Capítulo Nº 7
Había pasado poco más de un mes desde el comienzo del nuevo año, faltaba poco para el día de San Valentín, por lo tanto faltaba poco para mi cumpleaños también. Diecinueve años, cumpliría diecinueve años y aún no había hecho nada de mi vida. Qué miserable y patética existencia la mía...
Durante ese tiempo lo pasé muy bien en compañía de Alex y Chrissy, sin embargo debo decir que pasé más tiempo en compañía de ella que de él, debido a que Alex siempre tenía algo importante que hacer. Solía desaparecer unos días donde apenas si respondía mis mensajes, pero luego de unos días dejé de molestarlo, supuse que se divertía con algunas chicas y no quedaba bien que yo le interrumpiera su momento.
Me habían vuelto a llamar de ese molesto y horrible trabajo de bachero, así que al menos tres veces por semana me encontraba en ese restaurante de mala muerte fregando platos por unos míseros billetes. El lugar era un asco y nunca entendí por qué tenía tanta clientela, si ellos vieran cómo se preparaba la comida o la mugre que se podía ver en todas partes, con cucarachas y ratas incluidas, jamás comerían en ese asqueroso lugar. Pero fue lo único que pude conseguir a medio tiempo para poder estar en casa y prepararle la comida a mamá.
A Eric lo veía poco debido a sus estudios y a que salía con su grupo de amistad de la universidad, pero a veces venía a casa a verme, bebíamos unas cervezas y a veces hasta nos fumábamos un porro juntos. No hablábamos gran cosa, nuestras conversaciones solían basarse siempre en lo mismo, eran monótonas pero, de alguna forma, entretenidas. No me molestaba hablar de lo mismo con Eric una y otra vez. Sin embargo, me sorprendió por completo cuando entró a mi habitación sin siquiera golpear –y gracias a Dios que no entró quince minutos antes o habría sido realmente incómodo por situaciones que podrán imaginar–. Se acercó a mí con una enorme sonrisa en su rostro y sin siquiera saludar me dijo:
—¡Ven! Vamos al centro.
—Hola, ¿no? —bromeé—. ¿Qué pasó, por qué tan feliz?
—Iremos a comprar tu regalo de navidad y tu regalo de cumpleaños, vamos —me dijo al chasquear sus dedos—. Y de paso me compraré algunas cosas para mí.
—¿Tú estás loco? No necesito regalos y lo sabes —me reí al ponerme de pie mientras abrochaba mi pantalón—. Ni siquiera tienes dinero, ¿de qué hablas?
Eric sacó de su bolsillo una cantidad abominable de billetes que meneó en su mano con esa sonrisa en su rostro. No necesité más explicaciones, me di cuenta solo sin que él dijera nada. Su padre, como solía hacer cada año, le había dado dinero por navidad atrasado que supuestamente cubría «todo el año» de gastos.
—Eric, gástalo en ti —le dije con un suspiro—. Tu padre te lo dio para tus gastos de la universidad.
—Me importa una mierda —escupió—. Me dejó bien claro que es la última vez que me dará dinero porque ya tengo dieciocho años y ya puedo trabajar, así que lo pienso aprovechar en lo que quiera y no en lo que él desea.
—¿Ya no te pasará más dinero, en serio? —inquirí con un gesto asqueado—. No te ve nunca, le importa una mierda si tú y tus hermanos comen, ¿y encima dejará de pasarte esa mierda de dinero que te da en navidad?
—Pues... papá no quiere pasarme nada, nunca quiso, si me pasaba dinero a mí y a Brian era por Kim —dijo con un suspiro al apoyarse en mi ropero—. Yo no quiero su dinero, pero Kim quiere hacerme una extensión de la tarjeta para mis gastos.
—¿O sea que le importas más a la novia de tu padre que a tu padre? —inquirí nuevamente con una ceja levantada.
—Creo que intenta ganarse la aceptación de Ash —dijo él con una risa—. No lo sé, pero si Ash se entera que papá nos cortó a mí y a Brian los pagos de la universidad, irá a matarlo sin dudar, y al ver a Kim enloquecerá aún más.
