Capítulo N° 22
Había hablado con Alex prácticamente al instante de ver el local de mis sueños, pues quería que él fuera mi socio. No había persona más indicada para ayudarme en este proyecto que él, y Alex ni siquiera titubeó al aceptar. Lo primero que hicimos fue averiguar el precio.
Imposible de pagar para mí, solo me alcanzaba para la mitad, y Alex, pese a ser de una familia casi rica, se mantenía solo con su trabajo y tampoco alcanzaba. No quería pedir ayuda a nadie, quería que fuera un logro mío. Sin embargo, Michael no bien se enteró de esto, por la enorme bocota de mi madre, me ofreció ser mi inversor. El local sería mío, estaría a mi nombre, él solo me brindaría la parte que faltaba para poder pagar el lugar. Solo un préstamo.
—Trabajaré sin paga —le dije con la cabeza gacha.
—Jamás, cielo. Jamás. Tu tiempo vale —me había dicho con los brazos cruzados sobre el pecho—. Me pagarás cuando el local tenga éxito, y lo tendrá.
Así que con el asunto del local resuelto solo nos quedaba reparar. Había mucho por reparar allí, y no solo en el local, el baño de mi casa estaba tan arruinado que no podría pasar un año más allí. Así que pasé de ser el dueño de una futura cafetería a ser un albañil. Necesitaba tantas reparaciones que en algunos momentos llegué a dudar de que esto saliera bien, pero tenía fe. Estaba seguro de que todo saldría como deseaba, solo necesitaba esforzarme un poco más y trabajar mucho, mucho, mucho más.
Para no perder tiempo y poder abrir al comienzo del siguiente año, con Alex nos turnábamos. Unos días él iba al local a trabajar, así yo podía trabajar en reparar la casa de mi madre, y otros días yo iba para que él pudiera ayudar a mamá por las tardes. Muchas veces llegué más temprano a casa y los encontraba tomando sus respectivos té y café, riéndose a carcajadas. Me gustaba ver que eran unidos, y que mutuamente se ayudaban a superar los desamores. Fue hermoso volver a oír la risa de mamá.
Lou se estaba encargando de hacer los diseños, ya había hecho algunos bocetos. Optó por hacer un diseño de rosa como logo, con el nombre que escogí en neerlandés para honrar a mi bisabuelo Alphonse Van der Hout, de quien tengo su mismo nombre. «Rozenthee». Pasé por toda clase de ideas y nombres, desde «El té de rosas de mamá» hasta un nombre en francés por la familia de Alex, pero ese me parecía el más adecuado. Honraba la lengua y el país de mi bisabuelo, y traía el recuerdo de los té de rosas de mi madre.
El diseño de cartel, también de Lou, era «Rozenthee’s café».
Para el verano, en el cumpleaños número veinticinco de los gemelos, hicieron una fiesta de piscina. Estuvieron Caroline junto a Kyle, Bobby y Georgie, que ya tenía un añito, y también Lilah junto a Molly y Alice, su hermana menor.
—Esa chica prácticamente te está comiendo con la mirada —dijo Eric sentado a mi lado, con una risita.
No necesité mirar hacia allí, sabía que se trataba de Alice. Era difícil para mí no verla también, porque era en verdad muy hermosa. Tenía el cabello castaño dorado igual que su hermana, aunque sus ojos eran avellana en vez de azules. Y su cuerpo… Dios mío. Tenía una buena figura que se lucía a la perfección con una bikini beige.
—Y Chrissy está que te come a ti —dije con una risita al ver cómo ella miraba a Eric.
Ya no dolía verlos juntos, tampoco ver lo mucho que se querían y deseaban. Por el contrario me sentí feliz de verlos, pese a no ser yo. Era bonito ver que dos de las personas que más amaba en el mundo eran felices y que la pasaban bien juntos.
—Pronto será nuestro aniversario —dijo Eric con una sonrisa llena de amor—. A veces no puedo creerlo. A veces se siente como si estuviera dormido, es tan extraño.
Apoyé mi mano en su espalda para darle una palmadita.
