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Capítulo 31🔥

Cuando te das cuenta de que quieres pasar el resto de tu vida con alguien, deseas que ese resto de tu vida comience lo antes posible.

Narra Ian.

Veo cuando Rose regresa secando sus lágrimas y me levanto de inmediato junto con el resto.

—¿Cómo está? —pregunto cuando llega hasta nosotros.

—Quiere verte. —Es todo lo que dice. Tomo una larga respiración y asiento. Antes de ir a ver a mi padre, dejo un beso en la frente de Rose y sigo derecho. Al llegar a la puerta, la mano me tiembla sobre el picaporte.

Abro la puerta y lo veo observando directamente hacia mí. De inmediato comienzo a llorar, afuera me hago el fuerte, pero aquí no necesito serlo.

—Creí que te perdería —confieso en un susurro sin poder moverme.

—Yo también llegué a creerlo —admite. Intento secar mis lágrimas y me atrevo a comenzar a caminar hacia él. Extiende su mano en mi dirección y yo la tomo con ambas mías.

—Yo. —Me callo sin saber muy bien cómo iniciar—. Yo quiero pedirte perdón —comienzo. Mi padre niega con la cabeza.

—No. No tienes nada por lo qué disculparte de lo que yo ya no te haya perdonado —declara. Quien niega ahora soy yo.

—Sí tengo y quiero hacerlo —zanjo—. Quiero pedirte perdón por no haber llevado bien la muerte de mamá; por haberte culpado a ti cuando, claramente, no era tu culpa. Quiero pedirte perdón por haberme metido con Rose, que si bien no me arrepiento de lo que viví con ella y de los mellizos, me arrepiento de haberme metido en tu vida y querer arruinarla. —Mi padre levanta una mano para que haga silencio.

—Alessandro, no tienes que pedirme perdón por haber estado con Rose, te dije hace años que lo entendía, que entendía el porqué te habías enamorado de ella porque es que Rose vino al mundo para ser amada. A mí no me lastimaste. Al contrario, soy yo quien debe agradecerte a ti por haberla regresado a mí, por haberla embarazado. Si no lo hubieras hecho, ella jamás me habría buscado de nuevo y yo no fuera tan feliz como lo soy hoy. Te acepto las disculpas, pero ya tenías mi perdón desde el comienzo —promete.

—De todas maneras, padre, de todas maneras quiero que sepas que me siento mal por haberte robado tiempo que tú deberías haber disfrutado con ella, no solo por mensajes como hablaban, sino en persona. Pero, más que pedirte perdón, quiero agradecerte y confesarte todo lo que te admiro. Porque es cierto que nunca lo he hecho, nunca te he dicho que te admiro. Que estoy orgulloso de ti, de todo lo que has hecho y de todo lo que tengo porque es gracias a ti. —Mi padre ahora también está llorando como yo.

»—Estas horas sin saber lo que pasaría fue horrible. No podía dejar de pensar en que no podías morir porque yo no te había dicho todo esto y no podía decírselo a una tumba, no, quería que tú me escucharas decirlo. Sé que fui un idiota en más de una ocasión, que me comporté como un completo imbécil y que tú no lo merecías porque desde siempre has sido un gran padre.

»—Eres el mejor padre que conocí porque ni el abuelo puede igualarse a ti. Ojalá pueda un día llegar a ser la cuarta parte de lo bueno que tú eres, padre. Y. —Me callo de nuevo. Todas estas emociones que estoy sintiendo son nuevas para mí. Es algo loco el querer llorar, pero a la misma vez sonreír.

—También te amo, hijo. Siempre te he amado y siempre voy a hacerlo. No necesito que hagas las cosas perfectas para considerarte perfecto, para mí eres perfecto porque sabes reconocer tus errores y eso es algo que no todos saben hacer —alega. Ya ni me preocupo en secar mis lágrimas.

—También te amo, padre. Y te amo mucho. Perdón por no haberlo dicho antes —pido entre lágrimas. Mi padre sonríe y tira de mi mano que aún sujeta, hacia él. Lo abrazo y me quedo un rato llorando sobre su pecho—. No puedes dejarnos —suplico.