Cualquiera en el lugar de Ash enloquecería al ver a su ex con su padre, era comprensible, y más aún al saber que había preferido a sus nuevos hijos antes que a los de su esposa. Kim había sido la novia de Ash, que lo abandonó para huir el padre de él. Había pasado doce años desde eso y todos estábamos igual de sorprendidos de saber que su relación había durado tantos años y que incluso hasta dos hijos habían tenido juntos.
Eric era el único de los Morrison que seguía manteniendo contacto con él, solía ser Eric quien le entregaba el sobre con dinero a Brian, porque ninguno de sus hermanos quería volver a verle el rostro, ni a él ni a su nueva mujer ni tampoco a sus nuevos hermanitos a los que ni siquiera consideraban hermanos. Eric les tenía cariño a esos niños y, aunque le costaba considerarlos hermanitos, solía llevarlos al parque o incluso al McDonald's de vez en cuando.
—¿Aceptarás la tarjeta de Kim? —le pregunté cuando vi que comenzaba a ponerse serio.
—No lo sé... Creo que prefiero conseguir un trabajo de medio tiempo y mantenerme yo solo. Kim es amable y dice que soy su preferido, pero... No puedo perdonarle lo que le hizo a mamá.
—De acuerdo, vamos al centro a derrochar el dinero de ese hijo de puta, yo te invito un café después —dije con ánimos, quería que sonriera en vez de estar con ese gesto tan oscuro.
Eric no dijo nada más, solo sonrió como respuesta y salimos juntos de la casa luego de que me puse algo de abrigo. Saludé a mamá con un beso en la mejilla por si no la veía luego, y durante el viaje conversé con Eric sobre su padre, Kim e incluso sobre Christine. Eric me contó entonces que desde fin de año él y ella empezaron a conversar mucho más, hablan principalmente de música y de la universidad, pero que incluso han hablado de cosas más profundas como sus sueños y deseos personales.
Me alegraba mucho por Eric, por fin podría conocer a la maravillosa persona que es Christine, pero por alguna razón tampoco me agradaba mucho eso. Ella le gustaba solo por ser hermosa y lo tenía bien claro, ¿Eric podría en verdad enamorarse de ella, podría amarla realmente? Le gustaba su rostro, su cuerpo aún sin pechos, ese trasero precioso que tiene, pero ¿podría amar el resto? No quería que Chrissy sufriera, y no quería tampoco que Eric se ilusionara con algo que quizá nunca llegaría.
—Chrissy me dijo que con Alex suelen ayudar a las personas inseguras, de baja autoestima o con problemas personales —dijo Eric luego de que bajamos del bus—. Les gusta ayudar a las personas.
Ese «Chrissy» resonó por un buen rato en mi cabeza. ¿Habían llegado a ser así de unidos? Sabía que era algo estúpido, pero comenzaba a sentirme reemplazado. Le había tomado tanto cariño a ella, la consideraba una buena amiga, y pensar en que podría acercarse más a Eric y alejarse de mí me dolía bastante.
Entramos en una tienda de ropa donde Eric me dio a elegir entre algunas chaquetas, debido a que él era demasiado sencillo al vestirse solía pedirle ayuda a sus hermanos mayores –o a mí– sobre lo que debía o no comprar, y en este caso intentaba regalarme una chaqueta de cuero. No quería en verdad que gastara en mí, prefería que lo hiciera en él, pero sabía que nunca me prestaría atención y que por más que me negara de seguro compraría una chaqueta igual.
—¡Esta! —dijo con entusiasmo cuando me probé una de cuero negro—. Esa sí, ¿te gusta?
—Sí, se me ve genial —admití con una sonrisa torcida y me acomodé el cabello al verme en el espejo.
—¡Nos llevamos esa!
Él también escogió nueva ropa para llevarse, quería comenzar a cambiar su estilo, probablemente para gustarle a Chrissy, pero en verdad lo veía entusiasmado en escoger esa ropa nueva. ¿Sus gustos habían cambiado? Pensé que quizá se sentía más seguro con esa ropa y solo sonreí al verlo tan contento.
