Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo Nº 1

Dedicado especialmente a la reina
del romance juvenil wattpadiano, ZelaBrambille

Una persona a la que valoro mucho 
y con la que extraño conversar.


Nunca olvidaría el día en que el calor azotó la ciudad con más fuerza. No era inolvidable para mí por ser el día más caluroso del año, sino porque ese día me volví durante una hora el hombre más afortunado del mundo.

La única vez que me había sentido tan feliz, o al menos que yo recordara, era en mi infancia. Una tarde donde caí de la bicicleta y me herí la rodilla, recuerdo que entré llorando a mi casa y le conté a mi madre. Ella entonces había sanado ese raspón, me besó una mejilla y me hizo un delicioso té de rosas. Fue la primera vez que probé té de rosas y la primera donde mi madre me enseñó a prepararlo. Algo tan sencillo como preparar té me había llenado de felicidad, pero eso jamás se lo conté a nadie. Un niño debería ser feliz por jugar al fútbol, por el comienzo de las vacaciones, pero no por preparar diferentes infusiones. Y yo no quería que nadie se riera de mis tontos sueños y ambiciones.

Y ese día de verano, ese donde me volví el hombre más afortunado del mundo, lejos de toda inocencia infantil y de pensamientos puros, me llevó a ese pasado inolvidable y esa extraña felicidad. Me sentí otra vez como ese pequeño niño que aprendía a preparar infusiones deliciosas.

Por ser el día más caluroso del año Becky nos había invitado a mí y a Eric a la piscina de sus padres, aunque lamentablemente para él también había invitado a sus hermanos. Sería una fiesta pequeña, sin mucha gente y solo sus amigos más cercanos, por lo tanto era mi oportunidad de estar más cerca de ella sin la interrupción del imbécil de Ian y, también, era la oportunidad de Eric de volver a intentar conquistar a Christine –y de verla en bikini, ¿por qué no?–. Sin embargo, antes de viajar hacia lo de sus tíos, Eric se encerró en su habitación gritándome que no pensaba ir.

—¡Escucha, idiota, no puedo ir sin ti! ¿Entiendes? Iremos los dos, nos divertiremos y luego volvemos a casa, yo pago todo el viaje —le dije al apoyar mi oído en su puerta, buscaba oír qué estaba haciendo allí adentro, si se estaba masturbando en un momento como ese lo golpearía.

—¡Dirás que tu madre paga todo el viaje! —gritó desde adentro.

—¡Ey! Es mi dinero, no estuve fregando platos todo el día en ese asqueroso restaurante de mala muerte para que le des el crédito a mamá. —Intenté abrir la puerta pero estaba trabada—. Vamos, Eric, habla conmigo, ¿qué es lo que pasa? ¿Te salió un grano en medio de la frente o qué?

Lo oí tropezar con un par de cosas, insultar por lo bajo y, luego de unos instantes, llegar hasta la puerta para poder abrirme. No le di tiempo a explicarse ni nada, pateé la puerta para poder abrirme paso y miré allí dentro, buscaba lo que estaba escondiendo. Sin embargo, todo estaba en orden y esa pequeña habitación llena de posters de bandas musicales, alguna que otra mujer hermosa y en colores sobrios estaba exactamente igual que siempre. Lo único diferente era la ropa desparramada por el suelo, lo cual era atípico viniendo de Eric, tan ordenado.

—Habla —dije al clavar mi mirada en sus ojos café, pero él corrió la mirada enseguida.

—Es solo que... Estará Christine, ¿verdad? —masculló tan rápidamente que me costó entenderle—. Mírame y mírate tú, ella nunca me va a mirar.

—No empieces con esa basura otra vez —me quejé y le di un pequeño golpe en la cabeza—. ¿No te lo dijo Becky acaso? Tú eres del gusto de Christine.

—¡Al! —gritó y levantó la mirada para verme—. ¿Es que eres ciego o qué? ¡Mírame, soy un espantapájaros! Y mírate tú, y mira a mis hermanos, son prácticamente luchadores, ¿realmente crees que entre tanta testosterona me va a mirar a mí?

