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Capítulo N° 16 | parte 2


Eric había llegado en medio del baile, a eso de la medianoche, y se disculpó con Christine por la tardanza. Jackson, el hijo de Ash, había nacido hace tres días. Eric estuvo en la casa de Ash para hacerle compañía a Ivana y ser ambos un apoyo para su hermano y cuñada en sus primeros días de posparto. No había dormido casi nada, pero a pesar de estar cansado vino al cumpleaños de Christine.

Bailamos en grupo, Eric, Christine y yo. Y aunque me di cuenta de que yo no era tan malo bailando jazz como creí, Eric era sin dudas mucho mejor. Nos reímos y disfrutamos solo los tres, pero muy pronto Alex propuso una competencia de baile.

La idea de competir me hacía sentir algo ansioso, pues de esa forma todas las vistas estarían volcadas en mí. Tragué saliva y decidí alejarme un poco del círculo que se fue armando, con un cigarrillo en los labios que no tardé en encender.

Por supuesto, como no podía ser menos, el primero en meterse al círculo fue Alex. Se movía de forma ágil haciendo una pierna adelante y atrás, y todos comenzaron a gritar cuando se sujetó del cinturón e hizo un paso arrastrado por el suelo. Christine lo empujó para meterse al círculo y su falda de girasoles danzó en el aire ante cada paso que daba, especialmente con sus patadas.

Poco a poco comenzaron a meterse más personas, una de ellas fue Isaac que se puso a bailar junto a Alex haciendo los mismos pasos, como si los hubieran practicado por años. Michael y Robert lo hicieron juntos, en medio de aplausos y vítores por su habilidad. ¡Incluso mamá se animó a bailar en el centro, a carcajadas y muy feliz! Así que no me quedó más opción que hacerlo también. Arrastré conmigo a Eric y bailamos juntos.

La competencia duró bastante, y las risas, gritos y vítores por cada baile resonaron en el lugar, rebotando en cada pared del salón.

Estaba jadeante, me estaba divirtiendo un montón, pero debí arremangarme la camisa y desabrochar un poco los botones en el pecho debido al calor. Bebí un largo trago de cerveza y, mientras lo hacía, me di cuenta que Lou no había participado de la competencia y que no recordaba haberla visto por largo rato. Era la mejor amiga de Alex así que no pudo irse así como así, pero recordé que ella estaba enamorada de Isaac. Verlo, luego de tanto tiempo, y en compañía de su esposa debía ser duro.

Con mi vaso de cerveza comencé a recorrer la enorme casa. Tenía varias habitaciones, y con mamá nos quedaríamos a dormir allí, ya que nos había invitado Michael. Ingresé en otro salón, algo más pequeño, parecía ser un estudio. Las paredes estaban cubiertas por estanterías llenas de libros, y un gran escritorio se encontraba en el medio. Tras este se podía ver una ventana que daba hacia el patio, donde la luz de la luna iluminaba de forma delicada.

Me acerqué a la ventana solo para poder apreciar ese bello jardín que era acariciado por la luz lunar. La imagen de dos niños pelirrojos correteando por allí se volvió muy nítida en mis pensamientos, y fue inevitable sonreír al imaginarlos de niños jugando por allí.

Cuando volteé para regresar al pasillo me encontré con la amiga de Alex, de cabello platinado. Lizzie, según había oído a Lou decir.

—Me asustaste —dije algo sobresaltado.

—El señor Lefebvre es muy reservado respecto a su estudio, no le gusta que husmeen sus libros —dijo con una sonrisa y se acercó a mí. Sus tacones resonaron contra el suelo—. ¿Qué hacías aquí, Alphonse?

—Estaba buscando a Lou, me preocupó no verla en el salón. ¿La has visto?

Lizzie chasqueó la lengua al poner sus ojos en blanco.

—Acabo de estar con ella, estaba en la habitación de Alex —Se detuvo frente a mí y posó una mano en mi pecho—. Pero no la necesitas, yo soy mucho más divertida…

Lo dijo en un ronroneo y me di cuenta que debía salir de allí lo más rápido posible.

—Disculpa, creo que hay un malentendido. No estoy buscando a Lou por nada de ese estilo, solo quería asegurarme de que está bien —dije y di un paso a un costado.

Lizzie me rodeó con los brazos y retrocedí hasta quedar apoyado contra el escritorio. Esto era realmente incómodo.