Luego entramos en una tienda de música, no me permitió ir con él hasta la caja así que no sabía qué pensaba comprarse. Yo me entretuve observando los nuevos álbumes en la sección de rock, luego me moví a la sección de rap y hip-hop, había un par de discos que me encantaría poder comprar luego, cuando cobrara en el trabajo. Luego pasé a ver la sección de jazz, me recordaba a los gemelos y me pregunté cuál de todos esos artistas que allí se veían les gustaría. Sabía que a Chrissy le gustaba escuchar John Coltrane por sobre todas las cosas, y especialmente cuando se encontraba deprimida, pero de Alex no conocía muy bien sus gustos.
—Ey.
Giré para ver a Eric con una nueva guitarra en su mano, en una funda negra. Me dirigía una sonrisa entusiasmada y quizá algo nerviosa.
—¿Otra? —le pregunté al ver esa guitarra—. ¿Cuánto dinero te dio tu padre esta vez?
—Lo suficiente para compensar los próximos años —dijo él con esa sonrisa, luego la extendió hacia mí—. Feliz cumpleaños adelantado, sé que querías una.
—¡¿De qué carajo hablas?! —chillé al rechazarla rápidamente—. ¡¿Tú estás loco, en serio?!
—Ay, solo acéptala y cállate —gruñó al colocarla con fuerza contra mi pecho—. Es tuya.
—Qué desperdicio de dinero, Eric —me reí al verla—. Deberías quedártela tú.
—No te hagas, Al, que lo que no tienes en voz lo tienes en habilidad con la guitarra —se quejó con su ceño fruncido—. Tocas mejor que yo, estúpido.
Discutimos un buen rato allí en la tienda de música, al menos hasta que los empleados nos echaron por causar revuelo. Era cierto que lo que no tenía en habilidad vocal lo compensaba con la guitarra, había tocado varias veces con la de Eric, pero nunca me consideré bueno, no era tan bueno como él. Me parecía un desperdicio, pero él no pensaba devolverla y mucho menos aceptarla de regreso, solo pude suspirar y reírme de los nervios llevando esa guitarra en la mano.
Luego nos dirigimos a una cafetería para beber él un café y yo un té, esa vez invité yo, luego de lo que él había gastado en mí no pensaba permitirle derrochar más dinero. Conversamos un buen rato y discutimos otro tanto, yo me negaba aún a aceptar esa guitarra, me parecía un hermoso gesto de su parte y un bonito regalo, y era cierto que siempre quise tener una, pero no me parecía justo para él que gastara el dinero de su padre en mí cuando tenía tantos gastos propios.
—¿Y qué te parece Chrissy? —pregunté luego de beber un sorbo de té, eso me hizo sonreír al recordarla con sus sorbitos de ratoncito.
—Es una chica muy inteligente —dijo al cruzarse de brazos con comodidad ahí en el sillón, frente a mí—. Y es preciosa, ¿qué puedo decirte? Me encanta, y cada día me gusta más.
—¿Aunque no tenga tetas? —pregunté con una sonrisa torcida y él enseguida me miró fijo.
—Yo no soy como tú, Al —dijo y comenzó a reírse—. ¿A qué hombre no le gustan las tetas? Pero me da igual, es preciosa así.
—Es muy atenta y adorable —admití con una sonrisa para dejar de hablar de su cuerpo, sabía que Alex me regañaría por ello y Chrissy se enfadaría bastante de saberlo—. ¿La has visto beber té? Da pequeños sorbos, como un ratoncito.
—¿Quién rayos se fija en eso, Al? —inquirió con sus cejas levantadas—. Si la tengo delante la miro a ella, no cómo bebe té o cómo mueve su cabello, no tiene sentido.
—No lo sé, me parece gracioso y algo adorable —suspiré al encogerme de hombros—. Quizá porque disfruta tanto de lo mismo que yo...
Eric solo se rio sin decir nada, sabía que para él esa fascinación mía por el té era solo una estupidez, así que decidí no tocar el tema otra vez. Sin embargo me hizo pensar en si en verdad era tan estúpido que me fijara en esos detalles que a nadie le importaban, ¿en serio era tan extraño? Me gustaba verla dar pequeños sorbos de té, verla disfrutar de su sabor y sonreír al suspirar con placer. Me gustaba eso, ¿en serio era tan estúpido...?
Supuse que yo era, sin dudas, un tipo raro...