Me quedé en silencio, solo observándolo. No me avergonzaba admitir cuando otro hombre era atractivo aun ante la posibilidad de ser tachado como gay, tampoco me ofendía que me consideraran gay. Eric era atractivo, tenía buenos rasgos y de hacer ejercicio –en vez de solo tocar la guitarrita de porquería esa todo el día– podría aumentar la masa muscular y ser como él deseaba.

—Pero si estás bien, tarado, solo vamos y no seas tan tímido o terminarás espantándola. —Apoyé con suavidad mi mano en su hombro, era un poco más bajo que yo, sin embargo no lo hacía para hacerlo sentir más bajo, sino para reconfortarlo un poco—. Y no hables de mí toda la tarde, habla de ti, lleva la guitarra y canta algo. Verás que caerá rendida ante ti.

—No quiero que caiga rendida ante mí, solo quiero gustarle.

—¿El problema es que ella me vea a mí? —pregunté casi en un susurro y él abrió sus ojos con sorpresa—. Eric, yo también estoy intentando conquistar a alguien, no puedes pedirme que pierda mi oportunidad para que tú tengas la tuya.

—No pensaba pedirte eso...

Lo miré fijo, Eric era demasiado vergonzoso y su autoestima estaba por el subsuelo, allá, cerca de los cocodrilos mutantes en las cloacas. No importaba cuánto intentara cambiar eso, no servía de nada. Suspiré y rasqué mi nuca, en verdad quería conquistar a Becky, era mi oportunidad de que me viera allí, de que viera que no solo era un rubio que se metía en cualquier pelea, sino que era un rubio que entrenaba mucho, un rubio que tenía ambiciones en la vida y sueños que cumplir. Un rubio que la amaba desde tercer grado.

—Está bien, me pondré una camiseta. Ahora agarra tu bolso y vamos o perderemos el bus.

Eric no respondió nada, pero sí obedeció y tomó su bolso para irnos. Era un viaje de una hora hasta la siguiente ciudad, la fiesta sería al atardecer pero, como siempre, queríamos estar un rato antes para poder ayudar en lo más posible.

Salir de nuestros hogares, pequeños y humildes, y viajar hacia la ciudad vecina a un barrio residencial era sin dudas un contraste muy fuerte. A Eric eso lo inspiraba a superarse a sí mismo, a ser mejor y un día vivir en un barrio de esos, a mí, sin embargo, me hacía sentir mediocre. Veía a todas esas personas que salían de sus inmensas casas en el barrio residencial, que tenían grandes piscinas e incluso servicio de limpieza, no podía más que sentir envidia y odiarlos con todas mis fuerzas. Era una envidia insana, era muy consciente de ello, pero no podía evitarlo. No luego de haber pasado hambre en mi infancia, no después de ver que mamá no comía solo para que yo pudiera hacerlo, no durmiendo en la misma habitación que mamá por años y con ella durmiendo en un colchón en el suelo.

Era una envidia tóxica, yo era tóxico, y esperaba que algún día eso pudiera cambiar.

Quizá Eric tenía razón, quizá algún día ambos viviríamos en uno de esos barrios y otra persona en malas situaciones nos odiaría profundamente. Nadie tenía la culpa de nacer bien acomodado o mal acomodado, ellos no tenían la culpa de que yo fuera pobre o que ellos estuvieran mejor.

Y mi odio era estúpido, lo sé. Pero díganme, ¿no les ha pasado? ¿No les ha pasado de pensar «por qué yo no puedo tener lo mismo», «por qué»? ¿No han pasado hambre y ven que otros tienen de sobra, y en lo profundo de su corazón los odian con inmensidad, aun sabiendo que está mal?

Cuando llegamos a la casa de los Morrison, Eric tocó el timbre allí en el inmenso portón de madera brillante. La voz de Becky se oyó desde el transmisor y, seguido de eso, el portón se abrió ante nosotros dejando ver el precioso e inmenso jardín que rodeaba ese camino de rocas color hueso. Nadie vino a recibirnos, así que entramos cargando nuestros bolsos en la espalda y seguimos el camino hacia la entrada, donde pudimos divisar a los hermanos de Eric. Eran muy parecidos entre sí, la diferencia estaba en que sus músculos estaban más marcados debido a sus trabajos. Los Morrison –salvo la rama familiar de Becky– solían dedicarse a la milicia, eran marinos, policías, del ejército o incluso de la aviación, salvo por Brian que era dos años mayor a Eric y estaba en la universidad con una beca deportiva.

