Grover, ¿por qué eres neg...?
Lo primero que vi fue agua.
Mucha agua.
Miré a mi alrededor tratando de ver en donde me encontraba, supuse por las marcas en el suelo y la mera sensación del agua que estaba en una piscina deportiva.
Otra cosa que noté, no tenía camisa. Supongo que es normal estar vestido solamente con un traje de baño cuando estás en una piscina. Es sólo que no estoy muy acostumbrado a hacerlo, principalmente porque no suelo frecuentar piscinas, y si me mojo me mantengo seco mágicamente por mis poderes.
Después de varios minutos de estar allí sentado sin saber muy bien que hacer, decidí salir a la superficie antes de que alguien sospechara algo. También opté por abandonar mi impermeabilidad, no quería que nadie, estuviera donde estuviese, notara nada raro.
Me impulsé de una patada y subí a la superficie de la piscina. Lo primero que escuché fueron aplausos y alguien que gritaba emocionado:
—¡Y sigue vivo! ¡Percy Jackson es una bestia!
Miré hacia la orilla, únicamente había una persona en toda la habitación, una típica piscina de instituto.
En vista de que no había nadie más, y de que se suponía de que aún no había comenzado mi primera misión, solamente había una persona en todo el mundo quien podría estar acompañándome.
Y eso me traía muchas preguntas.
—¡Eres una bestia! ¡Chócalas!—seguía él.
—¿Grover?—dije, no muy seguro.
—¿Sí?—respondió.
—¿Por qué...?—habían muchas cosas que podría haber preguntado en ese momento:
"¿Por qué eres negro?" "¿Por qué pareces un hombre de cuarenta años?" "¿Por qué tienes la cara de Brandon T. Jackson?" "¿Por qué no tienes una gorra para esconder tus cuernos?" "¿Por qué no tienes tus cuernos?"
Al final, decidí irme por algo un poco más casual.
—¿Por qué...? ¿Cuánto tiempo llevó allí abajo?
El sonrió.
—Siete minutos.
Salí del agua, aceptando la toalla que me ofrecía, mirando alrededor veía que me encontraba en una escuela, claramente. Suponía que la academia Yancy, pero no me agradaba la idea en lo absoluto.
—¿Siete minutos?
—Es increíble, estás loco—dijo él—. ¿Cómo lo haces?
Bueno, mi amigo sátiro encubierto de raza distinta a lo que recordaba, sucede que soy el hijo del soberano de los mares y puedo respirar mágicamente bajo el agua.
—No lo sé... me gusta el agua, supongo.
El hizo una cara de pato mientras asentía con la cabeza.
—Ajá...
Bien, muy discreto no eres. Dudaba que aquí también fueras un sátiro, pero ahora veo que sigues intentando ver si soy un mestizo. Supongo que eso aún no confirma que seas mitad cabra, pero ahora sé que me vigilas.
Me sigo preguntando por qué Grover es negro. No tengo nada en contra, solamente se me hace extraño un cambio tan radical en su color de piel.
Lo siguiente que noté, Grover usaba muletas, cargaba unas consigo y al ponerse de pie empezó a apoyarse en ellas.
Bueno... supongo que eso confirma que es mitad cabra. Pero seguía teniendo inquietud sobre los cuernos.
Después de vestirme y secarme, salí al pasillo acompañado por este nuevo Grover. Era... muy extraño, me sentía raro rodeado de tantos mortales, siempre sucede cuando regreso a la escuela después del verano en el Campamento Mestizo, pero esta vez era aún más raro.
Seriamente esperaba no tener que lidiar con una contraparte de Nancy Bobofit o cualquiera de su tipo, en su tiempo me había contenido bastante, pero ahora no iba a ser tan indulgente si se metían con Grover.
Aunque... dudaba que eso fuera a pasar. Principalmente porque en lugar de un pequeño chico canijo y con tendencia a los ataques de pánico, Grover era... bueno, Brandon T. Jackson, si han visto... bueno, cualquiera de sus películas sabrán a lo que me refiero.
—¿Por qué tengo que volver aquí?—gruñí por lo bajo.
Supongo que Grover no notó nada raro en mi comentario, simplemente se volvió para ver como un chico era arrojado contra una pared por otro que le triplicaba el tamaño.
—Sí... no es como lo vemos en las películas.