Al siguiente día me tocó trabajar solo a la mañana, así que por la tarde estuve libre al igual que mamá. Ella aprovechó su día libre para darse un baño relajante y pintarse las uñas, cosas de mujeres que yo no entendía, pero siempre que le tocaba pintarse las uñas de la mano izquierda me llamaba a mí para que le ayudara. Con los años había aprendido a hacerlo bien, porque al principio fui un completo desastre. Nunca le dije a nadie que le ayudaba a mamá a pintarse las uñas, si se reían de mí por amar tanto el té o soñar con una cafetería, no quería ni imaginarme lo que se reirían de mí si sabían que pintaba uñas...
Así me encontraba, terminando de pintarle las uñas a mamá en un rosado claro, su color favorito, cuando mi teléfono celular comenzó a sonar. Atendí rápidamente al ver que era Alex, si llegaba a colgar la llamada sin que le atendiera, sabía que me llamaría veinte veces más.
—¡Ey, Ricitos de oro! —me dijo enseguida—. ¿Estás ocupado ahora?
—No, acabo de terminar con algo... —admití al ver que mamá se soplaba las uñas—. ¿Quieres hacer algo?
—¿Puedes venir al parque del centro?
—¿Ahora?
—Sí, ahora.
Miré a mamá, quien me indicó con un movimiento de mano que fuera a donde quisiera, ella se encargaría de disfrutar de su tarde, seguramente había alquilado alguna película para ver, le gustaba las películas de acción, mientras más disparos, muertes y más ilógica fuera, más le gustaba.
—Eh, bebé —dijo ella cuando tomé mi nueva chaqueta de cuero para poder salir—. ¿Qué quieres que prepare para tu cumpleaños?
—No sé, no le doy mucha importancia a eso, má, ya lo sabes —suspiré al atar mi bufanda al cuello.
—¿No quieres invitar a tus amigos a casa? —preguntó mientras sacudía sus manos para que la pintura se secara más rápido.
—No, que venga quien quiera verme.
—Compraré un par de bebidas por si las dudas —dijo al dirigirme una sonrisa—. Y también unos snacks, y puede que...
—Mamá, no vendrá nadie —dije con una risa—. No gastes dinero, no quiero hacer nada por mi cumpleaños.
No agregué nada más aun cuando vi que quiso decir algo, salí rápido de casa para poder tomar el bus a tiempo. Encendí un cigarrillo en el camino, era mágico, cada vez que encendía un cigarrillo el bus llegaba antes de tiempo para hacerme desperdiciarlo, pero al menos esa vez pude disfrutarlo tranquilamente allí en la estación del bus, bajo el techo de metal. Noté que había comenzado a refrescar bastante, quizá demasiado, y poco a poco copos de nieve comenzaron a caer.
—Qué querrá Alex en el parque con este frío —resoplé al arrojar mi cigarrillo al suelo cuando el bus llegó.
El viaje era corto en bus, quizá unos diez minutos si mucha gente subía o bajaba, así que en poco tiempo estaría allí en el parque del centro. No me dijo dónde debía buscarlo ni esperarlo, así que cuando llegué me coloqué frente a la gran estatua en el centro y encendí un nuevo cigarrillo. Mis manos habían comenzado a temblar, debí haberme puesto guantes pero con ellos no podía fumar, y necesitaba hacerlo.
Tomé mi celular cuando no vi a Alex en ninguna parte, me envió un mensaje diciendo que esperara unos minutos más. Me estaba congelando allí, así que le daría una patada en el medio del culo por convertirme en un hombre de nieve.
Me entretuve conversando con Chrissy por chat mientras esperaba a su hermano, me contó sobre sus estudios y luego preguntó cómo me encontraba yo. Me gustaba hablar con ella, aunque fuera por WhatsApp, de alguna forma la sentía cerca y eso me agradaba. Siempre hablábamos de tonterías, a veces de cosas importantes, otras solo nos molestábamos mutuamente, como cuando ella a propósito me enviaba muchos mensajes para despertarme en plena mañana, o cuando yo le enviaba memes por ser plana. Nos divertíamos bastante juntos, y no deseaba perder todo ello.
No pude responderle un mensaje debido a que la llamada de Alex apareció allí, así que le atendí más rápido de lo que él habría esperado y enseguida lo oí decir:
—Eh, Ricitos de oro, ¿puedes acercarte al McDonald's?
