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Capítulo 27🔥

Las películas no se acaban hasta que sale la palabra 'fin'."

—¿Rose? —Escucho que habla Selene y siento su mano en mi brazo. Yo no puedo hablar, solo mantengo mi vista en el pasillo por donde acaban de llevarse al amor de mi vida.

—Rose, esto debe tener una explicación —habla ahora Iliana.

—Era mi padre, ¿cierto? —pregunta Ian con una mezcla de sorpresa y confusión en su voz. Paso saliva.

—Ian —lo llamo. Enseguida lo siento a mi lado—. Yo no puedo perderlo —susurro, mirándolo a los ojos.

—No vas a perderlo, averiguaremos lo que sea que esté pasando. Vamos —ordena y tira de mi brazo. Selene está sujetando mi otro brazo y entre todos caminamos de nuevo hasta la taquilla de información. La mujer que nos atendió hace un rato nos mira confundida.

—¿Pasó algo? —pregunta en inglés.

—Queremos información sobre un paciente —habla Ian.

—¿Parentesco con el paciente? —réplica la mujer.

—Soy su hijo —determina Ian con firmeza. La mujer suspira.

—Dígame el nombre —pide ahora la mujer.

—Marcus Lombardi —digo yo sin poder permanecer callada. La chica teclea en el ordenador y luego nos mira.

—No tengo ningún paciente con ese nombre —dice. Niego con la cabeza.

—A ver, señora, ese hombre es mi esposo y acabo de verlo pasar en una camilla con unos doctores. Le pido que revise nuevamente porque tiene que haber un error —declaro, consiguiendo una tranquilidad que no sé dónde tenía.

—Lo siento, señora, pero hasta ahora no me han traído la ficha de ningún paciente con su nombre. Podemos esperar un poco hasta que lo traigan —propone. Estoy por replicar cuando siento que alguien se aferra a mi mano. Es Xavier.

—Muchas gracias, esperaremos entonces —le dice. Lo miro intentando que me explique, pero tira de mi mano lejos de ahí. Inmediatamente nos sigue el resto.

—¿Qué piensas que estás haciendo? Yo no puedo esperar. Sé lo que vi. Marcus está en alguna parte de este hospital y yo debo encontrarlo, Xavier —sentencio. Xavier me suelta y suspira.

—Rose, de nada servía empezar una discusión con esa mujer. Se ve que no sabe nada de Marcus. Sé lo que viste, yo también lo vi, pero ahora tenemos dos opciones, sentarnos a esperar lo que dijo la mujer o ir por ese pasillo y averiguar a dónde lo llevaron —zanja. Miro el pasillo. Tiene razón.

—Tienes razón. Vamos —digo y tiro de su mano para ir hacia allá. Me detiene sin tan siquiera empezar.

—Rose, así no —declara. Hago puchero. Me estresa no poder tener el control.

—¿Entonces cómo, Sherlock? —cuestiono ya molesta, sin embargo, él ríe. Será cabrón.

—Haremos como que vamos al área de espera y luego cruzamos, ¿de acuerdo? —pregunta para todos. Asiento como loca y lo suelto para caminar como una persona normal hacia donde ellos caminan.

Entramos en lo que parece ser el área de hospitalización porque hay demasiadas puertas seguidas y el pasillo está desierto. Eso es una ventaja. Como cada puerta tiene un vidrio de al menos unos treinta centímetros de alto y diez de ancho, nos dividimos para comenzar a asomarnos en cada uno y ver si podemos descubrir dónde está Marcus. Todos están solos, excepto yo, que Selene va conmigo.

Realmente le estoy agradeciendo Infinitamente en mi interior por mostrarse así de solidaria conmigo en este momento. Ya no es la misma Selene de hace unas semanas, y eso lo agradezco en gran madera.

—¿Ian? —pregunto al fijarme que se ha quedado parado frente a una puerta. Me mira brevemente.

—No está aquí —declara. Como no le creo, me acerco a donde está y me asomo por el pequeño vidrio de la puerta. Entonces lo veo, no es Marcus, es Luciano.