"En realidad... es justamente cómo en las películas"
En ese instante un chico trató de golpear a otro, siendo recibido por un giro y ambos rodaron hasta chocarse de cabeza contra un grupo de casilleros.
—Todos los días es lo mismo—seguía diciendo Grover—. Míralos.
En ese mismo instante un profesor entró corriendo para tratar de separar a los chicos que peleaban.
Hice una mueca de asco y apreté el paso. Los chicos se seguían comportando como merluzos, no importaba en que realidad estuviese.
Entré a un salón siguiendo a Grover, lamentándome de mi suerte por tener que volver a vivir mis viejas clases. Por suerte no parecía que fuese introducción al álgebra... lo que de echo tiene sentido considerando que en esta realidad ya tengo dieciséis, no doce.
—Buenos días—dijo la maestra, después de anotar varias frases en el pizarrón—. Soy la señorita Dodds...
—Mierda—susurré—. No me puedo quitar a esa maldita furia de encima ni por un mes...
Se me hizo extraño que no pareciera una vieja motociclista con cazadora de cuero. De echo se veía muy humana... eso sólo lograba incomodarme aún más.
No podía verlo, ya que Grover estaba sentado tras de mí, pero sentí que se removía incómodo a mis espaldas.
—...soy su maestra suplente—seguía diciendo Alecto—. ¿Alguien puede decirme qué intentó expresar Shakespeare con este diálogo de Otelo?
Varios chicos levantaron la mano para hablar, pero como el universo me odia, yo, que estaba calladito en mi asiento sin decir nada, fue seleccionado para hablar.
—Percy Jackson.
Suspiré resignado. Intenté voltear al pizarrón a ver si lograba pescar alguna letra y no quedar como un idiota, pero mi dislexia me jugaba en contra, no logré comprender a lo que se refería, así que opté por el plan B, la patentada impertinencia Jackson.
—¿Y bien?—apremió la Furia disfrazada.
—Primero, me espanta un poco que una maestra suplente a la que veo por primera vez en mi vida conozca mi nombre. Segundo, si no levanté la mano es porque no sé.
La profesora frunció el ceño, claramente enfadada.
"¿Qué vas a hacer? ¿Convertirte en una bestia con alas de murciélago e intentar arrancarme la cabeza? Porque déjame decirte que tengo bastantes formas de devolverte al Tártaro donde perteneces como intentes ponerme un dedo encima.
—¿Alguien más?—preguntó Alecto, desviando la mirada.
Yo rodé los ojos y seguí con mi vida.
...
Bien, fue bastante sorpresivo el enterarme de que en esta realidad Yancy no era un internado. Así que, como no había de otra, tuve que caminar hasta el departamento de mi madre, rezando por qué estuviese más o menos por donde estaba en mi realidad.
Ah, sí, hace falta aclarar que no tenía dinero para taxis, así que tuve que andar a pie hasta el Upeer East Side. Así que si no llegaba a "casa" sería un laaaargo camino de regreso.
Supongo que el destino se compadeció un poco de mi, porque las Moiras literalmente hicieron aparecer de la nada un mapa en mis manos con letras en griego antiguo que ponía: "USTED ESTÁ AQUÍ" y también "SU DESTINO ESTÁ AQUÍ"
El problema es que en lugar de dármelo desde el principio, se esperaron a que ya hubiera caminado varios kilómetros hacia donde no era.
En fin, ya sabemos todos que las Moiras me tratan como un juguete.
Cuando llegué al departamento no sabía que debía de esperar. Así que fue bastante sorprendente encontrarme con un piso limpio de tamaño relativamente grande al lado del de mi realidad, bien decorado y que no parecía un chiquero.
Inclusive albergué esperanzas de no encontrarme con cierta persona.
—Hola... mamá—saludé algo incómodo. Definitivamente nadie se veía como debería en mi mundo, pero decidí no actuar demasiado sospechoso.
"Mi madre" levantó la cabeza de la ropa que estaba planchando para saludarme.
—¿Qué tal la escuela, hijo?
Me paseé incómodo por la recámara, sin saber muy bien como actuar y responder. Siempre existía la posibilidad de que el yo de ese universo tuviera una personalidad radicalmente distinta a la mía, y si la cosa sí era así... bueno, sería extraño para el resto de personas que actuará como... bueno, como yo.
—Eh... como siempre, supongo—murmuré, mirando por la ventana.