—¿Para qué me hiciste venir al parque? —me quejé con fastidio.
—No creí que empezaría a nevar... está haciendo mucho frío.
—Me hubieses dicho directamente que fuera al Mc y no que te esperara como un idiota en el parque —escupí.
—Solo ven, está a una cuadra, no seas llorón.
Alex colgó la llamada y yo suspiré al arrojar la colilla de mi cigarrillo al suelo. El parque estaba prácticamente vacío, salvo por algunos estudiantes de secundaria que se reían en los juegos infantiles –y que parecían no sentir el frío–, no había muchas personas allí. Suspiré nuevamente y me dirigí hacia el McDonald's, me pregunté qué carajo quería Alex que me estaba haciendo ir y venir por la ciudad.
En el camino me recreé la vista con un par de chicas que me crucé, alguna que otra giró para verme y me sentí el puto amo, la cosa más perfecta en el mundo. Me había costado, pero poco a poco comenzaba a recuperar mi autoestima y ya no pensaba tanto en Becky, ya no lloraba por ella, ya no me importaba. Quizá era acelerado, no estaba seguro, pero me sentía mejor desde que la eliminé de mis contactos para ya no ver más sus asquerosos estados con Ian.
Esquivé a unos niños ruidosos que casi me arrojan al suelo por correr al salir del McDonald's, e ingresé inmediatamente cuando estos me permitieron pasar. Busqué con la mirada a Alex, no sería difícil de encontrar, ¿cuántos pelirrojos de casi un metro noventa y buenos músculos podría haber por ahí? Entonces lo vi, parecía conversar con alguien que se encontraba sentado en un asiento.
—¡Ey! —dije para llamar su atención cuando me acerqué—. ¿Por qué tanto misterio? Pedazo de basura, me hiciste dar vueltas en medio del frío.
—¡Ey! Ricitos de oro —dijo con una gran sonrisa cuando giró para verme, llevaba puesto lentes, sabía que él utilizaba lentes de contacto pero jamás lo había visto con lentes salvo en fotos antiguas—. ¿Cómo estás?
Lo había reconocido por su cabello pelirrojo que sobresalía, suelto, por debajo de su gorrito de lana gris, y quizá también por su gran espalda en esa chaqueta de cuero calentita que tanto envidiaba.
Estaba a punto de insultarlo por esas vueltas y por el maldito suspenso al no decirme qué quería, pero vi que un niño bajó de esos silloncitos para esconderse tras él.
—Ey, ¿te robaste un niño o qué? —dije al verlo allí, escondido tras las piernas de Alex.
—Al... —dijo con una sonrisa al apoyar su mano en la cabecita del niño, mientras parecía querer ponerlo frente a él—. Te presento a Bobby, mi hijo.
—Hola... —dije, algo confundido cuando el niño me sonrió, tenía grandes lentes cuadrados y me parecía conocido de alguna parte.
—Bobby, te presento a Al —le dijo con suavidad—. Es un amigo de papi.
—Espera, ¿qué? —chillé enseguida y retrocedí un paso con sorpresa.
No pude evitar mirarlos a ambos, el niño me sonrió y volvió a esconderse tras las piernas de Alex, era castaño y apenas si pude verlo bien, solo noté que tenía lentes cuadrados. Alex comenzó a reírse al ver mi rostro y con un movimiento de mano me pidió que me sentara junto a ellos.
—Es mi hijo —dijo con una sonrisa cariñosa al darle una caricia en el cabello a ese niño—. Este es mi otro secreto, dije que en algún momento te lo contaría y acá está.
—¿Tienes un hijo, en serio? —chillé sin dejar de ver a ese pequeño allí, estaba encogido de hombros y acomodó sus lentes sobre su nariz.
—Sí, mi pequeño Bobby —dijo con tanto cariño, con un tono de voz que nunca creí poder oír en él, y menos aún al darle un beso en la cabecita a un niño.
—¿Por qué nunca lo dijiste? —pregunté, algo ofendido.