—Es lo que mereces, hermano. Me alegro mucho por ustedes.
Eric sonrió, para luego ponerse de pie y caminar hacia ella, quien se colgó a su cuello con una risa feliz y lo obligó a bailar con ella. Desde lejos pude ver la vergüenza de mi amigo, pero la seguía en sus locuras y eso la hacía reír.
No me quedaría demasiado tiempo, esta vez los gemelos no quisieron hacer una gran fiesta y, en su lugar, hicieron esta celebración en la piscina. Mamá no había podido venir debido al trabajo, al igual que Lou, así que me sentía algo solo allí. Alex iba de un lado a otro con sus hijos, riéndose a carcajadas, con sus ex que conversaban entre sí. Caroline era muy amable con Lilah, y luego de que la segunda superó la incomodidad se hicieron buenas amigas. Sabía que se reunían a tomar café y hacer que los niños pasaran tiempo juntos, ya que eran hermanos. Me pareció algo hermoso.
Fue una fiesta sin alcohol por respeto a los niños, aunque el calor me daba ganas de beber una cerveza. Esperé hasta que mis amigos soplaran las velas de su cumpleaños antes de despedirme. Ellos también estaban cansados.
—Gracias por venir, Al, te quiero —dijo Chrissy al abrazarme.
—No me lo perdería por nada, tonta.
—¡Eh! —dijo Alex para llamar mi atención—. Alice se fue caminando, si la ves ¿podrías alcanzarla hasta su edificio?
—¿No había venido con Lilah?
—Lilah y Molly se quedan a dormir, Alice no quiso.
Asentí y me coloqué el casco. Estaba haciendo demasiado calor como para caminar, y pese a que eran más de las siete seguía estando iluminado.
Recorrí los alrededores muy despacio en busca de ella, hasta que pude divisarla gracias a su vestido celeste cielo, corto pero algo suelto, lo que lo hacía danzar en el viento y amenazaba con mostrar todo su trasero. Me acerqué hacia la vereda donde caminaba y dio un salto aterrado cuando frené a su lado.
—¡Tranquila, soy yo! —dije y levante el visor—. Soy Alphonse.
Llevó su mano hacia el pecho para dejar ir un largo suspiro aliviado.
—Por Dios, casi me matas de un susto.
Me quité el casco para poder dárselo.
—Ven, sube. Te llevaré a tu edificio.
Alice pareció algo desconfiada en un principio, tal vez incluso tímida, pero luego aceptó el casco y se sentó tras de mí. Me abrazó de la cintura con fuerza, con los dedos apretados a mi abdomen. Aunque quiso ser discreta la sentí recorrer con sus dedos los músculos de mi abdomen, más tonificados debido a que hacía más ejercicio que antes. Luego comenzó a guiarme hacia su departamento, bastante más lejos de donde estábamos.
Tal vez fue una coincidencia que ella se fuera caminando y Alex me pidiera alcanzarla hasta su hogar, o tal vez era un plan muy bien formulado entre él y Lilah. Todo era posible con esos dos que insistían en juntarme con Alice.
Me detuve frente a su edificio y ella entonces bajó, devolviéndome el casco. Se retorcía con timidez la falda de su vestido celeste, que le quedaba muy bonito.
—¿Quieres beber algo? Hace calor —dijo con una sonrisa al señalar la puerta.
Miré la puerta y luego a ella.
—Creo que estoy bien.
—¡Solo un vaso de agua! Tienes un viaje largo ahora y hace mucho calor —dijo y alzó sus manos en defensa—. No tengo ninguna otra intención, lo juro. Sé que no te gusto, solo pensé que capaz un vaso de agua fresca te vendría bien.
No es que no me gustara, era en verdad muy hermosa y muy sexy, pero no quería que se confundiera todo y volver a arruinarlo como hice con Emily.
—Un vaso de agua estaría bien.
Ella sonrió, así que me permitió guardar la motocicleta en el estacionamiento. Subimos por el ascensor y fue un momento tan incómodo, no supe qué hacer o decir en ese momento. Hablábamos poco las veces que nos veíamos, y generalmente era sobre Molly. Y aunque nos seguíamos en instagram jamás habíamos hablado por allí.