—Y ahí llegan los inútiles —le oí decir al mayor.

—Oh, mira, pero si es la princesa Ashley —remarqué con fuerza y él frunció el ceño.

—¡No me llames así, niño! —gritó con odio.

Ash me odiaba más que a nadie, porque de todas las personas yo era el único que lo llamaba por su nombre. Era tan sencillo de hacerlo enojar que me era inevitable el molestarlo. Aunque con él nunca fuimos a los puños, con el resto de sus hermanos sí, en especial con aquellos que se metían directamente con mi amigo.

Por pedido de Eric, decidí ignorarlos y recorrimos esa preciosa casa para poder llegar hasta el fondo, donde tras los grandes vitrales corredizos se lucía la gran piscina, rodeada de asientos reclinables blancos y plantaciones hermosas. Y allí, de pie junto a la piscina, se encontraba Becky luciendo una pequeña bikini rosada que me obligó a tragar en seco, era la primera vez que se animaba a mostrar su cuerpo de esa forma, lejos de mayas enterizas. Hablaba tranquilamente con una muchacha bajita y, cerca de ellas, se encontraba Christine.

—Ay, carajo —dijo Eric al verla—. Creo que fue mala idea.

—Ahora nos acercaremos, la saludarás con una sonrisa y luego iremos a cambiarnos, ¿de acuerdo?

Él solo asintió de forma casi robótica, su rostro me daba gracia pero traté de no reírme. En verdad le gustaba esa chica y eso era demasiado obvio, incluso para ella. No comprendí qué le gustaba de ella, al menos sin contar su rostro –que era bonito, en verdad– hasta que nos acercamos a ellas.

Christine tenía una bikini sin tirantes en un color mostaza con diseño de girasoles, y la parte inferior era negro y llegaba hasta su cintura pero, a su vez, enseñaba todo su culo entangado. Quizá era plana de pecho, pero atrás se podía apreciar algo muy llamativo. Y cuando giró para saludarnos y clavó sus ojos dorados en mí, no pude evitar pensar que era una de las mujeres más bellas que había visto. Pero me cacheteé mentalmente concentré mi mirada en Becky, a quien saludé y ofrecí ayudarle en lo que quisiera.

Luego de cambiarnos nos acercamos nuevamente a ellas, resultó ser que la muchacha pequeñita era la novia de Ash y estuvo pegada a él toda la tarde. A pedido de Becky llevé los parlantes al jardín para poder poner música movida, y cuando me ofrecí a preparar los tragos –porque debo admitirlo, soy increíble haciendo tragos– me encontré con un pelirrojo allí, preparándole un mojito mi Becky.

—¿Qué haces? —le dije con fastidio.

—Ay, lo siento, Al, pero Alex prepara unos tragos increíbles —se disculpó Becky con una sonrisa—. ¿No te molesta, cierto?

—Ah, así que este es el tan famoso Al.

El tipo ese levantó su barbilla casi desafiándome, tenía su cabello pelirrojo recogido en un rodete y no dudó en clavarme sus ojos verdes como si quisiera intimidarme. Pero a mí no me intimida nada ni nadie, salvo la chancleta de mamá.

—Se ve como esos típicos imbéciles que se creen muy rudos por tratar mal a las chicas —dijo el tipo ese—. No eres rudo por eso, niño, solo eres un estúpido.

—Tú no me conoces —gruñí con asco y él clavó su mirada en mí con más fuerza.

—No necesito hacerlo, he oído mucho sobre ti. Tú no eres rebelde, tú no eres rudo, solo eres un niño que busca atención porque en su casa no se la dan.

De un salto me coloqué sobre la barra y lo tomé de la ropa dispuesto a soltar una cantidad increíble de insultos y golpes, pero entonces el grito de Christine cortó toda la situación.

—¡Ya déjalo, Iskandar! —gritó y parpadeé con confusión, ese no era mi nombre.

—¡Que no me llames así, y menos cuando estoy peleando! —le contestó el idiota—. ¡Soy Alex, ALEX!

Solté al tipo y la miré a ella que se acercaba a paso rápido, luego le dio un empujón. Retrocedí un segundo y él entonces sonrió con soberbia, para luego agregar:

—Tú no eres un rebelde ni eres rudo, solo eres un niño mimado que no conoce nada del mundo.