—Por lo mismo que no digo ser de familia homoparental —resopló—. Porque estoy cansado de las críticas. Fui padre adolescente, Bobby tiene cinco años y yo tengo veintitrés, ¿entiendes? Me cansé de que la gente se pusiera hablar de mi vida privada y solo hablo de Bobby con gente de confianza.
No me miró al hablar, abrió la cajita feliz de Bobby, quien parecía entusiasmado por tener su juguete. A un lado de ellos había una pequeña montaña con ropa, supuse que era el abrigo de ese niño y que Alex se lo había quitado para que no tuviera calor allí dentro.
Bobby era castaño y de cabello corto y lacio, sus ojos eran del mismo verde claro que su padre y sus mejillas, redondas y rosadas, le daban un aspecto adorable. Era muy sonriente y se lo veía bastante avergonzado, quizá porque no me conocía. Miré a Alex, quien también llevaba puesto lentes en vez de lentes de contacto.
—¿Y por qué los lentes? —me animé a preguntar.
—Ah, eso es porque a Bobby le molestan en el jardín de infantes por usar lentes —dijo al verlo con preocupación—. ¿Verdad, bebé?
—¡Sí, son malos! —dijo él con un puchero—. ¡Me dicen que soy feo!
—Pero ves que papi usa lentes también, ¿no? —dijo Alex con una sonrisa al darle un beso en la mejilla—. ¿Papi es feo?
—¡No! ¡Papá es el más hermoso del mundo!
—Oye, ¿qué rayos le enseñas a tu hijo? —me reí casi a carcajadas.
—Yo no le enseñé eso, él solito lo piensa —susurró, tenía una mirada tan enamorada, era extraño verlo de esa forma, era extraño oírlo hablar con suavidad y cariño y que observara a alguien con esos ojos iluminados—. Pero uso los lentes cuando estoy con él para que vea que no tiene nada de malo, que puede usarlos y verse bien y que nadie tiene por qué molestarlo por ello.
Los miré fijo por unos instantes, entonces pude recordarlo. Recordé un cuadro con la foto de un niño allí en la pared de los gemelos, recordé a ese niño de lentes y cabello castaño que sonreía para la foto. En realidad Alex no lo estaba escondiendo, Bobby siempre estuvo ahí, simplemente jamás dio explicaciones sobre nada, hasta ahora.
—¿Y su madre? —me animé a preguntar mientras veía a ese niño jugar con su juguete de dinosaurio, uno que no parecía ser de la cajita feliz.
—Ah, Caroline es mi ex —dijo con un suspiro—. ¿Recuerdas que te hablé de que me enamoré de una chica que me dejó y que creí que moriría sin ella? Era Caroline. Me dejó cuando teníamos diecisiete, pero a las dos semanas me dijo que estaba embarazada... Creí que esa era mi oportunidad de volver con ella pero fue muy clara al decirme que no me amaba.
—Auch —dije con una mueca torcida y él comenzó a reírse.
—Seh. Bobby nació luego de que cumplí los dieciocho... —susurró al verlo—. Estamos separados desde siempre pero la quiero mucho, sigue siendo mi mejor amiga. Ambos criamos de Bobby.
—¿Ambos?
—Y sí, no pensaba dejar que solo ella lo criara tirándole unos billetes de vez en cuando, para luego llevármelo una vez por semana y subir fotitos al Facebook diciendo amarlo con el alma, como otros imbéciles —escupió con el ceño fruncido, casi ofendido por mi pregunta—. Lo tenemos una semana y una semana, así ambos podemos criarlo.
—Ni siquiera Chrissy me dijo algo... —susurré.
—Ah, se tentó muchísimas veces a contarte —dijo con una risa—. No sé si recuerdas la vez que fuimos a cenar a tu casa, tú nos contaste sobre tu padre y yo me enfadé... Bueno, me enfadé porque no soporto la idea de que alguien no se haga cargo de sus hijos con la excusa de no estar preparado para ser padre, ¡nadie está preparado para ser padre! Y Chrissy quiso que te lo contara allí mismo pero aún no te conocía lo suficiente.
—Entiendo... —dije y miré a Bobby allí, cada vez que yo lo miraba él se encogía de hombros y se escondía tras el brazo de su padre, me daba algo de ternura—. Así que te llamas Bobby, ¿eh?