Cuando descendimos del ascensor me guió hasta su departamento, era un monoambiente muy espacioso. Podía verse la cama de dos plazas, aunque tenía unas divisiones con tablas de madera, muy elegante, que otorgaban una falsa apariencia de privacidad. Me guió hasta la cocina a un costado y me invitó a sentarme en la banqueta alta de un desayunador, la única mesa allí. Y pese a que era un lugar pequeño se veía muy bonito, con tonos blancos, grises y madera natural, además de pequeñas plantas que otorgaban más color.
—Molly ya empezó a comer —dijo ella con una sonrisa al extenderme un vaso con agua fría—. Tuve que oír a mi hermana quejarse de los métodos de alimentación de Alex. Es tan cerrada a veces.
—¿Hay más métodos? —pregunté con genuina sorpresa.
Ella sonrió.
—Sí. Lilah quiere el método tradicional de utilizar papillas, Alex quiere hacer «baby led weaning», así que no se ponen muy de acuerdo. Si está mi hermana son papillas, si está Alex es BLW.
Tal vez mi cara fue demasiado expresiva, porque ella se rió y explicó:
—El método de Alex es darle la comida en trozos pequeños y seguros, que Molly toque la comida y la coma sola, sintiendo las distintas texturas y colores. Estoy estudiando para ser nutricionista así que sé que es un buen método, pero a mi hermana le da miedo.
Al igual que siempre estábamos conversando sobre Molly, así que indagué sobre sus estudios para conocerla un poco más. Estaba por recibirse de nutricionista, le faltaban unos pocos exámenes. Conversamos sobre nuestros gustos, sobre mi cafetería y también sobre nuestras expectativas de la vida. Descubrí que Alice era una persona muy interesante, era inteligente y muy divertida, capaz de tener diversos temas de conversación. Incluso hablamos de Star Wars, pues vi en su pequeño sillón un peluche de Baby Yoda.
Cuando miré la hora en mi teléfono ella pareció entristecerse. No es que estuviera apurado por irme, la estaba pasando bien a su lado, pero quería ver si era el horario en que mamá llegaba a casa.
—¿Por casualidad tienes cerveza? —me arriesgué a preguntar y ella sonrió.
—Por supuesto —dijo y tomó de la heladera dos botellitas. Las destapó con habilidad para después pasarme una de ellas—. Creí que te ibas, pensé que tal vez te esperaba alguna mujer.
—Oh, estaba viendo si la mujer más perfecta del mundo ya había llegado a casa —dije y me reí al ver su rostro con pánico—. Mi mamá, Alice. Quería ver si mi mamá ya estaba en casa o seguía en el trabajo.
—¿Llamas a tu mamá la mujer más perfecta del mundo?
—Sí, ¿por? Lo es —Alcé una ceja, algo incómodo por esa pregunta.
—Me parece bonito.
Bebimos las cervezas conversando de nuestros padres, los de ella eran muy exigentes y por eso se habían enfadado con Lilah por quedar embarazada antes de casarse. Casi le dio un infarto cuando le dije que mi madre daría todo por tener un nieto.
Hubo un momento algo tenso, no por incomodidad, sino porque nos quedamos en silencio y me perdí en sus ojos avellana. Eran preciosos y muy expresivos. Ella era preciosa, de rasgos más delicados y angelicales que Lilah.
La besé. No pude evitarlo, su sonrisa era atrapante y se veía tan hermosa, tan sexy allí, luego de haberla visto en la piscina con su precioso cuerpo. Ella envolvió los brazos en mi cuello para devolver el beso. El roce de su lengua con la mía se sentía tan bien, luego de tanto tiempo sin sentir un beso, ni una caricia o solo el roce de un cuerpo contra el mío. Hacía tanto que nadie me tocaba ni yo a alguien, que sentí que podría arder en llamas allí mismo.
—Necesito aclarar una cosa —dije algo jadeante al romper el beso—. No estoy interesado en tener pareja de ninguna clase, no por el momento.