Esta versión de mi madre frunció el ceño mientras me miraba.
—Percy, ¿estás bien?
"Oh, mierda"—pensé—. "No importa dónde esté, siempre sabe cómo leerme demasiado bien"
Decidí ser sincero pero sin decir la verdad. Es decir, enmascarar la verdad con otra verdad más ambigua.
—No... no me siento bien, es todo.
Okey... tal vez no debí decir eso. Solamente logré activar sus instintos de mamá. Supongo que es una característica indispensable en Sally Jackson, sin importar en que universo esté.
—¿Por qué? ¿Qué tienes? ¿Necesitas algo?
Retrocedí abrumado. Aunque aquella mujer fuera mi madre, no era mi madre. No me sentía muy cómodo con ella.
—No es nada... sólo necesito dormir un poco, ¿está bien?
Entonces el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose violentamente llamó mi atención y una voz molesta gritó desde la entrada:
—¡Mujer!
Un hombre medio calvo entró gruñendo y refunfuñando.
—Hola, Gabe—saludó mi "madre" sin mucha emoción.
Apreté los puños e intenté que el veneno no se filtrara tanto en mi mirada. Debía reconocerle algo a este universo, habían conseguido que el Apestoso fuera un millón de veces menos feo..., lo cual era una tarea bastante fácil, por lo que se imaginarán que esta versión del sujeto tampoco era la gran cosa.
El idiota se sentó en la primera silla que encontró y se puso a ordenar cosas sin siquiera saludar.
—¿Dónde está mi cerveza?
Esta versión de mi madre lo miró y señaló a la cocina con la plancha que tenía en la mano.
—En el refrigerador—dijo, como si fuera algo obvio porque de echo lo era.
Okey, eso ya me decía algo sobre cómo era mi madre en este mundo. En mi realidad ella había aguantado el tormento de ese sujeto por años con tal de protegerme de los monstruos gracias al terrible hedor de ese sujeto. Y aunque veía muy posible que en esta realidad fuese el mismo caso, en mi mundo mi madre simplemente le hubiera entregado una cerveza al idiota, deseando por dentro que se ahogará con ella, y sonriendo por fuera. Aquí directamente le respondió con sarcasmo.
Punto a favor, supongo.
—¿Y qué? ¿Estás esperando a que mágicamente vuele del refrigerador hasta mi mano?—repuso el Apestoso.
Me llevé la mano instintivamente al bolsillo del pantalón, pero me detuve a medio camino. Sabía que mi confiable espada jamás le haría daño a ese sujeto. Solamente dañaba monstruos y criaturas mágicas, nada de apestosos mortales malparidos.
Otra cosa que me molestó, mi "madre" simplemente dejó lo que estaba haciendo para ir por la estupida cerveza de este sujeto. Y si eso sucedía frente a mis ojos como si nada quería decir que era algo habitual.
Si yo no había intervenido en mi mundo era porque tenia de doce años para abajo, y en el momento que pude hacer algo, mi madre se me adelantó y acabó con la miserable vida de ese sujeto. Pero en este mundo... el Percy de esta realidad tenía que ser un completo imbécil para no haber hecho nada ya con dieciséis.
Es más, considerando que Grover tenía cara de cuarentón, seguramente el yo de este mundo superaría fácilmente los veinte, al menos en apariencia a estándares de mi mundo.
—Muévete—apresuró el Apestoso.
Lo que sigue fue lo que me hizo explotar.
En el momento en que mi "madre" pasaba por su costado, el idiota va y como si nada la nalguea.
¡Y no me importa un carajo que no sea mi madre, sigue siendo mi madre y con ella no te metes!
Ya me había abalanzado contra el sujeto, con las manos en alto para arrancarle la cabeza, listo para arrojarlo al mar y ordenarlo a los tiburones que se lo comerán vivo mientras medusas lo picaban y barracudas se comían sus dedos, sólo para dejarlo vivir y arrojarlo a la isla de Circe para que la hechicera lo convirtiera en el cerdo que era y luego arrojarlo a la isla de Polifemo para que se lo comiera el cíclope, y acto seguido mandarlos a ambos al Tártaro.
Pero cuando me quise dar cuenta, estaba congelado en mi sitio sin poder moverme.
—Ya llegará el momento de que cambies la historia de este mundo—dijeron las voces de las tres Moiras al unísono—. Pero ese momento no es ahora, contrólate.
El tiempo retomó su curso, con mi cuerpo habiendo sido obligado a volver a su posición recargada contra el marco de una puerta.
—No le vuelvas a poner un dedo encima a mi madre—gruñí.
Gabe me volteó a ver con una mezcla de molestia y diversión al tiempo que mi "madre" le dejaba su estupida lata de cerveza ya abierta en frente suya y volvía a lo que estaba haciendo.
El idiota de Gabe le dio un trago a su cerveza y se puso de pie, camino hasta mi con un trozo de pizza en la mano y se puso frente a frente conmigo, encerrándome entre su asqueroso hedor y la pared, haciéndome mirarlo a los ojos.
Él trató de tomarme por el cabello, pero le atrapé el brazo y me lo quité de encima.
Sabía que se armaría una pelea en cualquier momento, y por mi lo hubiera matado en ese mismo momento, pero no me quería arriesgar a enfurecer más a las Moiras, así que cuando volvió a jalar de mi cabello, no hice nada.
—Está es mi casa—gruñó el idiota, con todo su asqueroso alentó pegándome directo en la cara—. Respétame o estás fuera, ¿te queda claro?
—¿Y qué tal si mejor... ¡¡Te asesino en éste mismo instante!!?
Las voces de las Moiras resonaron en mi mente a todo volumen:
"¡Te advertimos que no!"
—¡Cállense! ¡Ya bastante tienen con haberme alejado de mi hogar!
Las voces no respondieron, no sé si se quedaron mudas por un momento, asombradas por mi impertinencia, para luego pulverizarme en cuanto reaccionaran. Pero no me importó.
Me lancé hacia delante, tomando al idiota por el cuello, y lo golpeé contra la pared con tanta fuerza que se resquebrajó.
—¡Percy, detente!—ordenó mi "madre"
No me importó, tomé con aún más fuerza el cuello del idiota y lo golpe de cabeza contra una mesa.
Entonces caí en cuenta de mi error, le había roto el cuello con el golpe.
—Percy...—dijo mi "madre" horrorizada—. ¡¿Qué has hecho?!
—Tienes razón, fui blando. Debería haberlo arrojado al campamento de Artemisa mientras ella y sus cazadoras se están bañando y esperar a que la masacre ocurriese...
Sí, ya sé que alguna vez dije que yo no tenía ningún derecho a enviar a nadie a los campos de castigo de Hades. Pero es que ese sujeto me trae mal sin importar de que mundo se trate.
Como sea, todo eso da igual.
—Respétame o estas fuera, ¿está claro?—dijo el apestoso aliento de Gabe en mi cara.
"¿Qué...?"
"Ya cumpliste tus fantasías homicidas, semidiós"—dijeron las Moiras en mi cabeza—. "Ahora, compórtate hasta que te permitamos actuar libremente"
Bufé molesto mientras el Apestoso se iba por el pasillo.
—¿Por qué sigues con ese idiota?—gruñí, dirigiéndome a mi "madre"—. ¿Es por cómo apesta? Porque creo que pizza rancia envuelta en pantalones deportivos sudados y puesta a fermentar por seis meses en el fondo de un basurero conseguirán el mismo efecto.
Mi madre hizo una mueca.
—Percy, Gabe es bueno con nosotros de una forma que... aún no entiendes.
Sentí que se me deshacía el corazón, bajé la mirada y suspiré, sabiendo que ella lo aguantaba por mi bien, o el bien del yo de esa realidad, o lo que fuera.
—Lo sé... entiendo—murmuré—. Es sólo que... odio ver que te traten así de mal. Mi padre...—me paré en seco, olvidando que se suponía que en ese mundo no sabía quién era mi padre—. Mi padre jamás te hubiera tratado así... ¿verdad?
Mi madre suspiró con tristeza.
—Esto va mucho más allá de lo que crees, Percy. Y tu padre...—no dijo más, yo tampoco insistí, sabía que el tema la pondría triste, y yo creía tener todas las respuestas que necesitaba, aunque ella no lo supiera.
Suspiré con cansancio y miré por la ventana, si la cosa marchaba bien, aún faltaban más de dos meses para poder volver a mi verdadero hogar, con mis verdaderos amigos y mi verdadera familia.
O al menos, eso era lo que yo creía.
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