—Me llamo Robert como mi abuelito —dijo casi en un susurro con su vocecita tierna desde su guarida—. Me dicen Bobby, me gusta que me digan Bobby.
—¿Y qué te gusta, Bobby? —pregunté.
—¡Los dinosaurios! —chilló con alegría al salir de su escondite para verme.
—¿Cuál es tu favorito?
—¿Te gustan los dinos? —preguntó con sorpresa y yo asentí, así que pude ver su enorme sonrisa y sus grandes ojos verdes abrirse con alegría—. ¡A mí me gusta el diplodocus!
—¿Cuál es ese? —chillé al ver a Alex, no me sabía los nombres científicos de todos los dinosaurios.
—Es el cuello largo —se rio él y miró a Bobby—. Dile por qué te gusta el diplodocus.
—¡Porque es alto y grande y toca el cielo! —dijo Bobby con entusiasmo al extender sus brazos hacia el techo—. ¿A ti cuál te gusta?
—Los velociraptor.
Bobby pareció relajarse más ante esa conversación sobre dinosaurios, yo estaba acostumbrado a los niños debido a mis vecinitos, quienes a veces venían con sus madres a beber té a casa. No soportaba a los niños caprichosos que pateaban y rompían todo, o a esos que te insultan sin motivo, pero Bobby me agradaba, parecía tranquilo.
Alex nos observaba con una sonrisa mientras que Bobby me explicaba sobre los dinosaurios, supuse que quizá no estaba acostumbrado a que sus amigos le hablaran así a su hijo, no estaba seguro. Yo estaba acostumbrado a los niños, pero solía rodearme de niños muy molestos, nunca de niños tranquilos y tímidos como Bobby. Aún me costaba hacerme a la idea de que ese pelirrojo algo loco en serio era padre, no podía imaginármelo como padre, me lo imaginaba teniendo mi edad y con un bebé en los brazos y un escalofrío atravesaba mi espina dorsal.
—¿Y Chrissy qué piensa de Bobby? —pregunté al sujetar el t-rex que él me extendía.
—Ufff, envíale un mensaje y verás —se rio Alex.
Lo miré por unos segundos, parecía divertido así que le envié un mensaje a Chrissy, le recriminé por no haberme contado que tenía un sobrino. Tardó apenas unos minutos en responderme:
«AHHHHHH, dhjshdjkshdk, mi bebito hermoso, ¿viste mi bolita gorda de amor? ¿Viste lo que es mi bebé?» Lleno de emojis de corazones y caritas enamoradas. Luego agregó un audio que reproduje allí frente a ellos:
—¡Bebé hermoso de la tíaaaaaaa! Amor de mi vida, cosita hermosa, mi rey, mi todo en la vidaaaaa, te amo, ¡te amooooo! —chilló en el audio.
—¡La tía Chrissy! —chilló Bobby con entusiasmo—. ¿Eres amigo de la tía Chrissy?
—Sí, es mi amiga —dije con una sonrisa y sus ojos se iluminaron.
—¡Amo mucho a la tía Chrissy! —dijo al levantar sus brazos hacia el techo—. La tía me enseña sobre los dinos.
—Ah, sí, Chrissy y mi papá tienen la ilusión de que Bobby también vaya hacia la ciencia —se rio Alex al decir luego de un suspiro—. Es solo un niño y ya están queriendo que sea paleontólogo.
—¿Tú tienes hijitos? —me preguntó Bobby y casi me atraganté con mi propia saliva.
—¡No!
—¿Por qué no? —parpadeó él con sorpresa.
—Porque aún soy pequeño para ser padre —respondí con una mueca torcida y él frunció el ceño.
—¡No eres pequeño! Eres grande y alto.
Alex le pidió a Bobby que terminara de beber su bebida, mientras que él le envolvía la hamburguesa para guardarla. Según me dijo, Bobby la comía luego en casa, solían ir al McDonald's más que todo por los juguetes, y mientras que él se entretenía bebiendo su bebida y jugando con sus juguetes, Alex y yo conversamos.
—Entonces la tercera habitación donde yo no podía entrar... era de Bobby, ¿no? —dije al ver a ese niño que se entretenía jugando tranquilamente con sus muñequitos de dinosaurios.