—Está bien, Alphonse, yo tampoco busco nada serio. Soy muy joven para atarme a una persona —dijo con una risita y clavó en mí esos ojos avellana que hacían muchas promesas difíciles de resistir—. Si lo deseas podemos divertirnos, si no es así podemos seguir tomando cerveza y conversar como amigos.
—¿Tu qué quieres hacer? —pregunté solo para asegurarme.
—Me parece que es un poco obvio que te quiero cabalgar desde hace bastante tiempo —dijo con una risita, sin vergüenza alguna, entonces bajó su tono de voz y su mirada se volvió mucho más sexy—. ¿Tú quieres que lo haga?
Dios. Mío.
Traté de no verme como un urgido de mierda que no cogía hacía más de un año, así que con suavidad la acerqué tomándola de la cintura. Volví a besarla, suave porque quería entender su estilo primero. Saboreé sus labios y lengua, pero en medio de eso me sentí culpable. Quizá por ser la madrina de Molly, quizá porque solo estaba con el líbido alto y, por ende, la estaba usando. O tal vez porque sentía que le estaba fallando a Chrissy.
No tenía sentido alguno.
Dejé de pensar cuando en medio del apasionado beso llevó su mano hacia mi pantalón, y con un suspiro deseoso se agachó en el suelo para desabrocharlo. Generalmente prefería bajar yo primero, me gustaba complacer a la otra persona, pero sentía tanta necesidad que la dejé hacer lo que quisiera. Cuando envolvió mi erección con sus labios dejé ir un suspiro placentero. La calidez de su boca y lengua me hacían sentir en el cielo, y aferré mis dedos a su cabello mientras me hacía gozar.
Solo unos instantes después ella me guió hacia la cama, dejando caer su vestido en el camino. Dejé caer mi pantalón y también la camiseta sin mangas, pero antes de que pudiera montarme como tanto deseaba, me aferré a sus muslos para poder complacerla con mis labios y lengua. Sus suspiros y gemidos me estaban volviendo loco, y aunque quise llevarla hasta el final ella me invitó a hacerme a un lado para poder ubicarse sobre mí. Por supuesto, con un condón puesto, nunca sin protección.
Se movía con habilidad y me estaba llevando a la locura, así que me senté para capturar sus labios, mientras acariciaba sus pechos y bajaba con una mano hacia su clítoris. Sus gemidos se hicieron más intensos ante eso, y me di cuenta que estaba a punto de venirse, así que la volteé para continuar con el trabajo y llegar junto con ella.
La observé, con el largo cabello castaño desparramado por la almohada y el sudor que la recorría. Observé su gran y complacida sonrisa.
—Dios —jadeó—. ¿Ustedes dos fueron a clases especiales o qué?
—¿Nosotros dos? —repetí, jadeante y me hice a un lado.
Dirigí la mirada hacia ella, que sonreía con amplitud.
—Alex y tú. Lilah no dejó de hablar por meses de la increíble cogida que él le dió cuando quedó embarazada de Molly. Me da pena mi nuevo cuñado, nunca va a superar ese recuerdo ni todos los meses que Alex y ella intentaron ser pareja.
Al instante me aseguré de que el condón, que aún tenía puesto, con el recuerdo de lo que le sucedió a Alex en mis pensamientos. Estaba intacto. Y la oí reírse con ánimo mientras me lo quitaba.
—Tomo anticonceptivos y usamos condón, no va a pasar nada, tranquilo —dijo y me dio una caricia en el pecho—. No te asustes. No tengo planeado tener hijos, ni esposo, ni nada de eso. Soy muy joven aún.
Dejé ir un suspiro y me acomodé mejor para poder verla. Su hermoso cuerpo desnudo y cubierto de pequeñas gotas de sudor.
—No quiero que Molly se vea afectada —dije, aún algo jadeante.
—Es solo sexo, Alphonse. El amor que sentimos por Molly es un millón de veces más fuerte que eso.
Que dijera que solo era sexo me dejaba bastante más tranquilo. Sería amable con ella, como siempre lo he sido con las poquísimas mujeres con las que he estado, pero marcando los límites. No volvería a cometer los mismos errores.