—Eres muy hermoso. Te deseo desde que te vi en esa reunión —ronroneó y pasó su mano por mi pecho con la camisa abierta, hasta mi entrepierna, pero aunque quise hacerme hacia atrás terminé por golpearme con el escritorio.

—Lizzie, ¿cierto? No me siento cómodo, ¿podrías dejarme pasar para ir con los demás?

El olor a alcohol se sentía en ella, tal vez por eso estaba actuando de esa forma.

—Vamos, eres un hombre. Los hombres siempre quieren tener sexo con todo lo que se cruzan —dijo con una risita y me tomó de la mano para posarla en una de sus senos.

Hice la mano a un lado al instante al sentir su piel y tuve el impulso de empujarla, pero no era correcto. Podía lastimarse, así que solo insistí en que me sentía muy incómodo y no deseaba acostarme con ella, con la esperanza de que dejara de forcejear conmigo.

Me besó contra mi voluntad introduciendo su lengua, pese a que intenté apretar los labios para evitarlo. Volvió a posar su mano en mis genitales, que apretó un poco, pero esta vez fue inevitable empujarla. Lizzie trastabilló y lanzó una maldición por eso, sin embargo aproveché para salir de allí. Mi corazón latía a gran velocidad por los nervios, no tenía sentido alguno, solo era una chica algo ebria, y sin embargo me sentí… extraño. Molesto por el desagradable momento.

Lizzie volvió a tomarme de la mano justo cuando atravesé la puerta, y me dió un empujón que me hizo caer al suelo. Al instante se subió sobre mí, con una sonrisa que en otro momento debió ser coqueta, pero en esa situación me pareció horrible.

—¡Lizzie, basta, ya te dije que no quiero! —me quejé al hacerla a un lado, tal vez con más fuerza de la que debería, porque se quejó de dolor.

—Lizzie, si te dijeron que no, es no.

Reconocí la voz de Lou y volteé para verla, estaba con el ceño fruncido.

—Tú siempre quieres los lindos para ti —se quejó la rubia.

Lou resopló y con su pulgar señaló otra parte del pasillo.

—Hay más hombres allí que seguro aceptarán acostarse contigo, no molestes al que te dice que no.

Lizzie se hizo a un lado y pude ponerme de pie. Me había golpeado la cabeza pero nada grave, estaba más concentrado en sacarme a esa chica de encima. Tal vez porque estaba Lou presente, o por propia voluntad, Lizzie se alejó pero no sin antes lanzarme un torpe beso que me produjo un escalofrío.

—¿Estás bien? —me preguntó Lou.

—Sí, solo es una chica alcoholizada. No es como si fuera a matarme o algo así.

Lou entrecerró los ojos al verme.

—Si fuera a la inversa, nosotras estaríamos aterradas —dijo con seriedad y dejó ir un suspiro—. El acoso sigue siendo acoso, venga de una chica alcoholizada o no. Y es abuso si no quieres, seas un hombre o no. ¿Estás bien?

Fue incómodo pero no creo que sea para tanto, o tal vez solo no estoy acostumbrado a esto…

—Sí, ¿cómo estás tú? Te estaba buscando, ya sabes, por Isaac.

Abrió los ojos con sorpresa, estaban algo enrojecidos y sus párpados hinchados, pero curvó sus labios en una sonrisa.

—¿Estabas preocupado? Qué dulce. Ven, busquemos algo de beber.

Asentí para seguirla e ir al salón en busca de algunos tragos. Mi vaso de cerveza supuse que quedó en el estudio, pero ya no tenía deseos de regresar allí.

—Lizzie es una buena chica, ¿sabes? Pero el alcohol la pone… muy molesta. Tal vez saca su verdadera yo, no lo sé —dijo con un suspiro—. No está acostumbrada a que le digan que no, supongo que es su carácter de hija única.

—Yo soy hijo único…

Ella se rió.

—Se nota —dijo y me guiñó el ojo—. Por tu actitud de «soy el amo del mundo, admirenme».

—Eso no es por ser hijo único, es porque soy hermoso —dije con una risita.

Lou me dio una palmada en la espalda e ingresamos en el salón donde estaba la fiesta. Eric bailaba con Scar, la otra amiga de Alex, mientras que Christine lo hacía con mamá. Vi a Alex sentado en uno de los sillones, besándose con Elijah de una forma tan apasionada que hasta pude ver sus lenguas. Busqué con la mirada a sus padres pero no se encontraban por allí. Supuse que tal vez ya se habrían ido a descansar, de lo contrario Alex no haría eso.