—Sí, lo siento, pero esa habitación es sagrada. Es su espacio personal y lo respeto muchísimo —dijo y se puso de pie—. Ven, vamos, bebé, ¿quieres ir a casa?
—Ño, quiero jugar con él, ¿cómo te llamabas? —preguntó al verme.
—Al —le dije con una risita y él me sonrió—. Pero tienes que ir con tu papá.
—En realidad pensaba presentárselo a tu madre también. Bobby estará conmigo por una semana pero el resto de los días quisiera llevarlo a pasear luego del jardín de infantes.
Alex tomó en sus manos la mochilita verde de dinosaurio que le extendía Bobby, la cual Alex dejó en la mesita por unos instantes para poder colocarle el abrigo suficiente. Le puso un abrigo azul claro y una bufanda roja, también unas orejeras de igual color, seguido de unos guantes para proteger sus manos. Me recordó a mi niñez, cuando mi mamá me vestía en invierno y terminaba por caminar como un pingüino de tanto abrigo que llevaba puesto.
—Es el día libre de mamá, ¿quieres ir a casa? —le pregunté mientras salíamos del McDonald's.
—Es un poco tarde, pero podemos ir en el auto de Chrissy, ella no estará en casa hoy.
—¿Por qué no? —pregunté con curiosidad.
—Se junta con unas amigas a preparar un examen.
Bobby comenzó a saltar en la nieve que se había acumulado en el suelo, con alegría y una gran sonrisa. Sus lentes de a poco se estaban llenando de copitos que los humedecían, así que Alex se los quitó para poder limpiarlos.
Caminamos hasta el edificio de Alex, no era muy lejos de allí, quizá unas cinco o seis cuadras, pero noté que él parecía preocupado por Bobby, agachaba todo el tiempo la cabeza para verlo tomado de su mano y le preguntaba constantemente si podía caminar o si tenía frío, al menos hasta que Bobby dijo tener frío. Alex se quitó el gorro de lana que llevaba puesto y se lo puso en la cabeza a Bobby.
—¿Mejor? —le preguntó, pero Bobby negó con una mirada triste. Vi que Alex se quitaba la chaqueta de cuero para poder ponérsela—. Te quedará grande pero al menos estarás calentito.
—Alex, ¿estás loco? —me quejé al verlo solo con una camiseta—. Te congelarás.
—Yo puedo soportarlo, él no. Mientras él esté bien el resto no me importa.
Bobby comenzó a sacudir sus brazos para ver cómo se movían las mangas de la chaqueta de cuero que, claramente, le quedaba inmensa. Dijo estar calentito y se divertía al sacudir sus brazos para ver danzar las mangas. Alex lo tomó en sus brazos para alzarlo y caminar más rápido con él, la verdad era que hacía muchísimo frío y seguramente él se estaba congelando.
Era extraño verlo como padre, verlo con un niño en los brazos y tan preocupado por su bienestar. Le limpiaba la nariz, los lentes cuando se mojaban y le ajustaba la bufanda para que no pasara frío. Le hablaba con suavidad y si Bobby hacía preguntas o algún capricho típico de los niños, Alex entonces le respondía con suavidad y paciencia. Mi madre ya me habría dado vuelta la cara de un cachetazo al primer capricho en la vía pública.
Era realmente extraño, no estaba acostumbrado a verlo como papá y sabía que mamá seguramente se sorprendería por lo mismo, pero debo admitir que era algo bonito. Quizá porque yo no tuve un padre, quizá porque los padres que yo veía a mi alrededor eran un desastre, y luego de haber estado con Eric un día atrás y saber que su padre dejaría de pasarle dinero, ver a Alex con su hijo, verlo tan preocupado por él, verlo tan orgulloso de él. Verlo siendo un buen padre, o lo que parecía ser un buen padre, me hizo sonreír.
Bobby tenía muchísima suerte.
El capítulo es un poco más largo de lo normal, y falta la segunda parte, pero decidí cortarlo justo ahí (en vez de cuando Alex dice tener un hijo) porque me pareció bonito el contraste del principio con el final, la comparación entre Carl y Alex.
¿Qué les pareció? ♥
Dejo unos dibujitos muy chulis que hice.
Bobby♥
Y un sketch a color de Bobby y Alex.
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