Aunque ella me invitó a cenar y dormir, preferí volver a casa, pero arreglamos seguir viéndonos para pasarla bien, con la única condición de que no se lo dijera a su hermana. No quería oír los comentarios de Lilah, ni sus bromas o sus «te lo dije».
Continuamos viéndonos por semanas, algunas veces me quedé a cenar con ella y otras tantas a dormir, pero trataba de no comportarme como lo haría un novio. Era amable y atento, pero como una persona educada, no como alguien con intenciones románticas.
~ • ~
Para el otoño estuvimos muy avanzados en casi todo respecto a la cafetería. Teníamos toda la vajilla y los juegos de té, aunque faltaban otros que serían para un menú especial o exclusivo. Sin embargo, aunque teníamos casi todo listo en el local, descuidé un poco la casa. Tal vez había arreglado el baño y mi habitación, pero el pórtico se caía a pedazos por la madera húmeda e hinchada y no resistiría el invierno, así que allí estaba, trabajando un sábado al mediodía en cambiar los tablones podridos de madera por unos nuevos. No era un gran trabajador en ese sentido, pero hacía mi mejor esfuerzo por darle a mi madre menos cosas en qué preocuparse.
El piso de su habitación se lo había arreglado Alex, con ayuda de Bill que sabía más de todo eso. Yo no pude hacerlo por estar ocupado.
Con martillo en mano me aseguré de dejar bien fijos los tablones, con la música sonando desde casa para darme ánimo. Me limpié el sudor del rostro con el brazo y arrojé a un costado otra madera podrida.
—Parece que no es un buen momento, Van der Hout…
Alcé la vista al instante al reconocer la voz de Emily. Hacía un año y medio que no sabía nada de ella, y aunque veía seguido a Bill jamás me animé a preguntarle nada. Se veía tan hermosa como siempre.
No.
Se veía un millón de veces más hermosa de lo que la recordaba. La observé con los ojos abiertos como un idiota, de arriba hacia abajo, con una blusa negra de mangas largas y hombros descubiertos, con un corset en la cintura y una falda negra larga que tenía tajos muy cercanos entre sí, lo que permitía ver sus piernas con botas largas de plataforma. Sonreí al ver que tenía el cabello largo y llevaba un sombrero que la hacía verse como una brujita.
Hice el martillo a un lado y me puse de pie, limpiándome las manos en el pantalón de trabajo.
—Emily… —dije con los ojos abiertos por la sorpresa—. ¿Cómo…? ¿Qué haces aquí?
Genial, Al. No la ves desde hace más de un año y es lo único que se te ocurre decir.
Ella sonrió y se encogió de hombros con una timidez muy poco usual, entonces con su larga uña señaló hacia la siguiente calle.
—Estaba cerca de aquí, trabajando. Hago uñas a domicilio, y recordé que tú vivías cerca y… pensé pasar a saludar, y… —dijo y miró el pórtico en reparación—. Lo siento, no quería molestar, no debí…
Retrocedió unos pasos muy rápido, pero bajé los dos escalones del pórtico de un salto para llegar hasta ella, como un loco.
—¡No molestas! —dije al instante—. No molestas, Emily. ¿Quieres… tomar un café conmigo?
Ella sonrió y sus ojos verde claro parecieron brillar. Tenía sus labios pintados en negro y un maquillaje más intenso que tiempo atrás. Se veía mucho más gótica que antes, pero también más hermosa.
—Me encantaría —dijo con esa sonrisa.
La ayudé a subir al tomarla de la mano, porque había muchas cosas en el camino y no quería que se golpeara con algo. Luego la solté, para no hacerla sentir incómoda. Ella miró la casa con una sonrisa, recorriendo cada rincón con la mirada hasta que se sentó a la mesa, mientras preparaba la cafetera. Apoyó a un costado su enorme bolso negro y con cadenas y broches plateados.
—Así que haces uñas a domicilio, me alegra saber que te está yendo bien —dije y puse también la tetera al fuego.
—Trabajo en una estética, pero a veces hago servicio a domicilio si tengo tiempo libre. ¿Qué hay de ti?