A diferencia de lo que Eric había creído, vi que cuando nos acercamos a las chicas ya vestidos para meternos al agua, Christine nos miró con atención y enseguida dirigió su mirada hacia Eric, a quien le dirigió una sonrisa. Ni siquiera se dedicó a mirarme, porque al final Eric me pidió que no me dejara una camiseta y pude mostrar mi torso sin problemas. Y ella ni siquiera me miró, un punto para mi amigo.

El juego empezó, los hermanos de Eric estaban en el agua y Ash había arrojado a su novia al centro en medio de risas. Era el juego de quién arrojaba a quién, así que mi táctica fue sencilla: arrojar a Eric al agua y que él intentara salir. Si mis cálculos y mi observación no me fallaba, Christine intentaría ayudarlo y si él era lo suficiente astuto podría arrojarla al agua y establecer un lazo.

Lo hice. Empujé a mi amigo al agua, intentó salir en medio de insultos dirigidos hacia mí, Christine se agachó y le extendió la mano para ayudarlo y...

Y nada. Es un imbécil.

Así que los arrojé a los dos, oyendo sus gritos tras de mí y me acerqué a mi adorada Becky, quien conversaba con ese pelirrojo molesto. Se veían muy unidos, quizá demasiado para mi gusto, así que alcé la barbilla con orgullo y caminé firme hacia allí, quería que me notara, que viera que yo estaba ahí y que existía. Era consciente de nuestra diferencia de edad, consciente de que incluso era virgen, pero solo deseaba que ella me mirara, que notara mi mísera existencia.

Y lo hizo. Me dirigió una sonrisa y me extendió un trago que Alex acababa de preparar.

—¿Tiene veneno? —pregunté al mirarlo de soslayo.

—Si quisiera matarte lo haría quebrándote el cráneo contra el suelo, el veneno es de cobardes —Fue su respuesta.

—¿Salió de prisión o algo? —le pregunté a Becky con un gesto extraño y ella comenzó a reírse.

—Ignóralo, está celoso.

—No estoy celoso —gruñó el otro.

—Sí lo estás, detestas que Chrissy hable de otros tipos rudos y que no seas tú —insistió Becky con una risotada, y en respuesta a ello él giró la cabeza e infló sus cachetes en una actitud demasiado infantil para mi gusto.

—Escúchame, intento barato de John Travolta —dijo y con su dedo índice me picó el pecho—. Si te metes con mi hermana, te las verás conmigo. El único que puede maltratar, insultar y hacer llorar a Chrissy soy yo. ¿Oíste?

—¿Qué clase de hermano eres? —me quejé.

—El peor del mundo.

Becky me tomó del brazo y me alejó de allí, caminamos juntos por el jardín sin hablar. Ya era de noche y el lugar estaba iluminado por reflectores y pequeñas luces en la piscina, pero la luz de la luna y las estrellas también estaban haciendo su trabajo.

La piel de Becky se sentía suave, acariciaba mi brazo mientras caminábamos sin decir nada, mientras que yo la miraba de reojo, su cabello castaño recogido en una coleta, su hermoso cuerpo luciendo esa pequeña bikini rosada, y sus alegres ojos café que parecían reír al ver a sus seres queridos jugueteando en la piscina. Era tan hermosa, era tan perfecta, que resistirme al impulso de besarla parecía imposible.

El silencio se estaba volviendo incómodo, así que nos sentamos en un banco de jardín en medio de unos rosales y observamos a Eric y Christine nadando en la piscina, a sus hermanos allí sentados en el borde mientras fumaban, y a ese pelirrojo estúpido preparando unos tragos desde la barra.

—¿En serio son hermanos? —me animé a preguntar, observé a Alex en la barra y a Christine en el agua, aunque ambos eran bastante altos, pelirrojos y con pecas, no sentía que se parecieran en mucho.

—Mellizos —respondió Becky con una risita—. Una vez los conoces notas que se parecen mucho. Alex podrá aparentar ser un tipo violento y fingirá odiar a su hermana, pero en realidad es alguien muy amable y ama con inmensidad a Chrissy.