—¿Qué hace él aquí, Ian? —pregunto confundida.

—Eso quiero saber, Rose —confiesa.

—¡Lo conseguí! —anuncia Iliana frente a una puerta. Tomo de la mano a Ian para que camine hasta ahí porque se ha quedado fijo viendo a su tío. Llevo las manos a mi vientre al ver a mi esposo con un tubo por la boca, miles de aparatos de los que desconozco sus nombres y con al menos seis doctores a su alrededor, hablando de yo no sé qué.

Uno parece notar nuestra presencia porque de pronto todos se giran y nos miran. No vale la pena ocultarnos, así que esperamos pacientes a que salga alguien. Lo hace una doctora.

—Buenos días —saluda en inglés. Odio tanto que no hablen español. Creo que nunca se me hará fácil escuchar otro idioma y poder entenderlo como lo hago con mi idioma natal. El italiano y el inglés tardo tanto en procesarlo que me siento estúpida. Todos le respondemos de la misma manera.

—Somos parientes del paciente. ¿Puede decirnos lo que le ocurrió? —pide Xavier cuando la doctora pregunta en qué puede colaborarnos.

—¿Qué parentesco tienen con él? —pregunta. Ian responde que es su hijo, Xavier que es su cuñado, Iliana que es su hermana y Selene que es su nuera. Yo soy la última en responder que es mi esposo, así que se me queda viendo raro—. ¿Es su esposo y también es su padre? —pregunta mirándonos a Ian y a mí. Suspiro.

—Así mismo. ¿Algún problema? —inquiero de mal humor. La mujer niega apenada.

—Bien, el paciente presenta complicaciones respiratorias. Parece ser que un trasplante no ha salido como se esperaba. Se espera que muestre mejoría a lo largo del día. Por ahora está con respiración artificial y en un coma inducido para no causar daños celebrales —explica, pero yo no estoy entendiendo ni la cuarta parte de lo que está diciendo. ¿Qué trasplante? ¿Coma inducido? ¿Respiración artificial?

—¿Me está diciendo que mi esposo está como muerto en vida? —replico. Ella niega con la cabeza.

—No, señora. El coma en el que se encuentra, al ser inducido lo tenemos controlado. Se indujo en este coma porque sufrió un infarto en plena cirugía de trasplante y se encuentra en un estado grave de salud —dice.

—¿Puede decirme que trasplante fue? —pide Ian al ver que yo me he quedado muda. La mujer revisa los documentos que tiene en la mano antes de hablar.

—Un trasplante de pulmón —informa.

—Mi padre nunca ha tenido problemas pulmonares —dice Ian firme.

—Él fue el donante —explica la doctora. Ian y yo nos vemos la cara entendiendo todo.

—Quién recibió el donante fue Luciano Bianchi. —No es una pregunta, es una afirmación. La mujer revisa de nuevo sus documentos y luego asiente.

—Sí, efectivamente así fue. El señor Bianchi se encuentra bien. Se pudo terminar la cirugía de manera exitosa con él. El único que se encuentra, por ahora, en estado de peligro es el señor Lombardi —dice. Sollozo viendo a mi esposo por el vidrio—. Pueden esperar pacientes en la sala de espera y una vez termine la revisión, les dejaré pasar para que lo vean. ¿De acuerdo? —Todos asentimos y nos encaminamos hacia la sala de espera.

—Él va a estar bien —susurra Iliana, sentándose a mi lado. Acepto la mano que me ofrece y asiento.

—¿Por qué no nos dijo nada? —pregunto al aire.

—No sabía que mi tío tenía problemas de pulmón. Yo sé lo habría donado. Soy más joven que mi padre. No debieron ocultarnos esto —dice Ian. Me sorprende la calma en su voz.

—Hay que avisarle a los demás —declara Selene. Todos asentimos de nuevo.

—Yo me encargo —asegura Xavier y se levanta para caminar hacia afuera.

Pos, bueno, se acabó lo que se daba. ¿Dejamos el otro para mañana o quieren llorar hoy de una vez? JAJAJAJAJA.

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