corazón. El monstruo rugió de dolor y se desplomó. Me aparté rodando por el suelo antes de ser aplastado y admiré mi pequeña obra.
—Uf, no había matado a una de estas antes—dije—. La última vez la hicieron volar con artillería pesada. Me sorprende que esta cosa sea tan draconiana y menos serpentina, pero no es queja, si se muere se muere.
Empecé a sentir un incómodo cosquilleo en la piel que poco a poco se fue haciendo más y más doloroso. Recién allí caí en cuenta de que seguía con la ropa prendida en lllamas.
—Hermano, ¡eso fue increíble!—saltó Grover.
Hice una mueca y con un gesto hice estallar un bebedero, con el cual apagué las llamas.
Mi ropa había quedado toda chamuscada.
Gruñí maldiciendo mis estupideces y les mostré la perla a mis amigos.
—Esto está resultando mucho más fácil que la última vez—sonreí.
Luego caí en cuenta de lo que dije.
Grover y Annabeth se miraron entre ellos y luego a mí.
—¿La última vez?
Mierda.
...
¿Alguien más se pregunta por qué rayos la Hidra está en la portada de la película si no hace una mierda?
Y sí, estoy sacando más de un capítulo porque quiero acabar con está historia lo antes posible para poder volver a concentrarme en las otras dos que tengo.
Por cierto, anoche tuve una pesadilla en la que terminaba la batalla entre Hades y Qin Shi Huang y jamás revelaban el pasado de Hades.
Fue la pesadilla más Xd que he tenido alguna vez porque... no es lo que yo llamaría aterrador, pero sí sentí un tremendo alivio al despertar.
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