Lou regresó con una botella de vino y me indicó con una seña de cabeza que la siguiera. Caminamos contra las paredes debido al tumulto de gente bailando, y nos sentamos en el suelo no muy lejos de Alex.

Busqué a Isaac con la mirada, estaba sentado en un puff con su esposa sobre las piernas. Una mujer robusta de abundante cabello rizado.

—Debo admitir que ella es muy hermosa —dijo Lou de repente y tomó el vino directamente de la botella—. Y tiene mucha más carne que yo.

—¿Entre tú y Isaac…?

—Una vez —dijo con una risita algo triste—. Fue algo casual, no lo planeamos. Dije que no fue algo importante, que solo fue sexo, y luego me di cuenta de que lo amaba.

—¿Él lo sabía?

—No. Jamás se lo dije, y unos meses después viajó a Kenia a llevar las cenizas de su madre, y no regresó porque conoció a su esposa —dejó ir un largo suspiro—. Debe pensar que estoy enojada con él porque no me acerqué a saludarlo. Él no sabe lo mucho que me alegra verlo enamorado y saber que es feliz, pero cómo me destroza no ser yo.

Me extendió la botella de vino y la acepté para tomar un trago.

—Solo Isky se preocupó por mí al ver a Isaac. Feliz de verlo luego de tres años, pero con miedo a que yo pudiera salir herida —dijo y me dirigió una sonrisa triste—. Ni a Scar ni a Lizzie les importó, pero tú fuiste a buscarme. Qué lindo.

Tres años… Lou seguía amando a Isaac luego de tres años sin verlo. Era algo triste, algo solitario también.

—Supuse que algo había pasado, obvio me preocupé —dije y volví a sorber un trago—. Tal vez no seamos amigos pero creo que tenemos un lazo, ¿no? Hablamos de vez en cuando.

—Dame tu teléfono —ordenó al hacer danzar sus dedos en el aire y la miré con extrañeza—. No me gustan los blancos, no intentaré seducirte. 

—Al menos no me dijiste holandés como él —dije con una risita y le extendí el teléfono.

—Te oí decir «neerlandés» —Tecleó rápido en mi teléfono y luego me lo extendió—. Ese es mi número, puedes escribirme cuando quieras. Las amistades no brotan de la tierra, se forjan cada día. Podemos forjar la nuestra.

Sonreí, sintiéndome feliz. No tenía muchos amigos y mis únicas amigas eran Jean y Christine, aunque la primera intentaba seducirme todo el tiempo, un poco en broma y un poco en verdad.

Vimos a Alex levantarse del sillón con Elijah, para luego salir del salón tomados de la mano. A veces se detenían solo para besarse.

—De acuerdo, creo que hoy no dormiré con Alex —dijo Lou con una sonrisa torcida—. Me parece que tomaré un taxi a casa, seguro Isaac también se quede y sería algo incómodo.

—Puedes quedarte conmigo si lo deseas.

Ella negó con un movimiento de cabeza.

—Prefiero ir a casa, va a doler menos.

Supuse que tenía razón. Debía ser muy duro para ella ver al hombre que amaba tan feliz con otra mujer, y tener que fingir que todo estaba bien. Me dio pena Lou. Me dio pena que sus amigas la hubieran dejado sola, aunque dudo que haya sido a propósito. Probablemente solo estaban distraídas y no se dieron cuenta, Alex no sería amigo de ellas si creyera que puedan ser malas o egoístas.

—Oye, Alphonse —dijo Lou de repente para llamar mi atención.

—Puedes decirme Al.

Ella sonrió al asentir.

—Aunque Lizzie está ebria no significa que puede saltar sobre ti y tocarte contra tu voluntad, ¿de acuerdo? Y aunque la quiero mucho lo que hizo está mal. Debes decírselo a Isky.

—No fue para tanto.

—Al —dijo con el rostro serio—. Isky va a pensar igual que yo, para él sí va a ser para tanto. Debes decírselo, no ahora pero tal vez mañana.

Di un largo suspiro y tomé mi caja de cigarrillos para poder encender uno. Fue algo incómodo, pero no creo que sea para hacer tanto teatro. No dije nada porque ella parecía más preocupada que yo.

Nos quedamos juntos por largo rato, bebiendo ese vino. Luego fuimos a bailar con los demás para bajar un poco el alcohol en nuestra sangre, en medio de risas y bromas nos unimos a Chrissy y Eric, pues mamá se había ido a descansar a la habitación de Christine.