—¿Recuerdas la cafetería que deseaba? —dije y giré para verla—. Abriré a principios del próximo año.
Ella abrió los ojos con sorpresa y se puso de pie al instante, tan feliz.
—¡No es cierto! —chilló—. ¿Lo lograste? ¿Tu sueño?
—Estoy en eso —dije con una risita.
Ella sonrió enormemente.
—Me alegro mucho por ti, de verdad. De verdad, de verdad, de verdad me alegro mucho, Van der Hout.
—Puedes decirme Al, si quieres.
Volvió a sentarse y serví el café para ella. Preparé mi té también, para poder beber juntos, y coloqué en un plato algunos roles de canela que había preparado para más tarde, pero que ahora eran de mucha utilidad.
Nos quedamos en silencio por unos instantes con las tazas en mano, mirando su contenido. No era un momento incómodo, me alegraba verla, solo… no sabía qué decir, ni cómo disculparme con ella.
—Emily —dije y me animé a mirarla a los ojos, con una sonrisa triste—. ¿Cómo has estado?
—Estoy en mi mejor momento —dijo con una sonrisa—. Creo que jamás había estado tan bien antes. Me cambié el apellido, ¿sabes? Ya no soy Emily Smith, ahora soy Emily Morgan.
—¿Morgan?
—Es el apellido de Bill —sonrió con ternura—. Limpiamos nuestras asperezas. Aún me molesta que se encierre en una cajita, pero él ahora se está esforzando por salir adelante, y gran parte de eso se lo debo a tu madre. Es una buena amiga para él.
—Yo esperaba que fueran más que amigos —dije con una risita y sorbí un poco de té.
—Yo igual, nunca lo había visto tan feliz, no desde que perdimos a mamá, pero supongo que Bill es un idiota ciego. Al menos tu madre le ayuda a seguir adelante y él ahora se anima a vivir un poco más.
Nos quedamos nuevamente en silencio, bebiendo de nuestras tazas. Tenía tanto por decir, tanto por preguntar. Quería saberlo todo de ella, todo lo que había hecho en este tiempo alejados. Había tanto por hablar que no estaba seguro de por dónde debía empezar.
—¿Estás saliendo con alguien? —me preguntó.
Alcé la mirada para verla, sorprendido por esa pregunta.
—No exactamente, me veo con alguien pero no es nada serio. No estoy saliendo en realidad con nadie. Estoy bien solo. ¿Tú?
Ella bajó la mirada y movió un mechón de cabello negro tras la oreja. Lo tenía bastante largo, a diferencia de antes que le llegaba al mentón.
—Estoy saliendo con alguien, llevamos seis meses juntos —dijo y alzó la vista para verme, con una sonrisa dulce—. Es gótico como yo, me siento bien. Soy feliz.
Tuve que parpadear varias veces porque mis ojos se habían empañado, entonces la tomé muy rápido de las manos y la miré fijo a los ojos.
—Emily —dije, con seriedad—. Si te rompe el corazón le romperé las putas piernas.
Ella abrió los ojos con sorpresa y sonrió, entonces sus labios se torcieron en un puchero y comenzó a llorar con fuerza. Al instante me acerqué a ella para abrazarla, la aferré con decisión y su sombrero de brujita terminó por caer al suelo. Aferré mis dedos a su cabello y lloré con ella, porque la había extrañado tanto.
—Lo siento mucho —dijo en un sollozo—. Perdón por la forma en que te traté.
—Perdóname tú —rogué también en un sollozo—. Perdóname por ser un idiota. Perdón por haberte lastimado. Perdón, Emily. Con todo mi corazón, perdón.
Se aferró más a mí, llorando con fuerza, y la apreté más para contenerla.
—Te extrañé mucho —dijo—. Te extrañé mucho, Al.
—También te extrañé mucho. Te extrañé tanto, Emily, tanto. Cada día te extrañé.
Me alejé solo un poco para poder limpiar sus lágrimas negras con los pulgares, pero solo terminé por hacer un enchastre y empeorar todo.