—Me doy cuenta, por alguna razón pensó que yo la estaba pretendiendo o algo —Me reí y Becky también lo hizo.

—¿Y no lo haces?

—No, hay otra chica que me interesa —admití.

El silencio volvió a invadirnos, ella se quedó así por un instante y luego apoyó su cabeza en mi hombro. Ninguno agregó nada, estaba seguro de que el momento era muy incómodo para ella, estaba seguro de que ella sabía lo loco que me volvía y no quería darme falsas ilusiones.

Me dediqué a observarla de reojo, apenas si corrió un mechón de su rostro. Sus rasgos eran delicados, su cuerpo era extrañamente perfecto, era sin dudas la envidia de más de una chica.

—Al... —susurró y captó toda mi atención.

Se alejó un poco de mí y me miró fijo, esa vez no tenía una sonrisa en su rostro y su mirada incluso se veía triste. Estaba demasiado seria para mi gusto.

—Eres increíblemente hermoso, tienes un cuerpo precioso y eres el chico más divertido que conozco —comenzó—, pero tienes apenas dieciocho años.

—Becky... —susurré—, solo tienes veintiún años, no me trates como a un niño cuando apenas si me llevas tres años.

—Pero eres muy niño aquí todavía —diciendo eso me picó la cabeza con su dedo índice—. Y yo estoy buscando otra cosa.

—¿Y qué estás buscando? —dije con dureza, quizá demasiada, porque ella se encogió de hombros enseguida—. Dime, ¿qué es lo que buscas que soy tan niño para ti?

—Busco una relación seria.

—¿Y es que crees acaso que lo que quiero es acostarme contigo y tirarte? ¡¿En serio crees eso?! —La miré fijo y ella corrió la mirada—. Me conoces desde que era un niño pequeño, jugábamos juntos en medio del barro, ¿cómo puede ser que no me conozcas?

—Chrissy dice...

—¡¿Chrissy dice?! —chillé—. Chrissy dice, ¿eh?

Becky me corría la mirada, detestaba eso, detestaba que no tuviera la dignidad de mirarme a los ojos al rechazarme. Maldije por lo bajo y me alejé de ella a paso acelerado hacia la piscina, Christine se encontraba fuera y secaba su cabello con una toalla blanca. Estaba realmente enfadado así que la tomé de la muñeca y la tironeé para llevarla a otra parte, lejos de la vista de todos. Ella se quejaba y me golpeaba pidiéndome que la soltara, a la vez que vi que su hermano estaba por saltar la barra para acercarse.

Entonces entré en una habitación y trabé la puerta tras de mí. Christine enseguida marcó distancia entre nosotros y se puso en una pose defensiva, no sé qué clase de persona pensaba que era.

—¿Qué le dijiste a Becky de mí? —le dije con dureza y ella hizo un extraño gesto.

—Nada que ella no supiera.

—¡¿No habíamos quedado en tener una mejor relación entre nosotros?! —grité.

—Eso no significa que quiera que salgas con mi amiga.

La miré fijo pero esa vez no fue con dureza, mi enojo estaba comenzando a desaparecer y solo la tristeza comenzó a llenarme.

—Tú no me conoces, tú no entiendes nada.

—¿Y no tengo razón acaso? Eres un niño, los niños como tú lo único que buscan en chicas ingenuas como Reb es sexo —Levantó su barbilla con confianza—. Lo único que le dije es que si quería un buen revolcón, lo hiciera, pero si quería una relación seria le recomendaba mejor estar con alguien más.

—¿Alguien más como tu hermano?

—Si ese tarado quisiera intentar algo con Reb, le arrancaría los testículos y lo sabe.

Comencé a caminar de un lado a otro mientras me despeinaba a mí mismo, pateé la puerta de un ropero viejo que se encontraba allí y me quedé así, dándole la espalda a esa pelirroja estúpida y metiche que estaba arruinando mi vida.

—En tercer grado me molestaban por no tener padre —dije en un susurro—, mis compañeros me golpeaban y alardeaban los padres que tenían, y Becky siempre venía a defenderme.

Christine no agregó nada, ni siquiera sabía si me estaba escuchando y tampoco sabía por qué le estaba diciendo todo eso. Quizá solo necesitaba decírselo a alguien.