—¿Qué hay entre tú y esa chica? No se separaron por largo rato —dijo Eric en mi oído, con una sonrisa pícara.

—¿Con Lou? Nada, nos estamos haciendo amigos —dije y me miró con incredulidad, tal vez creyendo que mentía—. Es linda, pero no le gustan los blancos sexys, rubios y perfectos como yo.

Él lanzó una carcajada y asintió, como si fuera más fácil creer que ella no estaba interesada, a creer que solo éramos amigos. Y eso me produjo un mal sabor en la boca.

—Christine se ve tan hermosa —dijo con una sonrisa al verla.

Dirigí mi mirada hacia ella, con esa falda azul de girasoles que volaba en el aire ante sus pasos. Con su blusa amarilla, que la hacía sentirse tan hermosa como era por nacimiento. Su sonrisa, blanca y brillante, me hizo vibrar el pecho y mi corazón latió mil veces más rápido.

—Sí, es cierto. Se ve hermosa —murmuré, incapaz de correr la mirada de esa mujer.

Se veía tan feliz al bailar, con sus ojos llenos de alegría. Sentí que podría estar allí solo viéndola por horas. Horas enteras podría verla bailar, como un hada de la primavera. Como la pintura más detallada, bella y emotiva, digna de ser admirada en los más importantes museos. Y como una de esas famosas pinturas lograba remover un millón de emociones en mi pecho.

En el momento en que Chrissy dirigió su mirada hacia mí sentí mi rostro arder, y mi corazón bombeó más y más, con mi piel erizada.

Corrí la mirada al instante para poder ir en busca de un trago. Respiré hondo en el camino hasta llegar a la mesa de bebidas.

—De acuerdo, eso fue extraño —murmuré y bebí de un solo trago la copa de vino.

La vi acercarse a nosotros y mi corazón bombeó rapidísimo.

—¿Quieren bailar?

Moví mis labios varias veces en un intento por pronunciar palabras, pero solo conseguí decir:

—Cansado.

—Yo bailaré contigo —dijo Eric y la tomó de la mano para ir con los demás.

Me senté para poder alejarme de Christine, me sentía tan extraño. Me miré las manos temblorosas porque no tenía sentido alguno. No tenía sentido alguno que me estremeciera tanto su sonrisa. Y tuve miedo, un miedo desconocido que no pude identificar. Nada tenía sentido.

Observé cómo bailaban los dos en medio de risas, tan felices. Se veían bien juntos, y a Eric no le importaba que ella fuera más alta que él. Se veían felices. Sabía bien que Eric estaba empezando a enamorarse de ella, y también que Christine lo quería.

Encendí un cigarrillo y le di una larga pitada para dejar de pensar en eso. Y solo unos minutos después Lou se acercó a mí, me vio con extrañeza.

—¿Estás bien?

—No sé qué me pasa —murmuré, mirándome las manos.

—¿Necesitas hablar, es por Lizzie?

Alcé la vista para verla, tenía las manos en la espalda y sus largas trenzas caían sobre un hombro, bajo esa boina. Parecía algo nerviosa así que respiré hondo.

—No, no. Estoy bien, es otra cosa. Ya se me va a pasar.

Me miró con desconfianza pero terminó por dar un largo suspiro, tal vez para no presionarme. Entonces, balanceándose sobre sus pies, torció sus labios y dijo:

—Isky debe estar ahora con una verga en la boca así que no quiero interrumpirlo —Bajó la mirada—. Quiero ir a saludar a Isaac pero me da miedo hacerlo sola, ¿podrías…?

—Claro, sí —dije y me puse de pie, aunque torcí los labios al agregar—. Pero no vuelvas a poner esas imágenes de Alex en mi cabeza. Tengo mucha imaginación, por Dios. Voy a tener pesadillas.

Se rió y la vi relajar sus hombros, estaba tan tensa que no me había dado cuenta. Ella entonces me guió hacia donde estaba Isaac sentado con su esposa, en uno de los sillones. Ella estaba sobre sus piernas y él depositaba besos en su hombro. Miré de reojo a Lou porque probablemente la imagen era dolorosa, pero ella respiró hondo y sonrió. Tal vez era una máscara para que él no notará su pesar, o tal vez era auténtica alegría de verlo feliz.