—¿Es bueno, te trata bien? ¿Te trata como lo mereces? —pregunté, acariciándole el rostro—. Como mereces de verdad, no como tú crees merecer.
Ella asintió y sorbió por la nariz.
—Sí, Al —sonrió con ternura—. Me crucé con algunos imbéciles un par de veces, pero ¿sabes qué? Cada vez que creía que solo a eso podía aspirar, recordaba a un tonto cursi que me preparaba spaghettis, que me abrazaba toda la noche si tenía miedo y que no dudó en ayudarme a preparar un pastel para mi papá. Stephen es así, es educado y muy culto, además de romántico y afectuoso. Me recuerda a ti en algunas cosas, y también un poco al señor Darcy versión vampírica —se rió—. Lo siento, Al, pero has sido superado.
—Jamás seré superado, soy perfecto —bromeé—. Aunque no soy vampiro, supongo que en eso perdí.
Emily se rió de forma animada y volvió a abrazarme.
—De verdad te extrañé mucho, Alphonse. Me hiciste mucha falta. Tal vez habría hecho menos tonterías si hubiera tenido el valor de volver antes.
—Mimi, qué clase de tonterías hiciste —dije con un tono de regaño que la hizo reír.
—Tal vez si hubieras estado ahí, habrías hecho que no pasara vergüenza frente a Stevie —dijo con una risita y colocó una mano en su cadera—. Ya sabes que soy una descarada sinvergüenza y malhablada, él es un caballero.
—Una puerca como tú y un caballero, me parece muy equilibrado —Pasé mi pulgar en su pómulo, para hacerle una suave caricia—. De verdad, Mimi, si te rompe el corazón se las verá conmigo.
Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas ante mis palabras, y los míos no tardaron en seguirla.
—Lamento no haber sido lo que necesitabas —dije con la voz llena de angustia—. De verdad lamento mucho haberte lastimado, no fue mi intención.
—Lo sé, Al. En verdad lo sé.
—Pero ahora sí puedo ser lo que necesitas —Acuné sus mejillas y me temblaron los labios al decir—: Puedo ser ese amigo que rompe piernas por ti.
Torció sus labios en un puchero y se lanzó a mi pecho, donde la aferré con fuerza.
—¡Te extrañé mucho! —gimoteó.
—También te extrañé mucho —Besé la coronilla de su cabeza—. Mi puerca favorita.
—Mi marica favorito —dijo con una risita y hundió su rostro en mi pecho—. Le hablé a Stevie de ti, tiene sentimientos encontrados.
Se alejó un poco para poder verme.
—¿Me quiere destrozar el rostro a puñetazos?
—Oh, no. Quiere agradecerte por ayudarme a ser mejor persona, y por enseñarme a reconocer a los hombres buenos —sonrió—. Aunque también quiere darte un puñetazo.
—No sería muy caballero vampiro de su parte.
—¿Prefieres un puñetazo o un duelo con espadas de esgrima? —se rió—. Es broma, Al. Stephen no es violento ni muy celoso, es comprensivo y siente curiosidad por ti.
—A mí me da curiosidad saber la reacción de Bill, ¿ya lo conoce?
Nos sentamos nuevamente a la mesa. Nuestras bebidas ya estaban frías, así que comimos los roles de canela.
—Ya sabes cómo es —dijo y se estiró para poder levantar el sombrero, el cual acomodó nuevamente en su cabeza—. Lo amenazó y dijo que le arrancaría las bolas con una pinza oxidada si me lastimaba, que no soportaría a un segundo imbécil haciéndome llorar.
—Me pregunto quién será el primer imbécil —torcí los labios.
Ella me tomó de las manos, así que observé sus delgados dedos con anillos y sus largas uñas negras, con diseño de telarañas plateadas.
—Bill te adora, Al, pero estuvo decepcionado un tiempo. También adora a Stevie, aunque se maneja con cautela por las dudas. Para él nadie es merecedor de tenerme.
Con los pulgares le acaricié el dorso de las manos, tan suaves, tan prolijas y arregladas. Se veía distinta, no solo su apariencia de cabello más largo o el cambio en su manera de vestir, más elegante, más de brujita. Se veía distinta su mirada, feliz en vez de solitaria.