—Becky siempre me cuidaba, ella siempre... —Tragué saliva—. Cuando me peleaba con alguien sanaba mis heridas y me sonreía... Tú no sabes nada de mí, tú no sabes lo que siento por ella. —Giré para verla y noté el cambio en sus gestos al verme—. Desde tercer grado que me gusta Becky, y desde los quince años que estoy irremediablemente enamorado de ella. Llevo todos estos años acercándome de a poco, llevo todo este tiempo esperando por un momento así, y tú lo arruinaste con tus mentiras. ¡Lo arruinaste!

Christine solo me miró con sus grandes ojos abiertos y sus labios fruncidos en un gesto extrañado.

—Eso no quita que seas violento y tóxico para ella —añadió.

Comencé a reírme de forma nerviosa y apoyé mi frente en la puerta de ese ropero viejo que olía a humedad. Afuera se oía la música electrónica y las voces de los demás, y del otro lado de la puerta oía a Eric y Alex quejarse por ese encierro.

—Tienes razón —dije en un susurro, las lágrimas estaban acumulándose en mis ojos así que comencé a parpadear para quitarlas—. Soy lo peor, no merezco a Becky y lo sé perfectamente; pero al menos quería que ella me rechazara por voluntad propia, porque yo no le gustaba y no porque tú le dijiste que lo hiciera.

La miré fijo a los ojos miel, luego suspiré y refregué mis ojos, para casi instantáneamente dirigirme hacia la puerta. Sin embargo, antes de que pudiera destrabarla y salir, la voz de Christine me retuvo.

—¡Alphonse! —dijo con fuerza, así que giré apenas para verla de soslayo—. ¿Por qué siempre te metes en peleas?

—Tú lo dijiste, porque soy violento y tóxico.

Luego abrí la puerta de la habitación y me fui de allí.

Me dediqué a beber sentado al borde de la piscina, había sido rechazo por Becky incluso antes de declararme, había sido amenazado por el hermano de Christine y maltratado por Eric por haberme encerrado con ella en una habitación. Era el peor día de mi vida, o al menos eso creí en ese momento.

La luna se veía reflejada sobre el agua, me gustaba borrar su imagen al patearla y ver cómo las ondas la deformaban y luego crecían hasta desaparecer. Así estuve un buen rato, Becky me esquivaba, Eric se entretenía tocando la guitarra para animar un poco el ambiente mientras cantaba y, de forma sorpresiva, Christine lo acompañaba al cantar.

Debía admitir que harían un buen dueto juntos.

Luego de un buen rato me cansé de beber, no quería embriagarme así que ingresé en la casa y me dirigí a la cocina, donde puse la tetera y comencé a revisar –aun sabiendo que estaba mal– las alacenas para ver si encontraba algún té. Todo era café, café, café, no era que me desagradara pero prefería los tés. Entonces encontré una lata con un té clásico.

Me quedé allí y prendí un cigarrillo mientras esperaba, no estaba seguro si podía o no fumar allí dentro, pero estaba nervioso y necesitaba fumar. Todo estaba en silencio, los padres de Becky no se encontraban en la casa porque siempre en verano preferían ir a la playa, no les molestaba que hiciéramos fiestas de piscina porque nos conocían de toda la vida y confiaban en nosotros. Bueno, al menos en Eric y Becky.

Cuando la tetera comenzó a silbar, preparé mi té y me quedé allí un rato más, desde los vitrales se podía ver a los chicos en el jardín, pero ellos no podían verme a mí debido a la opacidad de los vidrios. Suspiré y revolví el té para que el azúcar se mezclara perfectamente una vez que el saquito hizo su efecto. Quizá no era de hebras, pero peor es nada.

—Oye...

No giré al oír esa voz, reconocí perfectamente la voz de ese pelirrojo.

—¿Qué quieres?

—A ti te gusta mucho Reb, ¿verdad? —dijo.

—Sí, y tu hermana me cagó la noche. ¿Qué quieres? —Levanté la mirada para verlo, Alex se refregaba la nuca con una extraña mueca.

—Creí que te gustaba Chrissy...

—Nunca podría gustarme alguien como ella —escupí con asco.

—Nunca digas nunca.

—Dijo un imbécil alguna vez —insistí—. Te diré algo. El día en que me guste tu hermana, te reviento la boca pero de un beso. ¿Oíste?