Cuando Isaac nos vio curvó sus labios en una amplia sonrisa al ver a Lou, le palmeó el muslo a su esposa para que se hiciera a un lado, y entonces se puso de pie para abrazar a Lou. La saludó con tanta alegría que supe que aunque ella estaba dolida de verlo allí, él también lo estaba por esquivarlo.

—¡Lou, preciosa! —dijo y la aferró más—. Creí que estabas enojada conmigo.

—Jamás podría estar enojada contigo, tarado —respondió ella y lo abrazó con fuerza.

—Mira, ella es Sarah, mi esposa —dijo con una amplia sonrisa al presentar a esa bellísima y robusta mujer de curvas abundantes—. Sarah, ella es Lou, mi mejor amiga.

Me dolió hasta mí.

—Aunque debo admitir que sí me enoja que no nos hayas invitado a tu boda —Lou se cruzó de brazos, como si sus palabras no surtieran efecto en ella.

Isaac abrió sus ojos con sorpresa.

—Pero fue en Kenia…

—¿Y crees que Isky y yo no nos hubiéramos tomado el primer avión a Kenia para festejar a tu lado?

—Yo le dije que lo hiciera pero él no quiso que sus amigos gastaran tanto dinero —acotó Sarah con una risita, y sus ojos café se rasgaron al reír.

Isaac dirigió su mirada hacia mí con curiosidad, tal vez porque no esperaba que también fuera amigo de Lou. Torció sus labios en un gesto divertido y me palmeó el hombro de forma amistosa.

—Sé bueno con ella, aunque se vea ruda es bien sensible.

—Sensible tu culo —se quejó ella.

Me reí pero me hice a un lado para darles más espacio. Lou quería que estuviera cerca para no sentirse tan expuesta ante Isaac, por lo que no me alejé demasiado. Los oí conversar, especialmente a Isaac que hablaba de lo hermoso que era Nairobi.

Poco a poco Lou pareció estar más cómoda, tal vez sus emociones se acomodaron. Ver a su amigo tan feliz con su nueva vida sería también algo hermoso, pese al dolor. Yo en su lugar no sabría cómo sentirme. ¿Estaría adolorido, resentido, o sería feliz de admirar esa felicidad?

Más tarde todos comenzaron a irse, la primera fue Lou que tomó un taxi a su casa, pese a la insistencia de Isaac y Sarah de que se quedase a dormir. Incluso Eric se fue, que bailó una última vez con Chrissy antes de irse. Allí solo quedamos ella y yo poniendo algo de orden, aunque esquivé su mirada lo más posible.

Levantamos los vasos y copas, juntamos las botellas vacías. Y mientras que ella pasaba un trapo por las mesas, yo barrí para no encender la aspiradora, pues todos estaban durmiendo.

La vi acercarse al tocadiscos y poner un nuevo álbum. El sonido de una trompeta comenzó a sonar allí mientras que Chrissy se balanceaba tomándose de la falda, con una sonrisa. La voz de Louis Armstrong comenzó a resonar en la habitación, donde solo estábamos nosotros.

Por un instante la observé bailar sola, con esa sonrisa de hada en su rostro, con toda su perfecta esencia. Ella, moviéndose al ritmo de la música con sus ojos cerrados, era la imagen más hermosa que había visto alguna vez en mi vida. Quería poder verla así por siempre, tan feliz, tan radiante.

Tal vez fue solo instinto, pero terminé por acercarme a ella y la tomé con suavidad de una mano, colocando la otra en su cintura. Chrissy me dirigió una sonrisa feliz cuando se sujetó de mí para poder bailar juntos esa canción tan lenta, tan romántica, tan seductora. La miré a los ojos miel que irradiaban luz y alegría. Miré esa sonrisa que me daba vuelta la cabeza. La miré a ella, a su alma pura, a su diversión y carisma. Miré cada una de sus pecas, con el deseo de contarlas todas hasta memorizarlas.

—Feliz cumpleaños, Chrissy —dije, incapaz de correr la mirada. Estaba hipnotizado.

Tal vez no era un hada ni un ángel, tal vez era una sirena. Sea lo que fuera era hermosa, y me tenía a sus pies.

—Gracias, Al. Me hace muy feliz que pases conmigo este cumpleaños —dijo y apoyó su mejilla en mi hombro mientras bailábamos—. Hace unas semanas se cumplió un año de que nos conocimos en esa fiesta de disfraces. Mañana se cumple un año de aquella vez en la piscina. Me alegra mucho que seas parte de mi vida, Al.

—En esa época no nos llevábamos bien —admití con una risita y la aferré hacia mí—. Fui un idiota. Me alegra hoy en día ser parte de tu vida, me alegra que tú seas parte de la mía.

Sentí el aroma de su cabello, rosas. Siempre rosas, mi flor favorita. Suspiré con tranquilidad y todo ese nerviosismo de antes, ese corazón a punto de explotar o el temblar de mis manos desapareció. Me sentí en paz. Me sentí en armonía, allí con ella. Como si hubiese nacido para estar justo en ese momento con ella. Como si ella hubiera nacido justo para mirarme con esos ojos, solo a mí.

Chrissy se apartó solo un poco y posó su nariz en la mía, con los ojos cerrados. Los cerré también, sintiendo su suave aliento. Sintiendo esa inexplicable paz que solo ella me producía.

—Te quiero, Christine. Mucho —dije en un susurro.

Mi corazón volvió a alborotarse en el momento en que abrió sus ojos para verme, y mi piel nuevamente se erizó cuando me dedicó la más hermosa de las sonrisas.

—También te quiero mucho, Al.

La canción finalizó y una nueva tomó su lugar, mientras que nosotros aún nos veíamos a los ojos. Recorrí cada bella facción de su rostro y por un segundo miré sus labios, con la necesidad de volver a sentirlos contra los míos.

—Es tarde, mamá se va a enojar si faltamos a su desayuno especial —dijo ella y corrió la mirada.

Me alejé al instante y aclaré mi garganta, con mi corazón bailando en mi pecho, imparable.

—Que descanses bien, Chrissy.

La sonrisa que me dedicó volvió a tomar el control de mi mente, de cada uno de mis pensamientos. Caminé por inercia hacia la habitación que me habían prestado, que en el pasado fue el cuarto de juegos de los gemelos.

Sin quitarme los zapatos me arrojé a la cama y posé una mano en mi pecho. Mi corazón aún no conseguía tranquilizarse, y al cerrar los ojos pude ver nuevamente la sonrisa de Christine y esos latidos empeoraron.

Tuve que respirar hondo varias veces. No era nada parecido a algo que hubiera sentido antes. No era dueño de mi propio cuerpo, pues era incapaz de borrar esas imágenes que desfilaban como la más hermosa de las torturas. Me llevaba al dilema de querer y no querer que acabe.

Y todo lo que fue niebla en un momento se volvió claridad. Todo lo confuso, lo extraño, fue tan claro como el sol en la mañana.

Chrissy era mi mejor amiga, y era también mi alegría. Esas dos semanas donde no me habló fueron la peor tortura, mientras que su sonrisa al bailar se convirtió en la mejor de las curas a mi corazón herido.

Quería besarla. Tuve el deseo de besarla, no por lujuria, sino por…

—No puede ser —murmuré aún con la mano en mi pecho—. Maldita sea, no puede ser.

~ • ~

Tarde en la mañana me despertó la voz de Michael por el pasillo, que llamaba a todos a desayunar. Mi cabeza explotaba. No creí haber bebido tanto, aunque ese vino con Lou tal vez fue demasiado. O solo era la falta de sueño.

Me cambié de ropa porque me di cuenta que me dormí vestido. Había llevado una mochila con un cambio sencillo, así que me puse una camiseta negra, unos jeans y mis zapatillas.

Descubrí que había más de un baño, por lo que higienizarme fue rápido considerando que habían varias personas en la casa. Luego caminé arrastrando mis pies hasta llegar al comedor. Allí estaba mamá con una amplia sonrisa y ayudaba a Michael con todo, mientras que Robert conversaba con Isaac y Sarah.

Me quedé paralizado al ver a Chrissy, y pese a que tenía puesta una camiseta de hombre y shorts, que supuse serían de Alex, la vi más hermosa que nunca. Mi rostro comenzó a arder hasta las orejas, y tuve que sacudir la cabeza para acomodar toda esa mierda que estaba sintiendo.

Decidí esquivarla y sentarme junto a Alex, que estaba solo y sin Elijah, pero tecleando en su teléfono con buen ánimo.

—¿Y Elijah? —pregunté en voz baja.

—Es demasiado tímido para desayunar con mis padres, anoche los esquivó todo el tiempo así que se fue temprano en la mañana. Creo que mi papá le da miedo —dijo con una risita.

Dirigí la mirada hacia Robert, tenía su ceño fruncido al asentir a algo que dijo Isaac. Era grande y fuerte, como Alex quizá pero algo más robusto, más voluminoso. Un brazo suyo podía sacarme la cabeza de lugar, sin duda alguna.

—Sí, da un poco de miedo —admití al tragar saliva.

Alex se rió al darme un empujoncito y nos concentramos en desayunar. La voz alegre de Michael lograba armonizar el ambiente, así que por largos instantes me sentí tranquilo, aunque aún esquivando la mirada de Chrissy.

A veces Alex posaba su cabeza en el hombro de Michael con una sonrisa y los ojos cerrados, y él entonces le daba un beso en la coronilla y le hacía caricias. Alex en verdad era un niño de mami.

Huir de Chrissy por más tiempo fue imposible, luego de desayunar se acercó a mí para tomarme del brazo y me guió hacia el patio. Con muchos nervios y mi corazón latiendo velozmente caminé con ella hasta un arco de flores donde había un columpio. Se acomodó allí y me miró con una sonrisa.

—Aquí me tomaron la foto que Alex colgó en casa —dijo y miró a su alrededor—. Mamá tiene muchos rosales, pensé que tal vez te gustaría verlos. Puedes cortar algunas rosas para hacer té.

Se veía tan radiante bajo la luz del sol, con su brillante sonrisa y su cabello pelirrojo que danzaba ante sus movimientos. Y me di cuenta de que no había más dudas, de que mis miedos eran reales. De que Christine era la dueña de mis ojos y me tenía a sus pies.

Tragué saliva y corrí la mirada porque no sabía qué hacer, qué pensar o decir. Opté entonces por observar esas rosas. Chrissy tomó unas tijeras para ayudarme a cortar las que yo seleccionaba.

—Antes de conocerte no sabía que existía el té de rosas, creí siempre que solo eran decorativas. Flores para admirar.

—Yo he aprendido también muchas cosas gracias a ti, y a Alex —dije y la miré de reojo mientras que ella las cortaba.

—Cuando estas rosas estén listas para consumir, quiero que con ellas me hagas uno de esos té.

Mis labios se curvaron en una sonrisa y la observé con alegría. Le prepararía el mejor té de todos, siempre.

Regresamos al interior de la casa con una canasta llena de rosas, solo esperaba que Michael no se enfadara con nosotros. Sin embargo, cuando nos vio entrar nos inspeccionó con curiosidad y me apuntó con su dedo.

—Tu madre me ha dicho cuál es tu sueño —dijo y sonrió—. Trabaja para mí. Trabaja para mí en Red King y toma experiencia, aprende del negocio y gana más de lo que has ganado nunca. Junta ese dinero y luego cumple tu sueño.

—Yo no… no sé si…

—Seré tu inversor —dijo y alzó la barbilla—. Sé lo que es venir de abajo. Yo no nací en cuna de oro como Rob.

—Ey —se quejó él.

—Te amo, cariño, pero es verdad. Viví en la calle, he hecho cosas de las que no me enorgullezco para poder vivir —Me miró fijo—. Y sin esa persona que confió en mí y me dijo que por supuesto lograría mis sueños, tal vez yo no estaría aquí. Yo te digo que tú los lograrás. Trabaja para mí, Alphonse.

Sentí mi rostro arder y miré a mamá, que asentía con una gran sonrisa en el rostro. Miré a Alex con su sonrisa divertida, incluso Isaac que hacía un gesto de aprobación con sus labios, o Chrissy, que me miraba con esa dulzura que me hacía vibrar la piel.

—Lo voy a pensar —dije por fin.

Alex se puso de pie para acercarse a mí, y no supe qué clase de mirada le dirigí que cambió al instante sus gestos para ponerse serio, y dijo en voz baja:

—Ven, vamos a fumar.

Asentí y lo seguí de forma sumisa. Habían pasado tantas cosas a la vez. Lo de Lizzie, las conversaciones con Lou, la propuesta de Michael, lo de… Chrissy. Y mientras más caminaba más comencé a perder la vista por los ojos empañados. Parpadeé incontables veces para evitar llorar como un imbécil porque no entendía un carajo de nada.

Salimos de la casa hacia la parte delantera y nos acercamos a una camioneta negra, que según había oído fue el regalo de Michael para Alex.

—¿Quieres ir a dar una vuelta?

Nos subimos a la camioneta y el sonido que hizo el motor al encenderse fue precioso. Respiré hondo para controlarme porque en verdad me sentía como un imbécil.

Salimos de la residencia para probar la camioneta, y recorrimos distintas calles mientras estábamos en silencio.

—No sé qué me pasa —dije al fin, luego de largos minutos—. Lo de Lizzie no me importó, pero no dejo de pensar en lo que dijo Lou y… y ahora esto.

—¿Qué pasó con Lizzie, qué dijo Lou y qué es esto?

Respiré hondo porque Alex no entendería un carajo de nada si no me explicaba. Le conté lo de Lizzie y su mirada se oscureció, apretó su mandíbula que se veía tensa.

—Voy a hablar seriamente con ella.

—Solo era una chica ebria.

—Da igual, se portó horrible. Si no sabe beber entonces que no beba.

Le conté sobre lo que dijo Lou, sobre el amor por Isaac que Alex conocía tan bien. No necesité explicar demasiado debido a que eran mejores amigos, y claro que él sabía de lo que estaba hablando.

—Es muy triste, pero lamentablemente Isaac no sentía nada por Lou más que amistad, y entonces conoció a la mujer de sus sueños —suspiró—. Espero que Lou también encuentre al hombre de sus sueños, y que pueda superarlo para seguir adelante.

—¿No es triste? ¿No es horrible acaso? Se enamoró de su mejor amigo que ama a otra persona. ¡De su mejor amigo! ¿Cómo se vive luego de eso? ¿Sabes lo culpable que debe sentirse ella por eso? ¿Por enamorarse de su mejor amigo? Debe sentirse como una perra maldita, o una traidora.

Mis ojos se llenaron nuevamente de lágrimas y me miré las manos temblorosas.

Alex detuvo la camioneta y me miró con preocupación, pero yo esquivé su mirada para seguir viéndome las manos que reflejaban todo el cúmulo de sentimientos y emociones que me estaban invadiendo.

—No sé qué hacer, no sé qué mierda hacer. Qué carajo estoy haciendo, qué carajo me pasa.

—Al…

—Dios, esto no puede ser.

—Al.

Dirigí mi mirada hacia él, desesperado. Tal vez él notó toda esa desesperación porque su mirada se ablandó para verme con comprensión. No pena, no lástima. Solo comprensión.

—¿Ya te diste cuenta?

—¿Cuenta de qué?

—Lo sabes, Al. Dilo en voz alta, solo estamos tú y yo aquí. Solo tú y yo. Nadie hará bromas, nadie se reirá, nadie dirá nada negativo.

Mi respiración comenzó a acelerarse y terminé por jadear cuando las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas. Alex entonces me abrazó.

—Está bien, Al, puedes decirlo en voz alta.

—Maldita sea —mascullé con una mezcla de culpa y dolor—. La amo, carajo. No puede ser, la amo de verdad.

—Lo sé. Está bien.

Me mantuve aferrado a mi amigo hasta que recobré la compostura. Respiré hondo varias veces y descansé la cabeza en el asiento, con los ojos cerrados. Estaba tan mareado, todo me daba vueltas, y a la vez todo era tan claro.

—La amo…

—Habla con ella —dijo con voz suave al sobarme el hombro con cariño—. Habla con ella.

—Necesito pensar. Necesito entender todo. Necesito estar seguro de verdad, si la pierdo… si esta estupidez me hace perder su amistad, podría morir, Alex.

—Nadie va a morir. Tómate el tiempo que necesites pero habla con ella cuando estés listo.

Tomé mi caja de cigarros, ya no me quedaban muchos. No quería fumar dentro de la camioneta nueva así que descendí del vehículo para poder hacerlo al aire libre. Esa primera pitada se sintió muy placentera, y conseguí relajarme solo con eso. Dejé ir el humo sintiendo la paz que lograba en mí, y oí el encendedor de Alex cuando se apoyó a mi lado.

—Se supone que deberías besarme de lengua, ¿eh? —bromeó él y me dio un empujoncito con el hombro—. Pero soy fiel.

—Eso fue… hace exactamente un año —murmuré—. Hoy se cumple un año desde que me dijiste eso…

Pensé que Alex haría una broma, algo como «sabía que te gustaría la fea de mi hermana», sin embargo no dijo nada. Solo levantó su mano para despeinarme con cariño.

—Eres un buen chico, Al. Mereces ser feliz.



Dejo la canción que bailaron Al y Chrissy de Louis Armstrong.

Y acá dejo un ejemplo de lo que pudo ser la competencia de baile que propuso Alex:

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