—Por Dios —dije y me mordí los labios para evitar llorar nuevamente como un imbécil sensible—. Te ves tan radiante, te ves tan feliz. Te brillan los ojos, Emily. Te ves tan, tan, tan radiante. Te ves hermosísima.
Conversamos para ponernos al día de todo lo que nos perdimos, y fui tan feliz con ella ahí. La amaba mucho, no de forma romántica, no como amaba a Chrissy. La amaba como a una amiga, como a la amiga que tanto extrañé todo este tiempo.
La oí hablar de su novio, de lo bueno que era con ella y de la forma en que la trataba. Me contó que lo conoció por una amiga, pues él era su roomie y por lo general no estaba en el departamento cuando ella iba a visitarla. Y supe, con una carcajada de por medio, que la primera vez que él la vio ella estaba ebria y había fumado marihuana, y que se puso a bailar con su amiga sobre la mesa en ropa interior, justo cuando él regresó de trabajar con maletín en mano.
—Dios mío —me reí—. Dudo haberte ayudado a evitarlo, sabes bien que habría estado sobre esa mesa bailando en calzones también.
Ella se rió con fuerza.
—Me habrías dicho que no fuera una puerca y me controlara.
—Quizá, pero fue una primera impresión muy divertida. ¿Verdad?
Me tomó de las manos y sentí la suavidad de su piel.
—No le caí bien en un principio, aunque siempre fue educado conmigo. Ese día nos esquivó para ir a su habitación, pero me pareció gracioso hacerle un comentario sexual y… levantó su mano para alejarme. Me dijo «no te conozco pero te respeto, así que fingiré que no dijiste eso». Nunca me había pasado —dijo con una risita, y me acarició los dedos—. Y tampoco jamás había sentido tanta vergüenza.
No dije nada, solo sonreí y la miré fijo a los ojos para prestarle suma atención al hablar.
—Sigo siendo una puerca sinvergüenza, Al, la diferencia es que ahora tengo mejores modales gracias a él. Aprendí de poesía, de literatura, de cosas de culto que quizá antes no me interesaban tanto. Aprendí mucho de ti, y ahora aprendo mucho de él. Y supongo que debo agradecerte el poder gustarle a Stevie, porque él conoció una mejor versión de mí. La versión que tú me ayudaste a crear.
—Yo no hice nada, Emily. Le gustas por ser tú, porque eres hermosa y muy divertida, por todos esos momentos a tu lado —dije con suavidad.
—No —negó con un movimiento tan rápido que casi hizo volar su sombrero otra vez—. La Emily que tú conociste al principio no le habría gustado, demasiado mala. Demasiado dura. Demasiado cruel.
—No eras cruel —dije y le acaricié el dorso de las manos con los pulgares—. Solo eras una chica triste y con problemas que no sabía cómo sobrellevarlos. Solo usabas un escudo para protegerte.
—Gracias, Al, por haber entrado a mi vida —sonrió, con sus ojos empañados.
Parpadeé rápidamente por lo mismo.
—¿A pesar de todo?
—Sin importar qué, gracias por haber entrado a mi vida. Espero que sigas siendo parte de ella.
La miré fijo a los ojos.
—Obvio, no te vas a deshacer de mí tan fácilmente esta vez.
Y hablamos por mucho, mucho tiempo. Incluso por horas. Y reímos, y lloramos otras tantas veces pidiéndonos perdón una y otra vez por los errores cometidos.
En esas horas que se sintieron como segundos, donde incluso nos faltó tiempo, me di cuenta de que lo nuestro jamás se trató de intentar ser pareja, o de estar juntos en una relación. Lo nuestro siempre debió ser una amistad, y ahora podía entenderlo, y Emily igual.
Yo siempre debí ser el mejor amigo que Emily deseó toda su vida, y ahora estaba listo para serlo.
Traigo capítulo nuevo y volvemos con dibujos digitales hechos por mí <3 así que si quieren que dibuje algo en específico pueden decírmelo :D
La nueva y mejorada Emily <3
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