—No lo haré —promete. Asiento y me enderezo, secando las lágrimas. Él también seca las suyas.

—¿Ya sabes que tendré un hermano o hermana? —pregunto, haciendo que ambos sonriamos.

—Si eso hubiera sido secreto, acabas de arruinarlo —acota divertido. Tiene razón.

—Buen punto. Pero imagino que sí te lo dijo —digo y me siento en la silla que tiene junto a la cama. Asiente.

—Sí. ¿Puedes creerlo? Voy a tener un hijo con cincuenta años. Creo que ya he olvidado todo sobre bebés —confiesa. Río bajito.

—Hace apenas unos días los mellizos también eran unos bebés y los supiste criar, obviamente podrás con esto —aseguro, convencido de mis palabras. Él asiente.

—Sí, claro, hace sólo uno días —se burla—. Pero es diferente —dice de pronto. Lo miro esperando que continúe. Suspira—. Este será mi hijo. Tendré que enseñarle cosas como a ti. Ya me veo de nuevo intentando que lo primero que diga sea papá. ¿Y si sale igual de intranquilo que tú? Seamos honestos, Rose no es la más tranquila del mundo, tengo miedo de que se parezca a ella y acabe con todo —dramatiza. Ambos reímos.

—Al menos agradece que no serán mellizos —argumento. Mi padre me mira y ríe con ganas.

—Sí, eso es cierto —concuerda—. ¿Y si es niña? —pregunta ahora. Sonrío.

—Pues, si es niña ya veo a Zoe muy celosa por tu atención y la de Rose. Es la única niña de la casa, otra niña será el fin para ella —comento. Es cierto, mi hija es la más consentida porque es la única hembra, otra niña en la familia la destronaría. O bueno, eso es lo que ella va a pensar porque siempre será nuestra princesa sin importar que vengan más niñas.

—Sí, tienes toda la razón. Pero deseo que sea niña. Siempre quise una niña y poder consentirla, correrle los futuros novios que pueda tener y molestarla con que su falda está muy corta —confiesa. Río sin poder evitarlo—. ¿Sabes qué? Mejor no, mejor que sea niño. Ahora que lo pienso, ya tendré que vivir eso con Zoe en unos años, no puedo vivirlo dos veces. Es demasiado masoquista. —Vuelvo a reír con ganas. Mi padre permanece serio como si de verdad le aterra que eso pase.

—Zoe tendrá a muchos que la cuiden y le prohíban usar una falda tan corta, así que tranquilo que tendrás ayuda —prometo. Mi padre asiente, sonriendo. Nuestro momento se termina cuando la doctora entra para informar que ya debo salir. Me despido de mi padre con otro abrazo y salgo. Veo a Selene sentada junto a Xavier y Rose, hablando de no sé qué.

Ahora que la veo, sé que debo recompensarla por todo lo que ha hecho desde ayer. Me ha dejado estar con Rose en todo momento sin una mala cara o algo por el estilo, de verdad ella entendió lo que tenemos y ya no le molesta, o es lo que quiero pensar, sin embargo, ahora que sé que mi padre está bien y que Rose va a darme a un hermano, ya puedo dedicarme a ella de nuevo.

—Hola —saludo cuando llego. Xavier me ofrece un vaso con café y le agradezco antes de sentarme junto a mi esposa.

—¿Cómo lo viste? —pregunta Selene. Rose y Xavier me miran atento.

—Contento y preocupado de que salga niña y deba botarle las faldas cuando crezca —confieso, haciendo que todos rían con ganas—. Y ahora que lo pienso, ¿no creas que sea buena idea que nosotros también busquemos darle una hermanita a Liam y los mellizos? —le propongo a Selene. Ella me mira con los ojos abiertos.

—¿Hablas en serio? —replica. Asiento, acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Muy en serio, preciosa. Ya que la cigüeña anda visitando a todos los de la familia, es tiempo de que la ayudemos, ¿no lo crees? —Selene sonríe genuina.

—Sí, sí quiero —acepta y me toma del rostro para besarme. Sonrío en sus labios antes de aceptar el beso.

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