—Si querías besarme solo tenías que decirlo —sonrió de costado sin vergüenza alguna.

—No, mejor... —Quise rectificarme pero él me interrumpió.

—No, ya dijiste que si algún día te gusta, me besarías. Es un trato. —Extendió su mano hacia mí, así que la tomé para estrecharla—. Y más te vale que sea con lengüita, si vamos a apostar, apostemos en grande.

Lo miré extrañado por un momento y él comenzó a reírse.

—Tú aún no me conoces, ya te acostumbrarás a mis homosexualidades.

—¿Eres gay? —Me animé a preguntarle luego de un rato.

—No. —Se rio casi a carcajadas y luego apoyó su palma en mi hombro, era increíblemente alto, puesto que tenía mi misma altura—. Te diré algo que Chrissy jamás te dirá: tú le gustas a Becky, y en este momento se encuentra sola junto a la barra, pero ten cuidado.

—¿Por qué me ayudas?

—Porque no pretendes a mi hermana.

Lo miré un instante, de cerca y al sonreír se parecía más a Christine, aunque sus rasgos eran cuadrados y llevaba el cabello más largo. Incluso tenía buen físico, así que una pelea con él sería realmente complicada.

Sin decir nada solo dejé la taza allí sobre el mármol y comencé a caminar en dirección al jardín, estaba nervioso. Me temblaban las manos y un nudo me estaba atormentando en la garganta y el pecho, pero traté de tranquilizarme. Solo que al verla allí, apoyada contra la barra, los nervios comenzaron a destrozarme por dentro al punto de que me estaba arrepintiendo de ir hacia allí. Suspiré, respiré hondo para relajarme y caminé con seguridad hacia ella, quien al verme bajó la mirada enseguida.

Me detuve frente a ella, miraba hacia el césped como si no pudiera verme al rostro, así que me animé a acercar mi mano a ella y la tomé del mentón. Quería que me viera, quería que me mirara a los ojos y dijera que yo no le gustaba para nada.

—Al, yo... —Quiso continuar, pero la interrumpí.

—Lo siento, Becky —dije en un susurro—. Si no me quieres ni te gusto está bien, está perfectamente bien, pero por favor. Dímelo viéndome a los ojos, no me corras la mirada así.

Pero Becky me sorprendió en el instante en que me tomó del rostro y me besó, sus labios eran suaves y me incitó a abrir los míos para poder explorar mi boca. Ella dominaba toda la situación, así que solo pude tomarla de la cintura y aferrarla a mí mientras mi lengua se encontraba por primera vez con la suya.

El resto dejó de existir en ese instante, ni Eric, ni Christine, ni los hermanos de Eric y mucho menos Alex importaban. Solo Becky estaba allí, y cuando me guio hacia otra parte comprendí perfectamente lo que estaba pasando.

—No, Becky —le dije casi en un chillido y solté su mano—. No es eso lo que busco y lo sabes.

—Pero yo quiero hacerlo.

Diciendo eso abrió la puerta de la habitación y me incitó a entrar. Verla desnudarse ante mí, ver su cuerpo tal y como vino al mundo. Me perdí en la maravilla de sus pechos, en la hipnosis de su entrepierna, en la suavidad de su piel y el calor de sus labios. Besé cada parte de su cuerpo, quería que notara lo mucho que la adoraba, quería que notara que no me importaba acostarnos, sino que ella se sintiera bien.

Y cuando me empujó en la cama y se ubicó sobre mí, cuando sentí su piel rozar la mía, mis manos disfrutando de todo ella y mis labios disfrutando de su sabor. Cuando sentí el éxtasis, el calor y la locura del momento. Cuando sus movimientos dejaron de ser suaves para volverse una violenta y acelerada danza que me deslizaba hacia la locura. Cuando sus gestos la delataron y su voz placentera llenó la habitación. Cuando exploté de placer y ella igual.

Cuando fue mía y yo fui suyo, me sentí, luego de tantos años, el hombre más feliz del mundo.



Espero les haya gustado <3 

Quería tener para este capítulo un dibujo preparado, pero aún no me lo entregan :C

Así que hice dos sketchs (bocetos/borradores, significa que no están terminados ni listos, solo es la base) de algunos personajes del capítulo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro